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~ Mansión de la Familia Malfoy ~ (MM B: 100774)


Crazy Malfoy
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Había que admitirlo, sencillamente el hombre tenía suerte… o al menos eso parecía ya que al estar en sus instancias finales, uno de sus mejores amigos de antaño, prácticamente su compañero de fechorías en aquellos memorables tiempos de la “Academia” había aparecido en el momento justo que Carlomagno se desvanecía.

 

De alguna forma el muchacho había logrado llevarse su cuerpo inerte hasta los aposentos de nada menos que Gatiux y lo había posado sobre la cama buscando pociones herbovitalizantes, mientras tanto el Malfoy se debatía internamente para continuar luchando.

 

Pero era bastante compleja la situación, flaco, agotado y separado de la sociedad por tanto tiempo… no cualquier hombre podría resistir tales inclemencias y él no podría hacerlo por mucho más tiempo.

 

Finalmente, pasados unos breves momentos, Orión regresó a su lado llevando consigo la poción que podría ayudarlo a recuperarse lo suficiente para no estarse debatiendo entre la vida o la muerte… pero dado el historial, el ojiverde no sabría decir si era mejor permanecer así o le esperaba algo peor con el Black.

 

Sintió como el líquido resbalaba torpemente por su garganta y una sacudida de confort iniciaba a aparecer desde su estómago y expandirse hasta el resto del cuerpo. Sí, eso definitivamente no era la cura para todos sus males y pecados, pero al menos le renovaría un poco las fuerzas para salir adelante.

 

Finalmente pudo abrir los ojos y vio la silueta difusa a su lado, trató de hablar, pero todavía era demasiado pronto por lo que se limitó a tratar de manifestar una mirada de agradecimiento, pero estaba consciente de que aquello no sería suficiente y algo más se avecinaba ya que evidentemente Orión estaba molesto ¿Sería realmente capaz de entender todo lo ocurrido en los últimos años?

 

 

 

****

Yaxley??? No se como reaccionar a eso jajaja.

Editado por Carlomagno Malfoy

 

 

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- Carlo, relaja, no es droga. Si tuviera estupefacientes en este momento, no se los daría alguien como vos –terminó con un pequeña risa.

 

Relajó la cara cuando vio al Malfoy recuperando el color. No podía enojarse cuando en definitiva él había hecho exactamente lo mismo. Aparecer de la nada, en el castillo, fuera de estado. Es más, todavía no había alcanzado a llegar a los noventa y pico de kilos que lo caracterizaban de alguna forma en sus tiempos de actividad pasados. Pero iba en camino. Sin prisa, pero sin pausa. Negó la cabeza, alejando la negatividad. Los reproches empeorarían todo.

 

Se sentó a los pies de la cama, manteniendo sus azules ojos en Carlomagno.

 

- Yo también volví así, pero no me desmayé ni bien aparecer en la sala de la mansión ¿qué demonios pasó?

 

Tragó saliva. Entrecerró los ojos y rascó un poco su barba cobriza.

 

Le chocó el hecho que no los dos tenían la misma edad. Indudablemente el tiempo había pasado. Orión ya estaba mordiendo los primeros años de la tercera década. Tenía canas a los costados y en su barba. La cara ya desentonaba con el común denominador de la comunidad mágica. Todos jóvenes, apuestos y exitosos. Mientras que él, curtido por experiencias, a veces gratas, a veces no tan positivas.

 

No podía evitar sentir empatía por el cuerpo desnutrido en la cama. Le pasó una pregunta por la cabeza. Bueno, siempre ocurría cuando cruzaba caminos con algún compañero de bando de antaño. Y concernía nada más, ni nada menos, con alguna conjetura sobre el tiempo de su estadía, y obviamente, los motivos de su re aparición.

 

- ¿Necesitas algo más? –Guardó silencio un momento y desvió la mirada-. ¿Cómo has estado?

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  • 1 mes más tarde...

La ventana del estudio se abrió de golpe por la fuerza de una ráfaga de viento, que arrastró por el suelo con gran estruendo varios objetos y libros, e hizo que pergaminos y papeles volaran por los aires. En medio del estudio, apareció entre sombras negras la figura de una mujer envuelta en una capa rojo oscuro, como el vino añejo, cuyos cabellos grises caían alborotados sobre sus hombros hasta la cintura. Elevó el mentón en un gesto de enfado, echándose hacia atrás la melena plateada con el cortante movimiento de un brazo.

 

- ¿Qué hace “eso” aquí, me lo puedes explicar?

El elfo se puso de pie desde una esquina y comenzó a entrelazar los dedos de manera desenfrenada, al borde de un ataque, abriendo y cerrando la boca sin que de ella saliera ruido alguno que se asemejara a una palabra, menos a una frase.

 

- No se puede confiar en nadie -el elfo seguía sin responder-. Tendré que buscar al culpable por mi cuenta, ya veo.

 

Bufó dejándose caer en la silla del escritorio, arropándose con la capa mientras trazaba un plan para encontrar la forma de hallar al responsable. Aquel era un objeto peligroso, maldito, con una magia que todavía no había podido desvelar aunque cada día se encontraba más cerca de descifrar las runas que cubrían toda su superficie dorada. La esfera relucía sobre el escritorio de roble, junto al águila de la sabiduría.

 

- ¿Tú que opinas? ¿Por dónde comienzo a investigar? -Beltis preguntó al Águila.

 

- Por el inicio, sin duda alguna.

 

- A menos que quieras terminar como pisapapeles en la Oficina del Ministro -no se le ocurría un sitio peor donde acabar los días- es mejor que dejes de jugar. Es una familia muy grande, aunque no todos están viviendo en la mansión ¿A quién investigo primero?

 

- Al que pase más tiempo en la mansión. Si necesitabas ayuda para eso, creo que el puesto de l---

 

- ¡Ya está bien! -volteó rápidamente el Águila- Eso era obvio, pero ¿quién?

 

No tuvo que pensar mucho antes de dar con un nombre. Aunque había hablado con él solo una vez, sabía con seguridad que últimamente pasaba mucho tiempo en la mansión.

 

- Mengo, busca y trae a Nathaniel, da igual dónde esté y cómo esté, tráemelo lo más rápido posible.

 

Si llegaba a medio vestir no se iba a quejar.

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Por fin.

 

Por fin en casa.

 

Eso pensaban sus piernas cuando terminaron de caminar de forma incesante por Ottery St. Catchpole. Había decidido tomarse el día libre de trabajos. El recientemente nombrado profesor de Hogwarts, el contratado como instructor de Historia de la Magia en el Ateneo, el nuevo empleado de la Oficina del Ministro. Sí, ese.

 

Había vuelto a ser útil tras cinco años de parón. No obstante, como toda persona, necesitaba tener esos breaks que le diesen calma a la rutina a la que se venía exponiendo desde su vuelta al mundo mágico. Ciertamente llevaba una temporada sin dejarse ver por la mansión Malfoy a causa de su noviazgo con Maida Yaxley. Acostumbraba a dormir con ella en el hogar al que se había trasladado temporalmente por la escasa compañía de la que gozaba en su lugar natal.

 

- Llámalo morriña, llámalo como quieras... -

 

Su voz se mostraba afónica. Había sufrido unos temporales de lluvia y frío en la provincia inglesa que le afectaron directamente a sus cuerdas vocales. Así se veía, resfriado. Incluso más pálido de lo normal. Había mascullado alguna palabra en gallego -- Galicia era uno de los sitios que había visitado durante su exilio -- al mismo tiempo que sobrepasaba el umbral de la puerta de la sala.

 

Nadie. Nadie por ningún lado. Se encogió de hombros, como asumiendo aquella realidad que venía siendo plato de comer cotidiano en los Malfoy. ¿Qué había de todo aquel compañerismo y unidad que los representaba?

 

Se dejó caer sobre una de las cómodas butacas y con un chasquido de dedos hizo aparecer fuego en la chimenea.

 

- Muchísimo mejor así... -

 

Sus palabras siseadas fueron los únicos ruidos ambientales del lugar, sin contar con el crepitar de las llamas. Se desprendió de sus prendas; la túnica gris oscura fue colgada en uno de los pomos del mueble del salón a espera de que secase de aquella tromba de agua. Se deshizo también de la camisa blanca, dejando su torso al aire. Sólo los pantalones gris perla, con un cinturón de piel negra, cubrían su cuerpo. Y los zapatos azabache brillante.

 

Volvió a recostarse sobre el sofá.

 

<Pafffffff>

 

Uno de los elfos acababan de aparecerse. A decir verdad, aunque llevaba muchísimos años como integrante de los Malfoy, sólo reconocía a los más utilizados por él mismo.

 

- Ss-señor M-malfoy... - la vocecilla chillona trató de articular palabra tras una pronunciada reverencia.- ¿l-le impo-portaría acompañ-ñarme? -

 

Enarcó una ceja extrañado. Raramente solía hacer caso a la gente en las primeras peticiones que se le presentaban y, muchísimo menos, a criaturas. Se incorporó dubitativo y asintió con la cabeza. Quizás por una vez fuese algo interesante. No se dignó siquiera a vestirse por la simple razón de que nunca había nadie en casa a quien le resultase incómodo verlo con poca ropa.

 

Tras una travesía corta, alcanzó a llegar al lugar donde le esperaba una silueta femenina. ¡Beltis! No tenía mucho trato con ella, pocas palabras habían cruzado. Sin embargo también era integrante de los Malfoy -- o eso pensaba él -- y para más era la líder de su bando.

 

- Has tenido suerte, no creo que contases verme con tan poca ropa hoy. Bueno, ni a mí, ni a nadie. Y menos a éste caramelito... - susurró apoyándose en el marco de la puerta con gesto sugerente.

 

 

---

 

@Beltis

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Alzó la vista hasta Nathaniel, apoyado sobre el marco de la puerta mostrando su torso desnudo como si aquello lo pudiese librar de la bruja. O tal vez era justamente lo que pretendía, no librarse. Contuvo la sonrisa pícara en un gesto serio y alejó los pensamientos que nada tenían que ver con el tema que tenía que discutir con él. Aunque se lo estaba poniendo difícil.

 

- Caramelito, pasa, toma asiento.

 

Habló con calma como si no fuera consciente de toda la piel que tenía para mirar. Le indicó con una mano la silla frente al escritorio y puso entre ambos la esfera dorada.

 

- Vamos al grano. ¿Reconoces esto? -no parecía un objeto peligroso, aunque Beltis todavía no había descifrado todos sus secretos- No debería estar en esta casa, podría poner en peligro a sus habitantes.

 

Se detuvo en seco. En este instante la mayoría de esos habitantes eran elfos.

 

- Bueno, aunque hoy seamos pocos los que vivamos en esta mansión, no me gustaría que cayera en malas manos o que el ministerio lo descubriera. ¿Sabes quién o cómo ha llegado hasta aquí?

 

Beltis cada tanto desviaba la mirada del rostro del Malfoy a su torso. ¿En qué momento había regresado Nathaniel a la Mansión? Apenas recordaba a alguien más deambulando por la casa. Se acomodó en la silla esperando a que su elfo trajera la poción que le había pedido, un poco de veritaserum podría serle útil si el Malfoy no colaboraba. O tal vez podría echarle en su copa alguna otra cosa para calentar el ambiente.

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  • 1 mes más tarde...

- Nuevo paradero, en un viejo lugar.

 

Llevaba cerca de medio día caminando, aunque tenía la facilidad de aparecerse directamente en los lugares que necesitaba prefirió desperdiciar la mañana deambulando por las lindes de Otter St. Catchpole, a lo lejos y a media ruta ya divisaba la muralla enorme que rodeaba la Mansión Malfoy, su siguiente destino.

 

Parte de ella se había resistido al inicio en visitar aquel lugar, recordó que hace muchos años un mago y una joven bruja le dieron asilo y adoptó aquella familia de manera temporal, huyó, como tantas otras travesura que supo hacer en su época más joven y se instaló en una zona más lejana de Ottery, cerca a Hangleton, pero una pequeña visita al lugar le demostró que había perdido toda su parsimonia.

 

Ares y Eris acompañaban su pequeño trayecto mientras avanzaba por el pequeño sendero que la conduciría hasta unas verjas enormes, que estaba segura, daban paso a la residencia.

 

- Aunque podría aparecerme dentro de la Mansión -mumuró para si misma-

 

Pero descartó la idea, no estaba segura si era posible aún, dadas las circunstancias.

 

El parloteo de un incesante rio a lo lejos, le dió a entender que se encontraba cada vez más cerca, y en efecto, una seríe de fierros entrecruzados se mostraban ante la vista de la castaña, se retiró la capucha para dejar que el aire fresco le acaricie el rostro y haciéndole una seña a sus serpientes, las dejó reposar sobre la grava blanca que marcaba el camino y el final de su ruta.

 

- Espejito, espejito -murmuró divertida ya ante el enrejado

 

Sintió una vibración ligera en el suelo ante ella y un rostro desencajado y encrispado, tomó forma, moviendose incesante entre un lado y otro, la joven bruja sacó su varita y la apoyó en su sien mientras adoptaba una posición pensativa, el rostro de la entrada la miró de manera penetrante y ella alzó una ceja, no sabía si hablar primero o dejar que el hablase.

 

- Ehmm... ¿me darás un acertijo o algo así?

 

- ¡¿QUIÉN DESEA INGRESAR Y POR QUÉ?!

 

- Vale, capto. -pensó un momento- Creo que soy hija de alguien que vive aquí ¿Te sirve eso?

 

La enorme boca se retorció en una mueca de grito y la ojiverde retrocedió un paso abriendo los ojos, ¿debió haber pensado una mejor respuesta?

 

 

Off: Casi un mes *saca las telarañas* :ninja:

 

 

 

 

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[Mel Black's daughter] -ex-Mortífaga- [Forever Gaunt]

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A Tazz Malfoy no se le daba bien lo de volar en escobas, sí, había aprobado el examen de vuelo en cuanto salió de la academia, pero era muy torpe para manejar la escoba y además le parecía un medio de transporte muy incómodo y pasado de moda para los tiempos que corrían. Echaba de menos poder volar en su Harley Davison, moto que le habían regalado nada más graduarse del colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Era uno de los pocos recuerdos que atesoraba.

La moto de color negro con acabados cromados era su medio de transporte preferido, lo usaba todo el tiempo, pero gracias a las nuevas leyes que el ministerio aprobó poco tiempo después de graduarse, el joven Tazz tuvo que guardarla y dejar de utilizarla ya que necesitaba cumplir con requisitos exclusivos para el uso de artefactos mágicos peligros. Al Malfoy ya le quedaba poco para cumplir con todos los requisitos que le pedían desde el ministerio y pronto podría desempolvar aquella moto que guardada en las instancias de la Mansión Malfoy.

Desde ese entonces Tazz suele utilizar la aparición como método para transportarse de un sitio a otro, como la mayoría de Magos y Brujas del mundo.

El Joven Malfoy apareció a las afueras de Ottery, podía haber aparecido directamente dentro la mansión, pero no lo hizo. Le gustaba caminar y además desde su vuelta a Londres no había visitado la mansión de su familia. No sabía si iba a ser bien recibido o si la mansión lo echaría de dentro si se apareciera sin haberse identificado antes como miembro de la familia. Estaba nervioso y no entendía por qué ya que al fin y al cabo era su hogar <<o alguna vez lo fue>> pensó desconcertado por el sentimiento que estaba experimentando.

Tazz, al cabo de poco rato de haber deambulado por las calles de Ottery se encontró frente a las puertas de la enorme verja que permitía el acceso a la Mansión. -Me llamo Tazz Malfoy, resido aquí- sentenció.

El joven mago buscó algún recuerdo sobre su infancia en aquella mansión, pero no obtuvo resultado alguno. Sabía que había crecido en aquella mansión, pero no sabía más. No recordaba a sus padres o si tenía hermanos. Los últimos cinco años los había pasado en la selva amazónica, en Sudamérica, especializándose en el arte oscura de las pociones. Había viajado tan lejos de su hogar para aprender sobre el lado más siniestro y oscuro de la creación de pociones.

Aquellos años probó un sinnúmero de pócimas y brebajes que hicieron mella sus recuerdos.

-Sé quien sois, sé cómo sois y puede que también quien seréis en un futuro- respondió la criatura que custodiaba la entrada a la mansión. Aquella criatura era la encargada de dejar entrar o echar a los que intenten entrar a casa, pero al ser parte de la familia no hacia falta nunca presentarte ya que lo presentía y casi nunca respondía, simplemente te dejaba entrar si eras un Malfoy.

-Entra joven perdido, quizás dentro halles lo que busques- añadió mientras Tazz atravesaba la gran verja. El Malfoy no añadió más, estaba desconcertado con la respuesta de aquella criatura, simplemente siguió hacia la mansión, dentro.

Entro y lo primero que vio fue el enorme hall que se encontraba iluminado tenuemente por velas y candelabros, todo en su justa medida para dar claridad en la noche y poder apreciar cualquier detalle de la decoración, incluso hasta el más elaborado. Atravesó el hall en dirección a las escaleras que se encontraban justo al final de la sala. Necesitaba comprobar si sus aposentos aún seguían siendo suyos así que subió hasta el tercer piso, en donde se suponía que estaba ubicada su habitación.

Al llegar a la tercera al mirar la tercera puerta de la derecha supo que era allí donde una vez durmió, en donde podía rebuscar hasta encontrar algo de sentido a todo lo que le estaba sucediendo.

Entró y se plantó en medio de la habitación, sin pronunciar palabra alguna, con la esperanza de que a partir de ese momento todo volviera a ser como antes, diferente, normal.

Editado por Tazz Malfoy Dolohov

 

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  • 2 semanas más tarde...

El elfo llegó, por fin, a la dirección indicada. Estaba cansado, muy cansado, porque había tenido que llevar aquel jarrón de piedra desde la misma Floristería de las 3 Hermanas. No hubiera pensado que estaba tan lejos aquella mansión o hubiera pedido un medio de transporte. Cuando llegó delante de las verjas de hierro forjado, lo dejó en el suelo y buscó el timbre. No lo encontró y, de repente, una transformación inusual hizo que se convirtieran en una cara malévola que, con voz estridente, le preguntó qué quería y a quién buscaba.

 

El elfo se puso a temblar. Si hubiera llevado el jarrón en las manos, seguro que se le hubiera caído al suelo y se hubiera roto. Se quedó mudo unos instantes y, después, tartamudeó de forma totalmente incomprensible:

 

-- Tra...Trai... Traigo unas flo-flo-flor... flores para la se... Señorita... Malfoy.

 

El Rostro no pareció contento con aquella respuesta porque volvió a gesticular para preguntar a qué señorita Malfoy se refería.

 

-- A... A... No... No lo ... no lo sé... En la tar.... jeta... po... pone...

 

El pobre elfo no resistió más. Cuando aquella verjas le amenazaron con lanzarle a sus mascotas para que le devoraran si no abandonaba inmediatamente la entrada, se sintió tan intimidado que salió corriendo, dejando atrás todo. No esperó ni la propina. Es mejor conservar la vida en estas situaciones...

 

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OFF.-

 

"Feliz Cumpleaños. Me hace ilusión estar un año más contigo formando parte de esta familia que es el foro.

Disfruta de este día,

 

Elisabeth RV"

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  • 2 semanas más tarde...

El color púrpura : en la mansión malfoy sobresaliente estaba un color y era el púrpura ese elfo corrio veloz a una vos distinguida ah que ahhh es sagis.. mejor que entre navegando entre papeles patrisia tenía una cosa en mente si era riesgoso que sagis estuviera en la mansión ....

 

Sagis pasa ven aqui

 

Aoenas a cabo de regresar de viaje y tramito un divorcio pasa chaves te guiara hasta donde quieras estar pasas?

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u.u nunca mas un juntos para siempre

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  • 3 semanas más tarde...

Mala idea, señorita Yaxley, mala idea —susurraba el elfo doméstico, jalando la capa de viaje de Maida.

 

Paso a paso, se acercaba al portón de la Mansión Malfoy, y el camino aunque no había sido muy largo, había sido un tanto pesado por tener a la criatura trastabillándole el camino a cada segundo. Él le repetía una y otra vez que eso de aparecerse de sorpresa en la casa familiar de Nathaniel no era una buena idea en lo absoluto, sin embargo, la menor de las hijas de Luisitha estaba decidida, quizá más que eso, determinada. Respiraba pesadamente porque a pesar de haberse atrevido, algo en su personalidad la hacía sentirse culpable.

 

Era cierto que pudo haber esperado a pedirle a él mismo que la llevara, o haberlo esperado en la Manor, pero no, ahí estaba. Resopló y tocó. Esperó hasta ser atendida por un elfo, y el propio volvió a tirarle de la túnica. Ella lo miró con severidad y esperó tener algún talento natural para la actuación. Tuvo que aclararse la garganta antes de saludar o preguntar nada.

 

Maida Yaxley, soy la n.., soy, si, soy la novia de Nathaniel —dijo terminando como pudo el saludo, la verdad es que aunque lo sentía, era muy difícil pronunciar aquello, recién ahora lo notaba, ¿o era la severidad del gesto del criado?—, necesito entregar algo en su habitación. Con urgencia.

 

Y apenas el elfo doméstico le dio cabida, ella ingresó, detrás Mushu, casi temblando. Cosa rara, él no solía temerle a los magos, y a Nath lo conocía de sobra.

 

El señor Malfoy no se enc...

 

Lo sé —lo interrumpió alzando el rostro, como si no le importara seguir hablando con el criado—. Voy a dejar el encargo y listo, segundo piso, ¿cierto? Gracias.

 

Y algo debió haber funcionado, porque no la siguió ni le dijo nada más, ella, rauda subió las escaleras y se topó con otro inconveniente. ¡No tenía la menor idea! Pomo tras pomo, fue girando algunos y sospechando que, o Nathie tenía gustos más femeninos de los que confesaba, o eran los dormitorios equivocados, para otros tuvo que conformarse con esperar que no fuera el del Mago Oscuro, estaban encantados para no abrirse a intrusos.

 

Lo gracioso, durante toda esa procesión de errores, Mushu, el elfo, continuaba rogándole que detuviera la búsqueda.

 

Finalmente, luego de unas siete puertas quizá, encontró la pieza indicada. Si, por laguna extraña razón, ella supo que esa era la habitación de Nath. Suspiró. Si él llegara a encontrarla ahí, a lo mejor se enojaría, eso de entrar sin ser invitada tenía su punto oscuro. Pero por otro lado, en algún momento él la invitó a inmiscuirse en toda su vida, sin reparos, y eso era lo que hacía esa mañana. Se sacó la capa de viaje, y la dejó sobre la cama. El elfo, aterrado se quedó en una esquina.

 

¿Por qué no regresamos a la Manor y lo espera allá? Podrían volver juntos —consideró con voz apagada.

 

Mmm, si, claro, una genial idea, tomando el cuenta que él no duerme en casa hace una semana por lo menos —le reprendió ella girándose a verlo y sacando entre sus dedos unos pergaminos viejos, el encargo—. No tengo la menor idea de si está con los nuestros o si ha decidido volver aquí durante estos días y no me atrevo a enviarle una carta, podría preocuparse. Esta es la mejor idea que he tenido, y ya pasamos al elfo de los Malfoy, ¿qué más podría suceder?

 

Y aunque la lista era larga, prefirió no pensar en aquello. Acomodó los pergaminos viejos, debajo de la almohada del licántropo. No sin antes perder el detalle de su esencia impregnada aún en la tela. ¿Pasaba ahí sus noches? ¿Por qué? Si era así, esperaba que encontrara su sorpresa pronto, que la entendiera y que supiera —como se lo decía cada que tenía la oportunidad—, que continuaba tejiendo y destejiendo por él, todas las noches. Seguro él entendía.

 

Listo, ya es hora de irnos —apuró el elfo y ella rió.

 

Le tienes más miedo a su reacción que yo misma —comentó divertida tomando asiento en el borde de la cama—, y casi estoy segura que aunque se sintiera invadido, con unos cuantos mimos lograría quitarle el enfado.

 

Tontamente, y aunque estaba en confianza con el pequeñajo, se sonrojó por su confesión.

 

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