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¤ Ladurée ¤ (MM B: 102947)


Helike R V PB
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La respuesta que recibí tras mi última pregunta me llenó el corazón de gozo, porque aunque ella no lo mencionara era tan palpable su emoción y entrega por ese departamento, por un momento recordé mi estancia en aquel lugar, tantas aventuras, sonrías, llantos y porque no sufrimiento. Por qué si, ver partir a Cillian, había sido duro. Aun guardaba la esperanza de volver a ver su rubia cabellera entre los pasillos o el Atrio, sin embargo, consciente era de que eso jamás ocurriría. Di el último trago a mi bebida sin apartar la mirada de mi acompañante y añadí –yo también laboré en dicho departamento – hacer mención de eso trajo consigo un sin número de emociones –amo las criaturas mágicas, de hecho fue en el departamento que más duré activa.

 

Así era, cuando sentía que mis pasos ya no me llevaban a ningún sitio o sentía que nuevos descubrimientos me esperaban, sólo desaparecía sin decir nada más. Sonreí al escucharle decir que al igual que yo tampoco permanecía en un sitio fijamente –tal parece que somos algo parecidas –declaré pensativa –aunque a veces pienso que todos tenemos un poco de quienes nos rodean.

 

Me encogí de hombros y me pregunte por una fracción de segundos si ese encuentro no había sido un juego más del destino.

 

De hecho confeccione unos brazales que cambiaban de color de tu agrado y llevaban tejidos un dragón.

 

 

@

Editado por Kutsy Stroud Lenteric

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  • 2 semanas más tarde...

off: gracias por pasaros chic@s! ^-^

 

On:

 

Bueno. Al menos conseguí que ese juramento muggle que había soltado, se paró antes de salir y suponía que sería de la impresión. Algo lógico... Lo había escuchado una vez en España y había de decir que me causó tal ataque de risa, que casi me causó problemas por escándalo público (?). Y de eso hace muchíisimos y largos años. Suspiré. Debía de tener paciencia con ella. Pero con los altibajos ¿hormonales? (y no sabía si los semi-vampiros teníamos de eso) hacían que estallara a la mínima.

 

- que, tú, ¿qué? - ahora sí, esa confesión me dejó "helada". Abrí los ojos y elevé las cejas de tal manera que casi se salían de mi cara. Lo que no entendía era su actitud conmigo en ese aspecto. Intenté no sulfurarme. Apreté las manos juntando los dedos y los nudillos se pusieron blancos a causa del esfuerzo. Bufé...

 

- Tú a mí no me prohibes nada - dije, rechinando los dientes a causa de la rabia contenida. Una por descubrir una verdad que seguramente ocultó durante tantos años otra, por aunque fuese por protegerme no me daba la gana de cumplir...

 

- Perdona, pero no... ¿Sabes que haría Matt si se entera de lo que vamos a hacer, te saco de allí herida, o cualquier otra cosa? Créeme, el divorcio es lo que menos me preocupa ahora. Vale, lo conozco lo suficiente. Sé que no actuaría de semejante forma pero echarme la bronca, cómo mínimo... No, nos protegeremos mútuamente. ¿No conoces ningún hechizo de esas características? aunque seguro que, en el Libro de la Sangre, algo debe de haber...

 

- Orgullosa y testaruda - negué con la cabeza, diciendo esas palabras en voz alta - y no me lo niegues que sabes que es verdad... Por supuesto, tendrás mi parte logística... Si hay lazos del diablo en la entrada cosa que, no me extrañaría, te puedo ayudar con eso... Lázarus será como será, pero me enseñó bien y más aún a fabricar mis propios hechizos - dije con cierta malignidad- es más, puedo practicar con esa gente. Supongo que no pondrás impedimento a eso, ahora que descubrí ese secreto... Intuía que algo grave habías tenido en el pasado, pero jamás me imaginé que, por tu calidad de sacerdotisa, fueses mortífaga - miré Anillo de Salvaguarda contra oídos indiscretos y éste al menos, seguía activado. Suspiré aliviada. Sabía que nadie se enteraría de nuestras actividades. Podía estar tranquila en ese aspecto.

 

- por favor... siéntate... trazaremos un plan, si te parece bien. Si conoces a tu prima, supongo que sabrás cómo actuará en casos extremos de ataque. No sé si conocerás su mansión... ¡por los clavos de cristo! - solté ahora enfadada- necesitamos información... ¿sabes algo, de algo? -pregunté, frustrada, mirando a mi tía y esperando a que se sentara...

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Vale, por lo que parecía, nunca le había mencionado a ella mi pasado oscuro. Supuse que lo sabría, a alguien se lo habría dicho... Bueno, Haya lo conocía, puesto que habíamos estado juntas en aquella época. ¿A quién más? Ah, sí, creo que a Reena y a Xell, o tal vez me confundía... Bueno, pues sí, parecía que Heliké no había sido de las que conocía mi pasado mortífago. Eso debería alertarla de lo que era capaz. No era la única con maldad intrínseca en el interior.

 

Enarqué una ceja, único movimiento que me permití para contrarrestar su ataque.

 

-- Jovencita, yo te puedo prohibir muchas cosas. Y entre ellas que pongas en peligro al nuevo miembro de la familia. Sabes que, por mi familia, haría cualquier cosa. Defender a ese pequeñín es una de ella. Así que tú harás lo que sea para que llegue al mundo vivo y yo haré lo que sea para que siga en este mundo vivo.

 

Parecía un trabalenguas. Suspiré y me acerqué un poco más, sin sentarme aún, manteniéndome en aquella posición de altura sobre ella, como si quisiera imponer mi opinión sobre ella. Pero ella, como yo, conocía bien a su marido y sabía cómo iba a reaccionar Matt. Apoyé la mano en la silla, aún sin sentarme todavía.

 

-- Por eso mismo, Matt no debe enterarse nunca de lo que vamos a hacer. -- Por primera vez usaba el plural, incluyéndola en los planes. -- Conozco muchos hechizos inconfesables, no dudes en que los usaré para este objetivo. Pero nadie debe saber más de la cuenta por si... si fallo. El Ministerio de Magia tiene facultad para usar muchos medios para averiguar los más inconfesables secretos, así que es mejor que no te diga qué voy a hacer ni a utilizar.

 

Ahora sí que sonreí; Heliké me conocía bien.

 

-- Sí, orgullosa, testaruda y fiel. No lo dudes nunca, mi lealtad es incuestionable. Agradezco que... me ayudes... Pero quiero que sepas que... Nunca sería mortífaga de fe. Sólo... me dejé llevar en una época difícil, nada más.

 

Por fin cedía en mi altanería y me sentaba a su lado, de nuevo.

 

-- Necesitamos un plan. No, no conozco a mi prima. En realidad, toda mi vida he huido de esa familia así que mis datos eran pocos. Hasta ahora. El problema es que ahora sé donde estaban, no donde están ahora. Eso aún no ha llegado a mi conocimiento; pero tengo hilos movidos para averiguarlo. No sé nada de su paredero pero... tengo pistas... Ahora, lo que necesito es información sobre Lázarus. ¿De qué le conoces? ¿Cómo en profundidad le conoces? ¿Cómo es que te odia tanto como para humanizarte...? Y, sobre todo... ¿Cómo puedo matarlo?

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Veía cómo mi té se estaba acabando y con un chasquido de mis dedos se rellenó de nuevo. Al menos, estaría caliente. Puse un par de azucarillos en él para endulzarlo, di un suave sorbo y pesar del cabreo inicial, parecía que me calmaba un poco. Sonreí de medio lado a todas las explicaciones que me daba. Me sorprendía un montón. Empezaba a ver a mi suegra de una manera quizá más diferente que en el pasado... Hasta las últimas palabras. Di un puñetazo en la mesa y sentí como las mejillas se me ponían coloradas a causa de la rabia (¡menudos cambios de humor!) :

 

- ¡De ese maldito hijo de p***, me encargo yo! -le solté, enfadada. Era nombrarlo y se me subía todo, bilis, náuseas y todo lo que no estaba escrito. Para calmar de nuevo el ímpetu que tenía, volví a tomarme otro sorbo de té - si quieres más, das un chasquido y ya te lo rellenan. Es magia parecida a la de Hogwarts -le dije, con voz de ultratumba...

 

- Son muchas cosas y espero que nos dé tiempo a todo - suspiré- así que, vamos por partes... forma parte de mi historia...

 

Aunque por supuesto, me sorprendió gratamente (algo que no me esperaba) que me incluyera porque, se suponía que debía actuar por su propia cuenta y riesgo. Algo de lo que, por supuesto, no compartía en absoluto.

 

- Tú no te preocupes, mientras ésta niña esté dentro de mí - le guiñé un ojo - no le pasará absolutamente nada... He hecho protecciones varias, aunque por supuesto, no puedo hacer nada contra los cuchillos, navajas y demás objetos punzantes - comenté, elevando mis hombros- no tengo tanto poder cómo eso...Desde luego, querida Sagitas, te expresas de una manera rara - le dije entre risas... Aunque enargué y negué con la cabeza el tema de las prohibiciones, sí, yo también era terca como una mula... Eso sí me venía también de familia y según me contaba mi abuela; mi madre era todavía peor.

 

Ahora sí la miré sorprendida:

 

- ¿hechizos inconfesables, secretos? -la miré estupefacta- vaya, no sabía que conocieras tanto de magia. Te creía mucho más pacífica - sonreí abiertamente- me sorprendes y para bien. Pensé que eras más lela en usar el tema de la magia, como tu hermana Amya... Y no me digas que no, pero es un poco torpe. Me alegra saber, que, no es así - dije con una sonrisa ancha. Y seguro que me mataría por llamarla lela... pero apenas la veía hacer magia de varita y sólo fue una vez, en la antigua discoteca Nefertiti... Aunque tenía que reconocer que era bastante hábil en eso- me tendrás que enseñar y eso de que el Ministerio tiene sus contrahechizos, déjame decirte que dejan mucho que desear - bufé- y mira, ser mortífaga no es tan malo como parece... a simple vista -añadí ahora con una sonrisa más ancha y los ojos achinados- muchos piensan que somos simples asesinos, pero va más allá que todo eso... y, no entré antes porque no sé... además en la época de los primeros Walpurgis yo todavía andaba por el mundo adelante así que, no conocía esa verdadera función -elevé mis hombros... Y quizá lo más sorprendente mostré mi parte comprensiva - bueno puedo entenderlo. y eso sí, espero que ahora, no tengas andanzas con nada del otro lado - y eso hice referencia a la Orden del Fénix. Si ella tenía espías por supuesto, yo también... pero una cosa era confirmarlo y otra intuírlo. No podía acusarla así cómo así.

 

- Lo de tu prima a veces es más sencillo de lo que parece. Muchas veces se creen que jamás encontrarán su escondite y no suelen moverse de él. Aunque pongan muchas protecciones, alguien conseguirá entrar... Por herencia mágica tengo el poder de la metamorfomagia y de la animagia, así que, algo podemos sacar por ahí. Puedo pasarme por un simple soldado, o sirviente o hasta incluso, un elfo... Si tus pistas nos llevan a buen puerto, no podemos entrar cómo un elefante a una cacharrería - le avisé- eso puede causarnos problemas...

 

Y a pesar de mi ímpetu inicial, suspiré otra vez. Lo de Lázarus... formaba parte de un pasado bastante complicado y así se lo hice saber...

 

- Lázarus -bufé al mencionar su nombre - es uno de los vampiros más viejos de Europa, ni siquiera yo conozco el lugar de su procedencia. Muchos rumorean que Rumanía a pesar de tener acento italiano. Me encontró después del ataque a mi familia, vagaba sin rumbo y él me acogió en su casa. Me enseñó todo lo que podía enseñarse. Es experto en hacer hechizos que nunca encontrarás en los libros y en pociones. Además, trabajó con los grandes alquimistas de la Edad Media. También tiene habilidad en hacer objetos mágicos que él saben como funcionan, de ahí radica su peligrosidad. Y hasta me extraña que no los usara en la boda, aunque haya capturado a Adrián -y eso me llenaba de culpabilidad reflejado en mi rostro al contarlo- ¿porqué me odia tanto? NO lo sé. Quizá sea porque me casé con un licántropo no convertido, odia esa raza a muerte. Pensará que quizá fuese su heredera, no lo sé. ¿Humanizarme? Ya te dije, es mañoso con las pociones y seguro que tiene el antídoto... O hasta quizás pretenda matar a Matt o chantajearme con él para que vaya de nuevo a su lado y que no le pase nada. Es un malnacido que se aprovecha de las mujeres, cosa que no me extrañaría que lo esté haciendo con Everdeen. Haciendo trabajos que luego recoge en forma de oro... Además de tener aliados poderosos... Encontrarlo va a ser muy difícil pero cómo te dije al principio, por su soberbia, no me sorprendería que se encontrara en uno de sus castillos rumanos. Y bueno, tampoco puedo pedirle ayuda al consejo Erebus, ya bastante tienen en gobernar en Italia bajo mi ausencia... Pero quizá un par de vampiros, podrían ayudarnos, sólo si tu quieres, claro -le dije, asintiendo con la cabeza.

 

Ahora sólo esperaba ver cómo se lo tomaba, podría esperarme cualquier cosa viniendo de Sagitas...

 

- Eso sí, tú procura recaudar toda la información posible, podremos reunirnos aquí -le señalé el despacho en el que estábamos - aquí de la familia, casi nadie viene y podemos estar seguras -terminé diciendo, con una sonrisa.

Editado por Helike Rambaldi Vladimir
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  • 1 mes más tarde...

Reconozco que la magia de Heliké era fuerte. La forma como llenó de nuevo su vaso de té me sorprendió, aunque también podía deberse a que tuviera un recipiente mágico de los que se auto-rellenaban. Me quedé mirando como la línea del líquido ascendió y casi boté cuando mi sobrina sacó su rabia sin esperarlo.

 

-- ¡Mujer, no digas palabrotas delante de mi! -- Como si yo no las dijera... Pero no añadí más porque, tras esa explosión, ella decidió contarme cosas sobre Lázarus. Le hice un gesto con la mano para que no me preguntara sobre si era o no pacífica, aunque me guardé para más tarde eso de que yo le parecía lerda en el uso de la varita. Si no estuviera deseando tener noticias del vampiro llamado Lazarus, le hubiera hecho comerse la varita por sus palabras. Pero ahora no quería pararme en esas menudencias.

 

Empecé a tomar nota mental de lo que decía:

 

  • El viejo más vampiro de Europa
  • Al revés
  • Rumanía o Italia
  • experto en crear hechizos, ¿inefable?
  • experto en crear objetos mágicos
  • odia a Heliké por algo
  • odia a los licántropos
  • se aprovecha de las mujeres
  • estará en un castillo rumano?
  • ¿pedir ayuda a un par de vampiros?

 

Parpadeé, confusa.

 

-- ¿En serio me pide que confíe en dos vampiros del consejo ese de Erebus? La última vez que me topé con ellos, en la boda de tu padre Deiwan, casi me convierten en parte del convite. Se me que mi sangre es dulce y les atraía como aperitivo. Mi primo tuvo que pelear un poco para que aceptaran no cepillarse a una invitada.

 

En fin... La búsqueda comenzaba...

 

-- Si crees que puedo confiar en ellos, permito que un par de vampiros me acompañen en el viaje. Pero no se lo digas a Jack, es celoso.

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- ¡Huy, qué delicada la señora! -le respondí yo, con un gesto mohíno en mi cara y negando al mismo tiempo- ya deberías estar más que acostumbrada...

 

Me fijé en la cara de mi suegra, sabía que cuando había empezado el relato se había quedado más o menos con lo prescindible sobre Lázarus. En parte, me enorgullecía y así no tendría que tener que volver a explicarle todo de nuevo, algo de lo que no me gustaba... Aunque si lo hiciera en un pergamino, tampoco me molestaría tanto.

 

Me sorprendió lo último que me dijo:

 

- ¿En serio? -abrí los ojos y la verdad no tenía ni idea de que mi padre velase por Sagitas en el Consejo, o en los vampiros sea dicha...

 

- La verdad desconocía ese dato -negué con la cabeza- pero no te preocupes, buscaré a vampiros que sean de mi total confianza. Saben quién soy y saben bien que si le tocan un pelo a alguien de mi familia, correrá la sangre -dije con voz ronca y siniestra- no me gusta que se cuestione mi autoridad ahí dentro... Por muy consejo que sea y que lleven mis asuntos, no tienen derecho alguno. Es más la sucesión es por sangre no por votación entre vampiros, deberían tenerlo más que claro... El consejo se hizo para arreglar asuntos de Estado... no para meter... - y me callé porque sabía que me estaba envalentonando, suspiré- creo que sí, puedo echar mano a dos vampiros que conozco desde hace tiempo... Les escribiré un par de cartas y en cuánto sepan la situación, vendrán para acá...

 

Hice un ademán con mi mano:

 

- descuida, si tú no se lo dices a tu marido Jack no tendrá porqué enterarse es un asunto nuestro...

 

Días más tarde

 

Había enviado las cartas tal y cómo le había prometido a mi suegra. La volví a citar en el Ladureé. Había pasado por varios locales hasta llegar a mi negocio y sabía que había pasado algo gordo. Tanto que ni siquiera tenía mi marca tatuada en el brazo. Pero eso era otro asunto que trataría con los leales a la marca Tenebrosa. Pero aún así, la calle parecía que daba sensación de nerviosismo, tristeza, furia... Una niebla densa parecía que cubría el callejón y podía entender más o menos lo que había pasado, yo también lo descubrí cuando visité nuestra Torre Oscura, había devastación y qué no decir, caos... Pero un caos malsano.

 

Había pensado en todo eso mientras dirigía mis pasos hasta el negocio. Todo me daba sensación de intranquilidad y nerviosismo. Yo estaba igualmente intranquila y a pesar de todo, llevaba mi varita en la mano derecha y escondidda debajo de la túnica. En cuánto llegué al local, reconocí a los vampiros que había hablado en más de una ocasión mientras estaba en Italia. Tenían nombres curiosos uno era Antínoo y el otro Cesarión. Les indiqué con la mano que pasaran adentro del establecimiento. El lugar tenía las luces apagadas, saqué mi capa y comprobé que mis ropajes (traje pantalón chaqueta, camiseta y botas de piel de dragón) estuviesen impolutos.

 

Ellos también iban bien vestidos con sus respectivos trajes negros pero con unas telas carísimas del norte de Italia. Sonreí, negando con la cabeza.

 

- Muchachos, bienvenidos al Ladureé. Vengan al despacho por favor - aún no habían llegado al lugar las personas que trabajaban para mí y eso me daba más seguridad- esperemos en el despacho a que venga la señora Potter... Pero antes, les iré comentando lo que sucede...

 

En cuánto me adentré al despacho accioné la luz y sonreí al ver que mis elfos habían ordenado el despilfarro que tenía por días. Dejé la capa colgada en el perchero y crucé las manos, les empecé a contar todo y las caras de los vampiros era más de suma sorpresa que indignación.

 

- ¿Entendéis ahora porqué os necesito? -sonreí, mirando a los vampiros- ocho ojos ven mejor que cuatro... así que, seréis de gran utilidad en ese viaje. Y además, el futuro heredero (que yo sabía que era niña) tendrá más seguridad en cuánto se acabe con esa familia -mis acompañantes asintieron con la cabeza, y me miraban asombrados por toda la historia que les había relatado. Un tercer asiento al otro lado del escritorio estaba vacío y esperaba que mi suegra pudiera venir cuando pudiese ya que le había dejado una nota, indicándole el lugar en dónde estaba.

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  • 2 meses más tarde...

No era lo más normal qeu me pasara por el Laudure...mal, debía reconocerlo. pero estábamos hasta arriba de trabajo, entre ministerio, negocios y la familia...apenas paraba. Necesitaba un café y algo dulce o acabaría agotado. Asi, abrí la puerta del local y me acerqué a la barra para pedir un café, bien grande y caliente, y algo para comer. A poder ser, que tuviera chocolate.

 

Asi, me senté solo en una mesita algo más alejada de la entrada y suspiré, cerrando un momento los ojos mientras sujetaba con ambas manos la taza de café caliente cerca del pecho. Necesitaba relajarme un momento y descansar un poco. Pero estar alli me hizo pensar en las chicas...tal vez por el olor a galletas, qeu me recordaba a Harpo, y eso me llevaba a las meriendas en la PB, con Sagitas y Helike discutiendo (a veces) para ver quien conseguía comerse la última.

 

Di un trago al café, notando como aquel agradable calorcillo me reconfortaba. Si, no estaba mal...si alguien me buscaba, tardaría un buen rato en encontrarme, en eso estaba seguro, pensaba mientras mordía una galleta con trozos de chocolate, y en mi cabeza seguían dando vueltas mi mujer y mi madre. Por que sería?

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Cuando entré en al Ladurée de nuevo, recordaba perfectamente todo lo ocurrido días antes:

 

Enarqué una ceja pero guardé silencio antes sus palabras. Nos llevábamos mejor que antes, mucho mejor, pero no por eso habíamos olvidado la manía de meternos la una con la otra; alguna vez se nos escapaba. Y, ahora, a ella se le había escapado.

-- No soy delicada. Sólo que hay cosas que no me gustan, ¿vale? -- le contesté algo arisca.

Sí, yo recordaba bien aquel dato. A los vampiros de Italia no le había gustado mucho que una sacerdotisa extranjera casara a Deiwan y, en el convite, insinuaron que podría ser un gran tentempié. Sonreí levemente al recordar aquellos ojos que me miraban y como yo recordé que tenía algo que hacer bien lejos, perdiéndome el postre de la boda.

-- Tu padre era grande, amiga mía. -- Di por finalizada aquella parte de la conversación porque había secretos entre él y yo que no podía chivarle a su hija sin su permiso. Y estaba segura que no me lo daría, si pudiera preguntárselo.

 

Y ahí estaban ahora, aquellos "invitados" que se había traído de Italia. Tragué saliva. Los vampiros me ponen nerviosa. Suelen tener una afinidad especial por matar sacerdotisas. O tal vez sólo fueran prejuicios... Aún así, palpé mi varita en su funda, en el bolsillo interior de la capa.

 

Carraspeé.

 

-- ¿Puedo entrar en el despacho, querida Heliké? -- Vale, un poco exagerado llamarle "querida" pero es que no estaba segura de si entrar o salir corriendo. Si teníamos que hablar en privado, aquel pequeño espacio compartido me daba cierto repelús. -- Casi te espero fuera.

 

Di dos pasos atrás, indecisa. No me importaba que me llamara timorata. Pero me frené en seco. Ahora corrí hacia ella y casi cerré la puerta sin importarme estar con ellos. Acababa de ver algo peor que soportar la presencia de unos vampiros.

 

-- ¡Demonios, Heliké! Tu marido está ahí fuera. ¿Te ha seguido?

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Sentí una voz conocida. Pero lo de "querida" me había sonado un poco a recochineo. Les susurré a mis invitados...

 

- Ni caso, así es ella - negué con la cabeza- no es mala mujer pero... -elevé mis hombros - aunque ahora nos llevemos algo mejor hay cosas que nunca cambian -susurré...

 

-¡Deja de hacer el tonto! - dije con un tono más elevado de lo normal - pasa adentro. No te harán nada, sólo se comen a los enemigos - mis invitados asintieron con la cabeza y soltaron una carcajada- desde luego, menudos prejuícios. Yo también soy vampira y mira... - renegué con la cabeza...

 

Me sorprendió mucho su gesto. No entendía nada de lo que estaba pasando. Me levanté enseguida del sillón, pensando que nos estaban atacando o algo. Aunque el local estuviese abierto, bien podía esperarme cualquier ataque de otras personas. Enemigos de la familia, o de otros. Mis dos compañeros de batalla también se levantaron apresuradamente, sacando sus varitas.

 

- Quietos - les indiqué yo- ¿qué pasa? -pregunté a Sagitas...

 

Pero cuándo me lo dijo sentí que palidecía...

 

- Pero, ¿qué hace aquí? No creo que me siguiera, porque llevo en éste sitio desde por la mañana temprano - le dije susurrando- si no quieres que nos escuchen, mejor saca el anillo para insonorizar ésta conversación. Vamos, siéntate -le indiqué con la mano que se sentara en la silla vacía que estaba cerca de mis colegas.

 

- Mira, éstos son Antinoo y Cesarión - ellos saludaron con una inclinación de su cabeza- sé que son nombres curiosos -le sonreí a la pelivioleta- pero son los mejores soldados que tiene el Consejo de Erebus - le dije con una sonrisa - ellos pueden ayudarte a rescatar a Adrián o atacar a Everdeen. Técnicamente, me obeceden a mí, pero cuando vayáis ellos seguirán tus indicaciones -dije a los tres, con una sonrisa.

 

Acerqué la mano y se la puse en una de las suyas.

 

- Tranquila, ¿vale? -le dije con una sonrisa risueña y conciliadora - ellos te ayudarán como siempre lo han hecho conmigo. No te preocupes lo más mínimo. Por el pago de sus servicios no te preocupes, corre por mi cuenta, sólo unos pocos del Consejo saben que están aquí... pero como soy la sucesora de mi padre, no cuestionarán mis decisiones - volvieron a asentir reafirmando con la cabeza.

 

- Así es señora - dijo Antínoo con una sonrisa, enseñando sus maravillosos dientes blancos- usted no se preocupe, que acabaremos con los enemigos de su Alteza...

 

- Va, va, déjate de chorradas de protocolo -dije entre risas silenciosas -yo aquí soy Heli, nada más - les dije con cariño a los dos vampiros.

 

- Así que, vamos al meollo del asunto, ¿has hecho lo que te dije? Lo del anillo - le aclaré- si no queremos que Matt se entere de nuestros asuntos, es mejor bloquear todo tipo de información que salga de éste despacho.

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Apenas sentí eso de que "yo no era mala mujer", tampoco me sorprendía que lo dijera ya que acostumbraba a dar una imagen diferente de lo que era y sí, no era la mala mujer que parecía cuando mantenía el semblante serio e impasible. Los vampiros debían pensar pensar lo mismo, que estaba loca. Y aunque no les iba a quitar la razón, no, no era mala mujer. Pero no era el momento de discutirlo delante de desconocidos. No, estando Matt allá fuera. Hablé en susurros.

 

-- Tu marido detecta las mentes de la gente que le rodea, tiene ese don. -- ¡Ah, pero el mío no! Nunca había podido detectarme... No sé si eso era bueno o malo pero sí preocupante, porque detectaría a su mujer. ¿Y a su hija no nata? Eso se lo preguntaría en otro momento. -- No debe saber que estamos preparando cazar a tu amigo...

 

No es que Lazarus fuera su amigo actualmente pero insinuaba que la culpa de todo aquello era de ella. Tampoco era cierto pero estaba demasiado asustada con la presencia de mi hijo como para medir mis palabras. Así que seguí su consejo y activé el anillo defensa anti escuchas molestosas. Sólo nosotros cuatros sabríamos qué decíamos en aquel cuartucho. Respiré algo más calmada, hasta que recordé que estaba con 3 vampiros. Mi sonrisa floreció de forma mecánica.

 

-- Encantada de conocerles -- les dije a Antinoo y Cesarión. Ni me reí de la tensión al reconocer los nombres claramente latinos que tenían. -- Gracias por... su... su ayuda...

 

En realidad, no tenía ni idea de cómo usarlos. ¿Cómo se usa a un vampiro? ¿Se le da a oler un calcetín de Adrian y se le pide que busque? Carraspeé de nuevo. ¿Alteza? ¡Anda ya! Pero no lo dije en voz alta.

 

-- Sí, he hecho lo del anillo. Dime qué querías. Tú me has citado, sobrina.

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