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Castillo Gaunt • (MM B: 102403)


Anne Gaunt M.
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Ya todo estaba listo y servido. Shave se había encargado de los últimos detalles para que quedara más que impecable la cena que había preparado el Nigromante para su amiga. Arya seguramente ya venía en camino, su amiga no le faltaría cuando se trataba de una invitación del vampiro.

 

- Ya te puedes retirar Shave. Yo me encargaré de recibir a Arya.

 

El elfo asintió ante la orden del original y desapareció de la escena tras un chasquido de sus largos y huesudos dedos. Emmet, por su parte, se dirigió a la parte posterior del castillo para estar cerca de la puerta y escuchar cuando su amiga llamara; aunque eso no era necesario porque, desde que se conocieron, ambos desarrollaron una conxión única siendo capaces de reconocer y sentir al otro cuando estaban cerca.

 

Los detalles eran algo que le encantaban y eso podía asegurarlo Arya. Recordaba el ramo de rosas azules y el regalo que le había dado a la bruja en su Graduación de la Academia seguido de aquél beso que pactó el amor que el vampiro sentiría toda su vida por la única mujer que lo había enamorado de manera verdadera y por la que él había sido capaz de dar hasta su vida con tal de defenderla y no verla sufrir; la vida se encargó de separarlos a cada uno por su camino pero ahora los volvía a reencontrar y dentro del mismo Bando, compartiendo los ideales y luchando juntos.

 

Por ello, había preparado el mismo detalle que aquella vez. Un ramo de rosas azules envueltos de manera delicada y cuidada. Estaban apoyadas en una de las mesitas de bienvenidas que daban a la puerta principal. Junto a éste había un pequeño paquetito que contenía una fina pieza de joyería: una cadenita de oro blanco que terminaba con una lágrima de zafiro azul.

 

Se sentó en el sillón. Sentía los mismo nervios como aquella primera vez que la vio pero ahora las cosas eran distintas para ambos. Comenzó a jugar con su alianza de casamiento que Demian le había dado lo que le recordaba que él se había ido a un viaje sin darle explicaciones.

 

Pero esas ideas se disolvieron en su mente debido al golpeteo de la puerta. Tres veces para ser exactos llamaron, y tenía que ser ella. Emmet se levantó del sillón, dio unos últimos arreglos a su camisa azul y abrió.

 

- Arya ... mi vida.

 

Como siempre se quedaba sin palabras ante la presencia de la hermosa mujer que tenía enfrente. Se quedó contemplando su esbelta figura antes de invitarla a pasar al salón principal del castillo.

 

Cerró la puerta tras ella y allí se quedó.

 

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Editado por Emmet Haughton Gaunt

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Me sentía molesta, mi anterior visita al Castillo Gaunt había sido menos que infructuosa, ni un elfo, ni una pluma, ni una señal de vida en el bendito lugar. Pura roca y madera, árboles y estatuas que no decían nada. Una pena no poder aplicarles un piertotum y la verdad mucho más pena no poder siquiera dejar un incendio de frustración. Me había tenido que marchar, así, sin más. Suspiré mientras una vez más me veía frente al espejo de mi habitación, mi elfina, delicada y tierna, me había comprado un vestido blanco de corte princesa con flores rojas pintadas en él. Flores rojas con sus tallos y hojas de un verde oscuro que daban un bello contraste en la nívea tela. Me encantaba en verdad.

 

Aunque aparecerme en las afueras de la Mansión me parecía algo inútill había logrado obtener información por parte de algunos espías que me quedaban en la ciudad de que movimiento había pero nadie me garantizaba la presencia de @. Estaba segura que como el Ministro y la mayoría de los Warlocks se había esfumado. Resoplé mientras ataba un moño negro en mi cabello y giraba con el vestido acampanado hacia uno y otro lado, luciendo mis sandalias al tono. Sin más me eché una capa fina sobre los hombros, por si regresaba tarde y guardé como siempre varita, vuela plumas, anotador y algunos otros implementos en mi bolso. Allá íbamos una vez más.

 

~~~

 

La aparición en las afueras de la mansión fue como la vez anterior pero esta vez mis pasos eran más decididos y apresurados. Los jardines del frente eran decididamente bellos y ya fuera con magia o por el trabajo de los elfos o los humanos, los setos se veían pulcramente cortados. Pero para mí, las señales de vida que me habían mencionado seguían sin aparecer. Subí de a dos los peldaños de piedra del ingreso y mi mano golpeó decidida la aldaba sobre la puerta. Esta vez no me iría sin que alguien, quien fuere, me dijera el destino de @ y dónde podía encontrarla, no me importaba la hora. Estaba decidida.

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La puerta por fin se abrió y allí estaba, tan elegante y altivo como siempre, con ese par de ojos azules con el que se hubo topado de niña y que le cuidaban el sueño por las noches. Macnair sonrió ingresando y aceptando cordialmente la invitación, sacudió un poco sus pies en la alfombra y volteó cuando Emmet la rodeó cerrando la puerta, normalmente solían ser más espontáneos y cariñosos entre sí, pero él ahora era considerado un hombre casado, hombre de un solo hombre y ya no cabía sitio para abrazos que rompieran huesos y recompusieran el corazón, más llevaban tanto tiempo que Arya evadió la futura regla con una sonrisa en los labios.

 

—Emmet Gaunt.

 

Extendió los brazos con delicadeza cual alas en pleno vuelo y envolvió al vampiro con éstos, estaba dichosa de verle y el impregnar sus fosas nasales con el perfume que siempre desprendía su piel aceleró su delicado corazón. Ambos tenían millones de cosas de las que hablar así que no quería demorar demasiado la cena entre afectos y cursilerias; —Te ves extremadamente guapo, ¿Eso es lo que hace el matrimonio con uno?, habérmelo dicho y ya estaría casada— bromeó codeando al hombre mientras seguía sus pasos hacia el salón donde le estaban dirigiendo.

 

—¿Y cómo has estado, dime?, quiero saber hasta el último sucio detalle.

 

Un elfo se acercó hasta donde estaban y como notó que no llevaba abrigo para tomar, como era de esperarse por parte de las criaturas en casas de familias reconocidas como aquella, chasqueó los dedos y le ofreció una copa de vino blanco cosa que no le sorprendía pues Emmet sabía que lo prefería por sobre el tinto y que no bebería sangre para acompañarlo por mucho amor que le tuviera. El Patriarca tomó lo que fuese que se le dio y juntos llegaron al salón principal, bellísimo como no recordaba pues no muchas veces había estado en aquel castillo y las pocas que "recordaba" llegaban a su mente como flashes y no eran para nada gratas.

 

Tomó asiento en un cómodo sofá cruzándose de piernas sin problema alguno pues no llevaba las piernas al descubierto como solía hacerlo y le dio un segundo sorbo a su vino saboreando lo ácido de éste cuando escurría por su garganta, el anfitrión aun no hablaba, cosa que le sorprendía, pero si cargaba con unas cuantas cosas curiosas como un paquete y flores, ¿Se encontraría bien?.

 

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Los cumplidos de la pelirroja siempre lo sonrojaban. Era una mujer super tierna y demasiado atenta ¿Quien no podría enamorarse de una persona como ella? Cualquiera podía hacerlo.

 

- Arya Macnair

 

Repitió mientras mecía la copa de vino tinto que el elfo le había servido. Tomó un sorbo y se sentó luego de que Arya lo hiciera.

 

- Tú no te quedas atrás en estar linda y cuidarte - le contestó devolviéndole el cumplido que había tenido para con él. Ella quería saber más detalles acerca de cómo se encontraba y los detalles de su relación. Bajó su mirada hasta su alianza nuevamente antes de tomar otro sorbo de vino y tomarse el tiempo para contestar - Siempre sabes dónde y cómo tocar mi punto débil, Macnair - agregó vaciando lo que quedaba de su bebida en su boca.

 

- Hay tantas cosas que contarte desde el día de la boda - comenzó con el relato manteniendo su pierna derecha por encima de su izquierda y su espalda apoyada en el respaldar del sofá - Creo que lo último ha sido lo que más me ha golpeado. Demian ahora es demonio. Sí, así como te lo estoy diciendo - se adelantó a la reacción de la bruja. Ahora sabía lo que se venia. El "yo te lo dije", " lo voy a matar, Emmet", " tú te mereces algo mejor"; conocía cada una de esas palabras y frases de Arya - No sé como fue que consiguió hacer ese procedimiento tan peligroso y estar así como está ahora pero algo no me quita de la cabeza que, para hacerlo, me ha sido infiel. Puede ser una tontera lo que estoy pensando, amiga, pero algo me lo dice. El día de la boda él desapareció por unas horas diciéndome que se iba a reunir con un viejo amigo en no sé donde ... - hasta ahí llegaron sus palabras con el relato. Algo se había atorado en su garganta y no era comida. La mezcla de angustia y rabia se volvían a apoderar del Nigromante.

 

Con un simple movimiento de Nix volvió a llenar ambas copas de vino. Bebió un buen sorbo para bajar aquella pelota que lo asfixiaba y continuó.

 

- Esa duda la vine a resolver el otro día que se apareció ante mí en mi local con su nuevo aspecto. Dice que no se acuerda de nada y que tiene un recuerdo vago de nuestra relación. Sólo sabe que yo soy su esposo ... hasta no tenía la alianza que él mismo me regaló - volvió a darle una vuelta al anillo de bodas que estaba en su anular derecho y bebió otro sorbo de vino.

 

- ¿Qué es lo que tengo que hacer para ser feliz una vez en la vida? - se mantenía intenso frente a la situación. Las ganas de llorar lo invadían pero no iba a quebrar delante de su confidente.

 

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La bruja sonrió escondiendo el rubor detrás de la copa de vino al dar un sorbo, era cierto que su aspecto había mejorado en demasía, y eso que el vampiro simplemente le veía vestido. Tanto entrenamiento desde que hubo ingresado a La Marca Tenebrosa con Zack, Leah y Pik le había obsequiado músculos delicadamente marcados donde antes había piel lisa, sus curvas realzaban aun más, se encontraba radiante de felicidad, tratando de esconder todo lo malo en el fondo de su ser para así no dejarlo salir a flote jamás.

 

No quería sostener una triste mirada a quienes le hablasen, no quería sentir un nudo en la garganta cada vez que le preguntasen cómo estaba y mucho menos quería volver a fingir por el bienestar ajeno. Pensando en aquello descubrió que algo no andaba bien con su amigo y éste no demoró en confirmar tales sospechas acabando el vino de una sola vez y llenando las copas rápidamente, Macnair bebía de a sorbos pequeños pues los demonios que no sabían comportarse —como ella— eran débiles después de un par de copas, o simplemente después de una y no deseaba estropear su noche.

 

Cuando oyó lo que Emmet le contaba, o más bien la breve frase que éste pronunció tuvo que apartar la copa de sus labios o habría escupido el vino blanco en toda la alfombra, ¿Aquello era una broma?, tenía que ser una broma. Depositó la copa en una mesa de patas cortas cerca de sus tobillos y miró al Gaunt con el ceño tan fruncido que pronto sintió se le entumecía la frente. —Te odio, te odio profundamente. Tú debías ser feliz, era momento de que lo fueras— pensó apretando los puños y cruzando las piernas, pero no dijo una palabra, él se adelantó.

 

Le permitió continuar con la historia por respeto pero no veía la hora de que Demian se apareciera por la puerta desenterado de la vida para darle un coñazo que no se olvidaría jamás. Le dolía lo que el Nigromante le contaba, pero por sobre todas las cosas le dolía su dolor, si algo había aprendido en la investigación que llevaba como originaria, y por los pactos que hubo hecho en el pasado con antiguos y poderosos demonios que al día de la fecha le perseguían, no se lo ocultaría a Emmet, aunque aquello incrementase el pesar en su corazón.

 

—Emmet, ¿Tu sabes que la forma en que se pacta con Demonios es mediante tentación?— preguntó extendiendo su mano para tomar la del vampiro, le estaba haciendo daño, lo sabía, pero no se detendría —Nosotros nos movemos entre lujuria, tentaciones y deseos carnales. La manera en que se cierran los tratos con otros demonios, sea el rango que sea allí abajo, es mediante...— se detuvo en seco y buscó su mirada, esperaba que lo entendiera por si solo meditando su pregunta final con una media sonrisa aflorando en sus labios enmascarados en carmesí.

 

—Respecto a tu pregunta, siempre te lo he dicho, debiste casarte conmigo— Besó su mejilla y se puso de pie, —Creí que me habías invitado a cenar, no a llorar por un desgraciado... al cual, espero sepas voy a matar en cuanto vea.

 

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  • 4 semanas más tarde...

Una lechuza negra se posó en la ventana de Anne, de entre la tormenta de nieve y cubierta de escarcha llegó el ave a la torre alta de lechucería en la mansión Gaunt. Sujetaba un sobre marrón con un sello rojo y una "G" en letra cursiva dorada. En el anverso: "Únicamente apto para lectura de Anne Gaunt"

 

 

 

Hola, Anne.

Quizás no me conozcas (De hecho, prefiero creer que así es), pero estoy desesperado y no tengo a quién más acudir, por lo que paso a presentarme:
Soy Gazthen Dathëas Gaunt, primo perdido del mismísimo Stephen. El caso es que, mucho antes de que vuestra mansión de St. Ottery's siquiera existiera, yo ya albergaba una familia y era progenie de una rama Gaunt. Debo decir, querida prima lejana, que me dolió no recibir ningún tipo de mención en vuestra historia... sabiendo que ambos iniciamos casi a la par en este mundo mágico.
Pero no estoy aquí para plantear un drama, ni pretendo tener que derramar sangre (por ahora), solo quiero presentarme y solicitar una habitación en su actual mansión (Que dicho sea de paso, tengo curiosidad de conocer), ya que estaré escapando haciendo un viaje, por lo que necesito prepararme y recuperar energía unos días antes en un lugar mejor que este nido de espardrapos.

Espero novedades con todas mis ansias,

PD: Agradecería si pudieses enviarme algo de sangre (en el estado en que me encuentro; ¡Que venga de lo que sea, maldición!) pero factor positivo, realmente me siento débil como para cazar en donde me encuentro. Átalo en la pierna de Razor junto a tu respuesta, el pobre está acostumbrado a volar con cargas pesadas y desarrolló una habilidad excepcional para hacerlo.

Mis saludos cordiales,

Gazthen Gaunt

no me deja subir mi firma 👍 https://imgur.com/Pqhnl6e
ex-Líder Mortífago • Ancestro GauntFanger

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- ¿Owen?

 

Una lechuza negra se alejaba con rapidez, de un Castillo imponente no muy lejos del punto de donde ella se encontraba, enfocó la mirada y lanzó un bufido de decepción, esa no era su lechuza.

 

Se encontraba por el sendero que dividía a Little Hangleton de la Mansión de los Ryddle, pero no recordaba, en los muchos años de idas y venidas, haber visto ese Castillo anteriormente, y su vista no podía engañarla, negó con la cabeza y siguió avanzando por un camino un poco más retorcido, donde la maleza se volvía más densa y salvaje, pero ella conocía bien esa ruta, años atrás atravesó ese sendero incontables veces, algunas acompañada y otras simplemente, sola.

 

Guardó su varita en el cinto y dejó caer la capucha que cubría su cabellera castaña, tomando una gran bocanada de aire, ese aire lleno de humedad, denso por la neblina, avanzó unos pasos más hasta que la divisó.

 

- La vieja cabaña -sonrió acentuando sus pequeños colmillos- tan desagradable y acogedora como la recordaba.

 

Sintió un pequeño crugir de hojas tras de ella y siseó un par de palabras en un pársel, una de sus serpientes se irguió tras de ella y la miró, casi podría decirse que a modo de reproche, la joven McDougall hizo un gesto con la mano como para restarle importancia y prosiguió su camino.

 

- Los muertos no cuentan, si hablamos de interrumpir, y no creo que les importe que "ordene" un poco el lugar.

 

Un viejo letrero adornaba la entrada de la cabaña, con una advertencia cubierta por polvo e historias perdidas, lo ignoró y atravesó el umbral, la entrada lucía abandonada y tétrica.

 

- Y pensar que siempre se ha visto así.

 

Empujó la puerta e ingresó.

 

Recordó que cuando más joven, se sentía culpable por esconder la naturaleza de su verdadero apellido familiar, una McDougall Malfoy, se hacía llamar, cuando en el fondo sabía que el Gaunt era más parte de ella de lo que pretendía no serlo. Pero el tiempo, las compañías correctas y su verdadero linaje le hicieron darle un giro a aquella situación.

 

La sala deshabitada no parecía haber cambiado mucho, después de atravesar el largo pasillo, que era imposible ver desde fuera, llegó hasta la gran chimenea.

 

- ¿Dónde habrá quedado ese tarro de galletas?

 

Un crujido en la vieja madera la puso en alerta y sacó su varita, cuando con un ligero crack, un viejo y decrépito elfo doméstico se materalizó frente a ella.

 

- ¡Con un demonio! -gritó- ¿¡Cuántas veces te he dicho que detesto que aparezcas así!?

 

El elfo estiró su nariz hasta el suelo en una gran reverencia mientras sus enormes ojos la observaban conmocionado.

 

- Amicus, no quería ama... el sólo pretend-

 

- ¡Cállate! -cortó tajante- Hace meses que que estoy por los alrededores, tú, viejo y perezoso elfo doméstico. ¿Qué se supone que haces aquí?

 

El sirviente tragó saliva y volvió a hacer una reverencia.

 

- Sabía que vendría, sólo esperaba ama. Amicus suplica su perdón.

 

Liliana bufó en respuesta haciendo un movimiento al aire con la mano para que se alejara.

 

- Dime por favor que ese viejo hipogrifo de mi madre no ha vuelto a aparecer por aquí.

 

- En el piso de arriba -fue todo lo que respondió el elfo doméstico.

Editado por Liliana McDougall

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[Mel Black's daughter] -ex-Mortífaga- [Forever Gaunt]

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Los ojos de la warlock se posaron sobre la lechuza negra que acababa de aparecer en la ventana de su habitación, en la torre norte del Castillo Gaunt. El sobre era cuanto menos curioso, por lo que alargó la mano para poder desatarlo de la pata del ave y extraer así la carta de su interior. Leyó lentamente, para no saltarse ningún detalle al percatarse de que podría tener importancia para ella y su familia. Después, se dirigió hacia su escritorio y tomó un pliego de pergamino para poder redactar una respuesta.

«Estimado Gazthen,

ciertamente no, no te conozco, pero sí he de reconocer que algo había oído de ti. Incluso puede que haya leído en algún momento, quizás en algún documento antiguo de la biblioteca del castillo. ¿Primo perdido de nuestro antecesor Stephen? Nunca supe de ti, pero cualquiera que lleve el apellido Gaunt será bienvenido en nuestro hogar. No sé porqué ni siquiera pides permiso para acercarte hasta nosotros, estaremos encantados de recibirte.

Dificilmente podía saber de ti porque, aunque parece que iniciamos nuestra andadura en este bello rincón mágico casi a la par, yo no me uní al juego de rol hasta años después... cosas de la vida. Así que aunque sabía de la existencia de una rama Gaunt anterior a la nuestra, cuando yo levanté este castillo hace casi cuatro años hacía ya tiempo que había dejado de escucharse el apellido por Ottery.

En cualquier caso, como te decía, dispondrás de una habitación para ti en el castillo cuándo y dónde desees exceptuando la torre norte, que reservo para mí misma y mis actividades. Incluso si quisieras aparecer en el árbol genealógico... sólo dime o proponme cómo encajarte, y así será. Los Gaunt somos familia, no bandos.

Aguardo tu visita al castillo, será un placer recibirte.

PD: Te mando una de las bolsas de sangre que mi hija guarda en las despensas del castillo. Espero que no se rompa por el camino porque, de ser así, tendrás que cazar por Ottery... te encubriré en caso de que los guardas de la ley mágica se percaten, no te preocupes. Tengo mano en el Ministerio.

Cordiales saludos, querido primo lejano,

Anne Gaunt Malfoy»


Metió el pergamino en un sobre y lo ató a la pata de la lechuza negra, que había aguardado pacientemente mientras ella redactaba la nota. También hizo aparecer en su mano una bolsa de sangre, la cual ató siguiendo las instrucciones de Gazthen. Esperaba que llegara intacta a su destinatario. Luego, observó cómo el ave emprendía el vuelo y se perdía en el horizonte.

 

Se sentó en el sillón que ocupaba el centro de uno de los lados del escritorio y apoyó la barbilla en sus manos, que tenía entrelazadas y apoyadas en la superficie de madera. Aquella misiva la había dejado muy intrigada. ¿Se presentaría aquel supuesto pariente en el castillo? Frunció el ceño; tenía que haber algo de él en la biblioteca si es que decía la verdad. Desapareció de su habitación y reapareció en la biblioteca de los patriarcas, inaccesible para nadie que no fuesen Emmet o ella misma. Ni siquiera Jack entraba allí sin el permiso de la mortífaga. Y el único elfo que entraba cuando Anne estaba allí era Brook, el más viejo de todos.

 

Sacó varios tomos polvorientos de una estantería de madera antigua y los soltó sobre una amplia mesa redonda que ocupaba el centro de la amplia sala. Tomó asiento y abrió el primero. Era momento de comenzar a investigar, si es que el desconocido no se presentaba antes de lo previsto.

 

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Dio algunos pasos dentro del salón y apuntando con su varita hacia la chimenea, encendió una pequeña hoguera, con parsimonia se acomodó en el amplio sillón, que tantas veces acogió innumerables visitas.

 

El desastre en el que se encontraba la cabaña por fuera era completamente opuesto al interior, al parecer su elfo doméstico se encargó de mantener la "descencia" del lugar, limpiando aquí y allá sin dejar rincón con polvo. Chasqueó los dedos.

 

- Sí ama -habló Amicus apareciendo nuevamente frente a ella-

 

- Necesito... -llevó una mano a su mentón apoyando el dedo índice-

 

- ¿Sangre?

 

La castaña lo miró de reojo entrecerrando la vista.

 

- Iba a decir vino, entrometido.

 

La criatura inclinó su cuerpo en una reverencia pronunciada y con un ligero 'crack' desapareció.

 

- ¿Quiere sangre? -imitó la bruja haciendo un gesto con la cabeza- Te salva una vez de la muerte y ya se cree con derecho de responderme en ese tono.

 

El elfo doméstico reapareció con una bandeja y una copa llena de un líquido escarlata, la tendió hacia la joven bruja y ella lo llevó directo a su nariz para olfatear un poco, aún pensativa, miró al elfo frunciendo el ceño.

 

- Y esto se supone que es...

 

- Lo que pidió, señorita.

 

La espesura del dulce trago solo se podía sentir al pasar a través de su garganta, vaciando la copa por completo relamió sus colmillos sonriente.

 

- Es hora de buscar nuevas reservas.

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Una sombra se movió silenciosamente entre los arbustos que rodeaban las cercanías de la antigua cabaña Gaunt y un apagado respondió apenas alcanzó a oírse en la tranquila noche.

 

- Eres tan predecible... - La figura se movió hacia el sendero envuelta en una capa verde petróleo tan oscura que casi parecía negra en las sombras.

 

Samantha se acercó a la cabaña casi sin prestar atención a su alrededor. Al menos, todavía podía sentir la cercanía de su hermana como para detectar cuando se encontraba en las cercanías del pueblo. Cuando eso sucedía, sabía que la McDougall sin duda visitaría lo que quedaba de su antiguo hogar o alguna taberna de mala muerte. Al menos esta vez había sido la primera opción.

 

Llevaba años sin pisar ese lugar. Pese a haber pasado casi toda su infancia y adolescencia con los Gaunt, no era la cabaña lo que ella añoraba. Pasar por allí y saber que no encontraría a su madre, a la demente de su tía o a su hermana dentro, era demasiado deprimente para tolerarlo.

 

Saber que Liliana estaba allí al menos hacía las cosas más divertidas. Hurgando en el frasco que llevaba en las manos, sacó para sí una galleta con chips de chocolate y luego devolvió la tapa a su lugar. Bastantes arañazos le había llevado conseguirlo después de la desaparición de Mel.

 

- Maldita bruja desconsiderada... - murmuró adentrándose en la cabaña y siguiendo las huellas en el polvo acumulado.

 

Dejando caer su capa y el frasco de galletitas en la entrada, la pelirroja tomó un canasto que había colocado allí con premeditación en espera de este momento y continuó su camino hacia la sala.

 

- ¡Liliana McDougall! - vociferó con gesto enfadado. La bruja dejó el canasto en el suelo y cogió uno de los adornos de navidades pasadas y lo utilizó como proyectil lanzándoselo a su hermana. Comenzó a arrojarlos, uno tras otro, enfatizando sus siguientes palabras. - ¿Acaso no pensabas visitar a tu hermana? ¿Enviar una lechuza?

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