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Confesionario de las Lamentaciones (MM B: 87865)


Reena Vladimir
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Sagitas apareció, con una túnica negra sencilla, desde la sacristía. Me giré para mirarla y sonreí mientras levitaba, atravesando bancos hasta dar con ella. Recogía lo uqe parecían ser los últimos elementos necesarios para algo. Su hoz, y poción que, por su color, reconocí como adormidera.

 

Para que lo...

 

La seguí al exterior, y de golpe entendí. El árbol, iluminado de forma especial...como cuando se necesita un ancla espiritual. Lo olía en el ambiente. Había más elementos, enfocados a unir dos espacios que se conectaban al árbol.

 

Ese libro...

- Niña...niña, no puedes hablar en serio - dije, preocupado, mientras le cogía la mano y la miraba a los ojos.

 

Lo había mencionado, había leido al respecto, pero trataba siempre de quitarle esa idea. Era peligrosa, y temía que en el proceso, Sagitas saliera herida.Que se perdiera. Por eso, tenía sentimientos encontrados con lo que veía que estaba a punto de suceder, con el motivo del encuentro en el confesionario...

 

Un pellizco en el estómago de preocupación, y un cosquilleo de cierta emoción. Poder tocarla de verdad me asustaba tanto como podía emocionar.

- Esto es peligroso.

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Arrugué el ceño. ¡Claro que era peligroso! Mucho. Pero no por eso iba a dejar de hacerlo. Llevaba días rumiándolo y me había decidido. Y en eso, yo soy muy tozuda, cuando se me mete una cosa en la cabeza, lo sigo y lo consigo. O no, pero lo sigo.

 

-- ¿Por qué va a ser peligroso, cariño? -- le negué, con una sonrisa. -- Va a ser bonito tocarme de nuevo. ¿No quieres tu recompensa?

 

Sí, bueno... Jack es un hombre y nuestro amor es eterno pero... no hay más que ponerle un poco de cebo en la boca para que accediera. Sentí miedo al contemplar el árbol y las luces de las velas. ¿Sería suficiente? Si ponía más, seguro que lo quemaba. Suspiré y caminé hacia él, con determinación.

 

-- Claro que estoy segura, Jack. Tu hijo se casa, su padre ha de estar a su lado.

 

Tampoco hacía falta confesar que yo me sentía mal, hundida, sola, aterrorizada con la boda y que necesitaba su presencia a mi lado. No es que la boda fuera terrorífica pero sí lo que había pasado y lo que podía pasar, cuyo detonante era la boda. Le necesitaba a mi lado. Y punto. No iba a confesar lo mal que estaba (aunque algo me decía que Jack era capaz de ver en mí mucho más de lo que confesaba) e iba a seguir adelante. Por muy peligroso que fuera.

 

Temblé un poco al llegar ante el árbol. Lo que vendría a continuación sería... complicado... Pero era cierto, me había leído el libro que saqué de la mansión Snape de "pé a pá" y sabría hacerlo. Esperaba que los resultados fueran óptimos o no volvería a contarlo. Ahora no había nadie que me encontrara, como había pasado el mes anterior, cuando morí en aquel ataque... Ahora no habría familiares vivos que cantaran para atraerme al mundo de los vivos.

 

Bufé. Me desnudé y dejé caer el hábito fuera del semicírculo de las velas para no quemarlo. En el cuello, mi saquito de semillas de mi clan de sacerdotisa y la hoz de plata dentro. No llevaba nada más puesto.

 

-- Vamos, cielo, dame la mano. Lo pone en el libro.

 

No, no lo ponía pero lo necesitaba. Necesitaba ese contacto físico para beberme la adormidera y... morir. Relativamente, claro... Esperaba haber calculado bien la cantidad de hojas y mi peso para no llegar a hacerlo. Sólo necesitaba caer en el sopor de la muerte y dejar que mi cuerpo reaccionara a las gotas de herbovitalizante para ir absorbiendo y eliminando la poción. Había calculado que podría durar unos 20 minutos así... O toda la vida hasta que se escapara... Había tantos factores que controlar... Esperaba no haber errado; me iba la vida en ello.

 

-- Te quiero, Jack -- le dije, antes de beber a sorbos largos la poción amarga de la adormidera.

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La idea de poder tocarla era tentadora. SIempre lo era.

 

A pesar de que me preocupara lo qeu podía pasarle, ella era una gran bruja. Una gran bruja que se enfrentaba a un tremendo riesgo por mi. Mi vida entera dependía de ella, y saliera bien o mal, por...tal vez espeluznante que pudiera parecer, estaríamos juntos. Podríamos tocarnos.

 

Asi qeu al final, levité tras ella, hacia el árbol de velas que entendí, actuaría como ancla, como luz guía para su regreso y el mio. Sería lo qeu actuaría como ancla, además de nosotros mismos. El sentimiento que nos unía haría qeu Sagitas no se perdiera entre las tinieblas de la ceremonia, y el árbol, aquello que le servía como unión a la naturaleza, su magia como sacerdotisa, la anclaría al terreno físico, para qeu ambos pudiéramos regresar.

 

Observé su cuerpo desnudo, y sin poder evitarlo, dejé escapar una sonrisa bobalicona, pensando en ella, y dándome cuenta de qeu si, definitivamente...quería poder tocarla. Quería poder pasar tiempo con ella y demostrarle que significaba cada palabra que susurraba por las noches a su oido.

 

No repetí qeu era peligroso. En su mirada noté qeu no solo lo sabía, sinoq eu ella, tan tozuda como era, ya había tomado su decisión, y nada la sacaría de ella.

 

Asi qeu tomé su mano, sonriendole, animándola. Confiaba en ella.

 

Observé como tomaba la poción. Murmuré un te quiero.

 

Y ambos perdimos la consciencia

Editado por Matt Blackner

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La bebida era amarga, muy amarga. Sólo el recordar la risa bobalicona de Jack al verme desnuda ante él me hizo apretar los ojos y soportar el vahído que me entró en cuanto acabé el botellín. El efecto fue rápido, demasiado tal vez porque respingué y gasté mi último respiro en ese movimiento. Después sentí que todo era oscuro y frío. Me entró un pánico súbito ante la oscuridad, ante la falta de luz, ante lo desconocido. Pero la mano de Jack me siguió apretando y conseguí controlar mi... ¿mi ritmo cardíaco? No tenía. Supuse entonces que todo estaba en mi cabeza.

 

Debía darme prisa.

 

El tiempo corría.

 

-- ¿Dónde está?

 

No me di cuenta que Jack no sabía a lo que me refería e intenté respirar para calmar mis nervios. Absurdo. Allá no se respiraba. Allá, todos estaban muertos.

 

Había mucha quietud y me toqué el cuello. Extrañamente, el saquito seguía colgando de él y notaba la forma de los objetos que lo contenían. Eso era una de las cosas que más me había costado entender en una mente vívida que invadía el lugar de los muertos. No le encontraba lógica a que no pudiera llevar una varita al otro lado y, sin embargo, sí pudiera llevar mi saquito de sacerdotisa con la hoz dentro. Lo había aceptado y me había arriesgado a que no cruzara la línea de los dos niveles. Si no hubiera aparecido, hubiera tenido que improvisar otro método pero...

 

-- Bueno, este debe de ser un sitio tan bueno como otro, ¿verdad? Además, no hay nadie.

 

Sabía que no era cierto y, sobre todo, sabía que llegarían en hordas en cuanto olieran lo que iba a hacer. Estaban allá, curiosos, prestos a atacarnos. A atacarme. Sabía que Jack me defendería y sacrificaría su eternidad por impedir que me pasara nada. Le agarré las dos manos y las besé. Me sentí, en aquel momento, tan feliz..., que me cuestioné si seguir adelante con mi plan trazado y no dejarlo todo para vivir allá, con él, sin más...

 

El recuerdo de lo bonito que había sido todo en aquel día lejano en el que los dos estábamos muertos... Me costó retroceder aquel deseo tan grande por poseer a Jack allá mismo y olvidarme de todo y de todos, encarnecer nuestras ansias y pensar sólo en mí misma y mis ansias que siempre quedaban insatisfechas.

 

Pero lo conseguí y me centré en recitar las partes de libro que iban a permitir que Jack volviera corpóreo al mundo de los vivos. Las oraciones eran relativamente fáciles porque las había memorizado como un mantra. Lo difícil sería no dejar de susurrarlas mientras los otros entes nos atacaran para apoderarse ellos del cuerpo. Así que le miré a los ojos y me dije:

 

-- Merece la pena el riesgo...

 

Saqué la hoz de plata, que brilló allá como si fuera una luz divina. Sonreí al darme cuenta que podría servirme de defensa ante los atacantes, o al menos eso esperaba.

 

-- Mi amor. Te cedo parte de mi alma, parte de mi vida, parte de mi sustento, para que adquieras forma física y puedas estar con nosotros en el evento.

 

Con un gesto delicado, corte con la hoz parte de mi brazo, una línea larga y delgada en la que la punta de la plata incidió como si fuera un palito que removiera la arena de la playa y dejara una marca en ella. De repente, una luz azulada salió de la herida y flotó, en forma gaseosa, formando grumos en el aire que giraban, perezosos, movidos por mis palabras que las dirigían hacia Jack. Se pegaban a él y mi marido brillaba.

 

Le miré embelesada, feliz y, por un momento, me distraje en su visión. Algo removió aquel río de mi ser que se adhería a Jack y pareció que dudaban. Volví a mí y recé, de nuevo, intentando que ni una se perdiera en aquel lugar. Jack necesitaba toda mi energía para ser él y yo no podría perder mucha más de la necesaria para poder volver al árbol.

 

Se acercaban... Había muertos que se sentían atraídos por la luz y querían su parte. Y yo no tenía para todos. A duras penas tendría para hacer volver a Jack sin morir en el intento.

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Conocía aquel reino. Aquel lugar oscuro en el que estábamos, el limbo, aquel punto en el que las almas se perdían cuando no tenían su sitio en la luz, y acababan vagando en busca de una forma de regresar al mundo. O a veces, eran almas oscuras, demonios que sabían como utilizar aquella puerta, más cercana al mundo mortal que el infierno, para poder hacer daño y entrar de forma sencilla a donde los vivos habitan.

 

Me preocupaba que Sagitas estuviera alli. Me preocupaba tanto como aquel beso me excitó, llevándome a recordar el momento en que, estando muerta en aquel local clandestino de la orden, habíamos disfrutado de momentos a solas como fantasmas. la sujeté con fuerza por las manos, sin querer separarme, dudando en dejarnos llevar o no...

 

Pero no podíamos. No sería seguro. Podrían aprovecharse de Sagitas, de su alma.

 

Asi que, mientras ella comenzaba la letanía, dejó también escapar su energía. la tenue luz azul comenzó a aferrarse a mi, de forma que poco a poco adquirí un brillo diferente. Su humanidad y su vida se aferraban a mi, y aquell no hizo sino atraer a los seres que habitaban en la oscuridad.

 

Gruñí, enfurecido. Al ser parte de ellos, aun era alli poderoso.

- Es mia. - advertí.

 

Pero no supieron quedarse quietos. Su hambre, su ansia, les podía, y mientras los más inteligentes supieron resistir la atracción de la luz de Sagitas, los más inútiles, los descerebrados, se abalanzaron sobre Sagitas. Asi que actué, solo moví las manos, solo...desaté poder.

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Creo que sus palabras fueron de lo más excitantes y que provocó un jadeo por mi parte. Cuando Jack pronunció aquella posesión tan dura ante las almas que se acercaban, por mi cabeza pasó el explicarle que no soy propiedad de nadie, que yo elijo con quien estar y que... Pero no dejé de canturrear el salmo de unión para evitar perder mi contacto con el mundo físico. Ya le demostraría yo quien mandaba allá abajo, en el césped, teniendo los dos un cuerpo que gozar.

 

Aún así, sabiendo que ese comentario era bastante "machista" jadeé porque... ¡demonios! Es agradable ver cómo tu marido te defiende ante los extraños. La esencia de luz seguía saliendo y el jadeo se perdió en un gemido por el que me desangraba.

 

Cada vez que uno de ellos me tocaba, mi cuerpo daba un chispazo de rechazo. Era una débil defensa insuficiente para el número de ellos, enseguida romperían esa breve defensa y podían quedarse con lo que más querían, la esencia de luz.

 

-- Es... para ... mi marido -- jadeé de nuevo pero esta vez no por placer. El dolor del contacto era doloroso e iba subiendo en intensidad. Resistiría. -- Cinco minutos, Jack.

 

Le avisé. La poción no duraría mucho más, necesitaba que Jack adquiriera toda aquella consistencia y que volviéramos antes. Sin él no me iría. Si tardábamos más de ese tiempo, no nos iríamos, ninguno.

 

Cerré los ojos y apreté la herida para que se abriera, para que el líquido, mi fluido vital, acelerara su salida.

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la miré alarmado. Aquel sonido no era por placer, no se trataba de excitación. Se trataba de dolor, de sufrimiento. Sagitas reabría la herida que se había causado, pero estaba demasiado débil, y los espectros oscuros trataban de tocarla, de absorver su esencia, y eso era malo.

 

- Tranquila. Te daré el tiempo qeu necesitas. - dije.

 

Alli aun podía hacer magia. Alli aun tenía poder. Asi que extendí los brazos, y al moverlos, se levantó un fuerte viento, que vino a concentrarse en mis brazos. Era extraño verme, cada vez de color más azul, brillando. Debía proteger a Sagitas, defenderla, y sabía que en su estado actual, si llegaban a tocarla se aferrarían a ella, y nos sería demasiado complicado terminar aquella tarea, al menos con buenos resultados para ella.

 

Asi qeu me moví, en un suspiro, alejando a los que ya alargaban las manos para sujetarla por los hombros. Se desvanecieron, las destruí, con el mal humor reflejado en la mirada.

 

- He dicho que no os atreváis a acercaros a ella.

 

Si, tal vez mis comentarios parecieran un tanto...machistas. Pero alguien que no ha estado muerto, alguien qeu no ha vivido en el reino de los muertos y no conoce a los demonios como yo lo hacía, no lo entendería. Supongo qeu tendría qeu explicarle a Sagitas que, en un lugar asi, las almas tienen mucha más importancia de la que se cree. Que un alma puede estar ligada a otra, y eso es algo que muchos demonios ansían.

 

Coloqué las manos en el suelo, alzando muros a nuestro alrededor, que nos encerraron en una especie de habitación. Sería una protección temporal, asi que me coloqué frente a ella y así su rostro con las manos, mirándola a los ojos antes de besarla para darle el último impulso que necesitaba.

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Empece a jadear del esfuerzo por mantener mi mente atenta a la unión, atenta al fluido que gorgoteaba de mi brazo y se adhería a la forma de Jack, a la pérdida de las fuerzas que la pérdida se esencia me producía y, sobre todo, a los chispazos que me aturdían, descentraban y me alejaban de la misión.

 

Jack entendía aquel mundo mejor que yo y luchaba contra ellos, impidiendo que llegaran a tocarme, algo que hubiera sido terrible. Levantó muros a nuestro alrededor. No supe si reales o mentales pero el alivio llegó al instante al no sentir que estaban cerca. Me sentía con más libertad. Flotaba de felicidad, ahora que Jack me besaba. Me perdí en aquel beso y le correspondí, notando que los dos éramos uno, ahora que mi esencia era compartida por él.

 

¿Flotar? Eso no era bueno. Era una de las precauciones que ponía expresamente en el libro que había que evitar. Si se flotaba, se perdía el contacto con la unión. Miré hacia mis pies, confusa. ¿Dónde estaba? ¿Dónde estaba el árbol? ¿Y la luz? Mis brazos se cayeron y quedaron colgando, inertes.

 

-- Se me acaba el tiempo, Jack -- gemí, con miedo, al notar como mi cuerpo real empezaba a entumecerse. El tiempo había corrido muy deprisa allá arriba o había calculado mal la cantidad de hierba ingerida. -- Me muero, Jack.

 

Apenas pronuncié esas palabras cuando los muros estallaron y montones de almas entraron, atacándonos. Incliné la cabeza contra el pecho de Jack, casi formado por completo. Un minuto más y estaría completo. Sólo un minuto más...

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Fueron unos segundos magníficos. Aquella luz había comenzado a darme una sensación de hormigueo que hacía mucho tiempo qeu no sentía, y cada vez sentía a Sagitas de forma más real. Alli, dentro de la protección que había levantado nos encontramos a solas, alejados de las almas.

 

Pero con lo que no contaba era con el hechizo. La poción qeu Sagitas había tomado limitaba su permanencia alli, de forma segura (si es que se podía estar alli de forma segura) y además, aquella magia requería de ciertos elementos que mis protecciones le negaban. Estaba perdiendo el ancla, y eso era mala señal. No iba a poder regresar.

 

Al pronunciar aquellas débiles palabras, los muros estallaron a nuestro alrededor, a causa de las almas oscuras. Tracé tres sellos, de forma muy rápida, y la abracé. A nuestro alrededor levanté el viento, formando un escudo que giraba como un huracán. Impedía qeu nos tocaran, aunque no iba a ser eterno.

 

- Vamos niña...aguanta... - intenté animarla. Tomé su rostro y lo apoyé en mi hombro, de forma que podía mirar hacia la izquierda, donde una luz brillaba, de forma ténue, pero como si solo nosotros alli pudiéramos verla.

- Lo ves? es el árbol. Son las luces que encendiste. Centrate en ella, en esa luz, es Ithilion, es el hogar, esa luz es lo que hará que puedas regresar. No cierres los ojos, vamos...

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Perdí el rumbo.

 

Desfallecí.

 

Me era imposible encontrar el ancla y perdía fuerzas. Jack era rápido y consiguió un leve bloqueo para evitar que me tocaran. Aún así, no sabía seguir. Se me había olvidado cómo volver al mundo real, como llevarle conmigo. Los dos perderíamos fuerza, yo porque estar en un mundo incompatible con el mío y él porque dependía de mi fuerza, algo que perdía a gran velocidad. Sentí su abrazo pero, a la vez, sentí algo más.

 

Sentí frío.

 

Mi cabeza seguía apoyada en él. Tenía los ojos cerrados.

 

-- No siento nada...

 

Ni siquiera sé si lo dije en voz alta o sólo fue un murmullo imaginado. él decía algo, no le oía. Me hizo mirar algo e hice un tremendo esfuerzo por abrir los ojos. Veía el destello azulado de las almas enemigas que se acercaban. Iba a cerrar los ojos de nuevo, dispuesta a dejarlo todo, cuando sentí el olor.

 

Era el olor a las flores del tejo que Reena había dejado crecer en el Confesionario.

 

Con él, observé la luz de las llamas que había puesto alrededor del árbol. Las contemplé un instante. Las veía... Las sentía...

 

Elevé la mano con tanto esfuerzo que creo que tardé siglos. Enfoqué mis dedos hacia allá y sentí el dolor de un contacto que había burlado los sellos de Jack. Gemí pero no dejé de mirar. Abrí mi mente, mi corazón, mi deseo de agarrarme a ellas...

 

Grité cuando sentí la succión de algo que me atraía hacia aquel lugar. Grité cuando sentí que Jack se despegaba de mí. Grité cuando algo me mordió en el muslo. Grité...

 

Rodé por el suelo y me encontré mirando desde abajo hacia el árbol. Había vuelto. ¿Sola?

 

-- ¿Jack? -- No me salió la voz ni me moví. Estaba pararalizada sólo viendo la electricidad que se movía por el árbol, como si hubiera sido alcanzado por un rayo.

 

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