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Confesionario de las Lamentaciones (MM B: 87865)


Reena Vladimir
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No tardó mucho en cambiar el olor del bosque, se volvió cálido, costaba respirarlo y a los pocos segundos una forma humana apareció, devolviéndole al bosque su olor y frescor.

 

Ella no parecía muy convencida de que quisiera su ayuda y lo entendía. De cualquier otro modo, ni siquiera me hubiera planteado pedírsela, pero no cuestionar lo que la naturaleza te dice, era uno de mis principios desde antes de sentir la llamada, por lo que me levanté para quedar frente a ella y le tendí la mano.

 

-El viento dice que debemos encontrar algo juntas. Te tiendo la mano en gesto de unidad y de no agresión.

 

La confianza vendría con el tiempo, porque no la conozco lo suficiente y porque el trato había sido mínimo.

 

Había terminado de pronunciar las palabras cuando el viento volvió a hablarme, fue enigmático y no tenía yo claro que Annabelle lo hubiera escuchado, por lo que la miré y levanté un dedo para que escuchara...

 

-Él puede ayudar...

 

-¿Él? ¿Quién es él? Te acompañaba alguien en el confesionario Annabelle?

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  • 1 mes más tarde...

Annabelle Isabella Rambaldi Di Sforza

 

- viniendo de tu parte es todo un halago -le dijo Annabelle con una cálida sonrisa y asintió con la cabeza.

 

- ¿El... viento? - a la italiana le daba la sensación de que Reena hubiese perdido la chaveta, pero claro, había conocido a brujas cuyo poder mágico influía en el viento, o otras, que tenían el poder de controlar el fuego, el agua...

 

La mujer de pelo cobrizo se sentó en el suelo y cruzó sus piernas. Quería entender a la hermana Reena pero la desconcertaba, no sabía lo que quería de ella. Había seguido su energía y por suerte la había encontrado pero tampoco tenía tanto poder para comprender lo que la mujer de cabellos rojos quería decirle...

 

- ¡No! -exclamó un poco fuera de sí- mis disculpas, no, nadie me ha seguido. Me encontraba sola en el confesionario, haciendo mis oraciones a nuestra Gran Diosa... hasta que la escuché a usted -asintió con la cabeza manteniendo la sonrisa.

 

- ¿A qué se refiere con eso? -preguntó porque básicamente estaba completamente descolocada con toda esa situación, ella que había ido al confesionario de las lamentaciones a hacer sus oraciones y al recogimiento y ahora estaba ahí...

 

- ¿Hay algún peligro que yo, deba saber? ¿Porqué buscar algo que desconocemos? -elevó sus hombros para demostrar su desconocimiento total a lo que ella le planteaba -si ni siquiera el viento te lo sabe decir con más claridad... La madre naturaleza suele ser más explícita -le dijo con una galante sonrisa de oreja a oreja.

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No llevaba mas que unos minutos en presencia de Annabelle y ya me arrepentía del pacto de no agresión que yo misma le había ofrecido. Pero es que tenía la sensación de que me trataba y por tanto me sonreía como si yo estuviera loca. Dudaba que estuviera sonriendo porque quisiera ligar conmigo, eso no acabaría bien para ella...

 

-La madre naturaleza nunca especifíca!!! -Le puntualicé dando una patada al suelo -No sé a quién le has estado rezando, pero en la naturaleza todo es relativo, por lo que nos ha dicho que busquemos algo y hasta que no lo encontremos no sabremos qué es lo que es.

 

Me separé de ella unos metros y pensé en lo que había dicho el viento. Si no me había dicho su nombre es que le conocía y si podía ayudar es que tal vez tuvieramos confianza con él.

 

-Matt, claro, es mas que comprensible...

 

Me senté allí mismo, ignorando la presencia de mi compañera, mas por que ahora tenía una misión, contactar con mi primo, que porque verdaderamente la estuviera ignorando a proposito.

 

Junté mis manos y me concentré para crear la llama de la llamada. Me estaba costando crearla y cuando la tuve delante me sentí mas cansada de lo habitual. Aquel bosque tenía algo extraño, tal vez es que absorviese magia, en tal caso mi fuego no llegaría muy lejos y Matt, finalmente no sería avisado. Pero debía intentarlo igualmente.

 

"Primo, El tejo me ha llevado, y creo que tu puedes ayudarnos, estoy con Annabelle, a que esto no acabe en catástrofe. Acércate a un fuego de leña y haré lo posible por que podamos hablar. Reena"

 

El fuego como siempre salió hacia el cielo, sin carbonizar nada a su paso. Eso era de agradecer ya que lo que menos me apetecía era agredir a la naturaleza, cuando tanto me había dado. Esperaba con fervor que el mensaje llegara a destino, porque sin duda sería un gran avance ya que de alguna forma él podría mediar entre la vampira y yo, aunque sospechaba que tampoco se llevaba demasiado bien con ella.

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Annabelle Isabella Rambaldi Di Sforza

 

- ¡Por favor! ¿¡Quieres calmar tu genio, maldita sea!? - le dijo la mujer, mirándola con olos ojos entrecerrados -desde luego, menudo carácter. No entiendo porqué estás tan preocupada. Me has llamado, he venido, estoy aquí, puedes confiar en mí -llevé mis manos a mi pecho...

 

- Pero hay algo en tu mirada que no lo hace a pesar de que me has prometido una especie de pacto de no agresión -le soltó la sacerdotisa. Sabía leer bien las caras de los demás y en el pasado, le había venido bastante bien. Pero también era cierto, que no quería provocar a esa mujer.

 

- ¿Matt? -susurró la sacerdotisa, se dio cuenta del pequeño detalle de la otra "hermana". Se había separado de ella unos cuántos metros. Negó con la cabeza. No entendía porqué su cuñado debía estar ahí. Se suponía que ambas según sus ramas sacerdotales, debían de ayudarse para encontrar algo que para ellas era desconocido.

 

Se sorprendió además de cómo la mujer de pelos rojos invocaba una especie de llamada usando el fuego. Para ella, según las energías del lugar, debía existir cierta magia o poder que parecía que la consumía ella podía sentirlo también. No quería asustar a la mujer así que, se acercó a ella por detrás y puso sus manos en sus hombros, le susurró al oído.

 

- Antes de que me arres una torta por ésto, solamente es para que tengas más energía - no pretendía para nada intentar ligársela ni mucho menos. No, no era esa su intención porque, si Heliké se enteraba, fijo que echaba el grito en el cielo. Pero al final, había conseguido realizar esa llama y enviar la llamada al cuñado de Annabelle. Se sorprendió por el poderío de la bruja, algo que la hacía sentirse un poco más tranquila.

 

@@Reena Vladimir

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Un escalofrío me subió por la espalda al sentir su boca tan cerca de mi oreja. El instinto más básico, el del pánico, hacía acto de presencia en mi cuerpo. Si me ocurría algo en presencia de esa vampiro, no sería la primera sacerdotisa, ni la última, devorada por sus poderes. Pero mantuve la compostura como pude, puesto que con su contacto había recibido cierta energía.

 

Ignoraba por completo que los vampiros pudieran hacer eso. Las sacerdotisas al ser mordidas, parecían sin poder evitarlo y los vampiros, son un conjunto de glamures destinados a ser el mejor cazador de sangre caliente. No tenían dones como los que podía tener yo. Incluso se me hacía extraño que pudieran hacer uso de varitas, como el resto de magos. Pero como Annabelle no se iba a sentar a explicarmelo ni pregunté.

 

Me separé de ella y empecé a recoger palitos del suelo que parecieran secos. Necesitaba una hoguera para poder hablar con mi primo y mantenerme alejada de la castaña hasta que pudiera controlar mi voz y mis gestos formales, para darle las gracias por su ayuda, sin temblar como las hojas mecidas por el viento, que nos rodeaban

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Annabelle Isabella Rambaldi Di Sforza

 

La bruja se sorprendió al ver cómo la mujer se separaba de ella. Ésta por supuesto no entendía el porqué pero tampoco pretendía agobiarla, así que dejó que hiciese lo que tenía que hacer. La vio recoger muchas ramas y la Sforza pensó que sería para hacer un fuego para que llegase su cuñado.

 

Elevó los hombros, desconcertada y se sentó, cruzando las piernas mientras veía como la otra sacerdotisa se afanaba para hacer fuego. Tampoco quería que pensara que la pretendía asustarla o algo. Pero le daba la sensación de que había notado cierto temblor. Tampoco se lo cuestionó y apoyó su cabeza en ambas manos cruzadas, con una sonrisa, viéndola trabajar...

 

- Bueno, si quieres que te ayude, tan sólo tienes que pedirlo -le dijo con una sonrisa conciliadora- pero no voy a presionarte si quieres hacer el trabajo tú sola.... Yo estaré aquí, en silencio... Si presiento algo más, te avisaré...

 

@@Reena Vladimir

Editado por Helike Rambaldi Vladimir
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Iba a darle las gracias, juro que se las iba a dar, pero si esperaba oirlas, se iba a quedar con las ganas.

 

Había recogido algo de leña, los suficiente como para hacer el encendido inicial, cuando la miré, abrí la boca y entonces, con toda su jeta, va y se sienta. ¡Se sienta!

 

Si hubiera tenido un personajito en la cabeza que gesticulase mis pensamientos, estaría paseando, de un lado a otro, tirandose del pelo y con humo saliendole de las orejas. Por suerte controlé el mal genio y seguí recogiendo leña. Pero ya cuando me soltó que pidiera ayuda si la necesitaba, exploté. Solté los gruesos palos que había recogido por alrededor y con los brazos en jarras me encaré con ella.

 

-¿Es que no haces nunca nada altruista? ¿Siempre hay que pedirte el favor? No logro entender cómo vas a presentir algo, si ni siquiera eres capad de hilar las palabras que me oiste pronunicar, con que estamos en un bosque practicamente a oscuras, empieza a hacer frio y yo estoy cogiendo leña. Necesitamos una hoguera y nos beneficia a ambas! No está de más que ayudes a coger combustible sin que se te pida!

 

No tenía intención de deberle un favor a un vampiro y menos aun a uno que no conocía demasiado. Me quedé tan ancha con lo que había dicho y allí donde solté la leña, me agaché para poder organizarla y de esa forma conseguir un buen fuego, en poco tiempo y duradero.

 

Luego cuando la llama fuera buena, me haría una antorcha y buscaría algo para comer, ya que no había traído nada conmigo y la magia estaba descartada si quería mantener la tan necesaria energía corporal que tenía.

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Annabelle Isabella Rambaldi Di Sforza en el bosque con @@Reena Vladimir

 

La bruja se sorprendió al ver como la sacerdotisa se encaraba. Suspiró varias veces antes de arrearle un bofetón. La calma era lo que había practicado durante tanto tiempo, para sobre todo, no tener que parecerse a su hermana en ese sentido y además, que su varita la había escogido por ese motivo.

 

- ¿Acaso no fuiste tú la que te apartaste de mí, sin motivo alguno, maldita sea? -le gritó ahora, sin poder contenerse y se levantó- por supuesto que no hace falta que nadie me pida nada. Se supone que tú querías tu espacio y por eso me he sentado, para que no te afectara en tus cosas de sacerdotisa. ¿¡Y ahora vienes con reclamos!? -le soltó otra vez, medio gritando, preguntando.

 

Pero no sabía qué era que la atraía tanto, su cabeza no paraba de repetir "es tu prima, es tu prima, tú eres una vampira/sacerdotisa, Heli te matará, Heli te matará" pero sus impulsos eran más fuertes que cualquier otra cosa. Esperaban a su cuñado para resolver ese asunto. Pero el genio hacía que la vampiro/sacerdotisa también se enfrentara a ella...

 

- ¡Muy bien! - gritó ahora Annabelle. Intentó tranquiilzar sus nervios, vio que había una buena leña y asintiendo se levantó. Mentalmente invocó los poderes de la Diosa y se empezaron en el cielo a formar grandes remolinos que presagiaban tormenta. Ella no necesitaba varita para ello, así que, volviendo a concentrarse hizo que una de las nubes generara un rayo e impactase en la poca leña que Reena había conseguido reunir, formándose así, una buena llamarada para calentar a ambas, en cierta medida.

 

- ¿Contenta? -inquirió ahora, mirándola con cierto, ¿deseo? seguro que la mujer se asustaba... Las malas lenguas le avisaron en su momento que había estado con una mujer, pero lo último que quería recibir era un bofetón de su parte. Pero, no estaba demás intentarlo. Se acercó a ella la agarró fuerte de la cintura y le dio un beso tan pasional que dejó a ambas sin aire, ¿cómo reaccionaría la sacerdotisa pelirroja? Annabelle intentó mirar a través de ella pero el efecto parecía que aún estaba presente, eso sí, aún agarrándola de su cintura.

 

upss xDD

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  • 3 semanas más tarde...

Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas

Eobard Aldrich Black Lestrange, empleado

 

Penúltimo lugar que visitar, pero no por ello el más común que se le habría ocurrido al joven Black Lestrange. ¿Un Confesionario tendría criaturas mágicas en su interior? Era posible, aunque seguía cavilando el porqué le habían enviado a tal lugar, siendo que el castaño no era muy creyente que digamos. Su fe estaba consigo mismo.

 

Encogiéndose de hombros frente a la construcción que se erigía frente a él, el mago avanzó, metiendo las manos en los bolsillos. Esperaba no tener que demorarse tanto en aquel lugar, que extrañamente le producía una sensación de vacío, como si los dementores fueran capaces de arrebatarle su fuerza vital, cosa que a la fecha no había sucedido, aún habiéndose enfrentado a algunos durante su paso por la Academia.

 

Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas. susurró, mirando a su alrededor. La piedra grisácea y el aparente silencio parecían darle un aspecto de cementerio al recinto. La madera de los bancos crujía cada tanto, por lo que decidió no demorarse tanto con lo que planeaba hacer allí. Con un movimiento rápido, lanzó el pergamino hacia el techo, logrando que se extendiera a medio vuelo, con el mensaje que deseaba hacer llegar a los propietarios.

 

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Esperamos que les sea posible acudir a registrar a sus criaturas, si es que las poseen. Con gusto les atenderemos. concluyó sin elevar el volumen de voz, por si algún incauto se encontraba a mitad de una confesión. Dio un giro sobre sí mismo y se desvaneció, interrumpiendo el espectral silencio y levantando un poco de polvo al hacerlo.

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Estaba pensando en que a ella no la beneficiaria demasiado lo de la hoguera, aunque consiguiéramos traer el infierno a la tierra, seguiría sin entrar en calor.

 

 

No me esperaba que respondiera a mis increpaciones y me quedé atónita. Es que no sabe nada de vampiros y sacerdotisas? Mi mente daba vueltas y solo frenó y prestó atención cuando me agarraron por la cintura.

 

No esperaba aquella sensacion tan conocida como anhelada. No esperaba encontrarla allí, con aquella persona en particular.

 

No me moví, para retener la sensación todo lo posible, luego abrí los ojos lentamente y miré a los de Annabelle...

 

-Si esperas calentar mi sangre con pasión para que te sepa mas dulce repitelo y mátame de una vez.

 

Hasta yo misma me estaba sintiendo temblar, era muy consciente que ella olería mi miedo pero no podía controlarlo. Y por mi cabeza pasó la idea de que tal vez prefiriera ese sabor en mi sangre y suspiré para tranquilizarme. Si moría allí se lo iba a tener que trabajar algo mas.

 

-Los vampiros me han enseñado que todo vale para conseguir lo que quieren... Viviréis mucho, pero lo que se dice paciencia, teneis poca. Me separé de ti, por miedo. Vosotros no convertís a sacerdotisas, morimos porque nuestros espíritus son incompatibles.

 

Había pasado demasiado tiempo huyendo de los vampiros, conocía bastantes de sus trucos, algunos habían querido matarme y otros beberme por mis poderes.

 

Y allí estaba yo, todavia colgada del brazo de Annabelle, practicamente contándole mi vida y sintiendo el calor a mi espalda.

 

-Qué esperas de mi?

 

 

 

 

@

 

Off: @@Eobard Thawne gracias por pasarte, pero lo que tenemos ya está registrado. Hay que volver a registrarlos?

Sacerdotisa·Madre·Compañera


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