Salí del trabajo a la hora de siempre y, apenas poner un pie en el exterior, pude notar que la nieve no había dejado de caer en ningún momento. La suela de mi bota se hundió en la mullida y blanca capa que recubría el piso mientras comenzaba a caminar acelerando un poco el paso y alejándome de la entrada principal al Ministerio de Magia. Me alejé lo suficiente para poderme desaparecer sin ser vista y antes de poderlo pensar más, me dejé sumergir por la sensación de la desaparición.
Aparecí ya en Ottery, pero alejada del Castillo. No me molestaba caminar los metros que me separaban del lugar, pero el viento frío de invierno estaba intensificándose a medida que caía la noche, por lo que apuré el paso. No sentía el frío como los humanos pero tampoco quería quedarme en la ventisca cuando se hubiese hecho de noche. Atravesé la gran verja de hierro que llevaba a los jardines del castillo y continué caminando, ya aminorando un poco el paso.
Entré y me sorprendió el cambio de ambientación del lugar. Por un momento bastante largo estuve segura de haberme equivocado de castillo, o de haber descubierto un ala que aún no había explorado. Aquello parecía un saloon de las películas de vaqueros que mis hermanos muggles solían ver cuando éramos pequeños y a las que jamás había terminado de encontrarles la gracia más que verlas con ellos. Había una barra que no se veía muy estable pero parecía poder cumplir con su función; todo estaba ambientado amaderado pero con el olor a nuevo que todo solía tener y, cuando observé a quienes se encontraban en el interior de la estancia, pude ver que Matt iba vestido como un vaquero de aquellas mismas películas.
También se encontraba Melrose, y pude ver como una elfina se retiraba del lugar justo cuando yo ingresaba. Me acerqué a ambos a saludarlos y el olor que provenía de una cesta en la barra me abrió el apetito de golpe. Parecían bollos. —Buenas tardes. ¿Qué es todo esto?— pregunté a quien pudiera responderme, aún contemplando todo a mi alrededor. —¿Debería cambiarme de ropa?— pregunté de repente, recordando que tenía puesta mi ropa del trabajo y no algo que combinara mejor con la decoración.