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El Parque de las Lamentaciones y Circ dels Joglars (MM B: 102350)


Sagitas E. Potter Blue
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Me desorienté.

 

Una sacerdotisa sabe que ha de estar al cien por cien de su capacidad cuando se abre un portal. O más si es posible. No hay posibilidad de un ápice de distracción. Y yo lo tuve.

 

Xell me reñía por haber infringido las normas (de nuevo) y me preguntaba que quién era ella y quién era él para que me arriesgara. Curiosa pregunta... Entre que ella me increpaba por el riesgo corrido y que Perenela me acusaba de hacer cosas indebidas en el parque, mi mente se distrajo lo suficiente para desconectar. El tañido de una campana me llamó la atención y aparté la mirada de Sol y de la bola que contenía (eso esperaba) a su pareja anhelada.

 

En ese instante, Sol alargó las manos para ayudarle a salir. Gritó que era él, que le ayudara a salir y le tocó. El hombre que se dibujaba también estaba medio fuera y luchaba por salir pero no demostraba el dolor que debía sufrir sino que susurraba el nombre de mi prima con tal amor que no tuve ninguna duda que era quien ella esperaba. Le sonreí.

 

-- Eh, Hurricana Sol, tócale y que la fuerza de tu contacto le ayude a salir sin más; venga, tú puedes, prima -- sí, sonreía porque, ahora que todo había salido bien, podía explicar a Xell quién era ella y porqué me había arriesgado. -- Xell, lo hice porque ella se lo merece. En mis momentos más turbios, ella estuvo allá a mi lado, ofreciéndome un apoyo que nadie más me brindó. Se lo merece. Y el riesgo ya ha pasado.

 

Sin embargo, algo más había salido de allá, libre de la mirada de todos los presentes, sacerdotisas y demonios. La campana volvió a sonar y abrí la boca con la sorpresa al sentir el contacto frío, helado, en la boca del estómago. ¿Jack?

 

No

era

Jack

Jadeé como si me faltara el aire y me apoyé en los talones mientras mis manos se engarfiaron en el aire. Luché, aunque muy poco. No estaba preparada para ser poseída porque pensé que ya habíamos acabado con la ceremonia y que había ido bien. Había relajado mis escudos y nadie se había dado cuenta que algo había salido junto a la pareja de Sol.

 

Miré a Perenela y mis ojos se abrillantaron. Saqué la lengua y me mojé los labios. Me gustaba la sensación de tenerlos húmedos. La comí con la mirada lasciva de alguien que hace tiempo que no ve un cuerpo tan bien dotado.

 

-- ¡Pero qué... tenemos... aquí...! ¿Estás... desnuda... por mi culpa?

 

¡Es mi hija Perenela! ¡No le hagas nada! --

gimió una Sagitas encerrada en aquella mente oscura que la usaba como morada.

-- ¡Hija mía...! -- Sagitas caminó hacia Perenela con los ojos clavados en sus curvas. -- ¿Por qué quieres cubrirte? ¡Oh, está bien! Tengo varita... -- La blandí en el aire y sonreí al ver que aparecían prendas de vestir que, realmente le dejarían ver aún más que si siguiera desnuda. También apareció una túnica vaporosa que mostraba más de lo que ocultaba. -- ¿Nos vamos a casa, querida? La noche es joven y aquí ya no hacemos nada. Dejemos a los espíritus que dancen con sus amadas.

 

El tono de voz era más provocativa de lo que parecía razonable pero ¿quién le negaría a Sagitas que todos necesitaban descansar?

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Mi madre no quería o no había escuchado que le pedía algo con que cubrirme… y la verdad es que yo no tenia ningún problema con estar desnuda cuando mi apariencia era demoníaca pero cuando estaba en mi forma humana todo lo del ambiente me perturbaba, ademas haber quedado embarazada me había dejado un par de gorditos que no había podido desvanecer y un par de pechos que no solo lactaban sino que también se habían agrandado mas de lo que quería, lo cual me tenia acomplejada.

 

Algún bicho raro se le metió a mi madre porque me miró de un modo en el que una madre nunca debe mirar a su hija y los gestos que hacia me hicieron tener mas escalofríos que el mismo viento, hizo aparecer unas prendas que de cubrir no tenían nada, fruncí el ceño y le dije:

 

- A menos que me estés incentivando a que me meta en la cama con Sean no veo el porque de esta indumentaria – me provocó volverme a transformar pero no tenia la energía suficiente para eso – vamos madre basta de bromas, dame algo decente con que cubrirme y vamos a casa que este frío esta que pela y los niños deben de extrañarnos.

 

 

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-- Mujer, haberme dicho que tenías frío. ¿Por qué te has de meter con ese...

 

¡Sean! Es el novio de ella y el padre de su hijo SJ;

no llegaron a casarse. ¡Por favor, libérame, no le hagas nada a ella!

 

-- ...ese Sean en la cama...? Merece que lo mate por no cumplir contigo y casarse, después de tener un hijo. Un hombre ha de cumplir cuando hay retoños de por medio. Querida... -- el tono cambió de forma radical. -- Me meteré yo en la cama contigo para que no tengas que acudir a nadie. Yo te daré calor... Por algo soy... tu madre... ¿Quién te va a querer más que yo y a darte calor en estas noches tan frías?

 

Aún así, materialicé una capa de oro fino con los bordes rebujados en perlas. Me acerqué a ella, le toqué los hombros fríos y se la puse por encima, deleitandome en el tacto de aquella suave piel de jovenzuela. Mis manos se detuvieron más tiempo del necesario en abrochar el botón encima de su pecho derecho.

 

-- Hale, querida... Eres una reina y te mereces la capa de una reina... Esta varita es genial. Es muy potente. Hace maravillas... Me pregunto si...

 

Otra vez pasé la lengua por los labios en un gesto lascivo de placer, con los ojos perdidos en algún recuerdo. Sagitas no parecía ver a ninguno de los presentes en aquel momento.

 

Sagitas gritó al ver, por primera vez, el rostro desfigurado de quien la poseía,

el sudor perlado de su frente al golpear y desmembrar un cuerpo femenino con un instrumento,

al verle gozar con la sangre y lamer la punta de un dedo rojizo.

ritó y calló de repente. El Posesor tomaba control de nuevo del cuerpo

y la encerró de nuevo en los pliegues más alejados de la memoria

donde permanecería oculta hasta que desapareciera para siempre..

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-Solo una sacerdotisa o un demonio no tendría frío con el viento que hace – fruncí el ceño ante el comportamiento de mi madre, no era normal y pensar en eso hizo que se me erizara la piel, pero trate de no poner en evidencia lo que me afectaba… la gente era inocente hasta que se demostraba lo contrario. Volví a erizarme cuando puso la capa sobre mis hombros, era caliente, era hermosa y demasiado lujosa para que mi madre no se resintiera por el simple hecho de haberla materializado así de la nada, mi radar de sospecha estaba demasiado alto pero en vez de pensar en eso tenia que responderle:

 

-El hecho de que no estemos viviendo juntos con Sean y SJ es simplemente por tu causa – una mentira del tamaño de la mansión pero sabia que mi madre me rebatiría eso – si no estuvieras amenazándolo cada vez que viene con la ballesta – una verdad, no completa pero si una verdad – y si no te enojaras cada vez que visita a SJ tal vez ese matrimonio ya se hubiera hecho e incluso tu lo hubieras oficiado, ademas tu pateas mucho para que podamos dormir juntas y no quiero estar en medio cuando haces tus… cosillas con Jack… no quiero vivir con esa imagen mental, gracias.

 

Si me has dicho eso siempre pero nunca me habías hecho una capa como esta, siempre dices que es excesivo y que una nunca debe exhibirse – una mentira a medias y una verdad a medias, mi madre era de exhibirse pero no con cosas lujosas y sofisticadas, era mas de exhibirse con trajes de payaso o túnicas formales cuando tenia que hacer cosas en el ministerio. Vi el gesto de sus labios y no pude mas que temblar, en estos casos mi madre me daba miedo, pero ahora el miedo era mas por los niños que por ella misma.

 

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-- ¿Yo no dejé que viviérais juntos? Estás demasiado buena para vulgares mortales, hija. Tú has de tener miras mayores. No pienso dejar que compartas nada con ese muchachito. Seguiré amenazándole cada vez que vuelva. Y lo de Sj...

 

Mi nieto... Su hijo... De él y de ella...

 

Acallé aquellos susurros que aún llegaban a mi cabeza. Era una mujer muerte y resistente, aún pugnaba por salir de su encierro. Pero se cansaría en algún momento y podría cerrar la urna en la que la había metido. No podría salir nunca y se convertiría en otro esqueleto que unir a mi colección de posesiones. Miré a aquella mujer a quien había puesto la capa y pasé la mano por su barriga, tocando aquel ombligo perfecto, abriendo los dedos para ampliar la zona que lo rodeaba, avanzando a la zona púbica. Tuve que contener una mirada lasciva al sentir que bajaba nunca demasiado para mí pero sí tal vez para mi supuesta hija.

 

-- No parece que hayas tenido un hijo... Tienes un triángulo... perfecto... Sin señales de partos... ¿Seguro que es tuyo...? Anda, prometo no patear esta noche... Ningún Jack estará en mi cama... Sólo tú y yo... hija... contándonos cositas de madre... e hija...

 

Saqué la mano que avanzaba demasiado a un punto indebido y volví a poner las manos en sus hombros, acercándome tanto a ella que ni un papel me separaba de su nariz. Era más alta que yo pero no importaba en aquel momento.

 

-- ¿Pero a qué te ves hermosa con esta capa? Me confundí cuando dije eso... Hay que ostentar todas las riquezas que puedas porque estamos por encima de todos esos pobres humanos que no sirven más que para honrarnos. Deja que durmamos juntas esta noche y mañana te prometo un vestido de perlas con un escote hermoso en el que lucir estos dos pechos hermosos que posees. Es un pecado llevarlos tan tapados. Ni que fueras una monja...

 

Eso si llegaba al día siguiente. Sólo necesitaba una noche para satisfacer un deseo prohibido en la que quedaría dividida en pedacitos...

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Eyra Weasley

 

Algo extraño estaba pasando. Aún le daba vueltas a todo lo que había pasado. Sabía que no era cosa suya. Ni siquiera había terminado de hacer la llamada, era más, lo había recogido todo y sintió un frío helador que le encogía las entrañas. No era la típica brisa fresca del otoño que había sentido antes, y que le había echo apretujarse debajo de su capa. No, era algo malo. ¿Un espíritu vengativo, tal vez? Le había enseñado a sus nietas interpretar todo tipo de energías y entre ellas habían practicado en más de una ocasión. No, no eran las típicas auras... Cada persona y cada objeto tenían su propia carga. Buena, o mala.

 

Ajustó más su capa porque el frío helador parecía ir más intenso. Le extrañaría mucho que fuese de la época del año. Sabía que en Otoño en Inglaterra hacía frío pero no de la manera que lo hacía en el parque, o quizá fuese la brisa del lago. No lo sabía. Estaba de pie todo el rato. Tenía la varita de serbal en su mano derecha, sus pertenencias cómo el morral, atado a su cintura, y fue caminando despacio. Con un susurro de "lumus" la punta de su varita se encendió y una pequeña luz plateada brilló intensamente al terminar de decir el encantamiento.

 

Poco a poco mientras iba caminando, despacio, y aunque el sonido de las ramas eran cómo un leve quejido por romperse bajo sus sandalias romanas le daba cierta intranquilidad. Los animales huían al ver la luz blanca. La luz de la luna hacía brillar su capa cómo si fuese un pequeño faro. Negó con la cabeza, se la sacó y se la guardó en el morral, aunque tenía más frío que antes. La capa que llevaba encima, del sacerdocio, no era lo suficientemente abrigada. Pero al menos la protegía fuera de las miradas indiscretas por su color verde, era una especie de camuflaje.

 

Sentía nervios a cada paso que se acercaba... Poco a poco iba llegando hasta la zona del muelle. Pudo distinguir un pelo violeta y sonrió contenta. Si Sagitas estaba allá era porque la situación lo requería, luego, tres jóvenes de los que no tenía ni idea y hasta le dio la sensación de que, el marido fantasmal de la Suma Sacerdotisa estaba rondando cerca, sin materializarse. O eso le pareció a ella. Quiso saludar con alegría pero recordó que no conocía a la muchacha, aunque tenía un aire familiar a la pelivioleta. ¿Sería su hija?

 

- Buenas noches tengan ustedes - dijo con una amable sonrisa- pensé que no encontraría a gente por aquí a éstas horas. Y menos aún con el noble arte del sacerdocio... - miró a los presentes. Bueno, técnicamente creía a ver a dos personas nada más. A una amable y rubia jovencita y la otra que creía que era hija de Sagitas.

 

- ¿interrumpo algo? -preguntó con cierto temor. Algo le decía que se estaba metiendo en algo que no le importaba, o tal vez... debía tener cierto cuidado. Notaba una extraña energía, maligna, para ser exactas... ¿Debía avisar a las presentes?

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-Arggg según tu yo estoy por encima de mortales, inmortales, demonios… incluso hasta angeles – una vil y completa mentira, pero no iba a revelarme con ella, no sabia que le pasaba pero de seguro no era mi madre, no sabia quien era, pero no era mi madre – Nunca has apreciado las parejas que llevo, para ti ninguno es bueno ni de fiar, debí hacerle caso a mi padre para casarme con alguno de la familia así se acababan tus renuhencias pero a mi aquello del incesto no es que me vaya de a mucho.

 

Me arrebuje en la capa que me había hecho apartando de un modo delicado su mano de mi piel, me daba escalforios mi madre era de bombachos y piernas sin depilar y me instaba mucho a la comodidad pero ella no era mi madre, aparté la vista cuando alguien mas se nos unió, fruncí el ceño pero agradecí la interrupción dando un paso hacia atrás y sonriendo con cordialidad, el viento cambio y algo alarmó mas mis sentidos, aunque no sabia que podia llegar a ser:

 

-Te parece si me voy a mi carromato para cambiarme, no quiero coger una gripe

 

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  • 3 semanas más tarde...

La situación se hizo muy extraña. En algún momento, el aura de la tía Sagitas había cambiado. Lo noté tarde. Al principio era como una neblina que atribuí a la noche y a la proximidad del agua del lago. Después, mientras la tía y la prima hablaban, noté que la bruma sólo estaba en ella, no en todos. A mi alrededor, aún era capaz de ver el verde del parque y el azul del agua y el colorido azulón de la prima Perenela. ¿Por qué sólo afectaba a la tía Sagitas?

 

Estaba tan cansada que no le di importancia. Aquella experiencia con el portal hecho con el reflejo en el agua me había dejado agotada. Dejé que madre e hija siguieran hablando, esperando que en algún momento decidieran volver a casa. ¿Cómo es que ellas no estaban cansadas, después de sacar a aquel demonio para la prima Sol? Sagitas había explicado que su prima se merecía correr todo ese riesgo, pues gracias a ella había estado con ella en sus momentos más turbios.

 

Deseé preguntarle a qué momentos se refería pero prefería sentarme en uno de los bancos, mientras la suave luz de la luna reflejada en el agua me aturdía y me llevaba al mundo de los sueños. Con lo bien que se estaría en la camita ahora... Me hubiera dormido si algo desconcertante no hubiera actuado de campanilla de alarmas.

 

- ¿Tía...?

 

Sentí el terror de ella en mi mente, como si hubiera visto algo horrible, perturbador, algo que la había aterrorizado de la forma más horrible. Me desperté de golpe y contemplé a la tía y a la prima. Fruncí el ceño... ¿Había sido un sueño? Sagitas había rogado auxilio y... Ya no estaba esa sensación. La tía había cubierto el cuerpo desnudo de Perenela con una hermosa capa adornada con joyas y hablaban en voz baja. Les sonreí y me froté los ojos, espabilándome.

 

- ¿Por qué no nos vamos a casa, ahora que todo ha acabado?

 

Una persona mayor se acercaba a ellas. Reconocí a un familiar de la prima Helike y la saludé, intentando no bostezar en el intento.

 

- Es bueno que nos interrumpa, necesitamos descansar. Hoy ha sido una noche muy dura.

 

Me alegraba ver que aquella mujer tenía también un aura dulce que me hizo pensar que también era una sacerdotisa, ¿de qué orden sería? Le iba a preguntar por su nombre, tras saludarla, cuando la prima dio un paso hacia atrás. Fruncí el ceño. Se había puesto recelosa.

 

- No te encuentras bien, prima? - pregunté, preocupada. Me acerqué a la tía Sagitas y le susurré al oído. - Creo que debiéramos irnos a la mansión, tía, porque... - Le puse la mano en el hombro y al instante sentí frío. Una especie de chispazo me golpeó la mano y solté un gritito. La Tía Sagitas sonrió de una forma cruel y me atenazó la muñeca de forma muy brusca.

 

Forcejeé contra su agarre pero sólo conseguí que me agarrara más fuerte.

 

- Suéltame... Tía... ¡Suéltame...!

 

 

(Sagis continuará el drama...)

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(grax, Xell)

 

Noté enseguida que algo había cambiado. La mujer que poseía había dejado de luchar, por supuesto, subyugada por mi fuerza. Todas las mujeres sólo sirven para eso, para obedecer al hombre y acatar sus directrices, como había hecho aquella maldita sacerdotisa que pronto moriría en cuanto yo abandonara su cuerpo. Por supuesto, no lo haría hasta haber probado las mieles de su hija, que prometían saber a victoria dulce. Era fascinante aquella mujer tan fuerte en un cuerpo de demonio y tan débil en su mente. Lo había visto, era derrotable y sólo pensar en eso me excitaba muchísimo.

 

Pero noté que ya no era una partida de ajedrez en el que tuviera a la Reina arrinconada. Acababan de unirse dos piezas que, por sí solas no me provocarían ni un pensamiento pero, juntas, invocaban una fuerza que se hacía fuerte y que se unía, de alguna manera que aún no detectaba, a la mujer sepultada en la mente que dominaba ahora.

 

La primera en llegar fue aquella vieja con su cara de bonachona y sus aires de sana alegría que intentaba contagiar a todos. Lo supe, en cuanto me vio noté que ella sabía que yo no era la mujer que todos creían. Noté que titubeaban en su saludo. Mi mirada se cruzó un instante con la de ella y lo decidí. También la mataría.

 

Mi "querida hija" también lo había notado. Mi sonrisa se hizo más amplia y respiré por la boca aquel agradable frío de la noche. Aquello suponía un verdadero reto y eso me crecía en mis ansias de poseer aquel cuerpo y el alma que contenía, destrozarlos y beber su vida exigua hasta que desapareciera. Me llegó un leve estremecimiento de mi interior y reí un poco, manteniendo la boca abierta, sabiendo que la imagen que estaría dando sería la de una mujer loca. Sagitas parecía aún existir un poco allá dentro. Hice un estiramiento del cuello de un lado a otro antes de responder a mi "niña".

 

-- No, Perenela. No te permito que te vayas a tu carromato a cambiarte. Así estás muy bien. Y lo que menos te ha de preocupar es coger una gripe, querida.

 

Creo que quedaba bien claro que estaba mostrando parte de mis cartas. Agaché un poco la barbilla y la miré con deseo desde un ángulo descendente, respirando ruidosamente por la boca, como si estuviera a punto de morderla. Estaba lo suficientemente cerca como para atraparla, a pesar que ella se había echado un paso hacia atrás. Sí... No podía negarlo... Excitantemente atractiva su intento de huida...

 

Y tal vez lo hubiera hecho si aquella dulce chiquilla no se hubiera interpuesto en el camino. La había detectado pero, allá dormida, no me había fijado en ella. ¿Quién se iba a fijar en una aperitivo rubio teniendo una gran comida insinuante delante? Pero ella se había levantado y acercado a nosotros, uniéndose en espíritu con la mujer vieja que también se había acercado. De repente, de ser insulsos peones del juego, se habían convertido en piezas interesantes que ensalzaban el valor de mi dama Perenela. ¿Y si disfrutaba de las tres juntas, allá, atadas en aquella mansión que...?

 

El golpe fue hasta doloroso, un poco placentero incluso, en el dolor está la satisfacción del más horrendo placer. Sólo que no me lo esperaba. El contacto de aquella muchachita en el cuerpo que dominaba provocó un rechazo casi eléctrico. ¿Qué había sucedido...?

 

Lo deduje enseguida. Las sacerdotisas habían contactado. Aquella joven sabía... Sagitas no estaba muerte en mi interior. Aún había una chispa de rebeldía en ella y... era estimulante...

 

La agarré y le mostré mi mejor sonrisa, aunque creo que a ella no le gustó por el horror de su cara. Se debatía de mi agarre como una dulce palomita que sabe que tiene los segundos contados porque el halcón la ha alcanzado. Tiré de ella hacia mí a pesar de sus protestas.

 

-- ¿Tía? ¿En serio crees que soy tu tía, muchachita dulce? Sabes que no soy tu tía. Tu tía no te haría ésto... -- Y le lamí la mejilla, saboreando aquel dulce sudor que genera el miedo en la piel de quien se siente atrapada. Con un movimiento brusco, la volteé de manera que ahora estaba sujeta por mi brazo en torno a su pecho, sujetándola aún por la muñeca e inmovilizándole contra mi cuerpo. ¡Oh, sí...! Sus curvas apretadas insinuantes despertaban mis alientos más depravados. -- Vamos, hija, será nuestro tentempié, ven... Vamos a un lugar donde podamos gozar la hermosa noche que brilla sobre nuestras cabezas... Y no se le ocurra pensar en atacarme, mujer. Este cuerpo que ocupo se destrozara en mil grietas en cuanto lo abandone así que... Si quieren a la tita Sagitas... Déjenme seguir dentro...

 

Y acompañé mi última frase con una grave risotada. Después olisqueé el pelo de la rubita... Prometedora noche, sí, sí...

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  • 2 semanas más tarde...

Me había dejado envolver, todo mi cuerpo reaccionaba a las palabras de “mi madre”, su recuerdo, su sonrisa, su belleza interior pero ese ser no era mi madre y ahora no sabia como ese ser había nublado mi juicio lo suficiente para no detectarlo a primera vista.

 

Habían atacado a Xell y tenia miedo por ella, pero no sabia como hacer para apartarla. No tenia la suficiente fuerza para transformarme en un demonio y no tenia un restrictor a la mano para separar las almas del cuerpo. Estaba absolutamente indefensa, asquerosamente indefensa y perturbada.

 

El mejor modo de salvar a Xell y a mi madre era saber quien era el alma que habitaba en el cuerpo de ella, no quería saberlo pero al parecer no tenia otra opción. Tome una respiración profunda y me sentí dudosa de si podía seguirle el juego:

 

-¿Donde quieres jugar? - apreté los puños deseando saltarle al cuello pero me contuve porque aun era el cuerpo de mi madre el que habitaban, mi madre aun estaría y seguro como el infierno que no iba a permitir perderla.

 

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