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El Parque de las Lamentaciones y Circ dels Joglars (MM B: 102350)


Sagitas E. Potter Blue
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Hélène Eloïse Bellerose

 

El descenso representó todo un reto para la castaña, quien no estaba familiarizada con la sensación de montar a una criatura alada. El ángulo que el Aethonan tomó al realizar la caída le puso los pelos de punta y le hizo cerrar los ojos esperando que el aterrizaje no fuese muy brusco. Sin embargo, el animal aterrizó con calma y gentileza, cabalgando unos metros hasta que se detuvo por completo. Feliz y agradecida, Bellerose desmontó con rapidez, deseando sentir la seguridad y firmeza del suelo bajo sus pies y con cuidado propició suaves caricias a su nuevo amigo, recompensándolo por haber sido tan bueno y dócil.

 

Giró los orbes claros al cielo y distinguió a Yaxley descendiendo al fin. La diferencia en segundos fue mínima, pero la sonrisa igual se le pintó con amplitud en el rostro. Lo vio aterrizar y acortó un poco los pasos hacia él, sintiendo la grava del suelo crujir bajo su peso.

 

No me hice más joven, eso sin duda. —Respondió divertida ante la pregunta formulada por el pelirrojo. ¿Aburrirse? Estaba tan encantada con la compañía del ruso, que genuinamente dudaba que eso fuera siquiera posible. Esperando que él desmontara de su aethonan, barrió el entorno con la mirada, maravillándose por el brillo de la luna en el firmamento y la claridad del agua a sus pies. Al fondo distinguió un muelle y junto a él pequeñas barcas que seguramente y en horas hábiles podían alquilarse para recorrer las aguas. Cerró los ojos tan solo unos segundos disfrutándolo todo, sintiendo el suave murmullo del agua al moverse tan mínimamente y apreciando el sonido de las ranas y grillos que ya empezaban a entonar sus canciones nocturnas. Todo era perfecto, sin duda.

 

No podrías ser un huevo podrido. —Anunció con una sonrisa. —Eres muy apuesto para serlo. —Rió, sintiendo que los nervios empezaban a acrecentarse en el fondo de su estómago. Acto seguido y presa de un acto de impulsividad, la semiveela depositó un suave beso en la mejilla de su compañero. —Gracias por esto. No recuerdo haberme divertido tanto en mi vida.

 

Podía sonar a exageración, pero era completamente cierto. La vida de la francesa era bastante monótona y carecía por completo de la emoción provocada por experiencias como aquella. Sintió que la sangre empezaba a agolparse en las pálidas mejillas y solo esperó que no fuera tan evidente.

 

Ambos emprendieron un camino lento hacia el muelle. Parecía que en ese momento el tiempo no corría con la normalidad habitual y al menos, Hélène no tenía ningún tipo de apuro. —Y bueno... ¿Qué es lo que apasiona a Leonid Yaxley? —Preguntó, deseando conocerlo mejor.

 

Se detuvieron en el muelle y la castaña se maravilló ante el espectáculo que veían sus ojos. Desde allí, el lago actuaba como un espejo gigante en el que se reflejaba el manto estrellado del cielo.

 

¿Quieres romper las reglas una vez más? —Invitó, deseosa de navegar esas aguas tranquilas en una de las pequeñas barcas que estaban atadas en el muelle. —Tendrás que enseñarme a remar. —Añadió, expectante.

 

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Leonid Yaxley

 

 

El cumplido fue solo superado por el beso. Aquel roce de los labios de la bruja sobre su mejilla lo tomó por completa sorpresa y desde aquel punto unas ondas de calor se extendieron por todo su cuerpo. Realmente le gustaba la Bellerose, era una mujer de una belleza extasiante y hasta aquel momento la personalidad de la francesa le resultó igual de cautivadora. Su interés por ella lo tenía claro pero la idea que la bruja se podría estar haciendo de él le era desconocida, hasta aquel momento.

 

Aquel beso además de agradable le infundió confianza y seguridad que aplacó por completo los nervios que hasta el momento no hacían más que crecer en su interior. Una sonrisa afloró en su rostro mientras se volvía hacia la semiveela -No tienes porque agradecerme - replicó a su turno el ruso -Yo la estoy pasando igual de bien contigo, no me arrepiento para nada haber aceptado esta cita y lo mejor es que recién empieza - le sonrió.

 

Caminaron juntos el par de metros que los separaba de un pequeño muelle de madera que se extendía solitario hacia el interior del lago desde la orilla arenosa, una docena de botes permanecían amarrados al mismo, eran botes pequeños para dos personas cada uno con su par de remos. Sin dudas sería una atracción muy popular durante el día pero en aquella noche cada uno de ellos aguardaba apaciblemente, meciéndose con los suaves vaivenes del lago.

 

-Si se rompe una regla que más dan un par más - le sonrió a la bruja mientras abordaba un pequeño bote pintado de verde con tres franjas bronces que lo recorrían de proa a popa. Tendió una mano para ayudar a la castaña a abordar y una vez ambos estuvieron dentro se inclinó para desatarlo de su amarradero.

 

Dentro había dos bancadas de madera que servían de asiento para sus ocupantes, ambos magos se sentaron enfrentados uno al otro - No es que sea un experto en botes, he remado un par de veces cuando niño y que recuerda no tenían mucha ciencia - tomó uno de los largos remos dobles de madera que habían en el fondo - De cualquier forma si los remos se nos revelan siempre podemos usar la magia - le guiño un ojo a la Bellerose.

 

Al parecer no hizo falta la magia, los remos se mantuvieron domados y el bote avanzó tranquilo por las aguas negras del lago - No es tan complicado - le dijo a la bruja mientras acompasaban su ritmo de remo -Pero creo que es momento de parar un poco - avanzaron hasta la mitad de lago, podrían descansar un poco y charlar mientras se conocían un poco más.

 

Fue Hélén la que tomó la iniciativa de la conversación con una pregunta muy profunda que le hizo meditar la contestación al pelirrojo ¿Que lo apasionaba? No es que no hubiera una clara respuesta, sino que era complejo y cambiante. Le gustaban muchas cosas, era un mago que amaba disfrutar la vida pero... ¿qué era lo que lo impulsaba en aquel momento de su vida?

 

La guerra irremediablemente fue lo que se manifestó en su cabeza, desde la caída del Estatuto del Secreto y la aparición del Inquisidor su vida se centró en la supervivencia no solo de él y su familia, sino de toda la población mágica de su país. Vivía y luchaba por escapar del abismo todos los días, siempre atento y a la defensiva, esperando constantemente la lechuza del Kremlin anunciando el próximo frente de batalla.

 

Se acostaba cada noche inseguro de que seguiría, amaneciendo cada día más molesto por las injusticias que no paraban de crecer como setas venenosas tras la lluvia y a las que debía enfrentarse. Pero no quería hablar de aquello, no quería arruinar una noche perfecta como aquella con unos pensamientos tan ominosos, por lo que sacudió su cabeza y observó el reflejo de la luna sobre el lago.

 

-Viajar - susurró, no era una mentira, amaba viajar, toda su vida se pasó yendo de un lado para el otro, era un cosaco, su pueblo era nómada desde sus orígenes en las estepas, estaba en su naturaleza y era algo que lo llenaba por completo tanto física, mental como espiritualmente.

 

Pero no era lo que impulsaba su vida en aquel momento.

 

-¿Y a ti? ¿Qué es lo que te apasiona? - se volvió hacia la bruja obligándose a sonreír, dispuesto a no dejar que los pesares de la guerra arruinaran la cita, Hélén no se lo merecía y él tampoco.

 

El cantar de los grillos y el croar de las ranas desde los juncos que crecían en la orilla llenaban el aire acompañando la conversación entre los magos, incluso la temperatura era agradable para ser una noche de finales del invierno - Casi parece una noche de verano - apreció Leonid -Tuvimos suerte - le sonrió a la bruja, la semana pasaba había caída una ligera nevada sobre Londres.

 

-Tengo muy buenos recuerdos del verano con mi familia en la Taiga, los sonidos y aromas del bosque, las aguas frías y cristalinas de los ríos, el crepitar del fuego de la fogata durantes las noches - dejó que aquellos luminosos recuerdos llenarán su mente - Me imagino que tendrás los tuyos en París ¿Donde ibas a pasar el verano con tu familia? - le preguntó a la ojiazul mientras daba un pequeño empuje con el remo en lago para reacomodar el curso del bote.


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Hélène Eloïse Bellerose

 

 

La disposición que tenía Leonid para aceptar y proponer todos esos planes que iban surgiendo solo aumentaba la atracción que la bruja castaña sentía hacia él. Le parecía completamente sorprendente el hecho de que llevaban apenas un par de horas conociéndose, pero aún así se complementaban de una forma tan natural que no sintió nunca ninguna incomodidad o timidez. Fuera de los nervios naturales que fluían descontrolados cada vez que él le miraba, Hélène se sentía bastante cómoda al lado del mago.

 

Al escuchar que él estaba dispuesto a navegar junto a ella en la pequeña embarcación, el rostro se le iluminó con emoción y no esperó dos veces para seguirle y empezar esa nueva aventura. Tomó la mano que le ofrecían sintiendo una calidez electrificante ante el contacto cálido del mago, e intentando que esa sensación no le hiciera perder el equilibrio, se concentró en estabilizarse lo mejor que pudo en la pequeña estructura de madera, hasta que estuvo sentada.

 

No pudo evitar soltar una risita ante la obviedad de la situación. Acostumbrada por tanto tiempo a hacer ciertas cosas "a mano" había olvidado que en Inglaterra podía de hecho usar la comodidad de la magia sin temer levantar sospechas de nadie. Negó para si misma, reprendiéndose por su falta de perspicacia y se dejó guiar, observando medio fascinada al mago remar con total naturalidad. Dejó caer una pálida mano al agua y se estremeció por un momento con el esperado contacto gélido, que con el pasar de los segundos se volvió más tolerable. Sus dedos realizaban trazos inexactos sobre el agua, emitiendo un suave murmullo que se perdía con el remar de su compañero.

 

La pregunta que realizó si bien era simple en apariencia, tocó una fibra sensible en el ruso que se tensionó levemente ante algún pensamiento que le vino a la cabeza. Bellerose se cuestionó qué recuerdo detonó en el mago, pero lo dejó pasar sin querer perturbarle. Aguardó con paciencia a la respuesta y no se decepcionó cuando la obtuvo.

 

—También. —Coincidió, aunque sabía que no era todo. —Mi familia, mi carrera, la moda, los caballos... —La respuesta era muy general y muy inexacta también, pero es que profundizar sobre una cosa u otra iba a tomar demasiado tiempo. —Quiero comerme el mundo algún día. —Añadió con una sonrisa tímida, por primera vez en toda la noche. Abrirse no era difícil, sin embargo no podía dejar de sentirse un poquito vulnerable al compartir detalles tan íntimos aunque fueran genéricos. Aún así, la mirada clara de Yaxley le transmitió calma y la timidez empezó a desvanecerse de a poco. Él tenía razón, eran muy afortunados, el clima parecía celebrar con ellos aquella velada.

 

El comentario del pelirrojo revivió la nostalgia intermitente que había experimentado desde que llegó de París. Su relato breve le transportó a Taiga y casi sintió el olor a fogata. Suspiró.

 

Cuando éramos niñas papá nos llevaba todo el tiempo a Marseille. Recuerdo la playa y la salada brisa marina con demasiada claridad. Las quemaduras solares también las recuerdo bien. —Sonrió. —A medida que fuimos creciendo los destinos crecieron también, papá decía que esperaba que tuviésemos edad suficiente para recordar esas aventuras. —Comentó con cariño. —Lo veíamos muy poco por su trabajo, pero lo poco que le veíamos él lo hacía especial.

 

Sintió que la nostalgia general de la pregunta había tocado también al ruso, por lo que intentó animarlos a ambos para no darle un giro tristón a la velada tan bonita que estaban disfrutando hasta el momento. De manera juguetona, salpicó unas gotas de agua hacia su compañero, intentando aligerar un poco la atmósfera y no pudo evitar reírse divertida al notar que le había tomado ciento por ciento desprevenido.

 

Lo siento monsieur, pero se veía usted muy serio. —Acotó con inocencia, para luego arrugarle la nariz divertida.

 

Un sonido débil empezó a escucharse y la castaña puso especial atención a su proveniencia. Parecía venir del agua, aunque era muy suave, casi imperceptible. Sin embargo empezó a sonar cada vez con más fuerza y casi de inmediato decenas de sirenas empezaron a nadar y saltar a través del lago, rodeando la pequeña embarcación sin prestarle mayor atención. Bellerose dio un respingo ante la inesperada escena y casi se cae del pequeño bote del susto que se llevó.

 

¡Mon dieu! —Exclamó, llevándose una mano al pecho, donde el corazón latía completamente desbocado. Luego se echó a reír, sintiéndose ridícula pero divertida al mismo tiempo. —No vayas a decir que es karma....

 

 

 

@@Syrius McGonagall

Editado por Kassandra Weasley

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Leonid Yaxley

 

 

La confesión sobre las pasiones y planes a futuro de la bruja le sorprendieron, ella sabía lo que quería y por la convicción de sus palabras el ruso no dudaba que pudiera lograrlo -No tengo dudas que lo lograras - se sinceró con la francesa -¿Planeas seguir tu carrera en la política internacional o te centraras más en el ámbito nacional? - preguntó curioso mientras observaba los bellos ojos de la Bellerose.

 

-El mar - recordó nostálgico - Lo conocí cuando tenía once años, en un viaje familiar a Sochi sobre el Mar Negro, no será el Mediterraneo pero tiene lo suyo - bromeó con la bruja rememorando aquel viaje. Fue la primera vez que se bañó en agua salada, posteriormente mientras se formaba como mago y después por trabajo terminó conociendo el Báltico y el Océano Pacífico pero aquel primer encuentro tenía un lugar especial en sus recuerdos.

 

Posterior a la charla se generó un momento de silencio donde ambos magos disfrutaron del gran ambiente que coronaba aquella noche, la luna y las estrellas en el firmamento y su reflejo sobre las apacibles aguas del lago, el cantar de los grillos y las ranas desde la orilla, el susurrar de la brisa mientras atravesaba los juncos y totoras que crecían en torno al lago y a su vez cada cierto tiempo el mago se giraba para ver a su compañera asegurándose de que estuviera cómoda y degustando el momento.

 

Fue en una de esas ocasiones cuando recibió una inesperada salpicadura de agua del lago en el rostro, lo tomó por completa sorpresa pero mientras las frías gotas bajaban por su frente y mejillas una profunda carcajada emergió del interior del mago - No es cara de serio, soy ruso es mi expresión natural - siguió con la broma mientras se secaba el agua de la cara -Me vas a tener que enseñar la pasión mediterránea, soy un buen estudiante - le guiñó un ojo mientras reía.

 

Las risas parecieron despertar algo en el lago, unos suaves sonidos emergieron desde las profundidades y fueron creciendo en intensidad. Leonid frunció el ceño ¿Qué era ese sonido? y más importante ¿que lo provocaba? No tuvo que esperar mucho más para obtener una respuesta, una docena de sirenas rompieron la superficie del lago saltando y cantando.

 

Era un espectáculo magnífico - Esto es impresionante, jamás pensé… - no pudo terminar lo que estaba comenzado a decir pues el grito de Hélén lo hizo voltearse preocupado pero al ver que sucedía estalló en carcajadas - No creía que el karma actuará tan rápido - replicó mientras trataba de calmar el balanceo del bote - Casi terminamos los dos junto a las sirenas, sería una linda experiencia con unos diez grados más pero hoy paso - se divirtió el pelirrojo mientras conducía la embarcación hacia la orilla a la vez que disfrutaban de la función que les brindaban las juguetonas sirenas.

 

-Nunca imaginé que este lago lo habitaran sirenas - confesó mientras arrimaba con cuidado al bote a la arena húmeda de la orilla - Tendríamos que volver en verano y bucear para descubrir su pueblo sumergido - propuso parte en broma parte en serio, no sería una mala aventura. El bote encalló con una ligera sacudida en la costa, ágil el pelirrojo saltó sobre la húmeda arena y le tendió una mano a la bruja para ayudarla a bajar.

Su pie izquierdo se enterró en la arena, haciéndole trastabillar pero logró mantener el equilibrio y evitar que ambos cayeran,ambos quedaron unos segundos enfrentados, con poco espacio entre ellos - Perdón - se apresuró a disculparse mientras los nervios aumentaban por tener prácticamente a Hélén sobre él.

 

- ¿Estás bien? - le preguntó mientras sacaba su pie hundido y ambos se estabilizaron. La miró directamente a los ojos,aquellos hermosos ojos azules que lo tenían cautivado desde que los vio por primera vez, la luz de la luna se reflejaba en su cabello y olía muy bien, a un perfume floral, sus perfectos labios estaban curvados en una discreta sonrisa , fue en un segundo, una reacción impulsiva, la besó.

 

 

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Hélène Eloïse Bellerose

 

 

La situación aunque había sido estresante en un principio se había convertido rápidamente en una situación tan divertida que ambos reían con ganas. El respingo había sido tal que la embarcación se bamboleaba peligrosamente y mientras Yaxley intentaba estabilizarla, la heredera intentaba recomponerse sin poder parar de reír.

 

—Anotado: la siguiente vez que te quiera salpicar me voy a asegurar un ciento por ciento que no existan peligrosas sirenas a la redonda que se desquiten por ti. —Entre risas, ella intentaba sentarse lo más erguida posible mientras el pelirrojo remaba de vuelta hacia la bahía, comentando que sería una buena idea visitar el lago en verano y bucear en busca de su civilización. La idea de verle de nuevo y vivir una nueva aventura a su lado le atraía muchísimo y no pudo evitar contestarle con sinceridad. —Me encantaría.

 

—Usualmente no soy tan torpe. —Comentó ella con una sonrisa de disculpa, excusándose por la reacción tan exagerada que había tenido. —Aunque claro, usualmente no veo sirenas, tampoco. —Añadió, riendo nuevamente. Le resultaba agradablemente curioso el hecho de que había salido de casa luego de meses de haberlo evitado, sin ningún tipo de expectativas, para pasar un rato ameno fuera con un desconocido que no solamente había resultado ser un hombre muy apuesto, sino que además era el dueño de una personalidad magnética que a ella le tenía completamente encantada. Se hizo una nota mental para agradecerle a Madame de corazón por haber concertado aquella cita.

 

La pequeña embarcación tocó tierra y el primero en salir fue el mago, quien caballerosamente le tendió una mano que ella aceptó agradecida. Volvió a estremecerse ante el cálido contacto y trató de concentrarse con toda su alma en bajar de allí lo más dignamente posible sin cometer ningún tipo de torpeza, pero....

 

No supo ni cómo ni por qué, se encontró frente a frente con Yaxley, separada tan solo por unos centímetros. Esa inesperada cercanía despertó nuevamente aquella sensación de aleteo en el estómago que junto a los nervios que se acrecentaron disparados, crearon una especie de estupor en el que Héléne era completamente incapaz de pensar con coherencia. Creyó escucharle preguntar si se encontraba bien, pero no fue capaz de formular respuesta alguna. ¿Cómo explicarle que se encontraba más que bien? Intentó no olvidarse de cómo respirar y sin embargo...

 

La francesa había besado antes, pero nunca había sentido nada parecido a lo que sintió en el momento en el que Leonid acortó finalmente esos centímetros que les separaban. Por una fracción de segundo no pudo reaccionar y luego su cuerpo tomó posesión de sus acciones. Correspondió dulcemente profundizando el beso, mientras la mano diestra se deslizaba delicadamente entre el rojo cabello del mago. No supo cuanto tiempo pasó hasta que se separaron, pero una suave sonrisa se le pintó en el rostro, mientras fijaba la mirada en aquellos intensos ojos azules.

 

—Voy a tener que tropezarme más seguido... —Musitó con una risita. Sus dedos aún seguían peinando con suavidad los cabellos del ruso. Envalentonada por todo lo que estaba pasando, Bellerose entrelazó los dedos de la mano que tenía libre con los del mago y separándose suavemente, lo guio a través de la bahía.

 

Si todo sale bien, espero poder ser pronto la embajadora de Francia en Reino Unido. —Comentó, respondiendo a la pregunta formulada por el ruso hace tiempo. —Mi sueño es viajar por el mundo representando a mi país. Así que espero que todo salga bien, crucemos los dedos.

 

Un breve silencio los acompañó los siguientes pasos, pero no fue incómodo. La semiveela disfrutaba mucho de la compañía del mago y la calidez de su contacto. Se sentía ligera y contenta, bastante afortunada de vivir aquel momento en grata compañía.

 

Creo que nos va a tocar caminar un poco, veo que nuestros amigos alados nos abandonaron. —Comentó luego de barrer el entorno con la mirada y comprobar que los equinos ya no se encontraban allí. No le importaba, en realidad le gustaba caminar y estaba segura que los caminos eran bastante seguros. Además, se sentía protegida junto al mago pelirrojo.

 

 

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Leonid Yaxley

 

 

Su beso fue correspondido por la francesa, los nervios se desvanecieron en aquel punto, solo disfrutaba del momento dejándose llevar por sus sentimientos. Sus manos se deslizaron por la espalda de la bruja hasta detenerse un poco por debajo de la cintura mientras una sensación de éxtasis crecía y se expandía por todo el cuerpo del ruso ¿Hacia cuanto no sentía algo parecido? No sabía de fechas exactas pero de lo que estaba seguro era que había pasado mucho tiempo.

 

Al final terminaron separándose pero no se alejaron mucho, la diestra de la Bellerose seguía acariciando su cabello en un gesto muy placentero para el pelirrojo mientras una sonrisa se dibujaba en ambos rostros -No podía demorarlo mucho más - respondió a su turno el Yaxley después del comentario de Hélén - Como si pudiera, me lo estabas poniendo difícil - susurró mientras que en un gesto cariñoso apartaba del rostro de la bruja un mechón de cabello - Sos hermosa - le confesó antes de darle un corto beso.

 

Finalmente la pareja de magos abandonó el lago, entrelazando sus manos regresaron nuevamente a la parte arbolada del parque en búsqueda de alguno de los tantos caminos que lo recorrían. Mientras pasaban junto a par de nudosos abedules la semiveela le terminó de explicar sus aspiraciones en el ámbito profesional, Leonid no tenía duda alguna de que lo pudiera conseguir, la castaña tenía la actitud y la presencia que requería la diplomacia - Lo lograrás, tienes todo para alcanzarlo - manifestó en voz alta lo que pensaba.

 

- Además si alguna vez necesitas ayuda con el ruso, doy clases privadas, no son muy caras pero por ser tú puedo hacerle alguna rebaja - le guiñó un ojo al final de la broma mientras terminaban de subir por una pequeña colina que llevaba a un sinuoso camino de gravilla.

 

Como señaló la francesa los Aethonans se fueron, ahora no les quedaba otra opción que caminar hasta llegar a la gran carpa del circo en la entrada del parque - La función comenzará en media hora, llegaremos bien - señaló el ruso mientras emprendían el camino de regreso, de todas formas se sentía tan cómodo junto a la bruja que poco ya le importaba la función, lo único que quería era pasar tiempo junto a ella.

 

Aquella mañana al levantarse, Leonid jamás imaginó que pudiera terminar el día de aquella forma tan especial, pero así era. Aceptar la cita propuesta por los Evans fue una de las mejores decisiones que podría haber tomado, en aquel momento se sentía tan a gusto como hacía tiempo no lo hacía, Hélén era una mujer especial y el pelirrojo lo tenía en claro desde el momento que la vio por primera vez.

 

-Sabes, al despertar esta mañana no imaginaba terminar el dia de esta forma - reconoció el ruso mientras pasaban junto a una serie de pinos que mecían sus agujas a la brisa nocturna - La mejor forma de terminarlo - le sonrió a la castaña antes de detenerse por unos segundos mientras entrelazaba su mano libre con la de la bruja y se posicionaba frente a ella - Ya ni me importa esa obra - rió, era la verdad, lo que realmente quería era continuar conociendo a la mujer que lo tenía tan cautivado.

Acortó la distancia que los separaba mientras inclinaba su cabeza un poco hacia abajo para volver a besarla, fue un beso más corto que el primero pero más sentido mientras llevaba la diestra para acariciar suavemente el rostro de la ojiazul, cuando volvieron a separarse dijo - Hablaste de un restaurante en el parque, ¿Qué te parece si vamos? Comemos algo y podremos seguir conociéndonos, claro si tu gustas - la invitó.

 

 

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Hélène Eloïse Bellerose



La burbuja de felicidad que rodeaba a la pareja había detenido por completo el tiempo. Todo lo que se desarrollaba en ese momento era lo único que existía, aquella sensación de completa dicha acompañaba los pasos de los magos a través del sendero de gravilla, que iluminado por pequeños farolitos parecían estar más iluminados, más brillantes que hace un momento, o eso le parecía a Hélène. Leonid Yaxley era el nombre de aquel mago que hasta hace unas horas le había sido completamente ajeno y ahora la tenía sintiendo un centenar de mariposas en el estómago, que aleteaban alocadas y electrificaban su piel allí donde él se acercara.


La conversación de ambos fluía con tanta naturalidad, que cualquiera que los hubiese visto en ese momento hubiese creído que ya se conocían de tiempo atrás. Había un aire de complicidad en ambos que hacía que todo fluyera de maravilla. Hélène lo miró a través de sus pestañas, riendo por el tentador ofrecimiento de aprender ruso de la fuente. Sabía que era una broma, pero aun así no pudo evitar imaginar un mejor maestro.


Conversando y bromeando continuaron su viaje con calma. Ninguno de los dos parecía tener especial interés en apurar el paso, y cuando el mago anunció que quedaban apenas 30 minutos para la función, la castaña se entristeció un poco ante la perspectiva. Si bien era cierto, el plan había sido desde el principio acudir a la función de circo, luego de todo lo acontecido la bruja prefería aprovechar el tiempo charlando con el mago para conocerle mejor. Se mordió el labio, reprimiéndose aquella pequeña decepción. Lo importante era pasar tiempo juntos, y seguro después encontraba el momento de extender aquella plática tan interesante con un café.


El pelirrojo detuvo el andar de ambos y le enfrentó, mirándole con esos intensos ojos azules que le hacían perder el norte. Ella entrelazó los dedos libres con los del mago, encantada, y le escuchó exteriorizar sus pensamientos. El rostro de la bruja se iluminó ante las palabras del ruso y no pudo evitar regalarle una dulce sonrisa.


—A mí tampoco. —Coincidió entre risitas, aliviada al fin de que ambos estaban en la misma página. Se sentía como una adolescente y no deseaba por nada del mundo romper aquella burbuja que los envolvía. Cerró los ojos con suavidad, entregándose por completo al beso, disfrutando la sensación de calor que se concentró en la mejilla, justo ahí donde él había puesto la mano.


—Mhhhmmmm… —Murmuró en asentimiento, sin evitar depositar un suave beso en los labios de Yaxley una vez más, sonriendo con picardía. —Está usted lleno de buenas ideas Monsieur. —Halagó, pero no se separó. En cambio, se hundió en el pecho del mago, en ese nuevo refugio apenas descubierto. Le gustaba esa sensación, se sentía cómoda y protegida y Leonid olía tan bien…


Disfrutó cuanto pudo de ese abrazo y luego de unos segundos, levantó la mirada para encontrarse nuevamente con aquellos ojos que empezaban a ser los zafiros más bonitos del mundo. Suspiró con pesar y arrugó la nariz, divertida. —Si no nos movemos ahora, probablemente no voy a querer moverme nunca y corremos el riesgo de que alguna criatura del bosque quiera aparecer a cobrar venganza en tu nombre por el salpicón de hace un rato. —Bromeó, y deshizo el abrazo con suavidad, pero asegurándose de tomar el brazo de su alto acompañante para continuar con la caminata.



Afortunadamente ninguna criatura emergió para asustarlos y la francesa lo agradeció. Al haber tomado aquella decisión de último minuto, ambos tuvieron que girar sobre sus pasos de vuelta al muelle, donde se erguía un imponente barco/restaurante que era bastante difícil de ignorar. Al cruzar el umbral, la semiveela se estremeció al apenas notar lo helado que estaba afuera pues el ambiente interno del barco era cálido y bastante agradable. Esperó a que les eligieran una mesa y una vez allí tomó asiento, apreciando que la pequeña mesita para dos estuviera colocada al lado de un gran ventanal.


—Y entonces… —Dirigió su vista al mago, dedicándole su completa atención mientras esperaba que alguien les sirviera. —Cuéntame sobre ti, ¿tienes hermanos?


Ese momento era ideal para conocer al mago y no estaba dispuesta a desperdiciar ni un solo segundo.



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Leonid Yaxley

 

 

Correspondió el abrazo de la bruja atrayéndola más hacia sí, mientras inclinaba su cabeza para posarla junto a la de ella disfrutando de aquel tierno contacto. Una sensación de calidez se extendió desde su pecho allí donde el rostro de la Bellerose reposaba hacia el resto de su cuerpo, podría quedarse de aquella forma por un largo tiempo, se sentía muy cómodo teniendo a la bella bruja entre sus brazos pero finalmente terminaron por separarse al tiempo que la semiveela lanzaba un ingenioso comentario.

 

-Pues que la criatura se espere, este es nuestro momento - respondió mordaz el pelirrojo antes de no poder contenerse y regalarle otro beso fugaz a la francesa, pero pese a las bromas la pareja emprendió la marcha hacia el restaurante, cambiando el rumbo que hasta el momento habían mantenido.

 

El restaurante era un inventivo barco que se mantenía anclado en la orilla oriental del lago y al igual que el resto del parque aquella noche se encontraba poco concurrido. Subieron por la plataforma de madera que servía de acceso a la segunda cubierta donde el restaurante estaba alojado sintiendo el sonido de las voces y cubiertos de los pocos comensales que disfrutaban de una buena cena.

 

En la entrada un mozo los recibió y los condujo a una mesa para dos después de que el ojiazul se lo pidiera. La pequeña mesa se encontraba en una privilegiada posición, junto a un enorme ventanal que les regalaba espectaculares vistas del lago que hacía unos minutos recorrieron en el pequeño bote.

 

A pesar de las bellas vistas que le ofrecía el lago negro con la brillante luna y estrellas reflejados en su superficie, la visión que lo tenía embelesado era la bella bruja que tenía enfrente. La luz de plata que entraba por los cristales de la ventana le daban un brillo especial a la semiveela realzando sus encantos, era una imagen preciosa y el mago volvía sonreir embobado.

 

Fue Hélén la que inició la conversación mientras esperaban que algún camarero los atendiera - Tengo tres hermanos, somos cuatro - respondió Leonid - Soy el mayor por unos cinco minutos - sonrió al observar la reacción de la Bellerose - Tengo un mellizo, Nicholai, después viene Daniil que es dos años menor y la más pequeña es Anastasia de 16 años, así que una familia un poco grande - dijo antes de hacerle un gesto a un mozo que pasaba cerca.

 

-¿Y tú? ¿Tienes hermanos? - preguntó a su vez el ruso.

El mesero se acercó hasta la pareja y les dejó un par de cartas para que observaran que había en el menú -Bueno hay de todo un poco y mira - señaló entusiasmado a la bruja - Parece que el especial de esta semana es la comida mediterránea ¿Que recomiendas? - preguntó el pelirrojo, la verdad desconocía que eran la mitad de los platos que ofrecían pero sus nombres le resultaban muy curiosos además el sello de la culinaria de aquella zona de Europa era un certificado de calidad en sí mismo.

 

 

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Hélène Eloïse Bellerose


La francesa se recargó un poco sobre la mesa, colocando la barbilla en la palma de la mano diestra. Los orbes claros los tenía fijos en Yaxley, a quien miraba con intensidad e interés, intentando descifrar su personalidad. Sus cejas se alzaron en sorpresa al escuchar lo que él le decía, no se esperaba que aquella información incluyera un mellizo. —Anastasia es un nombre precioso. —Reconoció, ladeando levemente la cabeza con gesto soñador. No pudo evitar que a su mente regresaran las historias de zares y zarinas, historias que le contaban antes de dormir y que hasta ahora le resultaban sumamente fascinantes.


—Me gustan las familias grandes, creo que porque siempre fuimos pocos en casa. —Comentó antes de contestar la pregunta que él le formulaba. —Tengo una hermana, Claudette. Tiene apenas 14 años y aún la veo como una bebé. —Sonrió, no creía tener instinto maternal, aunque cada vez que recordaba a la adolescente algo parecido a eso se le despertaba. Después de todo, la madre había dejado a la familia cuando Claudette era tan solo una bebé. Suspiró.


Leonid se había encargado de atraer la atención del mesero y de conseguirles la carta a ambos. Luego de recibir su menú, la castaña le regaló una semi sonrisa agradecida al mesero antes de enfocarse en analizar lo que se ofertaba. Le pareció una propuesta interesante que hicieran especiales distintos cada semana, y esa en específico se había enfocado en la comida mediterránea. Una expresión de reconocimiento se le dibujó en el rostro y una sonrisa amplia le siguió. Una nueva ola de entusiasmo le invadía al sentir de nuevo aquella sensación de familiaridad, de casa.


Debo reconocer que es un menú bastante completo, me sorprende. —Y así era. Repasó varias veces sus opciones, el ruso le había pedido una recomendación y aunque reconoció que la cocina mediterránea no era para todos los paladares, intentó sugerirle algo inofensivo. —La bouillabaisse es muy rica, es una sopa de marisco, nada del otro mundo. O un Ratatouille que es un guiso de verduras bastante sabroso… —Se detuvo un momento para elegirse algo ella misma, aficionándose por un pato a las aceitunas que también creyó necesario recomendar. —Yo voy a tomar el canard aux olives y si tomas alguna otra cosa, podemos compartir… —Le observó con mirada inquisitiva, esperando que el mago decidiera al respecto. Decidió que iba a acompañar su plato con una copa de vino blanco y con un asentimiento para si misma, cerró con suavidad el menú.


Una vez su guapo acompañante hubo elegido su plato y ella hubo hecho la petición pertinente al camarero, lo vio tomar la orden y alejarse en dirección a las cocinas. Su atención se centró nuevamente en el pelirrojo, al que le dedicó una tierna sonrisa. —Dejaremos el escargot para la siguiente ocasión. El caracol de tierra no es para todo el mundo. —Rió, al recordar que a ella misma le parecían bastante desagradables antes de haber tenido edad suficiente para adquirirle gusto.




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Leonid Yaxely

 

 

-Las familias de pocos integrantes tienen sus ventajas, como no tener que hacer largas colas para ir al baño durante las mañanas - bromeó el pelirrojo pero teniendo muy presente que parte de realidad había en su chiste, detestaba esas aglomeraciones aunque no cambiaría a su familia por nada del mundo.

 

Disfrutó mucho al ver como el rostro de la Bellerose se iluminaba al repasar los distintos platos que ofrecía el menú, quería verla feliz y complacida en aquella cita por lo que el entusiasmo de la bruja rápidamente contagió al ruso que prestó suma atención a lo que estaba decía mientras deslizaba su dedo por los distintos platos.

 

-Pues me quedaré con la sopa de mariscos y te acompañaré con el vino blanco - se decidió al final confiando en los conocimiento culinarios de su bella acompañante, el mago llamó nuevamente al camarero y después que Héléne ordenara sus platos el hizo lo mismo secundando con el vino blanco y agregando un plato de Bouillabaisse al pedido.

 

Aunque pronunciar el último plato le fue imposible, al menos contaba con Héléne que con su impecable francés sacó del apuro al mago que luchaba con el nombre y al camarero que intentaba por todos los medios entenderlo. Una vez el mozo se alejó con las cartas y los pedidos rumbo a la cocina el Yaxley soltó la carcajada que había contenido - Al parecer el que necesita clases privadas de idiomas soy yo -

 

Después de reír un poco más sobre su pobre manejo del francés, la castaña bromeó sobre los caracoles que se ofrecían en el menú - He probado cada plato en mis viajes por Rusia que aprendí a no hacerle asco a nada - replicó Leonid con una sonrisa al comentario de la ojiazul.

 

-Yo no me formé como mago en un escuela mágica, pese a que recibí invitación por parte de Koldovstoretz, que es el colegio para hechiceros de Rusia - comenzó a explicar parte de su adolescencia y esos viajes que mencionó - Junto con mi hermano Nicholai decidimos recorrer todo el país y aprender la cultura, tradiciones y obviamente la magia de los distintos pueblos de Rusia - rememoró con cariño aquella etapa de su vida.

 

Al principio de su viaje la emoción y los nervios por la expectativa de conocer lugares y personas nuevas lo embargaba todo el tiempo, era un sueño hecho realidad. Aunque hubo también momentos duros donde se replanteo que estaba haciendo, las experiencias vividas, los conocimientos adquiridos, los amigos y maestros que se hizo durante el camino obnubilaban por completo aquellos momentos oscuros y era una experiencia que repetiría sin dudarlo.

 

-El mago y sobretodo la persona que soy hoy en día se lo debo a esos viajes, fue una experiencia inolvidable - completó mientras observaba a la bruja que lo traía loco -¿Y tú? ¿Fuiste a Beauxbatons? Dicen que es un castillo precioso - conocía la reputación del colegio francés, era una de las mejores escuelas mágicas del mundo y la belleza de su arquitectura sólo rivalizaba con la de su entorno.

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