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♦..Cacao Café..♦ (MM B: 103979)


Ela Karoline
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Ni bien había terminado de girarse de la barandilla cuando escucho un llamado, esa voz la conocía donde fuera, sin voltearse ya sabía que se trataba de su cuñada Sagitas y cuando lo hizo pudo verle llegar, una sonrisa invadió los labios de la Lockhart quien de inmediato termino de dar los pasos que las separaban.

--Bueno, primero Bienvenida al local y gracias, estar aquí de puertas abiertas es muy de mi agrado y animo-- le dijo echándole un brazo sobre los hombros a la Potter Black --Ahora cuéntame eso sobre el encargo, ¿de qué se trata?-- Pregunto curiosa guiando a su cuñada hacia una de las mesas mas al borde del agua, algo que siempre tenía un efecto tranquilizante en la sacerdotisa, no por nada había tanta naturaleza en aquella terraza, haciendo que parte del bullicio del exterior desapareciera.

--Imagino que cuando dices ya, ya, no se trata de nada realmente urgente-- aunque en su cabeza lo que realmente quería decir es que no fuera uno de esos pedidos complicados que requerían la pericia de los elfos pero también el factor tiempo para la delicadeza, aunque por su cuñada haría lo imposible, claro estaba.

En medio de aquella conversación entre cuñadas, la figura de Alexander Lockhart apareció, con su habitual calma, esa serenidad en el semblante que invitaba a abordarlo, Cye alzo la mano y la movió saludándole pues al verle poca intención de acercarse supuso que esperaba a alguien.

 

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Una de las empleadas que ayudaba en el local debido a las constantes ausencias tanto de Luna como de la propia Cye observaba a la clientela, frunció el ceño al darse cuenta que la pelivioleta ya no sería cosa suya, pero sonrió al ver como el pelirrojo (Alexander) se mantenía a distancia de la dueña, rauda encamino sus pasos hacia el saludándole.

 

-Bienvenido al Cacao Café caballero, gusta elegir una mesa y algo del menú o prefiere esperar a su acompañante- dijo mostrando sus blancos dientes, consciente de que el mago aun no había pronunciado una sola palabra y era ella quien suponía según su pequeña observación que esperaba a alguien.

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@@Alexander Fox, @

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Menos mal que Cye me atendió enseguida. En serio que no sé de dónde saca esa amable sonrisa que le acompaña siempre. Admití su abrazo, aunque no soy de contacto físico con nadie, tengo mis excepciones: mi marido, por supuesto, con ese no tengo ningún problemas de contacto, ejem... Con mi familia, tampoco, al menos que sean muy sobones. Con mi cuñada, nunca; por lo contrario, era de las pocas que conseguía descifrar mi estado de ánimo y con la que no tenía ninguna necesidad de camuflarme, con lo que sus abrazos eran calmantes.

 

En cuanto nos separamos, me dejé guiar hacia una zona alejada de la puerta, aunque ella no perdía el contacto visual con ella y, por ello, supo que entraba Alexander, alguien de la familia a quien había conocido en una fiesta de cumpleaños. Pero ya volvía a estar conmigo y preguntándome sobre mi petición.

 

-- ¡Ay! ¿Puertas abiertas? Entonces intentaré no molestarte mucho, cuñadita. Es que tengo una dulce emergencia.

 

Suspiré y miré de nuevo hacia la puerta. Si entraba alguien, era menester que ella, como dueña, atendiera las visitas. No quería interrumpir su deber como dueña de negocio.

 

-- Rápido : me he quedado sin pastel de bodas. Ha... desaparecido... -- Me rasqué la cabeza en un mudo intento de insinuar que no preguntara. -- Matt se casa mañana y necesito un pastel para unos 100 invitados. Ah, y con la figurita de los novios de chocolate. ¿Podrás...?

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Las palabras de su cuñada la hacían perder la sonrisa para pestañear rápidamente como si fuera una de esas manías nerviosas que suelen tener las personas. –Como que puertas abiertas- por un momento no entendió el comentario de la bruja, pero luego recordó sus propias palabras, se refería claro a que ya no estaba cerrado y abandonado el local, sino que estaba abierto para que los clientes pudieran disfrutar las delicias elaboradas con aquellos dos granos, el caca y el café

-Mujer no interrumpes nada, mira- señalo hacia el mostrador que exhibía hojaldres, biscochos, tartaletas, pastelillos y cuanta masita aguantara el chocolate –Hay elfos y hasta una mesera que ayuden, a ti te atiendo yo- era lo menos que podía hacer, además le apetecía mucho pasar tiempo con su cuñada.

La cara de asombro ante las palabras de la pelivioleta no tuvo igual, cuando apenas pudo articular palabra pregunto -¿Cómo que no hay pastel… que paso?- obviamente no iba a decirle no antes de que ella aceptara solucionar el asunto.

-No hay problema, pondré a los elfos a marcha forzada- ahora era ella la que se rascaba la cabeza –Si claro, con muñecos y todo, lo querrás tradicional, de pisos, algún color en especial o que brille el chocolate- pregunto pues desconocía los gustos de los novios, pero si era por Sagitas seguro llevaría colores, flores y demás.

Por un momento se le nublo la mente ni siquiera recordaba el color de la cabellera de ambos contrayentes, que era fundamental para hacer los muñecos, o si Helike luciría un vestido largo y tradicional o unas de esas modas de cuero en pantalón y botas altas, demasiada información que recabar para tan poco tiempo.

-Haremos un hermoso pastel ya verás- de eso estaba segura y muy sabroso, pero ¿le gustaría a los novios y a Sagitas? Por Merlín que esperaba que si, era un encargo importantísimo, el mejor en mucho tiempo.

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Suspiré y me encogí de hombros. Era un gran marrón y no me refería al color del chocolate.

 

-- Lo sé... Es que tengo... hum... una invitada especial que... hum... le gusta el dulce. -- No di nombre; si se sabía quien era, le cerrarían las puertas en todas las familias de Ottery y seguro que se moría de hambre, pues no tenía trabajo en el Ministerio y vivía de su arte, que solía ser vender pinturas para comer algo de caliente, si las vendía. Lo que implicaba que vivía más en las casas de los amigos que en la suya propia. -- Bueno, que sí, que la tarta ha sido probada para ver si estaba buena y sí, estaba demasiado buena, tanto que se ha acabado un día antes de la boda.

 

¿Era raro? Sí, lo era, pero en mi familia pasaban siempre cosas rarísimas.

 

-- Sí, sí, por favor. Por lo tradicional no me importa, quiero decir que nos lo vamos a comer igual, tenga pisos o tenga plantas o como lo distribuyas. Eso sí, calculo que seremos 100 invitados. Y entre ellos, recuerda, estás tú y los Lockhart, no me falléis.

 

Empecé a pensar en cómo querían los novios que fuera el pastel y di un manotazo al aire.

 

-- Hazlo como me gusta a mí, ellos no cuentan, que yo pago -- sí, una gran suegra, lo sé. -- Que tenga adornitos de flores y perlas de esas comestibles, me gusta comerme una por una todas las perlitas. Procuraré que en mi ración haya muchas. Y ramitas de canela haciendo dibujitos y... ¡Jo, tú eres la profesional, hazlo como quieras pero que esté en la mansión antes de las diez de la mañana!

 

Miré alrededor. Aunque ella había dicho que la mesera ayudaría con los otros clientes, tampoco quería acapararla para mí sola. ¡O sí, demonios! Hacía tiempo que no la veía y me encantaba verla de nuevo.

 

-- ¿Tú crees que los granitos de café quedan bien en un pastel de boda? A mí me gustan, ¿y si haces el pastel y un pastelito chiquito para mí con mil bolas de pelas, granitos de café y algún dibujito gracioso de naturaleza, con pétalos de menta, trocitos de limón y algo de relleno de arándanos...?

 

Reía por lo gracioso de tener mi propio pastel, ¿por qué no podía tenerlo?

 

-- Sobre los novios, Matt es pelirrojizo, ya sabes, y la novia es pelichocolate... Pero no importa, mientras estén buenos... Se los prometí a Tamarindo a cambio de un cuadro de la boda.

 

Y la miré esperando que me confirmara que sí podría hacerse a tiempo. Si lo lograba, es que era maravillosa.

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Alexander estaba algo despistado mientras bostezaba, pensando en como el tiempo estaba pasando excesivamente rápido, ya estaba por los últimos meses del año, y sentía que no había hecho mucho con su vida, había pasado momento increíbles con su familiares, amigos y compañeros, pero aun así se sentía algo inconforme, no podía comprender la causa y mucho menos cuando el sueño lo atacaba repentinamente.

 

Repentinamente pudo sentir la mirada de su madre, aquello le espantó un poco el sueño, se le había pasado por alto saludarla, pero ahora se encontraba a lo lejos atendiendo a una clienta, que al principio no logró reconocer, pero luego se percató que se trataba de Sagitas, así que solo decidió saludar con la mano a lo lejos intentando corresponder el saludo con gentileza, no deseaba irrumpir en los negocios de las damas.

 

-Muchas gracias por la bienvenida señorita – respondió con una gentil sonrisa, le era agradable ser atendido con esa educación – Si no es problema creo que elegiré una mesa, no se cuanto se pueda tardar mi acompañante - agregó pensando en lo despistado que podía ser su hermano a veces.

 

-Por cierto, joven dama, ¿qué tomaría usted para espantar el sueño? – preguntó con suavidad mientras le observaba curioso, quizás una recomendación lo ayudaría un poco a levantar sus energías.

 

@ @@Noah Lockhart

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  • 2 semanas más tarde...

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La información que le suministraba su cuñada era un poco graciosa, aunque de ser la novia seguro que no le haría gracia que se hubieran comido el pastel antes de la boda, pero bueno, ese tipo de cosas pasaban en familia y más en una tan... encantadora como la de su cuñada, ella misma había hecho de las suyas en alguna ocasión y se podía decir cualquier cosa, menos que faltara comida, chuches o frutas.

-Entiendo, entiendo- dijo apretando los labios para no reírse al imaginar la escenas. -Entendido 100 invitados, lo haremos sin problema- sus orbes fueron por un momento hasta el mostrador, un poco más allá, en la ventanilla que daba a la cocina en busca de las pequeñas criaturas que laboraban, esperaba que también a ellos le hiciera gracia el asunto de que era de un día para otro el pastel y no uno cualquiera, sino de bodas y para la cuñada de la dueña, ósea que Cye estaría encima de ellos siendo totalmente quisquillosa y pidiéndoles perfección.

Ahora si soltó una risa, al escuchar que el pastel debía ser como a la Potter le gustaba, aunque la novia no fuera ella, escucho uno a uno los detalles, perlas, flores, ramitas de canela y granos de café, espera, espera, ¿café en un pastel de bodas? bueno hoy día nada debía sorprender. -Bueno haremos que quede bien, el cliente manda- dijo con toda ceremonia.

Ahora lo del pastel pequeño para la madre del novio, eso no se había visto nunca, pero vamos que Sagitas era Sagitas, siguió riendo tomando nota mental: trocitos de limón, pétalos de menta, perlas, granos de café y relleno de arándano. -Tendrás tu pastelito también a ti no puedo decirte no, nunca- agrego guiñándole un ojo a la bruja y enganchando el brazo de la mujer para invitarla a tomar algo juntas.

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Mientras tanto la mesera pelirroja atendía al hijo de la propietaria, quien amablemente le había contestado y había decidió ocupar una mesa, la chica hizo un movimiento con la mano indicándole que siguiera y escogiera cualquiera de las mesas que había en la terraza y que estaban desocupadas y listas para los clientes. -Claro que puede elegir la que guste y en la zona que guste- se hizo a un lado esperando que el mago se movilizara, mientras tanto saco su libretilla para tomar nota del pedido que el chico hiciera.

-¿Yo?- la pregunta la sorprendió un poco, sin embargo de inmediato se repuso y los ojos que había delatado la sorpresa se tornaron traviesos -Bueno hay algo que suelo hacer, es una mezcla de chocolate con café recién molido y un chorrito de menta, es totalmente delicioso, tanto para el sueño como para frio y calor- de pronto se dio cuenta de que estaba hablando mucho y se apeno -Pero si lo prefiere puede ser un café express doble-

A veces la juventud de la muchacha la llevaba a entablar conversaciones graciosas con los clientes que pronto regresaban por su hospitalidad y por esa chispa que encontraban en la chicha, Cye había visto aquellas cualidades y la había contratado de inmediato.

 

@@Alexander Fox, @

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Su hermano le había invitado a tomar un café a uno de los locales de su madre, por supuesto su respuesta había sido afirmativa pues hacia ya mucho que no salia a solas con el y aún mas desde que hacia una visita a uno de los negocios de su madre, con el inicio del mes y mas con el cambio de empleo el rubio estaba hecho un caos o mas de lo habitual, por lo que no era sorpresa que ya fuera tarde a la reunión con su hermano.

 

Corrió por los pasillos del refugio acomodándose la chamarra que llevaría, antes que se le olvidara tomo unos cuantos caramelos petrificantes y los puso en su bolsillo, era lo menos peligroso que tenia en ese momento y por ello lo único que podía llevar al negocio sin el riesgo de volarlo todo o de que su madre lo pusiera a limpiar todo lo que ensucio. Iba vestido con un pantalón de mezclilla una camisa playera negra y una chamarra color camello.

 

Salio del refugio y se desapareció sintiendo como todo se movía y se ponía borroso apareció unos cuantos metros del local en el callejón diagón, no sabia si su hermano ya estaría allí pero era mejor que se apresurara, reviso palpando por encima de su pantalón que aun llevara los caramelos y su varita sobre todo su varita que era lo mas importante, se alegro al sentir que llevaba todo y con una sonrisa se acomodo un poro el cabello (iba despeinado como siempre) y avanzo hacia la puerta abriéndola y dando un vistazo.

 

Sonrio al ver allí a su madre y a su tía, parecían estar muy ocupadas por lo cual decidió no interrumpir. Encontró de inmediato a su hermano pues su cabellera era in confundible, entro en el negocio y camino directo a la mesa donde se encontraba sentado Alex y sin dejar de sonreír se paro en frente de el.

 

-Hola hermano, que gusto volver a verte, pareces un poco ... desvelado-

 

Comento el rubio soltando una leve risa.

 

@@Alexander Fox

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Los pasos de Valeskya la guiaban casi instintivamente por los diversos negocios que habían dentro del Callejón Diagon. Era algo que comenzaba hacerse habitual en ella, en primer lugar porque disfrutaba de ver todos los negocios que recordaban y que ahora ya no estaban, así como ver los dueños que habían decidido aparecer con nuevas opciones de compra, siempre dispuestos a cumplir con las expectativas de los magos y brujas que habitaban en Ottery.

 

En segundo lugar le resultaba un tanto extraño, ya que ahora tenía una nueva responsabilidad: ahora formaba parte de la Orden del Fénix y eso provocaba que sintiera que estaba patrullando las calles, en lugar de disfrutar de un breve paseo. Ese pensamiento la molestaba, comenzaba a sentir la paranoia que le provocaba esa responsabilidad: sentir que la seguían, que su familia estaba en peligro, que ella estaba en peligro. Todos esos pensamientos comenzaban a arremolinarse dentro de ella, al punto de provocar que su buen humor se disipara rápidamente.

 

Se detuvo enfrente del Cacao Café, un negocio que se veía sumamente acogedor y por el nombre, la ojivioleta supuso que tendría algo que ver con el chocolate, el cual resultaba ser su postre favorito. El sol estaba en su punto más alto y era un día sumamente caluroso, lo cual la irritaba aún mas; ese día llevaba jeans, una playera de mangas en un color rojo, su negra cabellera la llevaba recogida en una coleta y, ese día iba maquillada, llevando un labial del mismo color de la blusa.

 

No lo pensó mucho para entrar, confiaba en que vendieran algo frío para quitar esa molesta sensación de calor que le provocaban los rayos del sol. Buscó la mesa más alejada de la entrada, básicamente para no tener que estar viendo constantemente quien entraba o salía del lugar. Su mirada violácea recorrió el lugar, buscando alguna cara conocida; quizás le vendría bien platicar con alguien, pero no encontró ninguna cara conocida, así que sin más se sentó en una mesa colocada en la esquina y justo a la mirada de todos.

 

- ¡Hola! ¿Me podrían prestar un menú por favor?- Exclamó en voz alta, buscando que alguien de los que trabajaba en el lugar, pudiera atenderla.

 

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El ajetreo del lugar y el ir y venir de los clientes hacían que ella sonriera aún más, hacía apenas dos días que había vuelto de su viaje de negocios con los Vulturí y estaba sumamente cansada pero aún así sonreía sin más a los clientes que venían y charlaban un poco con ella, no había visto a su mejor amiga Cye, pero supuso que estaría por allí buscando más recetas, no había tenido tiempo de comentarle que era lo que le había pasado para no estar en su negocio, pero decidió que aquella charla con su consejera podría esperar un poco y máxime si veía a una potencial clienta justo sentándose allí, a donde pudiera atenderla en breve.

 

Se acerco presurosa a la señorita de cabellos negros, alisando su traje violeta claro, su delantal blanco para no ensuciarse encima, mientras sacaba algo de tierra de sus zapatos igualmente violetas que había tenido por ir atrás a buscar más café para los demás clientes, sonreí alegremente como hacía siempre que una clienta se aparecía por allí, mi experiencia me decía que cuanto más sonreías más cálida y amable era la respuesta de quien tuvieras en frente tuyo y eso estaba comprobado por mí en más de una ocasión.

 

- Hola señorita, bienvenida al cálido y hermoso lugar que es el Cocoa Caffe, ¿que desea tomar? tenemos chocolate blanco en taza, chocolate en taza solo, café con chocolate, además de tabletas de chocolate de menta, de frutilla, de chocolate en rama, chocolate derretido, volcán de chocolate y dulce de leche, siguiendo con las bebidas, tenemos chocolate con chispas, amargo, chocolate de menta y chocolate, que en particular es mi favorito y el que todos me pide, el chocolate con leche, espuma de cacao y ramitas de chocolate encima, aunque mi favorito es el de menta con chocolate pero usted vera cual prefiere y yo se lo traigo y para comer hay tortas de frambuesa, torta brownie de chocolate y por supuesto lemon pie, la de lemon pie me gusta más a mí y la torta enteramente de chocolate con salsa de chocolate y dulce de leche adentro es una de las preferidas de los clientes y pues ¿cual va a elegir? - Le pregunté hablándole calidamente mientras sacaba mi anotador y me preguntaba si podría sentarme con ella a charlar, al fin y al cabo, no había tantas personas allí y las que estaban ya habían sido atendidadas por mí -

 

Mi expectación por su respuesta y mi miedo por haberla abrumado se hizo visible en mis cálidos ojos azules claros, me acomodé nerviosa un mechón de mi cabello pelirrojo oscuro, esperando que no notará que realmente temía haberla asustado y que se fuera, en mi afán de atenderla cordialmente me había pasado recitándole la carta como si fuera una sabelotodo, si bien era cierto que conocía la carta de cabo a rabo, debía de haber esperado hasta que ella me dijera que quería y no abrumarla más con muchas cosas, además de que querría charlar con ella, sobretodo porque me parecía sumamente agradable y quería tener otra amiga además de mi querida Cye, por supuesto y del pequeño Albus o Made, a quienes quería y adoraba por igual.

 

- Si quiere puedo darle más tiempo o sentarme y contarle que otras cosas también puede pedir - Le comenté sonriendole alegremente y con libreta en mano, lista para anotar lo que quisiera y poder charlar con ella a la misma vez, porque realmente me había agrado y eso que apenas la conocía -

 

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No tenía mucho tiempo de haberse sentado allí, cuando de repente una chica apareció de pronto; su rostro le parecía conocido de algún lado, aunque no lograba ubicar de dónde. Al contrario de ella, parecía que constantemente se encontraba de buen humor, pues su cálida sonrisa parecía salir de forma tan natural, que la ojivioleta estuvo tentada a preguntarle cuál era su secreto para poder mantenerse así, ya que parecía que su buen humor lo había perdido hacía mucho y aún no lo encontraba. La bruja sacudió brevemente la cabeza, haciendo a un lado esos pensamientos y se enfocó a escuchar todo lo que venía recitado en la carta.


A decir verdad, apenas había comprendido la mitad de todo lo que le había recitado la joven de ojos azules, lo que sabía es que todo traía chocolate y al menos eso era algo bueno. Se quedó pensativa durante unos instantes, pues no estaba segura si pedir algo para acompañar el chocolate que eligiera. Por primera vez desde que había llegado, se dedicó a inspeccionar el lugar: por alguna razón, el lugar parecía emanar una calidez especial, como si tuviera un aura que invitaba a la gente a quedarse por allí.


- Emm… disculpa, creo que me perdí a mitad del menú chocolatoso que me has dicho. – Exclamó Valeskya, aunque recordó algo que le había dicho la joven de cabello rojo oscuro. - Ese de menta con chocolate que dices que es tu favorito… sería genial de probarlo. – Con un ademán, invitó a la joven para que se sentara. - Y con respecto a lo otro… ¿lemon pie dices? Creo que también sería perfecto… para iniciar.-


Si bien su condición vampírica no le permitía disfrutar de los alimentos tan cómodamente como el resto de las personas, de cierta forma disfrutaba las cosas que contuvieran mucho dulce y eso implicaba toda clase de postres: mientras más azúcar, era muchísimo mejor para ella. A la Granger le haría bien platicar con otra persona, la distraería un poco de su habitual y de paso serviría para conocer a más gente, que buena falta le hacía, pues generalmente solía ser una persona bastante reservada.


- Espero que no te digan nada que te quedaras a conversar conmigo. – Dijo la ojivioleta con amabilidad. - Soy Valeskya Granger, un gusto. – El tono de su voz era inusualmente tranquilo mientras se presentaba. - ¿Tú eres la dueña de este lugar? – Preguntó con curiosidad.


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