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Elviris Pub (MM B: 103956)


Anne Gaunt M.
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- Te invitaría a una cena en la Black. Pero la mayoría de los Malfoy me querrían asesinar por sólo sugerirlo y el ambiente que se crearía se podría cortar con una cucharilla de café.

 

Pese a que nadie tenía muy claro de dónde había empezado aquella rivalidad entre familias, algunos lo llevaban hasta la última consecuencia. Se llegaban a realizar desplantes en nombre de la familia y otras cosas que Gatiux no veía con buenos ojos. Los Black tampoco es que ayudaran demasiado en ese tema. Alguna vez fue así, pero después de tantos años tenía una actitud algo hippie al respecto.

 

- A la Malfoy también volvió hace poco Nathaniel. Tal vez te lo encuentres por allí.

 

Por fín llegaba su turno. Tenía algunas de las pocas bolas que quedaban en buena posición. Si jugaba bien las cartas y distribuía las tiradas podría ganar la partida. Gatiux se recostó sobre la mesa de billar, respirando profundamente mientras sus ojos amarillos visualizaban el lugar exacto donde la bola blanca golpearía y el efecto que tendría su tirada en el resto.

 

Y así lo hizo, la bola blanca golpeó y metió de forma limpia una de las bolas. Hizo lo mismo con la siguiente hasta meter todas las de su color. Faltaba la bola negra, estaba complicado porque tenía que meterla en la tronera opuesta a la última bola y no había dejado mucho margen. Apoyó el trasero sobre la mesa de billar, ayudándose de los tacones en un equilibrio apenas controlado. Estaba lejos para poder tirar con comodidad.

 

Sin embargo la suerte le acompañó. Tiró con fuerza la blanca para que rebotase sobre una esquina de la mesa y empujara la bola negra desde el ángulo adecuado. La bola ocho entró algo dubitativa en la tronera que le correspondía. Gatiux se levantó alzando los brazos con júbilo, lanzando un gritito de victoria mientras giraba sobre sí misma.

 

- ¡Yuuu! ¡Chúpate esa! -sonrió a Carlomagno- ¿Qué? ¿Pensabas que te dejaría ganar por estar debilucho?

 

Se acercó hasta Carlomagno y le puso el brazo sobre los hombros, en una actitud sonriente y algo burlona.

 

- ¿Cómo sienta ser apalizado? -cerró el puño como si tuviera un micro imaginario- ¡Cuenteselo al Profeta!

«I'm a villain, and villains don't get happy endings.»
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Había notado como el mago en un momento había recorrido con su mirada el local, casi vacío excepto por nosotros tres, en algún momento se me había perdido el mago de los cabellos azules. La pelivioleta parecía tener suerte con el juego, lo cual en si uno pensaba en los refranes tradicionales no era muy bueno para con ella, pero quien sabe, los rumores decían que yo me equivocaría si pensara eso. En mi libreta estaban las notas de San Valentín y la compañía de la Malfoy había hecho un excelente té por lo que tenía entendido.

 

Y hablando de té, quizás pudiera ir al Café Tacuba, suspiré pensándolo mejor mientras una bola entraba en la tronera, recordé en ese momento que aquel lugar tenía menos movimiento aún que el local en que me hallaba. De hecho estaba segura que si no clausuraban en forma definitiva ese Café este mes sería en el próximo a menos que el hecho de que no me demostrara el poder de los Warlocks. Jugué con mi dedo alrededor del borde de mi vaso, interesante, debería estar atenta a ese punto.

 

Tomé el último trago en el momento que la pelivioleta metía la última bola, mala suerte para su compañero de juego, quien parecía más pendiente de su copa que de lograr la victoria. Busqué en mis bolsíllos unos galeones para pagar mi consumisión mientras me ponía de pie dirigiéndome a la barra. Anne era socia de un restaurant oriental, pero mis fuentes me decían que ni ella ni su socia se habían presentado allí en meses, era el lugar con más actividad, pero tampoco parecía ser una opción.

 

--Tenga --dije tendiéndole al barman los galeones que superaban un poco generosamente el valor de mi trago e hice un gesto con mi zurda, deteniéndolo en su búsqueda de cambio --si la señorita Anne Gaunt viene por aquí me gustaría que le de mi tarjeta --aparecí la misma junto a la mano del hombre y lo observé fijamente a los ojos --gracias.

 

Le dediqué un guiño y me giré para salir, la pelivioleta festejaba y fingía poner un micrófono en los labios del mago mientras le abrazaba por los hombres, me pregunté qué sería tan gracioso que reían. Sonreí divertida ante la extraña situación y guardé con delicadeza el tarjetero del que había sacado mi tarjeta, estaba hechizada, si la tocaban en presencia de alguien en especial, o esa persona que buscaba ponía un dedo sobre ella, la tarjeta me lo haría saber con una señal especial en el tarjetero, magia gitana que le decían.

 

Salí del local y me dirigí despacio por las calles del Callejón, era hora de visitar el hogar de mi ex alumna.

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  • 1 mes más tarde...

Otto no tenia nada que hacer asi que caminaba sin rumbo fijo, con su manos en los bolsillos de su pantalon el black se movia, a donde lo llevan sus pies donde lo lleve el destino, ya que no tenia apuro por llegar a su casa o su masion el mago iba lento pero seguro sintiendo como el viento desordenaba su pelo.

 

 

El base caminaba hasta que vio algo que le llamo la atencion un letrero que decia Elviris Pub asi que sin tiempo que perder, entraba al lugar luego de soltar un fuerte suspiro. El mago entraba rápidamente mirado de un lado hacia otro había de todo un poco, gente en grupo otros solos, uno coquetiando otro donde una bruja seducia.Pero el Black sonreía para sus adentros para ir hacia la barra cuando llegaba suspiraba de nuevo fuertemente, para pedir una bebida mientras sus ojos se movia de un lado hacia otro, esperando saber que iba ser ahora si tenia suerte podía conseguir alguien para pasar un buen rato.

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  • 1 mes más tarde...

-Miércoles, ya he perdido a Edward de nuevo -gruñó Mery mientras daba zancadas en mitad del Callejón Diagón, observando cada callejuela por si veía a un pequeño niño correteando o gateando cuesta abajo, incluso podría ir rodando, que como hubiera salido a su madre seguro que es última opción era la correcta.

 

Pasó por delante de un local que parecía una cochera sin puertas. ¿Qué clase de sitio era ese? Menuda gente más rara la que llegara a... Dio unos pasos atrás y observó fijamente el nombre del local. "Elviris Pub" Golpeó su frente con una de sus manos y suspiró, cuanto menos debería de reconocer uno de sus negocios, pero llevaba tanto tiempo sin ir...

 

Colocó su mano en la E y en la P, las iniciales de cada palabra, y la puerta apareció. Sonrió de lado, aquello que había pasado, justo lo de olvidar su local, nadie debía de saberlo.

 

- Zeeetaaaa -gritó justo cuando entró en el local y lo vio tras la barra-. ¿Cómo estás guapetón? -se sentó de un salto en el taburete y le sonrió-. ¿A que me pones una cerveza bien fresquita? -carraspeó un poco y crujió su espalda-. Por cierto, ¿donde está la mujer que me dio la vida? -comentó. Llevaba mucho tiempo sin ver a Anne, y mira que vivían en el mismo castillo. Aunque, claro, llevaba sin pisar el castillo Gaunt una buena temporada.

 

Y entre unas cosas y otras, olvidó que su hijo había desaparecido en medio Callejón Diagón.

 

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— Son quince galeones —exclamó la anciana, con su habitual sonrisa. Anne asintió mientras revolvía en su bolso, el que tenía una capacidad casi ilimitada gracias a la magia y que siempre llevaba colgado a un lado de la cintura, y lo hacía con el ceño arrugado.

 

Han subido los precios, ¿no? Esos ingredientes nunca costaron tan caros —comentó, mientras soltaba las monedas sobre el mostrador.

 

Sí señora, pero es a lo que nos obligan. A nosotros nos suben los precios... y no nos queda más remedio que hacer lo mismo si no queremos tener que cerrar el establecimiento, ya sabe.

 

— Claro, claro... en fin, hasta el mes que viene.

 

Guardó sus recién adquiridos productos en el bolso y salió de aquella pequeña tienda. Estaba cerca de uno de sus negocios, Elviris Pub, así que pensó que acercarse por allí para ver a Zeta no estaría mal. Sobre todo después de que los aurores lo clausuraran. Aunque ellos habían ignorado todo aquello y el negocio seguía funcionando con normalidad. Emprendió el camino en aquella dirección cuando una vocecita captó su atención; la conocía perfectamente. Se fijó en un niño pequeño de cabello rubio que charlaba con una mujer que reía con lo que fuera que le estaba diciendo. Anne entornó los ojos.

 

¿Edward?

 

El niño dio un saltito y clavó sus ojos azules en ella. Su rostro se metamorfoseó en una décima de segundo y su sonrisa se amplió hasta más no poder.

 

¡Abuela!

 

El niño corrió hasta los brazos de la Gaunt, que lo tomó al vuelo y alzó en el aire. Lo besó en la mejilla con fuerza y luego volvió a soltarle en el suelo, agachándose a su lado para mirarle más de frente mientras él se restregaba ahí donde Anne le había besado.

 

¿Qué haces aquí solo? ¿Dónde está tu madre?

 

Edward se encogió de hombros mientras la licántropo resoplaba con fuerza: Mery seguía siendo tan irresponsable como siempre. Agarró al niño de la mano y lo condujo a su lado, camino a Elviris Pub. Luego tendría unas palabras con la vampiresa. ¿Sería consciente acaso de que había perdido a su hijo?

 

Soltó a su nieto para apoyar las manos en las iniciales de la puerta de cochera que conformaba la entrada del pub y, enseguida, apareció una puerta de acceso. Tomó de nuevo a Edward de la mano y le condujo hasta el interior a su lado. Enseguida se percató de que Mery estaba allí, bebiendo y charlando con Zeta. Con la mano libre, Anne le indicó al niño que guardara silencio y caminó hasta la barra, a la que accedió para servirse una cerveza. También preparó un batido de chocolate.

 

Vaya, Mery Anne, cuánto tiempo sin vernos —la saludó, con tono burlón. Tomó a Edward en brazos y lo sentó a la barra. Luego le dio un vaso de plástico en el que había volcado el batido de chocolate. Bebió un trago de su cerveza y luego desvió la mirada hacia Zeta con naturalidad—. Hola amigo, ¿todo en orden?

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- Cuanto tiempo Mery -sonrió Zeta mientras llenaba la jarra de cerveza-. Anne no está, pero seguro que vendrá pronto, no me puede tener abandonado por mucho tiempo más -bromeó y le entregó la bebida a la pelirrosa.

 

- ¿Tienes Anne dependencia? -soltó una carcajada y le dio un trago al líquido amarillo y espumoso, delicioso. Y la puerta de entrada se abrió-. Mira Zeta, hablando de la reina de Roma -dijo mirando a Anne e ignorando que su pequeño hijo andaba feliz detrás de ella.

 

Volvió a darle otro trago a la cerveza y observó como ésta preparaba, a parte de una cerveza para ella, un batido de chocolate. ¿Para que quería su madre un batido?, ¿lo mezclaría con la cerveza?, ¿quizás le echaría ginebra? Estaba totalmente alucinada hasta que lo vio, para no ver esa miniatura de cabello rubio.

 

Se tapó la boca con ambas manos, no sabía si reír o llorar, aunque salir corriendo era la opción que más le llamaba la atención, es decir, su madre se había encontrado al desaparecido de Edward, el cual Mery había olvidado en cuanto había entrado al Elviris. Tragó un nudo.

 

- Todo bien Anne, todo bien -dijo intentando olvidar el regaño o paliza que vendría tarde o temprano-. Vaya, has encontrado a Edward, dijo que iría a buscarte, mi pequeño es maravilloso, eh -dijo quitando la mirada de la de su madre y dándole un trago a la cerveza. No se le ocurría nada más que decir-. ¿Y tu que tal? -le sonrió falsamente.

 

- Yo creo que me voy a ir al almacén a mirar si está todo en orden, Anne -soltó Zeta, y ni corto ni perezoso se fue. ¡SE FUE! Mery lo fulminó con la mirada, acababa de dejarla sola justo con el demonio en mujer. Suspiró.

 

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— Puedes irte Draekh, estaremos bien.



Hablé seriamente observando los azulados ojos del elfo frente a mi, él como siempre dio un sutil asentimiento con su cabeza hasta casi llegar al suelo y en el mismo destello plateado en que llegamos, él desapareció. No habríamos podido alcanzar a llegar a nuestra segunda parada si no fuera por la constante atención de mi elfo, sólo bastaba que cerrara los ojos y le llamara para que el apareciera — Excepto a veces, suele ser muy intrépido e irritante. — pensé para mi misma cuando acomodaba mi abrigo azabache; luego de la rutina inconsciente de asegurarme que llevaba todo lo que necesitaba, giré lentamente sobre mis talones para encontrarme de frente con mi nuevo acompañante. Eorbard había sido muy complaciente al no dudar sobre nuestro inesperado transporte.



Agarré los bordes de la gruesa capucha que cubría mi cabeza, para quitarla y así con las puntas de mis dedos acomodar los rebeldes mechones castaños que caían sobre mi rostro, mi sonrisa se amplió un poco al ver el cartel del Elviris Pub, me recordaba a las noches largas de Nueva Orleans, bares de fachada avejentada, donde te podías encontrar con lo imaginable. Froté un tanto las palmas de mis manos por el hielo de afuera y con gestos le indiqué al castaño que entráramos, toque con suavidad las letras grabadas y de inmediato una puerta apareció frente a nosotros. Miré por última vez a Eobard ante el pequeño espectáculo y enseguida traspase la puerta sin pensarlo dos veces.



Una vez en el interior lo primero que hice fue quitarme el abrigo y colgarlo en la entrada, acomodé con suavidad mi chaleco, sacando la varita y guardándola en el espacio que sobraba entre mi pierna y la bota, siempre hacía aquello, incluso en enfrentamientos por lo que era bastante seguro. Esperé a que el castaño se quitara la mayor parte de sus abrigos y una vez listos, deslicé mis dedos por las ondas de mi cabello traspasando la cortina negra, encontrándome con un ambiente más que agradable, brujas y magos apostando lo que no tenían, mientras las copas pasaban de un lado a otro con quizá que tipo de tragos y el constante olor a tabaco inundaba mis narices. Sin duda hace bastante tiempo que no pisaba un ambiente de ese estilo tan muggle, no es que me sintiera incomoda, en lo absoluto, EEUU era bastante abierto en ese sentido, no nos escondíamos en lugares secretos, sólo evitábamos no hacer magia frente a ellos.



— Oigo música pero admito que no logro adivinar quien es la banda o cantante ¿cree que conozcan sencillos del otro mundo?



Refiriéndome a los nomaj.



— Ya se que haremos primero.



Sin decirle nada me dirigí hacia la barra, posando ambas manos sobre la madera para llevar mis destellantes ojos esmeralda al hombre encargado de los tragos, era robusto, rebelde y extremadamente atráctivo. Curve sutilmente mi sonrisa y llamé su atención alzando mi mano en su dirección, en cuanto lo tuve frente a frente mi rostro se iluminó aún más al sentir la penetrante mirada azabache. ¿Estaba perdiendo el control? Claro que no. Lo más seguro es que Eobard me iba a estar mirando pensando quizá que cosas sobre lo que estaba haciendo coquetamente con el moreno, que estaba loca o algo por el estilo, o peor…que estaba perdiendo la compostura, pero tenía mis razones, quería conseguir fichas y sobre todo la primera ronda gratis.



— Buenas noches, una botella del mejor tequila que tengas y si pudieras darme el acompañamiento de éste, ya sabes, algo de limón y sal.



Pero no, el moreno era mucho más inteligente de lo que esperé, bastante coqueto pero juicioso a la hora de poner el dinero en juego. No me quedó de otra que reírme por mi novedoso fracaso, prometiéndole que pagaríamos en cuanto nos fuéramos, volví a caminar en dirección a Thawne y con el rostro algo sonrojado oculte mi sonrisa en movimientos de un lado a otro con mi mentón, le enseñé la botella en una mano junto a dos pequeños vasos y en la otra un plato corriente con algunos limones partidos en cuatro y unas piscas de sal acumuladas a un lado. Mientras volvíamos a caminar para encontrar un espacio disponible en la mesa de billar, le tuve que contar mi patética experiencia.



— No pude conseguir que nos dieran el tequila gratis, pero me lleve los limones gratis ¿eso cuenta como el primer premio de la noche?



Bromeé.



— Lamento mucho lo que acaba de presenciar, hace mucho no pisaba un lugar como este. En los Estados Unidos era bastante frecuente, pero aquí pensé que todo estaba controlado para que fuera lo más correcto posible. En fin ¿Qué le gustaría hacer?





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El viaje ha sido corto. Gracias al elfo doméstico de Juliette, no hemos tenido que recorrer una gran distancia para llegar a nuestro siguiente destino. Aunque todo el concepto de la Aparición Conjunta me resulta un tanto excesivo, sobre todo porque las criaturas parecen tomárselo más a la ligera. -Bien, debo conseguir esa licencia cuanto antes. -pienso en aquella autorización para poder efectuar la aparición, y que quizá habría evitado que mi estómago se revolviera tanto.

Una vez que la señorita revela el secreto para poder entrar y decide adelantarse, el ambiente dentro del local comienza a inundarme al tiempo que le sigo el paso. Por un momento, me siento de vuelta en Estados Unidos. A pesar de mi inclinación hacia los pubs ingleses, debía admitir que los norteamericanos tenían lo suyo. Y éste en lo particular, mágico, me resulta agradable. No es tan ostentoso como un casino muggle de Nevada, pero coincide con los locales de la Costa Este, los cuales poseen una gran influencia europea, sobre todo francesa.

-Al menos aquí no tendremos que preocuparnos por el frío. -comento dejando mi abrigo de caza en el perchero de entrada, dejándome solamente con la camisa que llevaba puesta, de un tono azul apagado. La varita, naturalmente, siempre la guardo bajo una de las mangas, razón por la cual opto por usar prendas superiores de manga larga. Nunca se sabe cuando seremos forzados a ocuparla.

Una vez que dejamos la cortina negra atrás, lo que parece una de esas postales muggles se extiende ante ambos. Se escucha música de aquella comunidad no mágica, aunque el bullicio me impide identificar de quién se trata. Magos y brujas despreocupados por doquier, el tintineo del vidrio de las copas, el clásico barman, robusto y de expresión expectante. Me tomo unos segundos para respirar, para después liberar una pequeña tos debido a la presencia del tabaco, el único elemento faltante en la lista.

-Oh, por favor. Lo que tú gustes hacer, después de todo, yo fui quien sugirió el lugar. -extiendo los brazos hacia ella como gesto de invitación, pues sé que la idea que tenga en mente no resultaría tan imprudente.

-¿Pero qué...? -es mi primer pensamiento al observar a la chica acercarse a la barra, donde el sujeto moreno se había acercado para atenderle. Juliette estaba haciendo uso de su atractivo natural, sin duda. Y no es como que me moleste o me parezca mal, simplemente ha resultado inesperado. Más grande es mi sorpresa al ver que regresa con una botella de tequila, los dos caballitos y el plato de los complementos.

-Sí, algo me dice que no conseguiste la botella gratis. -puntualizo, mirando el rubor que cubre el rostro de la joven.

Niego con la cabeza, sonriendo de lado. -Yo me encargo de eso, después de todo, tú pagaste mi cerveza la última vez. -dicho esto, me acerco al barman, quien porta una etiqueta que reza el nombre de Zacharias, y le entrego los galeones correspondientes al primer consumo.

-Tequila, ¿eh? -pregunto, volviendo con ella. Señalo con el mentón una pequeña mesa situada cerca de la mesa de billar, que nadie usaba en ese momento, y le ayudo con los caballitos y el plato, dejándole la custodia de la botella.

-Debo admitir que es una de mis bebidas favoritas. Mexicana, claro. Su comunidad mágica es un tanto ancestral, desde luego, pero aún así no negaré la buena mano que tienen para fabricar bebidas. -sonrío recordando las varias visitas que realice al país situado al sur de EEUU. Había visitado México más veces de las que normalmente admitía, quizá porque la capital muggle era un caos a momentos. No era el lugar ideal para un mago fugitivo.

Una vez que nos instalamos, la joven pregunta sobre la primera actividad para realizar. Alterno mi mirada entre la mesa de billar a la que casi hemos invadido, pero mi atención se centra en las distintas dianas que cuelgan de las paredes del local.

-Bueno, ya que prácticamente hemos reclamado la mesa de billar, sugeriría practicar nuestra puntería. -ironizo, apuntándole con un pequeño dardo rojo que había tomado sigilosamente al entrar. -Aunque, no dudo que la suya sea impecable. -lanzo el proyectil hacia mi izquierda. Suave, pero veloz, esperando que no se clave en la espalda de algún desprevenido.

 

@Juli-ette

 

(*) Off rol: @ Lo prometido es deuda (?) Tras unos cuantos días de ausencia, de preocupación por mi conocimiento y demás cosas, por fin he decidido hacer honor a mi comentario de pasarme por tu local xD Como dije, no quería venir solo, así que me tomé la libertad de arribar acompañado.

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Hago caso a sus movimientos caminando con la botella en una de las manos como si de un trofeo se tratara, al tiempo que acomodo la mayor parte de mi cabello hacia atrás dejando que las ondas cayeran con delicadeza a lo largo de mi espalda. Su mención sobre el país de México me hace recordar las palabras de mi querido amigo, haciendo que una fugaz sonrisa iluminara mi rostro, casi podía saborear la infinidad de tragos mezclados con la locura, copas alzadas al aire y un constante movimiento desinteresado a las luces de una fiesta, aprendí muchas cosas con él, pero la más importante de todas era vivir la vida al máximo y sin remordimientos. Volví a concentrarme en el castaño.



— Y tiene mucha razón, es el mejor tequila del mundo. Eso significa que he hecho dos buenas elecciones ¿verdad? Ya sabe, la cerveza alemana y ahora esto.



Alzo la botella antes de depositarla en la mesa frente a nosotros, y además acomodando las cosas faltantes para acompañar el juego dinámico que maquinaba en mi mente. Una risa se escapa al fin de mis labios ante la ironía de sus palabras, tenía razón sobre la puntería en la mesa de billar pero no le hice saber que era un fracaso en ese juego. Mis labios se presionaron lentamente ante su ágil movimiento con el dardo, alzando sutilmente una de mis cejas y girando levemente mi cuerpo vi a donde fue a parar el proyectil, justo a un lado de la cabeza de un mago que estaba demasiado borracho como para percatarse de que casi era clavado en la garganta con un pequeño e inofensivo dardo. Reí ante la ironía.



— Entonces debemos poner reglas para calentar las cosas.



Lo apunte con el índice.



— Tenemos objetivos ¿verdad? Si usted llega al centro yo beberé primero y viceversa. Luego podremos jugar a otra cosa, pero creo que me parece bastante académico practicar el ser sobresaliente.



Un claro sarcasmo en mis palabras se hizo notar en la pequeña mirada felina al entrecerrar levemente mis ojos verdosos, estire mi mano derecha hacia el esperando que la agarra para hacer una especie de trato ¿Estaría reemplazando el sentimiento de seguridad con él? ¿Veía en Eobard a mi viejo amigo? Eran preguntas que respondería con el correr de la noche, pero por el momento prefería mantener la cautela y seguir conociendo a mi nuevo compañero de juegos de pared. Una vez sujeta ambas manos, le solté con delicadeza para encaminarme a la tabla y sacar los dardos, volví a su lado y le entregué uno rojo, quedándome con el negro. Apoye con suavidad mi cuerpo en el borde de la mesa al tiempo que cruzaba mis piernas estiradas, observando fijamente al castaño indicándole que le daba el pase de comenzar.



La música cambió y me pareció escuchar la voz de algún cantante muggle conocido ¿seria un remix medio tirado a la electrónica? Era lo más seguro, y a pesar de que estaba a un volumen no muy fuerte, ayudaba a que el ambiente siguiera su curso hasta quizá que hora. Miré detenidamente al castaño, esta vez fijándome hasta en lo más mínimo, no tenía aire alguno a Julian. Giré entre los dedos el dardo mientras sonreía sutilmente, desde lo que había sucedido en la mansión esa noche muchos recuerdos me atormentaban, pero cuando conocí a Eobard los recuerdos no venían a mi mente para atormentarme, al contrario, alimentaban mi alma con una especie de alegría. Nostalgia.



¿Quién era él?




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-Salud por eso.

 

Sonrío, corroborando la alta calidad que caracteriza tanto a la cerveza alemana como el tequila mexicano. Una vez más, viene a mi memoria aquellas vivencias en Ciudad de México. La época en que estuve ahí me favoreció, pues podía hacer algo de magia sin tener que preocuparme por las represalias. Ya no digamos, la captura por parte del organismo regulador. El senado mágico era menos temperamental que el norteamericano, por lo que jamás tuve problema con ellos.

 

-Me disculpo por mi pésima puntería, señorita. -pongo mi mano sobre el pecho y bajo brevemente la mirada, como avergonzado. La ironía de aquel asunto resultaba en exceso graciosa, pues dudo mucho que el mago ebrio se hubiese dado cuenta que un dardo le había atinado, de haber sido el caso. -Es un juego interesante, debo admitirlo. Por supuesto que acepto, así que esperemos no pierda la compostura antes que usted.

 

Tras estrechar las manos a manera de sellar el trato y que Juliette se marchara a conseguir más dardos, decido quitarme los lentes y masajeo mis sienes con suavidad, como si fuera a prepararme para una competencia tan relevante que mi vida pudiera depender de ello. Una vez que la chica regresa con los proyectiles y me entrega el de color rojo comienzo a pensar que la cosa va demasiado en serio. Es una excelente forma de estrechar el lazo de confianza que iniciamos al haber cruzado nuestros caminos tan curiosamente en un pub.

 

-Normalmente insistiría en que tire primero, pero ya que usted se me ha adelantado...como siempre.

 

Río leve, como queriendo sonar molesto por ello. Es una joven bastante peculiar, que parece anticiparse a todo, más aún de lo que yo suelo hacerlo. Pensaría que tiene todo precisamente planeado. Su postura de pierna cruzada delata una gran confianza en sí misma y, ¿por qué no? Una excelente puntería. Deberé esforzarme lo mejor para ganar esta ocasión.

 

Centro mi mirada en aquel dardo, de un tono escarlata cual gota de sangre. Lo sostengo con el pulgar, índice y medio de mi mano derecha, poniéndome lo más centrado posible respecto a la diana. Entrecierro los ojos unos segundos y flexiono el brazo cuya mano sostiene el proyectil, para darle más impulso. Tras un rápido movimiento hacia adelante, libero el pequeño objeto, que unos segundos después se incrusta en el objetivo.

 

-Ha estado cerca. -dictamino, acercándome a la diana para corroborar el resultado. La punta yace en la división entre el centro y el siguiente círculo. Un poco más, y habría ganado dicha ronda.

 

-Su turno.

 

Regreso a la mesa, extendiendo mi mano en su dirección, como invitándole a derrotarme en aquella partida. Es su oportunidad para demostrar su valía, y de paso para que confirme que, en efecto, se trata de una joven fuera de lo común. Aún con el poco tiempo de interacción que hemos tenido, parecería que nos conocemos de toda una vida. Y es curioso, pues al mirarla por unos instantes me trae recuerdos de un encuentro en el pasado. La chica y ella comparten considerables detalles pero, ¿será la misma persona? Tendré que averiguarlo después de beberme ese tequila, pues presiento que la suerte no estará de mi lado en cuanto a los dardos.

 

-No es mi estilo predilecto, pero tampoco me quejo. -comento una vez que el cambio en la música alcanza mis oídos.

 

@Juli-ette

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