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Groter Shulton Granpié
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Caminaba por la desolada calle, la legendaria Abbey Road, totalmente vacía, un par de coches a cada dalo de la calle, árboles que adornaban las aceras de la calle desierta, las líneas blancas adornado la calle y el aire silencioso, prediciendo una tormenta, las nubes se arremolinaban cuando comencé a caminar por el centro de la calle despreocupado.

 

Venía vestido con un pantalón deportivo, una playera blanca, tenis bien apretados y mi cabello recogido en una coleta perfectamente hecha, firme y listo todo para lo que se asomaba, así que caminé hasta que pude verla, aunque no pude evitar sonreír.

 

La varita en mis manos se movía con ansias por el momento de adrenalina que se avecinaba, era mi gran regreso, mi varita pedía que volviera a hacer lo que sabía y estaba listo para demostrar de qué estaba hecho.

 

La lluvia comenzó justo cuando le hice a Arya una pequeña reverencia. - Hola amiga, ¿estás lista para mi regreso? Y no dudes que mi estilo es el de antes. - Reí bajito mientras con mi mano derecha dibujaba círculos con la varita ansioso por comenzar. - Comencemos con algo gracioso. - Susurré mientras agitaba mi varita y pronunciaba de forma clara y fuerte.

 

- ¡Floreus!

 

En la siguiente acción de mi mejor amiga saldrían unas flores, unas rosas blancas, me encantaba comenzar así, le daba algo de gracia al asunto y al comenzar con una risa me quitaba un gran peso de encima, el de la presión del momento, sobre todo ahora que estaba tan oxidado.

 

Recordaba el primer duelo entre ambos, había sido fabuloso, era cuando realmente me sentía mejor duelísticamente, ahora no tanto, pero estaba atento, a cualquier situación, estaría listo para enfrentarla, estaba listo para ganar.

"Si no quieres entender que hibernando están las brujas, amarrate a una escoba y vuela lejos... "


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Giró sobre sus talones y momentos después se encontraba en uno de sus lugares favoritos, la calle donde una de las antiguas y famosas Bandas Muggles que tanto adoraba habían posado para la portada de uno de sus discos, The Beatles. La pelirroja sonrió y respiró el aire matinal, dulce y húmedo, al parecer pronto llovería y no estaba vestida para la ocasión; unos zapatos de tacón plateados calzaban sus pies y resonaban en la acera al tiempo que sus pasos se encaminaban sin prisa para acercarse a destino, dónde su mejor amigo la había citado para volver al ruedo, por fin tendrían un duelo como los de antes, como los que los presentaron y los enfrentaron cual rivales mortales que acabaron amándose inmensamente.

 

Al llegar frente a Groter, detuvo su andar a unos 10 metros, asintió con su cabeza tras la reverencia y Sombra apareció en su diestra, un vestido blanco perlado se ceñía a su marcada y curvada silueta, y una fina capa de viaje azul cubría el resto de su cuerpo, —¿El mismo estilo?— preguntó borrando la sonrisa de su rostro y soltando una sonora carcajada que se oyó por cada desolado rincón de aquel sitio que parecía encantado solo para que dos almas gemelas se disputaran a muerte. Su varita emitió un ligero Crack y supo que el efecto de su contrincante había surtido efecto.

 

—!Sectu..!— Exclamó haciendo un movimiento exagerado con su brazo derecho, como si flameara una bandera.

 

A sabiendas de lo que pasaría, una ramo de rosas blanca afloró en la punta de Sombra, Arya las tomó, se las acercó al rostro, estaban ligeramente perfumadas y sus suaves pétalos acariciaron sus mejillas sonrojadas. Clavó sus ojo azules en el torso del Evans, entre el ramo de rosas y susurró levantando ligeramente su varita, —!Morphos!— la prenda superior de Groter se transformó con suma rapidez en una avispa marina que al mero contacto con la piel de su víctima impregnaría un mortífero veneno que acabaría con su vida poco a poco.

 

—Pongámonos serios Evans ..— Murmuró, aun sin alejar el ramo de su rostro.

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  • 3 semanas más tarde...

Estaba algo oxidado, pero el recordar lo básico, arraigado en mi cerebro, en mi piel, en los recuerdos que me llevaban a defenderme instintivamente, así que sabía que Arya iba a atacar, pero debía evitarlo, no podría pasar, así que agitando mi varita pronuncie con fuerza al mismo instante que el movimiento.

 

- ¡Floreus!

 

Lo dije antes de que Arya pudiera conjurar, luego pude escuchar su hechizo, su morphos, pero con mi atenta reacción lo unico que salio de su varita fueron unos tulipanes vivos, tan radiantes como la misma mañana. - Sabes cuanto odio ser serio, así que no me pidas imposibles. - Sonreí mientras le daba un beso a la palma de mi mano, luego soplé hacia Arya, mandandole el beso y riendo bajito.

 

Luego era tiempo de defenderse un poco más, así que conjuré tan pronto como ella tuvo sus flores y mis manos me lo permitieran, moviendo mi varita y tan concentrado como podía, el trozo de madera mágico entre mis dedos pedía que fuera cauteloso, que fuera sagas, que llegara a la victoria.

 

- ¡Avis!

 

Doce petirrojos salieron de mi varita con la única misión de volar enfrente de mi, para hacer una pared que no pudiera ser penetrada con rayos por mi contrincante, la única indicación de defenderme, así que ahora vendría la parte de comenzar a atacar, aunque jamás había sido tan difícil, esta vez no quería herirla.

"Si no quieres entender que hibernando están las brujas, amarrate a una escoba y vuela lejos... "


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—¿Tulipanes?— cuestionó observando que su hechizo no había surtido efecto y por el contrario, un ramo de esas flores horribles estaba ahora en su mano, suplantando las rosas blancas que habían caído al suelo como acto reflejo, —¿Me quieres muerta o algo así?— le preguntó con una media sonrisa en el rostro, —Sabes que odio estas flores— agregó, separando sus pies un poco para ganar estabilidad, al llegar a aquel sitio no sabía exactamente con qué se encontraría, su mejor amigo se había apartado de toda la acción por lo que creía tener cierta ventaja, pero al parecer rememorar sus días como estudiante, juntos, le había traído a la mente todo lo que él sabía. La pelirroja suspiró y sus ojos brillaron, estaba viendo al joven que admiraba, del que había aprendido que aunque la vida te golpeara hasta el cansancio jamás había que darle el gusto y quedarse en el suelo, siempre había una razón para volver a estar de pie, y en muchas ocasiones Groter había sido la suya.

 

—Vamos, no estás frente a una niña— Soltó indignada al ver todas aquellas aves materializarse delante del Evans, extendió su brazo con fuerza y apuntó al rostro de su contrincante segundos después de que las aves comenzaran a aletear, no quería perder demasiado tiempo, —Strellatus— exclamó, era la primera vez que utilizaba aquel hechizo, Sombra se sintió extraña. como si una corriente eléctrica la azotara e hiciera hormiguear la mano con la que la aferraba en ese momento, toda la energía de su cuerpo se canalizó y salió del extremo opuesto de su varita en forma de luz cegadora, pues en primera instancia, aquel era su objetivo, cegar a su compañero. De inmediato su ataque hizo efecto en Groter, privándole del sentido de la vista por uno momento, pero sin mucho más.

 

—Morphos— dijo cambiando de objetivo y apuntando a un auto familiar que se encontraba abandonado a cinco metros de dónde ella ase encontraba parada y a dos metros de Groter, con rapidez, el automóvil se transformó en un enorme oso pardo de casi tres metros de altura parado sobre sus patas traseras, filosos colmillos y garras, ojos pequeños y oscuros, amenazante, esperando a la orden de su creadora que al instante murmuró sin apartar la vista de Groter y volviendo su varita en su dirección:

 

—Atácalo— ordenó.

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  • 2 meses más tarde...

Se quejaba de las flores, aunque sabía de antes que esas flores no eran precisamente de sus favoritas, pude haber escogido otras, claro pero en ese caso no le habrían molestado así que era momento de seguir, así que apunté a su blusa y moviendo mi varita conjuré algo que sabíamos que me encantaba hacer cada vez que teníamos un duelo.

 

- ¡Morphos!

 

No veía lo que pasaba así que sabía que me había hecho, había atacado antes así que no veía nada, sonreí mientras esperaba un momento, para atacar, cuando recobré la visión me sentí algo atontado, respiré con fuerza frotando mis ojos con ambas manos. - No es gracioso, no te das cuenta que de por si estoy ciego. - Bromeé y al abrir los ojos vi un enorme oso y entendía lo que había hecho.

 

Le apunté al oso de frente en la cabeza, mientras se acercaba. - Regalame uno del mismo tamaño, pero de peluche, sería un buen regalo de navidad. - Puntualicé y luego agité mi varita mientras para conjurar en contra del animal, algo que me daría la oportunidad de utilizarlo a mi favor.

 

- ¡Oppugno!

 

Conjuré para que el oso se volviera a mi favor, ahora yo controlaba su voluntad.- ¡Ataca! - Grité apuntando a Arya para que el oso atacara a quien lo había conjurado, ahora aprendería que desventajas tenía el uso de un animal para atacar, aunque no la culparía, amaba hacer lo mismo.

"Si no quieres entender que hibernando están las brujas, amarrate a una escoba y vuela lejos... "


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El oso se apresuró a correr la distancia que lo separa de Groter y con rapidez dio un certero zarpazo en medio del pecho de éste abriendo profundas heridas en formas de franjas diagonales, desgarrando la prenda superior ligeramente pues aun su dueña necesitaba de dicha utilidad. La sangre brotaba y Arya sonreía sintiéndose extraña, había dañado a su mejor amigo y éste no había podido hacer nada la respecto, un par de aves no lo protegerían de un enorme oso pardo de casi 150 kilográmos y tres metros de altura, y el Strellatus lo había cegado en el momento justo para que su propio Morphos no saliese, estaba acabado.

 

—MorphosArgumentó apuntando al torso de Groter con presura, justo cuando éste intentó oppugnear al animal que estaba a su lado, pero el daño estaba hecho. El oso se volvió hacia Arya dispuesto a atacar como ahora le ordenaban, tres metros los separaban, tenía un margen de segundos para lograr su cometido.

 

La camiseta de Groter mutó en una avispa marina, ésta inyectó su veneno directamente en las heridas abiertas que el oso había dejado para ella, así que la ponzoña corría por el torrente sanguíneo del Evans McGonagall en cuestión de segundos, pronto su sistema comenzaría a fallar y podría morir, pero no se detendría ahí.

 

—SectusempraBramó apuntando ahora a animal que se hallaba a medio metro de ella. El rayo verdoso surcó la corta distancia entre ambos e impactó de lleno en la pequeña cabeza del Oso, partiendo su cráneo en dos como si se tratase de una manzana y acabando con su vida tras un gemido de dolor y un gruñido amenazante que quedó resonando en la cabeza de la pelirroja, ¿Qué le estaba pasando. Disfrutaba haciendo eso?.

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