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Encantamientos


Liam Black
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Respiró profundo recuperando el aliento, tras ella sintió como la puerta se abría y alguien que no habló siquiera se dejaba caer en una banca cerca de ella. Sonrió apenas, parecía que a no era la única a la que no le había ido muy bien. Su castaña mirada se posó sobre las mangas de la camisa y observó las roturas y quemaduras que habían sufrido. Aún con Edelweiss en la mano pronunció un par de reparo viendo como su camisa volvía a estar reluciente.

 

La voz del profesor la hizo levantar la vista, no recordaba haber sentido el sonido de la puerta y sin embargo él hacía mención a que se fueran presentando. Iba a volverse para buscar a Seba cuando la voz de la primera persona atrajo su atención, Yellbridge. Conocía el apellido de algún lado, durante sus años de Wizengamot había revisado miles de fichas de magos y brujas en Gran Bretaña. Su mirada se centró en la chica que parecía bastante tonta por momentos, más bien era como si se esforzara en parecer una chiquilla material. La observó con detenimiento pero su atención se desvió cuando Katara comenzó a hablar.

 

La sorprendió en parte su cambio de apellido pero después de todo ella ya no estaba tan enterada de los pormenores de Ottery y Londres como antes. ¿Se habría casado o era solo una realización personal? Había sabido del cierre y reapertura de la Ryddleturn pero no había ahondado en los motivos, por respeto a su ex compañera. Cuando Katara finalizó notó que intercambiaba algunas palabras con la recién llegada de Australia.

 

Una vez más volvió su atención hacia otro lado cuando le tocó el turno a la bruja que había llegado con compañía, se trataba de otras dos personas bien conocidas para ella. Ainé era hija de su abuela Antara y Jock habían estado con ella en el DAMyC. Recordaba muy bien a ambos, aunque con él había tenido más trato cuando era su jefa que con su tía.

 

Había esperado que Jock se presentara tras hacerlo Ainé, pero por lo visto la veela a la que ella había hecho referencia y su burlón comentario indicaba que los encantos de la criatura lo habían envuelto en sus garras y seguía aún algo atontado. Aclaró su garganta y se decidió a tomar su lugar.

 

--Mi nombre es Darla Potter Black, estoy aquí para profundizar en el conocimiento de los encantamientos porque me atrae muchísimo la capacidad que los mismos tienen de alterar o aumentar las propiedades de un objeto o una persona, sin que pierdan su esencia.

 

Se detuvo unos segundo pensativa, había dado en sus razones la definición de encantamiento por lo cual no consideraba necesario ampliar en ello, ya vería el profesor si ello le parecía necesario, así que, tras recapitular unos breves instantes continuó con su detalle de encantamientos.

 

--A ver, ¿qué encantamientos utilicé ahí fuera? Pues un incendia contra unos escorpiones que me atacaron, unos cuantos aguamenti contra llamas que surgían de las paredes de un sector del pasillo, no soy buena en barbacoa, un confrigo contra una pared de simples ladrillos no egipcios que alguien levantó en el camino, un liberacorpus cuando a algún gracioso se le ocurrió ponerme cabeza abajo unos metros después --dirigió una significativa mirada hacia Liam como indicándole que si había sido su culpa lo hablarían en la Fortaleza --y finalmente un engorgio para agrandar la puerta que tenía el tamaño de la de una casa de muñecas --se quedó pensativa pensando en si sería necesario mencionar que había convocado a su patronus para avisar de las trampas a su novio, pero decidió omitir ese pequeño detalle.

 

Las voces que se escucharon después fueron sucediéndose una a una hasta que todos estaban presentados. Darla, que había seguido con interés a cada uno, se volvió para buscar a Seba, decirle que se alegraba hubiera llegado bien y comentarle algo que había notado respecto a algunos de los presentes. Sus ojos se abrieron con sorpresa, él no estaba. Giró la cabeza buscándolo, no había rastros de él ni de un par más de los alumnos. Pero ¿qué demonios estaba pasando? Iba a levantarse para encarar a Liam cuando al apoyar sus manos sobre el pupitre notó algo que la dejó aún más sorprendida, su camisa estaba chamuscada y rota, como si nunca la hubiera reparado. Se dejó caer lentamente en la banca y volvió a mirar a todos lados, los que había visto cuando ella llegó estaban allí, pero los que había sentido llegar tras ella, no. ¿Sería parte de la clase o estaría sufriendo una alucinación por culpa de las maldiciones faraónicas? ¿Se trataría tan solo de un encantamiento más o de un nuevo obstáculo que debía superar?

 

Utilizó a Edelweiss para volver a limpiar y reparar su camisa, teniendo una fuerte sensación de deja vú y se mantuvo en guardia, esperando lo impredecible, si es que eso era posible en esa clase.

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Le di la mano a la alumna que había llegado antes que yo, cuando escuche de nuevo su apellido, Yellbridge. Debía haberme confundido ya que Mackenzie no era un nombre muy común.

 

-Sobre ser amigas, espero que me tengas paciencia. No suelo ser muy sociable, pero lo intentaré. ¿Sabes? Al escuchar tu nombre no preste atención al apellido. Había creído que eras la viceministra, Mackenzie no es un nombre muy común.- Me quede pensativa.-¿Tu hermano también tiene alergía? Te podría recomendar algo, ya que tengo que tomar algunas pociones antes de dar mi clase de herbología, pero no se lo digas a los directores. No creo que les guste mucho que alguien con alergía trabaje en esa área.

 

Bromeé. Era algo ilógico que con toda la alergía me dedicará a dar herbología precisamente, pero afortunadamente todo el material de trabajo que usabamos para protegernos hacia que la reacción fuera muy poca en realidad en la clase, por lo que no me molestaba nada.

 

El nombre de todas formas me dejo pensativa, sin lograr recordar nada de esa época de la Academia. Quizas alguna vez lograría recuperarlos, pero no estaba seguro. ¿Todo eso se debía a lo mismo que había hecho que perdiéramos los conocimientos? No, simple coincidencia seguramente. En el mundo mágico estaban pasando cosas demasiado extrañas.

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- Sectusempra – Brame una vez más.


El combate se habia alargado de mas, yo lo sabía, tenía que terminar con aquello de una buena vez y por todas, al menos, si quería salir con vida del mismo. La rutina era la de todos los días; vigilancia por las calles de Ottery en busca de algún mortifago, para así poder detener el avance de la marca tenebrosa y compartir con el mundo el bienestar que los miembros de la orden llevábamos por estandarte, pero esta vez las tornas se torcieron. Seis seres de del inframundo me habían acorralada de forma abrupta, logrando poder contener mi poder por la sorpresa.


Tras más de tres horas luchando y aun con el vestido de seda roto, uno de mis favoritos por cierto, me desaparecí de los terrenos de la mansión Batería, después de acabar con el mayor número de enemigos. Los demás habían huido como lo que eran, unos cobardes. Con elegancia, a pesar de mi aspecto, hice acto de presencia en mis aposentos de la mansión Delacour. Mi rostro mostraba la dureza del encuentro y el enfado por la pérdida de una de las pruebas recogidas. Mi intención era dormir o al menos relajarme, pero el destino, como siempre sucedía, me traía una sorpresa.


Esta vez en forma de un hombre, mi primo, el cual estaba espatarrado de forma exagerada en mi cama. Lo mire, me miro y como queriendo huir, cambie la mirada de sitio y continúe hacia el baño. Sabía que no iba a funcionar, pero por probar no pasaba nada. Impidió mi paso con su filosa katana. Pare en seco y saque la varita de mi escote. Habia estado luchando ya, podía continuar, la adrenalina que poseía en mi figura seguía activa y aun me sostenía en pie. En mis verdes pupilas habia decisión. El Van Halen era realmente cansino cuando se trataba de Mei y su seguridad.


¿Cómo sabia para que habia ido a mi cuarto? Porque lo conocía. Tres, dos, uno… y ahí estaba - ¿Sabes dónde está? – Me pregunto con una voz ronca y llena de angustia.


- No, no tengo la menor idea….


Mentía, era evidente. Ambas habíamos sido llamadas a la academia para continuar nuestros estudios, en este caso, Encantamientos. Éramos diestras en ellos, sí, pero el saber nunca ocupa lugar. Me reto durante unos segundos. No se quedó conforme con mi respuesta, pero aun así se retiró, dejándome la privacidad necesaria para cambiarme de ropa y acicalarme un poco ante lo que ahora se venía. Suspire, por fin sola, pensé, para después contemplar el reloj de plata de la habitación. Maldije al mundo, a mis rivales y sobre todo al tiempo.


- ¡¡Maldición, llego tarde!!


Tome el sobre con el logotipo de la nueva infraestructura de la academia, llamada ahora universidad y leyendo el sitio exacto donde tenía que ir y aun como estaba; mi ropa medio rota, mi cara llena de sangre, me encamine hacia lo que seria una nueva aventura en mi vida. Dos segundos después y envuelta en una bruma de color rojo fuego, emergí en el sitio indicado. En medio del edificio, frente a lo que parecía ser un túnel negro y lleno de peligros. Contemple aquel habitáculo, se veía pequeño y lleno de moho. Con olor a sangre.


Es por ahí, mi voz interior me anuncio. Me encogí de hombros e inicie el camino.


¿Qué mi podía pasar? Una cuestión que me repetía incontables veces a lo largo del día. Evidentemente todo y más en la zona en la cual me encontraba. Se notaba en el aire la magia, era parte del edificio. El poder circulaba por las paredes. Mire hacia atrás una vez mas, para después y con fuerzas renovadas caminar hacia el interior de aquel túnel oscuro. Las tinieblas eran parte de mí, ni les tenía miedo, ni me encontraba incomoda con ellas, pero evidentemente no sabiendo que podía haber a continuación, accedí a portar en mi varita mágica una luz de ayuda.


En cuanto toque a Kim, el suelo comenzó a moverse. La puerta por la que habia entrado ya no existía. Me toque la sien de forma inconsciente y en voz baja dije – Lumus máxima - Algo sencillo, pero útil en muchos casos, como era evidente a lo largo de la hitoria. Al segundo un potente chorro de luz apareció en la punta de mi arma mágica, dejándome ver así lo que habia en el cuarto. ¿Pero qué…? Aquello más parecía el juego de las cuatro esquinas que un largo pasillo por el cual transitar e ir a una clase de conocimientos, pero como yo no habia creado las reglas, tenía que descubrí cuales eran.


Desde mi posición, en el centro exacto podía analizar varios aspectos. Habia cuatro pilares de colores, cada uno en una esquina y cuatro cajas apiladas en una de las paredes más alejadas de mi persona. Me acerque a estas últimas y las intente levantar, pero, aun usando toda mi fuerza, no era capaz de agarrarlas, ni de una ni de otra forma – Wingardium leviosa – Ya que podía usar magiar iba a hacerlo. Un claro y eficaz recurso. El primer objeto se elevó en el aire y como habia apreciado en la pared, un segundo antes, lo lleve hasta el pilar azul. Al posarse sobre este, se activó, subiendo hasta las alturas de la sala.


Una, otra y la última vez, creando un patrón. Cuando lo termine, el paso se abrió, dándome paso a la siguiente prueba. No habia otra opción que hacia delante. Traspase el umbral y ahora me encontraba frente a una elección mucho más sencilla. Dos caminos. Como no tenía idea de por cual avanzar, deje que mi poder me guiase - Oriéntame – Apoyando a mi amiga en la palma de la mano abierta, esta y con claridad me indico cual era el camino correcto, pues sabía que la clase o al menos el aula estaba situada al norte. Sin más y actuando más por instinto que con capacidad razonativa, pie tras pie, tome el pasadizo de la derecha.


Dos minuto habian bastado para encontrarme con el nuevo desafío. Una esfinge imponente y real se hallaba ante mí. Era bella, audaz e inteligente, mas que ningún otro espécimen real. Me gustaba. En un tipo atrás habia sido uno de mis favoritos. Pensé que me atacaría, pero esto no sucedió así. Se sentó sobre sus cuartos traseros y hablándome con voz neutra y bastante profunda me dio a entender lo siguiente. Si quería continuar el recorrido sin que fuese su comida, tenía que proceder a crear algo que la sorprendiese, pues se aburría allí dentro y no tenía muchas visitas.


- Ea, ahora soy domadora de fieras.


Claramente aquello era una locura, pero como no tenía ganas de combatir más, alce a Kim y actué con el único conjuro que me vino a la cabeza y sabia era lo bastante colorido a la vista – Fuego maldito – Aquel hechizo era de magos oscuros, lo sabía bien, pero gracias a mi don con este tipo de magia y a lo que tuve que aprender para mí puesto en el ministerio, no me resultaba incomodo, ni mucho menos, parte de mi le gustaba. Un hechizo potente, un animal, en este caso un león de fuego apareció y recorrió la pieza. Lo estrelle de forma abrupta cerca de su peluda cabeza.


La mire de forma arrogante, incitándola a negarme el paso, pero evidentemente no pudo hacerlo. Tan solo asintió, sonriendo de forma extraña.


Otra más. Esperaba que no quedase mucho, pues el cansancio ya era parte de mi figura. Seguía transitando por aquellas catacumbas cuando un sonido de pasos me alerto. Habia estado tan centrada en librarme lo mas rápido posible de todo lo que se me presentaba que hasta el momento no habia caído en ello. Mire hacia tras, hacia delante y a los lados, pero allí no habia presencia humana reconocible. Cuando el aire cambio de dirección, con ayuda de la propia madre tierra, pude oler un claro y característico perfume para mí. Negué imperceptiblemente y sin preámbulo apunte a la nada misma, diciendo – Homenum Revelio.


Y la presencia de mi primo apareció al instante – Anda…. Tú por aquí. – Con toda su cara me habia seguido. – ¿No entiendes un no por respuesta o que?


- Vamos Lisa, sabes que quedarme quieto no es lo mio. Le mande un patronus y no respondió, me tiene preocupado.


- Estará conmigo, lárgate y déjala sola un rato, Prometo que luego la ato y te la llevo. Tiene cosas que hacer, bueno, tenemos cosas que hacer.


Suspire, notablemente exasperada ante la cara de cordero degollado que el joven me ponía. Adoraba a aquel hombre, no solo era parte de mi familia, si no que era mi mano derecha en Rumanía, no podía vivir sin el, pero las ganas de matarlo a veces eran grandes. En aquel preciso momento ansiaba degollarlo por su cabezonaria nata, cosa que el tenia clarisimamente claro. Confiaba en el ciegamente, sus instintos eran los mejores y sus principios rozaban la locura cuando se trataba de proteger a los mas débiles e indefensos.


Era leal y amaba a Mei, cosa que al principio me resulto raro de entender y hasta de procesar, pero con el tiempo entendí que aquello estaba destinado a pasar. Estaban hechos el uno para el otro - Expecto Patronum - Conjure para que y por fin se quedase tranquilo o al menos, todo lo posible. El hipogrifo emergio de la nada. Era enorme, con un pelaje sedoso y muy bonito. En su mirada el honor. Una criatura perfecta, que y sin saber porque, habia elegido responder a mi llamado. Sonrió al verme convocarlo.


- Ya esta, cansino - Por agradecimiento me dio un ligero abrazo y se fue.


En cuanto me libre de la pesada presencia del Dhampir, corrí en la dirección que mi poderosa compañera me indicaba, para así acabar con el recorrido y poder llegar por fin a donde se nos habia requerido, pues tenía la certeza de que ya llegaba muy tarde. Lo que habia sucedido anteriormente, volvió a pasar, al girar en una esquina, el cuchitril quedo totalmente cerrado. Volvió a iluminar para ver si tenía que realizar otra prueba de lógica o tan solo tenía que responder a una delicada pregunta ante un asombroso espécimen mágico, pero me sorprendió encontrarme con que no habia absolutamente nada allí.


- Vamos hombre…


¡¡Para que hablare!! En cuanto lo hice, un estruendo inundo mis oidos. El suelo se abrió y no habia escapatoria. Era caer o caer y si mirabas hacia abajo no habia final alguno. Bueno…. Mi espíritu aventurero fue quien tomó el control de mi cuerpo. La rebeldia nata me insto a hacerlo. No podía esperar, la paciencia era una virtud que no poseía. Sale hacia el infinito, salte de forma que pensaba me iba a estampar contra el suelo, pero segundos después pude distinguir algo. Las cabezas de varias personas me esperaban abajo. El tiempo corría y mi velocidad aumentaba, hasta que y casi al final del acantilado improvisado dije.


- Aresto Momentun – Deteniendo mi caída, haciendo de mi entrada a la clase, algo triunfal - Buenas - Salude, después de sentarme en una de las sillas cercanas a mi mejor amiga - Pensé que esto era un lugar donde aprender magia, no un parque de atracciones del terror....


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Aún permanecía tirada sobre el pupitre recuperando el aire de la maratón que había protagonizado. Solo luego de un momento y para cuando el profesor habló fue que abrió los ojos y levantó levemente la cabeza. Lo escuchó, sólo en ese instante parecía ser una real clase como todas las de un principio. Aprovechó a lanzarle una mirada de pocos amigos a Liam y, luego de ello, sus ojos se dirigieron a la primera chica que habló.

 

Su nombre se le hacía levemente familiar, aunque no recordaba de dónde. Estando tanto tiempo trabajando en la Oficina del Ministro ya fuera en el área de prensa o como directora, había leído varias cosas de muchos miembros de la comunidad mágica. Eso sí, los reconocía más por su rostro que por sus nombres, y no podía encajar el nombre con la chica que aparentaba ser bastante despistada y demasiado habladora.

 

Luego siguió Lyra. Sí, a ella sí la recordaba, aunque no precisamente debido al ministerio, sino más bien a otras cuestiones. Su mirada se dirigió hacia la puerta en cuanto oyó que se abría, pero entonces, un patronus llegó a ella, aunque no tomó forma por seguridad ante los presentes. Cautelosos ante todo. Soltó un largo suspiro, era evidente que, al no obtener una respuesta de parte de ella, había acudido a su mano derecha que casualmente también era la suya. Volvió a hundir la cabeza entre sus brazos, luego le respondería, a fin de cuentas para cuando saliera de allí no le daría más opción a pasar tiempo con él.

 

Ya para ese entonces se había recuperado casi al completo, por lo que se sentó como era debido en el lugar mientras más personas llegaban. Dio un salto en el asiento en cuanto oyó la voz de Lisa justo a su derecha.

 

Coincido, pero no debería de sorprendernos, ¿no? – le respondió, riendo de forma sarcástica – A fin de cuentas, estas ideas son muy apegadas a la vieja Academia, las aventuras y los retos nunca pueden faltar.

 

Miró hacia otro lado con un claro pensamiento. Bien lo sé, yo misma lo hice en varias ocasiones en muchas clases con alumnos distintos. De pronto, la clase quedó en silencio, observando a las dos que se hallaban juntas, esperando a que alguna comenzara con su presentación de una buena vez.

 

Buenos días, soy Mei Black Delacour; decidí tomar la clase porque en general me gustan los encantamientos, sencillamente por eso – dijo, encogiéndose de hombros. Si alguien esperaba una respuesta más profunda, pues definitivamente no la tenía – ¿Qué son los encantamientos? Pues, no queda mucho por decir que sea nuevo, la mayoría de mis compañeros ya dio varias respuestas acertadas, pero en resumen se trata de aumentar, disminuir o cambiar de alguna forma las propiedades de de alguna cosa o algún ser vivo, aunque no de forma esencial.

 

»Y para llegar aquí utilicé un reducto para explotar una roca que casi me aplasta, liberacorpus para evitar quedar colgada del pie para siempre, arania exumai contra las acromántulas, un depulso para romper las telarañas de ellas, un conjuntivitis a los ojos de un basilisco y por último un gliseo para escapar rápidamente por las escaleras; – enumeró mientras se miraba los dedos de las manos, tratando de recordar todo lo sucedido hacía momentos atrás con su pésima memoria – y déjenme agregar que no fue muy divertido, hubiese sido considerado por lo menos un aviso – lejos de ser un comentario ácido, era más bien un reclamo cual niño al cual engañan para ir al dentista.

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- Genial, entonces – Fue mi respuesta para con la Fémina – Vamos a divertimos – Y le guiñe un ojo cómplice. Mei sabía de qué pasta estaba hecha, era quien mejor me conocía - Si es que sobrevivimos para contarlo, claro....


La cuestión esencial tras aparecer de improviso del techo, era presentarse, pero y la verdad, no tenía ganas de hablar, no hasta recuperar algo el aliento. El dolor de cabeza por el desgaste continuo era algo patente, no solo habia luchado contra varios de los mortifagos más repelentes de la comunidad mágica, si no que hasta llegar al aula habia hecho de todo, hasta detener el avance de un guerrero de Rumania en busca de su amada, que no era nada más y nada menos que mi mejor amiga, la cual se hallaba justo a mi lado.


- Mírala si parece buenita y todo – Susurre por lo bajo para meterme con la Delacour, pellizcandola para que tomase el turno de palabra.


Mientras esta hablaba, me dispuse a contemplar los rostros de los presentes. A muchos los conocía, a otros no tampoco. Realmente tampoco me importaban, ni ellos ni sus tenues respuestas de lo que pensaban o como habían llegado allí. Mi único motivo para estar presente en aquella clase era adquirir aquel conocimiento de la forma más rápida posible, para poder así continuar con mi avance dentro del ministerio de magia y recuperar mi puesto. Era y seguiría siendo la jefa de seguridad de tan afamada institución, ya fuese por las buenas o por las malas.


Entorne los ojos y ladee el rostro. Vaya tela, pensé al ver al profesor. ¿Esa cosa va a enseñarme a mí? Si, otra característica clara de mi persona era que para ganarse mi respeto tenían que hacer méritos y aquel hombre, ni por asomo lo tenía. En fin, te toca, anuncio mi voz interior – Soy Lisa Weasley Delacour y estoy aquí porque me aburría demasiado en casa y necesitaba algo de acción – Mi esencia chulita y rebelde se hacía patente con cada segundo que pasaba – ¿Qué es un encantamiento? – Repetí la pregunta, para seguidamente responder.


- Es un conjuro básico con el cual puedes modificar las propiedades de un objeto o las circunstancias de una persona. Eso sí, la esencia sigue siendo la misma, si esta cambiase sería una transformación y eso creo que se imparte en la pirámide del terror de la otra esquina. Llegue aquí a través de un pasillo en el cual use Lumus máxima para poder ver, Wingardium Leviosa para activar el mecanismo de los pilares, Oriéntame para saber dónde narices estaba el norte, un fuego maldito para impresionar a la esfinge aburrida, un homenum revelio para detener el avance de alguien que me seguía de forma invisible y un Aresto Momentun para no caer de bruces cuando el suelo se abrió ante mí – Y fin, termine de hablar, no tenía más que decir.

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—Pues precisamente, para aprender se necesita de práctica. Cualquier mago debería saberlo.

Habían llegado todos a la clase, aunque con alguna impuntualidad, estaban todos. Todos los que habían confirmado asistencia. Se les notaba en su estado lo que habían sufrido para llegar a la clase, algunos más que otros. Tal vez había excedido un poco con los obstáculos, aunque teniendo en cuenta el estado de nuestro mundo, bien podría servirles como ejercicio.

La primera en llegar había sido... Mackenzie Yellbridge, y por lo que aparentaba tener de inteligencia, dudaba que se haya encontrado verdaderamente con mis desafíos. Sin embargo, había dado una definición bastante acertada sobre los encantamientos. Al igual que Lyra, o Mei... todos estaban encaminados. Excepto uno, que no había alcanzado ni a presentarse por su ligero inconveniente en el pasadizo.

—Entiendo lo que sucedió contigo —le hablé Jocker, intentando no sonar muy frío—. Los obstáculos los instalé yo mismo allá afuera, y todos estaban destinados a ser sorteados con magia, no con la capacidad mental de un enigma, por lo que al usar tal hechizo en mi mapa se ha trazado un camino alterno del que yo no tenía idea. Tienes suerte de que tu novia te haya encontrado de paso.

Todo eso estaba en mi mente, podía ver lo que cada uno hacía en el laberinto por la conexión que existía. Sin embargo, ni yo mismo conocía la salida que había tomado aquel hombre y, a pesar de estar seguro de que mientras esa conexión siga vigente no podían morir, prefería mantener el misterio.

—Todos están en lo correcto —dije ubicándome una vez más al frente de la multitud—. Los encantamientos son usados cuando se quiere obtener algún fin sobre la persona u objeto en cuestión. No es magia permanente, puesto que sus efectos inevitablemente acaban cuando el mago muere o se ve imposibilitado de perdurarlos. Completamente distinto a una maldición, aunque muy similar a un maleficio.

»Con un encantamiento, no se busca atacar o proteger, por lo mismo las veces que se enfrentaron a las criaturas allá afuera no usaron ningún tipo de encantamiento. Podemos encantar algo que sirva como protección o que se convierta en un arma, pero nunca podremos hacerlo directamente.

—Los encantamientos son los hechizos más comunes en nuestro mundo, los que diariamente necesitamos. Ya sea para salir de algún apuro o para reparar ciertas imperfecciones, sobre todo porque su efectuosidad limitada suele ser bastante conveniente. Pero, cuidado, esto no quiere decir que un encantamiento no sea poderoso. Eso es lo que hoy vamos a ver.

​Pasé una mirada rápida a todos los presentes y me di la vuelta. Era difícil hablarle a todos porque conocía a la mayoría e incluso resultaban ser mis superiores en muchas cosas. Había alumnos que se encontraban entretenidos e interesados en el tema, y otros que solamente querían molestar y lo hacían notorio cuando tenían la ocasión. A veces la complejidad de un adolescente se le pegaba a cualquiera.

Con ayuda de mi varita de espino, levanté una gran copa que yacía a unos metros en el suelo, detrás del escritorio. El material dorado y reluciente se alzó al aire violando cualquier regla sobre la gravedad y luego volvió a caer, quedando estática en la mesa que minutos antes estaba reteniendo mi peso dorsal. Me hice a un lado para que el objeto quedara a la vista de todos y luego volví a introducir la varita color castaño en uno de los bolsillos de la túnica.

—Seguramente ya saben lo que es. Quiero que todos toquen el traslador para que podamos continuar con la siguiente parte de la clase. Yo iré detrás de ustedes.

Los alumnos obedecieron y cuando el aula quedó vacía completamente, fui yo el que tocó la copa para iniciar el viaje instantáneo. Mi cuerpo se retorció un poco en el proceso y pude sentir cómo el cambio de atmósfera cortaba la conexión que mantenía con la universidad. En realidad no tenía idea de que tuviese límite de proximidad, pero al parecer no podía alejarme mucho.

Pronto lo que era una deteriorada habitación, pasó a ser un pintoresco y musgoso lugar, completamente al aire libre y con aire puro que se podía respirar de mil maneras. El pasto fresco y no muy alto que llegaba hasta los tobillos parecía acariciarte con la más mínima brisa, y las variantes mesetas que mantenían la misma textura se desdibujaban con el color lila que contrastaba al turquesa predominante en el cielo. Era un lugar maravilloso, casi como el que uno suele imaginarse en los sueños.

—Antes de que se pregunten, estamos en Escocia, más precisamente al final de una carretera de campo poco transitada. En realidad, no sé bien cómo se llama el pueblo, pero a este lugar lo denominaron como Campo de Hadas. Y no es que haya hadas de verdad —torcí un poco el cuello y me acerqué a los presentes. Todos sin dudas habrían quedado impactados ante tanta belleza—. La energía de un mago es muy importante para realizar cualquier tipo de hechizo, pero si se trata de un encantamiento, es lo primordial. Y por eso los traje aquí.

»No solo nuestra propia vitalidad es lo que hace a la energía, también el entorno trabaja con un gran aporte. Si estamos en un lugar donde el aura presenta cualquier tipo de magia, la potencia del encantamiento será mucho más fuerte e incluso podemos hacer que su plazo dure más que el habitual.

Sacudí los restos de césped que habían quedado en la túnica azul oscuro e inspeccioné el lugar. Había bastante espacio como para realizar cualquier actividad. Había todo el espacio del mundo, porque además de las mesetas no había nada más estorbando. Era como un descampado, un hermoso descampado. Ni árboles se percibían en el lugar, lo que hacía que todo sea verdaderamente útil para mí.

Conté a los alumnos. Actualmente eran siete, si hubiera habido uno más las cosas resultarían sencillas, porque desde ya que yo no podía contarme para la tarea.

—Haremos de esto una competencia, así que se dividirán en dos grupos —aclaré sacando nuevamente mi arma mágica a la vista—. Mackenzie, Ainé y Lyra por un lado; Lisa, Mei y Jock por el otro. Tú Darla vendrás conmigo —le hice una seña a la bruja y comencé a dar pasos hacia atrás—. En lo que nosotros dos regresamos quiero que empiecen con su primera tarea.

Una floritura con mi varita fue suficiente para que una gran emboscada de duendes apareciera en el lugar. Como duendes no podían hacer grandes daños, pero las criaturas se caracterizaban por molestar e irritar a los magos hasta el punto de la locura. Y eran demasiados como para lograr dicho desafío.

—Quiero que se deshagan de ellos, con un encantamiento, no con otra cosa. El grupo que mejor lo haya hecho se llevará los primeros diez puntos. El equipo que termine con más puntos al final ganará un huevo de oro. Y tendrá el extraordinario asegurado, si eso es lo que les preocupa —no estaba seguro de que podían oírme con exactitud, porque el montón de duendes ya se había abalanzado contra ellos y, según mis reglas, no podían atacarles o retenerlos de alguna manera. Tenían que deshacerse de ellos con un o unos encantamientos—. Ahora sí, Darla, acompáñame.

Editado por Liam Hawthorne

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You can't make people love you, but you can make them fear you.


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Mientras permanecían en la sala esperando a ver qué ocurría realmente, Darla se sentía inquieta, no solía ser una persona de grandes premoniciones. "No tienes el ojo interior abierto" hubiera dicho Trelawney, aunque en realidad era porque eran otros sus dones y no se había preocupado por ahondar en aquel conocimiento. Fuera como fuere el extraño deja vú que había tenido durante las presentaciones y la demora de Seba la tenían más que preocupada.

 

En medio del maremagno de presentaciones una lechuza atravesó el aire, llegada solo con la magia y orientación que ellas pueden tener. La pelirroja reconoció de inmediato a Wizzy, su pequeña mochuelo y se tensó. Cuando ésta dejó caer un pequeño pergamino en sus manos y entregó otro al profesor Darla emitió un suspiro. Sus manos desplegaron velozmente la nota y tras leerla observó a Liam que tachaba algo en ese momento, seguramente el nombre de Seba.

 

Amor, surgió un imprevisto, tú sabes de qué se trata, no podré asistir contigo a la clase. Envío con tu lechuza también un mensaje para el profesor. Lo siento amor, te veo a mi regreso. Seba.

Si, ella sabía bien, los viajes de él tenían un motivo y ella lo entendía muy bien, suspiró resignada y rogó a los dioses que todo saliera bien, confiada como estaba en que así sería, pero pedir y agradecer por ello no venían nada mal. La voz de los que se presentaban volvía a sonar en su cabeza como a lo lejos mientras ella pensaba en su novio, hasta que el sonido de la voz de Liam la trajo de regreso a la clase. Sus orbes castañas se centraron en él mientras comentaba que hacía falta práctica, luego el mago se había dirigido hacia Jocker y finalmente a todos en general una vez más.

 

Un bloc de pergaminos había aparecido ante Darla y con velocidad su pluma corría sobre él tomando nota de lo que Liam les explicaba, aunque básicamente era lo que ellos ya habían dicho sentía que debía registrar los puntos sobresalientes a los cuales él hacía referencia. Su expresión sobre todo le interesaba por eso se alegraba de utilizar una vuela pluma, para no perderse cada gesto de él. Por un momento pensó que se le veía cohibido, pero desehechó la idea de inmediato mientras le veía hacer flotar hasta quedar sobre la mesa una copa dorada.

 

Asintió casi inconscientemente ante su aceveración de que sabían que se trataba de un traslador, guardó en su bolso de piel de moke el vuela pluma y el anotador y se puso de pie. Esos eran los viajes más complejos, bueno, no tanto como tomar una red flú con un resfriado gangoso como le había pasado a algunos conocidos, pero sí, era movidito el viaje si no te movías con soltura.

 

Cuando la copa comenzaba a brillar en un tono azulado el dedo índice de la pelirroja se apoyó sobre ella, notando como sus compañeros la imitaban y luego hacía lo propio el profesor. La sensación en su ombligo siempre resultaba entre molesto y cosquilloso, sintió como era elevada por el aire y luego flotaba hacia su destino. Poco a poco fueron vislumbrando el lugar al que se dirigían, las montañas y la pradera se veían totalmente cubiertas de un verdor que le recordaba a una esmeralda. Algunos pastos pintaban apenas un color amarillento, era como si el invierno se hubiera alejado de ese lugar mucho antes de lo previsto y la primavera comenzara a teñirlo todo, incluso el cielo. Observó los tonos lilas de los cerros jugando con el luminoso turquesa del cielo, el suave movimiento de la brisa desacomodó un poco sus cabellos y para cuando casi llegaron al suelo movió sus piernas a la vez que seguía acomodando sus rizos con la mano libre.

 

El aterrizaje fue pulcro y dio unos cuantos pasos mientras soltaba el traslador que cayó en tierra sin ningún brillo ya y sus compañeros se iban acomodando a su alrededor. Las palabras de Liam completaron más que romper el encanto en que la mayoría podía haber quedado al observar el lugar. La energía pura de la magia se sentía allí bastante fuerte, aunque quizás no tanto como si hubieran estado en Irlanda, Darla tenía esas ideas sobre aquella tierra desde que había hablado con Kim sobre su pueblo de origen. Claro que estaba segura los celtas no coincidirían con ella, pero bue, allá ellos. Estaba convencida sin embargo de que aquel lugar hubiera encantado a su chico, a él le agradaba el campo, tanto como a ella, y en aquel lugar se repiraba tanta paz que hubiera sido el lugar casi ideal para una cena romántica a la luz de la luna.

 

Una vez más el hilo de sus pensamientos fue interrumpido por la voz de Liam y se obligó a si misma a recordar que por el momento no estaba allí con su novio sino con sus compañeros y el profesor de la clase de conocimientos. Sus ojos brillaron espectulativos cuando él habló de que aquello sería una competencia. Ohh, eso era interesante, su vena competitiva titiló. Mackenzie era el punto débil, al menos no le había tocado en su grupo, aunque enfrentarse a Ainé y Katara era otra historia, sobre todo a Katara, era con la que más había trabajado y conocía perfectamente sus capacidades. Asumía que Ainé las tenía, después de todo era su comandante pero combinadas, juntas podían ser letales, aunque confiaba en que la Yellbridge las desbalanceara.

 

Habái hecho esa evaluación del grupo rival con premura antes que Liam mencionase al otro grupo completo, así que cuando no figuró en él miró con asombro al mago. Claro que tener de su lado las competencias de Lisa y Mei no le hacía gracia, sobre todo luego del cambio radical de Lisa, pero confiaba en el espíritu de competición de Jock, suspiró y miró al mago.

 

[i--Si, claro [/i]--se acercó a Liam observando que estaba varita en mano y mientras volvía a sacar a Edelweiss agregó --a tus órdenes.

 

Caminó a la par del profesor viendo su floritura, se puso en guardia cuando vio a los duendecillos, oohh, de la que me he salvado, ellos son tan tiernos, pensó mientras escuchaba las indicaciones que daba a los dos grupos. Le asombró lo del globo de oro pero más le interesó su propia nota, claro que la voz de él ya la ponía en movimiento.

 

--¿Cuál es tu plan? --dijo mientras echaba una última ojeada a los dos grupos que debían enfrentarse a los duendecillos azules.

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No fue difícil para la veela conquistar al patriarca de los Black Lestrange con su aspecto seductor, sus miradas coquetas y su sonrisa cautivadora; aunque en realidad no podía hacerse del crédito de dicha hazaña si no fuese por su naturaleza irresistible para cualquier hombre y en cansancio mental que Jocker ya había acumulado en el camino.

¿Y cuál será mi primera tarea? —quiso saber el ojimiel, aún embobado, pero consciente aún de la razón por la cual se había encaminado a las dependencias de la Universidad.

La veela se limitó a soltar una risita divertida, pues había preparado un par de trucos para hacer mucho más realista su pantomima.

Acompáñame por acá… —silbó, dando una media vuelta; avivando aún más su oscura cabellera.

Los ojos del mortífago parecieron iluminarse con la belleza de aquella criatura y sin dudarlo un segundo, comenzó a caminar a tropezones tras la veela que cada algún paso se volteaba para lanzarle un beso o hacerle un guiño o alguna morisqueta divertida.

Tras algunos minutos, se encontraron con una cobra que puso rápidamente en posición de combate.

Ahí —indicó la hermosa criatura —Ahí tienes algo para demostrarme lo que sabes hacer.

Jocker asintió con fuerza y levantó su varita a la altura de su pecho, estirando por completo su brazo hacia adelante. Estaba tan embobado, que le fue difícil recordar algún hechizo que le sea de utilidad que antes de pronunciar correctamente un vipera evanesca, soltó un par de chispas de colores que más que asustar a la serpiente, parecieron enfurecerla.

No lo has hecho muy bien, a decir verdad —se quejó la veela, cuando el hechizo finalmente salió correctamente.

Jocker, que parecía estar aún más embobado que antes, se puso serio e llenó el pecho con aire.

Déjame hacerlo de nuevo y verás cómo lo hago mejor —respondió grave y esperó que la criatura invocara a alguna otra alimaña que vencer.

Pasaron varios minutos hasta que un lobo furioso se acercó hasta donde estaba el hechicero y la semi-humana. Bien sabido es por muchos que, en la antigüedad, las veelas llamadas también Vilas o Willas, podían adoptar las formas de diversas criaturas, como cisnes, serpientes, caballos, halcones y lobos, además de controlar a estas bestias. Seguramente, esta veela en particular conservaba aún este don.

Opuggno —vociferó el mortífago en el acto, ocupando al cien por ciento la poca cordura que aún tenía en su cuerpo.

El lobo comenzó a hacer varias proezas para diversión de la veela que sonreía encantada, mientras el patriarca, satisfecho, observaba atento. Tras unos segundos, mandó al lobo a perderse por entre los diversos pasadizos.

Cuando estaban por retomar el andar para seguir avanzando, una conocida voz retumbó en los oídos del ojimiel, que algo confundido miró a su alrededor; aquella voz se le hacía muy familiar, mas lo único que podía escuchar con claridad era la voz de la criatura mágica que desde ya casi una hora lo había capturado con su mágico encanto.

Sorprendido vio entonces cómo el angelical rostro de la mujer se transformaba en una especie de ave de rapiña que soltaba fuego por el pico; contrariado buscó respuestas en el rostro de la otra mujer que le tomó de la mano y lo llevó hasta donde se encontraban otras personas.

A sus ojos, el rostro de Ainé llegaba distorsionado, al igual que los de mediohermana Mackenzie, Lyra, Darla, Mei y Liam.

Jocker tardó varios minutos más en recuperarse por completo, y cuando ya estaba en condiciones, el profesor le habló con reproche, explicándole que los obstáculos que había encontrado en el camino, los había puesto él. El Black Lestrange se quedó petrificado, y es que no entendía de qué carajos era que le estaban hablando.

Tienes que explicarme qué está pasando acá y cómo llegué hasta aquí— siseó por lo bajo a Ainé, que había dejado de hablar con Mackenzie para tomar atención al profesor.

אהבה מושלמת באה במהירות, וכל השקרים צורחים מושתקים


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Me había gustado la presentación del profesor, si bien tenía algunas dudas sobre el hecho de que al morir se rompían. En nuestro mundo era muy probable morir en alguna batalla por más que fuera uno neutral, imaginaba que en ese momento el encantamiento moría, pero ¿que pasaba si uno resucitaba como era tan común? ¿El encantamiento se activaría de nuevo en seguida? Porqué si así fuera, sería una buena manera de saber si nuestros seres queridos estaban bien, teniendo algo que hubieran hechizado y tenerlo a la vista siempre. Solo era cuestión de preocuparse unos días en lo que recobraba la vida y al menos uno sabría que estaría bien, pero ¿y si no pasaba eso? ¿Si se rompía la conexión con el objeto hechizado cada vez?

 

Esperaba que nadie supiera legeremancia o era capaz de darme un zape por tener esos pensamientos aparentemente tontos en clase, pero la idea me había gustado, más en esa época, aunque yo era neutral presentía que más de un miembro de cualquiera de mis familias, pertenecía a un bando que no lograba recordar. Moví la cabeza negativamente sin que nadie se diera cuenta, era mejor no preguntar en ese momento, quizás al final.

 

La clase al parecer iba a ser muy movida, apenas habíamos podido descansar un rato, pero no protesté. Ser magos con grandes conocimientos no iba a ser fácil desde el principio, por lo que toque la copa que se encontraba ahora en la mesa del profesor, la cuál nos llevaria a un nuevo destino. No me gustaban los trasladores, eran peor que volar, sin embargo no proteste, si bien mi piel obtuvo un color más blanco aún. Moví la cabeza negativamente, debía superar ese tipo de transportes alguna vez, no todo era desaparición.

 

Disimule con una sonrisa, aunque no fue nada raro al ver el lugar en que nos encontrabámos, en una carretera poco transitada, hacia un poco de viento pero no molestaba, se podía decir que era agradable. Era un lugar demasiado grande, lo que me preocupaba era mi sentido de orientación al ser demasiado distraída: nulo. Al menos teníamos como magos nuestro propiio recurso para orientarnos sin necesidad de una brújula.

 

-¿Competencia? ¿Equipo?- Repetí en mi mente.

 

No era algo que me agradara mucho, pero lo intentaría. Vi venir hacia nosotros una gran cantidad de duendes y me dirigí hacia Mackenzie y Aine, para ver con que hechizo podíamos exterminarlos.

 

-¿Creen que me pueda llevar uno a casa? Pregunté a mis compañeras.-Era broma. A trabajar entonces antes de que acaben con nosotros, si es que pueden.

 

De repente, me olvide de todo, excepto de mis compañeras de equipo y de los duendes. Podía ser seria cuando se necesitaba serlo, que a veces la magia necesitaba eso: seriedad, concentración, para que la mayoría de los hechizos funcionara. A veces un hechizo no se podía realizar mientras uno se reía, porque hacia movimientos de más al efectuarlo.

 

Solo había notado que el profesor se alejaba con Darla, otra de mis compañeras de clase. La memoria selectiva podía ser un problema a veces.

Editado por Lyra Katara Ryddleturn

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Solté una clara risotada al ver como el profesor presente, se mostraba serio y confundido con mi salida de tono. En ocasiones era divertido captar toda la atención y mucho más con algo que no se esperaban por parte de una. Muchos me conocían, no por causar estragos en Ottery, ni por ser una figura conocida de la música, si no por ser la estricta y a veces dura jefa de seguridad del ministerio, pero en aquella ocasión, junto con mi mejor amiga, tenía ganas de poner en aprietos al profesor y disfrutar de mis años de juventud, muchas veces mermados por todas mis responsabilidades.


La patética excusa de quien nos guiaba en aquel camino, desato en mi persona otra clara sonrisa, pues era evidente que el todo poderoso ser no era capaz de equilibrar las cosas para que sus alumnos, fuesen o no diestros en el arte de los encantamientos, estuviesen con vida hasta el fin de la clase – Si no fuese por nuestras habilidades, de aquí no saldríamos enteras, no con semejante personaje cuidándonos – En voz baja le hablaba a quien estaba a mi lado, evidentemente sonrojada y divertida por mi forma de comportarme, casi inaudita en los últimos años. Tras darme un codazo, conseguir refrenar mi lengua.


En un abrir y cerrar de ojos todo sucedió; una lechuza llego, Jock volvió a la normalidad tras su minuto de silencio, opacado claramente por algo de cierta complejidad y los rostros de los presentes cambiaron del cansancio extremo a la curiosidad por lo que sucedería a continuación. Por primera vez me mantuve callada y expectante a lo que Liam hacía. Explico de forma sencilla lo que era y lo que no un encantamiento, definiendolo a la perfección y tras darnos la espalda por un simple segundo, creo un rápido traslador que nos llevaría a lo que sería la segunda tarea de la clase. Asentí ante su indicación y toque el objeto.


Tras dos segundos de duro viaje y en el que creí que mi estómago saldría por mi boca disparado, todos juntos y algo mareados aterrizamos en una verde pradera, lejos de toda civilización conocida. Me adelante dos pasos para recuperar el equilibrio y con tranquilidad, observe el fantástico paraje que nos rodeaba. El lugar era hermoso. Sentía a Gaia en cada uno de los rincones en los que posaba mi vista y aquello aumentaba mis ganas de continuar con el viaje propuesto por el Hawthorne. El aire estaba cargado de partículas, de magia, la cual también recorría nuestros cuerpos. Allí todo cuanto hiciésemos, se vería multiplicado por mil.


- Me gusta – Susurre.


Escuche por alto las indicaciones del mago. Habría una contienda para deshacernos de cuanto animal o criatura él creyese necesario. No habia problema, estaba acostumbrada a enfrentarme a cosas peores. Lo mejor del asunto es que estaba en el equipo de la Delacour y que contaba con el apoyo de la madre tierra, que con fuerza me confiaba la fuerza del elemento primigenio. De forma astuta saque a Kim, era competitiva por naturaleza y no iba a dejar que nadie me ganase tan fácilmente, quizás era el único método de mantearme centrada, parecía que el maestro habia acertado en aquella ocasión.


- Vamos a jugar – Estaba entusiasmada, se podía notar. Desde bien niña me gustaba la acción, el movimiento, no estaba destinada para pasar el resto de mi vida en una oficina. Era activa y conocía mis límites, lo demostraría con creces.


En cuanto los duendecillos comenzaron a aparecer, un grito de júbilo se escapó de mis carnosos labios entreabiertos. Ya no prestaba atención a nada más, salvo a la seguridad de la Argentina, ante todo siempre seria parte primordial de mi vida y no permitiría que nadie la dañase, aunque fuesen muros duendecillos. Salte en el aire, para y de forma premeditada, darle una patada a uno de ellos, pues este con los dientecillos afilados asomándose en su pequeña boca iba directo a la oreja derecha de la fémina. Aquello, por encima de todo, iba a ser entretenido. Un poco de ejercicio para calentar el cuerpo antes de la prueba final.


- Inmobilus – Pronuncie, haciendo que varios de ellos quedasen congelados en el aire – Vamos. ¿nos movemos? – Reproche a mí ahora equipo. Sentía la adrenalina recorrer mi anatomía. La decisión estaba en mis ojos verdes. Era la hora perfecta para jugar un poquito.

Editado por Lisa Weasley Delacour

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