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~ Mansión de la Familia Malfoy ~ (MM B: 100774)


Crazy Malfoy
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Noche sin luna en toda el poblado de Ottery, la obscuridad solo era apenas disipada por brillantes estrellas pegadas en el firmamento, viento de verano acariciando las ramas de los arboles, aquellas casas no habían cambiado en nada, y al parecer la vida en ellas seguía siendo la misma. A pesar de lo monótono que aquello pueda sonar o parecer, lo extrañaba, el vivir entre los mortales, el mezclarme entre los comunes, como disfrutaba aquello.

 

El desplazarse a través de las sombras es extraordinario y rápido, pero el utilizar después de mucho tiempo las piernas, el echo de caminar y sentir la brisa acariciando mi rostro era un beneficio que el otro viaje no lo lograba, pude cruzarme con algunos magos y brujas en el camino, muchos voltearon a ver, creyendo reconocer alguien del pasado, otros simplemente seguían su camino sin notar siquiera mi presencia, casi un lustro lejos de todo esto, parece poco pero en la comunidad mágica es una eternidad, ya habrá tiempo para las presentaciones.

 

Como alma en pena que recoge sus pasos, mi errante caminar me llevó a la puerta de la Mansión de la Familia Malfoy, cerré mis ojos y confundiéndome con las sombras traspasé la verja de metal y me ubique en la entrada principal de la lujosa propiedad. No era de la casa pero en ella existía un alma que es mía y otra que lo fue. Ni por un instante tuve duda de cada paso que daba, me sentía más seguro que nunca, más fuerte, más (en lo que cabe la palabra) vivo.

 

Miré de un lado a otro, aún mi presencia no había sido detectada, pero un alma en particular seguramente ya lo sintió, la sangre llama. Ella fue la que condujo mis pasos hacia aquella mansión, cerré mis ojos y con una sonrisa en mis labios un nombre se vino a mi mente.

 

-Emma-

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  • 3 meses más tarde...

No era una noche común para él.

 

Miró para abajo y se acomodó en la enredadera. Había hecho ese camino varias veces, pero ya las plantas que lo ayudaban a colarse estaban secas. Y él… bueno, más pesado.

 

Se sentía un adolescente nuevamente. No por las salidas que tenía a escondidas de su familia, o por la inmanente necesidad de prender fuego a todo lo signo de autoridad. Si no porque estaba nuevamente metiéndose en los terrenos de Crazy Malfoy para buscar a su hija. Ya había sido un revuelo, cuando eran más jóvenes: ella, Malfoy, de rango alto en la Marca, con cierta reputación; él, un pobretón Black que nadie le daba ni dos galeones, el hijo rarito de Fernando.

 

Empujó despacio una de las ventanas del segundo piso para entrar efectivamente. Pasó las manos por su ropa y se miró en el espejo, acomodándose un poco el cabello. Tiró unos finger guns y se guiñó así mismo.

 

Resultaba que Orión había pasado varias noches sin ver a su compañera y no era de esos que se quedaban en la cama esperándola todas las noches. A veces jugaban al gato y al… oso. O bueno, algo por el estilo. Y si bien estaba la ausencia de piel, y de tiempo de calidad sin ninguna ropa de por medio, sabía que volverían a encontrarse siempre. Ese hilo rojo del que siempre pensaba ella.

 

Abrió la puerta de la habitación donde se encontraba. No reconocía mucho la ropa, ni los muebles. Para él, todas las Malfoys eran iguales, planas, pálidas y sin sazón. Y luego… estaba ella. Que lo había vuelto loco. Más que sus visiones del futuro lo habían hecho. Su cuerpo moreno, sus curvas imponentes, esos ojos ambarinos que lo hipnotizaban y ese cabello púrpura que lo único que le daba eran ganas de tomarlo y… Bueno, tampoco para irnos de mambo.

 

El nigromante iba caminando a pata de lana por el pasillo dejando un rastro de ropa. Chaqueta, gorro, bufanda, camisa, guantes, pantalones… Recordaba perfectamente la habitación de Gatiux. Podía hacer hasta el camino con los ojos cerrados. Y, con unos bóxers de ositos cubriendo sus partes íntimas golpeó la puerta de su recámara.

 

- ¿Aló? Soy el repartidor. Traigo la pizza “extra” especial.

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Ese día había despertado con un nudo en el alma, sabía lo mucho que había perdido en su andar descarriado pero aun conocía a la mujer indicada para bajarla a tierra. Cierto era que la Malfoy tenía fama de ser temida pero para ella siempre seria su gran amiga y mejor confidente; es por ello que sin preocuparse mucho en su apariencia se encamino hacía la Mansión donde aquella rubia que tanto quería vivía.

 

Camino por los jardines con los cabellos rojos enmarañados, y aquellas marcas morados debajo de los ojos, por que si, era victima del insomnio y el deseo de escapar la llenaba y eso era algo que no podía permitir, aquel maldito impulso no podía dominar su vida y menos si era por la misma causa. Desde aquel baile en el castillo de su madre las cosas habían mejorado y no quería lanzarlas por borda, es por ello que necesitaba de Juv.

 

 

Tocó dos veces esperando algún elfo respondiera a su llamado, y justo cuando eso ocurrió solo pidió llamaran a la Malfoy a su encuentro, mientras se sentó en uno de los sofás que había en el salón. Su estado no era el mismo y eso la alteraba aun mas, un trago fuerte no le caería mal o quizas un revolcon... necesitaba serenarse o terminaría por enloquecer.

 

 

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Un crujido en la madera hizo que Gatiux se detuviera en seco. Mientras escuchaba con atención se pasó la mano por la mejilla, dejando un trastro de tiza en su rostro. Delante de ella unos dibujos en el suelo junto con unas pocas velas encendidas y unos pergaminos que había logrado escribir. Unos cuantos libros estaban abiertos a su alrededor. Había perdido la cuenta de la cantidad de horas que llevaba allí, pero al fín lo había conseguido. Pensó que era la madera quejándose sin más. O algún elfo trabajando en mantener la Mansión limpia pese a que nadie habitara en ella.

 

¿Cuando podré entrar en el Manor?

 

Todavía no se lo he dicho a Orión. -confesó Gatiux- Tengo... que buscar el momento indicado

 

Sabía que Orión no estaba muy a favor de tener elfos. Le dejó caer el tema en infinidad de ocasiones, y éste a regañadientes le había aceptado algo, aunque no había hecho nada en pos de lograrlo. Así que Gatiux se las había ingeniado para medio destruir el maleficio que pesaba sobre la Yaxley. Ya había metido al elfo que ahora la acompañaba en el Manor, manteniéndolo oculto a la vista de todos. Aunque no sabía que pasaría si intentaba meter más de un elfo. No quería matar a ninguna de aquellas criaturillas intentándolo, y menos una que la hubiera cuidado durante años.

 

¿Te tratan mal los elfos de mi padre?

 

No es eso... jamás dirían nada en su contra, ama Gatiux. Pero preferiría trabajar en el Manor, aquí son todos muy celosos de su trabajo.

 

Otra vez el ruido de las maderas, esta vez más cerca.

 

Shhh.

 

Alguien se acercaba caminando en dirección a la habitación de Gatiux. La Malfoy se puso en pie como un resorte mientras empezaba a esconder cosas debajo de su cama arrastrándolo con los pies. Le pidió al elfo que hiciera lo mismo con señas. La criatura solícita lo guardó todo y desapareció al escuchar la voz tras la puerta.

 

Orión. ¿Cuantos días llevaba desaparecida?

 

Deshizo el moño desarreglado y arregló el cabello sobre sus hombros mientras se sacudía la camiseta y las mallas deportivas. Respiró hondo antes de abrir la puerta con una media sonrisa en el rostro.

 

No creo haber pedido pizza...

 

Lo hizo pasar al interior de la habitación tirando con el dedo índice de la cinturilla de los boxers y cerrando la puerta.

 

Pero puedo hacer una excepción y quedarme la pizza. O al repartidor.

 

La banshee se mordió el labio inferior justo antes de saltar sobre él para besarlo. La podía aguantar como si no pesara nada. Hundió su mano derecha en su pelo mientras con la izquierda le hacía una caricia en la mejilla. Tras unos cuantos besos sedientos, lo miró directamente a los ojos, separandose unos cuantos centímetros. Le encantaba mirar aquellos ojos azules y perderse en ellos.

 

Así que me echabas de menos...

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Cuando abrió la puerta le sonrió con un fugaz guiño del ojo.

 

Se besaron, juntándose como tanto se extrañaban. Sintió que el alma le volvía al cuerpo con su contacto. Colocó su derecha sobre la lumbar y la izquierda en su nuca, presionando delicadamente su piel. Terminó con un beso sostenido arqueándola un poco. La separación vino de la mano de un intercambio de miradas.

 

Buff, Orión estaba como un toro. Nada le llamaba la atención como esos ojos ambarinos. Sonrió de lado, apreciando el momento.

 

- ¿Echarte de menos? Todo el maldito tiempo.

 

Soltó un pequeño gruñido. La derecha fue bajando por la camiseta hasta tocar las mallas deportivas. Llegó pasando sus glúteos para volver a su cintura. Respiró hondo y enterró su cara en el cuello de ella. Inspiró su olor corporal, su perfume, lo que lo volvía loco. Como si cada contacto que tenía con ella, dispara por sobre sus límites a cada uno de los sentidos. Mordió y besó. Fue suave, con un toque de malicia. Exploró su nuca, cabellos y trapecios.

 

Tomó un poquito de distancia y la miró de pies a cabeza. Le sonrió de lado, como si quisiera denotar que la ropa sobraba. Ladeó con la cabeza hacia la cama. Eran personas grandes y el sexo luego de los treinta y cinco se volvía mucho mejor. Se conocían. Sabía qué botones tocar, en qué orden y cuándo romper las estructuras completamente.

 

Jaló suavemente de su mano y la llevó, él estando de espaldas, hasta el borde de la cama. Se sentó y la tomó desde la cintura. Acercó su cara a su ombligo, bajó respirando con profundidad y volvió a subir.

 

- ¿Sabes? Hace bastante quería proponerte algo. Creo que te dejaré tener elfos en la casa. Pero con la condición que aceptes algo.

 

Volvió a besar por debajo de su ombligo.

 

- ¿Tienes un poco de whisky?

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Sabes que sí.

Gatiux podría hacer aparecer una botella de whiskey de casi cualquier parte. De una balda suelta del suelo, de un falso techo, o de una pared de piedra con un ladrillo extraíble. Tenía la mala (o buena) costumbre de esconder alcohol en los lugares que frecuentaba, puesto que uno nunca sabe cuando va a sufrir una crisis o tener que celebrar algo.

Fue hasta la estantería donde acumulaba sus viejos libros. En la parte de abajo, ordenados en línea, tenía unos cuantos archivadores de tomos grises. Atrajo hacia fuera uno de ellos, en vez de pergaminos o papeles estaba hueco y escondía una botella de whiskey. El de al lado guardaba un par de vasos cuadrados. No quería que nadie se bebiese su alcohol mientras estaba por ahí. Ni aunque resolvieran el conjuro que mantenía la puerta bloqueada cuando Gatiux no se encontraba en la Mansión.

Dejó que la botella se hundiera sobre el nórdico blanco. El líquido brilló al efecto de la luz mientras se mecía de un lado a otro por el movimiento que la trajo hasta allí. Los vasos chocaron una vez antes de quedar volcados sobre la cama. Antes de volver a tumbarse en la cama, la banshee se quedó solo con su ropa interior, de encaje toda negra, dejando en el suelo la sobrante y subiendo a la cama de rodillas.

Sirvió un vaso de whiskey y se lo tendió a Orión, luego hizo lo propio con su vaso y cerró la botella, dejándola de nuevo en la cama.

Soy toda oídos a tu propuesta. Es un poco tedioso venir a casa de mi padre a que me planchen la ropa.

Ni hablar de llevar a cabo esa tarea por sí misma. No es que Gatiux no supiera usar sus manos, pero prefería ocupar su tiempo en otros menesteres más entretenidos. En el fondo seguía siendo una Malfoy, y no dejaría de serlo por muchos años que pasasen. Las viejas mañas son difíciles de olvidar, y no tenía por qué renunciar a ciertos cuidados.

Así que sea lo que sea, acepto.

Se acercó hasta Orión, vaso en mano, para arrinconarlo contra el cabecero de la cama. Invitándole con una sonrisa a que soltara lo que fuese a decir. Gatiux sabía que se metía en la boca del lobo al aceptar algo sin conocer las condiciones, pero le gustaba quemarse. Y a Orión incendiar cosas. Volvían a estar piel con piel, puesto que la Malfoy se había acomodado a horcajadas sobre el regazo de su acompañante y paseaba su lengua y nariz por el cuello de éste. Embriagándose sin probar aun una gota de alcohol.

¿Y bien?

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Las noticias volaban. Una parte de la comunidad mágica estaba revolucionada mientras que otra seguía con su natural (y neutral) existencia. La cuna de todo el movimiento se encontraba en Europa, eso la había obligado a regresar a casa. ¿Y si la familia la necesitaba? ¿Sus amigos? ¿Sus camaradas? Había hecho un juramento eterno que era cuidar y apoyar a los suyos. Para eso necesita no morir congelada en Londres.

 

Apareció a pocos metros de la entrada envuelta en una nebulosa blanca y cubierta de pies a cabeza. Hacía frío y de donde venía disfrutaba un hermoso verano, el contraste era complicado. Observó alrededor, las calles de Ottery estaban desiertas, eso era raro.

 

-Soy una Malfoy, soy una Malfoy, siempre lo fui y siempre lo seré –se repetía para sí misma como un mantra poderoso al tiempo que su mano empujaba la reja de entrada a los terrenos de la mansión.

 

El hierro cedió y respiró profundamente. Esperaba que le cayera un rayo, se abran los suelos para llevarla al séptimo círculo del infierno o algo similar por volver de esta manera, pero nada sucedió. El pasto estaba escarchado y el camino de piedra que guiaba a las puertas dobles y decoradas algo resbaladizo. Avanzó con cuidado, no quería que la reconozcan por su torpeza, aunque algunas veces era inevitable.

 

Al llegar a la entrada se abrió paso sin esperar a los viejos elfos de sus abuelos. No tenía sentido, el pobre ser cada vez era mas cascarrabias y no sería una buena bienvenida. Cerró la puerta y caminó conduciéndose al salón principal.

 

-¿Hola? ¿Hay alguien en casa? –pregunto mientras se quitaba los guantes de cuero que protegían sus manos.

 

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Aceptó el vaso con gusto. El whisky para Gatiux era como la bola de cristal para él. Siempre al alcance de la mano. Mojó los labios. Tragó un poco. Pasó sus manos por el suave nórdico. Se dejó llevar por el momento. No podía pensar en otra cosa más que ella ahí, frente suyo.

 

- Así que sea lo que sea, acepto.

 

Con el impulso de los codos, fue acomodándose en la cabecera de la cama. Una sonrisa de lado apareció en su rostro. Arrugas que sólo se podían levantar con la complicidad de la persona con la que compartió todo. Terminó el whisky de un trago y dejó el vaso en la mesa de luz. Con chasquido, la luz de la habitación cambió a un rojo leve. Posó sus gruesas manos en las costillas de ella, por debajo de su busto. Se le puso la piel de gallina cuando la sintió en su cuello, arqueando un poco la espalda.

 

- Pues, estaba pensando. Ahora que se agranda la familia, podríamos tener la ayuda de un par de elfos domésticos...

 

Ya hasta tenía los cachetes colorados. Estaba por darle el típico discursito del derecho a una vida digna, pero no había cosa más anticlimática que eso.

 

Decidió flexionar sus abdominales y levantarse para estar a milímetros de su rostro. Podía oler hasta el lip balm que se había puesto. Levantó sus cejas cobrizas y se quedó mirándola un poco. Como si no existiría instinto animal, la besó suavemente. Al mismo tiempo, sus manos fueron en dos caminos diferentes. La izquierda recorrió el camino de su abdomen hacia espacios más íntimos. La derecha, en cambio, fue tímidamente hasta la garganta.

 

Los besos pasaron a algo más salvaje mientras que la presión de la derecha aumentaba. A veces las cosas tendían a ser un poco más rough around the edges.

 

- También tengo otra pregunta, pero puede esperar un poco más.

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Me ha costado mucho ganar este pulso. -dijo Gatiux- Creí que jamás claudicarías.

Sonrió con malicia. Había logrado salirse con la suya, sin vuelta atrás. Su plan hasta una hora atrás era meter al elfo a escondidas en la Manor y que trabajara unicamente para ella, sin que se dejara ver para el resto de familiares. La criaturilla estaría feliz por poder hacer su trabajo para todos. Quizás Orión en algún momento pasado adivinase los planes de Gatiux y por eso diera el brazo a torcer.

Dejó el vaso en la mesilla. Ella no había probado una gota de alcohol puesto que prefería saborearlo desde los labios de Orión. Se besaban despacio, disfrutando de aquel momento, del contacto íntimo que proporcionaban las manos de ambos sobre partes más sensibles. Gatiux suspiró de puro placer, arqueando la espalda, le estaba costando mantener la cordura.

Mordisqueó el cuello de Orión, un poco más fuerte en algunas ocasiones sólo para que el se quejase en un gemido sordo. Los labios de la banshee descendieron por los hombros de su acompañante, trazando un camino de besos que fue serpenteando hacia su pecho y después hacia el abdomen. Siguió bajando hasta encontrar aquello ansiaba, dedicándole toda su atención.

Tras volver loco durante largo rato al mortífago, Gatiux volvió a recorrer el camino que habían dejado sus besos en la piel de éste. La lujuria se reflejaba en los ojos amarillos de la banshee. Que quería ir más allá. Desprendiéndose de la ropa interior de ambos, tomó las riendas de la situación, atrapando a Orión entre su cuerpo desnudo y el colchón. Acomodándose sobre él, encajando como dos piezas de puzzle a medida. Aguantó un gemido mientras se echaba hacia atrás y comenzaba el baile rítmico hacia la locura.

No hacía falta hablar, la conexión que forjaron a lo largo de los años les liberaba de la aquella necesidad. Sabían que teclas tocar y cuando aumentar o disminuir el ritmo. La ausencia de palabras les enfocaba en las sensaciones, todas a flor de piel, en una catarsis límbica que los unía y les hacía uno.

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La mujer de cabello rubio estaba parada frente un espejo que ocupaba un cuarto de una de las paredes de aquella habitación. Tenía un portarretrato de ella misma en la mano y cada tanto lo miraba para luego balancearse hacia un lado y otro sin dejar de observar su reflejo.

 

- Mmm… bastante bien – se elogió a sí misma

 

- Ajá – respondió la figura de la fotografía – Si querías parecerte a una adolescente en busca de su primer amor estaría perfecto – resopló – Bah, ni así….

 

Ella no le respondió. Casi se había habituado a que le hablen los retratos o las estatuas. Era algo muy normal en el mundo mágico. Estiró lo más que podía el cuello y juntó las cejas intentando por milésima vez imitar a Mistify Malfoy.

 

- Perfecto, ahora parece que intentaras escaparte del olor a mier**. Sigue así que vas por buen camino

Arrojó el portarretratos a la cama por detrás de ella y puso los brazos en jarra en una actitud que intentaba ser altanera.

 

- Tú elfo! – señalo a la nada, poniendo cara de pocos amigos e intentando ordenar tal y como había visto lo hacía Gatiux. Tenía que practicar ser la tal Mistify o la descubrirían. A saber qué podían hacer con ella aquellos locos. Aunque a estas alturas ella misma pensaba que había perdido la razón. A veces se le olvidaba que se llamaba Gabriela y que su hogar estaba muy lejos de allí. ¿Cómo había llegado su mente hasta ese cuerpo? No tenía la menor idea.

 

Suspiró y dejó caer los hombros. Esa posición altiva era bastante incómoda a decir verdad. Pero era lo que había podido ver en las pocas fotografías de la Malfoy. Hasta el momento no se había atrevido a salir de la Mansión. Tenía claro algunas cosas, como que aquel Mundo Mágico se parecía bastante al del archiconocido Harry Potter. Pero claro, no era fácil asumir que tenías un perro de tres cabezas como mascota en el jardín o que uno quisiera ir hablando solo y le respondiera una estatua de un mago con cara de demonio que había muerto mil años atrás. Y si no era fácil dentro de la Mansión, ni siquiera podía imaginarse lo que podía haber más allá de aquellas rejas negras que flanqueaban la entrada a los jardines.

 

De todas maneras tenía mucho que descubrir allí dentro. Sin ir más lejos el día anterior había encontrado una biblioteca en las mazmorras. Ni siquiera supo cómo había logrado entrar. Pero estaba llena de artefactos raros de todos los tamaños, libros de toda clase y mil cosas más que no tuvo oportunidad de tocar.

 

Además estaba aquello de que tenía que aprender a hacer magia con su “varita”. Si, varita. Porque así llamaban al palito de madera en este lugar.

 

Suspiró otra vez. Entró panza, sacó pecho y estiró el cuello.

 

- ¿Tiene ganas de ir al baño? -

 

La voz provenía de Chávez, el elfo apestoso que la seguía para todas partes como un perro guardián. A veces pensaba que la criatura podía meterse en su mente, con aquellos ojitos amarillentos y tan llenos de malicia que se le erizaban los vellos del cuerpo con tan solo mirarlos. Su sonrisa era peor aún.

 

- Muy gracioso – le respondió ella - ¿No tienes nada más importante que hacer? -

 

- Chávez vive para servir al Ama Mistify – le dijo con una reverencia sobradora. Estaba claro que se burlaba de ella, pero que esperaba otro tipo de reacción de parte de la bruja. ¿Qué sería?

 

- Dime a qué has venido o vuelve cuando te llame - Se volvió y enarcó una ceja observándolo. Intentando una de esas miradas congeladas que le lanzaba el portarretrato de la Malfoy a ella misma. El elfo desdibujó su sonrisa. ¿Había funcionado?

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