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~ Ink Master ~ (MM B: 104529)


Arya Macnair
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Lyra Katara Selwyn

 

-No es ninguna molestia, me encanta hacer este tipo de canastas.- Comenté.-Gracias por tus comentarios, me dejas tranquila. Pregunté porque cuando les pedí a Evelyn y a Franklyn que me dijeran como les había ido, se la pasaron una hora dicieron que se fueron por culpa del otro, a veces parecen niños chiquitos.

 

Moví la cabeza negativamente, mientras pensaba en esa discusión que parecía no tener fin entre ellos. Por lo que me decían los elfos parecía que últimamente estaban así y uno de ellos sugirió que a lo mejor estaban así porque siempre se molesta a la persona que le gusta a uno.

 

-No recuerdo ni siquiera con que me los hice, simplemente un día ya no estabam.- Si hubiera podido recordar, podría haberme dado cuenta de que se habían borrado con los recuerdos de la Marca, tras mi última salida. Quizás por si alguien había llegado a ver esos tatuajes, no me identificaran, aunque no estaban en zonas visibles.-Debe ser por lo que dices, que eran tatuajes muggles y por la magia desaparecieron.

 

Era la explicación más lógica. Me alegro la propuesta de Arya y acepte, Me gustaría conocer el local y si no iba a sentir nada, nada perdía con hacerme otro tatuaje.

 

-Entonces acepto. Estaba pensando hacerme uno en el hombro izquierdo, en la parte de atras, con el pentágono invertido y en el centro el número 666, algo pequeño. Aunque estoy abierta a sugerencias.- Contesté.

 

Segui caminando con ella que me había tomado del brazo, pensé en seguida qe ese no era un negocio cualquiera, sino una galería de arte.

 

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Arya oyó lo que su posible cliente le decía y abrió los ojos como platos. Tragó un poco de saliva y le sonrió posando una mano en su espalda de forma amigable para que doblara por un pasillo donde tenía exhibido un tatuaje que quería mostrarle en un cuadro con marco de algarrobo. Encendió las luces con un movimiento de varita y sus pasos resonaron como un dueto junto a las de Lyra, aquella mujer le inspiraba confianza, de esa fraternal que no quieres perder una vez se te es otorgada, además de ser muy bella y delicada para portar semejante cosa. —Quiero enseñarte algo— le dijo al detenerse frente a algo que estaba cubierto por una tela blanca.

 

—El negocio se abrió por capricho del único dueño actual, Hank. Él no se ha hecho cargo jamás y pues tenemos cosas como éstas, únicas y jamás puestas en público— la breve explicación fue cargada con un dejo de irritación y nostalgia mezcladas, una bomba explosiva para quién comprendiera de amor. Tiró de la tela con la mano derecha y una pequeña nube de polvo se les pegó a la ropa, avergonzada dio un paso al costado y todo el pasillo se vio iluminado por un tenue maullido. En el cuadro el rostro colorido de un elegante felino les devolvía la mirada y maullaba complacido de ser descubierto.

 

—Creo que ésto iría muy bien contigo. Fuentes confiables me han dicho que no por nada te apodan minina— Sonrió de forma victoriosa, como un gato al acorralar a un ratón, no deseaba marcar la piel de la mujer con algo tan espantoso como la firma del diablo.

 

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Lyra Katara Selwyn

Arya no precía estar muy convencida con el tatuaje sugerido. Al parecer se negaba a hacer un tatuaje con ese simbolo, por lo que estaría abierta a sugerencias. Seguramente ella me daría una mejor idea de lo que podía hacerme. Sin embargo sus palabras me descontrolaron un poco.

 

-¿El único dueño actual? Pensé que tu también eras socia del mismo.- Contesté.

 

Pude ver que dejaba al descubierto el retrato de un hermoso felino que además, maullaba. El maullar era lo único que no hacia el tatuaje del antebrazo, pero no me vendría mal otro. Aunque no me imaginaba estar en pleno curso o atendiendo en el Magic Mall y de repente saliera un maullido de mi hombro.

 

-Es hermoso. ¿El tatuaje también maullará? ¿Se pueden controlar los maullidos?- Pregunté. Escuché el comentario de Arya y sonreí, era tiempo de hacer una demostración.-Te mostraré el porqué me dicen minina.

 

En cuestión de segundos, delante de Arya estaba una minina persa blanca, igual que mi piel. A diferencia de lo que se creia de los animagos, me había transformado con todo y ropa, además de mantener conmigo mi varita mágica y monedero de piel de moke, tal como lo hacia la profesora McGonagall.

 

Maulle, ronronee y me frote en las piernas de Arya como todo gato que busca caricias de su dueño. Me hubiera gustado arañar algo en ese momento, pero no quería dañar el decorado del sitio. Volví a ponerme en mi posición original y volver a mi forma humana, con la ropa que llevaba originalmente.

 

-Es por eso que me apodan minina.- Contesté sonriendo, como si acabara de hacer una travesura.

 

Jugaba con mi varita en la mano derecha, mientras esperaba que Arya me explicará más sobre los maullidos.

 

-Estoy interesada en este tatuaje. Es precioso.- Comenté.

 

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"Tilín, tilín, tilín" sonó la campanilla de la puerta anunciando un visitante, pero Alicia ya tenía la varita esgrimida de manera defensiva apuntando al origen del ruido. Desconfiadísima, se le quedó mirando hasta que terminó de sonar y luego bajó la varita, que escondió dentro de su chaqueta, antes de ingresar en el local. Sus ojos no terminaban de examinar el lugar de un lado a otro, hasta preocupada por quién podría encontrarse en el interior. Llevaba una vida entera escondiéndose de una cosa y otra, de unas personas y otras, de unos animales u otros, daba igual, pero siempre escondiéndose. ¿Era un riesgo exponerse a la vista de la justicia? Evidentemente, pero es que Lucy había insistido tanto...

 

La rata estaba comodísima en el bolsillo del pantalón de la mujer. Asomaba la cabeza y miraba con la misma curiosidad con la que lo hacía su dueña, sólo moviendo los ojos en derredor. Olía a muchas cosas ahí dentro (del bolsillo) pero olía a muchas más cosas en el boliche, porque claro estaba de que muchas personas lo habían visitado y prolongado su visita por varios minutos, si no horas. Y sin embargo, no veía la hora de librarse de aquel compromiso.

 

¡Buenas tardes, señora! —saludó enérgicamente a la mujer que había detrás del mostrador, y se dio cuenta de que hacía mucho que no emitía palabras humanas. Suficiente para empezar la perorata—. ¿Hacen tatuajes a animales? No que yo sea animal (a veces lo soy, le confieso, me puse bien bestia con ese mago persa el otro día), pero me pregunto si podrían hacerle un tatuaje a mi mascota. Es que ha sido su cumpleaños hace poco (no le digo la edad porque es bien sentida sobre el tema, un infierno, le confieso), y como se me olvidó me tiene fregando desde ese día exigiéndome el regalo y blablablá, usted ya sabe. Como fuere, le prometí un tatuaje que diga "Peace & Love". La idea era ponérsela en los nudillos ya que son diez caracteres, pero la muy tonta perdió un dedo hace 3 años por hurgar mis cosas (no pregunte) y bueno, quedan descartados los nudillos de las patas delanteras, así que las queremos en las traseras. La cosa es, señora, obviamente no dudo de sus capacidades, pero una rata tiene los dedos muy pequeños ¿entiende? Se lo expliqué más de cien veces pero está terca con que los quiere ahí, y no sé si usted es capaz, o si tiene el material para hacérselo en los nudillos.

 

Entonces, al terminar de hablar, Alicia reparó en dos, no, tres detalles: Uno, que había hablado demasiado, como siempre. Dos, que la pobre Lucy estaba nerviosísima tratando de esconderse lo más al fondo del bolsillo que le era posible. Tres, que había una mujer antes en la fila, que había estado hablando con la vendedora antes de que Alicia las interrumpiera y que se le hacía familiar, completamente familiar.

 

¿Trelle? —preguntó agudizando la vista, intentando reconocerla. Y si era ella, eso explicaba porqué la pobre rata había entrado en pánico.


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Lyra Katara Selwyn

Antes de que Arya pudiera decirme algo, otra clienta nos interrumpió, pero antes de llegar a verla, crei reconocer su voz. Se me hacia sumamente conocida, ¿pero de doónde? No lograba recordarla, era muy lejano el tiempo en que había sucedido eso que lograba relacionar con su voz.

 

Me voltee y la reconocí, casi me desmayo al verla, porque, ¿no se suponía que estaba muerta? Era una de las cosas que se contaba en Ottery y más ahora en que un día de repente la granja Redexmort se había encontrado cerrada.

 

-Los muertos vuelven.- Pensé.

 

Me había recargado en Arya, me había acercado un poco para observar bien a la mujer y eso era bueno para mi, de lo contrario hubiera ido a parar al suelo, cosa que no hablaría bien de mi valentía. ¿Desde cuando un mago le temía a un fantasma? Había visto a la rata que intentaba esconderse de mi, lo que me hizo sonreir. Aquello podría ser divertido, al menos para mi.

 

-Si Trelle, soy yo.- Respondí, mientras señalaba su bolsillo.-Veo que me trajiste un juguete, ¿cómo supiste que estaría aquí?

 

Bromee. Sería interesante escuchar la respuesta de Arya, aunque nunca me atrevería a hacerle un tatuaje a mis mascotas.Nunca entendería como lograba mi trelle entender tan bien a su rata.

 

-Arya, si quieres atiendela primero, por favor. Quiero ver como se le hace un tatuaje a una rata.-Comenté.-No te importa que vea, ¿verdad trelle? Aunque me has dado un gran susto. Sabes como surgen las historias en Ottery y algunas contaban que estabas muerta y que por eso cerro la granja Axel, porque se le aparecía tu fantasma.

 

Había ido muy pocas veces a esa granja, pero me gustaba porque parecía una familia bastante unida, por eso me había causado tristeza que se dijeran ese tipo de cosas.

 

-¿Segura que tu rata quiere un tatuaje? Parece bastante nerviosa.- Comenté, fingiendo inocencia.

 

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@@Alicia Spinnet

Editado por Lyra Katara Ryddleturn

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- ¡Aaaaaaaaaltoooooo! - gritó con tanto estruendo que María Joaquina salto del bolso de cuero que se cruzaba sobre su hombro derecho. Había abierto la puerta con tanta fuerza que el vidrio de la vitrina yacía repartido por todo el suelo; la puerca corría angustiada y chillando a todo pulmón sin una trayectoria definida. - ¡Diablos Maria Joaquina quédate tranquila que te vas a cortar una pata! Y si te pillan herida, te comen en un dos por tres; con ese sobrepeso que tienes se harían un banquete los muy malditos. - La cerda se detuvo en seco y la miró con tal miedo que no se percato que la piernas detrás de las cuales se escondía, pertenecían al alma más impía(?) de la región, Alicia Spinnet.

Fue entonces que la melena de la castaña se sacudió, despejando sus ojos y permitiendo entrever la ceja alzada con que la chica miraba a la matriarca Rexdemort. No la veía hacia demasiado tiempo como para recordar incluso cuánto. La vieja mal humorada seguía igual que siempre, de seguro tenía algún trato de juventud con el diablo; o en su defecto el chupacabras (?). Pero eso ya daba lo mismo, había llegado hasta ahí siguiéndola, así que tarde o temprano se enfrentaría a ese rostro. Pero el barrido que dio su vista por el lugar la hizo caer en cuenta que había dos personas más en el lugar, una era una mujer que había visto en la Marca y la otra una chica desconocida que por su aspecto y posición debía ser la tatuadota si es que no era de lleno la dueña del local. Al mirarla de frente abrió los ojos y se puso pálida, no llevaba ni dos minutos en el local y ya había hecho destrozos.

- ¡No se imagina cuánto lo siento! ¡Solucionaremos esto! ¡Lo prometo! - se rasco la coronilla alborotando aún más su cabello y desplegó su sonrisa más suplicante - cuando María Joaquina tenga sus cerditos, le traeré unos cuantos a modo de desagravio. Hay muchas formas de cocinarlos...

La cerda, con toda altanería soltó un bufido. Terpsícore la miró furibunda a lo que la chancha soltó un suspiro. Se acomodó el bolso de cuero en el hombro y avanzó a grandes zancadas hasta situarse al lado de Alicia. La miró con una seriedad poco propia en la Black Lestrange:

- Alicia - dijo susurrando y soltó un tosido - Lucy no quiere ese tatuaje... Ella quería algo más... - hizo una mueca buscando la palabra, dándole suspenso- ... ¿Cómo decirlo? Ehhh... Llamativo (?).

Se metió la mano al bolsillo del jeans hurgando en busca de algo que al parecer no estaba ahí; prosiguió su búsqueda con la otra mano en su respectivo bolsillo, sin obtener resultados aún. María Joaquina, al percibir la tensión del ambiente comenzó una desbocada respiración que conjugaba los alaridos de una cerda con el mayor placer sexual proyectado por un ser humano (?). La búsqueda de la chica no concluía en ningún resultado, ya estaba indagando e lo profundo de su bolso cuando, abrió los ojos -¡Ahhhh! Ya sé - metió la mano en su escote y ahí estaba en su palma, un roñoso, mordisqueado y arrugado naipe rojo. Extendió la mano hacia la Spinnet y con una sonrisa de satisfacción agregó: -¡ábrelo!.

Editado por Terpsícore Black Lestrange

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-¡Puaj!

 

Ese olor...

 

Eso de salir del agujero en que te tenian metida durante los ultimos tres años, era un poco dificultoso en un principio, la desorientación, el sueño, el mal humor y la poca paciencia omnipresente, no ayudaban a concentrarse en su objetivo.

 

Siguió el desagradable olor hasta la esquina siguiente y se encontró directamente frente a la puerta de un local. No se molestó en leer ni como se llamaba ni todo ese material propagandistico que anunciaba ofertas y novedades en las vidrieras de este. La puerta estaba abierta. Esquivó los vidrios que estaban esparcidos por el suelo en el umbral y entró con pasos triunfantes tipo queen bee.

 

Vislumbró el momento en que una rubia desaliñada, que estaba de espaldas a ella, pasaba algo de una mano a otra, y en el momento que susurró algo, Maharet interrumpió.

 

-¿Alguna vez dejaran esas horrendas criaturas en los agujeros a los que pertenecen?- Dijo mirando a nadie en particular.

 

Arrugó la nariz con gesto desagradable y miró a su alrededor comtando más personas de las que le hacían sentirse cómoda. Conocía a tres de ellas, la tonta rubia a quien no soportaba pero ni su presencia; la asquerosa rata... bueno a la asquerosa dueña de la rata y a Katara con quién había tenido cierta familiaridad alguna vez.

 

-¿Qué es ese papel?

 

Hizo intento de arrancarle el papel rojo de la mano de Alicia, pero la rata del hades le arañó y estuvo a pocos centimetros de morderla.

 

-¡¡Asquefoso bicho!!

 

La mujer de pelos rojos se acarició la muñeca mientras miraba con odio a la rata y esperaría el momento adecuado para descuartizarla.

 

-Bueno ¿Qué rayos hacemos aqui?

Editado por Maharet Li Lindemann

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Macnair frunció un poco el ceño al pensar que el Ministerio habría hecho mal su trabajo y aun se le adjudicaba la sociedad de aquel negocio, pero no quería arruinar una charla amena con Lyra por asuntos burocráticos. Inspiró de forma educada, se tragó todas las hipótesis y sonrió a su interlocutora, —Verás, Hank y yo tenemos una relación... estrecha— sus mejillas se enrojecieron y sintió un jalón a la altura del estómago por mentir de forma tan descarada, ¿estrecha?, era imposible que se estuviera de pie con la cercanía del Demon Hunter, y aunque no hubiese nada concreto, ella lo amaba. Suspiró, —Cuido de su negocio cuando él viaja al exterior por más tinta, por negocios o en busca de algún buen artista— segunda mentira del día, la nariz le crecería pero el corazón se le partiría en dos de no regresar de aquella misión.

 

De pronto la embargó la desesperación, había perdido la cuenta de cuándo había sido la última vez en verlo; antes de partir eso era seguro, ¿pero cuándo volvería?, el jalón se volvió un calambre y como acto reflejo ambos brazos rodearon su estómago. No existía cosa peor para ella que el no saber. —Podemos hacer que no maúlle, si así lo deseas— cortó en seco los sentimientos encontrados que la alejaron por un instante de la realidad, pero entonces la campanilla de la puerta sonó y retumbó contra todas las paredes de Ink Master anunciando a un nuevo cliente, o más de uno.

 

Aun repasaba maravillada la forma en que Lyra le había obsequiado una hermosa demostración de animagia cuando alguien soltó palabras como balas en su dirección. Arya abrió los ojos como platos intentando captar absolutamente todo lo que la mujer decía pero su cerebro solo lo procesaba como incoherencias, más por cortesía le dejó acabar. —Buenos días, para empezar— ante todo la educación, —Lamento informarle que no, no realizamos tatuajes a animales. Eso está altamente penado por el Ministerio, la tinta podría dañar a la criatura, de encontrar un sitio que le diga lo contrario debería denunciarlo— expresó con diplomacia totalmente horrorizada.

 

Repentinamente el grupo se agrandó.

 

Su sobresalto fue extremo al igual que la sorpresa, ¿era aquello un cerdo?, de estar presente el dueño del negocio posiblemente con un movimiento de varita lo hubiera hecho polvo, pero ella era demasiado buena con los animales para realizar semejante cosa. Seguidamente alguien se acercó con un sin fin de disculpas que claramente no servirían para reparar los vidrios rotos y algún que otro jarrón destrozado que se había caído de su pilar, —Le agradezco pero preferiría que le ponga una correa a su mascota— un gruñido ensordecedor se oyó de detrás del mostrador cosa que puso aun más incómoda a la pelirroja.

 

Sombra y su soltura elegante habían regresado todo a su sitio, no le había costado demasiado buscar la varita en su cintura y realizar una floritura intentando retrasar el momento en que Siberia saliera de su escondite con las fauces rebosando en baba y los ojos inyectados en sangre. La vulgaridad y exoticidad de ambas mujeres la dejaba verdaderamente sorprendida, pero no era aquello lo que había puesto en alerta al Huargo, es decir, Lyra se había transformado en un gato de un momento a otro y éste no había intentado volverla su cena.

 

Y seguimos con la perorata, una tercer mujer apareció y de entre las sombras tras la espalda de Macnair una figura blanca como la nieve y tres veces más grande que cualquier lobo normal se dejó ver. Tenía las orejas hacia atrás, la cola tiesa y la mitad del torso rozando el suelo. —Yo me estaría preguntando lo mismo, señoritas— soltó ya con poca paciencia y cara de pocos amigos, —Como ya expresé, no hacemos tatuajes para animales— dijo a Alicia y guardó su varita en la cintura de su jean, —Y si deseaban hacer entrega de correspondencia, les recomendaría una lechuza o la mensajería de Sagitas. Quizás un café es mejor sitio que una casa de tatuajes— finalizó mirando a Terpsícore.

 

@@Maharet Li Lindemann @Terpsícore Black Lestrange @@Alicia Spinnet @@Lyra Katara Selwyn

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Me sorprendió la forma en la que reacciono Arya. Reconoci a Maharet, a pesar de que tenía mucho tiempo que no la veia, aunque la otra joven que venía con ellas no la recordaba de ningún sitio. Estaba indecisa entre irme o ver como terminaba esa situación.

 

No podía contestarle a Arya lo que me había comentado de Hank y por lo que le cuidaba el negocio, debido a ese ataque. Los ruidos me ponían algo nerviosa, pero esperaba que pronto se calmara la situación, aunque conociendo a mi trelle, a lo mejor no me equivocaba y habían ido a robar a ese negocio. Movi la cabeza negativamente.

 

-Me encantará hacerme ese negocio, más si se puede hacer que se calle en algunos momentos.- Comenté.-Aunque me tatuare otro día que no tengas tantas visitas.

 

Al menos había aprendido algo en esa visita y era que estaba prohibido hacerle tatuajes a animales. La pobre Lucy nunca tendría el tatuaje que había pedido de cumpleaños, aunque para mi era mi trelle quien debería recibir de regalo una visita a San Mungo, porque no lograba explicarme como la rata le indico lo que quería.

 

Mire el sitio donde estaba el único tatuaje que tenía, en ese momento no estaba. No siempre se mostraba a los demás.

 

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-¿Mi fantasma? Jajajajaja, esas son tonterías, evidentemente -respondió Alicia haciendo un movimiento con la mano-. Y no sabía que estabas aquí, Trelle, es una agradable coincidencia... claro, agradecería que no menciones nuestro encuentro -agregó con complicidad.

La mujer que atendía el negocio sin embargo, expresó su negativa a realizar el tatuaje a Lucy.

-¿Penado por ley? ¿Está segura? Tengo un doctorado en Leyes Mágicas además de haber redactado yo misma alguna de ell... ejem, quiero decir, ¿no podemos llegar a algún acuerdo beneficioso para ambas partes? -sonrió enseñando los dientes. Si la mujer era sagaz, adivinaría que Alicia estaba realmente comprometida a dar lo que sea por ese tatuaje.

En eso un grito, un destrozo y unos chillidos las sacaron de la agradable conversación que a penas iniciaban. Y no podía ser para menos, o eso pensó cuando se dio cuenta de que era Terpsícore y María Joaquina quienes habían entrado al lugar, esta última refugiándose detrás de Alicia (porque claro, vamos, todos sabían que tener a Terp de ama y propietaria tenía riesgos terribles como que regalen a tus crías ni bien las tengas). Tal parecía, la dueña del local no era la única que ponía peros al tatuaje de Lucy. Así, en medio de los gemidos sexuales de María Joaquina, Terpsícore realizó una búsqueda en cada recoveco de su cuerpo hasta dar con un naipe que entregó a Alicia. Lo miró.

-No sé, miss Terpsícore, si de entre todas las cosas raras con las que me ha salido esta sea la más sobresaliente. O al menos encabeza, le digo -extendió el naipe mostrando lo que había dibujado-. Un corazón que lleve escrito "Mohter" no sé si sea lo que Lucy busca... además de estar mal deletreado, claro, pero no la juzgo con la baja educación que ha tenido. Los rumores dicen que usted fue alumna de...

Y la respuesta entró por la que había sido la puerta quejándose del mal olor. Y de las criaturas, creyéndose que tenía el derecho para criticar su elección de mascotas cuando ella tenían tan mal gusto para vestir. Encima intentó quitarle el naipe que Terp le había dado sin éxito.

-Miren esto... Una sorpresa viene tras otra. Maha, tal parece que llegaste siguiendo a Terp. ¡Y deja de mirar así a Lucy!

En eso la negatividad de la dueña propietaria del inmueble volvió a azotarlas sin piedad. No sólo se negaba a realizar un tatuaje, se negaba a tener gente en su local. Alicia se giró hacia ella y observó que tenía una mano en la varita, no sabía si lista para sacarla, o si estaba guardándola.

-Rayos, señora, disculpe la presencia de mis amigas -dijo sabiendo que luego se arrepentiría de haberlas llamado sus amigas-, es que evidentemente quieren ver cómo queda el tatuaje de Lucy que diga Peace and Love. Pero me extraña, verá, su desagrado de tener clientes potenciales en su negocio, lo digo por la manera contante en que me dice que no hacen esos tatuajes y que la correspondencia, blablabla. Le confieso que si el tatuaje de Lucy quedaba bien yo planeaba hacerme... mmm... no sé, algún detallito en la cadera, o en la pantorrilla, de esos que gustan tanto a los hombres de las tabernas. Si hasta escuché que el Ministerio daba incentivos monetarios por visitas de clientes, qué pena con usted que no seamos el tipo de clientes de su agrado... yo...

Y Alicia empezó a derramar lágrimas copiosas que le bañaban el rostro.

-... érfana de padre y madre. ¡Es más nunca les conocí! Y la que me había adoptado me usaba para cargar sus cerveza que no eran precisamente de mantequilla...

Llorando más y más con cada palabra, Alicia se acercó hasta el mostrador, y se arrojó sobre este llorando y llorando. Quejándose de la vida con la cara hundida entre los brazos. Se quejaba de su infancia, de los precios de las escobas, de la apariencia de Terp y Maha, y más vigorosamente: del hecho de que la mujer no quería hacerle un tatuaje a Lucy por su cumpleaños.


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