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•Juan Valdez Café ®• (MM B: 100831)


Tauro M.
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— Una ilusión —repitió.

 

Saboreó cada una de de las palabras de Tauro. No sabía porqué pero estaba completamente seguro de que aquella pequeña reunión le dejaría mucho que pensar y sin duda alguna atraería un par de cambios a su vida. Tomó asiento justo a lado de la bruja y acto seguido se sirvió también un vaso de jugo, no lograba recordar cuando fue la última vez que había comido algo que no fueran algas.

 

— Juliene era completamente imperfecta, lo supe desde el primer momento en que la vi —bebió un poco de jugo mientras pensaba sus siguientes palabras—. La odiaba, la odiaba más que a cualquier otra cosa en el mundo pero la vida es tan ***idamente extraña que las cosas terminaron siendo algo completamente diferentes a pesar todo.

 

Si bien lo que sentía por Juliene nunca había involucrado nada fisico, era un hecho que paso de ser lo que más odiaba a ser lo más importante en la vida del Ryddleturn. Hizo una pausa, necesitaba seguir comiendo y esa pausa le dio la oportunidad a Tauro para retomar la palabra. Cillian negó al escuchar su última palabra.

 

— No lo sé... —Para ese punto habia dejado de llorar pero continuaba sintiendose nervioso—. En realidad siempre he pensando que soy bastante fuerte, ¿sabes? Pero creo que no ha sido más que una mascára. Todo este tiempo sólo he estado ocultando lo que en realidad soy.

 

No le importaba si Tauro lo odiaba por ser débil.

 

— Soy un desastre, Tauro. Siempre lo he sido y siempre lo seré. Siempre cometiendo errores que solo me llevan a ser más y más débil.

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Tauro lo contempló callada. Cillian estaba desnudando su ser frente a ella, dejando ver todas sus debilidades sin ninguna barrera. ¿Estaba decepcionada? Tal vez, por no haber podido ver a través de la antipatía con la que a veces actuaba Cillian, por no haberse tomado el trabajo de conocerlo, aunque en ese momento su interés en él era mínimo, ahora era diferente. Si algo sabía apreciar en alguien era la transparencia, cuando se presentaban tal cómo eran.

— Lo eres, eres un completo desastre, pero de ti depende si lo quieres seguir siendo por el resto de tu vida o empezar a hacer algo que realmente valga la pena con ella. Si optas por lo segundo, yo te ayudaré —. La mujer extendió su mano esperando que el joven, de buena gana aceptara.

 

¿Por qué lo hacía?

 

En algún momento se sintió como él, débil y expuesta, convirtiéndose esa en la peor sensación y la peor época de su vida a la cual no deseaba volver. Quizás era el motivo principal por el cual deseaba ayudarlo. No soportaba verlo así, porque de alguna manera se veía a sí misma reflejada en él.

 

— ¿Qué dices?

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  • 8 meses más tarde...

Era aún temprano para abrir algún local del callejón cuando León llegó al frente a la puerta del café Juan Valdéz y el sol en lo más alto de la bóveda celeste emanaba el suficiente calor para no querer pasar mucho tiempo en la calle. El verano estaba en su punto más caliente haciendo que los labios resecos de transeúntes ocasionales clamaran por una bebida refrescante. Hubiera querido decir que él estaba allí para tomar un té helado o un cholao, pero no, tenía por delante una maratónica labor un tanto más compleja.

 

Del bolsillo derecho de los vaqueros claros que traía puestos sacó la varita con la cual abrió la puerta del negocio dejando que el aire entrara y refrescara un poco el lugar. El hedor característico de la secreción de cierta plaga le golpeó de frente y evidenció lo que algunos vecinos del local le habían contado antes de entrar. No conocía a nadie que trabajara por abrazos, sonrisas o palabras y las personas que en algún momento él y Taurogirl habían escogido para mantener el lugar, no eran la excepción. Al lado del pelinegro una elfina nerviosa como todas las que llegan a la gran ciudad, esperaba temerosa con unas cubetas en las manos.

 

¿En serio acá servían alimentos? —espetó la elfina incrédula al ingresar al lugar—, esto parece más la alcoba de su hermano Andy

 

Hubiera llamado la atención de la insolente criatura por el comentario del local al cual le tenía mucho aprecio si no hubiera sido por la segunda parte del mismo. Contuvo la risotada a tiempo para dedicar una mirada inquisidora a la elfina que supo interpretar y se puso a limpiar al instante. El Crowley sabía muy bien que el olor putrefacto era causado por la secreción del bundimun y por eso indicó a Irene que él se encargaría de eso. La experiencia adquirida como aprendiz y empleado de la agencia consultiva de plagas le había enseñado que un engorgio al centro de la criatura y un incendio eran necesarios para erradicarla por completo.

 

Al cabo de unas horas, el negocio estaba listo y preparado: una rápida visita a la tienda departamental y todo el mensaje de mesa y cocina había sido renovado, Joan y Liam habían accedido a regresar por unos cuantos galeones más de sueldo y la decoración del lugar había sido rediseñada. Agotado, se tiró en el sofá de la sala de estar donde Joan acercó un vaso frío de jugo de naranja. Metió la mano en el bolsillo y sacó la misiva que había recibido una semana atrás, en el castillo Crowley.

 

 

Hola León.

 

Estaré un poco ausente por los próximos meses. ¿Podrías hacerte cargo del café algún tiempo?

Te debo una.

 

Tau <3

 

 

Me debes una grande —susurró para si mismo mientras terminaba el jugo.

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  • 4 semanas más tarde...

Estaba agotada, la mañana entera la había pasado entre los pendientes de los negocios y el trabajo, entre tanta cosa a veces parecía que no recordaba ni mi propio nombre. En ocasiones como esa solo quería desaparecer por unas horas y esconderme donde nadie pudiera encontrarme, quizás un viaje sería bueno, pero ya lo pensaría en un momento de más relajación. Por el momento solo quería caminar un poco y despejarme.

 

Después de un rato de caminata por el callejón, decidí entrar en uno de los locales, quizás algo dulce podría levantarme un poco el ánimo y quitarme el aburrimiento. Me detuve frente a uno de los locales que parecía ser justo lo que necesitaba, tenía la imagen de un lugar tranquilo justo lo que necesitaba.

 

Ingresé al lugar y un perfecto jardín con mesas distribuidas en el me dio la bienvenida, el día era cálido por lo que aquella primera opción lleno mis expectativas, me dirigí a una de las mesas y me instalé inmediatamente dejando un par de bolsas de compras en una de las sillas libres. Tomé la carta que estaba sobre la mesa y me dispuse a elegir algo entre la gran cantidad de opciones que me estaba regalando. Era extraño, aunque no me gustaba el sabor del café su olor siempre me era agradable, había elegido correctamente.

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  • 2 semanas más tarde...

El sonido de la puerta hizo que casi perdiera el equilibrio que llevaba mientras balanceaba la silla de un lado a otro, detrás del mostrador. La alta barra impedía que cualquier que entraba viera como perdía el tiempo y holgazaneaba pero si le permitía ver muy claramente el contonear de las caderas de Joan cada que iba de un lado a otro, esperando que algún cliente ingresara. Tanto Liam como Joan habían accedido a volver a administrar el local con la única condición de que se remunerara todo el tiempo que el local estuvo sin clientes no por falta de servicio de ellos, sino por atención de sus propietarios. La bóveda de León contaba con unos cuantos buenos galeones luego de su partida así que no tuvo problema en pagarles.

 

Ya no era propietario del café pero si que le había traído muy buenas ganancias cuando tenía la mitad de las acciones de la franquicia, así que no tuvo problema en devolver un poco de esa ganancia. Ya vería la forma de cobrarle a Tau por el chantaje. No se molestó en ponerse de pie. El trato de los administradores consistía en que si el cliente era mujer, o la mayoría del grupo que llegaba eran señoritas, él se encargaba de atenderlas y dado el caso contrario, Joan se encargaba. No se podía negar que el encanto natural de ambos era un gancho considerablemente importante en a clientela que arrastraba el negocio. La primera vez entraban solo por el café, de la segunda en adelante, por verlos a ellos.

 

Buenas tardes Señorita, bienvenida a Juan Valdéz Café —escuchó León por encima de la barra el ensayado y coqueto saludo del rubio.

 

Cuando escuchó la respuesta de la cliente que acababa de entrar, si tuvo que ponerse de pie. Reconocía la dueña de esa voz, lo haría en cualquier lado. La había visto incluso unos pocos días atrás pero un exabrupto la sacó del Castillo Crowley sin muchas explicaciones para ninguno de los presentes. Aún tenía la ropa sucia del mugre inicial que había en el local, pero sabía bien que no era problema para la castaña. Ubicó el origen de la voz y se acercó a la bruja por la espalda, sin dejarse ver aún.

 

—¿Esta vez te piensas quedar más tiempo o saldrás corriendo como en el castillo?

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Estaba concentrada en aquel mago que me daba la bienvenida, era bastante agradable por lo que devolví su mirada coqueta con una buena replica, acompañada de

una sonrisa que le mostraba mi complacencia. Pero grande fue mi sorpresa al escuchar a mis espaldas una nueva voz, que me hizo girar de inmediato la cabeza, y fruncir el cejo al escuchar sus reproches.

 

--¿Corriendo?-- le pregunté con aire algo ofendido por aquella acusación. -- Jamas en la vida me veras hacer algo semejante...-- admití dejándome vencer por la sonrisa que me provocaba su presencia. --Simplemente sabes que no me gusta estar en un lugar donde yo no sea el centro de atención...-- continué con aquel aire de suficiencia tan característico Lestrange. -- Conmigo es todo o nada querido...-- continué sonriendo abiertamente.

 

Me fije en su atuendo, últimamente estaba bastante, mmm como decirlo, "descuidado" le urgía definitivamente tomarse un tiempo para si mismo y cuidarse un poco..

 

--Demonio creo que te regalare un día en el spa, sabes que te adoro, pero luces francamente terrible...--admití antes de soltar una cándida y cantarina risa.--¿Que haces por aquí? Siéntate a beber algo anda, se bueno ...

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  • 3 semanas más tarde...

¿Y crees que acá serás el centro de atención? —respondió girando la mirada a las hipnóticas caderas de Joan—, creo que vas a tener muy seria competencia Sole —se sentó frente a ella, haciendo un ademan a Liam para traer una cerveza.

 

Al sitio aún no llegaba nadie y no era para menos, ya que seguramente León no había sido la única persona que vio el estado deplorable en el que estaba. Cualquier que se intrigara por el contenido y mirara el interior dudaría de cualquier alimento que se hubiera preparado en el lugar. Tenía que tener paciencia, al menos lo suficiente para que el local levantara o hasta que Tauro volviera. En cualquiera de los dos escenarios, no podía hacer nada más que esperar. Afuera, la calle se mostrada caliente, espesa. Un clima perfecto para tomar un café helado o un granizado.

 

Aceptaré encantado ese día de spa, no te llevaré la contraria en que lo necesito —, apuntó León dando un largo sorbo a lo que quedaba en la primera botella— Si te hubieras quedado un poco más, te habrías enterado el porque de mi condición, pero te ganó la vanidad.

 

¿La señorita Lestrange desea ordenar algo? —interrumpió el camarero Liam luego de entregar la cerveza al pelinegro mientras con sutileza guiñaba un ojo a la pelinegra.

 

Bueno, parece que para alguien si vas a ser el centro de atención —bromeó dejando la botella sobre la mesa.

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Por lo menos había admitido que su estado era bastante des prolijo, por llamarlo de alguna amable manera, no podía llevarme la contraria en ese tema, tomando en cuenta que lo había conocido en su mejor época y ahora parecía simplemente ser otra persona, probablemente de no ser tan cercanos ni siquiera lo hubiera reconocido. Mientras miraba a la camarera y yo rodaba los ojos.

 

--Creo que te llevaré apenas termines esa cerveza...-- bromeé un poco viendo como daba el ultimo sorbo, antes de lanzar uno de sus comentarios mordaces que siempre lo acompañaban, con toda la intención de hacerme enojar hablando de mi vanidad.-- Querido, no recuerdo que mi "vanidad" te haya molestado en el pasado-- comenté levantando la ceja--Sabes que yo no tengo competencia y si en algún momento me retiro no es por inseguridad, al contrario, estando yo presente nadie puede brillar, es simple bondad de mi parte.-- reviré el ataque con toda la elegancia que me caracterizaba.

 

--Ahora estamos aquí y puedes contarme, mas detalles, algo me alcanzaste a decir antes que comenzara el desfile...-- dije antes que el amable camarero de impecable sonrisa llegara a salvarlo del ataque-- Oh claro muchas gracias me encantaría un frappe de fresa -- respondí en el mismo modo que el había usado sin despegar la mirada de el, tras el comentario León.-- Eres muy amable...-- dije mordiéndome los labios con total coquetería. el hombre sonrió y volvió a marcharse.

 

--Yo soy Sol todo, gira al rededor de mi...-- respondí en tono egocéntrico y engreído antes de soltar una suave risa.-- Termina de contarme antes de que seas tu el que pierda mi atención...

Editado por Sol Lestrange Black

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  • 1 mes más tarde...

—Acosas a la persona equivocada cariño —soltó dando un sorbo a la botella—, eres libre de ir tras de él si te sientes muy aburrida

 

Era bastante el orgullo de ambos y ninguno se iba a dejar ver menos que el otro. León podría mandar a Liam a la casa y dejar a la Lestrange con los crespos alborotados pero eso solo lograría enfadarla aún más y no era ese precisamente el objetivo. Sentía en el fondo que le debía una explicación, más allá de cualquier tipo de compromiso social, se lo debía por agradecimiento por no dejar solo el castillo ni a ninguno de sus hijos cuando estos la necesitaron. Cuando ni él ni Claudia ni su propio hijo Fokker pasaron por el castillo Crowley, ella si lo hizo. Así fuera para llevar una que otra alma perdida y aprovecharse, pero al menos no la había abandonado del todo.

 

—En una versión resumida —empezó—, descubrí que el propósito del demonio en mi era invadir la tierra con sus vástagos. Par ti ni para nadie es un secreto que ayude mucho en esa labor. Mis hijos eran receptáculos se su propio poder, se magnificaba cada que yo dejaba uno más en la lista de la herencia. Cuando lo descubrí, emprendí dos viajes. Uno para intentar expulsarlo de mi cuerpo, lo cual casi me mata. Podrá imaginar que quedá de mi cuerpo cuando se vean reflejados los 346 años que llevo encima.

 

>>Una vez me di cuenta que no podría sacarlo de mi cuerpo sin morir en el intento, emprendí otro viaje, buscando la forma de encerrarlo o restringirlo. Y pues lo logré, aunque no fue fácil. Mi cuerpo fue el campo de batalla de esa lucha y como puedes apreciar, salió muy maltrecho.

 

Si, era una versión muy resumida, pero tal vez era la versión que ella necesitaba oír.

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Debían ser casi las once de la noche, en las calles no había un alma. Solo una tenue luz que guiaba el andar de aquella mujer provenía del letrero del único lugar abierto a esa hora. ¿Cuánto tiempo había pasado? Meses. ¿Un año? No parecía tener relevancia, se sentía como una eternidad. Desaceleró el paso estando a unos pocos pasos de llegar, el hecho de que hubiese rastro de un movimiento temprano no la alteraba en lo absoluto, ella sabía de antemano que León había vuelto y en una carta enviada días anteriores se ofreció a darle una mano para seguir manteniendo el lugar.

 

Poco sabía de los últimos acontecimientos de Londres, aquella ciudad se había vuelto especialmente aburrida. A los pocos días de haberse marchado emprendió una búsqueda implacable de magos y brujas tenebrosas que aseguraban haber descubierto una poción con efectos similares a la amortentia, solo que en lugar de obsesión o falso amor, producía al que lo bebía fanatismo hacia la primera persona que veía. Tal poder no podía estar en manos equivocadas, resultaba demasiado peligroso. Por supuesto que su interés era hacerse con dicha poción, pero por otros motivos, además de desaparecerla, quería rastrear el origen de los ingredientes utilizados para su preparación. Hasta el momento había descubierto plantas que pensaba ya no existían, pero que celosa y secretamente cultivaban. En cuanto a los animales, estaba segura de que se trataba de especies en peligro de extinción, lo cual le tocaba una fibra sensible. Lo que nunca esperó, es que su investigación la trajera de vuelta al mismo sitio del cual quería alejarse.

 

La puerta se abrió suavemente sin hacer ningún ruido. Las mesas y sillas estaban organizadas, los manteles limpios, la vitrina surtida con todo tipo de postres y el olor a café impregnaba el local. Solían haber muchos empleados y se sorprendería si todavía conservara al menos dos de ellos. Quiso sonreír, pero no pudo y no por falta de ganas, era que sencillamente lo había olvidado. «¿Así se siente volver a casa?» Su intención no era sonar patética, sabía que tenía una lujosa mansión a la cual podía volver siempre que quisiera, solo que de momento eso era lo que menos necesitaba.

 

Se deshizo del pesado abrigo que traía acomodado en su antebrazo dejándolo caer en una silla, hacía días que caminaba de un lado al otro con el sin soltarlo y ahora que por fin lo hacía se sentía increíblemente liviana. Caminó hacia el mostrador donde estaba la caja registradora como simple rutina, se fijó una vez más que no hubiese mota de polvo alguna e ignorando el jarro a medio llenar que rezaba ''propinas'' fue hacia la bodega que se encontraba en la parte trasera. Inspiró profundamente dejándose embriagar por el aroma de café tostado y un toque de vainilla y verificó el contenido de los otros costales recién acomodados.

 

En su mente aquello era una simple visita ocasional, de negocios, no esperaba permanecer en Londres por más de una semana, eso, si encontraba la información que necesitaba previa a esa fecha. Volvió al mostrador para servirse un vaso de agua y sentada en una mueble se dedicó a contemplar cada sombra formada por los objetos más innecesarios de una casa.

 

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