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Castillo Gaunt • (MM B: 102403)


Anne Gaunt M.
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Mery llevaba un rato llorando y balbuceando cosas que Anne prefirió ignorar. Ahora mismo le preocupaba la seguridad de su familia. ¿Habría alguien en el castillo cuando el dragón había entrado? O mejor aún... ¿de dónde había salido aquel ser? Ella y su padre habían estado en los terrenos y no habían visto nada, pero los dragones no salían de debajo de la tierra. ¿O sí? Estaba tan confundida que apenas podía moverse, ni tampoco notaba cómo su hija le tiraba de la ropa. Además, estaba en vilo comprobando que su fénix seguía con vida después de que hubiera entretenido al dragón para permitirles a ella y a Mery escapar.

 

Sagitas respondió a su llamada casi de inmediato y un alivio repentino calmó la respiración de la Gaunt durante unos segundos. Pero la calma duró muy poco, básicamente lo mismo que el dragón tardó en incendiar otro árbol con un potente rugido. Anne corrió hacia su compañera warlock, deshaciéndose del agarre de Mery, y se detuvo a medio camino con los ojos abiertos como platos. ¿De qué iba vestida? A pesar de la seriedad del momento, estuvo a punto de soltar una carcajada.

 

¿Pero de dónde sales, mujer? —exclamó, sin dar crédito a lo que veía. Tener un dragón campando por los terrenos de su castillo ya no le parecía tan fuera de lugar como aquella vestimenta. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para mantener la compostura—. Bueno, me da igual. ¡Mira eso! Dime que sabes qué hacer para controlarlo. ¡Repito, controlarlo! Tenemos que averiguar de dónde ha salido... y cómo lo domesticamos. ¿Crees que es posible? No pienso perder la oportunidad de tener un bicho como ese para mí —le dijo, bajando un poco la voz para que solo la Potter Blue la escuchase. Aunque tampoco es que fuera necesario, pues los rugidos del dragón hacían aquel trabajo—. ¿Qué dices? Yo no he soltado nada, estaba con mi padre y mi nieto en el jardín y esa cosa ha salido... del castillo. Y Mery venía delante, ¡seguro que ella tiene la culpa!

 

De repente, un chorro de agua acabó con el fuego de un banco y Anne se fijó en un recién llegado que no conocía. Miró a Sagitas y luego de nuevo al extraño.

 

¿Viene contigo?

 

Pero la cosa no quedó ahí. Tras apagar aquel fuego, lo cual la Gaunt agradeció interiormente, comenzó a comportarse como si se tratara de un ser superior. Llamó a Sagitas por su apellido y se colocó ante ellas, creando algunas criaturas mágicamente indicándole que distrajeran al dragón. Cuando escuchó lo de los ojos, estalló.

 

Como le hagas daño a esa criatura te las vas a ver conmigo, chaval —casi le ladró, dándole un empujón por la espalda—. ¿Quién eres tú y qué haces en mis terrenos? Fuera de aquí. Ya tenemos bastante con ese bicho arrasando nuestro hogar para que vengas tú a actuar como un héroe. Como no me expliques de dónde sales y porqué, te veo como aperitivo de dragón. Tú verás lo que haces.

 

La amenaza, que no tenía fundamento alguno, quedó silenciada por un tremendo rugido seguido de un severo temblor de tierra. Anne se giró justo a tiempo de ver cómo la criatura se avalanzaba sobre ellos.

 

¡Cuidadoooooooo!

 

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Siempre me tomo las cosas con tranquilidad (mentira, pero eso me decía mientras evitaba pisar cascotes que me hicieran perder el equilibrio) y con una mente analítica (también mentira; en vez de pensar en qué habría sucedido y en cómo arreglarlo, mi mente pensaba en que allá podía hacer ejercicio más productivo que saltar a la cuerda floja, tal como se movían los restos de aquella parte del edificio que pisaba) y práctica (eso no es mentira, pensaba en el negocio que podría hacer si montaba un negocio de recogida de restos, no sé porqué en Ottery siempre había castillos o negocios que quedaban por los suelos, por cualquier motivo).

 

En este caso, el chillido del dragón me indicaba que el bicho debía de tener algo que ver con lo sucedido. No estaba asustada, al fin y al cabo, era de corazón accidentosa y de mucho trato con esas criaturas de mil equis. Eso implicaba también que, por supuesto, no valorara el peligro en el que me metía. ¡Si ni había sacado la varita!

 

Una voz con fuerte tono extranjero me sorprendió por detrás. Alguien acababa de lanzar agua a un banco ardiendo al que me acercaba. Me giré, sorprendida. Le sonreí.

 

-- ¡Gualaaaa, Luca! ¿Tú también vienes a la fiesta? ¿Conoces a los Gaunt?

 

No le di mucho tiempo a que me contestara porque una voz femenina y apurada gritaba por su oveja.

 

-- ¿Ovejita? -- Se me erizó la piel; lo que no había conseguido saber que allá había un dragón, lo conseguía saber que una pobre y dulce ovejita estaba en medio de aquel caos. Amo las ovejitas; mi hermana Amya tiene una a la que, curiosamente, la llama Sagitas. -- ¿Eres tú, Mery? Estás algo sucia.

 

Sí, bueno, no era un comentario muy apropiado pero Mery me conocía, de cuando compartimos experiencias en el departamento internacional. Siempre era así, directa y poco apropiada.

 

-- Tienes el pelo rosa de un gris pisoteado. ¿Qué le pasó a tu ovejita? -- me acerqué para acariciarla, me daba tanta penita que llorara... Pero no me dio tiempo, señalaba algo que miré, por inercia. -- ¡Demonios descontrolados! ¡Ese dragón está idem!

 

Ahora entendía que Luca hubiera apagado aquel fuego, ¡si con un estornudo aquel bicho era capaz de quemar un ejército entero! Fruncí el ceño.

 

-- ¿Matarlo....? ¡Pero mujer...! ¿Cómo voy a matar un dragón? Si su defecación es muy útil como abono de las plantas. Son útiles. Bueno, si no se comen ovejitas, claro.

 

Otra vez la falta de tacto, pero es que estaba muy nerviosa ante aquella visión tan enorme de bicho cabreado. Pero mi preocupación no era el dragón. Bueno, sí, pero no tanto como que Mery gateara entre los pedruscos y se agarrara a mis patas.

 

-- Mujer, mujer, que me caigo, digo... Anda, chiquilla, levanta... ¿Has visto a Anne? Me mandó una nota de que le trajera un caramelo de menta o algo así. -- Por si acaso me había traído una cajita de gominolas de menta que tenía en el bolsillo. Yo no tengo culpa que su nota no se leyera bien. Me interrumpió mis pensamientos la voz de Luca. Intenté frenarle. Estos extranjeros que se pasan la vida matando a dulces animalitos, como si él tuviera la culpa de ser tan fiero por naturaleza. -- ¡¡Espera, Luca!!

 

Intenté zafarme del abrazo de Mery, pero me tenía bien agarrada la muy...

 

-- Frénalo pero no le hagas pupa, ¿vale? -- Yo valoraba mucho la vida de los animales. No estaba segura de si en Rumanía les acariciarían el cuello para que ronroneasen (sí, como los gatos) y les lavaban las alas para que brillaran las escamas. -- Yo me encargo de poner a Mery a buen recaudo.

 

¡Ni que fuera una joya de la Corona para decir que la iba a guardar en buen recaudo pero era una frase hecha que me salió así!

 

-- ¡Demonios, Luca! Que esas águilas tienen el pico muy afilado, a ver si le van a hacer daño... -- Sí, me quejaba pero también cumplía con mi deber de levantar a Mery, aunque sólo fuera para que no acabara tirándome al suelo y me raspara las rodillas. Sólo tenía esos pantalones de circo y si me los rompía, ahora que Madame Malkin había cerrado su sede en Londres y se había ido a París, tendría que hacerle un cosido muy poco fino (hey, sé coser, aunque no quede estético, el burejo se tapa, pero mejor si no me los rompo).

 

Hubiera ayudado a Luca, claro, lo juro, pero vamos, que el dragón no era rival para él y algo me decía que tendría que ayudar al Dragón a salir vivo de su choque con el diplomático rumano. Tiré de Mery de nuevo y solté una pedorreta con la lengua (sí, vale, ya he dicho que no soy muy cortés ni tengo modales socialmente aprobados) ante los comentarios de Anne.

 

-- Anda, Warlock, encima que vengo a verte y no me invitas a una limonada, criticas mi ropaje. Claro que sé controlarlo pero ahora está Luca y... -- por poco le digo que era un alto rango de la Orden que se había ofrecido a hacerlo él y que yo no me atrevía a llevarle la contraria. -- Él es bueno, yo os alejo de él. Seguro que sabrá unos cuantos hechizos para doblegarlo, que NO MATARLO -- eso lo chillé porque el ruido era enorme y quería que Luca oyera mi amenaza implícita sobre hacerlo daño al pobre animalito. -- Sí, viene conmigo.

 

Bueno, no venía conmigo, había venido él solito pero algo me decía que, de alguna manera, él había venido por mí y no por la familia Gaunt. O tal vez pasara por allá... Si seguía vivo tras la lucha contra el dragón, se lo preguntaría.

 

-- Vamos, Mery, ahora pásame el brazo por la espalda. Anda, no me hagas tomar la varita para enderezarte... -- era obvio que ni me acordaba si había cogido la varita. Con las prisas...

 

Salté hacia atrás con el chillido de Anne y por poco tiro a Mery lo poquito que la había incorporado.

 

-- ¡Demonios, no le chilles! Es el marido de... O no... El novio de... -- ¿De la líder de la Orden del Fénix? ¿Es qué estaba loca? -- De la Directora de la Oficina del Primer Ministro... Ya sabes... Mei Delacour. Se llama Luca algo, es rumano, seguro que su apellido es impronunciable, y está con nosotros como... hum... becario en prácticas. Practica el idioma. ¡Eso!

 

Sonreí. Prueba superada. Había sido capaz de presentarlo sin meter la pata (del todo). Sonreí y sacudí un poco el polvo del pelo de Mery.

 

-- Anda, mujer, que yo te consigo otra ovejita.

 

No me dio tiempo de más. Anne gritaba que tuviéramos cuidado y me giré a tiempo de ver que el dragón pasaba raudo hacia nosotros. No había tiempo así que...

 

-- Electroshock-- invoqué, extendiendo la mano hacia el dragón que se tiraba hacia nosotros. Una esfera de energía eléctrica salió de mi mano libre, la que no sujetaba a Mery, y golpeó al dragón. Seguramente no le haría nada excepto darnos unas milésimas de segundo en que el animal quedaría quieto. O tal vez no... Un dragón es una criatura muy fuerte... Pero, sin la varita en la mano, no se me ocurrió que ganar ese tiempo para tirar de Mery y rodar (sí, rodar, con lo duro que estaban los pedruscos) alejándonos del bicho.

 

Lo malo es que mi amiga podría acusarme de ser bandista pero... También jugaba con los conocimientos que había adquirido con los libros y que ella no tenía. ¿Podría hacer pasar esa invocación como algo de los libros que ella desconocía? Con un poco de suerte, ni se daría cuenta.

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  • 3 semanas más tarde...

Sagitas seguía en su habitual papel. Iba a su bola intentando consolar a una desesperada Mery, quien estaba a punto de agotar la poca paciencia de Anne. Mientras tanto, el otro muchacho iba por allí jugando a ser héroe y la Gaunt se vio dividida entre atender a su familia o detener a aquel loco. Si la hacía daño al dragón en su presencia lo mataría, lo tenía decidido. Por muy esposo que fuera de...

 

No le dio tiempo a demasiado cuando el dragón se abalanzó sobre ellos. Dirigió la vista hacia su padre y su nieto, pero ellos estaban ya protegidos gracias a la magia del anciano. Mery y Sagitas podían cuidarse solas. Y el otro tipo, el tal Luca, bien podía salir ardiendo sin que a ella le importase lo más mínimo. «Salvaguarda mágica», pensó inmediatamente. Su cuerpo se volvió intangible y, por tanto, nada físico podía hacerle daño. Pero no se estuvo quieta, por supuesto, sino que corrió un poco por delante de Mery y Sagitas para huir de la trayectoria de aquel animal enfurecido.

 

Y entonces escuchó algo que la dejó clavada en el suelo. Sagitas detuvo el avance del dragón durante unos segundos, los suficientes como para que ellas salieran de su alcance. La Gaunt se giró hacia ella lentamente, aquel hechizo que había utilizado era... era... Mentalmente comenzó a repasar los hechizos que conocía, aprendidos en los libros de poderes, y también los que había aprendido en la Marca. Incluso los que le habían enseñado en el colegio. No había lugar para la duda en aquello. Electroshock era un hechizo...

 

De repente, el dragón recuperó la movilidad y rugió con fuerza mientras pasaba rozando el suelo con las púas de su cola. Pero ellas ya estaban lejos, y vio que Luca también seguía bien. Pero en aquel instante nada le importaba más que lo que acababa de descubrir. O creía haber descubierto. Porque Electroshock era...

 

Inconscientemente, utilizó la oclumancia para proteger su mente. Siempre la protegía, pero ahora debía hacerlo más que nunca. No estaba segura de si Sagitas sería legilimántica, pero no podía arriesgarse. Menos sospechando ahora que ella era...

 

El dragón volvió a la carga, pero un brillo rojizo cruzó el cielo y se cruzó ante él, distrayéndole de su objetivo.

 

¡Shanks! ¡Shanks, cuidado! —bramó Anne sabiendo que el valiente fénix pasaría por alto su llamada. Resopló como si fuera un toro y miró a Sagitas, furibunda. Caminó hacia ella hasta quedar de frente a poca distancia—. ¡Haz algo, Sagitas! ¡Sé que tienes más poder mágico que nosotros! Por favor, ¡ayudame a domesticar a ese bicho! O a doblegarlo, o a calmarlo, o a lo que quieras. Pero ayúdame, por favor —aunque al principio había gritado con rabia, el tono se había ido convirtiendo más bien en una súplica. El castillo podía repararse, por supuesto. Y el jardín podía recuperarse (replantando, porque algunos árboles estaban carbonizados). Pero su familia, sus mascotas... solo de imaginar lo que podía pasar se sentía morir. Y aunque ahora sentía recelo hacia la Potter Blue, seguía pensando que era de fiar independientemente de cuáles fueran sus ideales. Aunque no pensaba dejar pasar aquello sin más... pero ya lo trataría con ella en otro momento, a solas.

 

 

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Encima de que acudía al llamado de la sacerdotisa, una chiquita con infulas de poder lo amenazaba con matarlo si osaba tocar a su adorable criatura, que dicho sea de paso, esta estaba destrozando lo que veía a su paso sin ni siquiera esforzarse. Enarco una ceja, omitiendo la retahíla de insultos que salían de la fémina, porque si no lo hacia así, acabaría mandándola al cuerno mas lejano y no era el momento adecuado para iniciar una disputa. Su ego estaba mejor guardado a buen recaudo y sus energías enfocadas en detener la enorme criatura, que cuanto mas tiempo pasaba mas avanzaba.

 

Si pensaba que las cosas no podían empeorar, se equivocaba. Ahí Luca entendió el porque Lisa usaba el termino locura cuando de la peli violeta se trataba. La mujer no pensaba racionalmente cuando estaba en apuros, solo actuaba como le salia y aquello, teniendo en cuenta que estaban en Ottery, no era muy idóneo. No solo había lanzado un conjuro de bando, sino que casi se le escapa que el mismo era un alto rango del mismo, exponiéndolos así a ambos a mil y una habladurías y a sinsentidos propios de los seguidores del oscuro – aqua – Volvió a repetir, lanzandole agua a la cara, a ver si así espabilaba.

 

- Uy, perdón – Comento el Van Halen al pasar corriendo a su lado. La fenixiana quedo empapada – No pretendo herirle – Dijo este al llegar al lado de la Gaunt – Pero y por si no lo ves, esta encolerizado y con altos niveles de estrés. Bien te podía yo preguntar que le habéis echo o de donde lo habéis sacado – La varita del rumano hizo acto de presencia, justo al tiempo que esquivaba una nueva llamarada – Y no lo hago, así que dejemos de amenazar al prójimo y juntemos fuerzas para frenarlo. A no ser que quieras tu jardín en tonos cobrizos – Y como si tal cosa, le guiño un ojo a la bruja, queriendo molestarla.

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  • 2 semanas más tarde...

¡Había funcionado!

 

No podía creerme que mi hechizo hubiera salido y, además, hubiera retrasado lo suficiente al dragón como para salir ilesas. Toqué el hombro de Mery, sólo para asegurarme que estaba bien, y me puse a saltar sobre mis pies.

 

-- ¡Estamos vivas, estamos vivas! -- Fue cuando vio la mirada airada de Anne. ¿Por qué me miraba de ese modo? Si yo había salvado la vida de su... de Mery. -- Pero si ha funcionado...

 

Sí, sé que soy ilusa y no pensé, en ningún momento, que mi compañera Warlock sospechara de mí por mi hechizo de bando sino que me recriminaba que no hiciera nada para controlar a ese dragón. Puse morros.

 

-- Funcionó. No sé porqué te enfadas. -- ¡Demonios! Sin saber porqué acabé empapada. Aquel bobo de Luca se había confundido y había apuntado a mi cara para lanzar agua hacia ella, en vez de apuntar a la bestia. -- El Aquamenti no le afectará para nada. Necesitamos un Desmaius colectivo y sogas de amarre para sujetar sus alas y sus patas. Después hay que inmovilizarlo. Sólo necesitamos controlarlo y...

 

Luca se enfrentaba a Anne; Anne parecía enfadada con el mundo por culpa de aquel bicho y me gritaba, poniendo muchas esperanzas en mi persona. Y Mery... Sencillamente callaba; veía su pelo rosa sucio moverse junto con su cara, claro... Y parecía viva, así que me giré hacia el Dragón.

 

-- Tú lo que necesitas es un Domador de Dragones, Anne, no puedes tener un bicho así en la casa. Ya me encargo. Vosotros el Desmaius y el Incarcerus y yo de controlarlo.

 

No era una brabuconada; en realidad era una obligación moral que asumía con Anne porque no quería que la Guarlo se enfadara conmigo. Además, amo las criaturas. Así que, toda valiente, me acerqué a él.

 

-- Eh, Shhhh, bonito, bonito...

 

Sí, era bonito; peligroso pero bonito. Me limpié la cara con la mano izquierda el exceso de agua que me había alcanzado de la varita de Luca (suponía que por error) y señalé al dragón con mi mano derecha, la que llevaba toda la quincalla de los libros, incluido el Anillo de las Bestias. Como había dicho Anne, tenía un rango mágico muy alto debido a mis estudios y con mis habilidades intentaría no salir rostizada de aquella aventura.

 

-- Anda, majete, ven con mami... Sí, sí, aquí, mirame a mí, así...

 

Mis conocimientos de Cuidados de las Criaturas Mágicas junto al anillo hacían que pudiera manipular criaturas de gran dificultad. Tal vez durara poco porque la voluntad de un dragón es muy poderosa pero merecía la pena el riesgo. Era un cebo de pelo violeta y el pensamiento me hizo sonreír. Sólo esperaba que Anne y Luca se encargaran de Mery ya que la había dejado a mi espalda y no la controlaba. Mis ojos habían establecido contacto visual con el animalucho y no iba a perderlos por nada del mundo. El dragón me miraba también y seguía el leve movimiento de mi mano, como si estuviera hipnotizado. Esperaba que no perdieran el tiempo y le atacaran ahora o tendríamos un grave problema.

 

Al menos yo, tendría un grave y calentito problema.

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Jeremy caminaba por Ottery rumbo al castillo Gaunt. Su misión era convencer a Anne para que saliera con él de fiesta. Nunca había ido a su casa desde que se conocieron, así que sería toda una novedad ver cómo se manejaba la bruja cuando invadiera su espacio. Sonrió pensando en su expresión cuando lo viera y en esos ojos grises que lo mantenían despierto por las noches. Ante cualquier duda se había inventado una excusa perfecta.

 

-¿Tienes azúcar? -Repitió en voz alta actuando con cara inocente, mientras recorría el camino a pie. - La verdad es que esto es una est****a excusa para conocer tú habita….

 

Sus palabras se interrumpieron cuando observó el humo negro impregnando el aire que salía desde el imponente castillo. El vampiro sin dudarlo corrió acercándose a la reja, al traspasarla sin detenerse mucho más que para abrirla; Pudo ver el gran entretenimiento frente a sus ojos. Un castillo destruido, personas asustadas y una mujer de pelo violeta, vestida de circo haciendo un show con un dragón.

 

El Askar no daba crédito a su vista. ¿Quién en su sano juicio intentaría hacer un espectá cu** privado con una bestia semejante? Con lo peligroso que eran y lo casi imposible de domesticar. Se detuvo un momento al reconocer a Mery debajo de una capa de cenizas en su pelo, luego pasó a un hombre que no tenía el gusto de conocer y terminó en la bruja que robaba sus horas de sueño. Definitivamente su pensamiento era un error. Eso no era un show.

 

-¡Anne! -Llamó a los gritos, acercándose - ¿Qué pasó?

 

El rubio no quería quedar como un idi***, pero su mente buscaba alguna explicación lógica a eso, tal vez alguien había traído un dragón, probablemente Mery, para ocultarlo como una mascota y las cosas se habían salido de control por la fuerza de semejante bestia. Jeremy no pudo más que sonreír al ver la vitalidad destructiva que tenía el poderoso animal, el cual estaba por comerse a la bruja de pelo violeta.

 

-¡Correeeeeee! -le grito a la mujer y apuntó al peligroso animal con su varita - ¡Zancadilla!

 

Tal vez las fibras de dragón que contenía el núcleo de su arma mágica, fueran suficientes para distraerlo y que la mujer pudiera huir antes de ser devorada. Cuando el dragón furioso empezó a dar cabezazos para todos lados y a lanzar fuego a diestra y siniestra, el vampiro se dio cuenta que no había servido de nada.

 

 

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Editado por Jeremy Barton

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  • 2 semanas más tarde...

La actitud del amigo de Sagitas comenzaba a tocarle la moral más de lo necesario. Y no porque hubiera hecho nada malo, que bien agradecía la ayuda, sino porque odiaba a los desconocidos que se tomaban alguna potestad con ella o sus cosas. El castillo y el dragón contaban como suyo. Así que le estorbaba en aquel lugar. Además, había venido con Sagitas... ¿era también fenixiano? Bueno, ¿lo sería verdaderamente? Su mente se negaba a creerlo a pesar de las evidentes pruebas. Y todos aquellos pensamientos estaban bien guardados tras la muralla defensiva que había creado gracias a su habilidad oclumántica. Decidió obviar las palabras de su compañera warlock. Al parecer, no se había dado cuenta de que había usado hechizos... no usados por todos los magos, sino por un grupo en particular. Parecía que todo se lo tomaba a broma, y Anne sentía que se volvía loca ante aquella relajación.

 

Vio entonces que aquel muchacho le lanzaba agua a la Potter Black y estuvo a punto de gritar de rabia, como si se la hubiese lanzado a ella. ¿En serio pensaba callarla así? Cuando Luca se acercó hasta ella, apretó el puño libre por si tenía que usarlo para romperle los dientes.

 

Mi jardín ya está en tonos cobrizos, y mi castillo está semi derruido. Eres un auténtico lince —le soltó con evidente fastidio—. Y no me vengas a dar lecciones que sé bastante sobre criaturas mágicas, me ocupo de muchas a lo largo del día y gracias a mi trabajo. Así que me sobran tus explicaciones. El dragón ha salido de la nada, y yo no he hecho nada para hacerle daño. Y de paso, no te debo explicación alguna —añadió, pasando por su lado dándole un empujón.

 

Alcanzó a Sagitas en un par de zancadas, la cual ahora estaba cómicamente vestida y empapada de agua hablando de domadores de dragones. Aunque dio una buena idea para controlarlo que requeriría que todos se pusieran de acuerdo. Pero ni siquiera alcanzó a aceptar la propuesta cuando vio que la pelimalva ya se dirigía hacia el dragón, hablándole como si se tratase de un gatito asustado.

 

¡Ahora se cree domadora de dragones, por Morgana! ¡Mery! ¡Luca! ¡Preparaos para usar incárcerus en cuanto yo le lance un desm...!

 

Pero una voz a lo lejos la cortó de repente. La había reconocido al instante, y eso que no hacía tanto tiempo que la había escuchado por primera vez. Quizás se debiera a que pensaba en el hombre al que pertenecía más a menudo de lo que quisiera reconocer, o a que se esforzaba por no olvidar ningún detalle mientras esperaba volver a encontrarle. Y ahora, de repente, estaba allí. En un lugar peligroso. Con un dragón descontrolado. Cerca y, a la vez, lejos de ella. Y se estaba acercando.

 

Sintió que un escalofrío la recorría por completo y se giró para ver al Askar intentar salvar a Sagitas. Quiso gritarle que no era necesario, que Sagitas podía defenderse sola, pero ni siquiera estaba segura de eso. También quiso decirle que se pusiera a salvo, que no podía permitir que le pasara nada. Y a la vez, se sintió sorprendida y agradecida por su acción y valentía; tanto que, a pesar de la situación, no pudo evitar que se le escapara una suave sonrisa.

 

Pero tal y como sabía desde el principio, el zancadilla no serviría contra el dragón. La idea de Sagitas era la mejor, pero solo si actuaban sin perder un momento. Se adelantó para alcanzar a Jeremy, agarrándolo del brazo con su mano libre.

 

Así no, lanza incárcerus después de mi hechizo. ¡Mery, Luca, haced lo que ha dicho Sagitas! —les dijo, aunque no sabía si los dos últimos la escucharían. Le daba igual, Sagitas iba a terminar carbonizada si no hacían algo. Sin soltar al Askar, apuntó al dragón con su varita—. ¡Desmaius!

 

El rayo salió de su arma mágica sin perder un segundo, recorriendo la distancia que había entre la bruja y el dragón en pocos segundos. Le impactó de lleno en la cabeza a la criatura, la cual ya había colocado a la altura de Sagitas para poder lanzarle la llamarada mejor, y detuvo el movimiento de la cabeza de golpe debido al golpe mágico, que lo había aturdido parcialmente. Ahora solo quedaba que los demás estuviesen rápidos para sujetarlo. Y luego... luego... ¿qué iba a hacer ella con el dragón? Porque si tenía algo claro es que no se lo iban a llevar de allí.

 

 

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-- Hola, bonito, bonito...

 

Creo que esas no eran las palabras que usaba el Enano Gruñón en el Circo cuando estaba con los dragones. Se me había olvidado que yo era la dueña orgullosa del Circo pero quien los alimentaba y limpiaba cada día era la cuadrilla del enano domador veterinario que llevaba tratando con las criaturas toda la vida. Así, me sonó un poco a sarcasmo la mirada amarilla que me lanzó aquel animal, al ponerse muy cerquita de mi. Hasta creo que lanzó una sonrisa.

 

-- Esto... Bonito... No irás a achicharrarme, ¿verdad? -- Al menos no habíamos perdido el contacto visual, aunque yo sufriera de alucinaciones personificando el motivo de aquella mirada y de aquella sonrisilla.

 

Ni cuando sentí una nueva voz joven me dijo que corriera y lanzó un zancadilla dejé de mirar al dragón, aunque fue más por sorpresa que porque supiera que ese era la forma correcta de amansar al dragoncillo (¡dragón enorme!)

 

-- ¡Muchacho, vete! -- dije, con voz suave, para no asustar a la criatura. Sí, vale, pienso en el dragón, que ya he dicho que amo las bestias; son tan hermosas... -- ¿Es qué quieres morir joven?

 

Elevé la mano hacia atrás, enseñándola la palma de la mano para que no se acercara. El dragón reaccionó, claro, soltando fuego por la boca, así que tuve que usar de nuevo el Salvaguarda Mágica para acabar como un pollito al'ast. Le gruñí al pobre muchacho

 

-- ¿Alguien conoce a este valiente? Mira que se lo doy como cebo al aquí largartijo para poder huir mientras se lo merienda. -- ¡ay, pobre! Encima que intentaba salvarme la vida. -- ¿Anne...? ¿Luca...?

 

Miré un poquito, muy poco, hacia el lado para buscarlos, aprovechando que aún era un tanto intangible y que no me alcanzaban las llamaradas (aunque sí a la vegetación que había detrás, que había salido mal parada; ¡demonios! ¿No estaba Mery detrás de mí antes? Palidecí; había que acabar con el peligro cuando antes. Volvía a ser yo cuando ya miraba de nuevo al dragón.

 

-- ¿Alguien vio si Mery acabó a la brasa? No la veo por aquí -- pregunté, intentando no mostrarme angustiada. Los dragones captan el miedo enseguida y eso les da fuerzas.

 

Bueno, a Anne la vi, acercándose y preparada, haciéndose cargo del muchacho. Okis, iban a por el Desmaius colectivo. Levanté la varita (¿a dónde demonios estaba apuntando con ella?) y me preparé. Por mi cabeza pasó el invocar un corpus para que un animal se interpusiera entre mis amigos y el dragón y evitar males mayores pero no estaba segura que pudiera parar su caída y salvaguardar a los cuatro presentes, ahora dispersos, así que me abstuve. Además, era un hechizo de bando y no era muy conveniente usarlo.

 

El dragón recibió el Desmaius y parpadeó.Juro que me miró con rabia, aunque también puede que le atribuya conciencia humana, que es la peor de los seres vivos, ya que los animales suelen ser buenos. Noté que no había sido suficiente y supuse que el chico recién llegado estaba a punto de lanzar el Incarcerus, tal como le había ordenado Anne. Me mordí el labio. ¿Es que iba a tener que lanzar aquel hechizo? No quería menospreciar a Anne, seguro que iba a extrañarle que supiera aquel hechizo. Bueno, ya improvisaría con ella o le diría a Matt que la desmemorizara.

 

-- Electroshock-- invoqué con voz queda para evitar que me oyeran. No tenía más remedio que invocar aquel hechizo con la mano libre pues tenía la varita preparada para usar el Kiorke o un incárcerus, si nadie más lo hacía.

 

Mi mano era poderosa o tal vez lo era yo, pues en ella se formó una bola de energía que chocó contra el dragón y lo empujó levemente, al menos el movimiento de agachar la cabeza con ímpetu para lanzar otra llamarada. Vi el humillo que salía por su nariz y vi la sorpresa en sus ojos (sí, demonios, no era imaginación mía; aquel dragón se comportaba como cualquier humano enfadado) y después se cerraron. El Desmaius parecía también haberle impactado.

 

-- ¡Rapido! Atarlo. No permanecerá inmóvil por mucho tiempo. Y vigilar su caída, que seguro que os aplasta. ¿Y Mery? -- Sí, gritaba, pues podía parecer fuerte pero también sentía miedo. -- ¿Dónde está Mery?

 

Bufé y toqué mi amuleto volador con el que planeé levemente para evitar que me diera el monstruo y me arrastrara en su caída. Caí despacio y me posé sobre el lomo del dragón dormido.

 

-- ¡Ssshhhh! -- susurré a Anne para que dejara de gritar. -- ¿Queréis atarlo de una vez? ¿Es que tengo que hacerlo yo todo?

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En una tenue luz oscura descendía del firmamento y junto a mi lado se encontraban dos aprendices, lejos observe algo extraño en la morada de mi ex (@Emmet Haugton Gaunt ) camine lentamente y por si las dudas alerte a dos organismo a San Mungo por medio de @@Bodrik y a @@Matt Blackner , la intencionalidad era clara y de precaución. En ello pido a mis aprendices comunicar a @@Rachel Ravenclaw.

 

Al estar en los parajes, venia a visitar o hacer lectura de un acta defunción que involucraba a @ , era curioso como las circunstancia me traían en estos momentos y con un portafolio camine, no evocaba cuantos momentos pasaba y era extraño me pareció escuchar con mi objeto de los guerreros Uzza un dragón, por ello le pedí que mandara una carta a @ , algo me decía no estaban bien las cosas.

 

La puerta se encontraba abierta y ello me hizo sospechar de la situación. -Aprendices detrás de mi.- Y apunte con mi varita al frente, cuando note movimiento en los jardines allí mw encontraba, la escena era curiosa y debía conseguir información al respecto de lo quw había ocurrido, pero antes de preguntar llame en secreto y por mis medio a @@Jessie Black Lestrange al ver cierta magia de avanzada.

 

-Espero no interrumpir ¿Qué ocurre?- Cuestione a @ , Anne Gaunt, @@Lisa Weasley Delacour y a los seres presentes entre ellos @

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El vampiro observó cómo el hechizo lanzado por sí mismo, apenas fue una molestia que solo logró enfurecer al dragón. La mujer de pelivioleta que había intentado ayudar le lanzó una amenaza edulcorada, que él hubiera ignorado si no fuera porque la mano de Anne se apoyó en su brazo. No había nada que no hubiera deseado más, que volver a ver que esos ojos grises.

 

La mujer a quien había querido salvar, se puso rápidamente en movimiento y le lanzo alguna cosa al animal que le impactó y lo dejó ¿aturdido? ¿Bobalicón? ¿Sedado? Jeremy no sabía bien que le había hecho, solo se daba cuenta que lo que le hubiera lanzado era muy poderoso. Miro con respeto a la bruja por tamaña habilidad.

 

-¡Incarcerus! -Dijo siguiendo la orden de Anne, sin perder más el tiempo. No sabía si Mery o el otro hombre ayudarían.

 

Las cuerdas salieron volaron de su varita y encerraron en un abrazo apretado de varias vueltas al dragón dormido. El vampiro notar que la pelivioleta estaba en el lomo de la bestia y le hablaba a Anne. Sin embargo él miró hacia arriba fijando sus ojos en el camino que hacia el humo espeso y oscuro al salir de la torre destruida.

 

-Anne… -Le dijo posando su mirada en ella - ¿Tu habitación no está en aquella torr, no?

 

Le sonrió con picardía, mientras tomaba la mano que tenía la bruja apoyada en su brazo y le daba un beso en los nudillos. No había tenido tiempo de saludarla antes de verse involucrado en aquella locura. Sin soltar la mano de la mujer, pudo darse el gusto de desviar su vista hacia el dragón. La bestia estaba tranquila por el momento. Dormía plácidamente sin notar todo el caos que había causado.

 

-Soy Jeremy, un placer –Se presentó dirigiéndose a la domadora de dragones.

 

 

@ @

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