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Casita Snape (MM B: 104851)


Hayame Snape Potter Black
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Después de una semana ajetreada en el Ministerio (?) bien nos merecíamos un descanso. El día era propicio para ello y lo agradecía. Poco a poco iban asomando los albores de la primavera y eso que aún faltaba para que llegara esa estación. Había quedado con Matt en la casita Snape y suerte tenía porque una, no me apetecía caminar y con el embarazo no quería desplazarme mucho. Aparte de que tenía las hormonas alborotadas y hasta que no naciera la niña, sabía que no se estabilizarían como siempre y hasta quizás volviese a mi estado natural; el vampirismo...

 

Pero aún así, disfrutaba mucho no podía negarlo. Mientras pensaba en ello, mi marido se había ido de la Potter Black a hacer no sé qué cosas, recordaba que me lo había dicho, pero olvidadiza como era no lo recordaba. Estaba echando una siesta en nuestro dormitorio hasta que, caí en la cuenta y de un salto me fui directa al baño. Una ducha rápida y relajante que, desestensara mis músculos para después salir fresca como una lechuga. Había cubierto de nuevo con encantamientos ocultadores, la Marca Tenebrosa tatuada que tenía en mi antebrazo izquierdo, aunque sólo había dos personas que sabían de mi pertenencia a ese sitio, no quería que los demás lo supieran, bastantes broncas había tenido ya, para aguantar unas cuántas más.

 

Me vestí apresuradamente como si tuviese un resorte. Me puse una camiseta con los colores de mi casa, los Tritones. Blanca y azul (?). Después un traje pantalón chaqueta de color azul turquesa, algo raro porque siempre vestía de negro y unas botas de piel de dragón. Cómodas para los desplalzamientos cortos o largos até mi pelo en una cola de caballo alta, recogí mi monedero de piel de moke y la varita. Con el hechizo de la aparición llegué hasta las puertas de la Potter Black y me encaminé hasta la casita Snape, lugar en dónde vivía mi tía y aún, no conseguía entender como podía vivir tan a lo muggle, aunque el famoso Severus Snape, fuese un mago tan... Me callé esos pensamientos haciendo un movimiento con la cabeza... Olfateé el aire y seguí los aromas de mi marido.

 

Salí de los terrenos en dónde conformaban mi hogar tras el matrimonio con el hijo de la matriarca y un poco apresurada llegué hasta la casita. Había estado pocas veces en ese lugar pero suponía que mi tía habría puesto más encantamientos mágicos para que nadie entrase sin permiso...

 

- ¡Matt! ¡Matt! -no pude evitarlo y llamé a voz en grito- ¿estás dentro? - no recordaba siquiera las palabras que nos habían indicado para acceder al lugar, así que, esperaba pacientemente a que me abrieran la puerta. Definitivamente, tendría que fortalecer mi mente para que no se sintiera ¿tan vulnerable?

 

@@Matt Blackner

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Estuve refunfuñando todo el camino hasta llegar a la Casita Snape de mi hermana Hayame. Yo hubiera hecho uso de la potestad de aparecerme directamente, ya que ella me permitía hacerlo pero Matt se había empeñado en que fuéramos caminando, por si Haya tenía algún caldero hirviendo en la chimenea. Sabía de lo pequeña que era la casa y lo amante de las pociones extrañas que era su tía.

 

Refunfuñaba, por supuesto, porque llevaba una bolsa con cositas de Ithilion dentro. El niño estaba con sus primos, con Hayame, Ash y Lissette, quienes se los habían llevado de paseo. Habíamos insistido un poco para que lo hicieran porque queríamos la casa para nosotros solos y no queríamos que ni ellas ni los elfos estuvieran presentes.

 

-- En serio, podríamos aparecernos. ¿Quién se iba a dejar un caldero hirviendo en la chimenea sin estar en casa? -- Bueno, sí, Hayame lo haría, por supuesto, pero yo tengo que protestar siempre.

 

Llegamos a la puerta y Matt susurró la contraseña para entrar. Esta Hayame... Un Fidelio no era un hechizo fiable. Hoy en día, con Leggeremancia, era posible conseguir muchas contraseñas sin más esfuerzo. Gruñó de nuevo.

 

-- Sin apresurarnos ahora, que podríamos haber llegado antes por la Red Flu.

 

Entramos y observé el pasillo, estrecho y oscuro, en el que estábamos. Seguro que salía alguna trampa, conocía a mi hermana. Sentí una voz que gritaba a Matt.

 

-- ¿Le dijiste a Heliké que viniera? -- Susurré. -- ¡Es una fiesta privada! Naaa, era una broma. Tu mujer llama desde fuera... Déjala pasar que necesitamos un cebo para probar si Hayame ha puesto alguna criatura para que devore a visitantes no autorizados.

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La tía Sagitas y el primo Matt planeaban algo. Lo intuí enseguida, en cuanto les pidieron a la tías Hayame, Ashley y Lisette, que se hicieran cargo de los niños, llevándolos de paseo. Lo normal es que hubiéramos ido todos. No dije nada, sólo les miré, esperando ver en qué quedaba todo aquello. En cuanto se llevaron a los pequeñines, Ithilion incluido, se pusieron en marcha y me dijeron que les acompañara.

 

- ¿Y éste misterio? - pregunté, aunque ninguno de los dos me oyó. Parecían ocupados en comprobar por encima del hombro que nadie les seguía. ¿A dónde iríamos? ¿Por qué habían alejado a las tías?

 

Además, Sagis no paraba de refunfuñar por lo bajo sobre calderos hirviendo, como si el primo Matt le estuviera obligando a algo que ella no quería. Ambos iban cargados y yo sólo llevaba en la mano mi chaquetita azul porque había salido con mi vestido azul y hacía algo de fresco en aquel día de invierno.

 

- ¿Por qué estáis tan intranquilos? ¿Qué pasa?

 

Llegamos a la casa de la tía Haya, la conocía de haber estado antes en ella. Entramos y Sagitas miró a los lados con recelo.

 

- ¿Queréis decirme de una vez qué pasa? ¿Por qué tenemos que entrar antes de que vuelvan...? ¿Hay que limpiar algo? ¿Hay monstruos o... fantasmas?

 

Que la tía dijera que dejáramos pasar a la prima Helike porque necesitábamos un cebo para criaturas que devoraran visitantes terminó por ponerme del todo nerviosa. Abrí la puerta para que ella entrara, aunque estaba dispuesta a defenderla, porque era mi prima y tenía una bebida en la tripa.

 

- ¿Podéis decirme qué pasa que hayamos venido a escondidas a la casa de la tía Hayame?

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Enarqué una ceja ante las continuas preguntas de Xell. ¿En serio no sabía a qué íbamos a la mansión de Hayame...?

 

-- Hay una plaga de pulgón en sus plantas y vamos a quemarlas todas -- le dije la primera vez. Creo que ella no me creyó o, sencillamente, no me oyó. Con lo que ama las plantuchas, me hubiera tirado un zapato a la cabeza.

 

Levanté la varita y pronuncié un "Homenum Revelio" para comprobar que no hubiera nadie. Por supuesto, un elfo salió de detrás de un cortinaje oscuro, granate como la sangre secándose, un color que no me gustaba nada pero que a quien debía agradar era a mi hermana. Le miré con la ceja arqueada y le hice una seña para que se fuera.

 

-- Aún no han llegado. Tenemos el tiempo justo. Xell, por favor, calla... Espantarás a las crías de acromántulas que traigo en la mochila de moke, tengo ganas de sacarlas y que se esparzan por toda la casa. Tú te encargas de proteger a los niños, ¿vale? Que se coman sólo a mi hermana...

 

Intenté mantener el semblante impasible pero no pude evitarlo. Xell era demasiado buena persona como para hacerle este tipo de bromas, así que me relajé con una sonrisa de oreja a oreja.

 

-- Vamos, Xell... No me digas que no sabes que es el cumple de Hayame. Venimos a prepararle una fiesta sorpresa pero tú, ni mú, ¿de acuerdo? Vamos, Matt, ¿por dónde empezamos? ¿Has traído... eso?

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Miré a mi madre, alzando la ceja, divertido. No dejaba de refunfuñar por tener qeu caminar unos cuantos metros hasta la casa de la tía Hayame. Pero demonios, conocíamos a la vampiro, y era perfectamente capaz de dejarse un caldero ardiendo con vete a saber qeu mejunje dentro, asi qeu al menos yo no pensaba arriesgarme a caer en nada que me acabara cociendo vivo.

 

- Venga, no te quejes! Has visto qeu día hace? - pregunté. Además...un día fuera no nos iba a venir nada mal.

 

Apenas entramos en la casa, @Xell Vladimir comenzó a mostrarse preocupada, pero...es que no se acordaba? Menos mal que alguien llamó a la puerta. Me pilló con la cabeza metida en mi mochila, pero enseguida supe que era @, qeu llegaba a casa. Puse los ojos en blanco al escuchar a mi madre, pero al ver entrar a mi mujer, no pude evitar sonreir como un bobo.

 

- S...Si, claro que lo tengo - dije, recordando qeu iba a enseñarles la pancarta para felicitar a la tía Hayame.

 

La desplegué y dejé que la vieran.

 

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- Que os parece? - podríamos colgarla aqui, en el salón, e inflar algunos globos de colores. Una de dos, o nos mata, o le encanta.[/i]

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Sí, lo sé, soy una refunfuñona, algo que mi hijo Matt se encargaba de recordarme continuamente.

-- ¡Claro que vi el día que hace! Ithilion ha ido al parque sin un gorrito, ya verás como se quema -- le había protestado. Me molestaba un tanto su positivismos. -- ¡Menos mal que no te dejaste la pancarta en casa. Me negaba ir a buscarla a la mansión y cruzar la calle. Le hubiera garabateado un mensaje en las paredes con pintura fluorescente.

Sí, no podía evitarlo, me gustaba la comodidad de mi casa, de no moverme, de que vinieran a casa a las celebraciones. Sólo el amor que sentía por Hayame me hacía salir de casa e invadir la suya.

-- De los globos que me encargo yo -- le contesté a Matt, y abrí la bolsa que llevaba arrastrando todo el rato. Al momento, uno montón de quejas salieron del bolso y empezaron las protestas:

tapW6nU.png -- Ya era hora. ¿Sabías lo peligroso que es estar ahí dentro con todo lo que llevas?

 

-- Por poco me pincho.

 

-- Yo creo que ya estoy desinflado...

 

Enarqué una ceja al sentir las quejas de los globos parlanchines. ¿Cómo se me había ocurrido que sería una idea el traerlos a la fiesta de cumpleaños de mi hermana?

 

-- Vamos, vamos, que no es para tanto. Al fin y al cabo, sólo ha sido un trayecto cortito. Preguntarle a Matt, él os dirá que merece la pena ir andando en vez de usar la Red Flu.

 

-- ¡Huy, la Red Flu no, que no pararía de estornudar...! Bueno... ¿Dónde está la cumpleañera?

 

En otra ocasión, las vocecitas protestonas de los globos me hubieran causado mucha risa, siempre quejándose de las formas, las maneras, expresando sus miedos en voz alta. El globo naranja, sobre todo, era muy timorato y el rojo muy charlatán. Eran unos globos encantados encantadores...

 

Pero hoy me producían dolor de cabeza.

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Esperé pacientemente a que me abrieran la puerta. Podía escuchar las voces porque parecían estar cerca de la entrada. Aunque eso sí, escuché lo que había dicho Sagitas levanté una ceja y dije con voz alta.

 

- ¡Ten cuidado que no te lance a tí una de mis criaturas para que les sirvan de cebo! - sabía que se enfadaría pero me importaba un rábano, sinceramente. La verdad es que esa mujer, siempre conseguía sacar mi mal genio a pesar de que estábamos ahí, para otro tipo de cosas.

 

- ¡Por fin! - exclamé con alegría al ver a mi marido @@Matt Blackner sonreí nuevamente y le di un beso dulce en los labios, enseguida pasé al interior. Estaba tal cuál lo recordaba, desde la última vez que había pisado ese lugar. Había leído cosas sobre el viejo profesor de pociones y siempre me sorprendía que viviese en un lugar cómo aquél. Alguien de su categoría, debería vivir en un castillo, no en un lugar que, a pesar de estar en un pueblo mágico parecía más muggle que otra cosa, eso siempre me había parecido de lo más raro y Hayame, había conservado casi todo, tal y cómo lo había dejado su dueño, la última vez. O eso era lo que había leído en las historias de los viejos libros de la Universidad.

 

- ¡Anda! Está bien -asentí con la cabeza al ver el cartel hecho por mi marido - aunque, ¿no está un poco recardado? -le pregunté- aunque, sinceramente, no tengo ni idea de éstas cosas - comenté, levantando los hombros.

 

Y no pude evitarlo hacía muchísimo tiempo que no escuchaba hablar de los globos parlanchines, en cuando los había sacado Sagitas de dónde los tenía guardados.

 

- ¡Vamos, vamos, tampoco es para tanto! - les había dicho yo, con lágrimas en los ojos- gracias por traerlos Sagitas, con éstas cosas aquí, seguro que nos lo pasaremos muy bien -asentí con la cabeza.

 

- ¿puedo hacer algo yo, o me siento en uno de los sillones? -les dije a las presentes con una sonrisa burlona en mi cara.

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El crujido de los pasos se dejaba escuchar así como las risas de las mujeres y algunas quejas divertidas por parte de estas o quizás eran las voces de los niños que les habían acompañado en una de las caminatas más largas que había dado la mujer en mucho tiempo; la sugerencia de la Potter Blue había sido maravillosa ya que tenía demasiado tiempo desde que hubiera hecho algo como aquello y el hecho de llevar al pequeño Severus en brazos, que comenzaba a ser más observador con todo lo que les rodeaba lo hacía aún más especial.

Y la sonrisa de la Snape se engrandeció al recordar que muy pronto volvería a tener a Akira también a su lado por lo que podrían ser una familia completa nuevamente.

Se había sentido con la falta de un pedazo muy grande de su ser ante la ausencia de su hijo mayor y aquello dolía en mucho.

Pero ahora las cosas comenzaban a retomar el rumbo y la Snape no podía menos que acariciar los cabellos de su hijo menor que se acomodaba ante los cálidos rayos de un día esplendoroso mientras que un poco más allá, Lisette y Ash reían haciéndole mimos a Ithilion y jugueteando entre el césped y las flores.

-Vamos chicas, que se acerca la hora de la comida!

Exclamó la vampiro sonriendo con afecto para luego, dar los pasos de quien se acercaba más rapidamente y de primero a su casa... para entonces, sentir como la sonrisa se quedaba congelada y un brillo peculiar aparecía en el rojo de su iris.

Invasión?

Las alarmas no habían saltado pero estaba por segura de que su hermana estaba muy ocupada limpiando pestes en los armarios (o eso le había dicho) y el resto también tenían un dia full en ocupaciones y por eso le habían encargado el cuidado de Iti para ese día.

Sacó la varita.

-Lisette, Ash!! Atentas! Lisette no sueltes a Ithilion!

@ @@matt @ @xell

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Enarqué una ceja ante las palabras de mi nuera y... ¡Me reí! ¡Helike me amenazaba con sus mascotitas?

 

-- Anda ya, sobrina. Como si a una mujer que tiene todas las criaturas permitidas en este pueblo y más que no, le dieran miedo tus... pelusillas.

 

Me crucé de brazos. Hoy venía malhumorada así que no me buscara las cosquillas.

 

-- ¿Recargado? Mi hermana ama las flores, es una amante de la botánica y tiene una floristería, además de una novia florista. ¿Crees que eso te da una pista Heliké? Además... -- Ahora bajé los brazos y miré el reloj de la entrada. Estaban a punto de volver. -- ... Tiene unas hermosísimas flores carnívoras en mi circo que no son del todo legales y que yo le cuido... A "Morita" estoy segura que le gustaría probarte un poco, sobrina. No, no te preocupes... Esperaré a que sueltes a mi nietita antes de presentártela.

 

¿De dónde me venía el mal humor? A saber, alguna cosa que me había tocado las narices en aquel día soleado. Pero reconocía que ella no tenía la culpa. Sólo yo era quien no podía dominarme. Suspiré.

 

-- Siéntate, sobrina, anda, ponte cómoda y charla con los globos, a ver si se calman. O tendré que jugar a los dardos con ellos.

 

Me dirigí a la entrada para dejar mi capa y ponerme cómoda cuando les vi. Llegaban.

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Me preocupé ante la respuesta de Sagis. ¿Por qué íbamos a quemar las plantas? Ellas no tenían la culpa, en el mercado teníamos grandes pociones anti-pulgones e incluso había animalitos que se los comían. ¡No lo podía decir en serio! ¡No éramos asesinas de plantas!

 

Hizo un hechizo en el aire para buscar presencia en la casa pero sólo encontramos a un elfo, a quien Sagitas despidió con un movimiento brusco.

 

- Estás siendo algo borde, tía. - Le contesté feo porque ella se lo merecía con sus actos.

 

Además, ahora me dijo que callara porque asustaba a las crías de acromántula que llevaba en la mochila.

 

- ¿Pero qué dices? ¿Estás boba hoy, tíita? ¿Cómo puede traer crías de acromántula ahí dentro? ¡Son peligrosísimas! Claro que evitaré que se coman a nadie. No las saques, no las saques.

 

Su risa me descolocó. Me agarré la punta de los dedos mientras anunciaba el verdadero motivo de estar allá. Negué, sintiéndome absurda en aquel momento, por no recordar lo bromista que era mi tia.

 

- No, no lo sabía... No, tiita, no diré nada y... Y lo de antes era de broma, no lo dije en serio... - ¡Le había llamado borde! Entonces... ¿Era broma que tuviera arañas allá dentro? Se movía demasiado para mi gusto.

 

El primo desplegaba un hermoso cartel de flores con la cara de la tía y aplaudí porque era muy hermoso y la tía lucía muy bonita. Matt le preguntó por los globos y ella dijo que se encargaba. Abrió la mochila y di un paso atrás, aún no estaba muy segura de que no guardara las acromántulas en ella. Pero salieron los globos y volví a aplaudir.

 

- ¡¡Los globos parlantes!! ¡¡Holaa!!

 

Hacía mucho tiempo que no los veía, desde que ella salió de directora de Accidentes. Eran como los recordaba, divertidísimos. La prima Heliké también pensaba lo mismo y agradeció que los hubiera traído. Le acerqué uno de los sillones con mi varita.

 

- Siéntate, prima, que tú has de cuidar de la nueva primita. Haz caso a la tía Sagitas, que sabe bien de casi todo.

 

Vi que iba a la entrada y... La puerta se abrió. ¿Era el momento de gritar "Sorpresa"?

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