~ La Rosa Negra ~ (MM B: 101997)

[Cissy Macnair]

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Entre las estrechas callejuelas y pasadizos de Diagon, solemne se alza junto a la Clínica Santos Mangos un hotel-pub que además de ser atractivo a la vista, oculta terribles secretos.

Detrás de su fachada del siglo XVIII, vampiros pertenecientes a uno de los grupos más secretos del mundo se reúnen para tramar terribles cosas. Perteneciente a la Hermandad de la Rosa Negra, este pub es uno de los principales puntos de reunión de vampiros de todo el mundo. Dirigido, ahora, por un hindú con aspecto de bonachón, los diferentes clanes pertenecientes a la Camarilla y también algunos Independientes, pasan sus días escondidos aquí dentro y de noche haciendo sus negocios.

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-No tenía idea de que mi "padre" te había dejado como dueña de La Rosa Negra- espetó Tanus, observándome con sus agudos ojos de sethita mientras ocupaba gran porción de la puerta que permitía la entrada al lugar.

No era la primera vez que me encontraba con él en aquella posición ni sería la última, aunque ahora que ya no era vampiro tenía que lidiar con que ellos creyeran que podían matarme en cualquier momento. Lo cierto era que podían hacerlo, pero un código del vampirisimo y un pacto de magia se los impedía, lo que los ponía más violentos. Además, todos estaban sedientos.

-No sé por qué te molestas conmigo. Onud era tu padrino como fue el mío, deberías tratarme como a tu hermana, no como a una inferior- contraataqué, sonriendo con cierta malicia en mis labios.

En realidad, Onud había sido el padrino de mi antiguo cuerpo, la vampiresa. En el nuevo, era simplemente una mujer y definitivamente no me veían como un igual. Que una humana se hiciera cargo de los negocios de los vampiros era algo inconcebible para ellos. Peor era que ahora yo fuera una de las únicas Lady de la Hermandad con vida y con derecho al puesto de Lady Suprema de la Hermandad.

-Tú no eres nada de mi y tampoco eres Cissy, asquerosa humana- escupió a mis pies y pude sentir que su saliva era como el ácido.

No dejé que esa actitud me amedrentara. Hice sonar el seguro del arma que tenía en la mano y Tanus me mostró los colmillos. Luego se hizo a un lado y dejó la puerta del hotel libre. Sabía que le pegaría un tiro ahí mismo si no me dejaba en paz. Podía ser humana en cuerpo, pero mi alma era de vampiresa.

Editado 12 de Julio del 2017 por Cissy Macnair
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[Vladimir Karkarov]

Lechuza Familia Lestrage Lupin "Jade"

 

La lechuza aterriza delicadamente en una de las ventanas del local y busca a alguna persona , al ver que no hay nadie ,se cerca deja la carta en una mesa y se va.

 

Invitación:

 

Estimados clientes , junto con saludarlos y esperando se encuentren todos bien de salud, tengo el agrado de invitar a todos los miembros de vuestra familia ,para festejar el cumpleaños de uno de los miembros de nuestra familia, esperando su asistencia y cordial presencia los esperamos en el Castillo Lestrage Lupin a las 22:30 hras.

 

Atte a ustedes Familia Lestrage Lupin .

 

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[Artemis Macnair Malfoy]

El cielo estaba ya oscuro. Las estrellas brillaban. Era una noche sin luna, algo que al cainita le gustaba. El imponente hombre se detuvo frente a la hermosa fachada. Más de uno noventa de estatura, no era de esos desgarbados ni encorvados. No. Él era musculoso, con un muy buen cuerpo varonil, y se mantenía erguido cuan alto era. Botas masculinas de cuero negro, tejanos oscuros, camiseta gris azulada y chaqueta de cuero negro completaban su vestimenta. Tenía el pelo dorado, con algunos mechones rubios más claros que parecían haber capturado la luz solar. No era excesivamente corto ni demasiado largo. Sus ojos eran celestes, de la misma tonalidad del cielo cuando estaba despejado en un día de verano. Llevaba lo que parecía barba incipiente, de color dorado.

 

El atractivo vampiro empujó la puerta con seguridad y entró. Su aroma picante inundó el lugar. Esperaba que aquel sitio cumpliese con sus expectativas. No sólo en cuestión de hospedaje. Caminó hacia la recepción con paso firme y atrayente. Su voz grave, varonil, se dejó oír.

 

-Buenas tardes -saludó, porque para él buenas noches era para despedirse e irse a dormir. Mostró una sonrisa de infarto, con la que babearían muchos-. Es el hostal Rosa Negra, ¿verdad? Me gustaría ser uno de sus clientes, por favor. Me llamo Christopher Bruce, soy amigo de unos amigos de la dueña -dijo relajado y cordial, a la par que educado.

 

 

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[Cissy Macnair]

Dejé el arma de nuevo en el estuche de mi cintura, debajo de la chaqueta de cuero que me había puesto. A pesar de estar en verano, Londres parecía no darse cuenta de ello y una brisa fría y pegajosa recorría Diagon, así que me había encontrado, por primera vez en miles de años, volviendo a sentir el frío del aire. Un estremecimiento recorrió mi espalda y los vellos de la nuca se me erizaron, pero intenté olvidar aquella sensación y me puse manos a la obra.

 

No había llamado a ningún elfo a que me ayudara a limpiar, no quería tener a ninguno allí dentro por si a alguno de los vampiros se le apetecía comérselo y Jill había estado claramente en contra de ello. Ella tenía la certeza de que si me dejaba sola, me matarían. Así que, aún cuando ella se enojara conmigo y dejara de hablarme, me había puesto manos a la obra ya en el Hotel. Por suerte Tanus no había vagueado como yo esperaba e incluso algunas habitaciones estaban ya ocupadas por visitantes. En general, el lugar estaba bien.

 

Agité mi varita para quitar el polvo de unas mesas que había en un rincón y encendí con otro movimiento de la misma unas lámparas de aceite que colgaban de unos postes que hacían de soporte a la estructura del edificio. Había algunos vampiros sentados en las mesitas, bebiendo sangre en copas y hablando alegremente. Otros un poco más sombríos hacían negocios en un rincón y, por un momento, detesté por tener aquel super oído que me daba la capacidad de oír conversaciones ajenas. También lo detesté mucho cuando una voz dulce y sedosa hizo que me diera un respingo y, al girar, me encontré con el rostro de un hombre rubio y de ojos celestes observándome desde el otro lado del mostrador.

 

-Lo siento- me disculpé, porque enseguida el rubor había subido a mis blancas mejillas y parecía la Blancanieves dce los cuentos de los niños muggle-. Ehm, si, claro, una habitación- dije, enseguida, buscando el libro de donde se apuntaban los nombres de los clientes.

 

Al abrirlo, un viejo tomo encuadernado en curtido cuero negro, me encontré con que los nombres de los clientes eran graciosos. Claro, no eran sus verdaderos nombres, al menos no de todos pues la mayoría daba sus seudónimos. Aún así, conocía a muchos de ellos.

 

-Si, tengo disponible la habitación 18, la 22 y la 23 si prefiere en la primera planta. Sino la 5 y 6 en planta baja y toda la segunda planta está libre- agregué, echando un vistazo a la pared a mis espaldas, donde unos ganchos con llaves demostraban que decía la verdad-. ¿Christopher Bruce?- pregunté entonces, dándome cuenta del nombre del visitante.

[Sagitas E. Potter Blue]

La idea había surgido tras un susurro apasionado, demasiado apasionado, entre Jack y yo. Desde la luna de miel no habíamos tenido oportunidad de estar a solas. En la mansión, Ithilion parecía obsesionado en entrar una y otra vez en nuestro dormitorio, juguetear con su padre y quedarse dormido a mi lado en la cama. Creo que estaba acostumbrado a ser el hombrecito en aquel cuarto y que no entendía bien la figura paterna, al menos en el aspecto más adulto. Era un niño, necesitaba a sus padres, aún no estaba preparado para entender que necesitábamos intimidad.

 

Durante el día, entre los asuntos ministeriales y los negocios, llegaba a casa demasiado cansada y por la noche, Ithilion reducía las posibilidades de descansar en los brazos de Jack. En el MM, los Accidentosos entraban y salían del despacho. Estos, a pesar de ser adultos (?) menos intimidad nos dejaban.

 

Así, un día, Jack susurró un "Necesitamos estar a solas".

 

Y le di la razón, ¿pero dónde?

 

Y aquí entró el comentario de Matt. Su novia, Cissy, había abierto un hostal. Supongo que su intención no era decir: "Eh, mami, ¿queréis un lugar donde revolcarte un rato con...?", no, imposible... Matt nunca juntaría la palabra Hotel con el nombre de sus padres.

 

Pero yo sí.

 

Así que no le hice caso por fuera y por dentro memoricé el nombre. "La Rosa Negra" me traía connotaciones no muy buenas, me recordaba algo que no me gustaba pero... Un hostal es un hostal, ¿no?

 

Investigué donde estaba, cerca de mi clínica, así que cité allá a Jack y me presenté, entrada la noche, después de cenar, en la entrada del lugar. La fachada era preciosa pero no me paré a eso. Ahora la urgencia estaba en otro sitio, no precisamente en el exterior del hostel.

 

La entrada era un pub, oscuro, siniestro, muy acorde a la intimidad que estaba buscando. No quería que nadie viera que Sagitas la casada, la dueña de medio Diagon, se citaba con alguien en un hotel. No se veía mi pelo característico bajo aquella capa verde botella, así que esperaba no ser reconocida por nadie.

 

Me acerqué a la Recepción. Estaban atendiendo a un hombre, bastante agradable, por cierto. Mientras esperaba, busqué alrededor para ver si Jack estaba por allá.

[Cissy Macnair]

Mientras esperaba a que el vampiro (porque sabía que era un vampiro) me dijera en qué habitación quería hospedarse, una mujer encapuchada se colocó detrás de él luego de ingresar por la puerta del hotel. Me resultó vagamente familiar, pero como no podía verle el rostro supuse que sólo se debía a la capa o a que pasaba demasiado tiempo entre gente que creía conocer o que alguna vez había conocido.

 

-Hola- la saludé, esperando que se girara hacia mi, porque en aquel momento escrutaba a sus alrededores-. ¿En qué puedo ayudarla?- pregunté cortezmente luego.

 

Algunos vampiros alrededor se habían movido incómodos por un momento con la presencia de aquella figura encapuchada, así que presupuse que era un humano el que se ocultaba y por un momento temí que alguno de los no-vivos dijera o hiciera algo, pero pronto parecían haber regresado a sus conversaciones y charlas despreocupadas, a sus negocios y sus cosas. Quizá me lo había imaginado, aunque ahora estaba mucho más alerta a lo que hacía o dejaba de hacer. Ya no era un vampiro, ahora era un débil humano. Tenía su lado bueno también.

[Matt Blackner]

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Cuando nació la idea? no lo se, solo fue una idea susurrada en un momento demasiado apasionado entre los dos. Y es qeu desde la Luna de Miel no habiamos estado a solas, de forma propiamente dicha, cómodos, a gusto, sin preocupaciones...

 

En la mansión Ithilion correteaba de un lado para otro entrando en el dormitorio una y otra vez, se subía a la cama y empezaba a saltar, a jugar conmigo hasta qe se dormía acurrucado junto a Sagitas. Era muy tiernos verles asi, claro, pero eso no significaba que una pequeña parte de mi quisiera estrangularle algunas veces, cuando era más inoportuno. pero como cortar aquello? era un niño pequeño, necesitaba a la familia y era demasiado inocente aún para saber lo qeu hacíamos.

 

uego estaban los negocios, que ocupaban casi todo el tiempo de Sagitas, además del Ministerio, donde aunqeu lo intentara, era aun más imposible. Siempre pasaba algo alli, era un sitio muy animado, pero cerrar la puerta servía de poquísimo, ya que entraban si o si, y si se nos ocurría hacer algo...bueno, la ropa acababa extraviada, como el zapato de Sagitas que ahora adornaba el techo.

 

Por eso, después de que Ithilion se durmiera y lo lleváramos a su cama de nuevo, nos quisimos dejar llevar, pero siempre alerta por la costumbre familiar. Y tal vez por eso exterioricé la idea

 

- Necesitamos estar a solas. - murmuré. A solas de verdad, sin los niños tres puertras a la izquierda, los elfos en el piso inferior o los empleados en la recepción.

 

Solos. Pero donde?

 

Nos miramos, con la pregunta flotando ante los dos. Donde podríamos ir, pasar desapercibidos y...

 

Matt. Oh, por una vez, era útil en algo. Hacía unos días había hecho un cmentario de pasada, había llegado más tarde a casa porque su novia Cissy había habierto un negocio nuevo, un hostal, y le ayudaba a organizarlo. Ya, yo dudé el tipo de organización qeu refería, pero...

 

era como una invitación inocente a que fuéramos a pasarlo bien.

 

Nos separamos. Ella salió después, mientras yo me encaminaba, totalmente invisibe hacia la Rosa Negra. Estaba cerquita de la clínica de sagitas, al lado. Atravesé la pared que daba a un pub oscuro, siniestro. Era perfecto para la intimidad deseada. Sabía que si ojos indiscretos veín a un fantasma, sabiendo quien era yo, y quien se había casado conmigo (poquita gente salía con fantasmas, y solo una se había casado con uno) preferíamos hacerlo asi para no dar lugar a habladurías torpes.

 

La vi acercarse a recepción, irreconocible para cualquiera excepto para mi. Sonreí y me acerqué a su espalda invisible. Si alguien se acercaba solo notaría frío y nada más.

- Una jovencita tan hermosa no debería andar sola tan tarde. - susurré.

[Sagitas E. Potter Blue]

Di un salto al sentir la voz de Cissy. Me sentí helada, como si Jack estuviera cerca, pero era el miedo a ver a mi nuera. Vaos, sabía que era un negocio de ella, ¿cómo no iba a estar? Pero algo me hizo dar miedo, aunque, por otro lado, nadie mejor que ella para guardarme un secreto. Al fin y al cabo, era con mi marido con quien iba a tener una aventurilla.

 

Carraspeé y la saludé.

 

-- ¡Holaaaaaaay!

 

No era exactamente un saludo, pues sentí el contacto frío de Jack en mi espalda y eso me dejó muy nerviosa y algo asustada. La capucha se había retirado un poco y un mechón violeta apareció, rebelde, que presto escondí de nuevo bajo la tela.

 

-- Hola, quiero una habitación -- susurré.

 

Algo me hacía pensar que hacía algo malo, prohibido, impúdico. Y el mero pensamiento me hizo sonreír. Eso pretendía.

 

-- Me es igual el número, sólo quiero pasar la noche. Descansar...

 

Y sonreí sin saber qué más decir. Era la primera vez que iba a un hotel a buscar una habitación. Pero si salía bien, seguro que no sería la última.

[Matt Blackner]

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Cissy fue quien, tras el mostrador, saludó a Sagitas. Aprecié la expresión de la joven, que miraba a la bien encapuchada y camuflada clienta como si la reconociera en algo.

 

Sagitas también estaba sorprendida, aunque su saludo era una mezcla con la sorpresa al notar que la tocaba, indicando qeu estba alli.

 

Sonreí aun más. Aquello era una aventurilla, nuestra aventura, y Cissy era la mejor para guardar el secret (si es que lo había, a ver, nadie era tonto par ano pensar que...en fin)

 

Aunqeu los nervios desbarataban el plan de Sagitas, a la que se le escapó el mechó rebelde, qeudando un momento a la vista, lo qeu tardó en ocultarlo de nuevo. Pedía una habitación, la que fuera, sin preferencia por ninguna en especial.

 

Me sentí ansioso, estaba nervioso. En cuanto supiera el número, desaparecería rumbo alli.

[Cissy Macnair]

Me pareció extraño que el hombre se hubiera quedado tildado, quizá pensando qué habitación escoger para pasar la noche. Le serví un trago y volví la vista al desconocido que estaba frente y al que esperaba no haber tratado de "ella" de forma errónea, porque al parecer, aún debajo de la capa, se distinguían formas femeninas (?). Me asusté cuando ella se asustó de mi, pero por suerte había acertado al tratarla de "ella".

 

-Lo lamento, no quería asustarla. Bueno, sé que este lugar da algo de miedo pero...- un mechón de su cabello salió de la capa y a la tenue luz me pareció que era violáceo, aunque, de seguro, se tratara de algo azulado o rojo, porque no veía muy bien con aquellos ojos de humana. Incluso me costaba distinguir las voces, algo que anteriormente jamás me había sucedido-. ... pero es muy acogedor y... las habitaciones son cómodas...

 

Me interrumpí a mi misma porque ya me iba por las ramas y escogí una llave al azar de las que tenía disponibles, la puse sobre el mostrador y sonreí a la mujer.

 

-Son 30 G la noche y 5 G más si desea que le llevemos algo de comer o tomar al cuarto- señalé, observándola.

 

Tomé el libro de registros que ya tenía sobre el mostrador y observé a la encapuchada.

 

-¿Podría decirme un nombre para apuntar en el registro?- pregunté-. Descuide, muchos aquí utilizan nombres falsos. Muchos también huyen de la ley- aclaré, sobre todo porque me resultaba normal que nadie me dijera su nombre verdadero, había muchas personas buscando a aquellos que les debían dinero, que los habían estafado o engañado de alguna forma.

 

Repentinamente y mientras esperaba a que la mujer dijese algo, la imágen mental de Matt vino a mi mente. Le extrañaba, llevábamos días sin vernos.