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El Parque de las Lamentaciones y Circ dels Joglars (MM B: 102350)


Sagitas E. Potter Blue
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El demonio no entendía que pasaba, tampoco tenía claro como había llegado ahí, pero desde ese momento no había habido ningún contacto con nada ni nadie, era solo un lugar vacio, de vez en cuando algunas voces lejanas a las que no lograba entender. Esta vez era diferente, su voz lo llamaba con desespero.

 

Algo en su interior le decía que no debia escuchar, que aquel era su lugar, pero ella siempre había sido su debilidad, la luz en su inmensa oscuridad, jamas había podido negarle nada. Voces y lamentos comenzaron a escucharse también, remolinos de oscuridad lo envolvían todo, mientras luchaba por llegar hasta aquel sitio desde el cual emergia su voz, la vos de Sol.

 

Farkas sintió que el cuerpo le pesaba, era una sensación sumamente extraña, entre mas se acercaba a la salida, mas trabajo le costaba. Estiró la mano asta casi tocar aquella superficie, y entre llamas purpura cuerpos comenzaron a surgir, su instinto gritaba que no eran de fiar por lo que intento alejarse lo más posible.

 

No era tarea fácil aquellas manos comenzaron a tirar del cuerpo de Farkas haciéndose cada vez mas corpóreas, mientras el luchaba con todas sus fuerzas por safarse. Tuvo que usar todas sus fuerzas para alcanzar la superficie, era liquida y fría, su cabeza surgio, hasta sus hombros, pero las manos volvieron a tirar intentando ir con el al exterior, entre aquel caos, distinguio un rostro, aquellos ojos, los ojos de su Sol. Sus ojos se volvieron purpura y una descarga broto de su cuerpo haciendo que aquellos fantasmas lo soltaran.

 

-Sol, mi Sol…

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Intenté salir varias veces del escudo de Jack. No le veía, mi marido parecía haber desaparecido y temí lo peor. Pero no, debería estar aún con nosotros o su escudo no funcionaría. Le amaba por lo que estaba haciendo pero no podía protegerme, no a cambio de la vida de los presentes. Golpeé el escudo y fue como si tocara algo gelatinoso que desprendía brillantitos pero resistía mi empuje. Gruñí.

 

-- ¡Jack!!

 

Apoyé las manos y apreté la frente a la barrera invisible. A través de ella pude ver a Xell aunque no vi bien qué decía a quien... ¿A quién les mandaba quedar fuera? Entonces noté la presencia de Perenela y de la abuela de Heliké. ¿Cuándo habían llegado estas dos? Al menos, la última estaba haciendo algo que parecía llamar la atención a los muertos. Así, la acción de Xell fue certera. Esta chiquilla me sorprendía a veces. Parecía una mosquita muerta que no se metía en líos y, de repente, era capaz de hacer una ceremonia de contención para evitar que salieran.

 

Me sentí orgullosa.

 

Sin embargo, dudó. Ese débil gesto de mirar hacia mí y pedirme ayuda con la mirada fue suficiente para que el espejo temblara de nuevo. Cerré los ojos y musité hechizos que hicieron estallar en pedazos ardientes el escudo de Jack. Él era bueno pero yo lo era más. Como hechicera, había conseguido grandes logros en los estudios que nunca había dejado de cursar, como sacerdotisa había alcanzado uno de los grandes rangos de mi clan. Como matriarca protectora, mi responsabilidad con mis familiares era acuciante. Las tres cosas juntas arrancaron la fuerza para romper aquel escudo que mi marido había hecho para que no me pasara nada. Él era muy importante pero aquello lo había montado yo; me tocaba arreglarlo.

 

Conseguí ponerme al lado de Xell y potenciar el escudo. Al instante, los gritos de Sol pedían ayudar para sacar a su pareja. Parecía que sí, que era ella, es decir, él, quien se asomaba. Sabía de la maldad de los espíritus malignos que intentarían salir con él pero, ¡Los Dioses son sabios!, para eso estaba allá mi hija Perenela.

 

No quería que hubiera aparecido en aquel momento. No quería que se implicara. Pero necesitábamos su ayuda. Al igual que Eira Weasley, con su singular ceremonia de contacto. Aspiré con fuerza. Sonreí a Xell para darle ánimos. Después achiqué los ojos y le hablé, aunque sin mirarle. Mi mirada estaba fijada en aquel ser que quería salir y ya tenía parte fuera pero que tironeaban de él.

 

-- ¡Perenela! ¡Mil demonios, no me gustas nada de azul! -- Era una bronca inútil, cuando se transformaba y se convertía así, no podía elegir el color, aunque más de una vez le hubiera insinuado un rosa o unos topos para quitarle el miedo que daba. A mí no, claro; soy su madre... -- Ayúdale a salir. Es el... la pareja de Sol... Ayúdale sin protestar, ya hablaremos luego...

 

Lo que me faltaba era una pelea por la propiedad o no de abandonar el limbo en el que las almas estaban obligadas a permanecer y que pertenecían o no a otro mundo... Esas conversaciones filosóficas sobre el Bien y el Deber siempre acababan con nosotras dormidas y medio borrachas al lado de la chimenea sin arreglar nada y cada una defendiendo su punto de vista. Aunque ella nunca vio bien que Jack saliera del inframundo, me ayudó a en la ceremonia que hacía que mensualmente su cuerpo se fortaleciera, aún a costa de mí misma.

 

-- Date prisa, hija, ¿quieres...? Esto requiere mucha energía y ya nos está chupando demasiada. Y yo aún soy joven pero Xell seguro que se cansa. Está vieja...

 

Intentaba sonreír en el drama que vivíamos pero... ¿qué es la vida sin una sonrisa que aclare los momentos más difíciles?

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Estaba siseando cual serpiente lanzando advertencias al limbo, las almas de allá no debían salir, nada de aquí podía entrar, esa era la regla, la norma, ese era el orden establecido y como hija del inframundo tenia que cumplirlo, empece a lanzar sutiles rayos de baja frecuencia que atrapaba las almas allí, si empezaban a salir empezarían a poseer a los vivos y dado que los vivos que estábamos alrededor eramos mas poderosos que los muggles por muchos niveles.

 

No, no quería darle ese nivel de poder a esas almas condenadas, no aparte la vista del espejo sobretodo donde empezaba a cuartear el poder del limbo por el peso de todas las almas que intentaban abrir la grieta por lo que no supe en que momento mi mama se había liberado, ni como había hecho para volver a mi lado, sentí su aroma a naranja inundándome la nariz y renegando de mi color azul como si tuviera control sobre ello:

 

-¡Te he dicho mil veces que no puedo cambiar el color de mi piel, aunque quisiera ser un tono mas violáceo! - Grite a mi madre mientras trataba de contener la abertura, quería contener todo, cerrar la brecha, darle una tunda a todos los que estaban aquí, por si quiera intentar abrir el primer circulo por un alma, quería gritar ante la solicitud de mi madre pero sabia que era inútil, si ella había hecho esta ceremonia para sacar al alma a pesar de todas las restricciones, todas las normas, la moralidad y demás, entonces no escucharía nada de lo que diría.

 

Agarré una de las cadenas que llevaba en mi cintura y las rastrille en el suelo para que soltara su poder, no me fije si había abierto un boquete en el suelo o si le había pegado a alguien, pero dado que nadie se había quejado entonces dudaba que así fuera y la lancé hacia el alma que salia, en cuanto el restrictor toco el alma, anudo la esencia completa del alma condensandola en una bola de cristal turbia, blanca, arremolinándose dentro de si misma como si estuviera llena de humo y la agarre con mis manos... mis garras en realidad; lancé una descarga de energía ya no sutil sino elevada para cerrar toda grieta, para alejar cualquier alma que quisiera pasar y que tal vez iba a dejar algunos cabellos de punta en los vivos, sentí la energía brotar de mi y cerrar y reparar las grietas, reforzarla, mientras escuchaba los gritos de los que volvían a ser privados de las sensaciones de los vivos, ya después bajaría a ver y a reparar las grietas que pudieran estar del otro lado, pero de seguro la niebla del limbo los atontaría lo suficiente para poder desorientarlos.

 

Respiré profundamente tratando de recuperar el aire, no quería demostrarlo pero estaba agotada mas allá de todo punto, el embarazo, el viaje, las carreras, Sj y todo lo que había vivido había hecho que yo perdiera mucho de mi habilidad y de mi resistencia, sentí las manos temblar un poco mientras acariciaba la bola de energía que encerraba a la pareja de Sol, sonreí al pensar que apariencia tendría con mis alas, mi cola, mi piel azul, los cuernos, las cadenas, miré a mi madre:

 

-Ehh que tu nunca seras Vieja, sin importar si tienes 70 o 200 años - Deje que el poder del infierno se retirara poco a poco mientras sentía el agotamiento golpearme por partes - ahora se puede saber ¿Que demonios estabas pensando para sacar un alma? y ¿porque demonios es taaaaaaan importante esta alma que casi dejas millones de almas vagando por el mundo sin control? - podría haber seguir regañando a mi madre si no fuera porque el frío me golpeo directo en la piel desnuda y el agotamiento me cobijo como otra piel, le lancé la bola a mi madre y me senté en el suelo esperando que el mareo que me sobrevino pasara

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Aunque amaba a mi hija, nunca me acostumbraba a su forma demoníaca. Siempre me preguntaba si hubiera hecho mejor en el pasado, cuando aún yacía en mi vientre, haber buscado una forma de quitarle su herencia paterna. Eran otros tiempos, estaba enamorada, tener una hija Demonio nunca me había parecido mal pero..., después de lo sucedido con su padre, verla a ella transformarse me traía recuerdos que luchaba una y otra vez por hacer desaparecer. Además, el azul le quedaba feo. Aunque ella aseguraba que no podía evitar ese color, yo, en el fondo, estaba segura que, si quisiera, podría ponerle un color más cálido. Al fin y al cabo, en el espectro, el violeta y el azul se acercaban...

 

En fin, el color no era lo importante ahora aunque siempre recordaba nuestras peleas cuando se transformaba en público. Ahora lo importante era conseguir sacar al muchacho amante de Sol antes de morir en el intento. Farkas aparecía un poco, parecía hundirse de nuevo como si alguien empujara, sobresalía... Temía que Sol se lanzara a por él y tenía que impedir que lo hiciera o no la volveríamos a ver nunca más.

 

O peor, montaría una cadena de búsqueda y me adentraría en aquel mundo de nuevo, con la desaprobación de mi marido, estaba segura, que evitaría que me metiera en líos de nuevo. Estaba agotada ahora mismo, así que era mejor evitar esa posibilidad. Xell parecía muy concentrada y supuse que también estaría cansada. Perenela consiguió, por fin, sacar esa alma y entonces , sencillamente, moví el agua que conseguía el reflejo del espejo. El agua turbulenta hizo desaparecer la puerta de acceso y, con ella, el peligro.

 

Caí al suelo de rodillas y, tras varios resoplidos, me senté en el suelo.

 

-- No me grites, hija. Tenemos invitados y hay que ser educados -- le contesté con calma. -- Ella es Sol Lestrange, mi prima, una chica adorable que siempre me invita a fruta. Sólo por ello merecía la pena arriesgarse a ver a su Amor, ¿no crees?

 

Sí, vale, tal vez ella no pensara que era tan importante arriesgar tantas cosas por fruta que podía comprar en el Mercado pero es que había más, mucho más, tras aquella relación tan intensa entre mi prima y yo. Además, yo tomaba mis decisiones y Perenela no me debía juzgar.

 

-- Reconozco que cuando hice el espejo pensé que no sería tan difícil y... reconozco que vuestra presencia ha sido loable. De todas maneras, ¿qué hacéis vosotras aquí a estas horas? ¿No sabéis que el Parque cierra por la noche?

 

Vaya manera de agradecer su ayuda... Tomé la bola de energía que me lanzó mi hija y contemplé aquellas manchas azules que se iban apaciguando en ella. Puse la frente tocándola y sentí su fuerza. Cerré los ojos y... Vi... Para algo soy Vidente y Sacerdotisa. Me gustó lo que vi aunque era Sol quien tenía la última palabra. Soplé a la esfera y la energía que encerraba al muchacho desapareció.

 

-- ¿Es él? Dímelo cuanto antes. Durante unos minutos estará débil y podremos hacerle regresar al mundo de los muertos sin problemas...

Editado por Sagitas E. Potter Blue

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Aquella situación se había escapado de las manos de la tía Sagitas. Debería haber intervenido antes, haberla parado, haber dicho que no era prudente usar la magia natural de las cosas para interrumpir el descanso merecido de los muertos. Sin embargo, yo no sabía todo. Sagitas era Vidente, Sacerdotisa, Nigromante, conocía mil habilidades que me superaban... Si ella había decidido hacerlo...

 

Suspiré, estaba cansada pero no podía ceder; necesitaba ayuda. Me asusté al ver un demonio azul que gruñía y se lanzaba contra el espejo de agua. Sagitas le reñía ¡por su color! y entonces supe que era la prima Perenela. Había olvidado que era una criatura demoníaca. Imponía respeto. La tía se acercó a mí y me ayudó a mantener el equilibrio. Pude relajarme un poco pero, aún las dos, costaba sostener el límite de los dos mundos. La mujer llamada Sol imploraba que le ayudaran a salir y noté que alguien le respondía desde allá dentro. ¿En verdad íbamos a dejar escapar a un alma?

 

Por segunda vez me dije que no podía intervenir en las decisiones de la tía. De repente, todo acabó. Caí al suelo, al lado de la tía Sagitas, me tumbé porque estaba extenuada. Desde allá, con el frescor de la hierba en mi espalda, sentí que ella nos preguntaba qué hacíamos en el Parque. Me enfadó un poco que no nos diera las gracias.

 

- Si cierra de noche, ¿qué hacéis vosotros aqui, en vez de estar en casa? ¡Podrías darnos las gracias! Te hemos salvado la ceremonia, lista.

 

Pero la curiosidad pudo más que mi enfado y desapareció tan rápido como había llegado.

 

- ¿Puedo preguntar quién es ella y... quién es él, para que hayamos roto miles de mandamientos de la Diosa Tierra y hayamos permitido su entrada en el mundo presente? Una vez con el tío Jack, vale, pero dos veces... Eres muy arriesgada, tía Sagitas.

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No pude más que encargar una ceja ante las explicaciones de mi madre de porque estaba quebrando las reglas... Otra vez y a propósito, trate de calmarme pero la explicación de la fruta no era suficiente para mi. Aún así respetaba demasiado a mi madre para hacer una escena o seguir riñendo con ella. Escuché a Xell y trate de defenderme de sus palabras (aunque sabía que no iban dirigidas a mi):

-Yo acabo de dejar dormido a SJ y lo deje a cargo de los elfos, pensaba en aprovechar el tiempo para venir al circo a ponerme en forma y vengo y encuentro que mi madre está haciendo cosas indebidas en los jardines.

No pude evitar sonrojarme al darme cuenta lo que dije y de que sonó mucho más sucio de lo que pretendía y mucho más alejado de lo que estaba pensando, miré a mi madre fijamente y le dije directo:

-¿puedes, por favor, darme algo de ropa?

Editado por Perenela Arya Grindewald Potter Blue

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Eyra Weasley

 

Había esperado unos minutos pero sentía que algo no iba bien. Sabía que la llamada era la de siempre. Pero intuía que quizás hubiese interrumpido algo. Roto alguna magia del parque. Titilaron las velas que estaban encendidas. Mal presagio. Lo sabía antes de continuar. Cerró la llamada con cuatro palabras en arameo y en latín. Confirmaba la órden de cierre que había dado antes. No sabía si era de la propia neblina que creaba el lago o es que alguien más estaba a esas horas, practicando otro tipo de magia. Sintió cierto cosquilleo en la boca del estómago a causa de los nervios. De su morral de cuero, sacó una capa más gruesa. Por la parte posterior de la misma era completamente de pelo, por interior llevaba lana. Estaba fabricada por uno mejores tejedores de los países nórdicos.

 

Apagó las velas y el humo a cera se instaló en el ambiente. No sabía porqué, pero hasta los árboles parecía que se movían más rápido que de costumbre, a causa de la brisa, o, ¿sería sugestión a causa de su magia? No tenía ni idea. Guardó las velas y el mortero de cobre, además de las pociones. Sacó una especie de caja oscura, con un cuenco autorellenable y con algo más de comida; todo tipo de embutidos cómo: jamón, queso en loncha, foigras... fue mordisqueando un poco de todo aunque sin ganas, pero sabía que podía hacerlo si quería reunir energías. Aunque el hígado de pato no es lo que más le gustara (por el sufrimiento del animal) le reportaba un montón de fuerza.

 

El sonido de una campana resonó a lo lejos y elle se sobresaltó un poco. Suspiró. No tenía ni la edad ni el cuerpo en esos momentos para sobresaltos. Aunque generalmente solía pensar en el pasado, también lo hacía con el presente. Sabía que una de sus nietas se había casado con el hijo de una gran sacerdotisa y sonrió de lado. Ojalá aprendiera de ella, pero sabiendo cómo era, una terca y una orgullosa, no dejaría su brazo a torcer. Y aún así, su nieta le recordaba mucho a su hija, esa que quiso llamar esa noche. Tenían el mismo carácter y ella sonrió, negando con la cabeza...

 

La orilla del lago estaba cercana y eso permitió que el vaso autorellenable lo hiciera sólo. Tomó el cuenco con ambas manos y bebió un sorbo. Estaba fría pero no le importó, estaba fresca que era lo más importante para calmar su alma. Estaba nerviosa y no sabía porqué. Quizás había alguien más ahí, el parque era enorme y no tenía las piernas tan bien para hacer una larga caminata y averigüarlo por sí misma. Pensó en usar la animagia. En su familia casi todos podían hacerlo y sonrió orgullosa el saber que su nieta había adquirido el don de hacerlo en buitre. Pero sabía que gastaría un montón de energía que ella no estaba dispuesta a perder...

 

¿Qué era lo que estaba pasando en ese lugar? ¿Su magia había interferido en aquella que había sentido dentro de su ser? La que había hecho era una llamada amorosa pero sabía que en el otro lado había almas que querían acceder al mundo de los vivos cómo fuese. Guardó también la campana que sonó débilmente, al meterla dentro del morral. No sabía si hacer un fuego, la temperatura había bajado bastante y esperaba que la capa fuese lo suficiente para guardar el calor. Le pareció ver, a lo lejos que en el parador había gente, pero tampoco podía confirmarlo, estaría un poco en soledad y si se encontraba con la sacerdotisa Sagitas, le preguntaría, aunque por las horas, quizá estuviese en casa durmiendo, ¿no?

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Estaba algo perdida ya, entre tanta gente, escuchaba diferentes voces sin que pudiera poner mucha atención en ninguna, temblaba de pies a cabeza, no sabia si era el frío o mi propia ansiedad, me sentía agotada y a la vez eufórica. Verlo ahí me hacia creer que todo había valido la pena, no pensaba ahora echar a tras.

 

Escuche entre las voces la de Sagitas preguntándome si era a el a quien buscábamos, no me detuve un segundo a responder-¡ES EL!!- Dije con los ojos bañados en lagrimas -Sacalo de ahí por favor...- volví a suplicar.

 

El cielo que minutos antes estaba plagado de estrellas se había ennegrecido y el viento seguía azotando con fuerza a nuestro alrededor, mis cabellos volaban, deseaba con todas mis fuerzas que aquello terminada pronto y así poder abrazarlo o algo parecido, no sabia si seria un espíritu, no sabia absolutamente nada, lo único que quería era tenerlo de este lado y poder hablar con el. Ya no me importaba el riesgo, si el no podía venir conmigo, yo iría con el.

 

Estiré las manos, intentando tocarlo, ayudarlo, aunque no estaba muy segura de que tanto podía yo hacer, pero nada me detendría, era prioritario el hacerlo venir, por el tiempo que fuera, ya no importaba mas.

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La mitad del cuerpo de Farkas estaba fuera, había logrado deshacerse del agarre de aquellas almas perdidas, aunque sentía aun una enorme pesades, un pequeño caos se había formado en torno a aquel lugar, pudo distinguir arboles y una fría brisa que removia sus cabellos dorados. Pero entre todo aquel caos lo único que distinguia era su voz, aquello era lo único que me mantenía firme en la idea de salir y llegar a su lado.

 

En medio del caos y la oscuridad, ella parecía irradiar con luz propia, siempre había tenido ese don, ese don que el demonio amaba y siempre lo hacia volver, asi estuviera en el mismo infierno.

 

Las manos de Sol se estiraron hacia él, llenándole de una extraña pero reconfortante sensación, era como si de pronto todo volviera a su cabeza, una sensación conocida, aquel calor que solo ella podía despedir, el brillo de sus ojos con aquellos destellos dorados, eran la mejor guía en el camino oscuro.

 

-Mi Sol…mi Hurrikán…- murmuro Farkas respondiendo su llamado.

Editado por Farkas

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  • 3 semanas más tarde...

No podía seguir esperando a que alguien me dijera que hacer, necesitaba hacer algo sacarlo de ahí, mi instinto golpeaba de golpe contra mi cabeza, necesitaba saber, sentirlo, mi mano se estiro lo más posible intentando no perder el equilibrio y caer en el lago, Farkas imito aquel gesto, y nuestros dedos finalmente se tocaron.

 

Perdí la respiración, fue como si una descarga de electricidad me recorriera por completo, cerré los ojos intentando mantener la calma mientras las lágrimas brotaban de mis ojos ya sin control. No era solo un fantasma o un alma, era corpóreo, aquello parecía estar pasando en cámara lenta, no podía ver o escuchar que sucedía a mi alrededor, solo miraba aquellos ojos azules, aquella mirada clavada en la mía era mi única prioridad. Sonreí y Farkas me devolvió la sonrisa, aquello era lo único que necesitaba, siempre a él y solo a él.

 

Mis dedos se entrelazaron a los míos mientras salía finalmente y completo del agua, su torso desnudo, solo un pantalón oscuro era su atuendo, aun de rodillas en la orilla, me ayudo a ponerme en pie, mientras lo abrazaba, no era más un sueño o una alucinación, era el, estaba ahí, de nuevo, conmigo, para mí, como siempre debió haber sido y como tenía que ser.

 

-Mi lobo…- dije entre sollozos, aquello era increíble, no entendía, pero tampoco quería hacerlo, solo sabia que estaba de vuelta y no lo dejaría ir nunca más.

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