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Helene Eloise Bellerose

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Helene Eloise Bellerose ganó por última vez el día 19 Marzo 2021

¡Helene Eloise Bellerose tenía el contenido más querido!

Acerca de Helene Eloise Bellerose

  • Cumpleaños 21/07/1993

Ficha de Personaje

  • Nivel Mágico
    18
  • Rango Social
    Dragones de Oro
  • Rango en el Bando
    Sin rango por inactividad
  • Galeones
    23297
  • Ficha de Personaje
  • Bóveda
  • Bóveda Trastero
  • Bando
    Orden del Fénix
  • Libros de Hechizos
    Libro del Equilibrio (N.10)
  • Familia
    Weasley
  • Trabajo
    Embajadora de Francia en Gran Bretaña/ Empresaria.
  • Escalafón laboral
    T1
  • Raza
    Humana
  • Graduación
    Graduado
  • Puntos de Poder en Objetos
    2980
  • Puntos de Poder en Criaturas
    730
  • Rango de Objetos
    2010 a 3000
  • Rango de Criaturas
    210 a 1100
  • Conocimientos
    Leyes Mágicas
    Defensa contra las Artes Oscuras
    Pociones
    Conocimiento en Maldiciones
    Artes Oscuras
    Runas Antiguas
    Encantamientos
    Control de Energía Interna
    Control de Energía Psíquica
  • Medallas
    12000

Profile Information

  • Casa de Hogwarts
    Ravenclaw
  • Género
    Femenino
  • Location
    Wonderland

Campos para Gringotts

  • Escalafón último mes cerrado
    T1
  • Posteos acumulados último mes cerrado CMI
    7
  • Posteos último mes cerrado CMI
    0

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Logros de Helene Eloise Bellerose

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  1. Perderme un par de años y luego volver y no entender nada, es mi pasión. 

  2. “Scott Wilkinson,” repitió para sus adentros mientras deslizaba la mano que él había estrechado con animosidad al presentarse. La similitud del rostro del pelirrojo con aquel que tanto le estaba costando olvidar era intrigante, aunque había que reconocer que más allá de sus rasgos generales en realidad la persona de sus recuerdos y la que tenía en frente eran dos individuos diferentes y eso era indiscutible. Con la cabeza yéndole al cien, la francesa tomó asiento en la silla más próxima, junto al mago, mientras intentaba enfocarse en la conversación que estaba teniendo lugar entre los presentes, sin mucho éxito. Parecía que habían estado hablando de política, así que le fue fácil disimular lo perdida que estaba sin dejar que su mente continuase divagando sobre aquello que tanto le intrigaba. Hace ya meses que no sabía nada de Leonid, y aunque había evitado hasta el último perder la esperanza, el hecho de que él no hubiera podido contactarle hasta ese entonces, solo alimentaba aquella afirmación que sentía dentro de su corazón: Leonid estaba muerto. El peso de su pasado había podido con él, lo había alcanzado finalmente y aunque él había intentado redimirse, no había servido de absolutamente nada. Claro que todo aquello eran solo conjeturas, y aunque había encontrado la manera de tener una vida funcional luego de aquel golpe, debió reconocer que ya tuvo suficiente tiempo para volverse loca buscando señales y pistas que no habían llegado a ningún lado. Se meció un tanto nerviosa en la mesa, sobresaltándose un poco cuando el objeto de su intriga le acercó los panecillos y se los ofreció en susurros. Bellerose giró, fijando la mirada en el mago, sonrojándose casi al instante que sus ojos le encontraron. Con algo de torpeza tomó uno y le regaló una sonrisa gentil en agradecimiento, mientras la mente intentaba buscar el origen de aquel acento tan diferente. Americano era sin duda, pero ¿de dónde? Agradeció que Luna se animase a hablarle, ella estaba tan adorable como siempre la recordaba. – Todo en orden, chérie. La embajada siempre tiene suficiente para mantenerme ocupada, apenas he podido salir un rato y tan pronto he podido he venido a verlos. ¿Tú como estás? – Devolvió la pregunta con genuina curiosidad, la vida de la aurora siempre tenía alguna cosa nueva que contar. Mordió el panecillo como un autómata, sorprendiéndose del sabor tan bueno que tenía. Notas de mantequilla y alguna que otra especia le aportaban aroma y textura. Afinó el oído, sintonizando que hablaban del liderato de Rory, el que pronto llegaría a su fin. Helene le tenía bastante cariño al predicador, había demostrado mucha iluminación y sabiduría para llevar la causa todo el tiempo que ella había pertenecido a las filas, y aunque debía reconocer que le intrigaba que dejaba zapatos bastante grandes que llenar, sabía de todo corazón que el siguiente líder llegaría con fuerza y propuestas para mejorarlo todo. No le preocupaba lo más mínimo y le agradaba que Luna se sintiera de la misma forma. Mica parecía tener una conversación bastante personal con el italiano, hecho que la castaña entendió de inmediato y decidió respetar, girando el cuerpo lo más alejado de ellos dos, totalmente hacia el pelirrojo que se encontraba bastante enfrascado en lo que se estaba conversando. Aprovechando el breve y cómodo silencio que precedió a la intervención de Luna, la francesa giró hacia el americano. – ¿Luisiana o Alabama?– Preguntó curiosa. Su conocimiento de Estados Unidos se limitaba completamente a la Semana de la Moda en NY, y lo poco que había logrado convivir con Leonid cuando ambos se mudaron a la gran manzana. Sin evitar soltar un suspiro de nostalgia, aguardó por la respuesta. @ Syrius McGonagall @ Mica Gryffindor @ Rory Despard @ Luna Gryffindor Delacour @ Ludwig Malfoy
  3. Las últimas semanas habían resultado sumamente difíciles de procesar. La vida en Inglaterra se había tornado extrañamente rutinaria desde que se había asentado allí definitivamente y aunque en realidad la rutina no le molestaba, debía reconocer que había algo que todavía estaba incomodando. ¿Sería la falta de tiempo para sí misma? No recordaba la última vez que había tenido la oportunidad de tomarse un café en compañía de amigos, y aunque tenía la fortuna de trabajar en un oficio que le permitía viajar bastante, había que reconocer que la presión a la que había estado sometida en las ultimas semanas por cuestiones laborales había ya tocado hasta la última de sus reservas de paciencia. Completamente decidida a despejar un poco la mente, se había levantado muy temprano aquella mañana y se dirigía con buen ánimo hacia la casa de los Potter, donde esperaba encontrarse con alguna cara familiar que le permitiese compartir un rato ameno. No había planeado mucho aquella visita, razón por la cual lamentaba estar llegando con las manos vacías. Los orbes claros se dirigieron hacia el reloj de muñeca que marcaba una hora apropiada, ni muy temprano ni muy tarde; al tiempo que cruzaba el umbral exterior de aquella pequeña casita en el valle de Godric que tan desapercibida podía pasar. La última vez que había visitado el lugar la experiencia de sociabilización se había tornado bastante pintoresca, por llamarlo de alguna manera. Aún podía recordar con bastante precisión la sensación de los brownies de chocolate en su boca, esos brownies que llevaban una sorpresa bastante peculiar entre sus ingredientes, y habían hecho volar a la mitad de los miembros de la orden del fénix… Negó con la cabeza, divertida, recordando también lo desagradables que habían sido los efectos inicialmente. Esperaba que esta vez nadie llegase con pastelitos especiales que ofrecer, o al menos, tenía la esperanza de que tuvieran la cortesía de avisarle. Avanzó a través de la puerta con soltura, logrando abrirla sin mayor inconveniente. Ni bien cruzar escuchó voces que le indicaron que estaban con casa llena y eso le causó bastante intriga porque, aunque no conocía del todo a todos los miembros, muchas de las voces que escuchó no logró identificarlas. Avanzó con paso decidido, revelándose ante ella los dueños de las voces, unos conocidos y otros no tanto. Sonrió al identificar a Mica, Rory y Luna entre los presentes, regalándoles una encantadora y cálida sonrisa. --Bonjour a tous-- Saludó alegremente, depositando besos en ambas mejillas de aquellos que conocía. Se detuvo sin embargo ante las caras nuevas, sintiéndose particularmente intrigada por el pelirrojo. No pudo evitar sentirse transportada directamente a un pasado no muy lejano y sentido, era casi como si el ruso se encontrara en la estancia. Recomponiendo la expresión de sorpresa en calidez y bienvenida, se dirigió a los desconocidos y procedió a presentarse. --Héléne Bellerose, enchantée. Veo que llego en excelente momento, ¿brunch? -- Inquirió, lamentando de verdad no haber pasado por una patiserie comprando alguna golosina para compartir. En un acto inconsciente de nerviosismo, Bellerose dirigió las manos hacia la falda que vestía, alisándola.
  4. Buenas buenas :3 Vengo a ejercer mi derecho al voto, y aunque me encantaría poder darles mi voto a todos, que podrían desempeñar un buen trabajo, lamentablemente solo puedo darle mi voto a uno. Mi voto va por Mica Gryffindor porque en realidad, le he visto bien activada y por experiencia propia trabajando con ella en anteriores ocasiones, considero tendrá la voluntad y sentido de responsabilidad necesarios para darle a la orden un nuevo y necesario giro! *Deposita la papeleta en el ánfora* Ayosh!
  5. Bellerose respiró un par de veces intentando acallar su desbocado corazón, que se había alzado en un pulso acelerado a medida que avanzaba a través de los pasillos hacia el interior de la residencia, que a cada paso que daban le maravillaba aún más con sus impecables acabados arquitectónicos. Parecía que la Dumbledore se había esmerado en replicar a Versailles incluso en sus detalles más pequeños, puesto que tanto el mobiliario como la fachada eran minuciosamente similares al histórico edificio. A pesar de que todos los detalles podían resultar un poco abrumadores, se sentía contenta, sin embargo, de tener junto a ella al pelirrojo quien con el toque de su mano le infundía tranquilidad y seguridad en aquel momento tan determinante. Soltó una risita ante el comentario de Leonid, aún sin creerse que ese pequeño palacio fuera a convertirse en su nuevo hogar, y es que, en realidad, con todas las mudanzas que habían vivido en aquella relación ya no podía evitar pensar que hogar era donde el ruso estuviese, y si él estaba tan dispuesto a apoyarla en aquella meta, no había nada que ella no estuviese dispuesta a hacer para retribuírselo. La elegante figura de @ Ada Camille Dumbledore hizo aparición para recibirlos, al tiempo que el mago le alertaba sobre su presencia. Bellerose sonrió, recomponiendo el gesto a su risueño ser de siempre, mientras escuchaba aquel recibimiento tan cálido de su parte. Depositó con sutileza dos besos en ambas mejillas de la bella ministra, y le dedicó unas palabras sinceras. —Ma chère, tu es toujours aussi radieuse et belle. La maison est parfaite, rien de moins ne pouvait être attendu de son sens du goût impeccable. Luego de los saludos pertinentes, se dejó guiar al salón de los espejos que no estaba ya muy lejos, sorprendiéndose casi de inmediato al notar que ya estaba lleno de varios invitados, aunque pocos rostros conocidos. Inclusive se sorprendió al notar un par de fantasmagóricas figuras, extrañamente familiares. ¿Acaso se trataba de la fallecida María Antonieta y de su rey y fallecido esposo, Luis XVI? Incrédula dirigió los orbes sorprendidos hacia el Evans McGonagall, sin saber si se había engañado o en efecto, la ministra francesa se había dado modos de importar sendos invitados desde el mundo de los muertos. Soltó una risita de ligero desconcierto, formulando aquella pregunta silenciosa con los ojos. Si es que había visto bien, seguro el ruso también estaría sorprendido ¿o no? No supo hacia dónde ir primero, habiendo tantas personalidades de tanta importancia en el recinto. Se le hacía muy poco protocolario acercarse a la ministra británica o a la Reina de Escocia sin una introducción formal, razón por la cual permaneció un momento en silencio, aún aferrada a la mano de su chico, pensando cuál sería el mejor paso por seguir. Como caído del cielo, se le acercaron con copas de burbujeante champagne, que ella tomó sin muchos miramientos y más bien agradeciendo el coraje líquido sonrió, alzando la copa con solemnidad y atesorando ese pequeño momento íntimo con Leonid, antes de ser lanzados irremediablemente a la sociedad. —Quiero hacer un brindis, porque tuve la suerte y la bendición de encontrarte, porque a pesar de todas las pruebas que se nos han presentado en el camino, hemos logrado salir adelante y nos hemos apoyado incondicionalmente. Brindo porque este logro es tan tuyo como mío y quiero que sepas que me haces infinitamente feliz todos los días. – Sonrió con calidez, con sinceridad, chocando la copa con aquel hombre que tan enamorada el tenía. —Te amo. —Susurró con el pecho lleno de orgullo, fundiéndose por un pequeño momento en los pozos azules de sus ojos. Risas le trajeron de regreso al presente, un presente en el que ella era una de las protagonistas. Sabiendo que no podía aplazar la socialización por mucho más tiempo, barrió la estancia con la mirada, encontrando casi de inmediato unas familiares figuras femeninas, hacia las que se dirigió, guiando con sutileza a Leonid, tomándolo del brazo. —Señoritas, buenas noches. Que placer tenerlas aquí. – Saludó con cortesía a @ Darla Potter Black y @ Luna Gryffindor Delacour , gratamente sorprendida de haberlas encontrado en el evento. —Monsieur. – Saludó al caballero @ Mael Blackfyre que los acompañaba, agregando un solemne asentimiento de cabeza hacia su dirección. —Espero estén pasando una velada agradable. —Añadió. @ Syrius McGonagall
  6. Pestañeó un par de veces y dirigió los orbes cristalinos hacia el espejo, donde dio un vistazo rápido a su atuendo. Había escogido un vestido en color verde botella bastante sobrio y apropiado para aquel evento tan diplomático: de escote barco y estilo tubo, el vestido de tela georgette remarcaba con justa elegancia su figura sin recargar o exhibir demasiado. Lo había preferido de largo hasta un poco más debajo de la rodilla y con la espalda descubierta, lo que le confería un detalle coqueto al atuendo. Piedras y bordados con perlas cargaban los hombros de este, que eran visibles dado al suave recogido que llevaba la castaña en el cabello. Aunque la invitación había especificado que el código de vestimenta era de cóctel, sabía con demasía que los invitados pondrían en práctica la elegancia francesa tan renombrada con la que eran conocidos en sociedad. Supo que no podía echarle menos ganas, sobre todo porque sabía que era su presentación oficial y habría muchos ojos que estarían fijos en ella, lo que en realidad le ponía un poquito nerviosa. Cuando decidió que estaba lo suficientemente presentable, salió del vestidor y buscó a Leonid, quien se encontraba ultimando los detalles de su propio atuendo. Sonriéndole ampliamente, se acercó a él con cariño y no pudo evitar sentirse agradecida al pensar que se había convertido en su hogar y su familia, sin lograr imaginar a nadie más con quien deseara más estar compartiendo aquel momento. —Que elegante y guapo se ve hoy, Monsieur.— Alabó, dirigiendo los dedos hacia la corbata de su chico, dándole los últimos toques al nudo. Adoraba la visión del ruso en traje formal y se deleitaba cada vez que podía verlo así. —Deberíamos partir en unos minutos, vamos a llegar perfectamente a tiempo. — Se estiró nada más un poco para depositar un amoroso beso en los labios del pelirrojo y suspiró, sintiendo una oleada de energía recorrerle la espina dorsal. Estaba ansiosa, algo nerviosa pero muy emocionada sin duda ante la realización que precedió aquel magnánimo evento que estaba por darse lugar. Siempre había tenido sus metas claras en cuanto a lo que deseaba lograr en la vida, y había sido bastante inflexible con ello, pero verlo allí materializado al fin, le causaba una extraña mezcla de emociones. Arribaron hacia la elegante locación en la que funcionaría la embajada de Francia, sin poder dejar de notar el detalle y minuciosidad que Ada había puesto para que todo el evento saliera impecable. Fueron recibidos con agilidad por uno de los encargados del protocolo, quien de inmediato se encargó de ubicarlos. —No está nada mal la nueva oficina, ¿verdad?— comentó sonriente hacia su acompañante, mientras ambos eran anunciados y guiados hacia el interior del elegante recinto. Inconscientemente, Bellerose se aferraba a la mano de Leonid a medida que avanzaban por la estancia y eran guiados hacia el interior del evento, donde ya seguramente se encontraban varios de los invitados. El corazón había empezado a latirle a mil por hora y aunque en el exterior no se le notaba, la ansiedad había empezado a acrecentarse. @ Syrius McGonagall
  7. La satisfacción de la francesa era palpable, aunque sus rasgos ajenos lucían impasibles. Habían logrado ayudar a un par de personas y aunque deseaba con toda su alma ser capaz de hacer más, sabía que aquello era tan solo una pequeña parada dentro del proceso de aprendizaje que le aguardaba. Supo que Amara estaba lista para partir y con cierto pesar se separó de su pequeño paciente, dando unos pocos pasos hacia atrás. No tuvo tiempo de esperar instrucciones, ya que un estruendo seguido de un estallido confuso le indicó que ya la situación se les había salido de control. Con rapidez se vio rodeada de hombres armados que no solamente sometieron a médicos y pacientes, sino que amenazaron con asesinar a cualquiera que se moviera de su sitio. Alzando las manos, la francesa se vio violentamente sentada en el piso junto a Majilis, en medio de gritos de horror y llanto de los presentes. Aunque hablaban en un idioma que no conocía, su lenguaje corporal era bastante explícito. Majilis fue clara y la híbrida supo que no podía irse sin ayudar a toda esa gente. ¿Tendrían el tiempo suficiente? ¿Sería capaz de idear un plan que ayudase a todos los presentes? Asintió con un movimiento casi imperceptible, sintiendo como su cabeza ideaba planes a mil por hora. Tomando una decisión rápida, decidió que su mejor opción era invocar los poderes del libro de la sangre, una magia ancestral y difícil que le había costado mucho aprender. Invocó la marca de sangre, sabiendo que el asunto era bastante arriesgado pero que valía la pena completamente el intento. Se levantó con cautela, atrayendo la atención de uno de los guerrilleros quien de inmediato procedió a apuntarle con el arma. Mientras le maldecía en un idioma que no entendía y ella se negaba a sentarse, uno de sus compañeros se acercó y con violencia le mangoneó, ocasión que ella aprovechó para ponerle la marca en el antebrazo, no sin antes recibir un culatazo en el rostro, al intentarlo. Con rabia y a través del dolor del golpe, la bruja observó al hombre a través de esos ojos oscuros que no le pertenecían y dejó de moverse, rindiéndose en apariencia a sus intimidaciones. Sin embargo, sentía el pesado vínculo de la sangre fortalecerse entre ella y aquel hombre, el que habiendo perdido por completo la voluntad y en un acto que complacía el capricho de la bruja, abrió fuego en contra de sus compañeros, que bastante sorprendidos no atinaron a defenderse y fueron cayendo uno a uno, ante la mirada atónita de todos los presentes que no llegaban a entender qué era lo que había pasado. Un tanto debilitada por la magia de sangre, dirigió la vista hacia su mentora, esperando nuevas instrucciones.
  8. La francesa sobrevolaba el campo, enfocándose ciento por ciento en su objetivo que era aquel pequeño fulgor dorado. Ya había recorrido el estadio un par de veces buscándolo, al tiempo que intentaba ponerle atención al partido, afinando el oído para seguir el desempeño de su equipo, que de momento iba perdiendo con una puntuación completamente remontable de 10 a 0. Bufó cuando el árbitro cobró el penal que favorecía a los tornados y resolvió apremiar su búsqueda, afinando sus sentidos al máximo, sin dejar de notar que su contraparte se encontraba en la misma situación. Cuando divisó finalmente a la snitch, Bellerose se lanzó en picada en su búsqueda, sintiendo que el buscador del equipo contrario había pasado zumbando a su lado, sacándole un poco de ventaja. Apremió el paso, pegándose aún más a la escoba, intentando mejorar su velocidad cuando notó que una bludger se dirigía velozmente hacia ella. Maldiciendo en todos los idiomas que conocía, hizo un giro brusco con la escoba para evitar el impacto, lográndolo pero perdiendo unos cuantos metros de ventaja. Completamente determinada a alcanzar a la snitch, remontó el vuelo con rapidez y redirigió su curso hacia la pequeña pelota alada.
  9. Nueva York, Estados Unidos Bellerose no recordaba la última vez que había asistido a un evento social de aquellas magnitudes. En su vida en Francia, las galas benéficas eran pan de todos los días, pero desde que había trasladado toda su vida a Inglaterra, y luego a la Gran Manzana, no había disfrutado de ninguna soirée y aunque no las echaba en falta, debía reconocer que aquella invitación de los Moody le entusiasmaba con demasía. No conocía a ninguno de los anfitriones, aunque sabía que tenían estrecha relación con la familia del ruso, razón demás para ponerle especial esmero a la velada, además que se identificaba con la causa que los convocaba aquella noche. Mientras pensaba todo aquello, dedicó una mirada inquisitiva a su reflejo, el que le sonreía al otro lado del espejo. Había elegido para aquella noche un vestido de su diseñador favorito, un modelo en color negro, largo hasta el suelo con una caída en corte sirena que marcaba muy bien su figura y realzaba el largo de sus piernas. Elaborado en chiffon, encaje y organza, el modelo era sobrio y elegante, destacándose por finos brocados florales en el mismo color, y transparencias en los lugares justos, que daban un realce elegante y sensual a su protagonista. A pesar de llevar un delicado escote fantasía por delante, era la parte trasera del vestido la verdadera protagonista de ese conjunto, pues la tela dejaba descubierta la espalda por completo, hasta la cintura. Había complementado aquel atuendo con un maquillaje natural que remarcaba sus ojos claros y una gargantilla de la colección familiar. El pelo se lo había sujetado en un elegante pero desenfadado recogido, que le daba un toque de rebeldía al look. Unas gotas de perfume marcaron el final del proceso y al fin, la castaña abrió suavemente la puerta saliendo de su encierro. La visión de Leonid en esmoquin fue suficiente para que la castaña abriera los ojos de par en par, maravillada. Era la primera vez en la vida que ambos se veían tan formales, y también era la primera vez que los dos iban juntos a un evento de ese tipo. Soltó una risita ante el piropo del mago, completamente encantada con lo que estaba mirando. —Cielo, te ves tan… —Se sonrojó con picardía, deslizando los dedos a través del cabello pelirrojo de Leonid con cuidado de no despeinárselo. Mirándolo con profundo amor, se sintió demasiado afortunada de disfrutar aquel pequeño momento que la vida les regalaba. —Me encantas, estás guapísimo. —Alabó con una sonrisa y correspondió el beso con cariño. —Y decías que no se te daban estas cosas… —Bromeó, tomándole de la mano y dejándose llevar hacia su destino. En la Moody Al llegar, Bellerose quedó completamente impresionada ante la suntuosidad del evento. Era la primera vez que pisaba aquellos terrenos y visitaba a sus anfitriones, y para primera impresión había quedado completamente deslumbrada. Debía reconocerles el buen gusto, no había ni un solo detalle que se les hubiese pasado en la organización de aquella velada. La pomposidad era tal, que la castaña no sabía a qué dedicarle su atención primero. Caminó con elegancia a través del camino antorchado, sin dejar de mirar las obras de arte que habían sido colocadas allí para que los invitados pudieran disfrutarlas en su ingreso hacia el venue. Dejó el abrigo en el recibidor junto con el bolso tipo clutch que llevaba y con un chasqueo de sus dedos, se colocó la máscara de piedras y encaje que había escogido para la ocasión. Un pequeño carraspeo le hizo mirar hacia el suelo, donde un elfo con apariencia solemne ofrecía a los recién llegados unas copas de champagne, que la castaña tomó encantada. No sabía por qué exactamente se sentía un poco nerviosa, quizás porque era la primera vez que iba a conocer a los Evans Mcgonagall formalmente. —Hay que reconocer que saben cómo causar una impresión. —Comentó la francesa, a su acompañante, mientras giraba la copa entre sus finos dedos. La gente estaba empezando a llegar y aunque era un poco más complejo reconocer a sus amigos con las máscaras puestas, creyó ver un par de pelirrojas que no podían ser otras que Darla y Luna. Barrió la estancia con la mirada un poco más y sonrió, girándose hacia el pelirrojo. —Ven amor, te quiero presentar a alguien. Lo guio a través de la estancia con soltura, deteniéndose frente a una bruja castaña quien estaba de espaldas junto a un grupo de gente. — tu n'as pas changé du tout… —Comentó con suavidad, llamando la atención de la mujer quien se giró para verla. Hélène le dedicó una sonrisa amplia y sincera, al tiempo que le daba dos besos en ambas mejillas, feliz de verla allí. Se separó un poco de ella, dándose espacio para las introducciones pertinentes. —Amor, te presento a Ada Camille Dumbledore, compañera del colegio y amiga de toda la vida. Ah, también debo mencionar, Ministra de Magia de Francia. —Era curioso como ambas se habían conocido desde niñas y ambas habían compartido aspiraciones parecidas, las de Hélène más diplomáticas y las de Ada un tanto más políticas. Era también la primera vez, que la veía desde su mudanza a Inglaterra. —Ada, te presento a Leonid, mi novio.—Los introdujo, diciendo eso último con un tinte de orgullo.—Debo reconocer que me sorprende poro completo encontrarte aquí, en Inglaterra. ¿Hace cuanto llegaste? ¿Cómo está todo en casa? —Inquirió, con una curiosidad que dejaba entrevista su nostalgia. @ Syrius McGonagall @ Ada Camille Dumbledore
  10. Bellerose había ganado muchísima ventaja frente al buscador de los tornados y se había lanzado en pos del resplandor dorado de la snitch que se desplazaba por los aires en un comportamiento bastante errático. La pelota parecía aminorar y aumentar su velocidad sin ningún tipo de patrón, y eso requería mucha precisión sobre la escoba, razón por la cual la francesa se apegó a ella intentando sacar ventaja de su peso ligero y pasó zumbando como un bólido a través del cielo persiguiendo la pelota alada. La velocidad con la que se había lanzado no le permitía seguir los detalles del partido, pero los gritos de la hinchada eran un claro indicador de que ambos equipos estaban dando lo mejor de sí en la cancha. Confiaba ciegamente en el desempeño de sus compañeros, sabiendo que cada uno de ellos era muy hábil en su posición. Acortó distancias rápidamente con la snitch y sintió la adrenalina recorrerle el cuerpo ante lo cerca que estaba ya de tocarla con sus dedos, sin embargo emitió un quejido sordo al sentir el certero golpe de la bludger sacarle el aliento. El golpe desvió a la francesa por unos metros y le hizo perder ventaja, pero no le tiró de la escoba. Molesta, remontó el vuelo, aprovechando que aún tenía una pequeña ventaja sobre el buscador del equipo contrario y se enfocó en no perderle la pista a la pequeña snitch dorada.
  11. Extasiada y llena de renovada confianza a causa del éxito, Bellerose se preparó para llevar a cabo aquella misión que en teoría parecía simple, pero no lo era. Le agradaba que el ejercicio de su magia, el aprendizaje de aquella habilidad viniese acompañado de un gesto tan filantrópico como aquel, pues la idea de poder aportar a su vez a alguien más que lo necesitase solamente aumentaba el valor de aquella experiencia. Cruzó el portal con ansiedad, sabiendo que lo que estaba del otro lado requería suma concentración. El brillo de la pulsera en su muñeca aumentaba la confianza que sentía, pues deseaba con todas sus ganas no necesitar utilizarla. Majilis había demostrado ser una tutora muy hábil, y confiaba que siguiendo las instrucciones que ella le había impartido con cuidado podría superar aquella prueba con éxito. El escenario que les recibió ni bien llegar era desgarrador, ya que la desesperación y el dolor eran palpables en el aire. La francesa intentó mantener la calma y no dejar ver lo mucho que aquel escenario le afectaba, por lo que se dedicó más bien a analizar cada uno de los casos, en busca de uno que necesitara una intervención mágica lo más pronto. Se sentía un poco envalentonada porque se estaba mezclando con facilidad, al menos por el momento. Pasó entre varias personas, que no pusieron mayor interés en su presencia y se detuvo finalmente al lado de un pequeño niño que lucía bastante malherido. Bellerose tomó entre sus manos el documento con la historia clínica, notando de inmediato que se había escrito las palabras "hemorragia interna" y a pesar de ello, el improvisado hospital estaba tan atestado de pacientes que las pocas manos que habían para ayudar no habían sido capaces de auxiliar al niño. —Vulnera Sanentus— Susurró la bruja, aprovechando que nadie ponía atención ni a ella ni a su varita. Lo repitió varias veces, sin dejar de estar atenta a su entorno, intentando mediante aquel hechizo parar la hermorragia interna que estaba sufriendo el pequeño. Cuando pensó que ya había logrado estabilizarlo, hurgó en la mochila que le había entregado Majilis, esperando encontrar pociones que pudieran servirle, ahogando un gritito de emoción cuando encontró una poción reabastecedora de sangre entre sus artículos. —Vas a estar bien, ya verás. —Intentó calmar al inconsciente pequeño, mientras con mucho cuidado le abría la boca y vertía una pequeña porción de aquella poción.
  12. Nueva York, Estados Unidos Bellerose pudo notar casi de inmediato que la idea de ser otra persona causaba un poco de conflicto en el cosaco, aunque a pesar de esto se mostró de acuerdo luego de haberle expuesto sus razones. Sonrió con ternura ante el comentario resignado de Leonid, que esperaba ser por lo menos capaz de poder elegir quien sería en aquella ocasión. —Si te lo dijera, tendría que matarte. —Respondió en tono místico, aunque de inmediato rio, divertida. —Aprendí bien a fabricarlas y las utilicé un par de veces en Francia —Confesó, restándole importancia. —Siempre procuro tener un poco en mi poder, porque en realidad con los tiempos de hoy nunca se sabe… tengo de todo un poco, pero pelirrojos guapos no tengo mi amor, se me acabaron. —Le dijo con una risita, intentando aligerar y disipar un poco las preocupaciones del mago. Mientras él recogía el pedido, Hélène despejaba la mesa para que ambos pudieran degustar el menú del restaurante chino, que a decir verdad estaba muy bueno. Una vez terminada la cena, la castaña se centró en colocar la poción en dos pequeños vasitos de shot y luego de darle a escoger al pelirrojo su “topping”, colocó los cabellos, dando por terminada la preparación. —Sabe mejor si no respiras cuando la bebes. — Aconsejó un tanto insegura de la eficacia de su propio consejo, pero siguiéndolo de todas formas. La textura pastosa y lodosa de la poción le resultó desagradablemente familiar, y aunque la tragó lo mejor que pudo no pudo evitar hacer caras de disgusto en el proceso. Casi de inmediato, empezó a sentir los cambios físicos transformar su fisionomía, convirtiéndole en una joven mujer de piel tostada, estatura pequeña y cabellos dorados. Estremeciéndose por toda la incomodidad que sentía aún en el cuerpo y la sensación extraña que quedaba como remanente de aquella transformación, evaluó con ojo crítico sus pequeñas manos, no muy contenta con su nueva estatura. —Definitivamente voy a aprender metamorfomagia, ya no estoy para estos trotes… —Comentó con gesto compungido, notando casi de inmediato que la ropa le quedaba un poco grande. Esperó que el ruso terminase su transformación en lo que se ponía ropa un poco más apropiada para su nuevo talle y una vez se encontró satisfecha con su nuevo aspecto, giró sonriente hacia su novio. —¿Listo? Había insistido muchísimo en colocar un armario evanescente en el nuevo departamento, que conectase con su armario gemelo, que tenía en el castillo de Rune, del cual era Matriarca. Ese pequeño capricho iba a servir de mucho ahora, ya que les permitiría llegar al instante a Inglaterra, sin experimentar las incomodidades de los trasladores. Sheffield - Inglaterra Cruzaron el armario y aparecieron efectivamente en el castillo, del cual pudieron desaparecer con absoluta discreción yendo hacia el lugar en el que Rory había citado a los miembros de la orden del fénix. La premisa era encontrar la manera de ejecutar un cambio que permitiese combatir aquella absurda reforma ministerial que impedía a los muggles y mestizos obtener educación mágica, causa en la que la bruja creía absolutamente al considerarla personalmente insultante. Hélène se sorprendió al notar que la causa había atraído a mucha gente, sobre todo gente joven, que se había aglomerado alrededor de un hombre que hablaba en el centro. Con la mirada curiosa, buscó a sus compañeros, intentando ver caras familiares en medio de aquel meollo. —No veo a nadie, ¿tú los ves? —Preguntó, lamentándose una vez más que su nueva identidad no pasara del metro cincuenta. De puntitas intentó estirarse lo mejor que pudo, sin lograrlo. @ Syrius McGonagall
  13. Bellerose aguardaba a una respuesta con bastante ansiedad, pues sabía que lo que estaba pidiendo no era una cosa fácil de aceptar. Decisiones como aquella requerían un análisis profundo y tiempo para procesar, claro estaba que no esperaba una respuesta inmediata, así que decidió que de no obtenerla no presionaría, considerando que ya bastante tenían con lo que estaban lidiando en ese momento. Sin embargo, una vez más Leonid le impresionó con aquella determinación y convicción tan suyas, no solo escuchando la historia sin emitir ningún juicio, sino que aceptando la invitación que tan tímidamente le había hecho. Sin poder ocultar la felicidad que le causaba aquel simple asentimiento, Helene sonrió, completamente feliz y enamorada. Y con esa nueva perspectiva de vida, llegó el momento de reanudar el viaje y retomar el curso. Aunque llevaban muy poco tiempo en Birmania desde su arribo, era increíble y algo que no podía dejar de notarse, la diferencia sociocultural de aquel país en el que estaban versus lo que ella conocía. Era imposible no respirar en el ambiente la tensión y preocupación propias de una sociedad que estaba atravesando una guerra civil, y aunque los magos procuraban no inmiscuirse en los asuntos políticos de los muggles, allí a donde fueran el aura era bastante pesada y hostil. Caminaron unos metros a través de las pobladas calles de la capital, en medio del ardiente sol y creciente calor, refugiándose con rapidez bajo la sombra en cuanto tuvieron oportunidad. No podía dejar de notar que la gente los miraba con gran curiosidad, como si les resultara completamente sorprendente que dos extranjeros estuvieran deambulando por allí. La situación no le ponía nerviosa, pero no le permitía bajar la guardia ante el incesante pensamiento de que serían interceptados por Van Kraisen y sus hombres el rato menos pensado. El plan era simple, aunque en realidad pese a su simpleza, su eficacia dependía por completo de su agilidad en aprovechar el tiempo y llegar antes que los mercenarios. Por fortuna, el ruso estaba bastante familiarizado con su entorno, por lo que le había sido posible diseñar un plan de ruta que estaban siguiendo, de la manera más discreta posible. El frenazo a raya del camión sacó a la castaña de sus pensamientos y la hizo parpadear confundida por un breve segundo. Leonid se encargó de subir primero y luego le tendió una mano que ella tomó para subir también. No esperaba encontrarse con tantas personas y mucho menos que la intensidad y extrañeza de sus miradas le incomodaran tanto. Tomó asiento en donde se le ofrecía, un tanto abrumada, y suspiró mientras repasaba el plan nuevamente en su mente. —Es la primera vez que me subo a uno de éstos. —Musitó algo distraída, sin evitar barrer el espacio con la mirada. En realidad, era la primera vez que se subía a un auto y punto, situación que le pareció curiosa y hasta cierto punto emocionante. Lo que sí, le pareció de las cosas más inseguras posibles, ya que el conductor además de andar de apuro parecía no poder ni querer evitar los baches del camino, lo que hacía el viaje un tanto incómodo, aunque ninguno de los pasajeros parecía inmutarse ante tanto rebote. —Y definitivamente prefiero la escoba. —Afirmó divertida, aunque inquieta al pasar un bache especialmente alto, que hizo que todos los pasajeros dieran un brinco pronunciado. Apoyó la cabeza en el hombro de Leonid, y cerró los ojos reconfortándose ante su contacto. No podía evitar pensar que debía atesorar esos pequeños momentos de calma, previos a su arribo al valle de Mogok, comúnmente conocido como el valle de los rubíes. Hasta que tuvo que hacer un poco de investigación sobre el lugar al que iban, Bellerose desconocía completamente que aquel pequeño país tan conflictuado era el principal productor de rubíes del mundo, lo que le hacía precisamente tan vulnerable a la corrupción y violencia a la que estaba sometido. Fue fácil relajarse tanto, que inclusive el mecimiento del auto le arrulló hasta sumirle en un profundo sueño. No supo cuanto tiempo estuvo así, en realidad, hasta que fue despertada suavemente por el ojiazul, alertándole de que ya habían llegado finalmente a su destino. La híbrida parpadeó ajustando sus ojos a la luz, descubriendo que ya estaba cayendo la tarde y un intenso color anaranjado alumbraba el cielo sobre sus cabezas. La primera impresión que tuvo al inspeccionar su entorno fue el pensar que habían llegado a la luna, pues allí donde dirigiese la vista, había cráteres de excavación en medio de superficies rocosas en lo que alguna vez hace mucho tiempo fueron montañas. Así mismo, la segunda cosa que notó fue la pesada presencia del ejército, quienes armados hasta los dientes se encontraban patrullando la zona. No pasó mucho tiempo de hecho, hasta que el camión se detuvo con un chirrido agudo en frente de un punto de control. El estremecimiento que recorrió a los presentes fue general, y Hélène no supo qué pensar de la situación. ¿Por qué se detenían? Miró a Leonid con la interrogante pintada en el rostro, frustrada de no poder entender los murmullos de la gente al no conocer el idioma. @ Syrius McGonagall
  14. Avanzaba tanto como le permitía su nueva forma, aunque para ser honestos ya estaba bastante maltrecha. Se había llevado por delante a varias de las fieras bestias, pero todavía quedaba camino por recorrer, aunque no era mucho. Con el rabillo del ojo vio a su líder que luchando con valentía se había hecho paso a través del camino, recorriendo ya un buen tramo de él. Intentaba buscar en medio de todo aquel meollo al ruso, pero en realidad no era capaz de encontrarle a través del caos. ¿Estaba bien? No dudaba de sus capacidades mágicas, de hecho siempre se había impresionado de lo ágil que era con la varita, aún así... El agudo dolor del veneno le llamó a la realidad, centrándole nuevamente en su cuerpo poseído. Parecía que ya no iba a poder hacer mayor uso de aquel vínculo, por lo que lo dejó ir, sintiendo nuevamente que se materializaba en medio de la lucha con su cuerpo humano. Parecía que ya habían ganado suficiente ventaja, aún así eran necesarios esos pequeños segundos de esfuerzo extra. –Ilusionismo– Invocó el efecto sintiendo que de inmediato tomaba control sobre la realidad de la criatura que tenía más próxima, una quimera. Ésta de inmediato se pasmó en la ilusión que proyectaba la francesa, que era de completa oscuridad. La quimera no sería capaz ni de ver, ni escuchar lo que estaba sucediendo, sumiéndose en la más profunda confusión. La desesperación del animal le llevó a moverse con torpeza y angustia, atropellando a lo que fuera que se cruzase en su camino. Bellerose aprovechó para avanzar lo más que pudo, sin dejar de buscar entre aquella marea de gente y bestias algún atisbo que le indicara dónde estaba el pelirrojo.

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