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►—Castillo Crowley—◄ (MM B: 96477)


Claudia Crowley
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La Black se había retirado rápidamente cuando el castillo se fue llenando de gente, no había terminado de aceptarse en un lugar tan concurrido, y se encaminó a recorrer el lugar por mérito propio. Su objetivo desde un principio había sido encontrar su habitación, sentía como si su cabeza estallaria y no dejaba de later. En más de una ocasión se sintió apunto de desvanecer, pero aferrandose de hasta las paredes y diciéndose estú.pida cada vez se mantuvo en pie. Cada paso era más pesado que el otro y llegar a su cama, o mejor dicho a la que le pareció que era su cama, le terminó costando horrores.

 

Ya recostada y sola no le costó cerrar los ojos, pero antes le pareció ver un aleteo sobre ella y una última idea se pasó por su mente, ¿acaso un dolor intenso de cabeza podía llevar a la muerte? Si, así era el caso, se lo merecía. No había sido tan buena esos últimos años. Además no imaginó a alguien que llegara a lamentarse por ella, ni sus familiares la reconocían.

 

El suelo era cálido y húmedo, extraño para esos días de invierno que azotaban Rumania, pero a la niña poco le importó que un líquido espeso se esparciera por piso de piedra del castillo. Ella sólo buscaba a "Baltazar", el pequeño conejo que su institutriz le había quitado por haber asustado a unos niños muggle, convenciendo a una serpiente de que los mordiera en su última visita al mercado. «Beatriz no entiende» se repetía la niña, «a ella no la persiguieron con una araña. Se lo merecían.»

 

Marissa vestía un pequeño vestido blanco, de esos que usaba para dormir, porque se suponía que eso debía hacer. Sin embargo, cuestionando la autoridad, se había levantado a altas horas de la noche. Andaba por los pasillos, sin notar los extraños ruidos que provenían de la habitación de Beatriz. Sabía que su querido animal de tela de un color blanco sucio, por tanto descuido propio que le da una niña de 6 años, se encontraba precisamente en las tumbas. Ese lugar que tenía tanta mala fama, con el que trataban de asustarla, y donde estaban todos sus ancestros.

 

No comprendía cómo ese lugar debía darle miedo, para la pequeña castaña era un lugar fascinante, era donde estaban sus abuelos y el lugar donde ella esperaba estar en su muerte. No entendía como sus sirvientes encontraban desagradable el lugar. Era oscuro y bastante silencioso, pero con una buena flama se notaba agradable. Los ojitos de la niña se encontraban de un marrón fuerte siempre que se hallará en ese lugar, un color que detallaba lo a gusto que se sentía.

 

Allí nadie la trataba mal o la regañaban, porque ningún sirviente del castillo se atrevía a bajar a menos que se lo ordenarán; aunque el caso de la institutriz en particular era especial, ella sólo bajaba para tratar de asustar a Marissa. Esa última vez le había dicho que había un fantasma por las noches y que el cuidaría de su juguete hasta ella aprendiera a ser más sutil con sus habilidades frente a otros niños.

 

Para Marissa no fue difícil llegar hasta allá, cubriendose de que no la vieran. Iba descalza, y con pasitos ágiles rápidamente llegó a las escaleras que descendían en forma de espiral. Tenía preparada una antorcha que le serviría para encontrar más rápido Balti en toda esa espesa oscuridad. En ningún momento se le cruzó por la mente la idea del fantasma, poco le creía Beatriz, y odiarla por quitarle su gato era poco.

 

Abriéndose paso por entré las lápidas, donde se leían los nombres de sus antepasados, muy poco pudo notar; aunque su vista la consideraba excelente, Marissa sabía bien que la oscuridad no ayudaba en lo más mínimo. No llegaba a ver casi nada a la perfección, y llegó a arrepentirse de haber sido tan atolondrada por haber bajado sin compañía de un adulto, que podría haber resuelto ese problema con un simple hechizo.

 

De cualquier forma, la niña no se iba a echar atrás. Sí algo la caracterizaba era ser testaruda, y no iba a pasar otra noche más sin su Baltazar. Aunque, claro que jamás imaginó terminar encontrándose con alguien ahí abajo. En plena búsqueda la niña no notó el cambio de aire, la pesadez del lugar, ni el olor dulzon y metálico de la sangre, pero si notó un peculiar aleteo que se dirigía a ella. Un aleteo pesado, de un ave pesada y demasiado grande para ser ave, que con sólo rozarla terminó tumbandola, golpeandose la cabeza y desvaneciendose casi al instante.

 

Abrir los ojos no le costó tanto como había pensado la Black, unos suaves rayos de sol le acariciaban el rostro. En un momento ella los abría considerado odiosos, pero extrañamente no era así, el buen humor la irradiaba y el dolor de cabeza se había ido tal cual había venido. Una sonrisa se expandía de oreja a oreja y sin motivo aparente al levantarse de la cual, al final, sí había sido su cama. La chica tenía los ojos del color del pasto o anticongelante, bien vividos, recorrían la habitación en busca de algo en particular, un armario.

 

La ropa que llevaba era tan sosa que tenía la necesidad de cambiarla cuanto antes, siguiendo su típico estilo se puso un vestido amarillo corto y con volados, junto con unos zapatitos en el mismo tono. Jamás se podría otra cosa que no fueran faldas o vestidos, a menos que le fuera necesario en a situación extrema; sin embargo sí podía desistir de los tacones una vez.

 

Casi no necesitó pensar donde se dirigía para saber qué iba la cocina, encontraba al castillo Crowley familiar, y determinó que así debía ser. Allí pertenecía. Estaba conforme con él, tanto que al escuchar que tocaban la puerta no tardó en ir a ver. Al abrir la puerta su sorpresa fue grande, pero no evitar lanzarse sobre el muchacho, estrechandolo en sus brazos.

 

-Franko, no puedo creer que seas tu. - comentó al soltarlo.Hacía no mucho se había encontrado con el Lovegood, en el trabajo de él, pero no imaginó que cumpliría tan pronto la promesa de ir a visitarla - Ven. Pasa. Pasa. - le decía mientras lo tomaba de la mano y lo arrastraba dentro, hasta una pequeña salita con poco mobiliario más qué un par de sofás muy cómodos y una pequeña mesita en medio de éstos.

 

OFF

Sólo quiero agregar que Marissa se drogó ... o fui yo al escribir el rol. Bueno, una de dos (?

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Afortunadamente la espera no se hizo muy larga, apenas unos segundos después de haber tocado la puerta ésta se abrió y quien estaba para recibirlo era aquella rubia de la que tanto se había enamorado la primera vez que la vio. Al parecer la visita del Lovegood era de mucho agrado, ya que la joven bruja se había lanzado a sus brazos, y él le correspondió con un gran abrazo.

 

-Tal y como lo prometí, vine a visitarte… ¿Cómo has estado Marissa?- dijo el rubio mientras le tomaba de la mano y era invitado a pasar hasta una pequeña sala.

 

Una vez allí el Ravenclaw se sentó sobre uno de los sofás, que por cierto era muy cómodo, y se quedó observándola a la Black. Hacía mucho tiempo que no la veía, y estar ahora junto a ella a solas era un sueño hecho realidad. Él seguía amando a Roxanne, pero no podía negar que aquella bruja que tenía en frente siempre tuvo su lugar en su corazón, y nunca nadie se lo arrebataría.

 

-Creo que tenemos mucho de qué hablar, ¿no crees?- preguntó el Myrddin ansioso por hablar con ella de lo que había sido de sus vidas durante todo este tiempo.

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La Black había hecho entrar al Lovegood, y una vez que lo tuvo a su lado, sentados en el mismo sofá, pudo prestarle atención detenidamente. Lo que más capto su curiosidad fue el hecho que ambos estaban rubios, cuando originalmente no lo eran. Nunca había imaginando esa situación, y la verdad era que resultaba algo bizarra. Continuó chasqueando los dedos, y en cuestión de instantes un elfo se alzó en medio de la habitación, totalmente predispuesto a cualquier capricho que tuviera su ama, y en esté caso también su compañero.

 

- Traeme té de lima y bergamota, y de ser posible con una hoja de menta, Jude. - le dijo al elfo, con una voz bastante neutral, y luego se dirigió al rubio - Pídele lo que desees, querido, no tardará en traerlo - Cuando el chico término de hablar, Jude desapareció, dando lugar a humo disperso en el lugar.

 

Para entonces la rubia se encontraba bastante emocionada. Era la primera vez que se encontraba con Franko a solas, y no sólo eso, también se suponía que sería la primera vez que ambos tendrían una charla amena. Sintió un extraño deseo de paralizar el momento, y alejarse de la situación para observarla de otra perspectiva, en parte para seguir siendo la fría y calculadora chica que había sido al principio. Aunque Marissa consideraba que estaba cerca de Franko, ella sabía perfectamente que había acomodado a una distancia prudencial, más cerca del respaldo del sillón que del mismo chico. Sin embargo, todavía sostenía sus manos, las soltó de inmediato, y cruzándose de piernas y acomodandose los volados del vestido, escuchó atenta las palabras de él.

 

- Si, la verdad es que si. Tenemos de que hablar - comentó la rubia rodando sus verdes ojos, pero la verdad era que no tenía muchas ganas de hacerlo. Se mordió el labio inferior y continuó -, pero ¿qué tal sí nos saltamos algunas cosas? Me gustaría mostrarte algo.

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En los jardines del castillo, una gruesa y alta figura se lograba divisar, acostado entre la oscuridad que era interrumpida en algunos lugares por la casi imperceptible luz de la luna. Las nubes creaban mas oscuridad de lo normal aquellas noches. El Greyback se dedicaba a pensar, como la mayoría de su tiempo libre. Habían tantas cosas en su cabeza, desde su empleo en la academia y dentro de la marca. Su cabeza estaba mas ocupada de los asuntos laborales que los personales, a tal grado que se estaba quedando solo. No entablaba conversación con un amigo fuera del trabajo desde hace ya un buen tiempo y una buena noche con buena compañía, le haría bien al licantropo.

 

- Solo espero que llegue alguien - siseó sonriente mientras sacudía su traje al levantarse de la grama, se encaminó a la puerta del castillo e ingresó hasta la amplia sala, donde los cuadros abundaban y un gran comedor de 18 puestos se hacía presente. Se dirigió rápidamente hacia el estante de licores y tomó la botella de vodka mas grande que había en el lugar, la descorchó y de un gran sorbo, bebió gran cantidad del caliente licor.

 

El fogaje bajaba por su garganta mientras su cuerpo se encaminaba a la cabecera del comedor, donde acostumbraba comer, justo en la silla que daba hacia la entrada. Cruzó sus piernas de manera elegante mientras encendía un cigarrillo, como si esperara a algún invitado especial, solo sería cuestión de segundos al parecer, pues el licantropo parecía estar listo para recibir a quien sea que llegase.

 

- ¿Parece que no te gusta usar las puertas no? - Dijo el ojinegro sonriente para luego dejar salir una larga nube de humo blanco de su garganta. Sirvió otra copa de vodka esperando que su acompañante lo bebiera con agrado, esa noche prometía ser interesante, o al menos eso esperaba el croft. Se acomodó la corbata como ultimo detalle y solo esperó que la sombra tomase asiento junto a él, para así iniciar una muy posible y amena conversación.

 

- " bien sabes que no soy de los que sigue las reglas, menos las que son dictadas por un perro como tu " - Dijo el Vampiro sonriente mientras tomaba de la mesa el trago de vodka - "debo admitir que al menos tienes buen gusto para las bebidas Greyback "- agregó de manera breve, pues no eran los mejores amigos y adularlo no entraba entre la normalidad del asunto. No esperaba que la noche fuese tranquila, por el contrario si todo se llevaba a cabo como normalmente, el castillo sufriría graves daños.

 

- Claro, tengo gusto para el licor, como lo tengo para las mujeres Selim - agregó con una sonrisa hipócrita, haciendo énfasis en la situación que molestó tanto alguna vez al vampiro. No tenía intenciones de pelear, pero si le gustaba fastidiar al hombre, sobretodo con el tema de su ahijada, el cual le hacía perder la cordura muy rápidamente. Tal y como lo espraba, el hombre reaccionó de manera inmediata.

 

- "será mejor que cuides tus palabras sucio perro" - amenazó el vampiro apretando la copa en su mano.

 

- Sabía que comenzarías con las amenazas, cuidado, no sea que te cortes y tenga que venir tu ahijada a cuidarte - dijo en un tono amenazante y sonriente, esperando a que selim respondiera, solo que si llegaban a los golpes, tenía todo planeado para arrancarle de una vez por todas, la vida al vampiro.

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Fumar era algo que a León normalmente le disgustaba, tenía entendido que era un mal hábito, pero aún así había momentos en que era lo único que lo reconfortaba. Largar figuras de humo por la boca le resultaba entretenido y podía pasar horas así. Sin embargo, parecía que su objetivo principal esa vez había sido llenar gran parte del castillo de humo «¿Como quitarán el olor los elfos?» . Y además, atraer a alguien que lo ayudara a expirar penas como, por ejemplo, el hecho de seguir siendo humano o la desgracia de carecer de sentido común.

 

Claudia no tardó en aparecer, su cara de desagrado era muy notoria y el rubio llegó a considerar la posibilidad de que ella realmente se enoje con él. «Podría ser divertido» Una sonrisa picara se cruzó en sus labios mientas ella le quitaba el último de sus cigarros apenas consumido y lo deshacía con sólo apretarlo. La idea de que se enojara de verdad era muy tentadora para el Ravenclaw, para con él Claudiana siempre había sido muy dulce e imaginarla feroz como toda una vampiresa era toda una función.

 

-- Lamento decirte, querida mía, que no puedo hacer tal promesa. Sin embargo, haré un esfuerzo para que no tengas que presenciar tal desagrado.

 

La verdad era que fumar frente de Claudia no le iba a generar un gran problema según el Crowley. El sabía perfectamente que ella no podía enojarse tanto, que en realidad no era tan mala como había aparentado el día anterior con sus familiares, en esa clase de reunión donde el rubio había bebido whisky. «Whisky, así que eso fue el causante de mi falta de memoria... Ojalá me haya portado de una manera decente»

 

-- ¿Desayunar contigo? Me encantaría tener ese honor, tía -- le contestó León, mientras le tendía un brazo -- Pero deberas guiarme, porque me temo que me encuentro irremediablemente perdido.

 

-- Abra pie, ¿verdad? Porque me niego si esos malditos elfos no me preparan pie. -- terminó el Crowley, medio en broma.

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-¿Podrías traerme un vaso con agua?- le pidió amablemente al elfo.

 

Desde que había entrado a trabajar en el departamento de criaturas había aprendido a respetar más a aquellas criaturas, incluso su elfo Lando era uno de sus más fieles amigos con quien podía contar siempre. Rápidamente Jude le entregó el vaso con agua y el Lovegood le agradeció, dándole luego un sorbo.

 

El Ravenclaw no se había dado cuenta que todavía sostenía la mano de Marissa, hasta que ella la retiró mientras se acomodaba el vestido, que por cierto le quedaba muy bien. Si fuera por él se quedaría mirando aquellos ojos tan hermosos por el resto del día, aquellos ojos que tanto lo habían cautivado desde el primer día. El rubio no había despegado su mirada de la de ella hasta que la Crowley comenzó a hablar, y por lo que escuchó ella tenía otros planes.

 

-¿Qué es lo que me quieres mostrar?- preguntó muy intrigado el rubio.

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Como había supuesto la Crowley, su última pregunta había picado en la curiosidad de Franko; y aunque sabía desde un principio que tarde o temprano terminaria mostrándoselo, no pudo evitar emocionarse un poco, haciéndolo notorio con una apurada forma de girarse de modo que quedó de espaldas al Lovegood.

 

- Te advierto, Franko, que serás el primero que lo verá - comentó Marissa con una sonrisa en los labios - Desde que lo hice jamás se lo deje ver nadie

 

La verdad era que la rubia no había tenido la necesidad de dejarlo a luz, era algo tan personal que ella sola comprendía su significado. Aún no tenía claro cómo había llegado a animarse, ni a mostrárselo a Franko, ni a dejar que dejaran en su piel esa marca por siempre. Pero había algo que le atraía de todo eso, no estaba segura de que tanto pero era lo suficiente como para cometer esa clase de locuras.

 

Se acomodó todo el cabello en un costado, peinándolo y dejando su hombros descubiertos, y giró el cuello para observar la expresión del rubio. - Necesito que me ayudes con esto - le pidió refiriéndose al cierre lateral que poseía el vestido amarillo, y lanzando una pequeña risita al final. - Me costaría trabajo sacarlo sola.

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Ante la pregunta del Lovegood la Black se giró rápidamente, quedando de espaldas. Le sorprendieron las palabras de ella, él sería la primera persona en ver aquello que estaba a punto de mostrarle. El Ravenclaw observó cómo se acomodaba su rubio y extenso cabello hacia un costado, dejando al descubierto sus hombros.

 

Si las palabras anteriores le habían sorprendido al rubio, las de ahora lo dejaron recontra sorprendido, incluso llegó a ruborizarse un poco ante la petición de la Crowley. Tardó un poco en reaccionar y para cuando lo hizo, posó sus manos sobre sus hombros, sobre su piel tan suave que podría volver loco a cualquier hombre. El Myrddin, sin decir una sola palabra, llegó hasta el cierre y comenzó a bajarlo lentamente. Nunca hubiera pensado estar en una situación así con Marissa. Siguió bajando el cierre hasta dejar ver un tatuaje, el cual se quedó contemplándolo durante un buen rato.

 

-¡Guau!- fue lo unico que pudo decir luego de haber quedado sorprendido con lo que acababa de ver.

Editado por Franko Lovegood

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Marissa pudo observar como las mejillas de Franko quedaban con una tonalidad rojiza bastante fuerte frente a su petición, y eso la hizo definitivamente soltar un sonrisa de satisfacción. Volvió a girar su cabeza, sin poder ver al Lovegood, y cerró los ojos esperando a que él al final cumpliera la tarea que le había pedido.

 

Después de un rato, por fin sintió una presión sobre los hombros, causada por unas manos significativamente grandes, y casi olvidó que debía sujetar la parte delantera. La rubia llegó a estremeserce mientras se bajaba el cierre, liberando completamente su piel del vestido, que llegó a caer en sus costados.

 

Cuando su espalda estuvo completamente desnuda, dejando lucir su piel blanquecina y con una gran figura que iba desde la mitad de sus costillas hasta su costado izquierdo, la Black se dispuso a esperar un comentario de parte del rubio. Ya que él era el primero que veía la pluma flotando sobre su cuerpo, esperaba una buena crítica; sin embargo, la corta respuesta del chico no la dejó para nada conforme.

 

- ¿Sólo me dirás eso? - comenzó con algo de desdén la chica, y se giró bruscamente para verlo de frente - ¿No tienes otra opinión? Algo más extenso quizás - Marissa entrecerró los ojos, justo en el momento en que cambian de color para volverse de un celeste brilloso. - Que decepción - terminó sin más que levantado una de sus manos para acariciar la mejilla de Franko - esperaba más de ti, pero me parece que estas demasiado nervioso

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El tiempo parecía alargarse con aquel acompañante, no por el buen momento, sino por la falta de conversación, la idea de estar acompañado de Selim no cumplía su objetivo, pues aun para aquel momento la Haughton no había hecho acto de presencia. Negó lentamente al notar que no pasaría mucho tiempo antes de que el ambiente se tornara aun mas tenso, por lo que prefirió cambiar el lugar, para evitar una posible pelea dentro del castillo, pues los daños serían muy notables.

 

- Creo que debemos ir afuera, a esperar a que llegue - dijo el licantropo sereno mientras se levantaba de la mesa y se dirigía a un gran ventanal que daba a los jardines del castillo. No estaba seguro si Selim lo seguiría, pero el siguió el rumbo, tan afuera que al notarlo, estaba a mas de 10 metros de distancia del ventanal, al voltear a ver a Selim, solo vio las cortinas salir de la casa a causa de la fuerte brisa. Se preguntaba si acaso el vampiro había decidido irse, pero pronto supo la respuesta a esa duda.

 

- "creo que intentas huir de algo Greyback, ¿O de alguien?" - dijo burlón para luego beber un largo sorbo de vodka, en su caminar se notaba que el licor comenzaba a cumplir con su función, ahora solo sería cuestión de algunas palabras para comenzar una batalla en la cual ambos saldrían dañados. Prefería evitar, por lo que en un movimiento de su varita, tuvo el envase de cristal en sus manos y bebió todo el liquido de golpe, grave error.

 

- Creo que debes controlarte Selim - dijo un poco serio, pues sentía el liquido caliente recorrer su garganta, al ser una gran cantidad, pudo sentir a su vez como subía con la misma velocidad a su cabeza, el mareo se apoderó de sus sentidos y cerró los ojos por unos segundos. Al sentirse con mas control sobre su cuerpo levantó la mirada y la fijó en el vampiro.

 

- "Jajaja, quien iba a pensar que eras tan débil ante el licor Greyback" - se burlaba el hombre del ojinegro, quien empuñaba sus manos tratando de no ceder ante la burla, se sacudió y se puso en una posición erguida. No era nada que no pudiera controlar, de eso estaba seguro. Se encaminó hasta unos metros mas lejos, viendo entoces en su plenitud a la luna, la cual brindaba un brillo pleno en aquel prado limpio, sin ningún arbusto o árbol que obstaculizara su tenue luz.

 

- Mejor vete de aquí Selim, no creo que sea prudente que estemos juntos, estando ebrios. - Dijo en tono serio el pelinegro, quien movía en ese momento un mechón que interponía la vista de su ojo derecho. Se fijó con una mirada penetrante en la figura del vampiro, dandole a entender que en serio debía irse, que el momento de conocerse sería otro, porque esa noche el licantropo no estaría disponible para esa charla.

 

- "Bah, será mejor irme, no quiero otra discusión con Mónica por tu est****a falta de control" - respondió y no dejó que Andrés respondiera, desapareciendo del lugar en un segundo. El enojo del Greyback se quedó sin ser expulsado, pues ahora se encontraba solo, caminó hasta una roca grande que estaba situada a unos metros de distancia y se sentó sobre lo mas alto de la roca, disfrutando del paisaje que desde ahí se contemplaba. Como si algo mas pudiera pasar, ahí estaba esperandolo.

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