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Ficha de Arya T. Macnair


Arya Macnair
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Publicaciones recomendadas

Ficha y perfil actualizados para añadir compras certificadas en bóveda trastero: #60 + #61.

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  • 1 mes más tarde...
  • 1 mes más tarde...

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Luego de la revisión realizada sobre las posesiones en bóveda trastero se procede a retirar los campos de puntos en objetos, criaturas y el índice de bienes de la ficha de personaje.

 

Atentamente,

Niko Uzumaki

Moderador Global de HarryLatino.org

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  • 2 semanas más tarde...

Ficha actualizada con el Campo "Trabajo" que aparece en el Censo de ocupación o empleo mágico.

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  • 3 semanas más tarde...

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Gahíji, certifica que Arya Macnair ha aprobado el curso del Libro de los Ancestros, nivel de magia nº 25, impartido en la Escuela de Magia Uagadou. El alumno queda vinculado al libro y podrá hacer uso de él. Se recuerda que no podrá enseñar sus poderes a nadie, debido al Segundo Contrato, salvo que los Guerreros Uzza lo hayan autorizado.

Se quita el libro de la situación transitoria en la que se encontraba. Se agrega también una medalla de 12000 puntos de Experiencia.

Saludos,

Candela Triviani


Moderador/a de HarryLatino.org

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~ Mosquito ~          Ianello 

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  • 3 semanas más tarde...

Ficha actualizada para añadir nuevo negocio de la que es dueña:

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  • 2 semanas más tarde...

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Ficha y perfil actualizados para agregar el conocimiento de Pociones ya que el usuario ha aprobado satisfactoriamente la clase del profesor Zoella Triviani en la Escuela Mágica Castelobruxo.

Saludos,

Candela Triviani


Moderador/a de HarryLatino.org

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~ Mosquito ~          Ianello 

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  • 2 meses más tarde...

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La Marca Tenebrosa, legado de nuestro señor tenebroso, dicta que Arya Macnair, habiendo cumplido con los requisitos establecidos, obtiene el conocimiento de Cambiaformas en concordancia al conocimiento de Bando 1 correspondiente al clan Caballeros de Walpurgis, por lo que su tatuaje evolucionará impregnando la tinta mágica en su piel con un ardor que no le permitirá olvidar su nuevo poder.

Atentamente.

Aaron Black Yaxley; Líder de la noble casta tenebrosa.
Arya Macnair & Cissy Macnair; Lugartenientes de la noble casta tenebrosa.

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  • 2 semanas más tarde...

Ficha actualizada para añadir el Conocimiento de Bando 1 y perfil editado para añadir el conocimiento correspondiente, Cambiaformas correspondiente al clan Caballeros de Walpurgis, ya que el usuario ha aprobado la clase dictada en la Marca Tenebrosa.

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  • 2 semanas más tarde...

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NOMBRE DEL PERSONAJE: Arya Macnair

SEXO: Femenino

EDAD: 27 años

NACIONALIDAD: Sueca

FAMILIAS :
* Familia 1 : Macnair (Matriarca)
* Familia 2 : -
Padre(s) Sanguíneo :

  • Padre Sanguíneo: Pik Macnair
  • Madre: Lúthien*

TRABAJO: Directora de El Profeta || Miembro élite de la Orden de Antari


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RANGO SOCIAL: Orden de la Cruz Dorada

BANDO: Neutral

RANGO DENTRO DEL BANDO:

Hechizos adicionales: --

Criaturas controlables en asaltos y duelos: --

Habilidades Mágicas:

CONOCIMIENTOS ESPECIALES

  • Primeros Auxilios
  • Maldiciones
  • Transformaciones
  • Artes Oscuras
  • Leyes Mágicas
  • Herbología
  • Aritmancia
  • Encantamientos
  • Idiomas
  • Adivinación
  • Pociones
  • Conocimiento de Bando 1

° MEDALLAS:

  • Medalla por Aprobación del Curso del Libro de la Fortaleza: 2000 puntos
  • Medalla por Aprobación del Curso del Libro de la Sangre: 4000 puntos
  • Medalla por Aprobación del Curso del Libro del Equilibrio: 6000 puntos
  • Medalla por Aprobación del Curso del Libro del Druida: 8000 puntos
  • Medalla por Aprobación del Curso del Libro del Caos: 10000 puntos
  • Medalla por Aprobación del Curso del Libro de los Ancestros: 12000 puntos

Total de puntos de Experiencia en Medallas: 42000 puntos



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RAZA: Demonio

ASPECTO FÍSICO:

Pronunciadas curvas marcan su estilizado cuerpo, posee unas largas piernas y una piel extremadamente blanca salpicada por diminutas pecas color canela. Mide aproximadamente 1,65 por lo que normalmente utiliza zapatos de tacón para ganar algunos centímetros extra, más cuando no desea resaltar donde va usa zapatos cómodos o simplemente va descalza. Lacia y larga cabellera color rojiza con mechones plata que le recuerdan quien es y a lo que está destinada, enormes ojos verde esmeralda de un peligro amenazante y con un fulgor atrayente. Rasgos marcados, labios finos tono cereza y pómulos rosados.

Tiene una cicatriz en la nuca de pocos centímetros de diámetro producto de un corte de Katana y sobre éste como si se tratase de un renglón posee un tatuaje con la palabra "Ómra" que significa Ámbar en Irlandés. A su vez una segunda cicatriz a lo largo de su espina dorsal, producto de un fuego maldito, adorna su piel. Éstas son las únicas que prevalecieron a la transformación pues los antiguos Maoris que Allen Joe Walker dibujó en su piel para mantener a raya a su demonio interno desaparecieron.

En su muñeca derecha posee una especie de tatuaje que realmente es una marca de nacimiento producto de la pertenencia a un largo linaje de brujas desde la época de Salem. Un símbolo celta que caracteriza, para muchos a la Santísima Trinidad, para muy pocos pero los realmente sabedores, a aquellas brujas que fueron masacradas sin sentido alguno; una Triqueta Celta, la personificación del paso del hombre por el mundo terrenal, el ciclo de la vida, un constante hilo que nunca se corta, la comunicación con el plano astral, y todo aquello que para muchos no tiene sentido.

ASPECTO DEMONÍACO: Cuando su instinto demoníaco logra salir a flote es en sus ojos donde se refleja primero, éstos se vuelven tan opacos y oscuros que rozan el color negro. Sus uñas normalmente recortadas crecen como garras animales al tiempo que sus dientes se vuelven puntiagudos como los de una bestia y su nívea piel es surcada por franjas atigradas. Pierde completa noción humana y solamente es capaz de cazar a su presa, buscar venganza o asesinar aunque pocas veces llega a ese punto, logra controlarse.


CUALIDADES PSICOLÓGICAS:

Su personalidad desde el día en que nació fue completamente una dualidad. Bajo el signo de Géminis, tiene una doble cara, algo casi tan literal como la misma frase lo indica. Cuando niña fue muy solitaria, se refugiaba en su familia y en los libros. Con el pasar de los años aprendió a levantar un muro imaginario entre ella y las demás personas circundantes por lo que carecía de sentimiento alguno.

Conviviendo con ella misma descubrió que algo no estaba bien en su interior y fue cuando conoció por primera vez a la esencia demoníaca que se regodeaba en la oscuridad de su alma y que se apoderaba de su cuerpo en totalidad cuando la pelirroja se enojaba o sobrellevaba una situación de estrés. Consciente de que en ese estado había herido a unas pocas personas teme aquella condición y prefiere estar alejada de los demás.

Es fría y calculadora cuando la situación no le concierne, pero cuando es personal llega a afectarle demasiado. Actúa sin pensar si se trata de un ser querido. Después de su primer fracaso amoroso su muro imaginario se volvió extremadamente sólido y notorio. Amante de los estudios en Academia, sobre todo de las Transformaciones, le gusta más la noche que el día. Es en la mayoría del tiempo una joven silenciosa.

Luego de su aceptación completa y de firmar el contrato con el cónclave demoníaco mediante el cual ocupa el séptimo puesto, logra controlar sus dones y se vuelve una persona 100% sensorial. Controla el agua en todas sus facetas, es intolerante a las altas temperaturas y logra congelar lo que desee. Domina la empatía por lo que puede sentir en carne propia los sentimientos de los demás y así deducir levemente sus pensamientos. Capaz de ver el aura ajena.

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1876

Corría, corría con todas sus fuerzas pero aun así podía sentir el calor de las antorchas que portaban todos los aldeanos de Salem,una pequeña ciudad ubicada en el Condado de Essex situado en Massachusetts. Aferraba a la pequeña criatura entre sus brazos con afán temiendo que se la cayera, tras su espalda el constante murmullo se hacía más y más audible: —¡Bruja, Bruja!— gritaban los hombres con tridentes, ballestas, palos y odio, —Deben darle fin a su era de terror— agregaban las mujeres con pesadas rocas en las manos siguiendo los pasos de sus esposos, todos se habían puesto el disfraz de Juez aquella noche y creían tener a sus enjuiciados ante los ojos.

Sarah intentaba no distraerse con aquello, ella era una bruja, sí ,pero jamás había dañado a nadie. Había utilizado su magia para el bien incluso hasta en los días más oscuros, había ayudado a los niños y ancianos enfermos, a las mujeres parturientas, a los hombres heridos y al borde de la muerte, todos acudían por sus poderes como Sanadora puesto que la joven Sarah Good era una Sacerdotisa de nacimiento con dones especiales que la naturaleza le había otorgado, pero junto con éstos había sido, como algunos creían, maldecida con el poder de la Magia.

El terreno se volvía más y más escabroso, tropezaba y debía lograr que su cuerpo cayese de costado para no herir al bebé que dormitaba entre cobijas sin saber qué pasaba a su alrededor, volvía a incorporarse y seguía corriendo. El vestido no era de mucha ayuda tampoco, largo hasta los tobillos, se enredaba en sus piernas y le hacía trastabillar. Giró hacia la izquierda en un gran árbol de pino, el olor lo delató y las pequeñas agujas marrones caídas que formaban una alfombra en lo amplio del suelo boscoso. Bajo éstas una fina capa de lodo provocó que Sarah se deslizara con brusquedad y diera su cuerpo de lleno contra otro enorme árbol de arciano, golpeó su cabeza y perdió el flujo de aire.

—¡Bruja!— Se oyó cada vez más cerca pero no lograba incorporarse, intentaba tomar desesperadas bocanadas de aire y le era imposible, el golpe en medio de su espalda le había quitado el poco que quedaba en sus pulmones luego de una larga y cansina carrera jugando al gato y el ratón con los aldeanos furibundos. Pronto todos estuvieron parados frente a ella.

—Por favor, tened piedad de mi— suplicó la rubia con los ojos anegados en lágrimas, —He ayudado a cada uno de vosotros cuando me lo pedisteis. He traído al mundo a vuestros hijos, nietos y sobrinos... He sanado a vuestros hombres— alegó incorporándose lentamente.

— ¡Brujerías! — Gritó una mujer rechoncha. Sarah la recordaba perfectamente, esa misma mujer dos semanas atrás había llegado llorando a su puerta diciendo que su esposo la engañaba con una de las muchachas del Burdel más conocido por todo el pueblo, “Red Leaf” . Había rogado a la bruja que matase a la muchachita o que realizase un encantamiento en su esposo para que la amara de por vida y ésta se negó; —La magia no surte efecto en el amor— había explicado, aunque sabía perfectamente que si lo hacía, pero no exactamente en el corazón del encantado sino más bien en su cerebro, haciéndole creer que amaba a la persona que tenía en frente y eso algún día acabaría matándolo como a un canario.

Y así le había pagado por haberse negado a tal fechoría, la mujer la había acusado en plena plaza central, Sarah había apresurado el paso, corrido hasta su casa y tomado a su pequeña hija, sabía lo que pasaría, le había sucedido a todas sus amigas por igual, la matarían.

El primer hombre se acercó a ella con un mazo en alto dispuesto a asestar un golpe certero quizás en su cabeza, ésta alzó su mano derecha pero no en posición de defensa, apuntó a él con el odio brotando de sus poros, —Petrificus— exclamó y con rapidez el hombre se congeló como un iceberg. Un segundo hombre corrió desde detrás de la muchedumbre al presenciar la escena y el grito desesperado de una mujer, apuntó a Sarah con una escopeta y tragó en seco, ante tal amenaza la joven bruja levantó una vez más su mano con fuerza y en el pecho de éste hombre tres profundas heridas se abrieron, cual ataque de Sectusempra. Cayó al suelo de rodillas prácticamente muerto.

Desde la oscuridad un par de ojos pequeños y amarillentos como oro fundido lo observaban todo. Agazapada, la criatura se encontraba escondida entre los frondosos arbustos.

El primer golpe la desligó de su pequeña hija, la niña cayó al suelo y comenzó a llorar desesperada, Sarah se tomó la cabeza algo abochornada y se arrastró hacia ella, —Por favor— rogó, pero el segundo golpe llegó nuevamente dejándola tendida con la vista nublada y fija en una cobija color azul. Alguien la tomó por los brazos y la volteó, podía sentir el metálico sabor de la sangre en su boca, sus ojos se entrecerraban por la misma razón, le ataron las muñecas y la cargaron al hombro de vuelta a la aldea, tendría un juicio “Justo” e iría a la hoguera junto con sus compañeras.


1901

—Sarah... Sarah ven aquí te estoy llamando niña

La voz de una mujer que rozaba la tercera edad resonó por toda la habitación. Una muchacha de cabellos rubios, bucles largos y perfectos acudió al llamado con ropa sucia y rota, aquel apacible y angelical rostro contrastaba sobremanera con lo descuidado de su apariencia. —¿Qué te he dicho sobre jugar en el jardín? — le preguntó la mujer con el rostro y las manos llenas de arrugas y manchas, frunciendo el ceño, sentada sobre una mecedora poniéndose unas horribles gafas de ver.

—No estaba jugando señora inquisidora, estaba tratando de entrar al gato— se excusó la muchacha, enormes ojos verdes se escondían tras la tierra, una pulcra y nívea piel como la misma porcelana, delicadas facciones, estilizada anatomía, era una princesa atrapada en el cuerpo de la sirvienta de una tacaña mujer chapada a la antigua. Contaba ya con 25 años de edad, había sido criada desde el primer momento para servir a la señora que le había dado cobijo y eso hacía, pagaba su deuda, pero lo que la joven Sarah no sabía, era la verdad sobre su identidad.

Aquella noche, cuando su madre había sido arrastrada contra su voluntad a la plaza central de Salem donde recibió un juicio descabellado y fue sentenciada a muerte, una mujer la tomó del suelo donde había caído y se había apropiado de su identidad así como de su vida. Le habían enseñado a lavar, planchar, zurcir, cocinar, limpiar, todo lo que una buena criada debe saber para servir a sus señores con unas cuantas pequeñas reglas:

No salir al jardín
No jugar con otros niños
No leer, no escribir, no cantar
Y por sobre todas las cosas: No hacer magia

Ésta última regla jamás la había comprendido pero al haber crecido con las mismas se le hacían de lo más natural, y así con el pasar del tiempo comenzó a surtir los obstáculos como todo adolescente rebelde. Jugaba en el jardín cuando los dueños de casa no estaban, conversaba con niños de su edad cuando la mandaban a comprar al mercado del pueblo, y por las noches cuando las luces se apagaban y la enviaban a dormir, encendía una pequeña vela que le duraba semanas hasta que tenía que robar otra de la cocina y leía un libro que por fortuna encontró tirado en una plaza, “El libro de las Sombras”.

—Ve a lavarte y a tu habitación. No cenarás ésta noche— Como si hubieran despertado a su estómago, éste rugió y la joven se vio obligada a fruncir los labios y abrazarlo con ambas manos, era la tercera noche que no probaba bocado porque la señora Inquisidora le imponía un castigo completamente absurdo.

—Si señora— respondió con cortesía y sus ojos se anegaron en lágrimas, contuvo la respiración, tragó y aguantó el llanto hasta estar dentro de la bañera restregándose la tierra de la piel y de debajo de las uñas. —Esto no es justo— farfulló, parecía una niña molesta, nunca había madurado lo suficiente. —¡La odio!— agregó y golpeó el agua con ambas manos salpicando su rostro, cerró los ojos por inercia pero nada pasó.

Algo extrañada abrió lentamente sus orbes color verde esperanza y lo que vio la sorprendió. Asustada saltó de la bañera pero las gotas de agua no se movieron de su lugar, seguían allí suspendidas en el aire, como congeladas; envolvió su cuerpo en una manta y pasó su mano por el sitio buscando explicación alguna. Estaba maravillada y a la misma vez aterrada por la situación, era una mezcla excitante, pero unos pasos por detrás de la puerta llamaron su atención y la devolvieron a la realidad. Apresurada agitó sus manos para que las gotas de agua volvieran a su estado natural pero nada pasaba, dio pequeños golpecitos a su cabeza pero ninguna idea surgía de ésta, hasta que de pronto lo recordó.

Finite Incantatem— susurró con los ojos enormemente abiertos y las gotas de agua regresaron a la bañera de donde nunca debieron desviar su dirección, aquello era absurdo, había aprendido esa palabra en el Libro de las Sombras pero creía que lo que estaba leyendo eran puros mitos.

La puerta se abrió y la Señora Inquisidora ingresó al cuarto de baño para inspeccionar que el aseo de Sarah fuera correcto y tras darle el visto bueno acarició su cabello. —Mi niña preciada, perdóname por cómo te traté— dijo tomando un cepillo y obligando a la muchacha a tomar asiento frente a un enorme espejo, —Es que me preocupa tu futuro— prosiguió cepillando con delicadeza los bucles de Sarah.

—¿Mi futuro?— cuestionó ciertamente curiosa e intentando que su cuerpo se calmase luego de la ligera descarga de adrenalina que había significado el contratiempo anterior.

El cepillo cesó su ascenso y descenso chocando con uno que otro nudo que provocaba que la señora pusiera mano dura y que Sarah intentase no quejarse porque le jalaban el cabello, —Claro, querida. Tu futuro... Estoy muy anciana ya, no creo sobrevivir otro invierno como el que se acerca— y por raro que pareciera la joven sintió cierto pesar y angustia, aquella mujer por muy dura que fuera ante sus ojos era una madre, le había criado y a su forma de ver le había dado el amor justo y necesario para que creciera como era debido, no se imaginaba una vida sin ella.

Sarah se incorporó aferrando la manta contra su cuerpo y girando sobre sus talones quedó frente a frente con la Señora Inquisidora, —¿Qué será de mi cuando usted no esté? — preguntó algo compungida, la mujer acarició su rostro y sonrió de lado.

—Tranquila cariño. No vas a estar sola, pronto una señora reconocida en el pueblo vendrá a verte, y si le gustas, te llevará a trabajar con ella— respondió y cambiando por completo el color de su semblante afirmó la voz y espetó: —Ahora, a dormir. En tu cuarto tienes la cena— Fue lo último que oyó de ella.

La mañana siguiente se vio azotada por una fuerte tormenta, el cuerpo de la Señora Inquisidora yacía sin vida en su cama con el rostro impasible como si estuviera soñando, una de las criadas más antiguas dentro de la casona la halló cuando se disponía a abrir las ventanas para que la misma mujer despertara y la noticia había sido llevaba a oídos de Sarah cuando ya se la habían llevado. La muchacha se había vestido de negro tras desayunar un pan con leche, el funeral se llevaría a cabo durante esa misma tarde aunque lloviese; recogió su cabello en un moño elegante, se colocó un vestido, zapatos de tacón, se aseó, un sombrero adornaba su cabeza y un paraguas la resguardaba de la lluvia.

En plena ceremonia, una mujer se acercó hasta dónde estaba y posó una mano sobre su hombro derecho, —Lamento mucho tu pérdida— murmuró por lo bajo, pues el párroco aun daba la misa a las muchas personas que habían acudido aun y a pesar del clima. —La señora inquisidora te apreciaba muchísimo— prosiguió la mujer, alta, sumamente delgada, largo cabello negro, profundos ojos café, labios carmesí, un lunar llamativo sobre los mismos, y su atuendo no dejaba espacio a la imaginación.

—¿Usted quién es?— preguntó Sarah arqueando una ceja, algo dentro suyo le decía que no debía fiarse de aquella persona.

—Una buena samaritana que accedió a acogerte si la señora inquisidora llegaba a morir… Y aquí estoy, cumpliendo con mi palabra. Ahora vamos— finalizó y la sonrisa simpática desapareció de su rostro.

—Pero… Un momento, no puedo irme… Mis cosas— Balbuceaba la rubia perpleja mientras la mujer la jalaba por el brazo y la subía a un viejo automóvil de época, ¿debería aceptar su destino?, no lograba comprender qué estaba sucediendo, no hasta que llegó a su nuevo “hogar”. Bajó del auto y contempló el letrero, “Red Leaf” el nombre se le hacía muy familiar, pero como jamás había ido a parar por aquella zona del pueblo no recordaba bien qué era aquel sitio. Al ingresar intentó memorizar cada rincón del lugar para futura necesidad.

Una barra se encontraba al final de una larga hilera de mesas donde hombres y mujeres bebían, jugaban cartas y conversaban. Ruido a copas y botellas golpeándose, una escalera ascendente a su izquierda daba a un pequeño balcón interno de donde se podía apreciar todo lo que estaba viendo en ese momento pero desde una perspectiva más alta. A su derecha lo que parecía ser una puerta de emergencia junto a las puertas del baño. Madame Leticiè la tomó una vez más por el brazo y la escoltó escalera arriba hasta una de las tantas puertas que desfilaban allí, — Aquí dormirás, y aquí será donde más tiempo estarás— repuso la mujer con una sonrisa sarcástica en el rostro, —Ahora quítate ese vestido de niña mimada y ponte lo que está en el armario— finalizó dando un portazo y dejándola aun más confundida.

Noche tras noche la puerta de aquella habitación se abría y un nuevo hombre ingresaba, Sarah se limitaba a sonreír y cuando Leticiè se marchaba fijaba su vista en el recién llegado susurrando —Imperius— el masculino caía bajo los efectos de un nuevo encantamiento aprendido en lo único que había podido rescatar de la casona, “El Libro de las Sombras”. Los manipulaba para que se estuvieran quietos, les quitaba la ropa, los metía en la cama y al despertar ninguno lograba recordar nada; les hacía hacer lo que no era contra su voluntad, y antes de que pudiesen decir algo al respecto: —Obliviate— brotaba de sus labios y solo finalizaba la mañana con un —Suerte cariño, espero que te haya gustado— madurando a la fuerza fue que su magia creció, comprendiendo que nadie en ese mundo era de fiar.

Hasta que simplemente una noche apareció, Sarah contaba con 30 años para la fecha, cinco largos años habían pasado y aunque su cuerpo seguía siendo el mismo y ni una sola arruga surcaba su pulcro y delicado rostro, su alma y espíritu habían envejecido. Había madurado y aprendido a la perfección el manejo de su magia, aunque aun no sabía de dónde provenía. Un hombre de alta estatura, porte elegante, prominentes ojos azules, piel trigueña, cabello rubio y sonrisa radiante, no era usual ver a un sujeto así vagando por “Red Leaf” así que todas las muchachas se hallaban alborotadas tras su paso, pero éste se limitó a observar a Madame Leticiè y volver la mirada hacia la rubia en cuestión, quién sonrojada se preparó para una nueva noche de encantamientos.

La puerta se cerró tras ambas figuras, —Imper.. — murmuró la bruja pero ésta vez no pudo acabar con el hechizo, el hombre giró sobre sus talones quedando frente a ella y la tomó por lo hombros con fuerza.

—No es necesario que hagas eso conmigo— dijo con un hilo de voz y un deje de malicia en la misma, —Te he seguido la pista, Sarah Good— agregó relajando su aferre para no marcar la piel bajo sus manos, liberó solo una y ésta se perdió dentro de su gabardina. Al sacarla llevaba una extraña vara con ella, —Mi nombre es Leo Wyatt, y creo que esto te pertenece— expresó, ahora sí, soltándola por completo y entregando la varita a la rubia.

Sarah la tomó y sintió una fuerte electricidad recorrer todo su brazo derecho, se aferró a ella y una profunda sonrisa se dibujó en sus labios, había sido tanto el dolor que había sufrido durante años que ahora se sentía invencible, — ¿Cómo fue que me encontraste? — le preguntó curiosa estudiando su varita. Podría decirse 35 centímetros de largo, Nogal negro por el aroma a nuez, con extrañas escrituras celtas, las conocía, eran las mismas que se encontraban en su libro. Leo tomó asiento en la mullida cama, apoyó ambas manos al costado de su cuerpo y de igual manera estudió a la joven bruja.

—No es muy difícil encontrar a las de tu tipo… Más si se la pasan haciendo magia como si se tratase de lo más normal del mundo— protestó frunciendo el ceño ligeramente y fulminando a Sarah con la mirada. Ésta se sonrojó e intentó fijar sus ojos verdes en otro sitió, en la mancha más diminuta de moho en la habitación.

—¿De mi tipo? — cuestionó sintiendo el rostro aun más encendido que segundos atrás, — ¿Qué se supone que tratas de decir con esto?.. Solo soy una simple servidora del buen hombre— soltó con asco, —Nací, crecí y maduré siendo la criada de una Señora Inquisidora... Solo soy eso— agregó y en sus ojos solo se podía ver odio y un puro rencor.

— ¿Sabes por qué te llamas así? — Comenzó Leo incorporándose lentamente, parándose frente a ella y tomando su barbilla para poner su rostro en alto y que lo mirase a los ojos. —Tu madre se llamaba así, Sarah Good, una mujer hermosa y noble por excelencia, mal juzgada por la sociedad en 1876 … Murió tras ser llevada a la hoguera, condenada por brujería— Wyatt le soltó la información de una sola vez y sin previo aviso, ésta cayó sobre Sarah como un balde de agua helada, —Eres una bruja, Sarah. Esto te pertenece, es tu legado... No naciste para ser la criada o la dama de nadie, naciste para hacer grandes cosas— finalizó con una sonrisa en el rostro.

—Y fui yo quien se encargó de que encontrases ese libro que tanto te apasiona— su voz se fue apagando poco a poco hasta que por fin hizo un leve movimiento con las manos incitándola a probar su magia por primera vez.

Alzó su varita cargada de rencor y solo un hechizo surcó su mente, —Cr-Crucio— balbuceó algo nerviosa, su frente se había perlado en sudor pero su pulso nunca tembló. Un rayo verdoso salió del extremo opuesto de su varita y fue a parar en medio del pecho de Leo, éste cayó al suelo de rodillas con el rostro desencajado retorciéndose de dolor. —Crucio— repitió ésta vez con más seguridad que antes, la oscuridad se desprendía de su cuerpo, la intensidad del rayo canalizaba toda la ira acumulada por años y años de maltrato. Una vez más Leo se retorció y cayó de espalda al piso con la mirada inexpresiva, él no había hecho nada malo, solo haberle enseñado al lobo a cazar.

El sonido alertó a Madame Leticiè que corrió tras oír los gritos agónicos del hombre suplicando piedad, al abrir la puerta se encontró con una situación incomprensible, una mujer con el cabello rubio y suelto, una silueta desnuda despampanante con su nívea piel al descubierto, una sonrisa complacida afloraba a sus finos labios carmesí y un brillo extraño surcaba sus ojos verdes que en ese momento se veían aun más verdes de lo normal. Llevaba una marca en la espalda, entre los omóplatos de la que nadie jamás se había percatado, eran tres óvalos entrecruzados como un ciclo sin final ni comienzo aparente.

Sarah se volteó y fijo la mirada en Leticiè, alzó la varita y sin miramientos masculló — ¡Avada Kedravra! — un rayo rojo salió de su varita la cual amenazó con partirse en dos, el odio acumulado en su sistema viajaba por su torrente sanguíneo y se transportaba a la magia que manaba de su arma. Poco a poco se iba quedando sin fuerzas y el rayo impactado en el pecho de Madame Leticiè le arrebató la vida en el primer instante, cayendo ésta al suelo inmediatamente al igual que Leo, solo que habiendo sufrido menos dolor.

La bruja cayó de bruces exhausta, las ventanas se abrieron de par en par, tenía las manos y brazos heridos por la potencia de los hechizos, su tórax tenía un compás preocupante, su corazón latía de una forma amenazante, le dolía el pecho por el palpitar, la sangre hervía dentro de sus venas. Abrió los ojos de nueva cuenta observando todo lo que había hecho, Leo no se lo merecía, pero de igual forma había pagado los errores de alguien más, Madame Leticiè si lo merecía por aquellos horribles cinco años que le había hecho pasar. Al levantar la vista pudo contemplar cómo la gente allí presente se amontonaba en el umbral de la habitación estupefactos y ante el más mínimo intento de ingresar, Sarah tomó su varita del suelo y saltó por la ventana.

Un hombre afirmó haberla visto correr en dirección al bosque más sombrío de todo Salem, nadie se atrevía a entrar allí puesto que quienes lo enfrentaban acababan perdidos para siempre y los pocos que habían podido regresar, terminaban locos en una casa para cuidados mentales alegando haber visto a las criaturas más temibles del mundo entero, incluso aquellas que solo eran mitos en libros antiguos y leyendas olvidadas.

La noche se hizo día y el día volvió a ser noche una vez más, la luna le dio paso al sol y éste caballeroso le dio paso a ella al día siguiente. Dos días completos pasaron en los que Sarah vagó por el bosque, desnuda y desorientada, descansaba algunos minutos durante el día y por la noche subía a la copa más alta del árbol más resistente y aguardaba a que los animales nocturnos acabasen su ronda. Su cabello sedoso y color oro se había opacado y resecado, su sonrisa ya no era esplendida, sus ojos no brillaban como en épocas de antaño, tenía hambre, estaba débil, herida y sus brazos comenzaban a tornarse morados por la infección de las cortadas producto de los hechizos. Solo su varita seguía intacta, solo que ya no quería usarla.

La noche la tomó por sorpresa, ya contaba con poca lucidez y eso provocaba que sus movimientos fueran lentos y sus reflejos casi nulos, aun caminaba sin rumbo alguno cuando sintió un crujir tras ella, volteó por pura inercia alzando el único arma que creía tener para defenderse, pero lo que vio simplemente la hipnotizó. Ante ella un enorme lobo de pelaje gris con betas rojizas y profundos ojos color azul cielo la observaban mostrando los dientes en posición de ataque, el gruñido era leve y constante, parecía una melodía cortando el espectral silencio.

El animal dio un paso hacia delante y Sarah retrocedió, un segundo paso y ésta se paralizó, no sabía el por qué pero su cerebro no lograba conectar neurona alguna para acabar con la vida del animal, era como si éste controlase cada uno de sus movimientos. El lobo aulló y la piel se le erizó, aunque su corazón latía con fuerza sintiéndose extrañamente atraída por aquel llamado.

La bruja cerró los ojos al notar como las patas delanteras del animal se despegaban del suelo en un intento por saltar y abalanzarse sobre ella pero nada pasó, el lobo suspendido en el aire sufrió una extraña transformación y ahora para su sorpresa se encontraba en presencia de una hermosa mujer. Su cabello era largo y rojo como el fuego, sus ojos eran extremadamente azules y su piel blanca como la nieve que caía en invierno, cubierta por una fina capa de piel gris, llevaba los pies descalzos.

—No te asustes, Sarah... — Le dijo con voz suave acercándose poco a poco y tendiéndole la mano.

>>Mi nombre es Lúthien. Llevo años esperando éste día... Exactamente 30 años— comenzó al tiempo que hacía ligera fuerza para incorporar a la rubia del suelo — Fui testigo en éste mismo sitio de la forma cruel en que trataron a tu madre, y de la misma forma en que fuiste tratada tu— prosiguió y en ese momento millones de imágenes se sucedieron en su mente, éstas pasaban tan rápido que le provocaban migraña. Desde niña solo podía recordar una cosa, cada vez que volteaba había un perro siguiéndola, en el jardín, en el mercado, en la plaza, en sus propios sueños... No era un perro, era un Lobo.

—Éstas heridas, Sarah, lo que hiciste allí, es lo que eres. Eres una bruja— alegó mirándola fijamente.

— No, no lo soy. Soy un monstruo— replicó la mujer con los ojos anegados en lágrimas, no sentía pena ni remordimiento y eso era lo que más le dolía.

—No te sientas mal. Tarde o temprano pasaría, se lo merecían. Ahora debes elegir, Sarah. Esas heridas llegaron hasta tu alma, cuando el sol se ponga ya estarás muerta y no podrás hacer nada al respecto, a menos que me aceptes. Te ofrezco mi cuerpo a cambio de tu magia— argumentó despojándose de la capa que cubría su anatomía.

Y así sucedió, aquella noche fresca de 1901 Sarah Good aceptó vivir eternamente en el cuerpo de Lúthien, un demonio que jamás le dijo la verdad: ella quería poder, poder que solo el linaje Good poseía, uno de los apellidos más afamados entre la cacería de brujas de Salem. La fusión fue casi explosiva, sus cuerpos se unificaron como si simplemente hubieran estado compuesto por moléculas flotando en tiempo y espacio, Lúthien cayó de bruces al piso boscoso colapsada, el dolor fue insoportable pero poco a poco se fue sumiendo en una pequeña molestia.

Sonrió de lado sintiendo la magia correr por sus venas y se incorporó, el pacto había sido sellado. Segundos después se lanzó a la carrera y su cuerpo fue tomando la forma deseada, primero los pies y manos, se encorvó, luego el rostro se estiró, una larga cola, un par de orejas y poco a poco logró regresar a ser la lobo gris que pasaba desapercibida. Se había aprovechado de la débil bruja absorbiendo todo lo que era y desterrándola de aquel cuerpo, ahora ella sería la hermosa mujer de cabellos rojizos y ojos azules como el cielo.


1992 ° Enero

Corría una fresca brisa allí en un bosque apartado en los terrenos de la bella Suecia, la nieve lo cubría todo y le daba a uno una sensación de paz y quietud con su blanco brillante. Lúthien se había dado a la carrera varias horas atrás, el alba la perseguía al igual que unos seis o siete sujetos con armas, arcos y flechas, antorchas y palos. — ¡Por ahí! — se oyó a unos de los hombres gritar cuando el animal viró a la izquierda, sus patas se hundía por el peso de su cuerpo cansado en la nieve, dejando un fino rastro de sangre, le costaba trabajo respirar, tenía el hocico congelado, pero su pelaje la mantenía templada. El corazón le latía a mil por hora y sentía que éste se iba a detener en cualquier momento. Es que en eso se había basado su vida hacía ya 91 años, matar, robar poder y huir, nadie nunca comprendía qué sucedía, una llamativa mujer se encontraba ante sus ojos con una larga cabellera rojiza y de la nada, antes de soltar el último aliento y morir, un enorme lobo gris se marchaba sin ser visto.

Lúthien no era un animago no, para quienes comprendían del tema ella era un demonio y su forma como tal era la de aquel Lobo Gris Mexicano tan magnífico, elegante y peligroso a la vez.

Al salir de una lejana y apartada cueva esa mañana, se topó con un grupo de exploradores, éstos la observaron por un instante, Lúthien hermosa y llamativa con un vestido azul cubriendo su nívea piel en contraste con la nieve y su larga cabellera pelirroja casi lindando sus caderas, pies descalzos y un enorme par de ojos azules los escrutaban amenazantes. Los hombres se miraron los unos a los otros y sonrieron de manera maliciosa, —¿Qué es lo que hace una mujer tan bella como tú sola en un sitio como éste? — preguntó uno que portaba un carcaj, — ¿Es que se perdió, Señorita? — agregó otro incorporándose del suelo e intentando acercarse a ella.

Como por acto reflejo la varita que antes había pertenecido a Sarah se materializó en su mano izquierda y sin pensarlo dos veces susurró, —Imperio— apuntó al hombre con el carcaj y éste al sentir su cuerpo extrañamente liviano junto a una melodiosa voz en su cabeza, con mano temblorosa y rapidez tomó el arco que yacía a un costado de donde estaba, extendió su mano por detrás de su hombro, tomó una flecha y con un seco sonido ésta se incrustó en el pecho del segundo hombre. Éste cayó de rodillas al suelo con los ojos enormemente abiertos, mirando a su compañero con incredulidad, intentando por todos los medios quitar la flecha y cuando lo hizo murió al instante.

El pulso ni siquiera le tembló al realizar aquel movimiento y apuntando a un segundo hombre con su varita, el sumiso tensó la cuerda del arco y se preparó para atacar. Un grito desgarrador cortó el gélido silencio que acompañaba el blanco, la pelirroja cayó sentada con lágrimas en los ojos intentando ahogar sus quejidos, ahora era ella la que tenía una flecha incrustada en su hombro derecho, la extremidad le temblaba cuando intentaba moverla, el dolor era insoportable, la sangre lo teñía todo a su alrededor, había caído en una trampa.

Tras haber pasado toda su vida lanzando maldiciones imperdonables a diestra y siniestra su alma se había ido seccionando en ínfimas partes, se fragmentaba cada vez más y la volvía un ser frágil e indefenso cuando estaba en su forma humana, por lo tanto heridas de tal magnitud solían tardar en sanar o no sanar nunca. Apretó los dientes con fuerza y quitó la flecha sin soltar la varita que desapareció en el acto, se incorporó apoyando todo el peso de su cuerpo sobre la mano izquierda con tal rapidez, que cuando el resto de los hombres salieron de su asombro e intentaron atraparla Lúthien corría en dirección contraria logrando aquella transformación que le devolvía las energías parcialmente dejando tras de sí un reguero de sangre.

Flechas acariciaban su pelaje pero no llegaban a dar en su cuerpo, los gritos y las voces se hacían más y más audibles, jadeaba con la lengua fuera y los ojos muy abiertos, eran demasiados y estaba muy débil para hacerles frente, aun en su mente intentaba comprender cómo es que no se había percatado de un octavo sujeto por detrás de su ubicación. Pronto llegó a los pies de un risco, acorralada y sin saber que hace supuso que luego de tanto tiempo su hora había llegado, giró sobre si misma con sus cuatro patas lobunas frente a los ojos de sus perseguidores y recuperó la silueta de una mujer desnuda, los observó con una cínica sonrisa lindando el risco, abrió sus brazos y se lanzó a la nada misma.

Aresto Momentum— Fue lo último que escuchó cuando todo se volvió oscuridad.

El tiempo transcurrió dentro de su mente aunque por fuera solo hubiera pasado un día completo y media noche, abrió los ojos lentamente sorprendida por un punzante dolor en el hombro, llevó su mano hasta ahí y se topó con un limpio vendaje. Se hallaba recostada en una cama simple cubierta por una blanca sábana, todo estaba en penumbras, el silencio era ensordecedor, solo el sonido de brazas chispeando por el fuego llegaba a sus oídos, tragó en seco y se sentó con cuidado. Sus pies tocaron el frío suelo de cemento y sus manos usaron como guía las paredes de madera, al parecer estaba en una cabaña.

Por la única ventana que había en el cuarto podía comprobar que aun estaba en el bosque, se detuvo frente a una puerta e intentó oír más allá de ésta, al notar que había alguien allí dentro la abrió sin miramientos dispuesta a atacar, solo que había un detalle, su varita no estaba por ningún lado.

—¿Buscabas esto? — Preguntó un hombre con una media sonrisa apoyado contra una chimenea jugando con su varita entre los dedos de la mano derecha cuando Lúthien ingresó, —Vamos muñeca, ven por ella— agregó deteniendo el molesto juego y fijando sus ojos desafiantes en ella.

—¿Quién eres? — preguntó algo tensa pero no fue capaz de dar un paso más. —¿Dónde estamos? — agregó y el hombre frente a ella le lanzó su varita sin avisar dándole la espalda.

—¿Así tratas a tu salvador, Lúthien? — cuestionó sin responder una sola de sus preguntas al momento, —¿Crees que me fue fácil acabar con todos esos hombres de una sola vez por ti? — negó con la cabeza y chasqueó la lengua, —Mi nombre es Reshi— soltó sin mucho más y tomó asiento en un pequeño sofá.

La pelirroja lo miró incrédula y ató simples cavos, —¡Fuiste tú! — vociferó sintiendo una oleada de furia recorrer su espina dorsal, había olvidado por completo que estaba desnuda pero poco le importaba, —¡Tú lanzaste esa flecha, tú me heriste! — argumentó apuntando al tranquilo Demonio con su varita más lo pensó mejor. —Podrías haberme dejado morir allí, pero no lo hiciste .. ¿Qué es lo que quieres de mi? — bajó su brazo izquierdo y siguió con la mirada la fisonomía masculina que se acercaba hasta ella.

—A ti— respondió con naturalidad, —Reconozco el poder cuando lo veo, me gusta el poder— agregó con una media sonrisa paseando sus orbes por el cuerpo de la bruja.

1992 ° Marzo

La jaqueca la despertó esa mañana, había pasado casi un mes y medio de la partida de Reshi, solía desaparecer seguido y ya se había acostumbrado después de todo era solo su mentor, su maestro en el arte de matar, le había enseñado a canalizar y bien utilizar sus poderes de demonio, le ayudó a crear un lazo con su elemento, el agua , pero irremediablemente algo más había pasado. Entre tantas enseñanzas Lúthien había cruzado una barrera que jamás creyó cruzar, se había enamorado de aquel sujeto que probablemente no correspondía dicho sentimiento. Compartieron piel, poder, sangre y deseo y de aquello el mismísimo Dios del infierno se aprovechó. Jaquecas, mareos, nauseas, la pelirroja podría ser muy poco comprensiva con respecto al tema, pero no era est****a.

—No te muevas, no te muevas— se repetía una y otra vez tirada en el suelo apuntando a su abdomen, inspiraba profundo e intentaba acabar con su vida de una vez y por todas, pero cada vez que lo intentaba un lobo albino aparecía de la nada y le hería las muñecas, nunca supo de dónde provenía, el por qué, o cómo acabar con él, simplemente protegía al ser que se estaba gestando en su interior y luego de varios intentos fallidos acabó dándose por vencida comprendiendo a regañadientes que aquello era una señal y que la criatura dentro suyo debía nacer.

1992 ° Abril

La primavera afloraba así como sus hormonas, intentaba ocultarlo lo mejor posible para que Reshi no supiese aunque siempre sospechó que nada escapaba a sus sentidos demoníacos. Aquel Abril aguardó paciente su regreso, la sed comenzaba a irritarla, necesitaba salir de caza pero nunca lograba controlarse a menos que él estuviera allí para decirle cuándo parar. Los días pasaban unos tras otros y los árboles florecían, daban frutos y todo lo embellecían, los animales se apareaban, los pájaros cantaban, el sol iluminaba todo en un cielo increíblemente azul, pero el demonio no regresaba.

La verdad había sido tan evidente que le costó notarlo, el día en que conoció al hombre éste dejó latente una frase en su cabeza, "poder", era todo lo que le importaba y todo lo que realmente quería, nunca la amó pero sabía que la única forma se conseguir dicho poder era confundir la mente de la demonio. Él era un demonio poderoso y ella la heredera legítima de un antiguo clan del infierno por tanto aquel engendro en su vientre sería la maldad personificada además de —si nacía varón— heredar su séptimo trono en el cónclave de los siete.

1992 ° Mayo

El odio crecía en su interior junto con aquella criatura, los malestares habían abandonado su cuerpo mágicamente, lo único que no podía hacer dado el tamaño de su vientre era transformarse, desde el día en que su estómago comenzó a crecer no lograba tomar la forma de aquel hermoso ejemplar de Lobo Gris Mexicano pero no se molestaba, extrañamente se había encariñado con su “hijo” … Su hijo, suyo, era la primera vez que lo llamaba así, pero era total y completamente suyo. Reshi había desaparecido durante meses sin ser capaz de dar la cara, era momento de buscarlo y cobrarse aquel abandono.

Enfundada en piel viajó durante semanas siguiendo la pista del demonio sin mucho éxito, su vientre crecía de manera sorprendente —debido a su raza— y aquel lobo albino la seguía desde las sombras, podía sentirlo, podía ver sus ojos color oro fundido observando cada uno de sus movimientos, protegiéndola. Hasta que por fin pudo detener su andar, descansar un poco y descubrir la tediosa verdad. Desde lejos pudo sentir la presencia de Reshi, pudo verlo ingresar a una Mansión, la Mansión Macnair en Ottery St. Catchpole, pero no era él. Su personalidad, su forma de hablar, de moverse, no era el demonio que le había enseñado todo lo que sabía, era un simple mortal, Pik Macanir.

1992 ° Junio

Un mes pasó y ella se mantuvo escondida entre sombras vigilando los movimientos del aparente demonio quién decía llamarse Pik . Aquello era insólito, Lúthien no podía creérselo, se había enamorado de un huésped aunque ella lo era, un huésped dentro del cuerpo de Sarah Good, pero nadie lo sabía, solo ella, y sería un secreto que se llevaría a la tumba, si moría. Una fría noche refugiada en una pocilga llamada “El Caldero Chorreante”, Lúthien sintió una chispa en su interior, algo que la cortaba por dentro, desgarrando cada uno de sus músculo, aulló de dolor y fijando una desesperada mirada en la oscuridad de la habitación donde se hallaba pudo ver aquellos ojos color oro que siempre le habían seguido hasta ese momento. Jadeó, susurró, esforzó su garganta pero no lograba articular palabra alguna.

—¡Ayudame! — Rogó en un hilo de voz.

El lobo dio un paso hacia delante y se dejó ver a los pies de la cama sin hacer el más mínimo movimiento. Por acto reflejo separó sus piernas, un escalofrío recorrió su cuerpo y le arrancó un grito ensordecedor, cerró los ojos sintiendo que todo lo malo que había hecho se le estaba volviendo en contra, el odio se acumulaba en sus venas y sus ojos verdes comenzaban a teñirse de rojo a medida que los colores abandonaban su rostro. Aquella noche el alma de Lúthien abandonó su cuerpo y se fundió con una vida que arribaba al mundo, pura, noble y con muchos objetivos que cumplir llegado el momento.

El llanto de una pequeña criatura invadió la habitación y apagó el eco de los gemidos de una mujer sin vida, pelusa rojiza poblaba su cabecita, ojitos cerrados que algún día serían de un azul cielo, piel blanca como la nieve, un ser frágil como la porcelana que irradiaba paz y luz. Un alma noble que había nacido de la más pura oscuridad. El lobo albino se acercó a ella, la tomó entre los pliegues de una sábana manchada en sangre y desapareció nuevamente entre las sombras dejando el cuerpo de Lúthien extinguirse hasta volverse polvo, puesto que sin alma, la cantidad de años que había vivido se volvían corpóreos y tangibles en sus huesos y carne.

Del polvo venimos y al polvo volvemos.

La mañana siguiente de Junio de 1992 la pequeña Arya fue encontraba por una mujer encantadora y adorable llamada Cye Lockhart, Matriarca del castillo, esposa de Ishaya Tonks y abuela de Bodrik Lockhart. Se crió entre los pasillos del lugar como un miembro más de la familia, aprendió de los consejos de Gilderoy Lockhart, quien tenía el cuadro más grande sobre la pared más iluminada del salón principal y se formó entre los ideales de La Orden del Fénix sin ser completamente consciente de ello. En reuniones conoció a Athena Rouvás quién la adoptó y la cuidó como a una hija aun y cuando portaba escasa edad debido a su condición vampírica. Fue una infancia feliz.

Contando con la edad necesaria recibió su carta de aceptación en Hogwarts . Se esperaban grandes cosas de ella y su pasar por la Institución fue intachable por sus altas calificaciones, más su personalidad comenzó a cambiar. Dejo de volver a casa cada navidad, en vacaciones, o épocas en las que muchos jóvenes Magos abandonaban los estudios y corrían al calor del hogar, trasladó todas sus pertenencias a su habitación dentro de la sala común, de la que luego fue Prefecta, Los Dragones de Lancashire, y comenzó a cerrarse a los demás.

Lo que nadie sabía es que a medida que Arya crecía y desarrollaba sus facultades tanto mentales como mágicas algo dentro suyo comenzó a despertar, algo oscuro que la atormentaba por las noches en las que sufría sueños recurrentes donde se encontraba rodeada de cadáveres para dar por sentado que había sido ella quien los había asesinado y al mirar su reflejo en un claro arrollo en medio de un bosque contaba con la apariencia de un lobo albino. Más entrada en su adolescencia, con pequeños arranques de ira, su esencia demoníaca, la que ella aun desconocía, se apoderaba de su cuerpo y la pelirroja lo recordaba todo como un mal sueño.

Evitando volver a casa una tarde se dio a la fuga, viajó durante meses en dirección incierta hasta llegar a una zona muy fría del Norte, allí conoció a tres adorables personas: Sebástian, Issy y Emma. Con el correr del tiempo Arya descubrió su linaje Stark, su afición a los lobos y la devoción que éstos tenían hacia ella, compartió conocimiento y estudió junto con su grupo reducido de amigos, era una muchacha muy capaz y lograba resaltar en todo. Por las noches se mantenía alejada de la tribu durmiendo a la intemperie, a los pies de una montaña nevada junto a un congelado lago. Por las noches era cuando no podía controlar su identidad.

Presenció la ceremonia en la que Sebástian se unió a Emma jurándose amor eterno, estuvo tres hermosos años junto a Isy quién cuando llegó tenía 7 años y ella 13. Fueron momento felices siempre y cuando no dijese la verdad, pero dicha verdad cada vez le pesaba más. Hasta que una noche, una fatídica noche de Junio, cuando la joven pelirroja contaba con 16 años, Isy y Emma decidieron espiarla en su exilio y fue allí donde vieron como de rodillas Arya lloraba y rogaba piedad. Parecía estar teniendo una lucha interna consigo misma, se acercaron con sigilo y salieron de entre las sombras con los ojos enormemente abiertos.

—¿Arya, estás bien?— Preguntó Emma que tenía para ese entonces 20 años y era la más grande del grupo junto con Sebástian.

La pelirroja la observó con los ojos anegados en lágrimas y alzo una mano para detener su andar, —!No, Emma, por favor, no te acerques!— rogó. La muchacha era alta, delgada, con el cabello oscuro como la misma noche y enormes ojos marrones, piel cobriza como la de todo Norteño y la solidaridad a flor de piel. Emma era Sacerdotisa y algo le indicaba que su amiga estaba sufriendo. Issy, por el contrario, corrió en dirección a Arya y la rodeó con sus brazos, pequeña, pelirroja, con la piel sumamente blanca, pecas cubriéndola, ojos verdes, quien la viera podría decir que eran hermanas de sangre.

—Arya, Arya— daba grititos intentando que la bruja volviera en si, ésta la empujó con tanta fuerza que provocó un fuerte impacto en la frágil muchacha quién perdió el conocimiento por unos minutos.

—!Vete, Emma!— Gritó incorporándose, lágrimas rodaban por sus mejillas y se perdían bajo su barbilla, su labio superior temblaba con violencia y sus pupilas estaban terriblemente dilatadas.

La morena se detuvo frente a Issy y enfrentó a Arya, —¿!Quién eres!?— preguntó con valentía, la pelirroja sonrió de manera forzada y extendiendo su mano hacia la izquierda su arco y carcaj volaron hacia ella como si los hubiese llamado con la mente, dio un paso al frente y apuntó.

—Emma, vete por favor— rogó una vez más, las lágrimas seguían mojando su rostro mientras sus manos tensaban el arco, —!Vete!— gritó y su alarido cortó el silencio nocturno al igual que la flecha el aire que separaba a ambas féminas. Ésta fue a dar en el hombro derecho de Emma que se quejó y contuvo la respiración.

—Vamos Arya, no voy a dejarte, lucha— argumentó dando un paso al frente, ahora comprendía que su amiga estaba siendo manipulada.

Una segunda flecha dio de lleno en el abdomen de la morena, ésta se inclinó hacia delante apretando los dientes, el dolor recorría por completo su cuerpo, la sangre se deslizaba por su cobriza piel de manera descendente, —Emma, por favor— suplicó por última vez mientras sus manos tensaban una tercer flecha, su voz se había vuelto un susurro, Issy despertaba y comenzaba a gritar y los gritos desesperaban más a la bestia que había dentro de Arya alertando a su vez a los aldeanos. Sebástian llegó en el momento exacto en que una flecha atravesaba el corazón de su prometida.

"Muere" fue lo único que se oyó, la voz de una mujer haciendo eco en todo el bosque.

Aquella noche Arya había cruzado el límite, no había sabido controlar sus instintos y le había arrebatado la vida a una buena persona, había herido a Issy y se había ganado el odio de Sebástian quien durante meses la persiguió. La joven bruja pasó un tiempo vagando por el frío Norte, herida de gravedad por quien fue su amigo, con el alma desgarrada en un millón de partes, odiándose, pidiéndole a los Dioses que con su agonía de una vez y por todas, hasta que por fin cayó rendida sobre una espesa capa de nieve, lindando los terrenos de Rusia, sola y al borde de la muerte. Allí conoció a su primer amor, un hombre llamado Viktor quién la rescató, sanó y cuidó hasta que estuvo lo suficientemente fuerte y estable como para regresar a su hogar. Habían pasado 4 años ya, más tiempo del que hubiera querido.

Los últimos años de Academia fueron aquellos que marcaron su destino. Volvió a casa creyendo que había logrado adormecer a su demonio, intentó acercarse a sus familiares puesto que no tenía amigos pero le fue inútil, no lograba generar ningún lazo afectivo. Acabó desarrollando por completo su sentido de empatía, el cual consistía en sentir lo ajeno como propio, lo cual a veces la debilita espiritualmente de acuerdo a su condición como Sacerdotisa, aunque ésta aun la desconocía, tanto así como percibir el aura de todo aquello que tenga vida, más que nada, en los animales, que son los seres más puros de la tierra.

Casi llegando al final de su camino educativo, decide formar parte de las filas de Aurores que cuidan y velan por el bienestar de todos, compartía sus ideales, se había criado con ellos, pero más que nada, era una deuda que tenía con Emma.

Dentro del Bando, conoció a personas que perdurarían en su memoria incluso si le arrebataban la misma. Llegó a sentir suma admiración por Mei Black Delacour y Aimé, Demon Hunters de la época. Conoció a Oniria Haughton en un momento crítico, su aura por completa oscura fue la que llamó la atención de la joven y poco a poco se fue convirtiendo en lo más importante que tenía, al punto de desesperarse al comprobar, que el corazón de la joven pertenecía al lado oscuro y ella nada podía hacer. Formó un vínculo más allá de lo terrenal y lo espiritual con Oniria, llegó a amarla de una manera sumamente fraternal, comprende, que quizás en otra vida fueron un mismo ser y en esa siente que es su otra mitad.

Sufrió una segunda "perdida" luego de la desaparición de Aimé, por lo que se la pasaba noches enteras vagando por diversos bares nocturnos, así conoció a Allen Joe Walker un Exorcista que le ayudo a someter a sus demonios y al cual le debe la vida. Junto con él se creó un trío inquebrantable: Oniria, Arya y Allen.

Alejada de todo lo sentimental conoció a Aziid Delacour, un joven Mago, hijo de Mei, quién agotó hasta el último de sus recursos por lograr que la bruja bajase las defensas y le permitiese acercarse. Arya había encontrado a su persona en el mundo y aunque reacia, intentaba dejarse querer. Juntos tuvieron una hija llamada Ámbar. Al momento de saber que estaba embarazada Macnair huyó creyendo que la negativa del hombre sería difícil de afrontar más por el contrario el pasó meses buscándola; tras regresar, en direcciones opuestas lograron por un breve lapso de tiempo formar una familia.


En un mar de desencuentros el destino la cruza con Cissy Macnair y Leah Ivashkov, ambas Mortífagos confeso ante sus ojos por decisión propia. La primera más adelante su tía, fue quien ayudó a que Ámbar naciera intentando hacerse con la niña pues en ese momento su madre no la deseaba por odio al Licántropo. La segunda su más aguerrida enemiga y según investigaciones el amor de su hija en un futuro muy lejano. Leah secuestró a Ámbar buscando venganza y Sybilla pareció atrapada en aquel accionar con distintas intenciones, por desgracia ésta fue quién murió a manos de Lúthien quien con su sangre impregnada en una daga apuñaló a la vampiro y exilia su esencia del mundo terrenal dando paso a Castalia.

Ante aquel asesinato el alma de Arya se vuelve completamente oscura permitiendo así que Lúthien tome control total de sus facultades tanto físicas como mentales y la destierra a la zona más apartada y recóndita de su

Editado por Arya Macnair

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