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Keaton Ravenclaw
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El frío congelaba las calles de Ottery St. Catchpole, a tal punto que podía quemar los huesos de cualquier humano común y corriente. El cielo oscuro y las nubes teñidas de un grisáceo denso parecían haberse puesto de acuerdo para crear un espantoso clima que parecía completar el escenario de alguna película muggle -de terror, claro-. Todo indicaba que estaba por llover y que era un día horrible para estar fuera de casa, difícilmente se podía ver algo entre la neblina y la tela de oscuridad que caía sobre las veredas vacías. Una mañana repugnante para cualquiera. Excepto para un vampiro.

 

Un alma avanzaba dificultosamente en línea recta por el barrio vacío. Iba dejando una estela de humo negro que se desprendía de los pliegues de su tapado marrón, marcando una nube más grande del mismo material unos pasos más atrás, como si hubiese salido de ahí dentro. Tenía la cara pálida y los ojos cansados, con unas ojeras gravemente pronunciadas que escurrían el verde de sus ojos. Las raíces rubias indicaban el crecimiento del cabello original que estaba pintado de negro, y era lo único que resaltaba entre tanta oscuridad. Manejaba una conducta extraña, como si quisiera pasar desapercibido, caminando apurado y con las manos guardadas en los bolsillos, sin darse cuenta que por las condiciones climáticas era completamente imperceptible para cualquiera.

 

―Maldito ―regañó entre dientes agachándose para esquivar la rama de un sauce boxeador que quiso derribarlo.

 

Sacó la mano derecha del interior de su bolsillo y empuñó en alto la varita de abeto que guardaba allí dentro. Con cuidado, se acercó hacia el árbol -que parecía ser el único que lo veía a través de la niebla- y tocó su tronco con la punta de la vara mágica. Automáticamente el sauce cesó los movimientos descontrolados y permaneció inmóvil hasta que Liam se adentró en los jardínes del castillo Ravenclaw. Una vez sorteado el peligro, volvió a resguardar su mano en el abrigo y aligeró el paso.

 

Enderezó la postura al andar y dejó que el viento sople su frente en alto. La conducta extraña fue reemplazada por un sentimiento victorioso, durante un breve momento. Internamente creyó que iba a ser más difícil infiltrarse en los aposentos de una de las familias más inteligentes del mundo mágico. Le agradaba comprobar que seguía siendo hábil, porque constataba que era merecedor de haber pertenecido a Ravenclaw en su época escolar; siempre fue un mago inteligente.

 

Volvió a fruncir el ceño cuando recordó por qué estaba allí y avanzó con más determinación. El camino que a simple vista parecía interminable, fue recorrido en segundos por el vampiro que no pidió permiso para atravesar la puerta principal. Una vez dentro, el esmeralda de su mirada le abrió paso a un rojo vino que se deslizaba por los interiores del castillo, sin saber con certeza lo que buscaba encontrar allí. Volvió a avanzar cuando notó que su estática iba a llamar demasiado la atención y subió por la escalera más cercana que rodeaba el hall principal.

 

La figura del ahora pelinegro era interesante de ver, por muy demacrado y alterado que estuviera, su físico seguía despertando intriga en el ojo externo. El gen de vampiro se había mezclado con la parte demoníaca, mejorando notablemente su aspecto y ahora lucía mucho más maduro y varonil, aunque sin perder la esencia de juventud que le proporcionaba la mortalidad congelada. También tenía mucho mejor gusto en vestimenta ahora que complementaba su actitud. Era algo siniestro de ver, que generaba curiosidad y atracción.

 

Al llegar al tercer piso una punzada de dolor azotó su pectoral derecho, esto hizo que frenara el paso y que se incline cubriendo el área con su mano izquierda, de forma reflejada. Lo que le dolía exactamente era su marca de nacimiento, que había estado años sin causar ningún tipo de dolor, desde que había destruido el castillo Hawthorne para huir indefinidamente hacia Francia.

 

―¿Isabella? ―Susurró, tan bajo que nadie jamás hubiera podido escucharlo. Pero teniendo muy en claro que si la joven estaba presente no hacía falta elevar la voz para que lo oiga. El dolor fue haciéndose más soportable y Liam se enderezó de a poco, pero permaneció quieto en el pasillo. Una de las razones por las que había regresado era su hermana y eso mismo lo había llevado a infiltrarse en las instalaciones de una familia que desconocía por completo. Necesitaba encontrarla cuanto antes, pero todavía no era seguro para ninguno de los dos que descubrieran su identidad.

 

 

 

 

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You can't make people love you, but you can make them fear you.


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La última caja ya se encontraba preparada y sellada, lista para ser guardada en el sótano del castillo el cual funciona como depósito para todos los integrantes de la familia. Sin embargo el Lovegood ni se imaginaba lo que estaría por ocurrir segundos después. La Hawthorne irrumpió en su habitación avanzando abruptamente, una cara para nada amigable la acompañaba. El primero en sufrir su ira fue el elfo doméstico, el miedo infundido en éste fue tal que al acercarse a su ama, con su pequeño cuerpo todo tembloroso, no dejaba de pedir disculpas una y otra vez entre sollozos. Con cierto dejo de desconcierto en su rostro el castaño se limitó a observar aquel suceso, lejos estaba de comprender lo que acontecía.

 

Una vez fuera de escena el elfo, la joven bruja redireccionó el enojo a su hermano; no se trataba de un simple enfado, una terrible furia la invadía, tanto que parecía a punto de estallar en cualquier momento. Con cada palabra y gesto que le propinaba el rostro del Myrddin fue transformándose, hasta que logró mimetizarse y comenzó a cabrearse él también.

 

-¡Pues no es mi culpa que tengas un elfo como él, tan basura que inclusive busque hacerle daño a su propia ama!- respondió, elevando aún más la voz para imponer sus palabras, luego de percatarse de lo que realmente había ocurrido.

 

Un dolor punzante manifestándose en una de las costillas, producto de la varita que tenía allí incrustada, generó una mueca de incomodidad. Sin embargo las palabras que mencionaría a continuación la Hawthorne provocarían un dolor aún mayor. Todo un cóctel de emociones terminaron saturando al ojiazul, desde bronca por toda la discusión que se estaba librando, hasta impotencia al saber que dichas palabras eran la pura verdad, sin olvidar el odio profundo que le tenía ahora a ese elfo.

 

-¡¿Y que quieres que te diga?! Hace casi diez años que no te veía, viene tu elfo y me dice que había recuerdos que te atormentaban, y tu hijo...- tomó una pausa para cerrar los ojos y exhalar profundamente, dejarse invadir por la cólera no iba a terminar en buen puerto. Sabía que el niño era el único al cual no se le podía culpar de nada, por lo que bajó el tono de voz y prosiguió , tu hijo me habló de unos fantasmas del pasado, unos fantasmas con los cuales no te gustaría vivir, se puso mal y me dijo que no quería irse de acá... ¿Cómo esperas que no crea en lo que dicen quienes te acompañaron estos últimos años?-

 

La tormentosa discusión había cesado en gran medida, dejando entrever todo el daño y dolor que había dejado como consecuencia el mismo. El mayor de los Ravenclaw al fin y al cabo no podía enojarse con su hermana por sus dichos, a quien debería de reprocharle es a sí mismo por ser tan iluso, por fallar como hermano mayor, por mentirse a sí mismo.

 

-Pues yo veo a la misma Isy de siempre, sigo viendo a esa niña traviesa pero dulce, a esa niña que se enoja por culpa del idi*** de su hermano. Veo a esa hermana menor que cumple el papel de hermana mayor porque tiene un hermano que siempre termina arruinando las cosas. Veo a una madre amorosa que desea que su hijo sea feliz... y yo lo único que quiero es que esa madre y su hijo sean felices.-

 

 

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Becan con Anna @@Emilia Malraux


Los azules ojos de Becan contemplaron como la luz del sol se fue apagando a causa de aquellos nubarrones que se empezaron a apoderar del cielo, la niebla empezaba a desplazarse desde aquel bosque cercano y se acercaba cada vez hasta donde se encontraban ellos, dandole una apariencia tetrica a aquel bello jardín. La ventisca helada arremolinó sus finos cabellos castaños, haciendo que una mata de pelo cayera sobre su rostro, pero a él no le importó. Había contenido el llanto de tal forma que el simple hecho de tragar saliva le dolía.

Oh... Anna ―. Masculló con dificultad mientras se volvía hacia ella e intentaba mantener la compostura ante su prima. Titubeó, por un momento deseando retroceder el tiempo y evitar tocar el tema desde un principio. No sabía si lo que estaba a punto de decir ella era capaz de soportarlo. ―He hecho algo terrible... ― sintió como las pesadas lágrimas empezaron a nublar su mirada y solamente una de ella se atrevió a romper la barrera y atravezar sus pestañas deslizándose por su mejilla, pero se limpió el rostro con el dorso de su mano, dejando una marca rosada a causa de la fricción.

Volvió a sentir aquella presión en el pecho seguido de unas gélidas manos que oprimian su gartanta para evitar que mas palabras salieran de su boca. Tragó en seco, girando su cabeza de forma articulada hasta la bruja. ―Mi papá...― fue lo único que alcanzó a moludar, justo antes de quebrarse por comoleto. Las lágrimas se desbordaron por sus mejillas, mientras lo único que atinaba a hacer era abrazar a su compañera de aventuras.

Ocultó su rostro en el cuello de Anna, llorando como jamás lo había echo, permitiendo que saliera todo aquel dolor que tenía guardado en su interior hacía ya mucho tiempo. ― Está muerto y... y es mi culpa ―. Logró formular aquella frase entre gemidos y alaridos de dolor. Todo había sido por su culpa, si tan solo les hubiese echo cuando cuando le decían que no debía meter extraños a su casa.

Él era el causante de todo aquel suplicio que le había producido a su madre, a aquella mujer que él amaba con todo su corazón y esa era la razón por la que sentía tanto remordimiento y temor. Sabía que la sonrisa de su madre no había vuelto a ser la misma y que aquel brillo en los ojos de la Hawthorne se había apagado para siempre a causa de aquel terrible error.


Isabella Hawthorne


Un suspiro se escapó por la ranura de sus labios al mismo tiempo que se permitía abandonar aquella postura rígida que había adoptado, para empezar a relajar los músculos de sus hombros otra vez. Cerró los ojos por un instante mientras que los recuerdos comenzaban a apoderarse de su mente, creando pequeños fragmentos de recuerdos del pasado que se reproducían otra vez dentro de su psiquis.

Aquel patrón se repetía de manera incesante dentro de aquella habitación, las cuales habían mantenido encerrados a aquel par de fantasmas traviesos y enojones que habían tenido la osadía de volver a tomar el control de sus cuerpos, obligandolos a repetir otra vez la misma escena. Jamás hubiese imaginado que, después de casi diez años, se volverían a pelear en que era su habitación.

Otra vez aquella arrebatada bomba cargada del mimsmo enojo momentaneo de siempre había estallado entre ellos, dejando como resultado las mismas heridas de siempre. Se atacaban siempre de la misma forma, él lograba terminar con su paciencia metiéndose con lo que no debía y la Hawthorne, por su parte, lo bombardeaba con aquellas palabras ponzoñozas.

El Lovegood estaba en lo cierto, él seguía siendo el mismo idi*** que terminaba sacando a la niña de dieciséis años que estaba oculta debajo de las mil capas de arrogancia y frialdad que llevaba encima. Pero, por más que lo intentaba, no podía ser aquella mujer fría cuando estaba con él; solamente ese muchacho de mirada dulce tenía la capacidad de ablandar aquel corazón de piedra y esa era la razón por la cual no podía estar mucho tiempo enojada con él... Después de todo seguían siendo Isy y Franky.

Las ultimas palabras del mago quedaron flotando en el aire, mientras que en su cabeza se reproducían una y otra vez. ¿Feliz? ¿Acaso ella podía ser feliz después de todo lo que había pasado? No lo sabía, pero estaba segura de que él haría su mejor intento para lograrlo.

Avanzó lentamente, acortando la distancia que los separaba. Posó una de sus manos sobre su mejilla y, moviendo sus finos dedos sobre su piel, lo acarició. Lo miró a los ojos fijando quel par de luceros brillantes sobre los azulados del joven. Aquella cercanía la obligó a rozar su nariz con la del Ravenclaw con lentitud. ― Déjà Vu ―. Sus labios en forma de corazón se movieron sin prisa, modulando cada palabra casi sobre su boca haciendo que se tocaran inevitablemente.

Se dejó llevar por la cercanía de sua cuerpos, permitiendo que sus labios se volvieran a encontrar como la primer vez. Al principio una suave y sutil caricia para luego incrementar el deseo de tenerse. Sus lenguas se rozaban incontables veces, alargando aún más aquel apasionado beso que prometía no dejarlos desacansar hasta quedar sin aliento. Su pecho subía y bajaba al compás de sus jadeos, mientras que sus dedos delineaban su mandíbula y se deslizaban juguetones hasta su pecho.

La falta de oxígeno la obligó a separar sus labios de los de mago, tan sutilmente que aún podía percibir su calidez ― Ya que me desalojaste de mi habitación, tomaré prestada la tuya ―. Su voz, suave y angelical, rompió el silencio al mismo tiempo que una sonrisa pícara se reflejaba en el rostro.

 

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Edito para borrar el puente a Liam, no va a rolear, asi que todos ignoramos su presencia

 

Editado por Isabella Hawthorne

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Cada palabra, cada condenada palabra que salía de los labios del Triviani eran... eran como estar escuchando una melodía digna de ser compuesta por los más grandes músicos del mundo. Ahora, más que nunca, el Ravenclaw sabía que su lugar era allí, a lado de ese gitano tan rebelde, tan ambicioso, tan leal tan... él. No entendía cómo era que antaño había jurado amor a tantas personas, cuando, de hecho, hasta aquel momento era que estaba conociendo el sentimiento.

 

Si, Keaton tenía un problema con su lujuria, probablemente jamás se solucionaría, y probablemente el gitano siempre se lo iba a reprochar, pero de algo sí que podía estar seguro: aunque su cuerpo fuera más de la comunidad que de él mismo, el corazón, los sentimientos, el alma del vampiro siempre, SIEMPRE iban a ser de Matthew, así pasaran años, así se dejaran de ver por años, así hubieran más personas que se cruzaran en el camino del ojiverde... eso jamás cambiaría. En esos momento, el Mago Oscuro se reprochaba demasiado de el ser tan sentimental, porque de nuevo, una lágrima recorría sus mejillas, y no, ya no era de tristeza o de arrepentimiento, sino de felicidad, porque jamás se había sentido tan cerca de aquel ser, jamás había sentido ni la mitad de lo que sentía en ese momento, de hecho, por mucho que le doliera admitirlo, ni siquiera el día su boda.

 

―Créeme que yo por ti haría exactamente lo mismo, incluso más... creo que a estas alturas del partido, no sabría cómo vivir sin ti. Te amo demasiado, mi gitano... ―Sintió aquel beso como una dosis de adrenalina en todo su cuerpo. Sentía como si todo lo pudiera hacer, que con el Triviani a su lado, estaba seguro de que así sería.

 

Sentía cada vez más éxtasis al saberse tan cerca de aquel hombre... ¿qué mas daba que toda la familia hubiera decidido regresar al Castillo en aquel momento? Los elfos ahora custodiaban la entrada de aquella habitación y toda la magia del patriarca de los Ravenclaw se estaba haciendo presente para evitar cualquier interrupción. Aquella mordida del gitano sólo hizo que ciertas partes de sus cuerpo despertaran de un letargo demasiado prolongado... lo amaba, lo deseaba, lo quería para todo y por siempre. Ante sus palabras, Keaton solo negó con la cabeza, aquello era perfecto. ¿Desaparecer? ¿Quién en su sano juicio desaparecería de nuevo a sabiendas de que tenía al mejor hombre a su lado? Las dudas se había acabado, él, solo él...

 

―Te amo... ―Fue lo último que dijo antes de dejarse llevar por el momento, de aquel roce de cuerpos, de almas... El Castillo podría caerse en aquel momento y al ojiverde le daba exactamente lo mismo que la muerte de cualquier sangre sucia o muggle.

 

Ya ajustaría cuentas después con aquella panda de tarados que estaban haciendo con su hogar lo mismo que con sus calzones más bombachos.

 

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Hace unos días la recién llegada de Beauxbâtons Pandora dyonel se podia distinguir por dos cosas inusuales su uniforme azul y el idioma francés a toda la antigua gran Bretaña impresionó su regreso pero no era de esperarse que otra vez se fuera a Pirineos en el sur de Francia ya que tenía ciclos escolares hay

 

 

Esa noche de su partida otteri fue el primer testigo mudo la noche era oscura sin ningúna estrella la última vez que se vio un diluvio torrencial se dejó caer en las calles dando paso a los sonoros relámpagos y truenos al día siguiente en París la lechuza aparece en la ventana de su habitación dejando una carta de Madame Olympe Maxime el año y medio de ausencia lo paso en Francia

 

Bonjour /hola buenos días

 

Al pararce a saludar se sentía un poco incomoda al ver que tenían algo de reunión familiar todo combinaba desde el uniforme azul hasta los lentes anteojos

 

 

Off rol literal empiezo de cero sin Nada

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u.u nunca mas un juntos para siempre

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Atesoraba aquellos pequeños momentos con todas sus fuerzas, tan fugaces y efímeros, un suspiro de paz dentro de todo el caos. Las finas telas de gasa junto al intenso aroma de las rosas lo ponían somnoliento; tenia la melena azabache alborotada y algunos mechones que parecían estar adheridos a su piel por el sudor. Pequeñas gotas de sudor se aglomeraban hasta que una de ellas decencia lentamente, atravesando su mejilla, surcando su cuello y deslizándose por su pecho hasta perderse finalmente entre las sabanas. Seguía con los ojos cerrados y una ligera sonrisa en los labios, regodeándose en el placer que le producía en contacto con sus músculos, permitiendo que su mente divagara sin rumbo fijo.

Se encontraba tan absorto en su momento que ni siquiera dio importancia a los ruidos de los visitantes, por tanto al sentir su voz tan cerca de él, el corazón le dio tal vuelco que por un momento creyó que encontraría la forma de salirse de su cuerpo. Sus movimientos fueron mucho más rápidos que los propios pensamientos; ni siquiera se había dado el tiempo a procesar la voz o las palabras que había escuchado cuando ya fueron uno.

Recostado acariciando las finas y gélidas facciones del Ravenclaw, y débil brisa que ingresaba por el ajimez de la habitación.

Era difícil de explicar los efectos que aquel hombre tenia en el zingaro. Le aterraba y sobrecogía de dicha al mismo tiempo notar el poder que ejercía sobre su persona, la habilidad para aplacarlo cuando nadie mas podía hacerlo, el bálsamo de su carácter tan explosivo y exponente de sus mejores cualidades. No era de extrañar que fuera él quien pidiera la mano de Keaton en matrimonio, y es que jamas en su vida había dado con una persona capaz de causar tales efectos en su vida. Cuidadosamente deslizo su cuerpo sobre el tálamo, hasta sentarse en uno de los bordes. Se dirigió hasta el baño de la habitación y enfrió su cuerpo con la lluvia de la regadera.

Matthew tomo su camisa favorita, de color azul Francia y la coloco sobre su torso completamente desnudo. Habia escogido no utilizar pantalones aquella mañana, tan solo se coloco medias finas de color negro, dejando a la vista su completo cuerpo tatuado, su cabello negro, brillante, totalmente alborotado, sin perder su distinción elegante y su elitismo. Le dio una fugaz mirada a su esposo y le sonrió.

 

Te espero, luego podemos matar a tus hijos, si así lo deseas. mascullo, haciendo énfasis en aquello ultimo.

Salio por el umbral de la habitación, con dirección a las cocinas, por un poco de café.

 

 

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Keaton miraba como embobado a su amante. Su cabeza reposaba en su mano izquierda mientras miraba, recostado, como el Triviani sew levantaba y se iba a la ducha. Aquello era o lo bonito de aquella relación, no debían de decir demasiadas cosas para saber cuánto se amaban, basta solo una caricia, una mirada o un beso para expresarlo todo, saber que cada uno daría la vida por el otro sin temor o sin dudas, que ambos pondrían las manos al fuego por el otro y jamás dudar de la fidelidad que se tenían. En lo particular, el ojiverde lo ponía a él antes de, incluso, el resto de su familia o de su fidelidad a la Marca Tenebrosa... En fin.

 

―Por mi, podemos quedarnos en esta cama el resto de nuestras vida, ventajas de que los vampiros no nos cansemos jamás ―Dijo con una mirada pícara en sus ojos mientras veía cómo el gitano sencillamente le dedicaba una sonrisa mientras se metía a la bañera.

 

Keaton se echó boca arriba, estirando sus extremidades y mirando al techo. Se imaginó la vida eterna a lado de aquel licántropo, y la verdad, jamás le había gustado más la inmortalidad como en el aquel momento. Sabía que jamás había amado de aquella manera, ni siquiera a Diego o a Sol, es más, ni a las madres de todos aquellos hijos de fregada que tenía como descendencia... Sonrió recordando aquel momento que acababan de pasar juntos. Los fantasmas de los besos del gitano aún se podían sentir sobre la nívea piel del Ravenclaw, su aroma estaba impregnado en aquellas sábanas de satín y en las almohadas de terciopelo; como por instinto, el Mago Oscuro la tomó y la olió con cariño y una oleada de éxtasis recorrió su cuerpo, sensación que sólo lograba sentir cuando bebía la sangre humana.

 

A los pocos minutos, el Triviani salió de la ducha dejando ver cada uno de sus tatuajes y colocándose una elegante camisa de un bonito color. El vampiro quiso hacer una rabieta por el hecho de que aquel momento se hubiera acabado, pero la idea de poder tener la oportunidad de jugar un poco con sus hijos también sonaba bien, además, debía de presentarles a su nuevo papá (no pudo evitar soltar una carcajada al pensar aquello), por lo que sencillamente asintió mientras lo dejaba ir a las cocinas. Ya lo alcanzaría, ahora, debía de asearse y ponerse más guapo, la presencia del gitano lo ameritaba. Ya verían sus hijos...

 

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No solía dudar de mis decisiones, visitar a mis tíos @ y @@Keaton Ravenclaw sonaba muy bien cuando emprendí el viaje...era cierto que tenia una relación bastante estable con el lobo gitano pero a su marido no le había tratado, no sabia que esperar realmente llegando a esta casa, tenia en mente la frase "Mantener la familia cerca" aunque conociendo al vástago de mi abuela Candela...cerca significaba como mínimo salir con heridas entre terribles sufrimientos.

 

-Bueno ya estamos en el baile....pues bailemos.- Me dije con intención de darme ánimos.

 

Habia quedado maravillada con la arquitectura exterior del castillo, los jardines eran maravillosos también, los arboles de cerezos le daban un toque natural pero estaba segura que tanta belleza no era sana, que algún truco de protección tendrían puesto que las mayoría de las viviendas de Ottery eran así, nadie escatimaba en ello pensando en sus familias.

 

-Oh! esto es realmente bello.- Sonreí traspasando las rejas de entrada y transitando por el sendero.

 

Necesitaba divertirme un poco y quizá esto sea la oportunidad para ello, el aire se sentía divertido no sabia por que pero algo me decía que correría sangre por algún lado y no seria la mía o por lo menos eso intentaría, el riesgo era latente pero evitable, había aprendido a protegerme de la travesuras de los otros y a devolverlas al doble.

 

-Toc...toc.- Toque la puerta y espera a que alguien me abriera.

 

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Annabeth Myrddin



El silencio provocó en ella esa sensación de que algo iba terriblemente mal y como si de una historia de terror se tratara el clima que hasta ese momento era precioso de golpe cambio convirtiendose en una pequeña tormenta típica de esos meses. Sus azules se despidieron del sol con tristeza y acomodando su bufanda notó que Becan no traía una, Al ser un demonio su temperatura corporal le ayudaba a mantenerse en el frio es por eso que soltó su bufanda de Slytherin y se la amarro al cuello a Becan regalandole una sonrisa infundiendole valor para que le contara sus penas.


Lo abrazó con fuerza contra si, el era su mejor amigo en todo el mundo e inclusive cuando ahora necesitaran años para igualarse en apariencia , el cariño y la sinceridad de sus sentimientos seguían intactos. Escondio cariñosa su nariz en el pelo del vampiro y le dio calor pues realmente hacía frio.


- no beck, no es tu culpa eres solo un niño y todos habríamos pecado de esa manera, es algo genético el desobedecer y mas alla de ello tu no eres adivino-


Intentó con todas sus fuerzas modular la voz y agradeció que el no pudiera verla pues había palidecido mucho y temblaba de sorpresa aunque bien podria pasarse por frio, acaricio el cabello del Hawthorne dejandole llorar en su hombro. Siempre y para siempre ella estaría para el.


- Se que es dificil entenderlo yo aun intento amoldarme al mundo que de golpe me toca comprender pero si algo se es que las personas no siempre son buenas Beck, y se aprovechan de nosotros por que aun somos inocentes y no conocemos la malicia que en sus viejas y retorcidas almas ellos poseen. Tu papa te estaba cuidando y tu no tienes la culpa de nada pues no puedes adivinar quienes te haran daño y quienes no, nuestros padres pertenecen a un bando que los hace exponerse muchas veces salen de casa y no saben si regresaran o tendremos que ir a verlos al cementerio o al hospital clandestino-


Su voz era dulce pero su inexperiencia en asuntos tan delicados quizas y no ayudaban en ese momento, vio como mucha gente empezaba a llegar al castillo. Marcha de almas que pertenecían a ottery's casi tanto como ellos dos, personas con historias y pasados retorcidos ¿Por que a quien engañamos? Pueblo pequeño infierno grande y tristemente asi era ottery's incluso si los castillos se ubicaban en distintos paises todos se unian entre sí por sus caminos magicos y un viaje de meses era solo minutos.


- Abrazada cada mañana fuerte a mi tia y dile cuanto la amas, cuando te alegras de que ella sea tu luz. Pues se que ella incluso con lo seria que a veces puede ser te amacon cada milla de su ser y jamas te culparia de algo asi. por el contrario daría caza a la bestía que oso dañar a su pequeño hijo.


tomo la barbilla de becan y le hizo mirarla sus zafiros tan iguales a los de su madre lo escrutaron unos segundos antes de dejar un beso en su frente y secar sus lagrimas.


-Juntos contra el mundo Becan, no estas solo y yo sere tu fortaleza por que eres mi hermano incluso si no nos une la sangre


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Becan con Anna (@@Emilia Malraux )


Las palabras de su prima habían sido la fuente de vitalidad que necesitaba en ese momento. No sabía cómo, pero siempre que necesitaba un consejo Anna tenía las palabras justas para brindarle aliento. Ella era su confidente, no porque él no confiara en su madre o en algún otro familiar; sino porque sabía que por más decisiones equivocadas que tomara a causa de sus arrebatados impulsos o su desobediencia la única que lo encubría o apoyaba sus locuras era la Myrddin.


Por un momento se sintió mal de no ser él el que cuidaba de ella, después de todo en edad el Hawthorne era el mayor de sus primos, sin contar a Demian y Annelisse aunque con ellos no había formado una relación estrecha como con Anna y Emma... Emma no se había olvidado de ella, pero temía de que ella no lo recordaba, después de todo ella era la más pequeña de los tres. La calidez de los labios de su prima sobre su frente lo hizo volver a la realidad; pestañeó un par de veces sorprendido al darse cuenta de que las lágrimas ha no caían por sus mejillas. Le sonrío, mostrando aquel ñar de colmillos perlados mientras+ tomaba su mano y la apretaba con cariño.


Annabeth...¿Siempre serás mi mejor amiga, verdad? ― Sabía la respuesta a aquella pregunta, pero le hacía falta escuchar la respuesta afirmativa de la boca de la castaña. Se limpió las mejillas húmedas con el dorso de la mano, al mismo tiempo que se ponía de pie para invitarla a ir hasta un lugar mucho más acogedor.― Te he extrañado, Anna banana ― reconoció al mismo tiempo que la tomaba de la mano y la arrastraba velozmente hasta el Castillo su próximo destino: la biblioteca, porque quería pasar tiempo a solas con ella, sin extrañas presentaciones.


Pero ¿sabes que he extrañado más? ― Inquirió mientras se detenía en medio de los jardines y sentía como las pesadas y frías gotas se lluvia mojaban sus cabellos haciendo que estos se le pegaran al costado de las sienes. ― ¡esto!― y, levantando uno de sus brazos hasta la cabeza de la chica, le revolvió los cabellos haciendo que estos se encresparan por completo bajo la lluvia. Soltó una carcajada, al mismo tiempo que le hacía la misma mueca graciosa de siempre, que consistía en cruzar los ojos y sacarle la lengua. Sí, Becan seguía siendo el mismo fastidioso de siempre.


Se echó a correr antes de que ella le lanzara un golpe como siempre, adentrándose en el salón principal dejando sus huellas marcadas por el barro. Alcanzó a escabullirse hasta la biblioteca, dejando además de sus pisadas la estruendosa carcajada que iba soltando mientras huía.

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