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Keaton Ravenclaw
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las palabras de su amiga se clavaban como agujas en su cabeza ¿Cuándo la Hawthorne había sido así? no negaría que le enojaba pero la mejor pelea era la que se evitaba y la misma Malraux sabía que la felicidad y el destio eran dos viejos tramposos que conocían las jugarretas desde tiempos remotos.
- Te dije que disfrutaría mi felicidad Bella, estas palabras van mucho mas aññá de un amor eterno, me canse de sufrir por terceros y primero ire yo ahora- con eso ya dejaba todo claro.
observo cada movimiento de su amiga escuchandola, no era facil nada realmente lo era en aquel mundo tan cruel y enrredado en el que vivian. El mediodía se abria campo en las horas y el tiempo corría quitando el frio gélido de la mañana, sus motivos para visitar a la Hawthorne eran muchos pero no sabía como tomar el mas dificil. Su hija lo era todo para ella, y saber que la querían usar como conejillo de indias privandola de su propia felicidad o de sus errores a causa de sus propias decisiones le rompía el corazon.
Ademas la pequeña Myrddin ya no era como isabella la recordaba, la joven debido a sus genes de hibrida había cambiado, aun teniendo la misma edad por los años de nacimiento su apariencia y algo de su razon eran mas dados a los de una joven de diesiete años que de diez, y rogaba los dioses se quedara así por un tiempo antes de cambiar y tomar su apariencia definitiva congelada en lo eternos veinticinco años.
- Bella, algo tenemos que hacer, dudo mucho que Annabeth y el mismo Becan deseen esto incluso si crecen con esa idea, basta verlos para saber que su cariño va mas alla de algo que pueda florecer como amor de pareja- pasó con dificultad - y me temo que Annabeth ya no es la misma-
Annabeth Myrddin
- ¿Tia? ¿mamá?- su voz irrumpió en aquella cocina, su madre y su tía la miraban perplejas mientras un elfo selamenta detras de ella pues esta había caminado hasta allí sin permiso. Sus zafiros miraban todo con curiosidad jamas había estado allí pues sus antiguos recuerdos iban al castillo de su tia donde Becan y ella solían jugar por horas y horas.
¿Becan? ¿Donde estaría? sus pensamientos de una vez volaron hacía su mejor amigo y primo, mordió su labio con miedo ¿Y si no la quería ahora que había cambiado? tenía miedo. No se podía ocultar el hecho que se había convertido en una belleza pero ¿y su vida? todo había cambiado, sus cosas de golpe dejaron de quedarle y tuvo que ir por nueva. su forma de pensar incluso era diferente.
En ese momento quería preguntar por el, pero ese grito familiar llamandola por su nombre la hizo girarse y mirar al pequeño niño que corria escaleras abajo para verla
- ¡Beck- dijo olvidandose de su cambio mirandole con una sonrisa pura y los brazos abiertos

 

 

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El Lovegood lejos de querer invadir la privacidad de ambas brujas optó por retirarse del lugar, no sin antes llevarse consigo al elfo de su hermana. Sabía de antemano que su presencia allí estaba de más, entre ellas se adeudaban una plática de índole personal. La idea en un principio consistía en dar soporte a la cocina con la preparación de los platos que presentarían en el banquete, pero esos planes se vieron opacados repentinamente a causa de Hugo. Lo había agarrado desprevenido y, en un abrir y cerrar de ojos, la presencia de ambos dos fue borrada de la cocina, siendo transportada a una de las habitación del castillo.

 

-No vuelvas a hacer eso- se quejó fulminándolo con la mirada sin percatarse aún donde se encontraban.

 

Por un breve momento se olvidó del desagradable acompañante para voltearse y observar el entorno tan familiar en el cual estaba situado. La antigua habitación de su hermana, de cuando eran jóvenes, mantenía la misma esencia de aquellas épocas. Muchos recuerdos regresaron e invadieron la mente del Ravenclaw, risas y llantos, pleitos y reconciliaciones, múltiples vivencias transcurridas dentro de esas cuatro paredes. Incluso el recuerdo de su última visita allí se mantenía vivo en su memoria, aquel beso con un sabor muy ambiguo a causa de una pelea que habían tenido.

 

Una zapatilla que salió lanzada y terminó golpeándolo detrás de la cabeza fue lo que lo trajo devuelta al presente. Flotando por toda la habitación se encontraban los objetos personales de la Hawthorne, volando por doquier, algunos a tal velocidad que podrían catalogarse como proyectiles. Desde libros y prendas de ropa, hasta los cuadros y adornos de las mesitas de luz, todo por los aires. El Ravenclaw por suerte tenía entrenado sus reflejos y pudo esquivar por poco uno de los cajones que terminó por estrellarse contra la puerta. El desastre que estaba presenciando era tal que podía escucharse por los pasillos.

 

-Será mejor que me digas que es lo que estás tramando desgraciado- sentenció con furia al momento en que sacaba su varita y con un leve movimiento frenaba todo aquello que estuviera levitando o volando.

 

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Becan, horas antes con @

 

 

Mantenía los brazos elevados por encima de su cabeza, observando con detenimiento aquella simpática criatura color púrpura volar por los aires, avanzado un par de pasos hacia adelante, luego hacia un costado para poder tomarla con aquellas pequeñas manos, propias de un niño de su edad. El Micropuff que había lanzado por los aires, emitió un chillido agudo, similar a una risilla mientras se restregaba contra los dedos que lo sujetaban, haciendo que la mata de pelo que cubría su cuerpo se metieran entre ellos haciéndole cosquillas. Soltó una risa leve, la cual se vio interrumpida por un golpe seco, proveniente del interior de aquella habitación en particular.

 

 

--¡Los fantasmas!-- Gritó emocionado mirando a su nuevo amigo, mientras salía disparado hacia el antiguo cuarto de su madre. Mientras más se acercaba por el largo pasillo, más sonidos se escuchaban ahí adentro y en especial un par de voces que hicieron que sus ojos brillan con mayor intensidad. Se paró en seco, delante de aquella puerta de roble masiso, apoyando la oreja sobre la madera, pero no lograba entender lo que pasaba.

 

 

Sus dedos rozaron el redondo picapoete de metal y, aferrandose a él, le dio una vuelta. Abrió la puerta con lentitud, haciendo que esta emitiera un rechinido agudo. Asomó uno de sus ojos por la hendija de la puerta, enrtonó la mirada, divisando a un par de figuras corporeas. Un suspiro cargado de desilusión se escapó de sus labios, al mismo tiempo que le daba un empujón a la puerta. Había llegado demasiado tarde...

 

 

--¿Los Fantasmas hicieron esto? -- Indagó avanzando hasta el interior del lugar, mirando el desastre que había allí. --¿Como lograste entrar sin que ellos te atacaran? -- Una expresión de admiración apareció en su rostro, mientras observaba al mago que estaba junto a su elfo. --Mamá siempre me decía que en esta habitación había fantasmas... Los fantasmas de unos niños que quedaron atrapados en el tiempo y, en algunas ocaciones se los puede oír jugar, reír y hasta discutir -- hizo una pequeña pausa para apartar los pergaminos que estaban dispersos sobre la cama y poder sentarse en ella --¿los has escuchado alguna vez?

 

 

-- Recuerdos... -- Explicó el elfo, mientras se quitaba el gorro de lana que había quedado atrapado entre sus orejas. -- Hugo... Hugo... -- Tartamudeo mientras inclinaba la cabeza, tratando de evitar que pudieran ver como sus enormes ojos saltones se llenaban de lágrimas. -- solo quería que la ama Isabella se sintiera bien en su antiguo hogar -- Soltó de imprevisto, como dejando caer ese gran peso que tenía adentro. Las abundantes lágrimas del elfo salieron de sus ojos como si estos fueran una regadera. -- ¡Pero el Señor Franck no confía en Hugo -- Sollozó aún mas alto, mientras se prendía de una de sus piernas y mojaba su calzado con su llanto.

 

 

-- Deberías hacerle caso... Dudo que mamá quiera vivir con esos fantasmas del pasado aquí -- Una mueca de dolor apareció en su semblante, reflejando la tristeza que le provocaba tener qur volver a irse. Quería quedarse en Londres por mucho más tiempo, pero sabía que cuando aquellos recuerdos comenzaran a atormentar a su progenitora de nuevo, terminarían en un lugar muy lejano sin conocer a nadie distanciados de su familia, la única que les quedaba. -- Y yo no quiero irme Señor... --. Sintió un calor en el pecho, al mismo tiempo que sus ojos se humedecian. Pestañeó varias veces y tragó saliva para no terminar llorando como el elfo. --¿Franck? ¿El mismo que le enseñó a mamá a volar en escoba? --. Una sonrisa genuina apareció en su semblante dejando apreciar aquel par de oyuelos heredados de su madre.

 

 

 

 

Isabella Hawthorne y Becan con @@Emilia Malraux

 

 

 

 

-- Fidelidad o Muerte -- Se limitó a decir, sabiendo que no tenían otra alternativa. Aquella idea tampoco le encantaba, pero sabía que el remedio iba a ser peor que la enfermedad, después de todo el no acatar aquellas órdenes terminaría afectando a toda su familia.

 

 

--¡ANNA! --. Aquel alarido inconfundible se hizo presente en el mismo intante en el que aquella joven de cabellos castaños se hizo presnete en el comedor del castillo. Becan bajaba las escaleras a toda velocidad para encontrarse con la niña con la que había compartido casi toda su infancia.

 

 

Se paró en seco en la entrada del salón, observando con detenimiento a la muchacha. El miedo había invadido su pequeño cuerpo, se había quedado parañizado. ¿En verdad aquella era Anna? ¿SU Anna? ¿La misma niña que le encantaba fastidiar y hacer reír? No... No quería creerlo. ¿Por qué había cambiado tanto? Negó, incrédulo mientras ella abría los brazos para abrazarlo. Alzó la cabeza, en busca de la consoladora mirada de su madre y la encontró. Isabella le dedicó una sonrisa, mientras hacía un ademán con la mano, invitandolo a que se acercara hasta ella.

 

 

Y así lo hizo, avanzó con lentitud mientras fijaba sus obres en los zafiros de ella-- ¿Anna?-- Inquirió, más para sí mismo que para ella y, al contemprar aquellos ojos tan ardientes como el fuego, no contuvo aquella amplia sonrisa que lo caracterizaba. Tomó sus mejillas y le besó la frente, como acostumbraba a hacer cuando él era más alto. --¡Qué grande estás! -- Le revolvió el cabello para fastidiarla como siempre y agregó: -- Me obligarás a usar mis dientes antes de tiempo -- Le mostró aquel par de colmillos que empezaban a asomarse tímidamente en sus incisivos y terminó rozandolos con la punta de su lengua.

 

 

La Hawthorne se acercó lo suficiente hasta Emilia, como para que ninguno de los dos pudiera oír lo que le decía -- Ella podrá no ser la misma con ninguno de nosotros, pero seguirá sinendo la misma con él -- puntualizó mientras observaba aquella escena que le estrujaba el corazón. -- Después de todo, Becan sigue siendo Becan... . Aquel amor era tan puro y genuino que era casi tangible. Pestañeó un par de veces, volviendo a la realidad -- Por lo pronto lo mejor será que ellos no sepan esto, o su cariño podría verse afectado.

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Annabeth Myrddin

 

sus labios se apretaron en una fina línea al ver como su primo se detuvo en seco al verla, el corazón se le estrujó en el pecho mientras ese pánicoempezaba a crecer en ella ¿Que pasa si ya no la quería?, se atrevió a mirar a su madre en el momento que Becan hizo lo mismo con la suya. Los zafiros de la castaña brillaban en miedo cuando su madre le dedico una sonrisa y fué allí cuando pudo respirar.

 

- Enano.... - susurró con alivio escondiendo su cara en la cabecita del vampiro agachandose un poco para quedar mas a su altura, Becan seguía igual quizas un poco mas alto pero era el y por un momento tuvo ganas de largarse a llorar ¿Por qué ella tenía que cambiar? ¿Por que no podía ser una niña normal?, Veía borroso a causa de las lágrimas pero respiró profundo ahogando su tristeza para sonreirle al pequeño que le mostraba sus colmillos.

 

- ¡alejalos de mi o te juro que terminar colgado boca abajo en la cocina de Hugo! yo no tengo buen sabor - se rie aun sin poder creer que Becan no se había alejado - Tengo tantas cosas que contarte, Beck mi lobo ya esta enorme, y ya mama no se irá mas así que podemos vernos mas seguido y ¡Oh! Beck tienes que ver los jardines de mi nuevo hogar, son hermosos ya quiero vayas dijo mientras las palabras salían como un torbellino de sus labios con aquella emocion de volver a tener a su amigo cerca.

 

- ¿vamos al jardin? hace un día precioso y asi podremos hablar y si quieres jugar - dijo mientras le ofrecía su brazo al pequeño y miraba a su mama y a su tía en despedida y se dejaba guiar Becan.

 

 

 

Emilia

 

Ver aquella escena le rompio en mil pedazos el corazon, ella sabía que una orden no podía pasarse por alto ¿pero? realmente ellos podrían amarse como una pareja, no, eso jamas pasaría su cariño era aun mas fuerte que el amor por el que ella e incluso su mejor amiga sufrían a diario.

 

sus azules viajaron al rostro de la Bansheen y la amargura de sus palabras delataba que ella tampoco estaba de acuerdo pero no podía negarse

 

- Fidelidad o muerte - dijo llenando la copa casi hasta el borde para luego vaciarla y borrar de su garganta el rastro de aquellas palabras tan crueles

 

 

 

 

 

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No tienes que disculparte por nada, sabes perfectamente que mis sentimientos hacia ti son reales, y te buscaría por cielo, mar, tierra y de ser necesario viajaría a otra época. Pelearía con un dragón y un pedazo de madera, con tal de recuperarte nuevamente.

 

Fueron sus ultimas palabras al cerrar los ojos y sentir los cálidos labios del Ravenclaw sobre los suyos.

 

Las manos del castaño se posaron en su cintura, hacia años que no le sentía tan cerca, que no tenia esa adrenalina en las venas, se dejo llevar y sus ojos negros se clavaron en los olivos de su amado, los mismos que lo hacían perderse hacia años.

 

No hay nada que solucionar... su mano derecha había dejado de tocar su espalda y se poso en la mejilla de Keaton, lo acercó y su otra mano recorrió lentamente desde su espalda hasta su abdomen, subiendo lentamente. ¿O piensas lo contrario? Matthew recorrió con sus labios la mejilla del vampiro disminuyendo la velocidad al llegar a la comisura de sus labios, su respiración se había acelerado y su mano izquierda rozaba de nuevo la espalda de él; levanto la mirada, misma mirada que ahora estaba cargada de deseo y travesura; sonrió y rozo sus labios con los de él mordiendo ligeramente el inferior.

 

Habían visitas dentro del Castillo, pero le resto importancia, después de todo, quien pasara por la puerta de telas que bailaban con el son del viento, moriría a por un maleficio proveniente de la varita del gitano. Bajó sus manos para volver a recorrer el cuerpo del castaño y meterlas por debajo de su camiseta, sus dedos recorrían rápidamente su cintura y sus costillas hasta llegar al pecho. Besó sus labios y lo giro suavemente sobre su tálamo haciéndoselo aún más hacia su torso.

 

No vuelvas a desaparecer. dijo, en susurro al alejarse unos centímetros de sus labios para luego morderle nuevamente el inferior.

 

Estaba feliz. El calor de los brazos de Keaton y el contraste con los escalofríos que los suaves dedos le provocaban era una sensación bastante estimulante. Acepto su beso con ternura, separando un poco sus labios para que él los volviera a buscar y deslizo una pierna entre las de él, aplicando un poco de presión cuando el castaño rodeo su cintura. Bajó la mano derecha hasta el borde de su tejana, evitando la tela, y acaricio directamente la piel debajo de él. Estaba por decirle cuánto lo deseaba, pero antes de que pudiera terminar la acción escucho que algo se había roto en el piso inferior.

 

Bajó lentamente dando ligeros besos, una de sus manos bajó hasta el botón de sus pantalones tejanos y comenzó a tratar de deshacerse de él mientras sus labios se entretenían con el dorso del trigueño. Ya no pensaba, solo sentía, tanto tiempo... y su mente le había abandonado. El instinto lo guiaba; Keaton se deshizo del boto y empujo el pantalón para deslizar su mano derecha entre las piernas de Matthew.

 

 

continuara...

 

@@Keaton Ravenclaw

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Momento en el que saori disfrutaba una larga ducha que sus elfos prepararon para ella después de una emocionante noche done saori se sintió un poco mas joven de lo que ya era, pero la edad no era tan relativa para ella. Una relajante melodía de sebastian bach no dejaban entrar algún ruido del exterior que era lo que deseaba saori en ese instante, tomo una copa de vino tinto algo añejo que era como le gustaba dejando, el jabón con olor a áloe vera y rosas passaba con su piel blanca, la asiática se metió un poco mas en el agua dejándose llevar por el momento.

 

MINUTOS DESPUÉS...

 

Saori sale con su bata en estado de relajación con la copa de vino en mano, se acerca a su tocador que no encontraba muy lejos de alcance y peina su largo cabello castaño, aunque su paz se ve interrumpida por unas voces desconocidas que dejaban algo inquieta a saori, termino de peinar y arreglar su cara y cabello tomo ropa cómoda y alista su varita.

 

hace mucho que no salia de su habitación que no sabia quien estaba en la casa pero no se preocupo. Ebrio su perta rígida de color marro oscuro tornado a negro, mira ambos lados y sigue el ruido de las voces toce un poco mientras baja y detalla su hogar. -Mm frank eres tu ?- dice mientras baja poco a poco al comerlo principal.

 

Al bajar y mirar ve dos mueres que allí se encontraban no sabia que hacer o como actual así que solo cruzo sus brazos y las miro .- Perdón, pero quienes son ustedes.- la asiática se sorprendió al no ver a frank, saori acomodo un poco su cabello y con mirada confusa detalla que estaban en una conversación importante lo cual ella había interrumpido - Perdón si interrumpo, pero me he fijado hasta hora que había visitas .- con algo de seriedad concluye y espera alguna respuesta de las dos mujeres presentes.

 

 

@ @ @@Emilia Malraux

Editado por Paula Malfoy

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Horas antes con Becan y Hugo.

 

La habitación de la Hawthorne en muy poco tiempo había quedado hecha un desastre. La biblioteca vacía por completo, todos sus libros desparramados por doquier, el ropero había sufrido el mismo destino, pocas eran las prendas de vestir que seguían a su resguardo. El Lovegood ante tal situación exigió una explicación, sin embargo, mientras instigaba al elfo para que éste hablara, la presencia de un tercero irrumpió en el cuarto. Un niño de no más de diez años de edad, se trataba de su sobrino, aquel que había conocido hacía apenas un rato atrás.

 

Las facciones del pequeño denotaban cierto asombro mientras realizaba un cuestionario acerca de unos supuestos fantasmas que merodeaban por esas paredes. El Ravenclaw no pudo evitar fruncir el ceño en señal de confusión, automáticamente dirigió su mirada al elfo en busca de alguna respuesta, y éste entre llantos y reproches logró explicar con palabras justas lo suficiente como para que el joven mago se hiciera un idea en rasgos generales de aquello de lo que hablaban.

 

Dichos fantasmas a los que hacían referencia se trataban ni más ni menos que de su hermana y él en sus épocas de juventud, tenía sentido puesto que el castaño solía pasar mucho tiempo en la habitación de la Ravenclaw, incluso más que en la suya propia. Mientras seguía atando cabos dentro de su cabeza a Becan se le desdibujo esa cara de asombro, casi que se le escapan algunas lágrimas incluso al hablar de su madre, pero el pequeño demostrando fortaleza las contuvo.

 

-El mismo- respondió el Lovegood revolviéndole el cabello a su sobrino -. Y no te preocupes, lo único que queremos los tres es que tu madre sea feliz y haremos todo para que eso se cumpla- aseguró con una sonrisa en su rostro -¿Por qué no nos ayudas a guardar las cosas mientras te cuento el día que cubrimos de nieve todas las habitaciones y los pasillos del castillo? Fue muy divertido.

 

El tiempo fue transcurriendo a medida que acomodaban el cuarto de la joven bruja en su totalidad. El recordar y contar varias anécdotas de las travesuras realizadas junto a quien solían denominar como su gemela habían hecho olvidar al ojiazul el enojo que tenía para con Hugo momentos atrás, al fin y al cabo todos querían lo mismo, la felicidad de la Hawthorne. A mitad de uno de sus relatos el elfo lo interrumpió para hacerle un comunicado al pequeño, al parecer requerían de su presencia en otro lado.

 

-Será mejor que vayas, no querrás dejar esperando a las visitas ¿No? Nosotros terminaremos con el resto aquí.

 

Con Hugo.

 

-Muy bien, creo que es lo último- exclamó el ex rubeo teñido sellando la última caja con las viejas pertenencias de su hermana -, solo resta llevarlas al depósito.

 

 

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Becan con @@Emilia Malraux

 

 

Aquel abrazo fue tan reconfortante para él que deseó que jamás se terminara. Apretó el cuerpo de Anna contra el suyo con tanta fuerza, escondiendo su rostro en el cuello de ella mientras en su pecho se arremolinaban tantas emociones que estuvo a punto de derramar un par de lágrimas, pero no lo hizo. Esbozó una sonrisa, mientas tomaba a su prima de la mano para dirigirse a los jardines de aquel Castillo, los cuales eran un misterio hasta para él.

 

 

Se paró un momento en la puerta, giró su cuerpo hasta su madre y, con aquella sonrisa encantadora le comunicó: --Mami, al tío Franck lo atacaron los fantasmas, pero nos hemos encargado de ellos --.Le brillaron los ojos al recordar los minutos compartidos con su tío, sin lugar a dudas se sentía el niño más afortunado del mundo por estar nuevamente con su familia. ¿Por qué su madre no habría fundado el Castillo con él? Franck era increible, muchísimo más que el amargado y gruñón de su tío Liam que pasaba de él como si nunca hubiese existido.

 

 

Había querido regresar a Londres desde el momento en el que sus padres habían decidido mudarse a Glorenza, una pequeña ciudad situada en Italia, con una belleza antigua pero demasiado aburrida y solitaria para un niño de su edad. Pasaron en ese lugar unos tortuosos cinco años, viviendo como si fuesen muggles, apartados de cualquiera que quisiera tener una relación cordial con ellos, cosa que para el pequeño vampiro había sido un completo tormento.

 

 

No lo habían dejado estar cerca de nadie, ni siquiera de Marco, aquel regordete y amigable niño que vivía en la casa de al lado que siempre intentaba llamar su atención picando la pelota contra el muro de ladrillos que dividía su pequeño patio trasero. Ignoraba la razón por la cual sus padres se habían marchado tan lejos de la comunidad mágica para empezar una "nueva vida"; obligándolo a cambiar su apellido por "Viteri" en vez de Viatore cuando se presentaba con alguien.

 

 

Desconocía la razón por la cual sus progenitores lo estaban protegiendo, hasta ese día en particular... Si tan sólo hubiese obedecido las tan estrictas reglas que le imponían. Había permanecido en silencio todo el trayecto, ignorando por comoleto las flores que adornaban el jardín. Apretó con fuerza la mano de su acompañante mientras apretaba los dientes conteniendo las ganas de llorar. Se le escapó un sollozo al recordar cuánto lamentaba lo que había hecho, pero el miedo que sentía impedía que le contara su versión de los hechos a la Hawthorne, temiendo que la verdad fuese tan dura para ella que el amor que le tenía finalizara por completo, y lo abandonara.

 

 

--Anna... -- Moduló luego de un rato, tomando asiento bajo un fondoso fresno. -- ¿No dejarás de quererme nunca, verdad? ¿Ni por más que haya hecho algo horrible? --. Se le quebró la voz, mientras fijaba sus ojos llorosos en el lago que estaba cerca. No se atrevía a mirarla a la cara, no después de lo que estaba a punto de decir.

 

 

Isabella Hawthorne con @ @

 

 

-- Ya habrá tiempo para ocuparnos de eso, mi querida Malraux -- Apretó el hombro de su amiga, intentando brindarle palabras de apoyo, después de todo no era momento de arruinar la mitad del día con aquello que escapaba de sus manos y lo único que conseguía con darle vueltas al asunto era provocarse un profundo dolor de cabeza. La única solución que había logrado considerar era suministrarle un poco de Amortentia a su propio hijo, en una forma desesperada de aliviar aquel dolor que seguro ambos sentirían cuando se enterasen del enlace que los uniría para siempre.

 

 

Sus labios en forma de corazón se entreabireron, en un impulso por articular algo más, pero se vio interrumpida por la sorpresiva aparición de una mujer con rasgos asiáticos. La mirada de la Hawthorne la recorrió de pies a cabeza mientras le daba otro sorbo a la copa de ron que sostenía en la mano. -- ¿Visita? Querida, yo no soy una simple visita.. -- Relamió sus labios, limpiando el reciduio dulzón que le había dejado aquella sustancia dorada y luego sonrío -- Isabella, Isabella Hawthorne Ravenclaw -- se presentó mientras extendía la mano izquierda para estrechar la de la joven bruja. -- La hija favorita de Keaton, aunque una de las más ausentes, quizás por eso no me conoces, él no suele hablar de sus hijos perdidos -- Volteó lo ojos al recordar aquella actitud ridícula de parte de su padre. A veces simplemente no entendía lo infantil que podía llegar a ser ese hombre, pero lo quería tal cual era, y mucho más de lo que era capaz de a admitir.

 

 

--Mami, al tío Franck lo atacaron los fantasmas, pero nos hemos encargado de ellos --. Los luceros del niño brillaron, captando toda la atención de la Banshee, haciendo que se perdiera en ellos por un instante ¿Cuánto tiempo hacía que no veía a Beck tan feliz? Ni siquiera era capaz de recordarlo. Pestañeó varias veces mientras intentaba recordar lo que el niño había dicho --¿Fantasmas? --. Enarcó una cejas procurando hilar sus pensamientos, hasta que lo logró.

 

 

La sonrisa que mantenía en su semblante se le apagó, mientras buscaba con la mirada aquel reloj familiar que estaba en el comedor. El corazón se le paró en cuanto vió la manesilla que representaba a su medio hermano detro de su habitación en el ala este del Castillo. Tragó en seco y, dejando la copa sobre la mesa con más fuerza de la necesaria, se dirigió a la muchacha -- Si me disculpas, tengo un asunto que resolver --. Chasqueó la lengua y, sin esperar la aprobación de la bruja, se encaminó hasta la chimenea para llegar más rápido al tercer piso.

 

 

Avanzaba a paso firme por el largo pasillo, el mismo que había recorrido durante la mayor parte de su vida, conocía el camino hasta con los ojos cerrados, giró a la derecha y avanzó tres habitaciones más hasta llegar a la puerta de roble. Sus dedos vibraron al volver a tocar el metal de aquel picaporte redondo. ¿Qué habría hecho el Lovegood esta vez? ¿Incendiarlo? ¿Volver a llenarlo de nieve? ¿Conventirlo en un desierto? ¿Permitir que alguna mascota deborara toda su ropa? No, lo que había hecho era mucho peor.

 

 

Se quedó parada en el umbral de la puerta, atónita mientras deslizaba la mirada por cada rincón vacío de su antigua habitación. Un escalofrío recorrió su columna vertebral provocando que sus articulaciones quedaran rígidas. Deslizó su mano hábil, la izquierda, por su pierna, levantando la bata de seda que aún tenía puesta hasta alcanzar la varita que estaba sujeta a su muslo por una liga. -- ¡¿Qué demonios se supone que están haciendo?! -- Bramó avanzando un par de pasos hasta llegar al centro de la habitación.

 

 

-- ¿Fue tu idea, verdad? -- Alcanzó al elfo de la oreja, haciendo que éste se acercara hasta ella y poder mirarlo con detenimiento. La criatura se estremeció, dedicándole una mirada que imploraba piedad, lo cual detonó aún más su enojo. --¡Pierdete de mi vista! -- Lo apartó con brusquedad, haciendo que el esquelético elfo se desplazara hacia un costado y cayera de bruses en el pasillo. La criatura se levantó tan rápido como pudo y lanzando sollozos se marchó escaleras abajo.

 

 

Las mejillas de la Hawthorne se enrojecieron, mientras entornaba aquellos obres plateados brillantes producto de la rabia. --Y a ti,

¡¿ cómo se te ocurre hacerle caso?! --Gruñó, al mismo tiempo que se le acercaba lo sufiente como para intimidarlo, apretando los dientes, mientras que en su frente sobresalía una vena que parecía estar a punto de estallar- ¡¿No ves que lo que buscaba era que me enfade contigo?!

 

 

La punta de su varita estaba encajada en uno de los costados del mago, haciendo tal presión que parecía que iba a atravesar su piel. Apretó los puños con fuerza y, cuando se percató lo que estaba a punto de hacer se apartó de él, dando media vuelta y avanzando hasta el ventanal que daba al patio. Liberó un grito cargado de frustración que aplastaba su pecho --No puedo creer que un elfo doméstico te manipule de esa manera, Franck. ¿Así pretendes ser patriarca de la familia? No tienes autoridad para eso, acéptalo--. Aquellas palabras salieron de su boca como dardos envenedados, despiadados y crueles hacia su objetivo.

 

 

Se quedó contemplando a los lejos el lago, manteniendo el silencio por un momento e intentando relajar sus facciones, las cusles estaban tan tensas que sus molares comenzaron a dolerle por la presión que ejercía con la mandíbula.-- ¿Sabes por qué me molesta tanto?--. Masculló por fin, volviendo a recuperar la compostura -- Porque ésto era lo unico que me quedaba de la niña que habías conocido, aquella que tanto querias...a la que me cuesta recordar -- se volteó, contemprandolo a los ojos con un profundo dolor-- porque no me reconozco ni yo.

 

 

 

@ Ve con Pau y empiecen con la fiesta :perv:

Editado por Isabella Hawthorne

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Annabeth Myrddin
Los dedos del Viatore se cerraban sobre su mano al mismo tiempo que ambos avanzaban por los pasillos de aquel castillo, Se sentía tan extraña que apenas si podía pronunciar palabras, sus azules tan similares a los de su madre paseaban de un cuadro a otro, de un adorno a otro y asi sucesivamente hasta llegar a la puerta que comunicaba con el jardín. El silencio de Becan tambien era lapidario ¿En que estaría pensando el pequeño? tenía miedo de que el no volviera a verla como su mejor amiga tomando en cuenta que aun cuando tenían la misma edad ella había cambiado tanto al punto de ahora parecer una adolescente.
EL olor de las flores que soportaban el invierno impregno su olfato, hacía frio pero no lastimaba la piel era una caricia que evitaba el sol los sofocase. En ese momento escucho el gemido lastimero de su amigo y como su mano se apretaba dentro de la suya de esa manera tan extraña, por eso giró su rostro hacía el y pudo ver como hacía todo su esfuerzo por no llorar. Rápidamente llegaron al Fresno mas frondoso del jardín y tomaron asiento bajo el Annabeth quería preguntarle que le ocurría y se estaba preparando para hacerlo cuando las palabras de Becan la tomaron por sorpresa.
Sus labios se apretaron un segundo mientras ladeaba su cabeza mirandole con preocupación ¿Que podía ser tan malo que ameritaba aquella pregunta? - Becan, mi cariño hacía ti jamas podría desaparecer. Eres mi mejor amigo, mi primo, un hermano ¿Cómo crees que voy a dejar de quererte?- habló sonriendole con dulzura mientras lo abrazaba por los hombros y dejaba un beso en la frente del pequeño. - ¿Que ocurre Becan? En que puedo ayudarte -
Annabeth estaba clara que por Becan incluso era capaz de enterrar un cadaver y si quizas era un pensamiento muy oscuro si tomamos en cuenta a los personajes que los rodeaban pero era cierto, Annabeth daría todo por su primo pues sabía que el Viatore lo haría por ella, se quedó alli abrazada a el como una amiga que consuela a su amigo.
Emilia
Colocó su mano sobre la de su amiga y suspiró ella sabía que el único modo de hacer que su hija amara como un esposo a Becan sería la amortentia pues el amor que esos dos niños se tenían era incluso mas fuerte que un amor de pareja. Escuchó la voz ajena y giró su rostro para detallar a la joven que acababa de entrar en la cocina. Dejó que Isabella se presentara y no pudo evitar sonreir al escuchar como la rubia hacia honor a su nombre
- Me presento soy Emilia Ivashkov, intima amiga de la señorita Hawthorne es un placer señorita....-
dejó en el aire las palabras pues no conocía el nombre de la chica, Isabella se petrifico al ver el reloj de la cocina y pudo notar como con vos estrangulada se disculpaba y se marchaba. Los zafiros de la pelirroja la vieron desaparecer en la chimenea y se giraron a la mujer - Si quieres puedes acompañarme a desayunar, Frank e Isabella habían dispuesto el desayuno pero creo que ambos estan resolviendo algo- dijo mirando el reloj otra vez, ahora la cara de isabella estaba justo sobre la de Franco.
Tomó un panecillo mientras esperaba a la joven

 

 

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la asiática sin mucho que decir solo se limito a escuchar a la rubia que con fuerte carácter se acerca a ella al escuchar su nombre y su parentesco con su padre quedo sorprendida pues ni ella sabia que tenia mas hermanos o hermanas parte de frank pues era el único que conocía. Sin quedarse atrás de la rubia y aunque sorprendida se presenta formalmente con las dos jóvenes que allí se contaban. -Una hermana.-dice mueve su cabeza para despistar lo que dijo.- Me llamo Saori Rambaldi Ravenclaw , una bastarda de Keaton.- dice sin alguna preocupación pues ella sabia quien era en la familia.- eso veo o no se que existías.- dice mientras ve la cara de rubia.

 

Saori pensó que estaba de afán y no podía atenderla así que solo se limito a cruzarse de brazos y ver como se marcha con una cara de preocupación profunda o eso vio saori en ese instante.Mientras la joven que se encontraba en la mesa aun aguardaba el desayuno con mucha serenidad y así mismo se presenta a la asiática, saori responde.- Un placer señorita emilia, me llamo Saori Rambaldi Ravenclaw.- dice haciendo una pequeña reverencia , escucha su estomago crujir pues hace días que no salia de su habitación .- Seria un placer señorita emilia.- dice sentándose con elegancia en la mesa pues no quería mostrar algo indebido pues ya su vestuario lo decía todo.

 

-Fue una sorpresa de verdad que estuvieran aquí .- dice acomodando la servilleta en sus piernas.- No sabia que tenia una hermana la verdad , cuando vengo aquí siempre me encuentro sola.- continua mientras mira hacia la ventana y devuelve la mirada hacia la joven .- Jeje en fin, es un placer tener aquí hace mucho no venían visitas aquí a la casa .- dice probando el desayuno de su hermano .- mm esta rico es la primera vez que pruebo algo de Frank .- dice emocionada.-no me incomoda tener mas hermanos o hermanas me hace feliz por que ya no voy estar tan sola en esta gran casa .- dice mientras saborea un poco mas la comida .-Perdón que hable estas con usted.- sin incomodar .- Perdone que le pregunte esto, pero veo que eres una amiga muy cercana a joven que es mi hermana.- concluye.

 

 

@@Emilia Malraux @

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