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♦..Cacao Café..♦ (MM B: 103979)


Ela Karoline
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Observaba mis zapatos en el césped como se humedecían un poco sin dañar el cuero por el esmalte que estos llevaban, de eso se encargaba Dash cada tarde de pulir los zapatos hasta las zapatillas aunque lo último me parecía un poco de exageración. Una voz llamo mi atención, sabía que la bruja la había visto antes, creo que en la gala de San Valentin, ella compartía mesa con Sagitas sino estaba mal informado.
Extendí mi mano y tomé la de ella con delicadeza, -Buenas tardes señorita Ela- cuando dijo que era la prima de Cye recordé que así se había presentado en aquel evento.
-¿Como esta usted?- seguía a la joven hacía donde me indicaba, -¿Cye no se encuentra presente?, andaba caminando por el callejón y se me ocurrió pasar a verla- me encogí un poco de hombros extrañando no fuera ella la que me había recibido.
-Espero que le haya contado cosas buenas- sonreí un poco, -Llevamos muchos años de amistad con su prima- esperé que ella tomará asiento antes de hacerlo donde me indicaba.

 

@@Ela Karoline

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La llegada de @@Seba Granger a la terraza del Cacao café fue providencial para sacar a Karoline de aquella maraña de pensamientos oscuros sobre el porvenir de la comunidad mágica, se saludaron como corresponde a dos personas que han tenido pocas coincidencias pero con la semilla que parece puede sembrarse para que resulte una amistad.

 

--Cye esta ausente, sé que puedo confiar en usted-- dijo con cautela luego que tomaron asiento en una de las mesas menos céntricas para poder platicar --Ay perdón pero puedo tutearte, es que sino voy a sentir que hablo con mi abuelo-- lo decía porque el mago no aparentaba tener tanta edad como los ancianos a que ella se refería y era a quienes ella guardaba distancia.

 

--Ella estaba muy abatida, su centro de pronto desapareció y necesitaba alejarse para recoger los pedazos y reconstruirse, pero lo está logrando, me ha escrito y así parece, además os manda saludos y un paquete que me pido llevará en persona a vuestro negocio-- confesó y la verdad es que así lo haría en los próximos días.

 

--No volverá en un largo tiempo, y bueno yo estoy a cargo de los negocio y la familia, aunque sospecho que mi propio abuelo me esta saboteando y aleja a los Lockhart del castillo para que yo me sienta más sola y me rinda abandonandolo todo-- confesó con tristeza y se estremeció como si de pronto se hubieran trasladado al polo norte --Ya sabes soy la nieta no reconocida, mi padre la oveja negra, pero Cye tiene un extraño modo de hacer justicia-- esta vez sonrió más animada y las orbes esmeralda cobraron vida.

 

--Todo bueno en realidad, para ella eres un caballero de la mesa redonda, seguro y confiable y espero tener yo el tiempo de granjearme tu amistad y la de tu novia Darla-- el Granger sin duda alguna era como Cye lo había descrito todo un caballero de esos que según su prima solo Darla y la rubia tenían la suerte de encontrar, al menos a este lo podía conocer pero a Ishaya..

 

Era obvia la juventud e inexperiencia de karoline, sobre todo en el ámbito mágico, pero lo compensaba con esmero, entusiasmo y calidez, esa propia de los Lockhart, era inevitable corría por sus venas aunque la mayor parte del tiempo intentará parecer dura e indiferente.

Editado por Ela Karoline
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La figura encapuchada de Elizabeth vagabundeó por las diferentes calles de Londres, las cuales, se tornaron cada vez más estrechas y concurridas; hasta que, finalmente, cedieron el paso al Callejón Diagon. Una vez allí, la pequeña lechuza sin nombre dejó de pulular y por fin, después de varios días de camino, pareció tranquilizarse.

 

Para aquel entonces, Elizabeth estaba empapada en sudor. Su camisón blanco - propio de un hospital - estaba pegado a su escuálido cuerpo, y aunque éste no era visible gracias a la túnica que aquella desconocida chica le había proporcionado, se sentía desnuda y sucia. Además, tras varios días de viaje, la túnica también había adquirido un tono descolorido. Todo ello junto a su rostro cansado y demacrado, propio de haber permanecido bastante tiempo sin dormir y sin probar bocado, hacían parecer a Elizabeth casi una vagabunda.

 

- ¿Dónde estamos? - Le preguntó a la lechuza - ¿Es aquí donde...? - Enmudeció al recibir un picotazo en su oreja. - ¡AY! - Al parecer el animal no quería ser molestado hasta terminar con su misión - Está bien, está bien... - Suspiró y siguió su camino, siguiendo el vuelo - ahora tranquilo - de la lechuza.

 

Por suerte, los habitantes de aquellas calles vestían similar a ella, aunque no se veían tan desmejorados. Avergonzada, se escondió más si cabe en el interior de su capucha.

 

La lechuza dobló una esquina y se posó sobre un letrero en el que se leía "Cacao Café". La joven miró el cartel y luego al animal sin comprender - ¿Y ahora qué? En serio... - Susurró irritada - No estoy para más juegos - Pero al ir agarrarla, la lechuza, tan traviesa que era, retomó el vuelo y fue a parar a un cojín. La bruja agobiada la siguió y cuando por fin la atrapó, el cojín tomó vida y de pronto se encontraba en un concurrido café.

 

- Ay dios, ¡Que vergüenza! - Dijo para sí misma y casi se hundió en el asiento de pura vergüenza. No tenía dinero, ni ropa que la hicieran ver tal y como ella era. Estaba segura de que la echarían de aquella cafetería. Sin embargo, por otro lado, pensó que a lo mejor la lechuza la había llevado hasta aquel lugar por alguna razón. Tal vez, en aquel lugar pudiera encontrar a la tan misteriosa "Familia Lockhart".

 

Así pues, esperó a ser atendida mientras sostenía a la - ahora feliz - lechuza en brazos.

Editado por Patri Gryffindor L

 

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  • 2 semanas más tarde...

yS53s4E.png(con Xell Vladimir)

 

 

Aunque el olor a chocolate caliente se olía a kilómetros desde que entrabas en el Callejón Diagon, no fue aquello lo que nos llevó hacia el negocio de mi cuñada. Sabía que era de los pocos que se mantenían en pie desde la caída del secreto, tal vez porque a todos les gustaban los cacaos y las pastas bien hechas y la calidad era algo que siempre abundaba en aquel local. También porque, a simple vista, podría pasar por un lugar donde no había magia. En estas fechas en las que la Magia era perseguida por las altas autoridades muggles (¡Diosa! ¿Cómo permitiste que la ONU cayera en esa injusticia?), era difícil encontrar tiendas abiertas que te vendieran varitas o escobas.

 

Así que no fue el olor a chocolate sino la visión de los Inquisidores (no sabía el nombre pero eran esos policías especiales que vigilaban el uso de la magia, o mejor explicado, el estricto no-uso de la magia, en Londres. En cuanto los vi, cerré el negocio de varitas que aún mantenía abierto aunque, lógicamente, bien escondido ante sus ojos y saqué a Xell del de la Librería, cerrándola para evitar que la pillaran. Las dos corrimos hacia el Cacao-Café de mi cuñada para avisarla.

 

Cuando llegamos allá, había una jovencita con una lechuza en la mano. Arqueé la ceja y miré hacia la calle. Ya no había tiempo, los teníamos encima.

 

-- ¿Ela? ¿Estás por aquí?

 

Y la vi, entonces, sentada en la terraza del negocio. Palidecí al ver que casi llegaban.

 

-- ¡Ela, vamos! -- le grité. Y obligué a Xell a sentarse en una de las mesas interiores, disimulando que leíamos los precios de los productos que allá vendían.

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Xell Vladimir

 

 

Estaba asustada, no podía negarlo. Aquello era anormal. Sabía que corríamos peligro pero ¡Allá, en el Callejón Diagon! ¡¡No era posible!! Sin embargo, la tía Sagitas me había obligado a cerrar mi negocio y esconderlo de los muggles que se acercaban. ¡Muggles, sí, muggles! ¡En el Callejón Diagon! La Librería pareció desaparecer de la vista de todos, aunque nosotros sabíamos donde estaba y cómo era su fachada y no ese falso escaparate que parecía roto y abandonado. Después corrimos hacia la tienda de la tía Cye. Yo pensé que , como ella ya no estaba en el pueblo, estaría cerrada, pero me di cuenta del error cuando entramos y vimos a gente sentada. Sagitas se puso a gritar por Ela y caí en la cuenta. Claro, Ela Karoline era ahora quien gestionaba el negocio en su nombre.

 

- ¿Qué hacemos tíita? - pregunté a Sagitas, al notar que se sentaba y tomaba uno de los menús, disimulando.

 

Tomé uno y esperé a que alguien llegara, un elfo para atendernos o esos muggles que buscaban la magia... Estaba asustada, sí, muy asustada pero mi varita estaba cerca, no iba a dejar que me pillaran.

Editado por Xell Vladimir Potter Black

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Conversaba plácidamente con @@Seba Granger, uno de los amigos de su prima Cye, permitiéndose conocer de esta forma a nuevas personas en la enrevesada comunidad mágica de la que ahora formaba parte, estaban allí sentados, ajenos a lo que ocurría en el exterior del Cacao Café.

 

De pronto los ojos esmeralda de Ela se posaron sobre la figura desaliñada de una joven que abandonaba el columpio que subía a las personas desde la calle hasta la terraza, sus ropas parecían haber visto tiempo mejores, y el conjunto en general encendían las alarmas de la compasiva bruja, estaba por disculparse con Seba cuando otra figura ingresó, en realidad eran dos, Sagitas y Xell, ambas hermanas de sacerdocio, compañeras de la Orden del Fénix, familia.

 

Las vio tomar asiento en una de las mesas más cercanas y desocupadas gracias a la poca circulación de la gente por los negocios del Diagón, parecían agitadas y juraría que hasta nerviosas, aunque no alcanzaba a comprender la razón. El que la llamarán en voz alta no disminuyó para nada su curiosidad.

 

--Discúlpame un momento por favor-- le dijo al mago y se levantó, antes de llegar a la mesa de las dos sacerdotisas, se encontró con la muchacha que abrazaba una lechuza, la contempló por un segundo y decidió que no podía dejarla allí parada, tal vez tuviera hambre y no dispusiera de dinero, o que tal si estaba herida o pérdida, no, no, definitivamente no la dejaría a su suerte, ya después se lamentaría.

 

--Ven conmigo muchacha-- le dijo tomándola de un brazo y conduciendola de prisa hacia donde estaban sus dos amigas --Siéntate por favor, soy la propietaria y ellas mis amigas-- informó en tono amable, luego ocupó la otra silla desocupada y mirando a la rubia y a la pelivioleta preguntó.

 

--Bienvenidas, me da gusto verlas, aunque parece que las persigue el diablo--

 

@@Patri Gryffindor L.

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  • 2 semanas más tarde...

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Aunque mis ojos se pasearon varias veces por el menú de tazas de chocolate y pastas para acompañarlas, mi mente estaba en otro sitio; sólo repetía una y otra vez alguna coletilla tipo "huum, este café irlandés puede estar bien" sin saber si realmente allá ponía café irlandés o patatas fritas, pues no estaba leyendo para nada. De reojo, vi acercarse un par de sombras oscuras que se correspondían a la imagen de un par de funcionarios entrajetados.

 

-- Este café estará muy bueno, ¿verdad, Xell? -- le pregunté a mi sobrina con una voz clara e incluso demasiado alta, como si fuera lo normal y corriente tener una voz chillona (que lo era, ahora que lo pienso). -- Aunque no sé si tendrán azúcar moreno o panela. ¿Tú qué crees?

 

Creo que ni yo misma sabía de qué hablaba. Aquellos dos hombres parecieron mirar hacia el interior y yo seguí mirando el menú y charlando de lo primero que me pasaba por la cabeza. Mi mano sujetaba aquel cartoncillo pero, en realidad, estaba a un tris de sacar la varita que estaba al alcance de un movimiento de varita. La voz de Ela casi me hizo pegar un respingo. La miré atentamente como si con los ojos quisiera transmitirle el peligro que corríamos pero le sonreía, mi expresión facial no dejó traslucir para nada mi nerviosismo.

 

-- ¿Qué nos aconsejas? Que sea dulce, señorita.

 

Tal vez si notaba que no le llamaba por su nombre, se daba cuenta que no estábamos reaccionado con normalidad. En cuanto los dos hombres se alejaron del cristal, me permití mirar por encima de mi hombro. Bajo la manga asomaba la puntita de la varita.

 

-- ¿Se han ido? -- Le pregunté a Ela. Desde su posición podía ver mucho más escaparate que nosotras.

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  • 3 meses más tarde...

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El ambiente era extraño, una calma que no sabia explicar ni de donde provenía se hacía casi tangible, muchas cosas habían cambiado desde la última vez que estuvo en aquella terraza, algunas que hubiese preferido con todo su corazón que no ocurrieran, como el vacío y la certeza de que no volvería a sentarse en una de esas mesas a platicar con su amigo @@Seba Granger, porque el universo lo había reclamado demasiado pronto en otro plano, donde seguramente conquistaria a todo el mundo con su simpatía, trabajo y determinación, con su caballerosidad y genuina empatia, Cye y Ela habían perdido al mejor amigo que hubieran tenido en cambio el cielo había ganado un verdadero ángel.

--¡Ya te extraño muchísimo Seba!-- no quería ni pensar en cómo se sentía Darla, difícil de asimilar era una palabra amable en comparación con lo que debía estar pasando, no sabia si acercarse a la bruja o darle espacio, aquella pareja fueron los primeros en abrirse ala pelirroja al su llegada a Ottery y los consideraba amigos reales.

Otro largo suspiro escapo del pecho de Ela, mientras los elfos terminaban de decorar la terraza con y poner las calabazas como centros de mesa, alusivos al las fiestas de Hallowen. Por otro lado habían cosas que si le gustaban y mucho, como el hecho de que @@Sagitas Potter Blue fuera la actual ministra de magia, en cuanto se lo había contado a Cye en la visita que acababa de hacerle, esta se había emocionado hasta las lágrimas porque al fin, tanto trabajo de parte de la peli-violeta era reconocido.

Ahora, allí mismo, Karoline no tenia idea de cómo estaban las cosas en Londres, el callejón diagon o el pueblo mágico, deseaba que la estabilidad fuese el fruto del cambio ministerial, pero tampoco era tan ingenua para pensar que eso se conseguía de la noche a la mañana. ¿Sería oportuno invitar a una merienda a la Potter en su local? quizás estuviera muy ocupada... Editado por Ela Karoline
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Hacía un buen tiempo que no pasaba por aquel hermoso y mágico lugar que me recibió para ver la compra de mucho de lo que necesite en mis inicios como mago. El callejón diagon siempre era el mismo pero a la vez siempre era distinto por todos los negocios que allí estaban, cada uno muy diferente al otro pero unidos eran lo que daban el toque maravilloso de allí.

 

Conocía un sitio donde antes frecuente algunas veces. Allí hacía a mi criterio en mejor café de todos, la variedad de sabores, el ambiente, todo hacia de Cacao Café un sitio especial. Había visto a una persona a la que le hablé de salir a tomar aunque fuera una taza de café y que mejor ocasión que está ya que estaba cerca de donde hacían uno maravilloso.

 

Saque entonces un pedazo de papel que siempre llevaba en algún bolsillo de mi chaqueta ya que como inefable era como una costumbre y escribí en el

 

" @ te gustaría por los viejos tiempos vernos para hablar de todo un poco? Hace mucho que estoy fuera de la comunidad mágica en Reino Unido y vaya que han cambiado las cosas no?. Si quisieras estaré en Cacao Café.

 

Albus."

 

Doble aquello y lo lance al aire sabiendo que el documento llegaría directamente a las manos de la persona. Vi como a alejaba el pedazo de papel y camine entonces hacia la cafetería. Al llegar busque una mesa cerca de la entrada donde la persona pudiera ubicarme fácilmente.

 

Se acercaron a ofrecerme alguna cosa y para comenzar pedí una taza normal de café venezolano porque sabia que el sabor de dicha bebida de ese país era increíble y así daría tiempo de recibir alguna respuesta o de que quizá la persona se animara y viniera.

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Hannah Rambaldi

Había pasado tanto tiempo en la sala del tiempo, que aunque sonara extraño para ella no había sido más que unos cuantos minutos, probablemente la mujer rubia llevara allí un par de días y no se había dado cuenta de ello, quería una solución a ese problema, pero la única que tenía a su alcance era tan banal que no se atrevía siquiera a tomar nuevamente uno de aquellos objetos que una vez utilizó para ayudarse a recordar y en dónde ayudó a una jovencita a encontrar a su familia...
Decisiones, decisiones... Aún no sabe qué hacer, pero puede estar la respuesta al alcance de una vuelta o dos de un nuevo giratiempo, está a punto de tomarlo, nadie lo notaría, ya lo había hecho una vez y aquel curioso artefacto lo había regalado y nadie se había dado cuenta... Sólo era cosa de estirar la mano y probablemente podría recordar (o más bien volver a vivir) aquello que le había sido robado después de aquel hechizo desmemorizador.
Estaba a punto de tomar el pequeño reloj de arena cuando (no sabía cómo aquello había entrado a esa habitación) el pequeño papel en forma de avioncito llegaba hasta ella y caía al piso, le sorprendió el cómo había llegado hasta allí, pero más fue su sorpresa al ver la firma del remitente...
Albus ...
Tocó el dije de fénix que llevaba colgado a su cuello, algo que él hechizo desmemorizador no había hecho era quitar el recuerdo que tenía acerca de quién se lo había regalado. ¿Cuánto hacía que no sabía de él? Seguramente era mucho tiempo. Sonrió al leer que la invitaba a verse por los viejos tiempos, era extraño aquello, de pronto un día dejo de saber de él, pero no iba a desaprovechar la oportunidad, así que tomó su capa de viaje y salió del departamento de misterios. Mientras caminaba por los pasillos al elevador que la subiría al atrio del ministerio iba pintando sus labios de tono rosaceo, al salir del ministerio giró y desapareció.
El lugar en el que había aparecido era el callejón Diagon, el joven Black la había citado en una cafetería que ella conocía, servían, para ella, el mejor café tailandés.
Colocó su capa de viaje en uno de sus blancos brazos, dejando al descubierto su vestimenta, un vestido corto color rojo cereza, su cabello había crecido en el tiempo que ellos dejaron de verse y enmarcaba su cara con finos rasgos y sus ojos color esmeralda.

 

La rubia llegó por detrás de él, que se encontraba sentado esperando, seguramente, un café venezolano, aún no olvidaba sus gustos, con mucho sigilo tapó los ojos del joven al llegar a él -Adivine ¿quién soy señor Black?-lo dijo en una voz melosa cantarina para después destapar sus ojos antes de que él respondiera y darle un beso en la mejilla a forma de saludo -Me alegra verte de nuevo ¿Cómo te ha ido en todo este tiempo?

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