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Calles del Callejón Knockturn


Cornelius Wind Haugthon
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22 de Abril a las 7:04 de la Noche.

 

-¿Estás perdido? – Pregunta Sra. Agatha Wind una regordeta y repulsiva mujer con una verruga en el rostro y cabello canoso, con atuendo rasgado y una cesta en su mano izquierda en donde guardaban algunas pociones y cabezas reducidas. -¿Quieres comprar algo?- Le sujeta el hombro al mago y frente a él parecen hombres y mujeres que lo van introduciendo poco a poco al callejón. Un crack se escucha y tras de ese sonido un grito espeluznante. Joven yo le puedo ayudar.- A lo cual solo afirma con la cabeza y sigue a la extraña señora. -Siga por aquí joven, ya estamos cerca.-Expresa y se le dibuja una sonrisa en el rostro, mostrando sus amarillentos y pocos dientes.

 

Caminan por el sombrío y estrecho lugar, pasando por varias ventas de artículos tenebrosos. Algunas tiendas vendían todo objeto maldito, arañas gigantescas negras vivas y venenosas, velas para todo tipo de ritual, libros de artes tenebrosas incluso los que son prohibidos por el Ministerio de Magia, bares de la muerte y moteles para solo pasar un momento. Pero la mujer insistía que le siguiera y le aprieta con fuerza el hombro, clavando sus uñas en este. -¿A dónde vamos?- Pregunta el joven, quien comienza a desviar la mirada a ver si podía encontrar un lugar conocido, pero todo era extraño y no le parecía nada familiar.

 

Pasaron cerca del establecimiento más grande del Callejón Knockturn, en el cual se venden objetos relacionados con las Artes Oscuras, muchos de ellos muy peligrosos. Su propietario, el Sr. Borgin, también compra objetos extraños y siniestros, para poder re-venderlos más adelante. Está ubicada en el local número 13B del Callejón Knockturn. El letrero principal dice lo siguiente:

 

"Ofrecemos un servicio confidencial de valoración de artefactos antiguos y poco comunes, provenientes de las mejores familias de magos. Aceptamos objetos malditos y con conjuros. Discreción garantizada"

Donde se rumoraba que el famoso mago tenebroso Tom Riddle trabajó en ella como vendedor y comprador a domicilio, consiguiendo así cierta popularidad entre los clientes habituales, incluyendo a Hepzibah Smith. Dicha fama y prestigio hace que sea uno de los lugares con mayor frecuencia que se pasan los magos. Pero no se detuvieron en ese sitio, si no siguieron caminando.

 

- Sra. Wind por aquí…- Expreso un hombre de larga barba y mirada penetrante, que ocultaba su rostro bajo una máscara blanca con bordes plateados, con vestimenta oscura y ajustada de cuero. Él cual sale de la nada y atrás de la señora y el joven. Ambos lo siguen por una media hora, llegando a un árbol petrificado y una estatua en honor a Lord Voldemort. –Llegan Tarde y espero que los Aurores no le siguieran. – Comento una mujer de cabellera dorada y mascara, de ropa roja ajustada con tacones. –Sigan por ahí y dejen al enclenque, él no puede pasar a esa reunión.

 

-Déjenlo pasar… - Añade el mago demoniaco y posa su mano en la máscara de la mujer. –Ya que si entra hará el juramento inquebrantable y eso bastara. Lamentablemente ya vi demasiado y debe elegir si es de nosotros o no. En caso de no serlo yo mismo me encargare del enclenque.- La mujer rio y la Wind lo soltó. El enmascarado que les había acompañado lo empuja para hacer que entre al establecimiento.

 

--

 

22 de Abril a las 8:04 de la Noche.

 

-¿Dónde estará el joven Tonks?- Cuestiono el Auror Filias Bateria a su camarada Ernesto Black que le responde secamente. –Los rumores indica que ingreso al callejón Knockturn y de ahí nadie lo vio. Según el informe varios magos tenebrosos se van a reunir para atacar el ministerio. Se dice que es obra de los que se hacen llamar la Orden del Fénix o la Marca Tenebrosa, la información no confirma cuál de las clandestinas organización se ruene.

 

Ambos ingresan al sombrío callejón y son abordados por los vendedores que siempre se encontraban vendiendo algunos productos de artículos tenebrosos. Al ver los Aurores salen corriendo y se esconde en los establecimientos. Aquellos hombres tenían otra cosa que ocuparse para encargarse de esos asuntos. Ahí oyen algunas voces y dirigen a eso lugar.

 

-Por favor no me mates… - Suplica un anciano de rodillas y con lágrimas en su rostro a un hombre con mascara y traje oscuro. Los Aurores apuntaran su varita al atacante pronunciando el hechizo al unísono. –Desmaius.- El atacante desaparece antes que le impactara el rayo, desapareciendo con destello oscuro y dirigido al firmamento. Gracias, gracias…- le dice el anciano a los Aurores. –Pero miren lo que tenemos aquí, si es el combito de Azkaban Regulus Weasley, creo los dementores se alegraran en recibirlo y darle el beso del dementor.- Comenta Fiias Bateria. –No, no Azkaban no… Yo les diré todo lo que quieran pero Azkaban no…-

 

Ernesto Black toma a Regulus Weasley de los hombros y lo levanta, mientras que era apuntado por Filias Bateria. –Regulus ¿Dónde está el joven Tonks? O vas sumar la muerte del Tonks a tus delitos. Te aseguro que hay cosas más temibles en el mundo que los Dementores, así que habla.- Le expresa el Black al Weasley. –Yo… - Antes de responder un rayo le impacta, ocasionándole la muerte. Los Aurores cruzan las miradas y se ponen en alerta. Escuchándose como varia puertas se cierran bruscamente y siniestra risa se difumina en la noche.

 

--

 

Off dejo libre este rol de misterio en el callejón, donde un joven desaparecio y un grupo misterioso se reúne (pueden ser la marca tenebrosa, magos tenebrosos que planean algún ataque) la orden del fénix puede ayudar a los Aurores. Como también controlar a esos personajes, teniendo coherencia con el rol. O pueden pasar a otro día y divertirse en el lugar donde abunda la magia tenebrosa.

Editado por Cornelius Wind Haugthon

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Federico Di Giorno

 

-¡Pequeños bastardos buenos para nada...! -Exclamó vitoreando a unos niños que correteaban saliendo del callejón. Estaba enfurecido. Con sus botas andrajosas habían pasado por su lado, salpicando de los charcos de barro hacia múltiples direcciones; una de ellas, el pantalón de lino de Federico.

 

Amagó a sacar la varita del bolsillo, pero se contuvo, dejando que su mano solamente se pegada a la madera de évano rozándola con sus suaves y delgados dedos. Maldijo en varios idiomas dentro de su cabeza y volteó nuevamente hacia el frente, olvidando el imprevisto de segundo a otro. Sacudió sus ropas y metió las manos en ambos bolsillos, procediendo a avanzar a pasos largos y apresurados.

 

El callejón Knockturn era un espacio habitual para Di Giorno, por no decir que concurría allí a diario durante el horario nocturno, cuando Diagon pasaba a ser un lugar casi deshabitado y con poca vigilancia de parte del Departamento de Aurores. Tanta concurrencia hacían que Federico conociera aquel callejón como la palma de su mano, incluyendo sus horarios y movimientos internos. No era una persona amigable, pero el trato con los comerciantes y empleados de Knockturn era por demás ameno, típico trato hacia un cliente que por seguro era de los que más invertían en aquel tipo de negocios.

 

Al ingresar al callejón tomó el camino de las sombras, pegado a los negocios de menos prestigio. Sentía las gotas de humedad caer sobre su cabello de los tejados, y más que asqueado, estaba preocupado por el horario. Se encontraba retrasado unos 20 minutos. La maldita guerra en el castillo Triviani lo había descolocado de su agenda, teniendo que posponer varios asuntos para la misma tarde de aquel día. Odiaba ser impuntual. Lo ponía nervioso. Podía esperar a cualquier persona durante horas, pero ser esperado era algo que detestaba.

 

Al meterse por un corredor un par de gatos salieron despavoridos con sus chillidos y notó cómo una rata caminaba por el techo de aquel pasadizo. Llegó al final del corredor y se encontró con una puerta de madera pesada un tanto gastada y cubierta por hongos en un gran porcentaje de su superficie. Golpeó tres veces y un par de ojos amarillos se asomaron a través de una mirilla que se abrió de par en par.

 

-Contraseña...

 

-Ater corpora sanguis mentibus dominatur páuperem...

 

La puerta cedió con un chirrido insoportable. El hombre que lo había atendido no era más que un enano que ya se encontraba al pie de la escalera, agachando la cabeza y abriéndole paso al italiano.

 

Aquel bar era extraño, por no decir el más extraño de los que se encontraban. La barra estaba compuesta por hombres y hombrecitos de distintas estaturas y contexturas. El tabernero era tuerto y la mujer que atendía las mesas tenía dos dedos menos en cada mano. Pero Federico se sentía a gusto allí. Al menos mejor que en cualquiera de los bares más reconocidos donde había ojos por todos lados.

 

Cruzó la taberna sin dirigirle la mirada a nadie en particular, sino observando en general la situación, hasta que sus ojos se cruzaron con los de un muchacho joven de cabello castaño y contextura pequeña. Los ojos le brillaron.

 

-Marcus... -Cuando le tendió la mano lo abrazó con fuerza, dándole palmadas en la espalda y lo soltó tomándolo de los hombros con una sonrisa en los labios.- ¡Viejo amigo! Me da gusto verte por aquí.- Le palmeó el hombro y giró sobre sus talones para dirigirse hacia una de las sillas que se encontraban en la esquina más oscuta y alejada del salón donde tomó asiento. El muchacho lo siguió sentándose frente a él con un porrón de cerveza de mantequilla en su mano derecha.- Bien, inútil, ahora dime qué novedades tienes de la señora Wild.

 

El joven se llevó el porrón a la boca, tomando un trago largo, para volver a dejarlo en la mesa y arrimarse al italiano.

 

-No tenemos novedades ni de ella, ni del chico. -El rostro de Federico mutó a disgusto.- Filias estuvo haciendo interrogatorios, pero sin resultado aparente.

 

-Sabes perfectamente que lo que te pago no es para que vengas a decirme tonterías.

 

-Pues, ¿qué quieres que haga? -Frunció los hombros.- Ante tantos controles se me dificulta la tarea amigo, y no pienso arriesgar de más mi pellejo. Ya he estado en Azkaban una vez, más no lo haré dos veces.- Volvió a llevarse el porrón a la boca desviando la mirada de Federico cuyas manos se tensaban en dos puños.- Salvo que me aumentes la paga.

 

Aquella frase fue un detonante. La mano del Di Giorno salió disparada hacia el cuello del muchacho, levantándolo de la silla por el empujón y aprisionándolo contra la pared con la otra mano sobre su pecho. Forcejeó un segundo y el italiano acercó sus labios a su oído. Su cuerpo estaba tensionado de la furia, pero su voz estaba en completa calma.

 

-Aumentarte la paga, dices. -Presionó un poco más sobre su cuello.- Te atreves a cuestionarme de tal forma cuando sabes que tengo los medios como para que tu hija sufra un bonito rato con mis ratas.- Los ojos de Marcus se abrieron como huevos.- No quieres eso, ¿verdad? Has firmado un contrato de sangre conmigo, son mis reglas, mi paga, tu trabajo.

 

Le soltó el cuello. El muchacho cayó de trasero al suelo respirando agitado. Di Giorno sacudió sus manos entre sí y se alejó unos pasos desviando la mirada hacia un costado.

 

-Volveré mañana, espero noticias, o tendrás noticias de tu familia y no muy agradables.

 

Hizo tronar sus nudillos y atravesó nuevamente aquel salón en dirección a la barra. Tanta parla sin sentido merecía algo con lo cual relajar la garganta.

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22 de Abril, a las 8:55 de la noche.

 

El rostro del Wind Haugthon se hace ver en la chimenea, formándose este de la braza ardiente. -¿Estás sola?- su voz hacia resonancia en el establecimiento. Allí se encontraba la Sra. Wind la que afirma con la cabeza y contesta a la pregunta con –Si mi señor, todo ha salido como fue planeado. El joven esta donde debe estar…- el rostro desapareció al instante y la llamarada cambia de color, trayendo consigo a la escalofriante figura del demonio. –En verdad ha cumplido con éxito su trabajo, lamentablemente...- Le apunta con su varita a la Wind. –le tengo que informar que sus servicios ya no son requeridos. Y se ha decidido…- desprendiéndose de la punta de la varita un rayo de color verde y el grito desgarrador de la mujer antes de impactarle y su cuerpo caer al piso.

 

A su lado apareció Sebastián su elfo doméstico, que tenía la mirada clavada al piso. –Sebastián informa a los demás miembro que la orden fue ejecutada. Ya la Sra. Agatha Wind no representara problema alguno.- la criatura asienta con la cabeza y afirma la orden, desapareciendo al instante que su señor le ordenara llevar el mensaje. Según algunos rumores el ojo inquieto del Ministerio de Magia estaba metiendo las narices en donde no debía. Aunque lastimosamente comenzó a surgir un rumor que indicaba que alguien más estaba interesado en el caso o seria el jefe de la organización que desconocía a saber el demonio. Un informante de Marcus, conocido como “la serpiente” se encontraba en la taberna de la academia de magia y hechicería, fue ahí donde apareció elfo doméstico y entrego el mensaje a ese enigmático hombre.

 

-¿Por qué tardara tanto el Weasly?- Pronuncia el demonio al esperar a Regulus, quien desconocía que se encontraba muerto. Al pasar una hora sale del local para buscar información o encontrarse con ese hombre, sabiendo los lugares que frecuentaba. En el camino se consigue a la lejanía con los Aurores, que comenzaba a comportarse desesperado y paranoicos y de la misma forma la llegada de nuevos miembros. Unos hombres que caminaban por esos lares se comentaban la muerte del prófugo de Azkaban y la forma que había muerto. Lo que ocasiono más duda en la mente del demonio.

 

-Mi amo…- apareció nuevamente elfo doméstico. –el mensaje fue entregado.- continuo en decir a su amo. –Sebastián, Sebastián. Tan imprudente como siempre.- le patea y hace pausa al responder Cornelius a su miserable sirviente. -¿Acaso tienes algo importante para decirme o solo me haces perder el tiempo?- La criatura afirma con la cabeza y responde algo apenada. –Mi amo… Mi amo la Sra. Wind al parecer tenía otras planes con el joven, eso me hace suponer que lo traiciono. Esa miserable y repugnante mujer lo engaño. Aquel que le entregue la información, comento algo extraño. Menciono que no sabe el paradero del Tonks. – En eso lo volvió a patear.

 

-Sebastián, Sebastián. Acaso te debo enseñar nuevamente que no me debes hablar de esos temas en público ¿Acaso no ves a los Aurores cercan? ¿Quieres que suponga que o se algo? Es mejor que te vayas.- Ordeno y elfo volvió a desaparecer, siguiendo su camino y tropezando apropósito con Ernesto Black, ocasionando que sus miradas se unieran y siguieran al alejarse. En aquel momento el Black ordeno detenerlo a sus camaradas detenerlo. –Por Orden del Ministerio de Magia, de la división de magos tenebrosos le ordenamos que se detenga.- Exclama un Auror y le apunta con la varita directo a la espalda, y este se detiene abruptamente.

 

-¿Sucede algo? O se volvió delito caminar.- Expreso Cornelius indignado ante esa situación. –Si no tiene nada en mi contra le sugiero que me dejen llegar a mis asuntos o deberé comunicarme con…- En eso el Black se agacha y recoge algo, dirigiéndose donde este se encontraba. -¿Señor Wind Haugthon?- Pregunta Ernesto. –Soy yo… ¿En qué le puedo ayudar?- se voltea y cruza mirada con el Auror. –Se le acaba de caer esto.- Entregando una carta sellada y dirigida a su nombre. –Gracias y disculpe creo que no escuche su nombre.- guardando la carta en su ropaje. –Black, Ernesto Black. Auror y por los sucesos ocurrido…- El Wind Haugthon le interrumpe. -¿Qué sucesos ocurridos? ¿Acaso ha pasado algo importante?- a lo que el Black responde.

 

-Si señor Wind Haugthon. Lamentablemente falleció Regulus Weasly- En la mente de Cornelius hacía referencia al nombre como el compañero de celda en Azkaban, bajo otro nombre en ese tiempo. –Es lamentable toda muerte y le doy mi sentido pensame a la familia. ¿Pero acaso el Weasly no era prófugo de la ley?- El Black afirma y añade diciendo. –La muerte del Weasly solo se adelantó y se lamenta por como sucedió el hecho, sin embargo su destino era morir. Pero era pieza clave en el caso del desparecido Tonks, donde se sabe que él fue quien lo secuestro.- Mientras lo escuchaba en la mente del demonio no podía creer lo lejos que estaba el Ministerio de la verdad.

 

Off

 

Mi personaje es Cornelius, ya lo modifique. n.n

 

 

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  • 4 meses más tarde...

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Durante siglos la penumbra producida por la ausencia del sol había sido utilizada para fines mucho más macabros que el solo descansar. Su manto impermeable a los ojos de los mortales servían de cobijo a las personas más perversas, a las criaturas más terroríficas del mundo que lo único que buscaban era el bienestar propio. Muchas cosas se conservan en el tiempo, se rehúsan a permutar consientes de que son dueños de una casi perfección; así es como me sentía: cubierto por una túnica negra con capucha y una máscara negra (blanca en el día) que me brindaban el camuflaje perfecto para moverme sin ser detectado en las sombras.

 

Pese a todas las precauciones tomadas con la vestimenta, el color natural de mis ojos era demasiado llamativo y eran perfectamente identificados pese a la máscara que cubría mis facciones. Mientras caminaba hice uso de mi habilidad de metamorfomagia para que el amarillo desapareciera de mi rostro y diera paso al negro. Sonreí con solo pensar lo que estaba por suceder, cuando la luz finalmente cubriera Londres los dueños en Diagón se encontrarían con una sorpresa que muy probablemente llevaría a varios a San Mungo.

 

Me detuve cuando llegué al punto en que Knockturn se unía con Diagón. Lancé por los aires la manta negra que cubría una pequeña jaula en donde se encontraba una criatura de aspecto muy extraño que estaba enterrada en una maceta. A simple vista tenía la apariencia de un pulpo de tamaño medio, pero observándola más de cerca se puede apreciar algo parecido a un hongo muy grande. Así pues, se trata de un híbrido mágico entre herbolario y criatura que puede llegar a ser mortal.

 

El pulphongo nació como resultado de uno de mis tantos experimentos que llegaron a ver la luz. Se trata de una mezcla entre un pulpo y un hongo, una criatura-herbolario que tiene las cualidades tanto de su parte animal como vegetal, pero que tiene "poderes" que surgieron al introducir la magia a su naturaleza muggle. El pulphongo es capaz de lanzar chorros de tinta que causan ceguera temporal y, en caso de entrar en contacto con una herida abierta, la muerte del afectado. Por si eso fuera poco, además puede lanzar una nube de esporas (proveniente de la parte vegetal de su ADN) que causa parálisis por un tiempo indeterminado. La cualidad más alarmante es su capacidad como plaga, es resistente al fuego y al ser una planta no es afectada por la maldición asesina, asimila la magia de varios hechizos. Si alguna parte de su cuerpo es cortada, como resultado se tendrá que el pulphongo original se regenera y otro pulphongo se generará de la parte cortada. Tiene doce tentáculos.

 

Abrí la jaula sin temor alguno puesto que la máscara de mortifago me aislaba de respirar las esporas que era lo que en realidad me preocupaba. Me alejé varios metros y apunté con mi varita a la criatura.

 

Seccionatus —dije con soltura. De mi varita mágica salieron doce medias lunas que sin el mayor esfuerzo arrancaron, cada una, un pedazo del pulphongo. De esta forma, en cuestión de segundos trece especímenes comenzaron a moverse alarmados creando nubes de esporas en el estrecho callejón. Desaparecí antes de siquiera entrar en contacto con aquella maldita sustancia que yo mismo creé.

 

Todos los pulphongos liberados se calmaron en cuestión de minutos, a la noche su agresividad no duraba. Se plantaron en el suelo y en macetas, estaban creados para reaccionar ante la luz que le llegaba del sol a determinada hora del día. El animal era capaz de reconocer dicha hora gracias a la inclinación con la que golpeaba la luz en su receptor. A las nueve de la mañana despertarían y comenzaría el espectác***.

Editado por Bastian Black Rowle

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  • 2 semanas más tarde...

El mortífago de semblante aristocrático se apareció en las cercanías de la intersección de los callejones Diagón y Knockturn cerca de las cinco y media de la mañana, con el único fin de dar rienda suelta a lo que se había acordado en dicha reunión privada con Sophie en las instalaciones del Cuartel General de Aurors, basando su responsabilidad en el desvío de pruebas que inculparan a los miembros de la Marca con la plaga del pulphongo que estaba a punto de liberarse en gloria y majestad. Tenía conocimiento de que su amigo y padrino de la pequeña Antonella, Bastian, estaba al mando de aquella operación que de ser un éxito les daría grandes recaudaciones en sus bóvedas en Gringotts además de tener la satisfacción de dar muerte a varios “sangre-sucia” que habitaban en Ottery. <<Espero que todo marche bien… No quiero contagiarme ni enfermar con las esporas por andar desprevenido>> pensó el Ryddleturn mientras caminaba por uno de los estrechos pasillos, vestido de etiqueta con un traje elegante de tonalidades opacas acompañado de una camisa nívea bien adosada a su torso musculoso; obviamente sin utilizar corbata, ya que Enrick aborrecía aquella sensación de asfixia en su cuello, incluso antes de ser vampiro. <<Ojala Anna no le permita el ingreso a todos los que lleguen con la sintomatología. San Mungo debe teñirse de luto y dar paso al uso progresivo de la morgue>> meditaba una vez más, previo al instante en que se detuvo en seco al notar que el firmamento comenzaba a abrirse y dar cabida a los primeros rayos de Sol; hecho que instó a que el ibérico ágilmente desenvainara su varita para defenderse.

 

Tan pronto como los hijos del astro rey se posaron en todas las terminaciones de las tantas infraestructuras de los locales comerciales; chorros de tinta emprendieron rumbo a manchar las paredes de los negocios, nubes de esporas amarillentas flotaban como niebla densa entre los desfiladeros y varias criaturas con doce tentáculos emergieron de los maceteros y zonas de alcantarillado en donde residen habitualmente los musgo. - ¡Sectumsempra! - vociferó el extrovertido mago cuando una de ellas se le abalanzó a una velocidad mucho más lenta que la que poseía el hijo de Katara, dándole el tiempo suficiente como para trepar ligeramente por una escala de metal en zig-zag que estaba próxima a su local de antigüedades, mientras el rayo impactaba en la criatura sin mayor efectividad que multiplicarla según el número de cortes que recibió del hechizo. - ¡Ciudadanos de Ottery! ¡Moradores de Diagón! Salid de sus escondites con arma en mano. ¡Protejan sus vidas! - exclamaba con fervor, cuyo fin era de que los residentes que allí se hallaban, salieran a morir intencionalmente. Fue así que los gritos de pánico se acrecentaron por doquier y múltiples rayos iluminaban el terreno en que varios se disputaban sus ganancias mensuales; ahora, Enrick ya había cumplido la primera fase de su misión, por lo que fugazmente orientó sus pasos a través de los tejados hasta su máxima inversión… “The Old Curiosity Shop”, sin percatarse ni evidenciar que una horda de pulphongos lo asechaba de cerca.

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~Callejón Diagón

 

Varios bultos con apariencia de hongos comunes adornaban, de una manera graciosa y extrovertida, las callejuelas del callejón, valga la redundancia, Diagón. Quien fuere que llegara a verlas de seguro soltaría un par de carcajadas, pues era muy raro ver un espécimen de hongo de aquel tamaño y consistencia. Incautos, no había otra palabra para describir a aquellos que pensaran que la creación de Bastian era inofensiva, pronto se darían cuenta que aquella palabra se encontraba demasiado alejada de la descripción real de un Pulphongo al que el sol le había dado en el ángulo correcto.

 

Finalmente la hora llegó, un viento imperceptible al sentido humano se encargó de apartar una pomposa nube que evitaba que los rayos de sol se filtraran hasta Diagón. Poco a poco las criaturas comenzaron a moverse, la pseudo-fotosíntesis se activó provocando que muchos comenzaran a saltar y saltar en busca de sus objetivos: Otros seres vivos. Era momento de que una de las marionetas de los mortífagos entraran en escena, un mago sangre sucia que sería sacrificado para causar mucho más pánico del actual.

 

Arond, un mago de clase baja y prácticamente inutil, comenzó a caminar -sacando pecho en pose de héroe- en dirección de una de las criaturas que habían comenzado a golpearse entre ellas, aún calmadas. Arond era aquel que detonaría la situación y sembraría el real pánico. Sacó la varita y la movió torpemente.

 

Seccionatus, Seccionatus

 

Siete pares de navajas en forma de media luna aparecieron en escena cortando en pedazos a los pulphongos. Obviamente, de cada parte se regeneró una más y eso hizo que se enojaran. Comenzar a chocar entre ellos con más fuerza, frenéticos. Varios chorros de tinta bañaron por completo a Arond haciendo que este perdiera la vista en su totalidad. Se puso nervioso, se olvidó por completo que era un héroe y trató de huir. No fue posible, obviamente, chocó contra una pared perdiendo el tiempo suficiente para verse envuelto en una nube de esporas que de inmediato infestaron su sistema respiratorio, pasando a afectar a cada músculo de su cuerpo. El primer cliente de San Mungo

Editado por Bastian Black Rowle

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Una sonrisa maquiavélica se constituyó en el rostro del Ryddleturn tras percatarse que la primera víctima del ataque de los pulphongos ya había salido a flote, siendo un mago de clase social baja quien recibiera de lleno las bondades de estas criaturas híbridas que se volvían hiperactivas y frenéticas con la luz del sol. Fue tanto su morbo que decidió darse un tiempo para contemplar la escena de terror, observando como el hechicero colisionaba una y otra vez con las paredes de un callejón estrecho al tener tinta venenosa en sus orbes; hasta que finalmente se desplomó en el suelo absolutamente paralizado debido a las esporas que circulaban libremente a través de la nebulosa biliosa que floreció de la agresividad de los parásitos heterogéneos. <<Pobre tipo>> recapacitó tras contemplar el rodar de la varita de Arond por el pavimento, sabiendo que sería el inaugural de muchos que caerían aquel día bajo el yugo fúnebre de los organismos fotosintéticos. Sin mayores rodeos, Enrick desvió su mirada dorada hacia el lugar de su destino; pero cuando se disponía una vez má a dar riendas sueltas a sus prófugos pies, una horda de pulphongos le bloqueó la pasada sin la mera posibilidad de saltarlos absteniéndose de combatir. - ¡Incendio! - exclamó el rubio apuntando con “Marie” a las tejas más próximas, brotando desde el vértice de ésta una llamarada que cubrió una distancia de tres metros sin mayor éxito; pues sabía que el fuego no las afectaría en lo más mínimo. - ¡Diffindo! - volvió a vociferar, ocasionando que unas cuantas tejas se rompieran en pedazos; favoreciendo que varios pulphongos cayeran.

 

Justamente cuando estaba siendo rodeado por completo, un rebuznar conocido prosperó en las contigüidades; se trataba de su aethonan albino quien había acudido en su auxilio, ya que éste se mantenía la mayor parte del tiempo en el patio trasero de su tienda de objetos antiguos y, al sentir que Enrick estaba en peligro, no dudó en emprender el vuelo. - ¡Sale de aquí Snowy! ¡Es peligroso! - gritaba el auror ministerial, analizando cómo su caballo alado batía las alas con vigorosidad para conformar corrientes eólicas que lanzaran al resto de las criaturas por los aires hacia debajo de los techos. Sin meditarlo dos veces, el vampiro dio la vuelta y corrió hacia donde estaba su fiel compañero, saltando hacia su lomo blanquecino para salir de ese lugar cuanto antes, pasando casi inadvertido por el resto de los pulphongos que sembraban el pánico en las zonas bajas del callejón Diagón. - ¡A nuestro negocio! Hay que defenderlo… los elfos deben estar solos con el fantasma de la abuela - ordenó al equino, el cual orientó sus cascos a través del firmamento otoñal hacia el destino.

Editado por Enrick W. Ryddleturn
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<<Casco Burbuja>>

 

Pensé pasando a Ledus Liesmas por mi rostro para que el encantamiento me protegiera del aire que se estaba contaminando por la cantidad de criaturas creadas por la seudofotosintesis de los Pulphongos. Desde las alturas de aquel edificio miraba a mi compañero auror y de bando que desataba la plaga de estas criaturas mágicas, el aire comenzaba a teñirse de amarillo por la gran cantidad de de contaminación.

 

En ese momento a mis espalda el dios del Inframundo Mattews mi ex demonio protector apareció a mis espalda, sentí su presencia llegar al sonido único que hacían sus alas. <<Spectum si respiras este aire terminarás como esa zandijuela, no te quites el casco mientras estés aquí>> Luego de decirme esto el dios del Inframundo desapareció el lugar consumido por una llamarada de fuego negro al lugar en donde ahora era el señor y el rey supremo. El Hades.

 

Disfruté la vista de la inútil batalla de aquel mago que estaba siendo consumido por los hongos y las personas corriendo desesperadas por todo el Callejón. Las personas del lugar gritaban y tiraban hechizos inútiles contra la criatura la cual con cada ataque que recibía se multiplicaba. <<Creo que estamos exagerando, pero mientras mas sangres sucias mueran mucho mejor será la vida dentro del mundo mágico>>

 

Una bruja se encontraba en el lugar huyendo como una desesperada, cargaba con si su varita en mano pero no estaba haciendo uso de ella. Levanté a Ledus Liesmas y desde las alturas la apunté al momento que siseaba.

 

- Imperius -

 

Un hilo invisible me unió a la mente de la bruja, esta se había doblegado ante mi. <<Déjate atrapar por las criaturas, no tengas miedo... Ve a su merced>> La orden fue atendida por la chica, lentamente se acercó a los Pulphongos y se dejó atrapar entre ellos convirtiéndose en la segunda victima del caos que se comenzaba a nacer en todo Ottery.

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Tanto él como ella habían tenido mucho tiempo para planificar al dedillo cuanto iban a hacer. Anastacia llevaba sobre el largo cabello un sombrero, que se parecía bastante a uno que había visto a otra joven... convenientemente buscada por el ministerio. Por otro lado, Cortland llevaba la barba recortada de la misma manera que otro tipo, buscado por la justicia. Juntos, sabían que no saldrían dañados por ningún motivo.

 

Aun estaban en el aire, recorriendo las calles del Callejón Diagon, buscando el lugar más propicio. Por supuesto, no tardaron en encontrarlo. Tanto él como ella notaron que aquel sucio espacio, cubierto de magos y brujas que parecían estar dispuestos a mirar sólo lo que necesitaban era justo lo que requerían para llevar a cabo sus fines. Descendieron de a pocos y terminaron por tocar tierra junto a una anciana de aspecto decrépito, con los dientes podridos que sostenía una bandeja con uñas humanas. La mujer, dejó caer la bandeja del susto y se alejó maldiciendo. De alguna forma, aquella escena les resultó familiar.

 

Anastacia fue la primera en descender. Cortland traía en sus manos un mapa y lo cierto era que no les importaba en lo absoluto llamar la atención; bajándose un poco la visera del sombrero, la mujer buscó la tapa de las alcantarillas. No tardó en encontrar la pesada tapa del redondo buzón. Con una sonrisa de satisfacción, agitó la varita y levantó aquella pieza por los aires. En sus manos, Cortland tenía un frasco perfectamente sellado. Sonrió.

 

Anastacia se colocó la máscara, al igual que su compañero. Luego, vertieron con naturalidad el líquido contenido en el frasco. Cortland tomó a Anastacia de la cintura y se aseguraron de que la sustancia tuviera contacto con el agua debajo de ellos. Cuando así sucedió, Cortland extrajo del bolsillo de su gabán una bomba de humo. Un humo bastante particular, en realidad.

 

-Tengan -susurró bajo la máscara, que le permitía respirar aire puro.

 

El hecho era que realmente podrían haberlo evitado con un simple casco burbuja, pero no habían estado avisados. El humo se extendió en unos instantes y los transeúntes del Callejón Knockturn, ya de por sí sombríos, empezaron a gritar y pelearse unos con otros. En un determinado momento, uno de ellos sujetó a Anastacia del brazo pero al ver el rostro de su máscara, soltó un alarido de terror. De seguro había recordado su peor miedo, reflejado en el rostro postizo de la chica. Así funcionaba aquella droga.

 

Cortland hizo que Anastacia subiera a la moto y alzó vuelo satisfecho consigo mismo. Abajo, la gente se peleaba en un desenfreno de miedo y desconcierto. Algunos se encontraban agazapados, sujetando sus cabezas con fuerza. Otros, golpeaban a cuanto ser se les cruzara en frente y otros incluso habían empezado a morder y lanzar potentes hechizos. Otros corrían como locos, completamente despavoridos. Cada uno reaccionaba de acuerdo a un determinado trauma, que había marcado sus vidas.

 

Con una sonrisa, Cortland se alejó en la moto voladora. Llevaría un buen tiempo, antes de que Accidentes, El Cuartel Auror o incluso el Escuadrón, consiguiera detectar la naturaleza del ataque e intentase siquiera seguirle la pista. Tal y como había señalado, lo había planeado muy bien.

 

 

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Demisit lacrimas dulcique adfatus amore est 

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Sombras se deslizaban entre la negrura de la noche, figuras difusas por la oscuridad en la que se veía sumergida el corazón de Londres que aparentaba una calma poco habitual en los últimos días. Y ellos lo sabían, la Orden del Fénix lo sabía. Por ello, mediante grupos divulgados por toda la población cumplían con las guardias acordadas, algunos entre bostezos por restar casi un día sin pegar ojo, otros en cambios con ojos cual platos, bien abiertos, esperando dar caza a los magos tenebrosos causantes de las últimas desgracias.

Muertes, sangre, familias rotas, seres queridos en el más allá… y con cada tragedia más terror entre la población. Pocos eran quienes salían a las calles solos, sin compañía alguna. Incluso se veía a más de un padre de familia tirar la basura por las noches mientras alguien vigilaba tras la puerta varita en alto por si las moscas. Y no hablar de las criaturas, escasas eran las madres que dejaban a estos salir a jugar fuera del recinto familiar, ni siquiera en la acera del frente.

Felicity levantó la vista. Un grupo de chinos llevaban horas y horas dándole al pico. Lanzó la última mirada molesta antes de recoger su capa, levantarse del asiento cerca de la ventana donde se encontraba y salir del Caldero Chorreante despidiéndose de Tom con un gesto de cabeza más por educación que por otra cosa; no confiaba en él. De hecho, confiaba contadas personas. Una vez fuera se echó la oscura tela sobre los hombros y escondió su larga y rubia melena bajo ella, refugiando su rostro de cualquier mirada.

- En Londres si se notan las raíces del señor tenebroso.

- Si, los magos tenebrosos tenemos nuestro protagonismo aquí, tanto en el ministerio como en ese periódico, el profeta, que tanto leen. No es como China, que tanto nos ocultan.

Felicity arrugó el ceño, no había entendido nada de lo que decían aquellos extraños, pues hablaban en su idioma natal. ¿Cómo había tanto chino de la noche a la mañana, cruzó la esquina y esbozó una media sonrisa al cruzar la mirada con la de Zarco.

-¿Todo en orden? – preguntó él.

-Eso parece – respondió ella, y mal respondido.

La marca tenebrosa iluminó la oscura pantalla que se cernía sobre sus cabezas, de un verde brillante que se reflejó en las pupilas de los magos tan solo alzar la vista al cielo.

-O no, ¡vamos! Algo ha debido de pasar.

Ambos desaparecieron.

Gritos desgarradores, la muerte ante los ojos de toda persona que osara pasar cerca del Callejón Knockturn. Dos brujas colgaban boca abajo en el aire, con los ojos en blanco, resbalando por los rostros la propia sangre de sus cuerpos. Unas letras, del mismo verde brillante, se leían, pero en otro idioma…

萬歲黑魔王

(Larga vida al señor tenebroso)



off: cantando hacia tú derrota.

Editado por Chang Li

Mortífaga retirada
http://i.imgur.com/07QuPGN.png

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