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Leah Snegovik

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Leah Snegovik ganó por última vez el día 16 Enero 2019

¡Leah Snegovik tenía el contenido más querido!

Acerca de Leah Snegovik

  • Cumpleaños 09/05/1996

Ficha de Personaje

  • Nivel Mágico
    45
  • Rango Social
    Orden del Grial
  • Rango en el Bando
    Sin rango por inactividad
  • Galeones
    137390
  • Ficha de Personaje
  • Bóveda
  • Bóveda Trastero
  • Bando
    Marca Tenebrosa
  • Libros de Hechizos
    Libro de las Auras (N.30)
  • Trabajo
    0
  • Escalafón laboral
    Sin información
  • Raza
    Vampira
  • Graduación
    Graduado
  • Puntos de Poder en Objetos
    3260
  • Puntos de Poder en Criaturas
    1850
  • Puntos de Fabricación
    0
  • Rango de Objetos
    Más de 3000
  • Rango de Criaturas
    1110 a 2000
  • Conocimientos
    Adivinación
    Aritmancia
    Artes oscuras
    Astronomía
    Conocimiento de Maldiciones
    Cuidado de Criaturas Mágicas
    Defensa contra las Artes Oscuras
    Encantamientos
    Herbología
    Historia de la Magia
    Idiomas
    Leyes mágicas
    Meteorología
    Pociones
    Primeros Auxilios
    Runas Antiguas
    Transformaciones
  • Habilidades Mágicas
    Animagia
    Hablante de Parsel
    Legilimancia
    Metamorfomagia
    Nigromancia
    Oclumancia
    Videncia
  • Medallas
    56000

Profile Information

  • Casa de Hogwarts
    Slytherin
  • Género
    Female
  • Location
    Siberia.
  • Interests
    "Love all, trust a few, do wrong to none"

    "No era más que un zorro semejante a cien mil otros. Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo"

    "Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde; desde las tres yo empezaría a ser dichoso"

Contact Methods

  • Skype
    leah.black01

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Reputación

  1. Cuando abrió la puerta del local, el potente sonido de la lluvia se expandió por las paredes como si el agua estuviese colándose por las rendijas de la madera añejada en suciedad. Y la verdad era que no estaba lejos de la realidad. Cuando el ruido volvió a encajonarse, posterior al estruendo producido por el viento azotando la madera contra el umbral, lo primero que notó fueron las gotas que caían libremente del techo al suelo. Arrugó la frente en una expresión de desagrado y realizó una floritura desganada para encender todas las velas que había en el recinto. No había muchas. —Menudo desastre. Y no estaba exagerando. Las encimeras llenas de polvo, el suelo encharcado en un dudoso contenido barroso que, suponiendo lo mejor, era suciedad y agua babosa; lo único en buen estado era la caja, se mantenía en el mostrador en buen estado y tras una breve inspección, corroboró que alguien había puesto un hechizo para protegerla. Responsables, dentro de su irresponsabilidad. Chasqueó la lengua y se limitó a pasar al fondo entre largas zancadas para evitar la mugre, aunque sus botas se hundieron en alguna ocasión. Cada vez más fastidiada, optó por pisar toda la porquería y dejar por fin el abrigo empapado en el único perchero que había en toda la tienda. Algo se podía ver de ella en la penumbra. El cabello blanco le seguía cayendo largo por la espalda, mojado por la lluvia, y portaba una túnica de viaje tan negra como el suelo. Por lo demás, no llevaba nada digno de mención. La varita en mano por si se le aparecía alguna alimaña y sin hacer uso de ella. Un simple hechizo de iluminación habría llamado la atención, pese a las horas, y no tenía ninguna intención de cruzarse con nadie, al menos no de momento. Así que, entornando los ojos, dio con la escalera que daba al segundo piso y subió con cierta parsimonia para encontrarse un mejor panorama. Más allá de las goteras y la misma cantidad de basura acumulada en el suelo, la estancia estaba bastante mejor. Quizá porque daba a la parte trasera y no directamente a la tienda. Las mesas tenían una capa de polvo aceptable, que pudo sacudir con un soplido y había más velas. Satisfecha por tener un escondrijo decente, tomó asiento en una butaca sorprendentemente cómoda. Pero apenas acababa de posar la espalda cuando una sombra captó su atención. Sin pensarlo dos veces y con la maestría de quien ha librado muchas batallas, apuntó al intruso. —¡Imperio! La maldición imperdonable salió de sus labios con suavidad, cual susurro. Su varita propinó un ligero zumbido y entonces, identificó a la sombra, paralizada bajo su control. Rápidamente, dejó ir el lazo mágico. —Lo siento, las costumbres… —sin un ápice de arrepentimiento, sonrió—. ¿Cuántos años han pasado? Me temo que he perdido la cuenta.
  2. Herbología Septiembre Aprobados Crazy Malfoy Lucrezia Di Médici Mackenzie Malfoy Sherlyn Stark
  3. Con una mueca, que podría haber significado muchas cosas, recibió las disculpas de Mackenzie. Tantos años de dar clases habían bastado para enseñarle a tener, aunque pareciera lo contrario, un poco de paciencia. Y es que en otra situación, sin la insignia de Castelobruxo en el pecho y la imperiosa necesidad de los reporteros modernos para sacar partido de todo, habría hecho una escena tal que ni siquiera habrían tenido que invertir su tiempo en curar en elfo. Habrían tenido que enterrarlo. O a Teach, que parecía catatónico en su sitio, quizás porque no había pretendido hacer tanto daño o quizás porque la hija de su dueño no dejaba de mirarlo. Ivashkov tardó apenas un segundo en decidir que la criatura era inútil y tomar las riendas del asunto. Una floritura de su varita, una voluta de humo y una succión de aparición más tarde, la mujer tenía una rama perfecta de hojas de díctamo en la mano derecha y una salamandra, viva, levitando junto a ella. Tenía una expresión de pocos amigos digna de mención, sin embargo, su rostro pareció relajarse en cuanto vio lo que había hecho Lucrezia. La italiana era fascinante. Podía cortar el hielo con sus palabras y aún así era capaz de hacer magia tan delicada como aquella. —Me encargaré de que no muera —aseguró, dedicándole una inclinación de cabeza—, muchas gracias por el detalle. Justo acababa de enderezarse cuando Sherlyn apareció con un frasco y una sugerencia un poco rara. Frunció el ceño. —Realizar la poción con Díctamo es precisamente lo que haremos, señorita Stark, ¿ha estado prestando atención? Inhaló profundamente y se colocó la varita tras la oreja, con la única intención de examinar lo que le había entregado la muchacha. No era Esencia de Díctamo, era, la base de la poción. Pero serviría. Mientras lo examinaba, lo que le había pedido a Sherlyn se acercó hasta ella en una marcha grácil, dando tumbos en el aire como si siguieran el ritmo de un tambor inaudible. La mortífaga alzó la mirada y con un gesto le indicó a las tres y a Teach, si seguía entre los vivos, que prestaran atención. El caldero frente a ella no necesitaba fuego, se las había arreglado sin él. Los demás instrumentos -un mortero, un vaso de precipitado, un gotero y un tubo de ensayo-, siguieron danzando frente a ella. —Esta poción requiere temperatura media y un caldero de plata del número dos; el peltre provoca un efecto más bajo y una coloración dudosa y el oro la diluye demasiado, al punto de perder su efectividad —alzó el frasquito que le había dado Sherlyn—. Dos "Slytherin" de esencia de ajenjo: funge como base y estabilizador. Inclinó la botella y un hilillo transparente cayó hasta el caldero, que emitió un sonido casi placentero. Un Slytherin, dos Slytherin... justo en la última sílaba, alzó el frasco para que no cayera nada más. —Dos veces en sentido de las agujas del reloj cada minuto, por tres minutos —las indicaciones iban de la mano con la práctica. La bruja hizo girar el líquido seis veces en tres minutos y en la última vuelta, el líquido tomó un color ambarino—. Cinco gotas de baba de salamandra de fuego, confiere cualidades de regeneración ante quemaduras —con el gotero, se dio la delicada tarea de retirar la baba de la salamandra, a la que dejó de ir después—. En sentido de las agujas del reloj, cinco segundos por circunferencia, por un minuto. Casi con aburrimiento, puesto que había hecho aquello demasiadas veces en sus años como Medimago Jefe, desvió la atención de la poción sin preocuparse por arruinarla. Porque lo cierto era que no lo haría. Depositó las hojas de Díctamo en el mortero y, cómo no, con magia lo hizo funcionar. Las hojas soltaron un olor peculiar, distinto al que se creía por medio de la esencia. Ese olor sólo se conseguía con la combinación de todos los ingredientes. Cuando regresó la vista a la poción, la doceava circunferencia había terminado el minuto estipulado y la poción, más oscura, burbujeaba suavemente. —Temperatura máxima... Agregar un puñado de Díctamo fresco machacado. No mezclar, el calor hará el resto —el proceso, cuando agregó el Díctamo a la poción, apenas duró unos segundos. El líquido era de un precioso dorado—. Y listo. Apagan el fuego, lo pasan a un vaso de precipitado con un hechizo de refrigeración común y lo transferimos a un tubo de ensayo, esterilizado, para su uso. Unas gotitas son suficientes para tratar heridas abiertas y bastará para el ojo de Hamilton. Finiquitó la última fase de la pequeña tutoría extracurricular y tendió el tubo a Mackenzie. —El Díctamo tiene altas propiedades curativas y es capaz de combatir casi todos los males físicos, menos eliminar el veneno del torrente sanguíneo. Pero para que sea más efectivo, es necesario mezclarlo con todo lo anterior. Como ven, es un proceso casi fugaz pero, no es sencillo conseguir esta mazcla en el mercado y si se halla, será muy cara... La ejecución da trabajo —suspiró—. Lo positivo de este incidente es que hemos logrado aprender algo más sobre plantas, incursionando un poco en las pociones, claro está. Y es que una materia no está alejada de la otra, de hecho, es preciso que conozcan las cualidades de plantas y hongos para que, al momento de elaborar una poción o consumirla, sepan con exactitud qué está mal. Como la calidad del Díctamo o si la coloración se debe al peltre o al oro.
  4. Si no recordaba mal, la frase exacta que le había dedicado a los elfos domésticos había sido "procuren no interrumpir al entrar al invernadero". Elementalmente, las cosas fueron totalmente distintas. La Ivashkov se percató de la presencia de Hamilton solo cuando éste, que se había quedado fuera de las explicaciones de seguridad, pasaba la línea que había delimitado para su protección y era zarandeado por el lazo del diablo. Pero su planta, su maravillosa y monstruosa planta, no le había hecho sangrar el ojo. Como un halcón, desvió la mirada de la sangrienta escena y encontró al único que faltaba: Teach. Ni queriendo habría podido ocultarse, sus petunias no eran lo bastante gruesas para taparlo. Solo que su paradero no era lo que le importaba; había dado clases las veces suficientes para saber que cuando alguien guardaba demasiado silencio en una situación de caos, era porque estaba implicado. —Bueno, tendremos que... Su voz se quedó corta, por debajo de los intentos de Sherlyn de cumplir la tarea y la voz imponente de Mackenzie Malfoy, quien había decidido regresar. Puso los ojos en blanco y se alejó de la dramática escena, yendo hacia el elfo obeso. Teach estaba muy quieto y desviaba la mirada como un niño pequeño, encontrando particularmente llamativas las líneas del techo. En contra de sus principios, se inclinó hasta quedar a su altura y torció los labios en una mueca que, en un buen día, podría tomarse como una sonrisa. —Has sido tú, ¿a que sí? —la afirmación salió de sus labios como un susurro, apenas audible por todo lo que estaba pasando detrás. La explosión, el lazo del diablo chillando, Mackenzie vociferando amenazas. Ensanchó la sonrisa—. Al final no vamos a llevarnos tan mal. Cuando se volvió hacia la comitiva, Lucrezia hacía gala de los modales de una doncella adinerada, una de esas que le caía bastante bien. Ella se limitó a observar el techo, ver los restos de filamentos dorados que se esparcían por el fresco viento otoñal y tratar de inhalar lo suficiente para poder seguir con el circo que le habían dejado como clase. Al volver a centrarse en el grupo, Mackenzie Malfoy la atravesaba con una mirada encolerizada. —Siento haberla sacado de sus otros menesteres, señorita Malfoy. Pero me temo que su elfo ha sufrido un accidente común durante las prácticas con Bowtruckles y que ha pasado la línea de seguridad, la cual habría notado de haber llegado a tiempo a la siguiente explicación —la verdad a medias abandonó sus labios con suma naturalidad, sin siquiera un ápice de falsedad—. Tres gotas de Esencia de Díctamo y un Episkey bastarán para reparar el daño. Verá borroso por un par de horas, pero nada irremediable... Su postura se volvió un poco más rígida a continuación. —...no obstante, he de recordarle que estamos en medio de una clase y que no puede entrar y salir cuando guste. Este tipo de accidentes podrían evitarse si usted, que es quien se ha inscrito a la clase, siguiera las instrucciones y no un criado doméstico —le echó una mirada fugaz al elfo, su ceño estaba fruncido en desaprobación—. Señorita Di Médici... Gracias por ofrecer la ayuda del banco de su familia, le notificaré a la escuela de su noble accionar, después que lo conversemos, claro —hizo una pequeña pausa, con Mackenzie mirándola así, no podía sonreírle como hubiese querido, aunque la mirada significativa que le lanzó probablemente bastaría. Ella, como era obvio, tampoco era ninguna santa—. Señorita Stark, en vista de que han domado a la "bestia" después de todo, ¿le importaría hacerse con los instrumentos ocultos en el lazo del diablo? Me temo que tendremos que adelantar la lección extracurricular de pociones para usar el Díctamo en... Hamilton. El narizón. Se volteó para ver a Teach, seguía tan callado que parecía casi un fantasma. Un fantasma con demasiado relleno. —Necesito que recolectes las mejores hojas de Díctamo y encuentres una salamandra, hay varias por la zona. Rápido, tarda menos de lo que parece y quisiera que no se retrasara más la clase.
  5. —Sí, por supuesto —respondió a Lucrezia, ladeando la cabeza mientras la veía sopesar la mejor forma de realizar la tarea—. Están acostumbrados a proteger lo que conocen, pero darles una tarea no es del todo complicado, una vez que se han hecho la idea de que pertenecen allí y que han de cuidarlo a toda costa. Di Médici era una mujer curiosa, una persona que se había acostumbrado a ver en otro siglo, en otras circunstancias y, por sobre todas las cosas, en un lugar donde no necesitaba una fea bata de trabajo. Se descubrió a sí misma mirándola por demasiado tiempo, cosa que encontró anti pedagógica en el momento justo en que ella, con astucia, hacía aparecer un baúl de siete cerrojos. Asintió con aprobación al ver que los Bowtruckles salían despacio, curioso, moviéndose con una lentitud casi parsimoniosa, a ver qué reto les deparaba el destino. Lo demás era historia. Se giró hacia su otra estudiante y avanzó en completo silencio hacia ella, sin interrumpirla. El accionar de Sherlyn había sido mucho más cauto y sin embargo, había sido efectivo. Era otra historia con los elfos. No sabía si estaban usando su magia de una forma que ninguna de las tres podía ver o si, por el contrario, se habían olvidado de que les había dado una tarea. ¿O es que acaso tenía que ordenarlo? Se llevó los dedos a la sien y presionó por un instante, con fuerza, intentando calmar la creciente necesidad de darle una patada a cada uno para que hicieran algo productivo. No eran sus elfos, eran los elfos de Crazy y Mackenzie Malfoy. ¡Pero eran elfos! Lucrezia interrumpió su momento de estrés con un comentario peligroso. Sinceramente tenía muchas ganas de tirar al elfo gordo al lazo del diablo. —Son plantas impresionantes, capaces de matar si no se tiene cuidado... —con un ademán, les indicó a las estudiantes que regresaran al invernadero. Sus cerraduras, con sus Bowtruckles, las seguirían con un levitar pausado—. ¿Piensan capturar un Bowtruckle o esperarán ahí todo el día? Esperaba que la respuesta fuera afirmativa para la segunda pregunta, no tenía ganas de jugar a Hermione Granger y su filia con los elfos domésticos. Rodó los ojos cuando ninguno de los dos respondió a tiempo, su autonomía empezaba a cansarla. —Pues, cuando lo logren, procuren no interrumpir al unirse en el invernadero. Sin más que decir, dio media vuelta y avanzó a zancadas hacia la puerta de cristal. Cuando llegó con Stark y Di Médici, era evidente que estaba bastante turbada por la presencia de aquellos vasallos en su clase. No obstante, poco le duró el mal humor. Su concentración recaía en el lazo del diablo y era una planta que no podían tomar a la ligera. Después de una breve explicación de seguridad y de acomodarse los guantes, las guió al final del invernadero. En contraste a lo que se podía ver en todo el lugar, el fondo del invernadero era lúgubre en comparación. Una bruma oscura rebotaba en el interior, chocando con el cristal, evitando que la luz solar se adentrara. Ahí, cientos de plantas estaban repartidas por los lados, intentando escaparse, sin saber que afuera encontrarían la perdición. Pero en el centro estaba el premio gordo, el lazo del diablo. Si habían visto uno antes, como era el caso de Lucrezia, entenderían porqué les había dado ciertos tips de seguridad. Era un ejemplar enorme, tanto, que ocupaba la mayor parte del suelo del invernadero. La humedad, la oscuridad, y el contacto con otras plantas peligrosas convertían a aquella enredadera en un monstruo similar a un pulpo gigante. Se enroscaba y se estiraba plácidamente, con el pesado sonido de sus ramas haciendo que las demás, aunque peligrosas, se alejaran de él. Era hermoso, dentro de lo grotesco. La Ivashkov se detuvo a una distancia prudencial. —Esta planta es una de las más peligrosas de nuestro mundo. De noche, es casi imbatible. Por eso ha sido utilizada como defensa varias veces en hechos importantes, ¿saben alguno? —uno de los tentáculos avanzó hasta ella, pero aún sin verlo, la rumana dio un paso al frente y evitó que se hiciera con su tobillo—. Más allá de alguna defensa, me temo que no es un ejemplar precisamente útil. No es utilizado en la elaboración de varitas y sus tentáculos no son comunes en la elaboración de pociones. Por tanto, es ideal para tenerla en casa y evitar que haya visitas inesperadas. O para asfixiar elfos domésticos insubordinados. Exhaló el aire que restaba en sus pulmones con cierta melancolía y se giró para observar al lazo del diablo, que seguía intentando atraparla. —Su peor enemigo es el sol —sentenció, antes de regresar la mirada a las estudiantes—. Necesito que traten de combatirlo. Esta mañana escondí varios objetos imprescindibles para la elaboración de pociones y necesito que se hagan al menos con uno. Esta no es una clase de pociones, por supuesto, pero entenderán que si no saben medir correctamente las porciones de plantas y hongos pues, sería fatal para la persona que intenten ayudar. Si necesitan ayuda, lanzar chispas rojas al techo del invernadero e intervendré. Sino, nos veremos al frente cuando acaben.
  6. Pocas eran las veces en que alguien lograba dejarla sin palabras. Y esa, sin duda, era una de ellas. Siguió el andar de Mackenzie mientras se retiraba con una expresión que, ni queriendo, podría haber disimulado. La más pura de las confusiones. Regresó la mirada al frente, a la fea criatura que le había dejado y luego clavó las pupilas en las de Lucrezia, sin dar crédito a lo que estaba sucediendo. ¿Tenía que educar a un elfo doméstico? Para colmo, fue él, con su voz chillona y una actitud bastante petulante, quien respondió a su pregunta. Los labios de la Ivashkov se estiraron hasta que formaron una fina línea rojiza. El incómodo silencio posterior a la respuesta se alargó lo suficiente para que, en contra de todo pronóstico, apareciera otro elfo. Atónita, vio como la obesa criatura avanzaba hasta ella y abrió mucho los ojos. ¿Pero quién había alimentado a esa cosa? Otra vez, ni queriendo, habría podido disimular la sorpresa. No solo porque se tratara de otro elfo doméstico, no, sino porque el insolente había tenido las amígdalas para dirigirle la palabra sin siquiera inclinarse un poco. Otra vez, como si buscara apoyo, clavó los ojos en Lucrezia. Esa mujer, por su aspecto y su forma de erguirse, debía entender perfectamente el motivo de su ofensa. Con cuidado de no tocar a Teach, la mujer tomó la nota que llevaba entre los dedos y leyó rápidamente la elegante caligrafía de Crazy Malfoy, confirmando la locura de padre e hija. Mientras leía, el elfo estirado se había aproximado al elfo gordo y ahora compartían un diálogo acalorado que, dentro de las problemáticas élficas, era de lo más banal. Lentamente, dobló el pergamino y lo guardó en el bolsillo de la bata de trabajo. Se aclaró la garganta, buscado silencio. Por supuesto, Hamilton no la escuchó, estaba bastante ocupado haciendo preguntas de jardinería a la única estudiante que valía la pena de los tres, si es que los dos elfos calificaban como estudiantes, después de todo. —Parece, señorita Di Médici, que tendremos que someternos a la integración. Su tono de voz, la rudeza de un acento que hasta el momento había pasado inadvertido, la rigidez de su postura elegante... El elitismo de los magos de sangre pura acababa de aflorar como la curiosidad de los Bowtruckles de la corteza más cercana, que asomaban sus largos dedos, como pequeñas ramas, a través de sus escondites. De ser necesario le sacarían los ojos a quien intentara destruir su santuario y, desde la perspectiva de Ivashkov, ya podían ser los ojos de los elfos domésticos. —En vista de que no nos han dado opción y de que tanto Crazy como Mackenzie Malfoy constan de una reputación intachable, permitiré esta osadía a nuestras tradiciones. Sin embargo, he de recordarles que estamos en una instrucción de suma importancia y que no es ninguna reunión clandestina de los de su clase —se dirigió a Hamilton, quien parecía dispuesto a que los Bowtruckles le arrancaran su fea nariz al subirla tanto—. El trato hacia sus amos, lo desconozco. En esta clase soy la profesora Ivashkov y deberán dirigirse a mí como tal. Chasqueó los dedos y una bata de trabajo, pequeña, pero demasiado grande para un elfo doméstico, apareció junto a Teach. Evidentemente, la dejó caer al suelo antes de que la tomara. Liberar al elfo doméstico del ex-Ministro de Magia, ¡bastaría más! Inhaló profundamente, tratando de recobrar la poca compostura que le quedaba y después de un momento de preparación psicológica, en donde decidió que era imprescindible ignorar a las criaturas dentro de lo posible, se concentró en la mortífaga presente. —La captura de un Bowtruckle es una de las tareas más complicadas de la Herbología, incluso más que la plantación de las mandrágoras. La invito a observar la corteza del saúco, sin acercarse demasiado —casi de inmediato, una serie de largos dedillos verdosos se asomaron, listos para atacar—. Son criaturas increíblemente inteligentes y carentes de maldad, pero cargadas de un instinto de protección extraordinario. La certeza de que usará la corteza para la realización de varitas sería suficiente para que, con su pequeño tamaño, intente arrancarle los ojos. Y son lo bastante astutos como para no caer en la tentación de algún tentempié, así que puede empezar a entender la complejidad. Mientras ataba su blanco cabello en una coleta alta, se permitió mirar de nuevo a Hamilton y a Teach. Hizo una mueca. Todo lo que obtendría de aquella experiencia sería la gratitud de Mackenzie y un autógrafo de Crazy, que valdría en Borgin & Burkes lo mismo que el Bowtruckle que intentarían atrapar. Suspiró. —Existen dos formas de capturarlos. La primera, es fingir que, efectivamente, planea realizar una varita con la corteza. Provocará un ataque y usted deberá intentar acertar algún hechizo capaz de dormirlo, sin dañarlo. Es complicado, puesto que son muy veloces y es peligroso, puesto que puede que haya más de uno y bueno, entiende el problema —sacó del bolsillo su varita y dio un golpe con ella en el tronco, que se sacudió ligeramente en la superficie, demostrando que había al menos un par por allí—. La segunda, igual de compleja pero menos peligrosa, es que intente engañarlos de una forma más... inteligente. »Los Bowtruckles son ágiles con las cerraduras, no solo porque tengan largos dedos, más bien porque sería su versión de nuestros puzzles. Lo encuentran recreativos y ya que no son agresivos, con suficiente paciencia y un candado antiguo, saldrán por si solos a su captura. Por ello, deberá elegir cuál forma prefiere, yo personalmente optaría solo por la primera si confía lo suficiente en mí como para saber que no permitiré que le saquen los ojos. Torció una sonrisa que duró apenas unos segundos, hasta que tuvo que volver a los elfos. Hamilton le parecía particularmente despreciable, demasiado seguro para su especie inferior. Señaló un acebo a la derecha. —Lo mismo va para ustedes —dentro de los estándares de los magos, aquello era sin duda una amenaza. A Teach por el contrario le indicó un abeto que estaba a unos cuantos metros. Algo de ejercicio le vendría bien—. Al menos un Bowtruckle y podremos pasar al Lazo del Diablo.
  7. Leah Snegovik

    Herbología

    @@Lucrezia Di Medici Di Médici @@Sherlyn Stark @@Crazy Malfoy @@Mackenzie Malfoy Los primeros rayos de sol atravesaron cada uno de los tragaluces del invernadero dos, justo a las siete de la mañana, al mismo tiempo en que las puertas se abrían mágicamente para dejar entrar a la docente. La mujer, a diferencia de otras tantas veces, no portaba una túnica elegante. En su lugar, llevaba una bata de trabajo manchada de tierra y restos de clorofila de alguna planta desconocida, así como hojas sueltas que se habían pegado en sus mangas arremangadas. Cientos de plantas estaban dispuestas en tres largas hileras, una en cada lateral y una en el centro, en donde el equipo de trabajo estaba colocado cuidadosamente en cada estación. Los ejemplares mágicos más peligrosos estaban al fondo y se movían curiosamente ante la luz solar, como si disfrutaran del calor acariciando sus tentáculos; estaban colocadas lo bastante lejos de la zona de los estudiantes como era posible y aún así separados por un llamativo cartel que rezaba cada uno de los motivos por los cuáles no era buena idea pasar la línea de seguridad resaltada en el suelo. El olor del fertilizante se entremezclaba con aromas florales y frutales, pertenecientes a plantas comunes, colocadas en áreas más abiertas, con ventanas laterales que permitía que se escabulleran fuera de la estructura de cristal del invernadero. En general, era un lugar pacífico. De no ser un área de trabajo, con cierto calor imposible de ignorar, sería el lugar ideal para ir a despejar la cabeza. Y, de hecho, era esa la intención de la profesora suplente. Tamborileó los dedos en la mesa individual que estaba frente a la hilera principal y echó un vistazo al reloj que levitaba en el centro del invernadero, justo por encima de las jóvenes mandrágoras. Había citado a sus pupilos a las siete y cinco y esperaba puntualidad. Para su sorpresa, todos cumplieron las expectativas. Las nuevas generaciones se habían acostumbrado a la impuntualidad, pero tres de sus cuatros alumnos eran veteranos y era costumbre, al menos entonces, llegar a tiempo a clase. —Buenos días, mi nombre es Leah Ivashkov y seré su profesora esta mañana —sonrió y pasó la vista por cada uno de ellos—. Bienvenidos a Herbología. Esta materia tiene como objetivo estudiar y comprender las cualidades de las plantas mágicas, así como aquellas que pertenecen al mundo Muggle pero que, en algunos casos, son muy útiles dentro de nuestro mundo. La Herbología no sirve únicamente para cultivarlas, en realidad, sirve para mucho más. Ayuda indudablemente en la elaboración de pociones y da una ventaja increíble en la materia de primeros auxilios. Señaló los objetos ante ella, que eran los mismos que estaban frente a ellos. —Tienen en su mesa de trabajo el material que usaremos y que es imprescindible que usen en todo momento durante la clase. A partir de este momento, deberán ponerse los guantes de piel de dragón y no podrán quitárselos a menos que sea estrictamente necesario. Como saben, o tal vez no, hay una variedad impresionantes de plantas venenosas y carnívoras y me temo que tenemos bastante, sino todas, en la parte de atrás —mientras hablaba se había hecho con los guantes, que eran tan largos que cubrían bien sus antebrazos—. Muy bien, dicho esto, es momento de empezar. »Hay una variedad increíble de plantas en el mundo, tanto Muggles como mágicas. Elementalmente, nuestra atención está dirigida hacia las cualidades mágicas de las plantas que podemos encontrar en nuestro entorno. Como mencioné antes, su importancia está ligada a su utilidad, para pociones o para los primeros auxilios, pero su entendimiento también está enlazado a nuestra seguridad en campo abierto y la capacidad de solventar un problema si nos encontramos en una situación generada por la naturaleza de estas plantas. Con un ademán, les indicó que la siguieran. En el centro del invernadero había una puerta casi indetectable gracias a la cantidad de plantas inofensivas que se lanzaban hacia los lados, intentando escapar. Ésta puerta daba hacia los jardines, donde una gran cantidad de especies arbóreas estaban dispersas en casi una hectárea de terreno. Pero ellos solo necesitarían una parte. —¿Alguien sabe qué consume un Bowtruckle? —la pregunta, al aire, se expandió ligeramente entre los árboles. Algunas criaturas parecieron reaccionar a su voz y la inconfundible sensación de que alguien los miraba se hizo presente—. Asumo que todos sabemos lo que son, pero me gustaría saber si alguien es capaz de generar un concepto de éstas curiosas criaturas. La caminata había sido corta, pero los había internado suficiente en el bosque. Los árboles eran todos distintos, pero tenían algo en común: todos servían para la elaboración de varitas. Pasó los ojos por los Malfoy, para pasar por la estudiante que no conocía y para posarse, por último, en la Médici. —Hoy nos encargaremos de encontrar un par, si tenemos suerte —golpeó la corteza de un saúco joven y un sonidito de advertencia cortó el silencio de su pausa. Sonrió—. O quizás uno.
  8. Holiiii!! Que idea más bonita para empezar con el juego ;o; gracias por ponerse a nuestra disposición para esto, la verdad es que nos vamos a ver todos súper bellos Voy a dejar mis ideas, que esta parte siempre me emociona xD -Digimon: POR FAVOR, lo deseo demasiado ;o; -Mitología: lo dejo abierto porque puede ser el mismo Dios en otra cultura, ya saben, Zeus/Júpiter, etc. Funko Pop! Me encanta la idea de Sere, así que la rescato de la página anterior porque nos imaginé a todos en plan funko y me encantó xD
  9. @@Pik Macnair Hola papi user, le respondo su duda. Lo correcto es que el código vaya sin el +. Ha de ir el número de caras que se van a lanzar, la "d" y el número de caras del dado. Entonces al final, si es una cara de un dado de diez caras, debería verse así: [roll]1d10[/roll]Recuerda lanzarlo con el editor apagado y dejar un espacio al final del posteo, siendo el código lo último que escribas. Espero mi paga, digo, fue un placer ayudarle (?)
  10. Puntos de Vida: 60 (recibo mordedura de lobo) Puntos de Poder: Nivel 45 = 25 puntos Una de las cosas en las que ellas dos diferían era que, como se podía apreciar, Arya se apresuraba demasiado. Ella en su lugar era paciente, al punto de parecer una estatua en medio de un enfrentamiento. Pese a estar colgada, su postura era equilibrada, rígida, había encontrado la comodidad en su colgar y, por ende, no había peligro. Aguardó sin moverse hasta que Arya recobró la compostura y el brillo volvió a sus ojos, hasta que pudo ver a sus pensamientos aglomerarse dentro de su cabeza, todos mostrándose como un libro abierto a través de una expresión desesperada. Confundus. Justo antes de que Arya lograra confundirla en consecuencia, lo evitó. Incluso el lobo, que había recuperado el poder de su dueña, parecía bastante atolondrado después de que volviera a dormirla por unos segundos. Por suerte para ella, siendo una invocación, el animal aún tenía que recorrer cierta distancia antes de dar con ella y puesto a que estaba notablemente adelantada a las acciones de Arya, tenía un par de segundos para pensar en qué hacer posteriormente. Y lo supo, de inmediato. —Morphos —exclamó, casi al mismo tiempo en que la bestia saltaba y encontrara su muslo. No pudo evitar soltar un pequeño alarido de dolor, aunque pronto apretó la mandíbula y se concentró en no permitir que saliera ningún ruido de su boca en adelante. Sus ojos, inyectados de sangre por el esfuerzo, prestaron atención. La sudadera gris de Arya había mutado en un segundo, pasando de ser de algodón, a ser la viscosa y desagradable composición fisiológica de una rana flecha azul, la cual había aparecido en su antebrazo, cerca de la muñeca, y de un saltito había llegado a las heridas abiertas en la mano de la Macnair, cortesía del lobo. Ahora, envenenada y con un daño leve, cuando Arya regresara de la inconsciencia se encontraría con la necesidad urgente de gastar una de sus acciones en consumir un bezoar, sin contar con que debía curarse de sus heridas abiertas. Bajó la mirada. El maldito animal saltaba cada cierto tiempo y se las arreglaba para, con una dificultad que a ella le estaba costando aguantar, enterrar los dientes en su piel. Pero se mordió el labio inferior y trató de ignorarlo, así como ignoró la forma en que la sangre empezaba a aglomerarse en su cabeza. Solo restaba una acción más y tendría que limitarse a hechizos de tipo efecto, el Levicorpus pronto afectaría su puntería, pero aún tenía una más... (-10 puntos) Envenenamiento por criatura tipo X.

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