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Chateau Dumbledore (MM B: 78647)


Ada Camille Dumbledore
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Seguramente, la señorita Dumbledore sentía tanto alivio como ella al saber que esta era la última conexión. Al recibirla es tan amable como siempre y la lleva al interior del castillo. Andrómeda no puede evitar observarlo todo con curiosidad y detalle: ama las ornamentaciones y muebles que los magos suelen utilizar, ya que el interior de un hogar siempre habla mucho de la personalidad de su dueño.

 

-Un té estará bien si no es molestia. Bien... estoy aquí para realizar la última conexión flú señorita Dumbledore. Como sabe, no será mucho. Una vez instalada yo misma haré la prueba para verificar si todo está en su correcto orden. Si mal no recuerdo, debemos conectar esta chimenea con Ollivander's y Dumbledore's Night. ¿Estoy errada?

 

Mientras iba hablando, la Dumbledore la guía hasta la chimenea de la casa, la cual no necesitara muchas modificaciones como la de los negocios, pues por el tamaño del castillo debe ser lo suficientemente grande como para mantener el calor del mismo. Observa y se desprende su capa para colocarla con cuidado sobre uno de los sillones. Se arremanga y toma su varita. Todo lo que había dicho estaba en orden, por lo que sólo quedaba actuar. Apunta hacia el suelo de la chimenea y de su varita se desprenden diversos hilos de colores, que chocan contra la estructura de la chimenea, se multiplican y dispersan a lo largo de la misma.

 

Luego de unos minutos, el brillo característico del hechizo desaparece. Asiente y se voltea hacia su cliente.

 

-De acuerdo. Está todo listo. Ahora, por favor espere hasta que regrese de ambos lugares. - comenta sacando de uno de los bolsillos de su capa un puñado de polvos flú, los cuales obtuvo de su trabajo. - ¡Dumbledore's Night! - pronuncia fuerte y claro dejando caer lo que contiene en su mano. El viaje es desagradable y algo mareante. Ante sus ojos ve pasar diferentes chimeneas, y no sabe que es mejor, si mirar o no. Cuando cree que ya no puede soportarlo más, todo se detiene, y está mirando una nueva habitación. Reconoce el negocio en el que estuvo hace poco y sonríe. Repite el proceso dos veces más, una para volver al castillo y otra para ir hasta Ollivander's, y al comprobar que todo está bien, regresa y se sienta en la sala Dumbledore a descansar un rato.

 

-No me gustan tanto los polvos flú. En mi opinión la aparición es mucho mejor. - dice mientras que su clienta le tiende la taza de té. Toma unos sorbos, y el calor y azúcar revitalizan su cuerpo. -Bueno, ya sabe señortia. A partir de hoy se cuenta un año. En esta misma fecha su servicio caducará y deberá renovarlo. Espero que esté satisfecha, y si algo sale mal, sólo debe avisarme, ¿De acuerdo?

 

 

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La señorita Lenteric me parecía amable, era algo insolito, pero siempre que hablaban del Ministerio mi imagen era de gente gris de mal caracter y físicamente feos, ella era todo lo contrario y eso me alegraba. Debia ser por las veces aue acompañe a mi tutora cuando era tan solo una niña al Ministerio, era una huerfana con una gran herencia que miraban con repulsion al verme como si llevara una maldicion encima. Seguro era eso.

 

Sacudi mi cabeza y vi a la señorita Lenteric mientras hacia el hechizo, era tan intoxicante ver todo eso: lo amaba. Nana llego con el te y yo tome la taza para ofrecersela en cuanto llegara. Deberia estar cansada cuando regresara con tanto viaje.

 

Habia activado la red flu basicamente para que mis hijos la usaran, ya que muchos de ellos aun no podían aparecerse porque no tenian licencia.

 

La Señorita reapareció y la vi un poco pálida, le entregue la taza de te, de veras que su trabajo no lo envidiaba en absoluto, me quedaba con mis váritas.

 

-Perfecto Señorita Lenteric y ¿quiere sentarse un momento?

 

Le dije algo preocupada, la veía un poco pálida y no me gustaria que enfermara.

 

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Ministre de la Magie Français // 🌙 dulce asesina by Mael

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Hacía mucho tiempo que no visitaba otra mansión dentro del poblado mágico, sobre todo porque ahora otra personita la necesitan, quiso llevarla con ella en aquella ocasión, pero dada su naturaleza y otros detalles que prefería no recordar, el infante quedo en el hogar de los Lockhart al cuidado de la elfina que la había criado a ella misma, de sus hermanos y nietas y también de su padre, quien procuraba que ella tuviera espacio para relajarse y salir a caminar un rato.

 

Por eso cuando sus pies la sacaron de los límites del castillo, se vio caminando tranquilamente por la acera, mirando hacia las mansiones que bordeaban las calles de lado y lado. Luego monto en su alfombra L.Ville y se desplazo a más altura y mayor velocidad, sin perder el objetivo del paseo que era disfrutar del aire y la vista. No supo en qué momento la alfombra enfilo hacia las afueras de Londres hacia el Valle de Loire y fue entonces que diviso la construcción que sabia pertenecía a los Dumbledore, inmediatamente su mente trajo un nombre “Ariane” ¿Cuánto hacia que no la visitaba? Muchísimo tiempo.

 

Un suspiro salió de su pecho y mentalmente ya había dado la orden para ingresar, el castillo era imponente y grandísimo desde esa altura, se divisaban algunos de los patios. La alfombra hasta situarse un metro por encima del piso, por cortesía a la privacidad y recorrió lentamente el trayecto desde el desvió hasta la puerta principal, admirando el bien cuidado jardín. Cuando llego hasta el pie de las dos escaleras, descendió y enrolló la alfombra hasta casi volverla invisible, pero no menos pesada y la hizo levitar a su costado. Subió los peldaños de una de las dos escaleras y se encontró frente a la puerta de cedro, haciendo sonar tres veces la manecilla que hacía las veces de timbre y que seguramente resonaba hasta donde estaban los elfos o el personal a cargo de la puerta.

 

Mientras acudían a abrir, ella se giro sobre sus talones para desde esa altura poder observar la ornamentación de aquel espacio exterior, era precioso y estaba segura que requería mucho cuidado y una mano sabia y dulce para que arbustos y plantas de tanta belleza se desarrollaran. Llamo a su elfina quien pronto se encontró a su lado entregándole un presente para la matriarca del castillo a quien iba a visitar y una cajita diminuta para la nenita que ella conoció apenas de brazos. Con la misma volvió a quedar sola ocultando el rostro tras el arreglo que sostenía con ambas manos, mientras la cajita estaba medio metida en su bolsito de cuentas encantado.

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Tomaba el te en el jardín, la pequeña Helena jugaba en el cespede haciendo una pequeña fiesta de te con su juego y sus muñecas, casi todas regalos de su padre que era tan cariñoso y supremamente complaciente con la pequeña niña.

 

El cabello rubio de Helena estaba trenzado alrededor de su cabeza en una corona a la que le había colocado algunas flores a manera de adorno para que saliera a juego con su vestido de flores también de color violeta y blanco. Alguna vez mi abuela me habia dicho que yo vestia a mi hija como si ella fuera mi muñeca de porcelana, recordaba haberle contestado que ella era mi princesa y siempre queria verla hermosa.

 

Mi elfina se acerco despacio hasta donde me encontraba en la sillita bajo el parasol.

 

-Ama una dama ha arribado al castillo, es la Señora Cye, esta en la puerta, imagine que usted misma quisiese recibirla.

 

Me levante de un salto de la silla y corri por la puerta de la entrada del jardín hacia la sala, la cruce de lado a lado cruzando directo al pasillo que llevaba a la puerta de entrada. Abri la gran puerta principal y encontre a la rubia esperando a ser atendida, aunque no podia ver su rostro pues estaba oculto tras unas flores.

 

- Buen día madrina

 

Solte casi subiendo una octava la voz de la emoción, bajandonla cabeza avergonzada me fije que de la emocion habia olvidado mis zapatos en el jardín.

 

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Ministre de la Magie Français // 🌙 dulce asesina by Mael

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Cye se había perdido en la observancia de tan hermoso paisaje, no recordaba haber tenido tiempo en el pasado de contemplar la belleza de la propiedad que pertenecía a los Dumbledore, su memoria trato de recordar algunos miembros que fueran sus amigos o por lo menos conocidos, obviamente el primer nombre fue el de Ariane, Lucas, y hubiera seguido pero escucho el sonido de la puerta que se abría desde el interior, se giro para quedar de frente sin calcular el peso del arreglo que sostenía por lo que en un intento de no dejarlo caer, lo elevó más de lo debido cubriendose el rostro, justo cuando escucho un "Buen día madrina"

 

Resultaba ser que no era ningún elfo el que la recibía sino justamente a quien había ido a visitar, Ariane. Pero no le veía, pues tenia en frente algunas flores hechas de fruta y cubiertas con chocolate, un presente aromático y dulcito para alguien que le inspiraba la misma dulzura y a quien le tenia un profundo cariño. Hizo el ramo hacia el lado izquierdo para sostenerlo con esa mano mientras que su campo de visión se limpiaba.

 

--¡Hola Ariane! A ti te quería ver-- expreso emocionada también, y camino hasta poder abrazarla con la mano libre. --He estado pensando mucho en ti últimamente, no se si es la conciencia que no me deja-- bromeo jaciendo caritas. --O simplemente que te extraño, ya hace un buen tiempo que no conversamos y apenas supe que estabas de vuelta en Londres no me resisti-- confeso con cierto aire de culpa, tanto por tirar de cabeza a su elfina que era quien habia llevado la noticia a la casa como por no haberle mandado una misiva anunciando su visita a modo de cortesía, era parte de los modales y la buena educación, o más bien de las formalidades londinenses.

 

--Estas preciosa mujer, imagino que como tu hija, ah por cierto esto es para ti-- dijo entregandole el ramo chocolatoso que despedía aroma a fresas, anana y babana, a parte del propio cacao. --Helena debe ser ya toda una señorita no?, yo aun la recuerdo en brazos y de pecho-- comento haciendo memoria de la ultima vez que las habia visto y si no estaba mal, habia sido en el negocio de varitas que poseía la Dumbledore.

 

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  • 2 semanas más tarde...

Sentía un ligero dejavu, estaba segura de que ya había estado en aquel exacto lugar muchas veces antes, en los amplios jardines que se extendían hasta donde podía ver a simple vista. Suspire satisfecha, el aroma de aquel lugar evocaba un sin fin de recuerdos tanto tristes como felices, y de alguna extraña forma eso me traía una paz única que desde hace tiempo no sentía.

 

Caminé hacia el castillo, no sin antes visitar el pequeño cementerio familiar, era casi un ritual el pasar a saludar por allí antes de rodear el lago y luego adentrarme en mi hogar. Si, había pasado algún tiempo desde que vivía allí pero nunca dejaría de considerar aquel castillo como lo que había sido durante tantos años, mi hogar.

 

Escuché voces, quizá provenían del salón o de la biblioteca pero no quise ser inoportuna asi que fui directamente a la cocina para picar algo. Enriqueta ya se encontraba allí poniéndose al corriente de los quehaceres domésticos con el resto de elfos. Le sonreí de forma cómplice y después de tomar un racimo de uvas del frutero me fui.

 

Recorrí despacio el pasillo del tercer piso, rememorando viejos tiempo, como siempre hacía cuando volvía a recorrer aquel lugar del castillo. Una de las bibliotecas estaba allí cerca y tenía la impresión de que dejé algo a medias allí, quizá un libro sin terminar de leer o un diario personal en el que no volví a escribir, creo que ambas cosas. Sonreí al pensarlo, realmente había pasado demasiado tiempo.

 

Mientras abría la puerta de mi vieja habitación volví a sentir un dejavu. Pensé por un momento que él me estaría esperando dentro, con su mirada penetrante y su presencia tan implacable como lo recordaba. Pero no había nadie, ahora él sólo era un fantasma que existía en mi mente. Algo decepcionada terminé de comer las últimas uvas que quedaban en mis manos mientras le daba una mirada crítica al abandono y polvo acumulado por doquier.

 

- Bueno, toca poner todo en su lugar otra vez - me dije a mi misma al tiempo que me sacudia las manos.

 

Me alegraba poder usar la varita libremente, moví y limpié todos los muebles, cambié colores y texturas, abrí cortinas y ventanas para que entrara aire fresco desde fuera y cuando terminé evoque mi pequeño equipaje desde algún lugar (mi última casa temporal) y me dirigí al baño para apoderarme de él.

 

Me convertí en una aficionada más de los productos de cuidado personal, así que tenía buen trabajo por delante para ir acomodando todas las cremas, lociones, colonias, aceites y demás cosméticos que fui acumulando en los últimos meses.

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  • 2 meses más tarde...

Se podía decir que hacían siglos que no me había pasado por el castillo de la familia, pero tal vez no era tan así, hacia algunos meses había estado ahí en los jardines con mi madre y algunos de sus nuevos hijos, a algunos no los había logrado conocer, y otras eran muy tímidas para dejarse conocer. Aquella tarde había estado con Darla durante un rato, había logrado charlar con mi madre, ver como jugaba con los chicos, ademas había visto a Arya que hacia algún tiempo que tampoco la veía.

 

Ya frente a las puertas de metal que daban hacia el largo camino hacia el castillo sentí nostalgia al saber que mi madre no estaría tras las puertas, sabia que ella había tenido que viajar de nuevo, esperaba verla volver pronto, no habíamos podido aprovechar bien el poco tiempo que nos había acompañado.

 

Me adentre hacia las propiedades de la familia a paso firme no antes de cerrar la puerta tras de mi, y sentir el crujido del metal que chocaba, amague mirar una vez hacia atrás, pero sabia que esta vez iba solo, necesitaba ver como estaban las cosas en la casa, le había prometido a mi madre que me encargaría de que los asuntos de la familia funcionaran bien mientras las matriarcas estuvieran fuera.

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  • 3 semanas más tarde...

Arya Dumbledore

 

Dejó caer el libro a un costado de la cama, últimamente se la pasaba leyendo en casa a excepción del tiempo que pasaba en el trabajo no tenia nada más que hacer. A veces salia a pasear pero ya nada era igual, estaba aburrida y empezaba a sentir que en su vida necesitaba algo, le hacia falta algo. Si bien es cierto habia apagado su humanidad y no sentía como lo hacían los humanos, aquello la estaba agotando poco a poco. No sentir nada estaba envolviendo a Arya lentamente en la monotonía.

 

-Llevas 20 libros en lo que va de la semana...tienes que hacer algo -Comentó Ian mientra recogía el libro del piso y lo colocaba en la torre que se habia acumulado sobre el escritorio de la Dumbledore.

 

-No es facil, Ian -Respondió cerrando los ojos, caer en aquella oscuridad había sido la solución más sencilla para apagar todo el dolor que su pasado le había dejado, en su momento fue la mejor idea pero nadie le dijo lo difícil que seria salir.

Y yo la olvidaré, pero ella perdonará mi olvido, así que yo la perdono por olvidarme a mí



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  • 3 semanas más tarde...

Caminaba con pasos lentos, una figura encapuchada. Sus ropas color oscuro ondeaban con el andar de dicho personaje. En su mano derecha había una luz plateada con la que alumbraba su camino. El césped verde oscuro le rozaba las piernas. Era de noche y el majestuoso castillo Dumbledore se alzaba contra el cielo lleno de estrellas. El mago se detuvo y la luz que salía de su varita se apagó. La negrura espesa lo envolvió completamente mientras un silencio lleno de calma y paz se ceñía en la escena.

 

-Sí, es como lo recuerdo.

 

Sin más, el mago se dejó caer hacia atrás contra el pasto. Había algo infantil en sus acciones. Parecía que disfrutaba mucho lo que estaba pasando. Rodó sobre su propio eje y se quitó la capucha dejándola caer hacia sus hombros. Una luz tenue le alumbraba el rostro. Era un rostro adulto que poseía cicatrices. Tenía los ojos grises y el pelo negro azabache.

 

-Me pregunto si ella estará en casa.

 

La figura se sentó y cruzó sus piernas apoyándose en uno de los grandes árboles del castillo. Colocó sus manos en su regazo y cerró los ojos concentrándose en su respiración. Sereno, Artheón Dumbledore se quedó en esa postura por una hora. Los grillos daban una sinfonía dulce mientras una lechuza cantaba su canción melodiosa.

 

Aquél hombre comenzó a moverse de nuevo. Alargó su brazo para alcanzar una mochila de viaje. La abrió y sacó una pequeña caja color marrón; era un ajedrez con piezas de cristal. Comenzó a jugar una partida.

 

Después de un rato. Con un movimiento de su varita arregló las piezas que habían sido destruídas y guardó todo de nuevo en su caja. El hombre volvió a ver dentro de su mochila y sacó una manzana roja. Se la llevó a la boca y poco a poco se la comió.

 

Artheón Dumbledore Black era un viejo mago que se había ido de la comunidad mágica para buscar magia antigua con monjes tibetanos. Su viaje había durado unos cuantos años. Cuando estaba activo dentro de la comunidad, había sido un gran mortífago y director de la escuela de magia. Por supuesto, todo eso había quedado en el pasado, y ahora tocaba iniciar una nueva historia. Él había regresado.

 

 

 

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Off rol: Pues eso. Soy un viejo lobo de mar que ya no sabe cómo rolear pero que su vida muggle aburre y por eso ha regresado. Me llamo Alan, tengo 27 años y soy de México.

Editado por Artheón Dumbledore
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  • 2 semanas más tarde...

-No deberías.-

-Aún no sé si me quedaré.- contestó el mago con voz serena y decidida. – Pero es una obligación pasar.-

Habían pasado unos cuantos años desde la última vez que sus pies recorrieron aquel castillo que miraba desde el borde del bosque admirando cada uno de sus detalles. Se había prometido no regresar y culminar una etapa desastrosa dentro de su vida en Londres, sin embargo allí estaba de nuevo sopesando lo difícil y escurridiza que era de entender la magia.

-No deberías.- Repitió la criatura.

 

Aparicio dirigió la mirada hacia aquél al que nunca había abandonado, lo rodeó hasta ponerse frente a él, dándole la espalda al Castillo. El unicornio negro como la oscuridad lo recibió con la paz que lo caracterizaba, y pudo leer en el mago la decisión que había tomado con respecto a aquel viaje.

-No es tiempo lo que necesitas…- Las palabras de Roat, como todas las anteriores aparecieron en la mente del mago mientras este volvía a mirar al castillo.

-Es magia lo que necesito.- sentenció absorto en las luces que se encendían y apagaban como parpadeos de un niño que está por dormir.

Salió del bosque con paso decidido, sabiendo que Roat ya no lo acompañaba, haciendo ondear la capa gris oscura que vestía por encima de una fina túnica morada sin ningún detalle en especial. Cruzó el patio en silencio mientras por su mente danzaban recuerdos de personas que tal vez como él, ya no habitaran en aquél hogar.

Dio con la puerta trasera de la cocina un minuto más tarde, dio tres suaves cachetadas a la puerta con la palma abierta mientras pensaba que tal vez su viejo elfo hasta hubiera muerto en aquel lugar y ya no lo recibiera. Pero seguro habría un viejo chiflado que recorría los cuadros de aquél viejo castillo esperándolo con su sonrisa superadora y los anteojos de media luna sobre la nariz.

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