•Juan Valdez Café ®• (MM B: 100831)

[Akiza Ravenclaw H.]

Sentí el contacto de su mano en contra de la mía, la sentí tan cálida, que a diferencia de mi mano, era tan fría cómo el hielo, ¿realmente quería calentar esos sentimientos que yo misma les hice bloquearhace mucho tiempo?, realmente se estaba lanzando por apostar, de conocerme, de dar el siguiente paso...no podía negarlo, tenía mucho miedo, era mucho en esos momentos, no podía creer que podía pasar algo así en tan corto tiempo.

 

Suspiré una vez más, de pronto apareció el elfo, para retirar ya los restos de comida que había en la mesa, parecía que cortó el momento "romántico" que se sentía en esos momentos, sonreí levemente hacia el pequeño elfo que sabía que no lo hizo a propósito, nos preguntó que era lo que queríamos adicional a lo que ya estaba en la orden.-Yo...otro pastel de chocolate.- comenté con una sonrisa, mirando a mi compañero.-¿Y tu?.- pregunté feliz.

 

Esperé la respuesta de él, mientras analizaba todo lo que Noah estaba diciendo, me di cuenta que no retiré mi mano, además aquella mano se calentó por la calidez del chico, cosa que me sacó una sonrisa, suspiré una vez más.- Esta bien...te daré la oportunidad de conocerme, de ver si soy la correcta para ti...de que realmente te quieres jugar por mi, no lo impediré, pero eso si...insistiré que si quieres salir corriendo de mi lado, no te impediré, quiero conocerte Noah...quiero ver si tu también eres el indicado para mi, quiero sentir lo mismo que tu estas sintiendo con respecto a mi...dame esa seguridad de que todo va a estar bien...-ese fue mi pequeño discurso sincero, yo quería confiar en alguien una vez mas...

 

@@Noah Lockhart

[Noah Lockhart]

Sentí como su mano se calentaba al estar en contacto con la mía, me sentí un poco más relajo y feliz al verla y poder estar compartiendo ese momento tan especial con ella, la mire a los ojos sonriendo mientras tomaba su mano en señal de que todo lo dicho era verdad, yo estaba dispuesto a correr peligro con tal de estar a su lado, estaba seguro que ella es la indicada dado que cada vez que la veía y la escuchaba suspirar podía sentir como se aceleraba mi corazón.

 

Me sonroje al oírla suspirar-que linda es, enserio que no había sentido esto por alguien más, es demasiado perfecta- mi cabeza se comenzó a llenar de pensamientos al respecto a la chica que se encontraba frente a mí, de pronto un pequeño elfo se nos acercó para retirar los platos sucios y preguntarnos si se nos ofrecía algo más, la joven que me acompañaba pidió otro pastel de chocolate, al parecer en eso no parecemos mucho pues a los dos nos encanta el chocolate, sonreí ante su pregunta tan amable,- mm yo quiero un helado de fresa, muchas gracias pequeño- sonreí y volví a mirarla.

 

La joven me miro detenidamente por un tiempo, me sonroje pues no era normal que una chica me mirara de esa forma, sonreí y mire nuestras manos que aún seguían juntas, la vi sonreír cosa que me hizo muy feliz pues aunque ella también se había dado cuenta de nuestras manos, no la había retiro, tal parecía que ninguno de los dos tenía intenciones de hacerlo, a chica volvió a hablar, nuevamente le preste completa atención, al terminar de escucharla sonreí muy feliz pues esta vez la chica había respondido que si me daría la oportunidad, la mire –bueno entonces saldremos juntos a más lugares para conocernos, y claro si llegara a querer salir corriendo lo hare igual tu si quieres hacerlo no te detendré- comente.

 

@@Akiza Ravenclaw H.

[Akiza Ravenclaw H.]

Sin ninguna palabra más, decidí levantarme sin previo aviso, lo miré, recibí una gran decepción de la persona que estaba sentado al frente mío, que no pensaba que lo iba hacer, pensé que ese sentimiento que estaba creciendo entre los dos durante ese tiempo...algo así como un mes y medio, se vaya a la borda, por tanta indecisión.

 

-Noah, ha sido un gusto conocerte, espero que te vaya bien...me decepcionaste en muchas maneras, pensé que eras diferente, sin embargo creo que no te conocí lo suficiente...se feliz con tu otra chica, espero que sean felices a costa de otras personas.- comenté muy triste, a la final, sabía que el sentimiento que sentía ya se esfumó en el aire así de rápido como llego...suspiré, miré a Arnold bajando del brazo del chico rápidamente y regresando al mío. Sonreí "hay que bañarlo" pensé con ironía.

 

-Adios Noah..- sin más salí rápidamente del establecimiento, quizás regrese para encontrarme con mi madre, y poder charla muy amenamente, olvidando tantas cosas que pasaron, ese era un adios definitivo, así era yo...cualquier cosa que me haga sentir mal, era un adiós para siempre, ya no quería saber nada más, así que afuera, desaparecí sin dejar rastro, olvidando su rostro, su mirada, su personalidad, todo, para volver a mis sombras, ser feliz con las personas que realmente me quieren y me valoran tal cual como soy, y sobre todo para seguir teniendo una vida normal, pese que no lo sea...

 

@@Noah Lockhart

[Anne Gaunt M.]

Se reabre el negocio a petición de la propietaria.

[Cillian Haughton]

Arrugó la nariz, detestaba el olor a café.

 

Cillian no entendía como es que lugares como aquel podían existir en el mundo y mucho menos entendía como es que la mayoría de personas en el mundo consideraban al café como una especie de gasolina para que sus cuerpos funcionansen día con día pero bueno, seguro que existía en aquel lugar alguna opción que se adecuara a sus preferencias. Empujó la puerta y una vez dentro, sin pensarlo dos veces, se dirigió hacia uno de los sofás cercanos a la chimenea; el clima resultaba estar extrañamente frío para la temporada.

 

A simple vista la cafetería parecía completamente vacía, pero había aprendido con el tiempo que las cosas en aquel lugar nunca eran lo que parecían ser. Se acomodó en el sofá y se alborotó un poco el cabello. ¿Lograría encontrarse con Tauro? Suspiró, hacía bastante tiempo que no tenia una conversación con esa insoportable mujer. Insoportable, claro... Pero aún así Cillian le tenía bastante cariño. ¿Cómo no tenerselo si al fin y al cabo estaba relacionada a Juliene?

 

— Entonces, ¿cómo puede uno ordenar algo de beber aquí? —comenzó a hablar a la nada, esperando obtener una respuesta rápida—. ¡Algo que no sea café, por favor! Y que tenga algo de alcohol de ser posible.

[Tauro M.]

Juan Valdéz no era un negocio de esos que pretendía ser prospero o concurrido de gente, de hecho escasas 3 personas se pasaban a diario por ahí, que al igual que ella le guardaban un cariño singular a la comida y al café traído de Colombia. Para Tauro, quién aunque no lo reconociera públicamente, sentía apego por las cosas, en especial a aquellas que le traían gratos recuerdos de alguien o de algún lugar especial. Además siempre había algo que hacer y eso le ayudaba a manejar su ansiedad, que con el paso de los años había empeorado.

 

El alborotó le llegó hasta la bodega, quién quiera que hubiese entrado aun cuando el cartel de la puerta decía «cerrado» tenía que ser bien insoportable y con tantas cosas por hacer, Tauro no iba a tener la paciencia requerida para pedirle de buena manera que se marchara. Dejó los sacos de granos de café para más tarde y aun con el cabello sucio por las telarañas que inútilmente trató de limpiar pero se le volvieron a pegar, salió molesta para echar al imprudente. Tal cual fue su sorpresa cuando se topó con el esposo de su hija. Si bien no había comido nada en todo el día, sintió un leve malestar en el estómago.

 

— Si no quieres café entonces debiste seguir caminando —respondió fríamente.

 

Tauro había intentado por todos los medios odiar a Cillian, pero aunque no era su persona favorita en el mundo, sobre todo después de haber embaucado a Julienne para que se casara con él, al menos era de los pocos con los que no sentía que estaba interpretando un papel. Ninguno de los dos hacía el más mínimo esfuerzo por agradar al otro. Siguió caminando hasta quedar frente a frente con él y aunque al principio había estado decidida a correrlo de allí, su opinión cambió, más que todo por la curiosidad de saber qué lo había traído de vuelta y sobre todo, donde tenía metida a su hija.

 

— Aquí no vendemos licor, sin embargo, creo que tengo una botella por la mitad que algún cliente dejó por allí atrás —no tenía muy claro el contenido, pero tampoco era que le preocupara. Su amabilidad, sí es que se le podía llamar así, no tenía otro fin que conseguir información.

 

— Apestas, por cierto. ¿Hace cuanto que no te das una buena ducha? —dijo tras darse la vuelta para caminar de regreso a la bodega. Al cabo de unos minutos regresó con un vaso limpio y una botella empolvada. Puso ambas cosas sobre la mesa y se sentó a su lado, guardando una distancia prudente entre ellos.

[Cillian Haughton]

Llenó el vaso casi hasta el borde y acto seguido bebió su contenido de un solo trago.

 

— ¿Quién necesita darse una ducha cuando ha perdido casi todo lo que le importaba en la vida, eh? —Aunque la realidad era que hasta el momento en que Tauro lo mencionó, Cillian no se había percatado del mal olor que tenía.

 

Durante la temporada que había estado viviendo en el lago de la reserva se había olvidado de casi todas las actividades cotidianas que una persona normal debía realizar día con día para mantenerse presentable. Lo bueno era que por lo menos ya había dejado atrás la etapa en que se negaba a vestirse. Rellenó el vaso hasta el borde una vez más, así que como era de esperarse, se había terminado el contenido de la botella en menos tiempo de lo que hubiese gustado.

 

— ¿Me extrañabas, querida? ¿Extrañas a la es****da de tu hija? —Eso había dolido.

 

A Cillian no le gustaba que nadie insultara a Juliene y desde que había desaparecido hasta los insultos que provenían de él le parecían bastante dolorosos. No sabía a dónde había huído, no sabía si regresaría algún día pero intentaba que aquello no le importara pero sólo pocas veces lo lograba y siempre terminaba volviendo a caer. Esta vez no vació el vaso de un sólo trago, necesitaba que durara aunque fuera un poco así que sorbió un poco y volvió a dejarlo sobre la mesa.

 

— ¿O es que tu sabes dónde es que se ha metido? —Demasiadas preguntas. Tanto en que ponerse al día—. Y por cierto, ¿cómo está esa maldita demonio que tienes por esposa, eh?

 

Comenzó a ponerse nervioso, algo que raramente le pasaba.

 

— La extraño, ¿sabes? —Confesó—. Extraño a tu maldita hija.

 

Y sin importarle que después de aquello ya no hubiera más alcohol, bebió el resto de un sólo trago una vez más, lo necesitaba.

[Tauro M.]

Por un momento Tauro sintió pena por Cillian, incluso tuvo el impulso de colocarle la mano en la espalda como muestra de apoyo, pero se contuvo. ¿Es que acaso él no era consciente de lo que estaba haciendo cuando decidió casarse con Juliene? Ella intentó advertirle advertirle a ambos para que detuvieran aquella locura, donde uno de los dos iba a salir herido, destruido, y aunque durante todo este tiempo pensó que sería su hija, había sido Cillian el infortunado, el desgraciado. ¿Y si merecía todo lo que le estaba pasando?

 

— Estoy segura que en más de una ocasión la escuché decir eso de ti también —dijo con un tono más suave que el usado al inicio — De hecho, ahora que lo mencionas, la última vez que la vi fue en la boda o días antes. Sé que la noticia no le cayó muy bien, quizás porque también quería salvarme de cometer su mismo error —soltó sin pensarlo —. De mi esposa no sé nada tampoco, supongo que el matrimonio no hizo sino enfriar las cosas entre nosotras, pero quién sabe, al final quizás terminemos encontrándonos de nuevo. Pero a diferencia de ti yo si sé donde está, o que por lo menos se encuentra bien.

 

Cualquiera pensaría que Tauro sólo buscaba hacer sentir más miserable a Cillian, si eso era posible, pero al ver lo mucho que sufría no encontró otro modo más que el ser cruel para ayudarlo a superar a Juliene. Aun tratándose de su hija conocía sus alcances y aunque la amaba no podía evitar sentir un poco de pena por él, por lo que pese al mal olor acercó su silla unos tres centímetros más.

 

— ¿Sabes que estás hecho un desastre, no? —más que una pregunta, era una afirmación. —¿Hace cuanto no duermes en una cama? ¿Hace cuanto no te alimentas? —lo cuestionó mientras detallaba su aspecto. Había perdido varios kilos, los huesos de su cara se notaban mucho más, eso, sumado al semblante y los ojos hundidos por las tantas noches sin dormir, le daban un aspecto de muerto viviente. No sabía si lo que estaba a punto de hacer era lo correcto, o si lo lamentaría, pero antes de darle más vueltas continuó.

 

— Tengo un poco de torta, pie, panes y algo de jugo. Espérame aquí. No quiero que te desmayes y luego tener que cargar contigo hasta San Mungo —. Añadió esto último para restarle importancia, para que no pensara que de verdad estaba demasiado preocupada por su bienestar. Se levantó, pasando por su lado pues la vitrina estaba justo detrás —. Vas a tener que encontrar la forma de olvidarte de ella. No va a volver. Y si lo hace, será peor —susurró.

 

Aquello iba a tomar un poco más de tiempo, a falta de empleados a los que luego iba a recontratar, Tauro tenía que ejercer la labor de anfitriona. Pensó en incluso darle uno de los uniformes que usaban los trabajadores durante su turno, si bien no era ropa nueva estaba en mejores condiciones que los harapos que traía; incluso había una ducha para uso exclusivo de ellos, así al menos se quitaba toda esa suciedad y no impregnaba el local ni arruinaba la comida con su mal olor.

 

— Toma —dijo lanzando la ropa hacia Cillian —, seguro te queda.

 

— En la bodega hay una ducha que puedes usar, si vas a estar aquí vas a tener que bañarte —le ordenó.

[Cillian Haughton]

Suspiró.

 

Apenas y había logrado atrapar la ropa que Tauro le había proporcionado de una forma que no lo dejara en total rídiculo. Sí, intentaba mostrarse fuerte pero la realidad era una completamente distinta y eso era algo de lo que se hubiera dado cuenta mucho antes si por lo menos se hubiese dignado a verse en un espejo.

 

Le tomó un par de minutos encontrar la regadera, estaba completamente atrapado en sus pensamientos. No entendía que estaba pasando en aquel momento, no entendía por qué a pesar de todo aquella mujer estaba siendo amable con él. Maldita sea. Una vez que encontró la ducha se desvistió lentamente, las lágrimas ya comenzaban a recorrer sus mejillas pero en aquel momento no le importaba mostrarse débil.

 

Abrió el grifo sin siquiera molestarse por descubrir como utilizar el agua caliente.

 

— Demonios, Juliene... ¿Por qué tenías que irte?

 

Era un desastre, un completo desastre y llevaba meses siendolo. Tanto que nisiquiera le había importado el realizarse pequeñas modificaciones para poder sobrevivir dentro del agua. Así que sí, su cuerpo entero agradecio el estar una vez más al contacto con ella. No estuvo de regreso con Tauro hasta más o menos una media hora después de que le hubiese ordenado que bañara.

 

Y aún seguía llorando.

 

— ¿Por que el amor tiene que doler? —Inquirió al tiempo que se acercaba a la comida que Tauro había reunido para él—. ¿Por qué las personas tienen que irse cuando más las necesitas, eh? Juliene no tenía porque haberse ido, no tenía porque haberme dejado.

 

Pero la realidad era que ella no estaba atada a él, ella podía hacer lo que le viniera en gana. Y bueno, la vida siempre se arreglaba de que las cosas siempre fueran a peor o quizá no fuera la vida si no él mismo ya que en ese momento Cillian no sabía que estaba en camino de repetir su error.

 

— Deberíamos ser amigos. Si soy sincero no sé cuál es la maldita razón de que nos odiemos.

[Tauro M.]

Cillian ya estaba rozando lo patético, sus sollozos habían llegado hasta ella y antes de que se diera cuenta Tauro se apresuró a esperarlo sentada en una nueva mesa, donde ya se encontraban todos los aperitivos que le había ofrecido anteriormente más una jarra entera de jugo de naranja puro sin azúcar, ya estaba bueno de licor.

 

— Hueles mejor —comentó, llenando el vaso con el líquido de su jugo favorito, sirviéndose en un plato apenas una medialuna.

 

Dejó que el joven hablara, ni siquiera tras la prolongada pausa que hizo para sollozar de nuevo Tauro dijo nada. Ella no iba a sentir compasión de él, no era su estilo complacer a los que sentían lástima por sí mismos, sea cual sea la situación. Esperó a que se calmara y abrió la boca para decir algo, fue allí cuando atrevidamente insinuó que debían ser amigos.

 

A decir verdad a estas alturas ni ella misma sabía cómo había empezado su odio, sus personalidades simplemente no congeniaron al momento de conocerse. Cillian reunía todas esas características que no le gustaba en una persona: indecisión, apego, auto-compasión, atrevido, irrespetuoso a veces, entre otras, sin embargo, entre todas esas cosas había algo que hacía que no lo descartara del todo y era su autenticidad, porque en cualquier circunstancia que se cruzaran, él siempre era el mismo con ella.

 

— La verdad no sé si podamos ser amigos, no me gustan esas palabras que utilizan los humanos para poner etiquetas a las cosas. Pero al menos puedo empezar por decir que realmente no te odio —. Eso debía ser suficiente.

 

— No sé si es el amor lo que realmente duele y si lo hace, ¿es realmente amor? ¿No se supone que el objetivo es ser feliz? Pero si no nos atrevemos a amar nos sentimos incompletos. ¿Sabes qué pienso yo? Que el amor es una ilusión, es como tirarse sin paracaídas al vacío y saber que una vez toques el suelo te va a doler. Desde el inicio somos capaces de reconocer los defectos en las personas, pero los ignoramos cuando nos enamoramos, incluso hasta nos parecen atractivos al principio. Luego la burbuja explota y lo que siempre estuvo allí enterrado sale a la luz —. Por eso, en cierta manera, Tauro amaba con la cabeza. Tenía un corazón blando, amaba con intensidad, pero siempre consciente de que todo podía acabar muy pronto y no por eso disfrutaba menos, no por eso sufría menos, pero en cuanto a sentimientos solía ser muy práctica y no le dedicaba más del tiempo necesario antes de continuar.

 

— Esto que estás sintiendo no te lo hizo Juliene, te lo hiciste tú. Le has dedicado demasiado tiempo a tu dolor, a sentir pena contigo mismo. pero ¿hasta cuando? Si me dices que éste siempre has sido así voy a empezar a decepcionarme y recordar por qué te odiaba.