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~ House of Books ~ (MM B: 103943)


Seba Granger
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Dash, elfo de Seba


-El amo siempre ha sido así, durante un tiempo si nos pedía disimular un poco cuando habían otras personas por que nos cuidaba, decía que no todos los magos nos tratan igual, mas cuando estaba la guerra de los bandos, luego al amo ya no le importo, cuando Dash, Eros y Nana solo fueron de él dijo que cualquier cosa solo le avisáramos- se balanceo en sus pies por unos segundos, -Aunque Nana dice que aun así Dash debe cuidar con quien habla con confianza y con quien no- dejo el botellon vació en la basura.


-¿Hay que alimentar a todos a ahora? o lo hacemos mas tarde?- preguntó a Lualú cuando vio que había terminado con el agua y algunos animales ya bebían en sus nuevos platos, otros con mas desconfianza olían un poco el nuevo objeto.


-La ama Darla también es buena, ella es como el amo, por eso Dash nunca sintió la diferencia en cuanto todos comenzaron a vivir juntos, a Dash le gusta vivir con Lualú- se sonrojo como un tomate mientras mordía un nuevo dulce.


La voz de Nana resonaba a lo lejos -Dash, Dash ya venga ayudar a Nana, Nana necesita preparar la comida para los amos, Dash puede traer a Lualú para que ayude- vocifero mas fuerte la elfina que estaba en el umbral de la puerta de la cocina del local, luego desapareció en el interior.


Dash saltó asustado cuando escucho a Nana y miró a Lualú, -Dash debe ir, Lualú debe ir con Dash, Dash a Nana si le tiene miedo- señalo el elfo que le tendía la mano a Lualú.

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Lualú, elfina de Darla, con Dash

 

--La ama Darla da los mismos consejos y Lualú no habla mucho con los magos o brujas salvo que ellos hablen antes, Tommy enseñó a Lualú y a Leto que deben ser reservados, Nana aconsejó bien a Dash, Tommy dice que hay magos crueles con los elfos --afirmó la elfina preocupada mientras tomaba un nuevo caramelo de la bolsa que tenía Dash.

 

--Más tarde, cuando lleguen los paquetes que envíen de la tienda de la Señorita Katara, Lualú usa magia para hacer llegar los alimentos a las criaturas, no a todas las criaturas le gusta sentir olor de otra criatura en su comida --respondió la elfina a la pregunta de Dash.

 

Lualú sonrió orgullosa al escuchar lo que el elfo pensaba de su ama, la verdad es que ella quería mucho a su ama y de hecho se había acostumbrado a llamarla así más que nada para que al estar frente a extraños no se viera raro o no les quisieran castigar por falta de respeto, pero ella consideraba a su ama como a una madrina o una mamá. Lualú se sonrojó tanto como Dash al escuchar las palabras del elfo.

 

--A Lualú también le gusta vivir con Dash --murrmuró, retorciendo nerviosa el delantal, pero no pudo decir mucho más porque la voz chillona de Nana llegó hasta ellos desde el otro lado del jardín.

 

--Nana ya quiere hacer la comida, Lualú y Dash demoraron bastante con las cosas de la compra --murmuró la elfina sorprendida por la hora.

 

--Sí, sí, Lualú va con Dash, Lualú ayuda a Dash con las tareas que Nana les va a dar --respondió la elfina tomando la mano del elfo y comenzó a atravesar con él el jardín, luego de cerrar la puerta del establo, no fuera que alguna criaturita de la más pequeñas se le ocurriera escapar, aunque todo estaba protegido con hechizos para que no se hicieran daños.

 

Mientras atravesaban el jardín a pasado rápido miró hacia el vivero, Eros estaba muy concentrado acomodando sus macetas, bolsas de abono y de semillas, así como algunas nuevas regaderas y herramientas. La elfina pensó que podrían haber aparecido sin más en la cocina, pero por un lado no tenían mucho apuro de recibir órdenes de Nana y por otro querían estar el mayor tiempo posible los dos solos.

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  • 2 semanas más tarde...

Libros, café y algo más- Con David James Potter

Era un día nublado, pero con clima excelente para pasar en cama disfrutando de un buen libro en compañía de una exquisita taza de café, me levanté de mi cama y me dirigí a mi biblioteca personal ubicada en la otra habitación que tenía mi apartamento, abrí la puerta y decidí buscar algo de Stefan Zweig, uno de mis autores favoritos, pero todo lo que se encontraba en los estantes ya lo había leído anteriormente.

 

Decepcionada me deje caer en uno de los sillones de la sala que se encontraba en mi biblioteca, pasé un rato ideando que haría al respecto, quería hundir mi mente en un libro que realmente me cautivara, después de casi una hora se me vino a la mente ir a una librería que se encontraba en el callejón Diagon a unas cuadras de mi vecindario.

 

No lo pensé más y me vestí con una camisa manga larga color azul claro y unos jeans negros y unos loafers con agujetas color camel, dejé mi cabello suelto, solo lo cepillé un poco, tomé mis llaves y salí con dirección a House of Books, la mejor librería de Diagon. Después de veinte minutos de una refrescante caminata llegué a mi destino, entré sin pensar por la puerta de cristal que da acceso a la librería, el primer piso estaba muy concurrido de gente así que subí al segundo piso, dispuse de una de las salitas que estaban solas, dejé mis cosas ahí y pedí amablemente a uno de los encargados un poco de café y rosquillas.

 

Ahí me encontraba, escarbando entre todo ese mundo de libros en busca de algo de Zweig, quería sumergirme en algo de romance a la antigua, recordar mi época biológica, cuando un hombre realmente se esmeraba en conquistar a su amada. Me ponía nostálgica todo aquello ya que no tuve la oportunidad de vivir esas cosas por mi posición social y la revolución de mi querida Rusia, recordaba a Ígor, el nieto de nuestro asistente real, él siempre me protegía, acompañaba y me hacía reír, llegué a enamorarme perdidamente de él a pesar de nuestra corta edad, pero murió protegiéndome aquel fatídico día cuando invadieron el palacio de San Petersburgo.

 

Negué con mi cabeza para regresar mi mente a la actualidad y olvidar todo mi pasado, seguí buscando entre los títulos de mi autor favorito y un titulo atrajo mi atención, “Carta de una desconocida”, de inmediato lo tome entre mis manos, leí la sinopsis y me cautivó completamente, iba caminando leyendo aquel libro sin prestar atención al camino, me disponía a bajar las escaleras para ir rumbo a la salita cuando sentí que mi pie resbaló, cerré mis ojos en espera del impacto al suelo y sentí que alguien me atrapaba en sus brazos, temerosa abrí mis ojos y se encontraron con unos bellos ojos aceitunados.

 

Avergonzada desvié mi mirada de la suya, me puse de pie con cuidado y lo miré nuevamente, pero toda sonrojada.

 

-Disculpa, no veía el camino por estar sumergida en este libro y resbalé, enserio no era mi intención-dije toda apenada.

 

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Era un día nublado, la clase de días que le gustaban. Prefería los días así por encima de aquellos despejados donde el Sol no daba tregua. Tampoco le gustaban mucho los días lluviosos, de normal no le resultaba agradable tener que cargar con un paraguas. Respecto a la nieve... la nieve sí que le gustaba porque le recordaba a la Navidad. Cualquiera que le conociese lo más mínimo sabría que la Navidad era una de sus fechas favoritas. Pensar en eso le provocaba que tuviese ganas de que esas celebraciones llegasen pronto, qué mala suerte era el no poder tener un aparato mágico que le ayudase a adelantar el tiempo. ¡Alguien tenía que inventar una cosa así!

 

En el pasado había vivido mucha clase de aventuras, se había divertido, había puesto su vida en riesgo y había hecho cosas que nunca pensaría que acabaría haciendo. Sin embargo, todas esas historias y anécdotas divertidas de contar eran cosa del pasado. Si tenía que utilizar una palabra para describir su vida actual, claramente, sería rutinaria. Había cosas que le hacían querer seguir aumentando sus capacidades mágicas para convertirse en un mejor mago, pero otras cosas le echaban para atrás. Lo único seguro es que necesitaba algo nuevo en su vida que le hiciese cambiar el chip.

 

Como no tenía nada mejor que hacer, pensó que ir a dar una vuelta al Callejón Diagon podría ser interesante. No tenía un destino fijo, pero lo que estaba claro es que no se pararía en cada escaparate a mirar, no quería gastar galeones. Desde hacía bastante tiempo se podía considerar un mago vago, porque no recordaba la última vez que había ido a trabajar. Para su fortuna, en su bóveda de Gringotts aún había una buena cantidad de dinero que le daba y le sobraba para vivir, e incluso para permitirse algún capricho de vez en cuando. Aunque, tenía tantos objetos, que dudaba comprar más cosas por el momento, no sabía qué hacer con tanta cosa.

 

Acabó entrando en un negocio dedicado a los libros y eso le hizo pensar que sucedían dos cosas. La primera, que su subconsciente quería que leyese o que encontrase algún libro que le cambiaba la vida. La segunda, que en el Callejón había demasiados negocios parecidos. No estaba seguro de cuál sería la correcta o si ambas lo serían, pero lo que era verdad es que últimamente parecía encontrarse nada más con negocios de ese estilo. Era toda una fortuna que le gustasen, nunca le decía que no a la lectura de un buen libro. Cuando entró portando unos jeans, un calzado cómodo pero elegante y una bonita camisa blanca, tuvo claro que lo primero que haría sería ver el negocio de arriba a abajo.

 

Apenas llevaba unos minutos cuando en su misión de conocer el negocio se encontró con una mujer que andaba despistada. Daba la sensación de que su despiste la haría tropezar y... efectivamente, su intuición fue acertada. Antes de que pudiera darse cuenta la mujer cayó sobre él, lo que fue todo una fortuna realmente porque de lo contrario aquella dama podría haberse llegado a hacer bastante daño. Suspiró aliviado mientras la ayudaba a ponerse de pie, agradecido por estar en el momento adecuado, en el lugar adecuado. Hacía tiempo que no hacia nada bueno por alguien, así que en realidad se alegraba de haberla ayudado.

 

No te preocupes, pero prométeme que andarás con más cuidado. No creo que vuelva a estar en el lugar correcto para agarrarte por segunda vez —comentó de manera amable con una bonita y cálida sonrisa. —¿Estás bien, verdad? —preguntó con curiosidad. Una vez que le respondiera iba a disponerse a seguir con su camino, pero en ese momento se fijó mejor en ella dándose cuenta de que la mujer a la que había ayudado a no caer era realmente atractiva. Incluso sintió que sus mejillas se coloraban ligeramente al darse cuenta de aquel detalle. No recordaba cuando había sido la última vez que había mirado a los ojos a una mujer y había sentido ese 'algo' que le hacía no querer irse, pero había sido hace mucho.

 

Pero si me permite acompañarla, iré contigo hasta un lugar donde pueda tomar asiento para que continúe leyendo ese libro sin ningún tipo de riesgo —se ofreció con amabilidad y caballerosidad, hablando con un tono mucho más educado que en ese breve periodo de tiempo en el que no se había fijado en cómo era. Esperaba como era lógico una respuesta afirmativa por su parte, cualquiera que lo conociese sabía que no era muy dado a hacer ese tipo de ofrecimientos, no a una persona que no conocía de nada.

 

 

@@Beryl Serenity Hawthorne

 

 

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-No volverá a suceder, es solo que estaba sumergida en mis pensamientos y en ese libro, por Merlín que estuviste en el momento preciso, estoy bien, gracias-contesté muy apenada y una sonrisa nerviosa.

 

 

El joven parecía demasiado preocupado por mí, ni siquiera me conoce y es como si hubiese caído un ángel guardián del cielo, me sentía nerviosa ante su presencia, pero no quería que se apartara de mí, hace mucho tiempo que no sentía esa sensación especial con alguien, presentía que mi soledad estaba a punto de extinguirse.

 

-Claro, ¿por qué no?, pero ¿solo te vas a sentar a admirar como disfruto de mi lectura?, deberías de elegir algo especial para leer, ¿qué te género te apetece leer? -pregunté de manera amable y un tanto curiosa de conocer los gustos de aquel chico.

 

Tan distraída me encontraba que ni siquiera me presenté con él, que patético, soy una princesa imperial y había olvidado mis modales, pero él por alguna extraña razón estaba poniendo mi mundo de cabeza, es como si algo me tomara desprevenida y me sacara de órbita, ¿Qué demonios me estaba pasando?

 

-Me llamo Beryl Serenity Rambaldi Gryffindor, un placer conocerte-me presenté ante el joven.

 

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Hizo un gesto amable con la mano para indicar que no pasaba nada. Se había tropezado, el joven había evitado que se hubiera hecho daño y no hacía falta dar más vueltas al asunto. La casualidad o el destino habían querido que se cruzasen en aquel negocio y que se conociesen de aquella manera, puede que el destino fuese lo suficientemente sabio para saber que tenían cruzarse por algún motivo. En todo caso, pronto descubriría si el destino los había puesto ahí por algo. Para su grata sorpresa aquella mujer había aceptado su proposición. Su seguridad en sí mismo, por lo tanto, aumentaba un poquito más de lo que ya estaba.

 

Estoy más que convencido de que observarte mientras lees sería un gran entretenimiento. Como mirar una obra de arte de alguno de los mejores museos del mundo. —comentó halagando su atractivo. Aquella chica le había atraído por los ojos y no encontraba ningún motivo para no hacérselo ver, piropeando de la manera más caballerosa y respetuosa que sabía. A primera vista le parecía encantadora, pero tenía que conocerla mejor para saber si congeniaban lo suficiente como para al menos poder considerarla una conocida a la que se tiene afecto o una amiga.

 

Sí, a pesar de que mirar para ella pudiese ser un buen pasatiempos, tenía razón a la hora de decir que sería buena idea agarrar un libro. Cuando entró no había pensado qué podría leer, lo cierto es que había entrado por mera curiosidad, por si encontraba algún libro que pudiese llevarse a casa. Pero ahora que había surgido la posibilidad de leer allí al mismo tiempo que disfrutaba de una buena compañía tenía que pensar en algo. Había muchos temas que le gustaban, pero debido a ella se le vino uno en especial a la cabeza...

 

Caballeros y princesas... Castillos y dragones... —dijo de manera tranquila. Aquella mujer le recordaba a una princesa de aquellos cuentos medievales en los que todo el mundo alaba su belleza y su forma de ser. No sabía hasta qué punto podría encontrar algo así en ese negocio, pero ya buscaría algo que pudiera parecerse. Y sino encontraba nada pues... quidditch. El quidditch nunca fallaba. Daba igual qué fuese, mientras hubiese ese deporte mágico de por medio todo molaba más.

 

Asintió de forma educada mientras la escuchaba presentarse. No se le olvidaría su nombre, aunque a veces tenía tendencia de no recordar demasiado bien los nombres de los desconocidos, le daba la sensación de que el suyo no se le olvidaría con facilidad. En ese mismo instante le ofreció el brazo, para que se agarrara si así lo deseaba porque era un buen momento para comenzar a caminar.

 

Es un placer conocerte, Beryl —sonrió haciendo una breve pausa. —Será mejor que nos pongamos en marcha, puedes agarrarte si temes volver a tropezarse —añadió cordialmente sin retirar la sonrisa de su rostro, con el brazo aún dispuesto por si finalmente decidía que sí, que quería agarrarse. Y en ese instante que estaban preparados para caminar era un buen momento para presentarse él. —Yo soy David —una presentación breve, pero solamente era su nombre. No había mucho más que decir.

 

Su principal idea era acompañarla a tomar asiento y mientras tanto buscar un libro para él, no quería robarle más tiempo de lectura. Imaginaba que si estaba allí era para leer y no para charlar. Sin embargo, el joven no podía dejar de hablar y tenía varias preguntas para ella.

 

Dime Beryl, ¿sueles tropezarte muy a menudo? —preguntó mirándola a los ojos. —¡Es broma! Dime, ¿qué clase de lectura te apasiona a ti? —esa segunda si era la pregunta de verdad y, sinceramente, tenía curiosidad. Aquella mujer le había despertado un interés que casi nadie lograba conseguir en él.

 

 

@@Beryl Serenity Hawthorne

 

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oh, basta! A este paso terminaré tan roja como un tomate jejejeje—le contesté con una risilla nerviosa. No podía evitar sentirme tan nerviosa en frente de él pero si no lo detenía de una vez por todas, acabaría evidenciando toda esta bola de sentimientos que el mismo estaba provocando en mí, pero no podía evitar todo aquello, el joven era simplemente tan atractivo en toda la extensión de la palabra, era sumamente encantador, pero no que quería ilusionarme tan pronto con él, quería conocerle mejor y saber realmente si existía una química entre ambos para así tan solo comenzar a depositar afecto en él.

 

Comencé a caminar alrededor de los estantes de aquel segundo piso, buscando alguna sugerencia de lectura apetecible para el joven, todo iba bien hasta que mencionó su gusto por historias de caballeros y princesas, sintió una lagrima recorrer por su mejilla, todo ese género de historias le hacía recordar su antigua vida, a su padre y hermanas, entonces vino a su mente aquel cuento que estaba basado en su la vida de ella y su familia, “Anastasia”, era perfecto para que la conociera al menos un poco.

 

Me preguntaba en que estante se encontraba aquel libro tan especial y melancólico para ella, se detuvo unos segundos frente al joven, sumergida en sus memorias, pensando en donde lo había encontrado hace 5 años en esta librería la primera vez que entró allí.

 

El placer es todo mio, DavidLe extendí la mano.Solo fue porque estaba distraída leyendo, pero agradezco la ofertadije mientras soltaba una risita burlona.

 

Al responder sus comentarios, proseguí mi camino alrededor de los libreros, después de unos tres minutos vino la respuesta a mi pregunta, el libro se encontraba justo en el gran estante enfrente de ella, hasta casi en lo más alto.

 

¡¡¡Tengo el libro perfecto para ti, sígueme!!!le dije concentrada sumamente en mi objetivo y sin pensarlo lo tomé de la mano para jalarlo en dirección hacia aquel gran estante.

 

Justo antes de querer subir, giré y David me hizo más platica, era algo burlón y gracioso, solo podía reir ante sus bromas, no se si lo hacia con afán de hacer más tema de conversación o ser algo atrevido conmigo.

 

Jajajaja, No, pero digamos que me sucede en momentos oportunoscontesté mirándole a los ojos y dedicándole una sonrisa pícara. ¡eres tan gracioso! , pues digamos que soy más de poesía y romance, me hace sentir bien en tiempos de soledadcontesté algo nostálgica.

 

Olvidé mis recuerdos tristes y decidí subir por las escaleras corredizas hacia la cima del estante, tardé un poco en encontrar el libro que con tantas ansias buscaba para David, pero ahí estaba, al final de la penúltima repisa del librero, aquella pasta dura bañada en bronce y grabados de noche buenas bañadas en oro, tenia una flor de noche buena en el centro, sus pétalos eran de esmeraldas y en el centro se encontraba un rubí.

 

Sonreí para mis adentros, comencé a bajas las escaleras, pisaba con cuidado para no volver a repetir aquel resbalón que me llevo a conocer a David, justo cuando iba pisar el suelo, al mirarlo, en el último escalón volví a tropezar, y caí, quedando sujetada de manos en su pecho y mi rostro justo enfrente del suyo, demasiado cerca.

 

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  • 2 semanas más tarde...

Leto, elfo de Darla

 

El pequeño elfo había estado observando a la bruja que había ingresado al local, Tommy, el otro elfo encargado en la planta baja, estaba ocupado con las remesas de libros de la siembra de primavera, eran muy solicitados en esos días, por eso él había estado atento a la campanilla del local. La bruja parecía conocer mucho de libros y hasta se había encontrado con un mago al cual ella misma, luego de caerle literalmente encima, guió por las estanterías.

 

Habitualmente Leto ofrecía sus servicios cuando los compradores necesitaban un libro o les ofrecía un café, un té o alguna delicatessen de las que preparaban en la cocina del primer piso, el nivel en el que estaban las mesas y la cafetería, pero en esta ocasión no se había atrevido. El elfo esperaba con calma y dispuesto a correr a servir a los recién llegados si así ellos lo requerían, pero también sabía que había magos y brujas a los que no les gustaba les interrumpiesen, a casi todos les gustaba ser servidos y atendidos por los elfos, pero cuando el romance estaba en el aire. No que Leto supiera mucho del tema, pero tenía una muestra de ello con sus amos y a veces Tommy y él bromeaban por la forma en que Lualú y Dash andaban de aquí para allá.

 

--Leto está para servirles si los señores no encuentran un libro o desean tomar algo --dijo el elfo cuando la pareja pasó corriendo, o más bien la bruja arrastraba al mago hacia una de las estanterías del piso bajo del local. Aunque estaba claro, no era el día de la dama para andar con tacos, estaba face à face con el mago luego de un nuevo tropezón mientras bajaban las escaleras hacia la planta baja, por lo cual Leto casi suelta un gritito pero se escondió tras el mostrador al ver a la pareja en situación tan personal.

Editado por Darla Potter Black
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Un nuevo día...


Al fin el fin de semana había llegado, no había que levantarse para ir a trabajar sino solo para estar en casa un día tranquilo, o mas bien trabajar pero en nuestro local, como todos los días habían cajas que revisar o libros que clasificar, los elfos trataban de hacer la mayoría del trabajo pero con Darla nos gustaba encargarnos los fines de semana si podíamos.


Al menos el día anterior no habíamos quedado en salir de casa, de hecho seguro ella andaba de caza pues al despertar ella ya no se encontraba, a menos que algún patronus la haya citado como hace algunos días.


Me estiré un poco en la cama tratando de despertar por completo luego me asome por la ventana de la habitación por donde se podía ver desde las alturas parte del callejón o mas bien las techumbres de este ademas del clima que ese día nos brindaba, el otoño ya había hecho su entrada hace algunos días así que se podía disfrutar de un poco de viento.

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La Potter Black movió su mano y acaricio el cuello de la criatura que tenía frente a sí, había salido a volar con uno de los hipogrifos del establo, aprovechando que la mañana estaba tranquila. Ya de regreso había saludado a la pareja de éste. Tener tantas criaturas hacía que pensara en poner otro elfo a cargo, Tommy y Leto se ocupaban generalmente y a veces Lualú junto a Dash, pero desde que había agrandado mágicamente la parte trasera para el warpus, el ave de trueno y la dragona el trabajo había aumentado, más el del local.

 

Darla cerró mágicamente el área de la criatura y se retiró del establo tras confirmar que todo estuviera en orden, observó hacia el otro lado del jardín, Eros estaba poniendo muy bonito el invernadero. Recorrió el camino hacia la entrada trasera a su local, pequeñas hojas doradas comenzaban a cubrir la superficie, marcando el inicio del otoño, era increíble como los árboles sentían la magia de la naturaleza, pensó, levantando la vista hacia las copas y observó a Seba asomado a la ventana de su dormitorio, una sonrisa se dibujó en sus labios y luego lanzó un silbido fiufiu.

 

--Buen día amor --saludó elevando su mano --ya voy a desayunar cielo --agregó y segundos después sonó el crack de su desaparición para volver a aparecer en su cuarto --hola, creo que necesito una ducha ¿me acompañas --saludó a su prometido haciéndole ojitos.

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