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•Juan Valdez Café ®• (MM B: 100831)


Tauro M.
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La lujuria estaba dejando su cuerpo completamente caldeado. Jeremy no era racional. ¿Como podría? La bruja se estaba esmerando en cada movimiento, y él estaba completamente sumergido en el juego. Escuchaba sus preguntas, pero no tenía ganas de hablar. Quería acción, sin importarle el costo que eso suponía. El sabor de la sangre demoníaca estaba haciendo estragos en su mente.

 

-Te llevaré con ellos para que los mates uno a uno -Le dijo sin importarle, que los mismos hombres que estaba condenando, eran los que hacía que su negocio ilegal en nombre de los Triviani funcionara a pleno rendimiento.

 

Sus ojos pasearon por la anatomía de la bruja, subiendo lentamente hasta donde su sangre manchaba la mejilla. Todo era adrede. Eso enfureció al vampiro. Quiso atacarla, si ella no hubiera puesto su pierna entre sus muslos, lo habría hecho. Pero seducido, dejo que ella se sentara arriba suyo. Las manos agarraron su cintura guiándola a donde su pulso estaba latiendo y era más doloroso.

 

-Lo haré... -Le dijo antes de buscar su cuello donde quería hundir los dientes, pero solo paso la lengua -... Deja que te ayude a quitarte la ropa… -Continuó buscando sus labios, mientras que sus manos la movían sobre él.

 

 

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Tauro estaba obteniendo las respuestas que buscaba y eso la emocionaba, pero a un nivel superior que el ''normal'', pues lo que sentía se estaba trasladando a un plano más carnal, donde el completo dominio de su presa la llenaba de satisfacción. Aparte, otra cosa con pulso propio del vampiro le indicaba que él también sentía lo mismo de alguna manera y reaccionaba de la manera más natural ante una situación de ese tipo, por lo que su insinuación no la tomó por sorpresa, pero si le indicó que era momento de actuar de otra manera, de probar con él un poco más de su poder.

 

— ¿Por qué la prisa? —susurró acercando su rostro al suyo, hablándole tan de cerca que rozaba la comisura de sus labios. Estando a esa distancia era más fácil poner en práctica su siguiente movimiento —Cierra los ojos y te prometo que verás cosas asombrosas —sabía que el vampiro no tendría idea de lo que le estaba diciendo, pero confiaba en que haría lo que ella le dijera en esos momentos. Una vez cerró los ojos, dio inicio a su plan.

 

Con el mago a su merced, para Tauro fue fácil meterse en su mente, empezar a jugar con sus pensamientos. En aquella fantasía el vampiro podía hacer lo que quisiera con ella, pues la Tauro real lo único que tenía que hacer sería seguir hablandole con aquella voz de encanto y seductora que lo hiciera creer que todo estaba pasando en la realidad. Lo cierto es que no podría notar la diferencia, capaz nunca se enteraría de la verdad, pero antes debía ponerlo a tono.

 

— Debo confesar que encuentro cierto placer cuando me muerdes —dijo ofreciéndole su cuello, realmente deseaba sentir los colmillos clavándose lenta y dolorosamente en su piel, en esos momentos lo necesitaba, tanto para dar más fuerza a la fantasía como para su propia satisfacción. A partir de allí, él tendría el control, pero solo de lo que creía que pasaba, Tauro solo se encargaría de estimularlo un poco.

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Jeremy no dudo en hacerle caso al demonio. Cerró los ojos convencidos que nada malo podría pasarle. Estaba más que a gusto con ella en su regazo y sentía una conexión dulce por el intercambio de sangre. Quería más. Apoyó las manos en las piernas de la mujer, dejándose llevar por el más simple impulso. Nunca noto cuando la memoria empezó a ser la cárcel de sus sentidos, que solo le mostraban los profundos deseos oscuros.


Mordió una vez más a la Letra, sintiendo el dulce sabor de su sangre corriendo por su garganta, con cada trago que succionaba. No había probado nunca ese tipo de ser, capaz de quitarle la razón, bajar por completo su guardia, e impulsar su salvajismo hacia afuera. Sus manos recorrieron todo el cuerpo de la dama, sin olvidarse de nada. El suave movimiento de su cuerpo como las olas tocando una orilla, empezaron a volverlo loco.


Tironeo de los pelos azules para que levantara el rostro al techo y tuviera más acceso a su piel, sus venas. Dejó de beber solo para pasar su lengua por todo el perfil del cuello para terminar en sus labios, buscando más. Se volvió exigente, marcando el ritmo de ella, al calor de sus besos. El poder de la mujer era fuerte y la ilusión no tenía ningún error en su mente. La hizo suya.



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Editado por Jeremy Askar Triviani

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Era fácil notar lo estimulado que estaba el vampiro al estar encima de él y lo mucho que disfrutaba al tener acceso en primera fila a las imágenes que iba recreando en su mente. Él no la podía ver, pero su expresión era de total diversión, daba la impresión de que hacía mucho la Súcubo no experimentaba lo que era jugar con la mente de los hombres, sus principales víctimas. Lo permitió una que otra caricia, mientras que las otras se las hacia imaginar. Su respiración agitada, el pulso acelerado y la urgencia con la que él le pedía más, le dio una idea clara de cuando estuvo a punto de terminar.

 

Tauro deslizó una pierna por encima de las suyas y se puso en pie, esperando con una sonrisa de malicia a que despertara.

 

— Espero que te haya gustado —. Dijo entre una sonrisa pícara y de burla, pero era difícil notar la diferencia. Ella no le daría explicaciones ni hablaría al respecto, que pensara lo que él creía que había sido real, aunque la falta de sudor y agitación en la bruja podían brindarle una ligera sospecha de lo que en verdad había ocurrido. Ella no lo negaría ni confirmaría, porque pese a que hubiese ocurrido en su mente, las sensaciones sí que eran reales.

 

— Estoy lista para irme-lo miró detenidamente, sorprendida por lo apasionado y entregado que había sido. Dado su aspecto era de no creer, por eso le dedicaba más atención. Lo recorrió con la vista hasta llegar a su pantalón, más exactamente en su entrepierna —Creo que deberías decirle que la diversión se acabó.

Editado por Taurogirl Lavigne

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  • 2 semanas más tarde...

El clímax llegó y se fue dejando al vampiro con los pantalones sucios. Su mente se nublo un instante antes de volver a pensar con claridad. Vio a la bruja salir de arriba suyo y no la detuvo, pero frunció la ceja en una protesta muda. Ni siquiera estaba tomando la dimensión de lo que acababa de ocurrir. Se puso de pie, y con su varita limpió lo que había que limpiar, sin notar nada extraño.

 

-Estuvo muy bien… -Murmuró sin agregar demasiado. La verdad que aún le costaba concentrarse del todo, después de semejante revolcón. Aun sentía impulso por esa sangre, lo que mitigaba cualquier sentimiento de culpa.

 

Asintió a la bruja que le pedir ir a buscar a sus compañeros del mal. Pero siguió su mirada hasta su pantalón

 

-Se calmara cuando nos vayamos de aquí, letra -continuó convencido de que podría controlarse, pero una parte de él quería seguir consumiendo a su presa, fue la parte que le hizo preguntarle en un impulso, mientras la agarraba del brazo y la traía hacia él con salvajismo - ¿Ahora nos casamos, linda? ¿Tenemos hijos? ¿Vivimos felices para siempre?

 

 

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Él seguía llamándola letra y ni siquiera la molestaba, tampoco le interesaba saber su nombre, como el de muchos amantes de los cuales se alimentaba. De nuevo el instinto salvaje del vampiro tomaba el control, por más que Tauro insistía en salir de allí, él hallaba la manera para retrasarla de todo lo que tenía en mente por hacer. Pero después de haber sentido parte de él, de verlo en ese estado, de conocerlo a un nivel donde sus instintos sexuales eran los que tenían lugar, no podía evitar pensar en su rendimiento como amante potencia.

 

— ¿Después de solo una vez? —preguntó soltando después una carcajada. Sí, estaba acostumbrada a eso también, a que los hombres después quisieran reclamarla como suya y no los culpaba, costaba hacerles entender que no era necesario ir más allá después de haber compartido energías, le quitaba la diversión a todos —Para mi pesar aun sido casada y no me imagino tratando de vivir contigo, mucho menos para siempre y ¿felices? Debes estar bromeando —. Era terriblemente honesta, no podía evitarlo.

 

—Pero te diré lo que sí podríamos hacer. Y no, tampoco quiero hijos, pero me gusta el proceso de intentar tenerlos. Una —se fue acercando, con su mano verificando que el amigo se hubiese calmado —y otra —efectivamente no había calmado —y otra vez. Es más emocionante —la ventaja es que como Súcubo podía cuidarse y prevenir los accidentes. Tenía una única hija a la cual quiso tener, después de ella no necesitaba traer más criaturas al mundo.

 

— En adición... Pudo visitarte en las noches, cuando yo quiera, cuando tenga tiempo, cuando sienta ganas, cuando menos lo esperes. Esto no significa nada. Pero me da curiosidad la energía que tienes, hasta me sorprende.

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  • 2 semanas más tarde...

Jeremy empezó a sentir crecer de nuevo la inspiración, cuando ella se deshizo de su agarre. La escucho reír a carcajadas por sus preguntas y eso solo lo hizo querer callarla de una manera muy brutal. No lo hizo, porque estaba intentando controlarse para escuchar sus palabras. ¿En serio le había propuesto casamiento? Su mente estaba evidentemente desvariando. Casi se alegra cuando lo rechazó de lleno.

 

Estaba por interrumpirle para decirle que era una broma, que no quería tener más hijos, ya tenía suficiente con cuatro de los cuales no se hacía cargo legalmente, pero sí estaba al tanto de que estuvieran bien. Si respiraban, para él ya era suficiente. La mano de la bruja hizo que su dureza aumentara y que su mente solo se quedara mirando esos labios con los que tanto había jugado hacía unos minutos atrás.

 

-No -Dijo antes de siquiera pensarlo, y la claridad fue despejando el cerebro entumecido - Ya es tarde, debo irme -Continuó alejándose de la peligrosa mujer - Te dejare los nombres de las personas que trafican animales -Se dirigió hacia la puerta, tomando el frasco que se le había caído en el comienzo de la noche, que parecía haber pasado tanto tiempo atrás - Fue un gusto, letra. Enviaré el pergamino a esta dirección. Ya estamos conectados, así que no faltare a mi palabra. No tienes de qué preocuparte.

 

El vampiro abrió la puerta pero antes de salir miró hacia atrás para observar a la bruja por última vez. Quería memorizar sus facciones para evitar cruzársela en el futuro. Estaba más que claro que ella era una tentación que no podía repetir. No había dado dos pasos sobre la calle que desapareció rumbo al Castillo Triviani. Necesitaba grandes dosis de alcohol en su organismo.

 

 

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El encuentro con aquel nombre le había dejado un sin sabor en la boca. Realmente no esperaba tener noticias suyas, ni recibir los nombres como le había prometido, sospechaba que nunca más se volverían a encontrar, pero cuan equivocada estaba. Tauro dejó que se marchara, sin preguntas ni más comentarios acerca de su encuentro. Ella también había sentido algo de debilidad con él y eso no le gustaba. Lo observó en su camino hasta la puerta y hasta que no estuvo segura de que en verdad se había marchado, no espabiló. Desde ese día Tauro instaló protecciones en todo el local para que evitaran que se volviera a acercar.

 

 

Mucho, pero mucho tiempo después.

 

Tau y Oliver

 

La duda seguía latente desde que abandonaron el restaurante y caminaron a pie hasta allí. Le pareció curioso que Oliver la llevara justo a su local, pero no le dijo nada, no era un detalle que fuese a ser muy relevante para su nuevo amigo. Se sentaron en una mesa cerca de las vitrinas donde exhibían todo lo que vendrían, desde postres hasta simples bocadillos para acompañar con café o chocolate caliente. Un mesero se les acercó y les ofreció la carta.

 

— Para mí un chocolate caliente con queso costeño, por favor —. La combinación era muy típica en ciertos lugares de Colombia, de donde traían el café. La forma de tomarlo básicamente era colocar el queso cortado a trocitos dentro del chocolate caliente y comerlo hasta el final, cuando ya estuviera blandito. Una vez traído el pedido y después del primer sorbo, retomó la conversación.

 

— No terminaste de decirme a quién me parezco.

 

@@Oliver Gaunt

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Oliver le abrió la puerta del restaurante a Tauro, una vez afuera pudo respirar el aire de la noche con calma. Ese pequeño tiempo de silencio, mientras caminaban le dejo espacio para pensar si quería hablar del tema o concentrarse en el presente. Se decidió cuando ingresaban a la cafetería. Hablaría del tema, pero sin muchos detalles. Eso lo ayudaría a mantener lo más limpia la conversación con la mujer.

 

Cuando tomaron asiento, un mozo les entrego la carta con la amplia gama de bocadillos, pasteles y demás delicias pasteleras. Tauro no dudo en hacer su pedido.

 

-Quiero lo mismo, gracias –Dijo devolviendo la carta – Nunca lo probé, pero suena interesante.

 

El café no tardo más que unos minutos en ser colocado en la mesa lista para su consumo. Oliver probó el líquido y lo encontró extraño al principio, al segundo sorbo, su paladar ya se había acostumbrado lo suficiente para encontrarle los matices, ya al tercero pudo decir que le gustaba.

 

-Me haces acordar a una antigua novia que tuve en el colegio. Salimos por años, mientras terminábamos nuestros estudios. Luego nos separamos para cumplir nuestras metas –Contó –Nos comunicamos durante un tiempo por carta, luego desapareció. No se mas nada de ella. La busque, pero nadie sabe de su existencia. Es como si nunca hubiera existido –Sacó el medallón antiguo– Esto me lo regalo ella, es lo único que me permite sabes que no fue una ilusión.

 

 

 

 

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La historia que le contaba Oliver le parecía una típica historia de adolescentes que se juraron amor eterno, pero que por cosas del destino se vieron obligados a tomar caminos distintos y nunca más se volvían a ver, con la diferencia de que normalmente en este de historias ambos personajes rehacían sus vidas con otras personas y encontraban la felicidad en ella, pero siempre con el recuerdo de su primer amor latente en su memoria. Pero a juzgar por la expresión del Gaunt tal parecía ser que su historia era de todos menos una normal.

 

— Lo siento... No me imagino cómo debe haber sido —dejó el café a un lado para centrarse en él, en eso el mesero se acercó para traer más bocadillos a la mesa y con un gesto dismulado de la mano le indicó que se acercara después —¿Puedo tocarlo? —preguntó, refiriéndose al medallón. Al hacerlo Tauro sentiría lo mismo que experimenta alguien que usa un pensadero, que es prácticamente sumergirse en los recuerdos de alguien más y vivirlos como si fueran los tuyos.

 

Eso fue exactamente lo que sucedió, Tauro se sintió en el cuerpo de alguien más pero viendo todo pasar en primera persona. Vio a un joven que la tomaba de la mano con extrema delicadeza y la miraba con un amor que sabía no volvería encontrar en otro lado, ambos estaban caminando en un parque, hablando de algo que a ella la hacía reír y el la admiraba mientras lo hacía. Sin darse cuenta Tauro había tomado la mano de Oliver, tal como en los recuerdos y la sintió tan cálida y familiar que se asustó.

 

— No sé qué acaba de pasar.

 

@@Oliver Gaunt

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