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~ Mansión de la Familia Malfoy ~ (MM B: 100774)


Crazy Malfoy
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Mansión Malfoy

 

-- Iré "disfrazada" de mi misma Drum, no será necesaria la poción bronceadora --

 

Pasado el incidente en la penosa clase de la academia, la muchacha estaba prácticamente segura que nadie recordaba su apariencia, aparte de Allen Gaunt, el joven rumano que la hacia bajar la guardia en todos los sentidos, algo tenía el muchacho, que hacía cambiar los parámetros de comportamiento de la Grindewald, de manera alarmante. El elfo la observó con ojos desorbitados, nunca se había permitido ser vista como en realidad era, rubia de piel nacarada, Galery era fuerte y no le temía a nada en absoluto, no tenía conciencia del peligro, ni remordimiento por sus acciones, era cruel con los que por alguna razón le desagradaban, y no se detenía en decir o hacer cosas en contra de los mismos.

 

Solo había algo que la quebraba constantemente, temía al rechazo, suponía que por su defecto su madre la había abandonado, a pesar de llevar en sus venas, la sangre de dos de las familias mas poderosas y puras de Europa, Galery detestaba ser rubia, y ser catalogada como tonta o vacía, vana o superficial, por el hecho de ser sumamente hermosa se creía que era tonta, débil y que usaba esa belleza para obtener beneficios. Nada mas alejado de la realidad, se valía a sí misma desde muy pequeña, haciendo de esa terrible deficiencia visual, una oportunidad para desarrollar sus otros sentidos, de una manera extraordinaria, para ser una humana regular sin ninguna fuerza sobrenatural.

 

Sus brazos descansaban sobre la blanca y tersa piel de su vientre, su cabello asemejaba una cortina de hilos de oro, con algunas hebras húmedas pegadas a su rostro, tenía los ojos cerrados. y fácilmente se podía medir las tupidas pestañas que rosaban la piel de su rostro, eran larguísimas y risadas, lentamente entreabre los ojos y los rayos del sol reflectados sobre el agua, se cuelan por las pupilas verdes, dándoles ese inconfundible aspecto de un par de uvas de Damasco, increíblemente claros y de un verde indescriptible, la temperatura en el agua de la tina era un poco más que tibia, y en la superficie flotan un par de ramas de vainilla y tallos de canela, el aroma la relaja y perfuma su piel, la claridad del agua deja ver la perfección de las generosas curvas, la redondez inmaculada de sus senos, asoma sobre el nivel del líquido, si alguien pudiera verle así, juraría que se trata de la diosa Venus emergiendo de las aguas del Olimpo.

 

Pero ella se sentía cualquier cosa menos perfecta, era bajita de estatura, aunque en realidad eso la hacia lucir femenina y delicada, ella lo creía un defecto, sus pronunciadas caderas representaban un extra para cualquier hombre, pero para ella, era algo con lo que debía luchar cada mañana, con extenuantes ejercicios y prácticas de duelo con Koin, su elfo, lo único que se podría decir que amaba de si misma, eran sus piernas, que a pesar se su 1.65 mts de estatura, eran largas, y deliciosamente torneadas.

 

Drum permanecía en la ventana, observando con fascinación los jardines de la mansión, para nadie era secreto que detestaba servir, Galery se había prometido dejarlo libre en navidad, le obsequiará esa bufanda de lana colorida que tanto amaba ese elfo( lo había sorprendido varias veces con ella en el cuello) La Húngara era cruel, fría y podría decirse que no sabía amar, aparentemente, pero era sólo una capa que ocultaba que era una muchacha con el corazón lleno de soledad, el elfo dejó la toalla sobre la cama y salió cabizbajo, Galery amaba a ese pequeño ingrato, jamás los había castigado a pesar de ser Drum, todo menos servicial; sonrió al imaginar la alegría del rosado calvo al recibir su libertad, y apoyando sus manos sobre las orillas de la tina se puso de pie, el agua corría por las curvas de su cuerpo, dejando en ella pequeños besos en forma de gotas, que se arrastraban lentamente hasta caer, salió de la tina dejando las pequeñas huellas de sus pies sobre las baldosas rojas de su habitación.

 

Tomó la toalla y se enredó en ella, estaba acostumbrada al frío de las montañas, el helado viento que indiscreto entraba por su ventana, le erizo la piel, pero traía consigo los aromas aún vivos, de las flores del jardín, así que no la cerró, además a pesar de su aspecto tranquilo, cualquier persona con un buen oído, podría escuchar quizás, el fuerte latido de su corazón y notar el rubor en sus mejillas -- No va a venir -- dijo con la vista en el camino, el que lleva a los visitantes desde las altas rejas de la entrada, asta la puerta de la mansión, su estómago era un desastre y empezó a hacer ruidos extraños, no había desayunado ni comido nada por los nervios.

 

Sobre la mesita de noche junto a su cama, había una copa de cristal cortado, con el borde dorado, la base estaba incrustada con diamantes y rubíes, la copa estaba repleta de golosinas, había serpientes de gomita, chiclosos de dulce de leche cubiertos de chocolate, natillas rellenas de frutos secos, dulces de leche cubiertos de nueces o piñones, caramelos suaves de vivos colores y sabores, de todas las frutas existentes en el planeta, barras de chocolate oscuro y con almendras o coco, metió la mano y tomó un chocolate con relleno de caramelo, lentamente la dulce combinación del chocolate amargo y el caramelo inundó su paladar, las endorfinas liberadas le presentaron una placentera sensación, la calmaron un poco y se dio la vuelta, dejando así la tentación de seguir escudriñando el sendero, para ver si veía su figura o percibía su olor.

 

sobre el piso había sin exagerar, por lo menos tres docenas de vestidos, trajes, faldas, blusas, zapatos, y sobre la cama una pequeña montaña de accesorios, que fue combinando con cada opción, después de horas Koin había aparecido en su habitación, con un vestido que lucia transparente, color perla, con la espalda profunda, que dejaba notar la frontera de sus encantos, era de la mas rica tela jamás tocada por la muchacha, había sido hilada a mano por la modista de su madre Monica, tenía un toque sensual y sobrio digno de una Grindewald Malfoy, el frente era un exquisito drapeado y el efecto de transparencia engañaba la visión, pues en realidad solo parecía traslúcido, se sentó sobre la cama tomó la delicada prenda íntima y la deslizó por entre sus piernas, era color champagne, de delicados lazos de seda, que sostenían una mariposa de oro y diamantes rosas, justo en el centro, y por el frente una suave combinación de encaje y lazos. tomó el vestido y con cuidado lo dejo caer por su cuerpo.

 

El drapeado cubría la desnudes de sus senos, que a pesar de generosos eran firmes y redondos, la abertura de la espalda hacía el efecto de alargamiento en su figura, tomo con cuidado la tela para levantar la orilla y calzó las zapatillas, un hermoso diseño único, tiras finísimas de suave piel de carnero en color nude, con broches de mariposas doradas a los costados, haciendo juego con su ropa interior, los accesorios consistían en un brazalete de varias abrazaderas de oro, unidas por delicadas y delgadisimas cadenas de oro blanco, un par de aretes de siete cadenas asimétricas con un diamante rosa en cada punta, y su anillo de las reliquias de la muerte. Se miró en el espejo y todo era perfecto, excepto por las gruesas gafas de armazón cuadrado, torció los labios y tomó asiento frente al espejo. Solo polvo para evitar el brillo en el rostro, mascara de pestañas, un ligero toque de sombra café y champagne en los ojos para dar profundidad y en los labios un toque de gloss sabor chocolate.

 

Estaba lista, observó el reloj sobre el buró, era casi la hora -- No va a llegar -- observó de nuevo su rostro en el espejo y acomodó la mata de rubios cabellos ondulados, le gustó lo que veía y por primera vez después de mucho tiempo, se sintió hermosa, sus ojos eran su único problema, pero estaba dispuesta a perder el privilegio de verlo con claridad, a que el la viera con esas horribles gafas, ni siquiera recordaba donde habían quedado las lentillas de contacto que le mostró, aunque no eran una opción. No sabía aún porqué no lo podía sacar de su cabeza, si el sólo se acercaba a ella por lástima tal vez, porque bien podría haber invitado a cualquier otra, la invitación del muchacho Gaunt la había tomado por sorpresa, pero aunque su razón le gritó, "rechazalo", su boca dijo, "sí" de inmediato.

 

Se puso de pié y empezó a dar vueltas apretujándose los dedos de las manos con nerviosismo.

 

-- ¡No va a venir, no va a venir! --

 

estaba por entrar en pánico cuando Drum entró corriendo con los ojos brillantes y una sonrisa en los labios.

 

-- ¡Ahi esta, ahi esta! Si llegó ama si llegó, corra corra, no espere, no corra, espere cinco minutos y baje, una dama debe hacerse esperar -- guiño un ojo y salió de la habitación.

 

Galery sin hacer caso hecho un últimos vistazo a su atuendo, puso un poco más de gloss y lo metió a su bolsito de mano, dorado con diamantes rosados, como complemento extra a su perfecto atuendo, se quitó las gafas y las tiró en la cama, salió a toda prisa dejando la puerta abierta, casi corrió pero las altas zapatillas y el delicado vestido le exigían ir con lentitud, por fin y al cabo tal vez solo de un minuto llego a las escaleras, tomo el pasamanos y con la mano libre la tela de su vestido para no tropezar y caer, ahí estaba al pie de la escalera escuchando las mentiras de Drum, mientras ella bajaba alcanzó a escuchar al elfo bufar con frustración y retirarse susurrando con disgusto.

 

-- Bienvenido a la mansión Malfoy caballero, a que debo el honor de su visita musito estando frente a él, se acerco y beso su mejilla, le sonrió ruborizada pues inconscientemente coqueteaba con él, y no lo podía evitar, era como si su sola presencia le despertara la femineidad dormida -- Gracias por venir Allen, por la invitación, haré todo lo posible por ser una grata compañía esta noche estaba temblando y su estómago estaba revuelto, pero se sentía feliz, no recordaba haberse sentido así de feliz, pero también tenía miedo, miedo a soñar demasiado y despertar a una cruda realidad, pero estaba dispuesta a disfrutar esa velada al lado de él. El viejo Koin se acercó con una capa blanca en las manos, malhumorado y mirando con recelo al muchacho -- Ama, hace frío y su vestido es, no es apropiado para el clima, cúbrase por favor y recuerde, Koin irá en su ayuda, sólo llame a Koin, Koin irá por usted -- dijo sin dejar de mirar a Allen, se retiró después de una pronunciada reverencia. Koin fue quien la encontro pérdida en el bosque, con los ojos destrozados, desconfiaba de cualquier muchacho que se le acercaba, y era quien borraba las huellas de sus "incidentes"

 

-- Es un viejo hablantin, pero lo quiero mucho, espero no te moleste, porque no lo castigare, ya fue demasiado maltratado por su antiguo amo ¿Nos vamos? -- Galery era muy especifica en sus convicciones, el muchacho la sacaba de contexto, pero jamás dejaría de ser lo que era, por nadie. Le pasó la capa para que le ayudara a colocarla, mientras ella le daba la espalda y levantaba su cabello.

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Aparecimos justo al lado del sendero, bajo un frondoso árbol de maple que se hallaba a media mudanza de las hojas de sus ramas; era aquélla una noche sin estrellas, y la creciente luna se mantenía oculta por gruesas nubes negras que no obstante, y a pesar de no lograr verla en el cielo esa noche, podía sentir manar su magnética influencia sobre mí, cubriéndome con una frazada de poder, igual que una amorosa madre haría con su pequeño hijo. Una semana, eso era todo lo que me quedaba antes de tener que desaparecer por las noches y entregarme a la naturaleza que se me había dado por nacimiento, por lo que no era la luna mi preocupación de esa noche.


Salí de entre las sombras con Chinasky, mi elfo doméstico, detrás de mi. La única luz provenía de un par de antorchas colocadas en ambos extremos de la verja de la entrada de la mansión Malfoy que se activaron al percibir mi presencia; el ondulante y danzante fuego jugaba con los sombras que mi silueta extendía detrás de mi. No hube terminado de acercarme al hierro cuando este, chirriante, se retorció hasta formar un rostro humanoide que me demandó saber el motivo de mi visita. No me fue difícil hacer que me diera acceso, no era fácil amedrentarme y tampoco mis intenciones tenían un objetivo hostil.


Caminé el resto del camino hasta la entrada, mis pasos hacían crujir con suavidad la blanca grava de la calzada. No tenía prisa, pues iba con buen tiempo y me convencía a mi mismo que comportándome con serenidad mis nervios se habrían de disipar; pero no era así, a cada paso que daba podía escuchar el latir de mi corazón retumbar con más y más fuerza, y sentía el deseo de mis piernas por obedecer los mandatos de mi inconsciente que les dictaba dar media vuelta y huir de ese lugar. Era inexplicable lo que me pasaba cada vez que me sentía cerca de ella, todo era un desastre; yo era un tremendo desastre.


¿Que tenía Galery que no tuviesen las demás? Bueno, realmente era muy tonto de mi parte hacerme tal pregunta, pues la respuesta era mas que obvia. Todo en ella era diferente, desde el día en que nos conocimos nos habíamos inmerso en un sin fin de controversias, riñas e intensos momentos que rompía todos mis estándares, retaba mi mente, y fracturaba todos los muros que toda mi vida había fraguado para mantenerme salvo de convertirme en mi propio padre. Ella me gustaba, y sabía que corría un gran peligro al mantenerme cerca. Las verdaderas preguntas eran ¿Porque seguía caminando hacia la boca del lobo? Aquéllo era un chiste, pero no me hacía ninguna gracia.


Más loco era preguntarme el porqué Galery había aceptado el arranque de mi invitación; estaba completamente seguro de que distaba de ser su persona favorita en la tierra, pero aún así había arrancado de sus labios la respuesta que me habría de tener nervioso los últimos días, y que por supuesto no terminarían hasta no ver en el horizonte el amanecer. Mis nervios no se debían por otra cosa que no fuera el miedo por estropear esa velada, porque en serio tenía propuesto pasar una agradable en su compañía a pesar de que tenía motivos mayores por los cuales preocuparme y a las cuales me enfrentaría a posteriori.


Llegué hasta dos grandes puertas de roble, a las cuales Chinasky se adelantó para llamar con las aldabas. Me lanzó una mirada curiosa recorriéndome de pies a cabeza. -¿Cómo me veo? - pregunté, temiendo verme extraño con la vestimenta que había elegido ponerme para aquélla ocasión: un traje italiano a la medida de tres piezas en color gris, elegante y moderno; la camisa era negra, con cuello y puños blancos a contraste, coordinado con una corbata bicolor en negro y blanco, complementando mi atuendo una cadena de bolsillo metálica, un cinturón de cuero negro con hebilla y zapatos modelo golf en charol con gris metalizado. Además de mi nuevo reloj de pulso que había recientemente modificado y que Galery me había regalado.


- Diferente - fue todo lo que supo responderme el maldito orejón, pero antes de exigirle otra respuesta las puertas se abrieron, y fuimos recibidos por un igual de mi sirviente, que con aires de estirado nos preguntó que se nos ofrecía. Recitaba sus palabras como si las hubiese ensayado, y sabía que si me reía lo iba a ofender, y aunque no me importaba en absoluto lo dejé seguir con la perorata que continuó haciendo al indicarle que pasaba allí por Galery, explicándome que aún no estaba lista mientras nos dejaba pasar y nos quería conducir al salón. Sin embargo dejé de escuchar al elfo cuando percibí aquél embriagante aroma suyo, y mis ojos se alzaron hacia la parte superior de las escaleras de mármol.


Me quedé sin habla mientras veía como aquélla preciosura de rubios y ondulados cabellos bajaba con toda la elegancia que poseía. Ya no me sorprendió verla sin aquél bronceado en su piel y su oscura cabellera, aún no entendía el porqué pero sabía con toda certeza que me estaba regalando el privilegio de ir conmigo en la total naturalidad de su apariencia. Era hermosa, y era abruptamente sensual. El vestido que lucía le era sumamente favorable, y un precursor para un sin fin de pensamientos que tendría que guardar solo para mi aquélla noche si no quería faltarle al respeto y dar por terminada la velada con un deplorable final. Pero era muy difícil detenerlos.


Al estar frente a mí Galery sonrió e incluso bromeó, lo cual me ayudó a salir del ensimismamiento en el que estaba inmerso. Sonreí y aspiré su aroma con disimulo cuando se acercó para besar mi mejilla - No te estoy haciendo el favor de llevarte a un baile, Galery - respondí, contrariado por sus palabras pues, al contrario a ellas, seguía sin entender el motivo que la llevó a aceptar mi invitación. Seguramente no faltaría quien quisiese llevarla a donde ella le placiera. Miré sus aceitunados ojos y le mostré una sonrisa -El simple hecho de aceptar mi invitación ya es por sí mismo demasiado grato.


Nuestra conversación de miradas se vio interrumpida por su elfo que, malhumorado, le tendió una capa a la Grindewald tomándose el papel de cualquier padre sobreprotector. Lancé una mirada a Chinasky, que supo interpretar mi mirada y contuvo la risa, aún después de que Koin desapareciera de nuestra vista, pues mas que molestarme me causaba gracia siempre las extrañas personalidades que algunos elfos se formaban con el tiempo; Chinasky era muy joven, pero conocía a muchos de los suyos y siempre era divertido escuchar las historias que llegaba a contarme de ellos. En mis largos ratos en los que trabajaba en mis proyectos, él era quien siempre me asistía y a veces el silencio resultaba molesto por lo que si, gustaba de charlar con mi sirviente.


Galery me extendió la blanquecina capa para que la ayudara a colocársela, y la tomé mientras ella, girándose y apartando su cabello rubio hacia un lado, descubría el amplio escote de su espalda. <Galery Grindewald, vas a ser mi ruina> pensé, tragando saliva y cubriéndola, teniendo especial cuidado en no tocar nada que fuera piel o no me detendría. La tomé de los hombros y la volví hacia mi, enfocando de nuevo las dos esmeraldas de sus ojos - Si me permites, antes de irnos... -saqué mi varita del interior de mi chaleco y realicé lo que ya se estaba volviendo una preciada labor, el hechizo para sus ojos - No quiero que pierdas detalle de esta noche - agregué, sonriendo mientras ella se adaptaba. Le ofrecí mi brazo, y mi elfo se acercó, listo para transportarnos al lugar - Ahora si, ¿Nos vamos, señorita Grindewald?

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  • 4 semanas más tarde...

a noche plagada de estrellas se extendía por el horizonte, después de la deliciosa velada en Egipto, la pareja se regresó el primer tramo del viaje, por medio del traslador como la mayoría, sin embargo el regreso a la mansión Malfoy, fue en un carruaje tirado por cuatro corceles negros, la noche era fría y Galery a pesar de traer su capa de blanca, sufría las consecuencias de vestir tan delicadas prendas, algo tenía Allen Gaunt que la hacía perder el equilibrio, la cordura y las barreras que la muchacha ponía, frente a sus pretendientes, era tímida por naturaleza y fría con los extraños, sin conciencia ante algunos actos que ella consideraba normales, criada en un ambiente mágico totalmente, ajena a costumbres muggles por las que sentía una intolerancia total.

 

Allen Gaunt sacaba lo mejor de ella, si se puede decir así, con él era ella misma, candida y espontánea, genuína y hasta inocente pues confiaba ciegamente en él, aún cuándo no lo conocía totalmente, y aún cuándo temía tanto a los no humanos, en todas las ocasiones dónde tuvo infortunados encuentros, con hombres lobo, vampiros centauros o cualquier otro ser, muy pequeña su primer elfo fue asesinado por un hombre lobo, le salvó la vida al ponerla a salvo, pero la bestia había dado un mortífero golpe, y el pequeño murió desangrado en sus brazos. Había cierta inquietud cuándo estaba a su lado, su corazón latía mas fuerte.

 

Muchas veces había imaginado como luciría transformado, como se sentiría la piel desnuda entre sus brazos cálidos y llenos de pelambre, lo imaginaba suave y mullido, incluso alguna vez despertó al sentir el escozor de unos afilados colmillos, hundirse en la nitidez de su piel, sudorosa, agitada, temblando y no por miedo precisamente, esa clase de perturbadores sueños la rondaban, desde que lo había abrazado en el lago, desde que había aspirado ese enigmático aroma suyo, estaba impregnado de almizcle y agujas de pino, y desde que pudo perderse en el azul intenso de sus enigmáticos ojos; su mirada salvaje la hipnotizaba, y adoraba sentirse tan pequeña en medio de su amplio pecho.

 

Acurrucó su cuerpo bajo su brazo, su piel estaba helada y Allen era tan calientito como estar cubierta por calidas y suaves pieles de cordero, cuando teóricamente, ella era el tierno cordero, levanto sus ojos énormes, y la cortina de pestañas hizo un perfecto marco, la luz de la luna creciente, bañaba su rostro de una tenue luz plateada, proveyendo de un halo de enigmático brillo, a su rostro y cabello, sus pequeñas manos blancas se posaron sobre su pecho, se acomodó plácidamente sobre el y sonrió.

 

-- Allen, se que es tarde pero, ¿Te quedarías un rato más conmigo? A menos que tengas algo más que hacer --

 

Su mano fue hasta su rostro y lo acarició, después sus mejillas se cubrieron de rubor y escondió la mirada en su regazo, el trayecto le pareció corto, cuándo menos lo deseó estaban en la puerta de la mansión, que como era costumbre, hacía su pregunta al que recién llegaba, extendió su mano y esta cedió el paso a los recién llegados, bajaron del carruaje ella ayudada por él y así llegaron hasta la entrada, Koin apareció ceñudo de nuevo al ver al joven Gaunt aún al lado de su ama, esta sonrió al verlo y le ordenó llevar algunas viandas y bebidas calientes a su recámara. Los ojos del elfo se abrieron de par en par, pero desapareció en el acto. Ningún hombre había estado nunca en las habitaciones de su ama.

 

-- Espero no te incomode, deseo conversar más tranquilamente y sin interrupciones, y no temas, no te mordere -- dijo la ultima frase en un susurro, poniéndose de puntas para lograr acercarse un poco a su rostro, lo tomó de la mano y juntos subieron hasta la planta alta, donde al final de uno de los pasillos estaba su habitación, la abrió y entró seguida de él, afortunadamente ya la pila de vestidos había sido guardada al igual que sus joyas, se quito los zapatos altos y los lanzó dentro del closet y corrió a treparse a la cama de un salto, olvidando por completo lo revelador de su atuendo, con una sonrisa infantil lo miró y dio unos golpecitos en la calma invitándole a sentarse junto a ella.

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Roman A. Gaunt

Con Galery Grindewald Malfoy



Regresamos a Ottery sin mayor problema; aún era de noche, con el horizonte aún tintado en penumbras, pero ya podía oler en el aire la fragancia del amanecer, cada minuto más cercano. Era la hora más fría de la madrugada, por lo que no dude en resguardar a Galery en mis brazos para calentarla, pese a que ya traía mi chaqueta encima. El carruaje avanzaba sin mucho movimiento, más rápido de lo que podría desear, había hecho todo lo posible por retrasar el final de aquélla velada, pero estaba consciente de que sería inminente tarde que temprano; no obstante ella me pidió acompañarle un rato más, ¿cómo me iba a negar a ello?


Habíamos pasado una mágica noche en Egipto, no podía recordar haber asistido a una celebración tan interesante e increíble como aquélla en toda mi vida; no podía decir que todo había salido conforme a lo planeado, porque era todo lo contrario, aunque no de una forma mala. Mis expectativas de la noche habían sido completamente superadas, y regresar a nuestros hogares resultaba un tanto desconcertante tras haberme desconectado de todo lo que había dejado atrás para asistir a aquélla gala.


En poco tiempo, el carruaje se detuvo frente a las rejas del castillo Malfoy y bajé primero para ayudar a mi bella acompañante, acercándonos juntos a la entrada donde ya su geniudo elfo doméstico salía a nuestro encuentro, lanzándome una mirada que más que parecerme hostil, me causó demasiada gracia. Me volví hacia la bella bruja, percibiendo como los nervios se apoderaban nuevamente de mí, sin saber que decir exactamente o si debía despedirme allí mismo de la Grindewald aunque había dicho que me quedaría; realmente era lo último que deseaba hacer, pero me hallaba ante una circunstancia que jamás antes me había enfrentado. Aún así, me arriesgué y fuimos adentro; sabía muy bien persuadirme.


Era cierto, aquélla había sido la primera cita real en toda mi vida, por lo tanto era completamente ajeno a dichas formalidades y hasta ese momento fue que me dí cuenta de ello. Antes de conocer a Galery mis relaciones con las mujeres siempre habían sido calificadas como simples aventuras, superficiales y efímeras, que tenían como escenario común una cama, bajo sábanas y almohadas; siempre huyendo de los peligrosos terrenos del amor, sin citas, sin preámbulos, sin charlas, sin despedidas y ni promesas, tomando las bifurcaciones más rápidas y sencillas que me habían hecho actuar siempre con frialdad y arrogancia.


Desde aquélla noche en que había conocido a Galery, cada encuentro había sido único, inclusive aquéllas ocasiones en las que habían terminado en desencuentros, y conforme pasaba el tiempo era completamente consciente de la húngara había hecho nacer algo en mi interior, hasta entonces desconocido para mí, del cual se iban desprendiendo sentimientos hacia ella que se acrecentaban a cada nuevo paso que dábamos, y aunque había sido algo a lo que le había huido toda mi vida, me había dado cuenta de que ignorarlos era una causa perdida, y negarlo una tremenda estupidez.


No sabía exactamente cómo Galery había marcado la diferencia, pero así era y deseaba hacérselo saber, más realmente no sabía como. Esa era la raíz de todos mis nervios. Tenía miedo de mirarla y tocarla demasiado, me daba miedo que pudiese leer mis pensamientos cuando estos se volvían demasiado atrevidos y fantasiosos; no quería de ninguna manera que ella confundiera mis hechos y mis palabras, más aún porque la deseaba de todas las maneras posibles.


Cuando nos adentramos en su habitación me quedé de pie a un metro de la puerta, con mis ojos siguiéndola hasta la cama, donde se aventó y recostó; el vestido le sentaba increíble, no podía dejar de repetírmelo, pero ante aquélla sensual visión de ella acercarme no era la mejor de las ideas. Tan solo fui capaz de ver como sonreía, como si estuviese consciente de todo el dilema que me estaba provocando y ello le satisficiese; entre cerré los ojos, y le lancé una mirada acusadora, sonriendo de la misma manera.


- Por lo que veo, tu sí estás empeñada en que termine mordiéndote ¿verdad? - me acerqué lenta y peligrosamente hacia ella, mostrando una expresión divertida. Pero realmente estaba esforzándome por tener bajo control cada impulso que se me venía a la mente. Me quité los zapatos en el camino, y aflojé un poco la corbata, tras lo cual subí a la cama, sin dejar de clavar la vista en sus ojos y situándome peligrosamente cerca de ella - Solo recuerde, señorita, que el que busca, encuentra...

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En mi habitación con

Allen Gaunt

 

 

Lo dicho por Allen le sacó nuevamente los colores al rostro, la palabra "mordida" significaba el tema principal, de sus sueños y fantasías con él, sentía la sangre agolparse en las mejillas y bajó el rostro escapando de su intensa mirada -- Bueno, tienes todo el derecho a temer y defenderte Allen Gaunt, pero creo que que el único que tiene intención de morder ahora es Koin, deja eso sobre la mesa y retírate y sí, permanece atento por si acaso te necesito -- dijo en tono divertido al notar la rapidez de su elfo al llevar las cosas a la habitación, la bandeja tenía panecillos de calabaza y de nuez con chocolate, chocolate caliente, té de limón, galletas de avena y almendras, trufas rellenas, frutos secos, barras de chocolate, y frutos rojos, las golosinas preferidas de la muchacha en invierno.

 

Permaneció recostada boca abajo, con la espalda semidesnuda, pensando en sus palabras, " El que busca encuentra" Que buscaba ella que no fuera el amor del muchacho. Estiró la mano y tomó un puñado de cerezas, y ofreció una a el Gaunt en los lábios -- Así que, que pasó con tu novia dijo haciendo énfasis en la palabra "novia" si si, no me veas así, el día que presente el examen de aparición, en el elevador iba una cotorra, bastante feita por cierto, alardeando de su cita contigo una sombra de tristeza, nubló la sonrisa que tenía un segundo antes en los labios, se giró sobre su costado y se puso de pié, inexplicablemente sus ojos se habían inundado, y no quería que él lo notara, se fue detrás del biombo de madera en la esquina de su habitación se sacó el vestido, se puso unos shorts de algodón y una camisetita de tirantes en color azul.

 

Mientras su silueta se dibujaba desnuda en la pared de la habitación, mágicamente unas velas con aroma a canela y vainilla se encendieron, salió detrás del biombo y lo miró -- Sabes, lo irónico de esto es, a ti no te dieron la licencia por haberte ido con ella, y yo permanecí ahí casi tres horas, y tampoco me la dieron, así que tendremos que regresar, o ¿ya presentaste el examen? dijo tratando de sonar casual y que no notara el sentimiento de celo, si, sentía celos sin embargo no tenia derecho a sentirlos, Allen Gaunt y ella sólo eran amigos, pero esa noche sintió muchas cosas jamás experimentadas, y quería saber a que atenerse.

 

Se acercó a él se sentó a su lado, tomó su mano y lo observó mientras lo escuchaba, su voz era aterciopelada, varonil, no podía explicar porque el muchacho ejercía sobre ella ese magnetismo, casi irresistible y seductor, observó las palmas de sus manos fuertes y cálidas, lo vio a los ojos y le dijo -- ¿Sabes que puedo leer la mano? y no por haber estudiado, las Húngaras tenemos ese don por naturaleza, las húngaras reales no las charlatanas, aquí puedo ver, riquezas de una familia poderosa, una larga vida eres afortunado, en la línea del amor, muchas bifurcaciones, muchas mujeres, pero hay una aquí, que cambiará tu vida, pero que tu -- soltó la mano del muchacho nerviosa por lo que vio, había la clara marca de la muerte, se subió de nuevo a la cama y lo observó, escudriñando con sus enormes ojos verdes, cada rasgos de su rostro y cada gesto.

 

Sabía sin explicar el porque, que él jamás le haría daño y si lo hiciera, sería su muerte, pues muy a su pesar estaba perdidamente enamorada de él.

-- Allen, jamás traje a un hombre a mis habitaciones, eres el primero susurro y enrojecio de nuevo, lo escuchó hablar sin sabía que hacer o que decir, estaba temerosa de que se desilusionara, al ver que solamente quería estar cerca de él un rato más, y mostrarle algo, proponerle algo que tal vez le parecería cursi o ridículo, nunca había tenido un novio, salvo aquél pretendiente que le hizo tanto daño, y que ni siquiera se podía comparar a lo que sentía ahora. Tomó una taza de chocolate espumoso de la mesita junto a su cama, se la puso entre las manos, tomo la otra y se sentó cruzando los pies.

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Con expresión relajada y divertida, miré con fingida atención los bocadillos que había traído consigo el elfo doméstico de Galery, como si estuviese sopesando la idea de tomar alguno de la bandeja cuando lo menos que tenía era hambre; simplemente necesitaba distraer mi atención de la exquisita vista que la Malfoy ofrecía en ese instante, aparentemente sin darse cuenta de lo excitante que lucía.

 

Acepté la cereza que me ofreció en los labios, y yo mismo estiré la mano para tomar unas cuantas nueces mientras ella me contaba lo que había llegado a sus oídos en el ministerio de magia. Entrecerré los ojos tratando de recordar a quién se refería; por supuesto recordaba haber quedado con alguien aquélla tarde, lo cual había olvidado para cuando había terminado mis asuntos en el ministerio. Si Galery no lo hubiese mencionado ahora, ni siquiera me hubiese percatado de que había plantado a una chica.

 

- Yo jamás he sido de novias, Galery - respondí sin más, con gesto serio y llevando una nuez a mi boca, pensando nuevamente en mi nula experiencia en citas. Incluso era muy extraño que aquélla mujer del ministerio creyera que sería posible tener alguna conmigo cuando yo había dejado muy en claro mis intenciones, como siempre lo hacía con todas. Posiblemente la bruja había creído que le iba a ser posible obtener más de mi.

 

Me levanté de la cama, de la misma forma que había hecho Grindewald, caminando hasta la ventana para asomarme por ella y admirar cómo el cielo nocturno se tintaba de las primeras luces del alba. Giré el rostro hacia el biombo tras el cuál Galy se desvestía, admirando sin pudor las contorneadas formas de su silueta en la pared; tragué saliva, y volví la mirada hacia el amanecer, empañando el cristal de la ventana con un suspiro profundo que me salió de lo mas hondo.

 

El olor a canela y vainilla impregnaron el aire de pronto, haciendo que sonriera al respirarlo. Me volví, al tiempo que ella salía con lo que parecía algún tipo de pijama, haciéndome sonreír aún más; no dejaba de parecerme hermosa pero ello me facilitaba algunas cosas e internamente se lo agradecí. Me acerqué hasta la cama y volví a sentarme en ella, sin dejar de escucharla. Por alguna razón comencé a preocuparme, pues era notorio que Galery pensaba de mi de una forma que era casi correcta en lo que se refería a las chicas, y por primera vez me sentí avergonzado.

 

- No, no pude presentar el examen - admití mirándole a los ojos -, pero no es por lo que crees. Algunos asuntos urgentes me obligaron a salir de allí en cuanto obtuve los formularios... pero salí de allí solo - recalqué al final, encogiéndome de hombros para restarle importancia, como deseaba que ella hiciera. Ella tomó mi mano, y me agradó la calidez de su tacto; en un segundo ya acariciaba también la suya con mis dedos; necesitaba hacerle ver que ella era especial para mi, pero no sabía cómo.

 

Ella comenzó a leer las líneas de mis manos; por supuesto, yo sabía de muchas personas con el don, pero jamás me había llamado la atención las artes de la adivinación, aunque alguna vez tomé clases de astronomía con un profesor muy particular que habitaba los bosques de Ruh en Rumania. La escuché con atención, sonriendo ante sus asertivas palabras, hasta que se detuvo con una expresión de miedo en el rostro y se apartó.

 

No sabía que podía haber visto, pero cualquiera que fuese el motivo de su temor no dejaría que se interpusiera. La miré significativamente y sonreí ante su última declaración -No te precupes - interpuse - A decir verdad, es la primera vez que tengo una cita con una chica... y es claro me gustaría repetirlo. - dije, lanzando una mirada que insinuaba perfectamente una pregunta. Había puesto una taza de chocolate humeante en mi mano, más la aparte y volví a poner sobre la mesilla. Me acerqué, y le quité la suya.

 

Sonreí nervioso ante su mirada de confusión, mas seguí acercándome. En un instante mi intención era clara, y esperé alguna señal que me indicara alguna resistencia de su parte. Sus labios ya estaban a centímetros de los míos, y podía sentir el aceleramiento de los latidos dentro de mi pecho. Jamás me había costado tanto besar a nadie, pero allí estaba, a punto de lograrlo. Podía sentir ya su respiración, y entonces unos golpes en la puerta se oyeron... - Maldición.

Editado por Allen Romain

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La noche transcurrió rápidamente, la húngara deseaba detener el tiempo, aplazar la salida del sol, pero los tonos magenta ya impregnaban el horizonte, sin embargo no todo fue dicha en esa extraña velada, lo que la muchacha había supuesto era verdad, el Gaunt aparentemente solo quería diversión ocasional, como acostumbraba y él mismo se lo acababa de confirmar, tal vez invitarlo a quedarse fue un error; "No soy de novias" esas palabras fueron como un balde de água helada, su corazón se había enfriado y sus esperanzas de un romance, se esfumaron conforme sus palabras caían como una sentencia, el amor que innegablemente la había hecho su presas, parecía no ser correspondido, desde el primer día que se conocieron, ella sentía ese nerviosismo similar al que sentía cada 25 de Diciembre al despertar, pero él parecía sólo imaginar una cama con ella como adorno.

 

 

La muchacha lo vio dejar la taza y quitar la de ella de su mano, imagino lo que seguiría y justo se retiró de él, cuándo acertadamente Koin escuchó su silencioso llamado y tocó a la puerta -- Ama, Koin trajo su encargo, todo esta preparado -- Ella asintió en silencio, tenía un nudo en la garganta, se recostó sobre la mullida cama y sacó su esfera de un cajón jugaba con el extraño objeto de cristal, dentro de esta se podía apreciar un diminuto trineo, que volaba en círculos oscilando entre un castillo y una hilera de pequeñas montañas nevadas, la perfección de cada detalle era extraordinario, parecía una escena capturada por algún hechizo, y transportada al interior de la pequeña cápsula cristalina, nadie podía saberlo, sólo la jovencita que la observaba fijamente, Drum habia entrado después de tocar tímidamente, eran casi las seis de la mañana, y el sol asomaba indiscreto por la ventana, besando con sus primeros rayos, la nívea piel de Galery; el pretexto de Drum fue acomodar los libros de estudio que había sacado de la biblioteca, (en realidad y al igual que Koin, estaba preocupado por la aún intacta virtud de su joven ama) de pronto se giró a observarlos y comentó.

 

Drum

 

-- Ama Galy buenos días, amo Allen, Drum no desea interrumpir la charla, pero éste año Drum recibirá un obsequio ¿No es así? Ama Galy prometió a Drum un obsequio esta navidad -- apuntó con su voz infantil.

 

La observó con la expectativa y la emoción que guardaba esa promesa en su corazón. Efectivamente, Galery sabía del deseo se Drum por ser libre y no lo retendria un años más, la Húngara esperaba que Drum desistiera, pero no fue así, a pesar de aparentar lo contrario, Galery tenía un aprecio especial por el par de elfos, y cumpliría su promesa. Los ojos de la muchacha regresaron a la esfera, con una chispa de luz que no estaba un minuto antes, se puso de pié fue a su armario, sacó una énorme valija y la jaló al piso, dentro de esta valija se encontraban muchísimos adornos de navidad; pequeños tambores de oro, cascabeles de plata, campanitas de cristal, muñecos de nieve y galletas de gengibre.

 

-- Asi será Drum, deja eso y ve por Koin, llevare esto a la sala para que despierten todos con una sorpresa le contestó y ordenó con suavidad y después se dirigió a su acompañante Allen, quiero compartir contigo un secreto, es algo que carecía en cierto modo de importancia, hasta hoy, no conocí a mi padre, pero dejo muchas cosas y documentos para mi, esta esfera la recibí cuándo cumplí siete años, con está nota --

 

"Amada hija, sí, aún si no estuve al lado de tu madre el día de tu nacimiento, jamás estuve lo suficientemente apartado, para no saber de ti, y tu venida, mi sangre, la continuidad de mi estirpe y nombre. Hay uno más, uno que lleva mi sangre, escrito está en los engranes del destino que juntos escribirán la historia, que yo, Gellert Grindewald, no pude terminar, este llegará a ti, y tu a él y juntos escribirán una nueva historia, misma que empezará una navidad.

 

La magia la llevas dentro, corre por tus venas, la varita es sólo el conductor que la canaliza, Estaré a tu lado en cada segundo de tu vida.

 

Te amo hija mía, y recuerda siempre fue Por un bien mayor.

 

Gellert Grindewald"

 

 

Lo observó en silencio, con una mirada de angustia por esa profecía, la esfera era una profecía heredada por su padre. Sin embargo para Galery significaba una sentencia, la sentencia de un matrimonio pactado y sin amor, ¿Como forzar a un corazón a amar? cuando este evidentemente no sentía lo mismo, lo miro a los ojos con tristeza, ahora estaba mas que claro, Allen Gaunt, no era para ella -- Nunca me había ocasionado tanta angustia esta profecía, había albergado una esperanza Allen, pero ahora veo, que no será posible -- se acercó lentamente y entregó la esfera en sus manos, mientras sus labios se acercaron y rosaron la mejilla del muchacho, su cuerpo entero se estremecía al contacto tibio de su piel, pero no sucumbiria a ser una más en su colección.

 

-- Enseguida regreso, trae ésa maleta Drum --

 

Salió así, solo con su pijama estaba desilucionada pero no lo demostraría, no se comportaría grosera o dejaría notar que la declaración del muchacho le había roto el corazón, Cada adorno dentro del baúl representaba un recuerdo especial, o un regalo de alguna persona, que sabía del ostentoso gusto de la Grindewald Malfoy, por las joyas finas y exclusivas, la mansión aún no había sido adornada así que se tomaría la libertad de hacerlo -- Drum, llama a Koin y a algunos elfos de servicio, pondremos algo de vida a la mansión -- ordenó con una sonrisa, definitivamente la época siempre lograba mejorar su carácter, y quería hacer algo por la familia, hacía dos meses que había llegado y aún no conocía al abuelo, ni a todas sus tías y primos, y esta era una ocasión especial en la que seguramente se podrían conocer. Innegablemente deseaba ver a su madre Monica Malfoy también.

 

Bajó a la sala principal y observó por un momento el espacio, ordenó a los elfos recorrer los sillones a los costados y justo a un lado de la chimenea, colocó la valija y con cuidado sacó los ornamentos, Koin quien sabía que tenía que hacer, desapareció por un par de segundos, apareciendo de nuevo con un énorme pino de dos metros y medio de alto por uno medio de ancho, el aroma inundó la habitación Perfecto Koin, siempre sabes que hacer, lo adornaremos y mandare una nota a cada miembro de la familia, para que cada uno, ponga un adorno que signifique un recuerdo especial, y así poder conocerlos un poco más -- susurró mientras con su varita realizaba un delicado movimiento y los adornos fueron tomando un lugar específico en el árbol.

 

Apareció várias botas navideñas en la chimenea y en el centro, una hermosa bota de seda roja con piel de zorro blanco, adornada con una noche buena, elaborada con rubíes y esmeraldas, y en letras de oro el nombre de la futura dueña de la misma "Monica Mafoy Haughton" su madre. Al lado de esta una bota blanca con una esfera cubierta de zafiros con el nombre de "Felicity" y al otro costado una bota verde, con campanas de hilos de oro y guirnaldas de esmeraldas con el nombre "Cirse" también en letras de oro. Y así se fueron agregando más botas con los nombres de sus familiares.

 

Una vez terminado subió de nuevo, aún era muy temprano y su familia dormía, o eso creía ella, entró despacio a su habitación y acomodo una sonrisa en su rostro, lo vio de pié frente a la venta, bañado de un dorado perfecto que le regalaba el amanecer, como ansiaba abrazarse a él como la noche anterior, cuando ingenuamente aún creía, que sí había logrado despertar algo más que deseo en él, se acercó a la ventana y lo observó, su imagen empezó a ser borrosa y de alguna manera agradeció, el hechizo terminaba al igual que su sueño de adolescente, suspiró y se retiró a la cama, se sentó y le dijo con algo de tristeza -- Supongo que esto es un fiasco para ti verdad, lo lamento Allen, pero no soy una mujer más, vi en tú mano docenas de rostros, corazones rotos y lágrimas, sufrimiento y mucho dolor, y un vacío enorenorme en tu corazón, y una mujer que llegaría a ti, a cambiar eso, espero llegue pronto y, respecto a repetir un encuentro, creo que después de esto no lo deseas más, pero no te preocupes, entenderé si solo nos vemos ocasionalmente, somos amigos después de todo, creo que lo pasamos muy bien hoy -- susurró.

 

Un río de lágrimas pugnaba por salir a raudales, pero su orgullo y carácter fuerte se imponían, lo amaba era verdad, pero no permitiría que la usara simplemente, ahora preferiría morir entre sus colmillos y garras, que entre sus besos y caricias, porque tenerlo y perderlo sería más infinitamente doloroso que la muerte. Quiso tomar la tasa de chocolate y la derramó, su visión era de nuevo casi nula.

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Roman A. Gaunt.

Con Galery en su habitación



No sabía si era solo imaginación mía, pero de pronto hubo un cambio drástico en el ambiente y en Galery. Pude notar como había esquivado mi cercanía, la cual distaba mucho de ser causada por la repentina entrada de su elfo a escena; era de suponer que su aparición había sido oportuna para la Malfoy. Sentí un retortijón muy fuerte en el estómago, y como si me hubiesen abierto un hueco profundo en el pecho, era la primera vez que pasaba por la garganta el desazonado y amargo sabor del rechazo.


Con una expresión ensombrecida en mi rostro me levanté de la cama para darle privacidad a la bruja en lo que rápidamente comenzó a hacer. Yo me consideraba un hombre curioso, pero también lo suficientemente sensato como para no inmiscuirme en asuntos que no me incumbían, por lo que solo alcancé a entrever algunos aditamentos de fina hechura entre las manos de Galery, que rápidamente reconocí como adornos navideños. Recordar la cercanía de las fiestas de fin de año me provocó otro agujero en el pecho.


Como si hubiese recordado que aún me encontraba allí, Galery quiso compartir conmigo una nota que le había dejado su padre. Apenas pude leer la mitad de aquéllas líneas deseé no haber comenzado. El mensaje no podía ser más claro, y entendí porque la Grindewald había querido mostrármelo. Nada más sutil para un rechazo que la última voluntad de un padre a quien ella adoraba, y a quien, aún sin importar el precio, estaba dispuesta a enorgullecer.


Pensé en mi propio padre, incapaz de hacer algo por su propia cuenta, siempre a merced de los deseos de mi voluntariosa abuela. Ella también había querido comprometerme con alguien a quien no conocía ni sabía a ciencia cierta si existía; me lo había ocultado, por supuesto, a sabiendas de que, simplemente por llevar la contra, me negaría rotundamente a dicho pacto nupcial. Pero también a mis manos había llegado una carta, y en ella una sentencia de vida, la cual adelantaron en mucho la fecha de mi huida de Rumania.


Las últimas palabras de Galery me terminaron de bañar con agua fría, con apenas un último gesto cálido sobre mi mejilla que evitó se me congelara la sangre por completo. Tomé la esfera de su padre con mis manos, y la miré con profundo reproche apenas la bruja salió de la habitación. Exhalé profundamente mi desaliento, y sintiendo mis pies pesarosos me acerqué nuevamente a la ventana, abriéndola de par en par para respirar el aire fresco de la mañana, y sentándome en el borde con la espalda recargada en el marco.


Pensaba en la nota del padre de la Grindewald, en las palabras de ella, y en la resolución apesadumbrada de su mirada que me dictaba que no haría otra cosa que no fueran los deseos de su progenitor. Pensaba en mi familia, en los planes que tenían para mi y los cuales me harían perder la mitad de mi identidad si osaba mostrarme renuente a ellos; no era que me interesara demasiado la herencia y las riquezas que obtendría, sino la promesa que tiempo atrás había hecho a la única persona que siempre había creído en mi.


No supe cuanto tiempo estuve inmerso en mis pensamientos, pero de pronto escuché a la Malfoy entrar nuevamente en la habitación. La sentí a mi lado, y giré mi rostro hacia ella. Miré sus ojos con esa profunda devoción que sentía cada vez que los tenía frente a mi, y por un momento mis esperanzas resurgieron; le sonreí, pero ella ya no me vio y la miré retirarse hacia la cama con el ceño fruncido. Me separé de la ventana, viendo como derramaba el chocolate, y escuché cada una de sus palabras mientras me acercaba y me acuclillaba a sus pies, con la varita en mi mano diestra.


Levantando mi otra mano sostuve su mentón con una suave caricia, mientras la punta de mi varita se acercaba al espacio entre sus ojos. Pronuncié el encantamiento una vez más, y le regrese su nítida visión. Me agradaba hacer eso para ella. Mis celestes ojos no se apartaron de los suyos durante un considerable lapso de tiempo, en los que me percataba de que en sus palabras se escuchaba una desilusión más que no pertenecía en nada al tema de su padre... de pronto me percaté de mi error.


-Es verdad - rompí el silencio, bajando la mano en la que ella me había dado lectura para contemplarla con mis ojos - Hay docenas y docenas de rostros a lo largo de mi vida, y sería un insensato si llegara a negarlo. Más jamás he dado menos de lo que me han dado, Galery, y si supieras de verdad a lo que me refiero... yo no conocía el amor. Para mi siempre fue así, y nadie me mostró otra cara - levanté mis ojos hacia ella -; yo también tenía la esperanza de que fueras esa mujer, la que llenase ese vacío que hasta haberte conocido supe que lo tenía dentro de mi...


Bajé la mirada, y exhalando otro suspiro volví a hacer un movimiento de varita en torno al chocolate vertido, que rápidamente quedó limpio. Me levanté y me senté a su lado, tomando sus manos entre las mías y sonreí - Como sea que se den las cosas, Galery, no pienso apartarme de ti a menos que tú me lo pidas. Cada momento a tu lado es invaluable, y por supuesto, aún deseo que se repita.

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Soltó un suspiro al ver desde el camino de grava blanca, a la Mansión Malfoy, el hogar de su familia y lugar que no había tenido tiempo de admirar cubierto de nieve como lo estaba ahora. Los últimos días, las últimas semanas, incluso el último mes apenas se había detenido a dormir en su habitación, apareciéndose en ella y desapareciendo sin dejar rastro, sin siquiera bajar a comer, como si de nuevo estuviera en un viaje por el mundo.

 

- Hogar dulce hogar - susurró para sí, envuelta en un largo abrigo negro de cuello alto y con unas botas altas de piel de dragón, que se hundían en el terreno -, nada cambia por aquí - continuó avanzando hasta la puerta, recordando el primer día que había puesto un pie en aquel lugar y cómo aquel camino le había parecido eterno. Aquello era lo más triste, su vida se había convertido en un mar de recuerdos solamente, que la atormentaban de cuando en cuando, acompañándole en una inmortalidad de la que dudaba disfrutar.

 

Aun sumergida en el pasado atravesó el umbral de la puerta principal y solo el olor a pino que inundaba todo el lugar la sacó de su ensimismamiento. Gyvraine parpadeó un par de veces sin comprender del todo, preguntándose por un loco segundo si es que había entrado a un lugar diferente pero entonces, la puerta entreabierta del Salón le mostró una imagen parcial de lo que parecía un enorme árbol de navidad.

 

- Espíritu navideño, característico de los Malfoy - susurró, justo un segundo antes de que hasta ella volara un trozo de pergamino, y solo al leerlo, comprendió por qué veía tan vacío el árbol - "un recuerdo especial" - dijo en voz alta aun con los zafiros clavados en las líneas de aquella nota - un recuerdo especial... - repitió antes de sacar su varita y dirigir su celeste mirada a cada rama buscando en su mente.

 

Con media sonrisa en los labios hizo una elaborada floritura que hizo aparecer una docena de esferas plateadas que a simple vista parecían solo eso, esferas con un raro decorado escamoso plata, pero en realidad eran serpientes enroscadas con ojos hechos de cristales azules que resplandecían con la iluminación. Con otro movimiento las esferas tomaron su lugar en el árbol y Gyvraine no pudo evitar sonreír satisfecha, al tiempo que extendía una mano para mirar mejor el anillo que descansaba en su dedo anular: su anillo de graduación.

 

No sabía quién exactamente había mandado aquellos mensajes, o quién se había encargado de poner aquel árbol temático, pero admirarlo, mirar a su alrededor y que cada rincón de aquel lugar le despertara un recuerdo, le resultó embriagante. Sin detenerse a pensarlo siquiera, la mortífaga fue hasta uno de los sofás y se sentó, simplemente a escuchar los sonidos propios de la Mansión, olvidando por completo el encerrarse en su habitación.

We're always one...

.::Familia Malfoy::. ||Vacaciones Administrativas (?)||.:Familia Triviani:.

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Su mano temblaba entre las de él, como corazón de paloma asustada, por instinto deseando huir, por deseos, quedarse en la tibia prisión, una vez más había restablecido su vista, aunque no lo agradecería esta vez, ver con claridad ese rostro que a tan pocos meses, ya era tan necesario para ella; en ése momento era una tortura, la única realidad en ese momento, era que lo amaba; no era simplemente atracción física, no era un capricho, Allen Gaunt era el amor que tanto esperó. Lo escuchó hablar, y a cada palabra su esperanza renacia, sus ojos se llenaron de lágrimas, que por primera vez, desde hacía mucho tiempo, eran sólo de agua y sal.

 

Gruesas lágrimas escurrían por sus pálidas mejillas mientras lo escuchaba, sin poder evitarlo un infantil puchero asomó en sus labios; se hecho a sus brazos, no lo pudo evitar un sólo momento más, escondió su rostro en su amplio pecho, mientras su pequeño cuerpo se estremecía a cada sollozo, no recordó haber llorado de ésa manera, sentía vergüenza de si misma, pero no podía parar de sollozar, era la primera vez que temía perder algo, la primera vez que amaba a alguien más que a sus fines y a sus deseos de poder y riqueza; lo estrecho fuertemente contra su cuerpo, no estaba dispuesta a perderlo.

 

-- Tampoco yo sabía lo que era el amor, un detalle desinteresado, una caricia una mirada dulce, fuiste el primero que hizo algo por mí, sin esperar nada a cambio, el primero que no se rio de mi ceguera; -- suspiraba entrecortado y con el pecho temblando, mientras sin intención sus uñas se clavaban en la espalda del Gaunt, intentado impregnarse en su cuerpo, aspiró su aroma ese que la enloquecia, el que le provocaba pensamientos que le subian no sólo los colores al rostro, sino la temperatura del cuerpo. Todo su cuerpo temblaba en ese momento.

 

Subió sus diminutos pies a los de él, apoyándose en ellos como escalones, se alzó de puntas y aún así, apenas alcanzó su mentón, acercó sus labios turgentes y lo mordió con suavidad. -- Jurame que seré la última mujer, la única en tu vida, que serás mío únicamente la mordida se hacía más fuerte mientras susurraba o te prometo, un jardín de rosas negras, abonado con los cuerpos de las z****s que se te acerquen No supo si fue el sabor de su piel, el acelerado palpitar de su corazón, o ese brillo casi diabólico en los ojos del licantropo pero ella ya le pertenecía a él, y no permitiría que nada ni nadie lo arrebatara de su lado.

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