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El Parque de las Lamentaciones y Circ dels Joglars (MM B: 102350)


Sagitas E. Potter Blue
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Corrí por el Parque tan deprisa que llegué a perderme. Aunque era la dueña de aquel negocio doble, pocas veces estaba en el Parque. Me encantaba pasar las tardes en el Circo, jugar con Briboncito, el dragoncillo bebé (no tan bebé ya), dar de comer a las plantas carnívoras de la tía Hayame. El resto era bastante desconocido para mí. Casi siempre era Sagitas la que se hacía cargo del resto. Por eso me perdí.

 

Era de noche, los setos me parecían todos iguales, no veía las señales al menos que levantara la varita y prefería mirar el suelo. Sentí los gritos. Eran los del humano que había dicho el fantasma de Ana.

 

- ¡No grites! - susurré. Aquellos gritos despertarían hasta a un muerto. Las crías de acromántula seguro que lo habían oído. Y tal vez olido. Y las recordaba muy ágiles y voraces.

 

Después vi la luz y el grito de la tía Sagitas. Así, ya sabía a donde dirigirme. Aceleré el paso, confiada en que ella sabría sacarnos de aquel grave problema. Por eso, cuando las vi delante, paré en seco y apoyé la espalda en uno de los árboles.

 

- ¿Tía Sagitas? - pregunté en voz baja. Aunque después pensé que a la porra el riesgo y alcé la voz. - ¡Tía Sagitas! ¿Enseñaste a las acromántulas bebés que los dueños no somos comida?.

 

Esperé un momento y repetí, esta vez gritando:

 

- ¿Tía Sagitas?

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Sabía que mientras mantuviera la luz encendida, las Acromantulitas danzarían a nuestro alrededor pero no nos harían daño. Era algo que habían aprendido desde recién nacidas, la luz fuerte implicaba que debían quedarse quietas. Al menos, esperaba que eso lo recordaran. Notaba que aquel muchacho parecía muy aturdida y no hacía más que mirarme a la cara, como si fuera importante. ¿Es que me había manchado con algo o aún llevaba el maquillaje de payasa? Una de las criaturitas se acercó un poco más hacia él, por la espalda, como si algo de la mochila le atrajera. Parecía que algo se movía allá dentro.

 

-- ¿Llevas comida ahí dentro? Está prohibido dar de comer a los animales. -- Intentaba sonar dura pero algo en él me producía extrañeza. Miré alrededor. -- Sí, hay alguien, sin dudar. A saber qué otro bobo se atreve a saltarse las normas.

 

Volví a mirarle y entonces lo noté: no había oído lo que le había dicho. Fue cuando entendí lo que sucedía. Me puse en cuclillas a su altura para quedarme cerca de sus ojos.

 

-- ¿Eres sordo? Pues lee bien mis labios: haz lo que yo te diga.

 

Supongo que él no oyó el grito de quien llamaba pidiendo auxilio. Rodé un poco los ojos y me levanté, bufando. Vaya día de locos. El muchacho aún, era un extraño, ¿pero Xell? Cerré los ojos, me relajé lo suficiente para usar un hechizo de fuego de mi clan e hice aparecer ese elemento sobre mi mano. Después invoqué a la Diosa para que me dejara encontrar a mi sobrina sana y salva. Soplé y expandí el fuego por delante de mí.

 

Las acromantulitas se dispersaron al caer el fuego por encima del césped y crear una línea recta entre nosotros y el árbol de donde salía la voz de Xell. Me giré al muchacho de nuevo, procurando que me leyera los labios:

 

-- Sígueme, pegado a mi espalda como si fuéramos novios. ¿Entiendes?

 

Avanzamos así, pegados por aquella línea de fuego. No quemaba. Era un fuego mágico que iluminaba pero no quemaba. Sólo mantenía lejos a las curiosas bichitas que correteaban por los lados, preguntándose si aquello debían obedecerlo o no. Llegamos enseguida al árbol y la encontré, con la espalda pegada a él. Casi le doy un zape.

 

-- ¡Sí, les enseñé que no somos comida! Pero ellas creen que somos juguetes y por eso quieren juguetear con nosotros. ¿Te parece gracioso?

 

No sé porqué le reñía si, en el fondo, la culpable de que hubieran acromántulas en el parque era yo. Aquello sólo lo podía arreglar una madre. Así que me puse los dos dedos, pulgar e índice, en la boca y silbé. Pronto aparecería Alariega, la Madre Acromántula, y le pediría que recogiera a su prole. Ella sí que me obedecía.

 

@@Danny Lestrange

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—Sí... no escucho.

 

Le responde después de darse cuenta que Sagitas le estaba hablando pronunciando las palabras con cuidado. Aquello sí que lo había entendido perfectamente así que le acababa de responder a la pregunta. Aún se sentía avergonzado y asustado, aunque más lo segundo. Ya tendría suficiente tiempo cuando salieran de aquél problema para pedir disculpas de rodillas si era necesario. Lo único que le dolía era que quizá no volverían a dejarle visitar el lugar otra vez.

 

—Entendido, haré lo que digas.

 

El chico estaba realmente dispuesto a hacer lo que se le pedía, por lo que se pone de pie con cuidado para ponerse en acción. En ese momento la mochila semiabierta se mueve un poco y Bram, el gato que llevaba en el interior, asoma la cabeza para dar un ligero maullido de temor. Danny exhala con frustración ya que gracias a éste era que se había metido en semejante problema y las consecuencias podrían ser fatales. Era una vergüenza que tuviese que molestar a las dueñas para ser rescatado.

 

Pocos segundos después, el muchacho asiente con la cabeza y le sigue muy pegado a ella cuando mira con sorpresa la línea de fuego que no producía calor, ¡Era increíble! Danny anota mentalmente que debía aprender a conjurarlo ya que era de gran utilidad. Así que así, detrás de Sagitas, el chico camina hasta un árbol en donde alcanza a ver la figura de otra chica escondida: así que era ella a quien percibía momentos atrás...

 

—¿Y ahora qué hago? ¿Ellas nos quieren comer?

 

Pregunta con voz temblorosa debido al terror mientras que Bram vuelve a proferir un maullido de temor y se oculta nuevamente en el interior de la mochila. Estaba temblando. Danny hace la mano hacia atrás con cuidado para cerrar la mochila y evitar que el gato escapara de nuevo mientras que con la otra sostiene su varita. Era una suerte que Sagitas se haya dado cuenta de su sordera o en ese momento estaría siendo devorado por esas criaturas de ocho patas.

 

 

@@Sagitas Potter Blue

@@Xell Vladimir Potter Black

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Durante la llamada de atención a mi socia en el Circo y también dueña, Xell, no presté atención al muchacho ni a las acromantulitas. Por ello, su voz asustada me hizo recordar que él debía haber sido un testigo ajeno a lo sucedido, aunque una idea tendría debido a mi gesticulación (excesiva, siempre movía mucho las manos, dramatizando) y a la expresión corporal de Xell. Le señalé:

-- Este es ... -- Ahora recordaba que no nos habíamos presentado, yo por las ganas de reñirle por estar en medio de la maleza en vez de los caminos seguros y él por el miedo a las criaturas, intentando responderme. -- Este es el muchacho perdido.

Me giré hacia él porque no quería mantener una conversación de espalda y que él no se enterara. En un acto de valor, usé las manos para expresarme (sí, para mí usar el lenguaje de sordos era toda una proeza, contando que apenas sabía decir bien unas palabras), aunque lo acompañé con la voz; yo no me callo ni bajo el agua: -- Me llamo Sagitas.

Espero que leyera mis labios mejor que mis manos porque no estaba segura si las había movido bien y había dicho eso o "Soy una sapa". En fin, algo le había dicho, seguro.

-- No, no -- negué varias veces con la cabeza de forma algo teatral. ¡Qué queréis! Soy payasa por naturaleza y por oficio, por algo tengo un circo. -- No quieren comer, sólo quieren jugar, sólo que tu cuerpo no tiene un caparazón de queratina que resista sus garras o las púas de sus patas. Te romperán y después se extrañarán de que no te muevas. Hay una diferencia: las Acromántulas, en contra de lo que todos creen, no son animales agresivos, excepto los salvajes con hambre que viven en el Bosque Prohibido. Pero la mala fama de algunas especies no implica que todos sean iguales. Nuestras acromántulas sólo juegan y pronto aprenderán sus limitaciones. Son muy chiquitas todavía.

Mucha información seguida, esperaba que me hubiera entendido, al menos a darse cuenta que, por mucho miedo, asco, o lo que fuera que la mayoría producían a los humanos, eran criaturas agradables. Yo confiaba plenamente en ellas.

-- Mira, ahí está su madre. -- Otra vez, no estaba segura de si había dicho "madre" o "matrícula", mira que es difícil mover las manos. Pero yo sólo quería darme a entender. -- ¡Hola, Alariega! Mira que es bonita...

Para mis ojos, aquella mole de Acromántula que haría pequeño a nuestro semi-gigante Babila era un ejemplar maravilloso de araña gigante. Cuando era pequeñita, la paseaba con una correa de perro por el Callejón Diagon, orgullosa de ella.

-- La he criado desde que era un huevo -- le dije al muchacho. -- Fue la última de su camada y la dejaron allá, por debajo de todas las telas abiertas que la aprisionaban. Yo la vi y la dejé salir y desde entonces está conmigo.

Había orgullo en mi voz. Pocos pueden decir que crían a acromantulitas con biberones de moscas chafadas.

-- Soy Magizoóloga, ¿te lo había dicho? Y tengo un circo allá abajo. ¡Eh!, ¿qué es eso que asoma la cabecita? ¡¡Oooh, si es un lindo gatito!! ¿O es un kneazzle? -- Vale, sí, hablo de animales y se me cae la baba. -- ¡Pero qué ricura! ¿Quieres venir al Circo a tomar algún tonificante para que se te pase el susto? Si te apetece, te puedo enseñar animalitos interesantes. Ah, y tenemos que hablar de los animalitos muertos -- Intenté ponerme seria pero no podía. Ver aquel gatito me había puesto muy tierna.

Alarieaga chasqueó sus pinzas y, todos a una, las acromántulas pequeñajas salieron de todas partes, nos rodearon sin hacernos nada y salieron hacia ella, chasqueando sus pinzas de alegría. A tiempo... El hechizo de fuego se apagó y volvimos a quedarnos a oscuras. Hice un Lumus.

-- ¿Vamos? Y Xell, contigo tengo que hablar seriamente sobre corretear por el césped. Sabes que está prohibido.



@@Danny Lestrange

Editado por Sagitas Potter Blue

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  • 1 mes más tarde...

Empece a caminar por el parque que colindaba con el circo, necesitaba respirar, necesitaba caminar, necesitaba sacar mis pesadillas de la cabeza, apreté los ojos un momento y los volví a abrir para darme cuenta del camino, remangue un poco la falda larga que traía para no enredarme en los zapatos. Apoye el bastón con el que me ayudaba a caminar en las partes mas firmes del suelo para evitar caerme pero no pude evitar odiar la maldita cosa. Estaba bien, era necesario sobretodo por las recomendaciones del medico pero no por eso podía evitar sentirme como una anciana.

 

Me deje caer en el pasto y tire el bastón lo mas lejos posible de mi, intente abrazar mis piernas pero el cuerpo aun no me daba, era un milagro que caminara tan bien como lo hacia aun con la ayuda y ya la mayoría de mis heridas visibles estaban sanas, incluso las que me habían hecho en toda la parte interna de los muslos y mas arriba.

 

Deje que el viento se llevara la preocupación de mi cara, sentí el frescor de la brisa en mi rostro y me permití un momento de alegría, uno solo de tranquilidad. Necesitaba a mi marido, necesitaba hablar con el a solas, necesitaba ponerme a entrenar también, ser mas fuerte para evitar que nadie mas volviera a hacerme daño o a mi familia.

Siempre seré tu hija... Reiven Grindewald te quiero // NiqQIUZ.gif

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Habia pasado unos días con el desespero de no poder ver a Perenela por estar en la búsqueda de esos que se había deleitado en causarle mal. El cerco se iba estrechando pero ese pinchazo de incertidumbre en el corazón no cesaba. Y tener noticias de la recuperación solo por el intermedio de Sagitas no es que mejorara la situación. No estimaba demasiado a mi suegra ni sus malas pulgas, aunque tal vez su acción como medimaga, aun asi de seguro que le contaminaría el oído diciendo pestes sobre mi..y mas ahora que sabia que tenia en parte la culpa de lo sucedido. Aun me preguntaba como no había hecho uso de la ballesta en esa ocasión.

 

Asi pues me escape....y despues de amenazar a la elfina supe donde estaba. De pintilla de pie me escurri por los jardines...y caminando un poco mas hasta que a lo lejos en el Parque de la Lamentaciones vi que una hermosa figura femenina dejaba enojada un baston. Sonrei. Ese caracter al parecer lo habia heredado de la suegra. En silencio me acerque y cuando se sento llegue a ella tapandole los ojos.

 

-Al fin.....me alegro que estes bien y puedas salir a tomar el aire...-te bese en el cuello suavemente- no sabes cuanto te he extrañado.

 

@@Perenela Arya Grindewald Potter Blue

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  • 4 meses más tarde...

El mes de enero llegaba a su fin. Este mes era de asueto total. Era el mes del cambio de todo el forraje, limpieza total de los habitats de los animales, exploraciones de las criaturas para corroborar la salud o las carencias en cada uno de ellos, renovación del circo, de la carpa, control de seguridad... Vamos, un mantenimiento total del Parque y del Circo.

 

El Parque permanecía cerrado mientras se hacían todas las revisiones, los animales corrían sueltos por todas partes y bastante trabajo teníamos con evitar que se atacaran como para controlar que no se comieran a los visitantes. Sin embargo, cualquier miembro de la familia podía entrar. Ya sabían que o corrían o se los comían, así que no me preocupaba por ellos, si se aventuraban a venir a verme.

 

En aquel momento, me encontraba realizando tareas de limpieza de la madera del muelle, algo deteriorada por el paso del tiempo y de los amantes de las aguas tranquilas del lago, viendo los animales o, cuando se dejaban, el paso de sirenas. Ahora no era tiempo pero en marzo, cuando las aguas frías inundaban las zonas en las que habitualmente vivían, volverían a pasar por allá.

 

Suspiré. El Fregotego había sido muy consciente y había dejado a la vista zonas que había que reparar. El equipo de restauración dejaría como nuevas aquellas maderas, pero me quedaba un poco de nostalgia por aquel antiguo puente roto que no habíamos vuelto a reponer tras la riada del primer año. Tal vez...

 

En aquellos pensamientos, Anna, la Fantasma del Lago, me saludó y me indicó que había alguien en el Parque. Su transparencia azulada me animó, siempre me gustaba hablar con ella. Era un fantasma agradable.

 

-- ¿Visitas? ¿Con todo patas arriba? -- pregunté, al aire, sin ver quién se acercaba.

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¿Cuánto hacia que no paseaba por un parque? uff ni se acordaba, pero le apetecía aire fresco, puro y por supuesto, plática amistosa, contacto con algún ser querido, familia, ya fuese de esa que lleva la misma sangre, o esa que se elige con el corazón y cuyos lazos se van entretegiendo como lianas con el paso del tiempo, las circunstancias y lo vivido.

 

Con aquel pensamiento en mente abandono los terrenos del solitario castillo Lockhart, hacia poco y por casualidad había escuchado de un parque sin igual y también de un circo por la misma dirección, también se entero de que su amiga Sagitas estaba vinculada a ambos, quizás podría aprovechar y visitarla, si, si, era una buena idea, aunque no tanto presentarse con las manos vacías.

 

Antes de llegar a su destino se aprovisiono con algo para la Potter y luego en nada estuvo allí, el parque estaba cerrado, ¡vaya desilusión! aunque no creía que saltarse un barda y husmear un poco, sobre todo buscando a la propietaria se calificará como delito… en todo caso, aplicaría el dicho de “mejor pedir perdón que pedir permiso”

 

Y así lo hizo, para su sorpresa todo era hermoso, fragante, la hierva verde, salpicada de florecillas, los asientos claros para descansar por aquí y por allá, al cerrar los ojos e inspirar le llegaba un aroma a rosas, y también la indiscutible presencia del agua a través de un murmullo. Al abrir los ojos había mucho terreno que explorar, le llevaría horas encontrar a Sagitas, o podía usar la magia, saco una libretilla y desprendió una hoja perfumada, le escribió un sencillo “Sagitas te estoy buscando. Ela Karoline Lockhart” lo dobló en forma de avión y le dio un toque con la varita al tiempo que lo hechizo para que buscará a su destinataria.

 

Con una mano a modo de vicera intentaba identificar de donde provenía aquel ruido y que clase de animal lo producía, mientras caminaba despacito por e sendero.

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Últimamente, estaba muy a la defensiva así que el aviso de la Fantasma del Lago provocó que, por precaución, tomara mi varita con fuerza y endureciera la mirada. Lo vivido en los últimos días, semanas e incluso meses, me hizo mirar con el ceño fruncido hacia la zona donde debería estar la entrada, intentando ver al intruso. Sin embargo, no me hizo falta usar un Homenus Revelio porque enseguida llegó un aroma envuelto en una misiva en forma de avioncito muggle. Eso me provocó una sonrisa, algo que hacía muchísimo tiempo que no lo hacía.

 

El avión se desplegó y se abrió ante mis ojos, aunque no hacía falta leerlo para saber que Ela estaba allá, en el lugar. Como si una ola de energía me hubiera arrebatado toda la tensión, me relajé y la alegría de verla inundó mi cuerpo. No corrí, puesto que es algo poco recomendable cuando los animales están sueltos por el parque, pero aceleré el paso hacia el sendero que llevaba a la entrada.

 

Vislumbré la silueta de Ela Karoline y la saludé con la mano, agitándola con vehemencia, feliz de verla. Sin embargo, la sonrisa que había florecido en mi rostro, desapareció enseguida al ver al Nundu oliendo hacia la misma dirección que yo miraba. Me paré en seco y rocé la varita de mi bolsillo. Mi Nundu era relativamente nuevo, aún no sabía que la familia no es comida.

 

-- No te muevas, Ela, no hagas ningún movimiento brusco -- dije en un susurro, intentando que ella me escuchara. A la vez, intenté usar el poder del Anillo de Amistad con las Bestias que, junto a mis conocimientos de zoología, me permitían tener un cierto control sobre él. Aunque no demasiado...

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--¡Ya verás como te gusta!

 

Le iba diciendo a Muro de camino al circo porque queria presentarle los animales que tenia La Sugus por allí, estaba esperando que la excursión le animara a tener mas mascotas en casa, o al menos a relacionarse mas con los bichos que tenia la suegris... a ver, que le gustaban, pero había tantas arañas peludas y el les tenia tanto pánico que no podía ni verlas y claro, al estar por toos lados, no se atrevia a entrar a las habitaciones de las bestias de las suegris para jugar o darles de comer... porque ben sabido es que Amya no las cuidaba y si no era por mi esos bichos eran canivales o morían de inanición, como yo una vez casi...

 

Agarré fuerte la mano de Muro y entramos al Circo, pero vimos a Sugus tensa a lo lejos y luego miramos en dirección a donde miraba y entendimos que habia un bicho grande y peligroso suelto... o eso parecía desde nuestra perspectiva...

 

¿Y ahora qué hacemos? o.O

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