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Conocimiento de Maldiciones


Mistify Malfoy
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El pájaro era completamente negro y de cuello largo como el de un flamenco, con un pico demasiado grande y afilado para su cabeza y sin embargo volaba con gracilidad. Era hermoso, a su manera. Recogió sus alas en el justo momento en el que se posaba en el hombro derecho de una bruja alta, de cabellera rubia, vestida con una túnica blanca cuyas anchas mangas de borde dibujado en hilos plateados casi rozaba el piso del salón de clase.

 

Afuera las nubes grises se arremolinaban en un cielo cada vez más cubierto. Quizás por ello aquella extraña ave había regresado, traspasando el cristal de la ventana como si no hubiese estado allí, para llegar hasta su Ama.

 

Mistify Malfoy parecía estar inmersa en la lectura de unos libros cuyas hojas estaban ajadas y amarillentas. La escritura era de trazos elegantes, pero algo apretada y en algunos lugares se había desdibujado por el paso del tiempo hasta transformarse en un borrón de tinta entre negro y amarronado.

 

Alzó su mirada en cuanto sintió el peso de animal en su hombro. Los ojos oscuros del pájaro se encontraron por unos segundos con los esmeraldas de la Malfoy y parecieron entenderse. Como si supieran qué quería o pensaba el otro con tan solo esa mirada.

 

- Jazil – estiró su brazo opuesto para acariciar el pico del animal que se dejó hacer - ¿Ya te has dado algún festín? Dicen que en la Potter Black hay gran variedad de elfos domésticos que te podrían satisfacer o quizás podrías visitar el Ministerio de Magia y quedarte con un par de las criaturas extrañas que deambulan por ahí. – Mistify se preguntó qué gusto podría tener uno de esos globos parlantes.

 

El ave graznó como si le hubiera entendido y sus ojos centellearon, pensando quizás en la probabilidad de acercarse a alguno de esos lugares que su Ama mencionaba.

 

No había mucho en aquel salón. Las paredes de piedras cuidadosamente intercaladas, desnudas de tal modo que solo los dos ventanales le quitaban un poco la monotonía al lugar. Unas cuantas banquetas desgastadas, de esas que se usan en los bares, rodeaban un escritorio construido de la misma madera oscura. Tan abarrotado estaba de libros que las velas que iluminaban la escena estaban apoyadas sobre algunos de ellos y la cera se desparramaba ensuciándolos y no es que a la Malfoy le importara demasiado, ya se ocuparía algún elfo de ponerlos en condiciones nuevamente. Después de todo lo interesante estaba en el interior, la portada no era mas que eso, una portada que poco podía decir del contenido.

 

- Tendremos compañía en un rato, Jazil – el pájaro le contestó con otro graznido – No puedes comértelos – sonrió – son alumnos del Ateneo, hay unas cuántas cosas que debo enseñarles – por tercera vez dejó salir ese sonido casi cavernoso, como si alguien intentara gritar y algo se les hubiera quedado atorado en la garganta – No, no es una obligación – pareció responderle ella – es solo que hay cosas que los magos deben saber, que no deben de perderse en la nada.

 

Jazil batió sus alas, parecía ofendido. Mistify movió su hombro y el pájaro dio un salto hasta colocarse al lado de una de las velas y se quedó inmóvil. La luz amarilla hacia que el animal pareciera momificado.

 

Hacía unos días, Chávez, el elfo doméstico de los Malfoy, se había encargado de hacerles saber a sus alumnos que debían de conocer las maldiciones básicas, ella no iba a enseñarles imperdonables, para eso todos habían cursado sus clases en la Academia. Esto era un nivel superior.

 

Y se quedó allí, sentada tras el escritorio abarrotado a la luz oscilante de las velas, recorriendo con el dedo un párrafo en especial de aquel libro. Iba y volvía sobre lo mismo, dos palabras eran ilegibles y la bruja parecía tener en mente lograr leerlas a pesar de todo. Alzó la vista en cuanto escuchó ruidos en la puerta. Enarcó una ceja y esperó a que entrara el primero. Tan solo atravesar el umbral de la puerta haría caer sobre ellos una maldición básica de las tantas que habían estudiado en su momento. Veríamos si eran capaces de resolverlas.

Editado por Mistify Malfoy

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¡¡¡ Crucio !!!

 

Una exclamación cargada de odio se desprendió de sus labios, desatándose un choque eléctrico que disparo una oleada de dolor en el cuerpo del muggle. Le fascinaba la idea de torturarlos hasta el delirio, quemando poco a poco los cartuchos que tenia dentro de su poderoso arsenal bélico. Ella consideraba los hechizos imperdonables un arma de doble filo, ya que podían ser beneficiosos para quien los usaba, pero un calvario para todo aquel que tuviera la mala suerte de experimentarlos en su humanidad.

 

-Aprenderás por las buena o por las malas…-saboreando los gritos de dolor sintió una peculiar sensación de extrañeza-Estoy olvidando algo importante…-golpeando su barbilla con su dedo índice recorrió con la mirada la destruida habitación-Me has hecho perder un tiempo valiosísimo…-rodeando sus ojos le asestó un puñetazo en el rostro-Por tu culpa perderé mi clase de Conocimiento de Maldiciones…-golpeando el suelo con su bota de piel de dragón, no se pensó dos veces en acabar con la vida de ese mal nacido.

 

¡¡¡ Avada Kedavra !!!

 

Un rayo verde eléctrico partió de la punta de su varita arañando el viento con silbido seseante que se asemejaba al emitido por un basilisco. Pegando limpiamente en el pecho del sujeto arrancándole la vida de tajo en un abrir y cerrar de ojos, dejándole con una mueca de error que sería almacenada dentro de la bitácora de matanzas de la Malfoy. Había terminado con su misión, aunque lamentaba no haberse podido gozar mucho más el torturar a toda esa estirpe de sangres sucia. Cuerpos esparcidos por toda la mansión eran fieles testigos del suceso que marcaria un antes y un después, ya que nadie podría sospechar de la hija del Primer Ministro de Magia.

 

Desapareciendo en medio de una ventisca gélida se transportó al sitio donde sería su clase. No sentía temor, sino admiración por la que sería su profesora durante su estadía dentro del Ateneo. Mistify Malfoy era una leyenda viviente dentro de Londres, encumbrada por cada uno de los actos cometidos por la fémina a favor de organización mágica, aunque poco se podía comprobar dados los rumores que rondaban dicho asunto. La Malfoy sabia poco o nada de aquello y si lo sabía, no se atrevería a tocar el tema abiertamente dentro de una zona que ante los ojos del resto era neutral.

 

-¡¡¡ Auch !!!...-chilló la demonio/vampiro sintiendo un dolor profundo que se extendió por todo su cuerpo, jamás se imagino que al cruzar la puerta le daría la bienvenida un Crucio. Irónicamente el destino le estaba pagando con la misma moneda, pero no se amilanaría ante la situación, ya que al tener el control sobre sus pensamientos podría aminorar un poco el daño que dicha maldición le provocaba en el cuerpo-Buena forma de darnos la bienvenida…-dedicándole una sonrisa lóbrega acompaño ese gesto con una leve inclinación de cabeza-Juv Malfoy Croft…-se presentó ante su profesora-Un placer…-agregó recuperándose de la intensa experiencia. Ahora solo restaba esperar al resto de sus compañeros, no se imaginaba que clase de maldiciones estaba preparada para darles una grata bienvenida.

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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El sonido de los motores andando interrumpió el silencio que se vivía en las calles, siguieron gritos, una especie de canto y unas bocinas a punto de reventar. Doblaron en la esquina, entrando a una gran avenida un par de motocicletas todo terreno, una cuatrimoto y al final un transporte escolar, éste último modificado drásticamente con pintura en aerosol. Había estado lloviendo y el pavimento estaba húmedo, pero eso no les impedía ir a altas velocidades, levantando la llanta delantera de las motocicletas y cerrando a otros automóviles de manera repentina.

 

Las puertas del camión retumbaban con el sonido de la música, las personas que iban dentro enloquecían a cada segundo, su emoción aumentaba junto con la velocidad a la que iba el gran vehículo y no había preocupación alguna en esos momentos. Entonces destellos azules y rojos iluminaron la escena, justo detrás de ellos y su música había sido interrumpida por el sonido de una sirena que todos ignoraban, excepto él.

 

En el corredor del camión se podía distinguir su figura de pie, alta y delgada, aferrada a un tubo por el techo del vehículo, tambaleándose junto con el movimiento del autobús, en la mano izquierda llevaba un bate de béisbol recargado en su hombro. Vestía unos pantalones cortos, tenis y calcetas altas color negro, con una camiseta grande de tirantes color gris. El mago miró hacia atrás al percatarse que la policía los seguía, sonrió y avanzó hasta estar a un lado del chofer. Al final, no habían hecho nada "malo", solo estaban ahí para provocar.

 

— Deténlo.

 

El autobús se detuvo y Röv aprovechó para bajar de inmediato. Apenas su pie tocó el suelo, el hombre desapareció y el conductor pisó el acelerador a fondo, su tarea sería escapar.

 

Mientras tanto, Röv había aparecido a las afueras de la Universidad. Se había inscrito a una clase para ver qué tal estaba, aunque si no era de su agrado no dudaría en levantarse y retirarse del lugar, llevaba en un trozo de papel anotado el nombre de la profesora y el salón donde debía presentarse. Dejó el bate en el suelo y entró al edificio, no tuvo problemas en dar con el salón.

 

— ¿Mist...— Al momento de cruzar la puerta se vio en problemas, tres cuerdas lo habían impactado y ahora estaba en el suelo con una cuerda atada en su boca, otra en sus brazos y la última en sus piernas. Una maldición Incárcerus, sin duda. El hombre estiró su brazo derecho lo más que pudo hasta que llegara a su bolsillo; tomó su varita y pensó en el hechizo que haría que las cuerdas desaparecieran —Eso, fue... Bien.

 

Ya libre de las cuerdas, se levantó, pero prefirió quedarse con la varita en mano, solo por si acaso. Al pasar frente al escritorio saludó a la profesora con un movimiento de mano y pasó a un asiento a un lado de la ventana.

 

— Yo, soy Röv.

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Jazil permaneció inmóvil sobre los libros, aunque sus ojos oscuros observaban con profundidad a los recién llegados, al igual que lo hacía Mistify Malfoy.

 

No dijo nada, tan solo se puso de pie y rodeó el escritorio en dirección a sus alumnos. Evidentemente habían sorteado el obstáculo en la entrada por lo que suponía tenían en claro las maldiciones básicas y las contramaldiciones que las obstaculizaban o bien, terminaban con sus resultados. Estaban listos.

 

- Durante estos años he adquirido conocimientos que muchos magos ni siquiera alcanzan a vislumbrar – dijo apoyándose sobre el escritorio. El pájaro estiró su largo cuello hasta que el prominente pico alcanzó las mangas de la túnica, como incitándola a que no hable más – Ser Malfoy siempre ha sido una ventaja, en muchos sentidos. El poder abre puertas que de otro modo no alcanzaríamos ni a tocar – Jazil desplegó las alas apagando las velas, dejando a la habitación alumbrada con los pocos rayos solares que aún se colaban entre las nubes, cada vez más espesas. A ella no pareció importarle eso, ni que el animal se hubiera colocado nuevamente sobre su hombro derecho.

 

- En esta ocasión quisiera enseñarles sobre maldiciones antiguas. – continuó – Quisiera que me acompañen y saquen sus conclusiones – acarició el pico de su mascota cuando ésta graznó con impaciencia – Quisiera incluso que me ayuden a resolver una de las maldiciones que a los muggles tiene en vilo desde hace muchísimos años y que hace incluso que zozobren sus propias creencias. La recompensa… ¿Qué mayor recompensa que el conocimiento mismo?

 

Claro estaba que había mucho más que eso. Probablemente alguno moriría en el intento o algo peor, pero no sería ella y eso era lo que importaba al final.

 

Jazil desplegó sus alas nuevamente. Los ojos hasta ahora negros parecían dos brasas ardientes. Comenzó a volar en torno a los tres magos y la habitación comenzó a rotar en sentido contrario. Pudieron ver gente saliendo y entrando a toda velocidad. El mobiliario cambiaba, aparecía y desaparecía. De pronto el cielorraso no estuvo más y las paredes fueron descontruyéndose hasta llegar a sus cimientos. Segundos después no había mas que bosque a su alrededor. El sol se ponía y volvía a salir en cuestión de milésimas, luego en segundos y cada vez mas lento hasta que se detuvo al igual que el animal, nuevamente sobre la Malfoy. Solo entonces ella volvió a hablar. A lo lejos se oía el eco de palas y picos al ser usados sobre la roca.

 

- Estamos en la Antigua India. A pocos metros de aquí se erige un templo en honor a cierta diosa. Lo importante no es ella, sino el diamante que han utilizado para adornarlo. Se dice que es el mismo que el esposo de esta diosa le regaló luego de que ella saliera del fuego. Un ritual que demostró que le había sido fiel en todo sentido – suspiró algo hastiada.

 

La bruja se puso en movimiento, como si supiera la localización exacta del templo. Alzó su varita y con un movimiento cortante hizo que las enormes hojas que le impedían el paso se partieran en dos con facilidad, tal y como si un cuchillo caliente hubiera atravesado un trozo de mantequilla. El sonido que antes se oía con claridad comenzó a amortiguarse, se estaban alejando.

 

Es una historia larga, lo importante es que ese diamante azul ha traído muerte y desdicha a cada uno de sus poseedores. Está maldito. Pero aún no lo ha tocado ningún muggle. Según lo que he averiguado, aún no lo encuentran. Quizás podamos ahorrarles el trabajo y llevárnoslo, aunque antes deberemos tomar recaudos. No queremos ser nosotros los malditos después de todo ¿no? – sonrió abiertamente. Todo aquello le parecía divertido y al finalizar la travesía podría agregar una joya más a la ya abultada colección de los Malfoy´s, aunque sabía que su hija Mackenzie tendría unas cuantas cosas para decirle acerca de modificar el transcurso del tiempo y sus posibles repercusiones en la actualidad. No importaba, ya se solucionaría el problema una vez detectado.

 

Y continuó a través de la densa enramada con sus alumnos por detrás.

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En algún bar de mala muerte - Longhton

 

 

—Una más… — dijo Valkyria tan claro como le fue posible. Llevaba tanto tiempo en aquel bar que ya ni siquiera sabía si era de día o de noche. Volvió a empinar el codo acabando de un solo trago con su shot de tequila y tornó su mirada hacia el cantinero, que a esas alturas ya se negaba a servirle más —Dame eso… — dijo arrebatándole la botella con un movimiento tan veloz que no dio tiempo de reacción alguna al hombre. —Esto es mío y esto tuyo — añadió poniendo sobre el mostrador unas cuantas monedas de oro.

 

 

 

 

 

El mozo al parecer no había visto antes ese tipo de monedas, más al darse cuenta que se trataba de oro puro no tuvo reparo en guardarlas no sin antes lanzar una mirada curiosa a la mujer, que a su parecer quería acabar con todo el licor de Loughton. La mortífaga sintió como el cantinero se quedaba observándola y tras dar un nuevo trago del tequila que acababa de comprar, levantó su hermoso rostro hacía él, como preguntándole que miraba tanto. Algo avergonzado se puso a ordenar y limpiar la barra.

 

 

 

 

 

—¡Crack! — se escuchó de pronto y la figura de una criatura pequeña, de unos enormes ojos verdes, nariz puntiaguda, brazos delgados y una impecable toga blanca, se hizo presente en el lugar. El muggle dejó caer un vaso y se alejó lo más que pudo. Osiris, la elfina de la Black Lestrange ni siquiera le prestó atención

 

 

 

 

 

—Mi ama, cada vez es más difícil encontrarla... Osiris por un momento pensó que la habían aprendido esos revoltosos de las afueras del Ministerio — Dijo la criatura con aquella voz chillona tan característica de su raza.

 

 

 

 

 

— ¿No te has puesto a pensar que quizá no quiero ser encontrada? —No bajó la mirada hacía la elfina que parecía empeñada en recordarle las obligaciones que tenía pendientes por hacer en el mundo mágico. — ¿De verdad piensas que soy tan tonta como para ir al Ministerio en este momento? Tengo mis informantes y cuando las cosas estén un poco más claras tomare partida ahí, hasta mientras déjame beber en paz — dijo haciendo un gesto con su mano, como si tratara de alejar una molesta mosca.

 

 

 

 

 

—Osiris no está aquí por eso… llego esta carta hace ya varios días… — le entregó el pergamino cuyo sello era del Ateneo, antigua Academia de Magia. —Aun puede estar a tiempo de asistir — dijo la elfina con una leve sonrisa en el rostro, al ver que al fin había logrado dejar sin palabras a su ama.

 

 

 

 

 

¿Cómo había olvidado que se inscribió una vez más para cursar una clase sobre maldiciones?. El licor que había ingerido se había esfumado en su mayoría gracias a la preocupación de llegar tarde, no pensaba seguir malgastando galeones y luego retirarse o no presentarse a las clases. Se puso en pie como pudo e intentó no tambalearse, arregló su vestido negro y limpió algunas migajas de maní que estaban esparcidas por su ropa. Levantó su capa que estaba caída en el suelo, la sacudió lo mejor que pudo y se la puso.

 

 

 

—Ateneo… Ateneo… ¿dónde es que queda? —dijo sin saber qué lugar poner en su mente para poder aparecerse. —Sirve de algo y llévame hasta ahí — ordenó a la elfina quien lucía divertida al ver el estado en que se encontraba la bruja. —Espera… espera… espera… —Añadió y luego sacando la varita y tras unos cuantos segundos logro apuntar bien hacia el camarero, que las miraba con cara de susto — ¡Avada Kedabra! —Dijo y el rayo verde que salió de su varita impacto de lleno en el hombre arrebatándole la vida — ¿Qué? … me miraba mucho — dijo la bruja al ver que Osiris la miraba con desaprobación.

 

 

 

Ateneo

 

 

 

La última vez que había estado en aquel lugar para recibir una clase, se había topado con un sin número de criaturas mágicas, esta vez deseaba que fuera una clase más tranquila, no estaba en condiciones como para ponerse de tú a tú con una acromántula o basilisco enojado. Sus reflejos no estaban muy bien que digamos y seguramente terminaría lastimada.

 

 

 

Recorrió los pasillos en compañía de la elfina que al parecer no se sentía segura de dejarla por ahí sola, después de todo no había sabido ni siquiera como llegar hasta ahí. Luego de andar perdidas por un buen tiempo al fin encontraron el camino correcto para llegar a su clase. La luz era muy escasa y el silenció reinaba en el lugar > pensó con frustración la bruja al llegar al final del pasillo en donde se podía ver únicamente una puerta, de cuyas rendijas salía una tenue luz.

 

 

 

 

—¡Cuidado ama! —Escuchó decir al mismo tiempo que abría la puerta y un águila de fuego maldito se abalanzaba sobre ella. Apenas tuvo tiempo de sacar su varita y conjurar —Fortificum —Para que así una pared de un muy grueso acero las protegiera de no ser calcinadas. Tan solo una pequeña parte de la capa de la bruja sufrió el embiste de las llamas. Se la quitó pues el olor a quemado le produjo nauseas e ingresó al despacho en donde observó a un cuervo revolotear alrededor de la profesora y tres alumnos más. Cuando la Black Lestrange quiso unirse ya era muy tarde, se habían desaparecido quien sabe a dónde.

 

 

 

—Búscalos... y si no los encuentras pagaras con tu vida — ordenó la castaña a su elfina mientras se arrimaba de forma despreocupada en el escritorio. A Osiris solo le bastó ver el rostro de su ama para saber que no estaba bromeando, sin decir palabra alguna se desapareció a cumplir con la orden dada.

 

 

Al cabo de unos minutos, que parecieron eternos, la elfina estuvo de regreso, tomó la mano de su ama y simplemente desapareció. Cuando los pies de la castaña tocaron al fin suelo firme, estaba completamente mareada, con nauseas y el calor que la recibió no ayudaba mucho que se diga. Recorrió con la mirada el lugar y no sabía muy bien en donde estaba, lo mejor sería preguntar y presentarse de una vez. —Esfúmate— dijo la bruja a la elfina, que luego de poner sus enormes ojos en blanco, dio un chasquido y desapareció.

 

 

—Siento la interrupción y demora —dijo acercándose hacia donde estaba la profesora y los alumnos de la clase — Me llamo Valkyria Black Lestrange… una vez más me disculpo por la tardanza — En todo momento había estado conteniendo las ganas de vomitar, pero no podía más —Si me disculpan…—dijo para luego alejarse lo más que pudo y vomitar hasta sentirse “bien”.

 

 

—Madre… me das un resumen de lo que va de la clase — dijo parándose junto a Juve. Evitando mirarla a los ojos, pues seguramente la regañaría por llegar en ese estado a la clase.

 

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Valkirya había llegado cargada como una verdadera cuba a la clase de conocimiento de maldiciones, no le parecía lo más adecuado siendo la nieta del primer Ministro de Magia. Ya tendría tiempo de reprenderla como era debido, ahora solo interesaba que ambas llegaron a la India con el resto de los alumnos de la clase. No le agradaba la idea de perderse en una zona boscosa como aquella, ya que ella era partidaria de sitios menos proveedores de aire puro y sensaciones extrañas que le harían levitar de un momento a otro. No le extrañaba los métodos que empleaba Misty, ya que le conocía de tiempo atrás y confiaba en que podría aprender demasiado de la Malfoy.

 

Ambas eran veteranas dentro del mundo de la magia, aunque Misty llevaba muchísimo más camino recorrido que la Croft. Era como encontrarse delante de un espejo que le regresaba una imagen distorsionada de sus acciones, retratando lo ambiciosa que podía ser a la hora de hacerse con el dichosa piedrita, no le desagradaba la idea de tomarla entre sus manos y anexarla a la valiosa colección que pertenecía a su padre Crazy. Lastimosamente no pudo pasar por alto la regañina que podría darle su progenitor al enterarse de dicho hurto, no es que fuera zanjando las acciones de su querida hijita, pero tampoco dejaría que el nombre de la familia más respetada de todo Ottery se arrastrara por el fango.

 

-Buscaremos una piedra que esta maldita…-siseó para que su hija pudiera escucharla-Nos ha dado la bienvenida con un grupo de maldiciones…-agregó esbozando una cínica sonrisa en sus labios-Un maldito Crucio…-tragando amargamente no le agradaba la idea de recordar dicho suceso, ya que jamás se vio atacada por una de las maldiciones que ella solía usar para mermar a sus enemigos dentro de la batalla o solo para pasar un rato divertido. Ahora estaban avanzando por un boscoso paraje que ofrecía miles de posibilidades, como morir empalados o crucificados por los nativos que habitaban dentro de esa zona-Seria genial morir por una piedrita que vale su peso en oro…-rodeando sus ojos percibió la mirada inquisitiva de Misty sobre sus orbes lapislázulis.

 

Simplemente se estaba mostrando un poco renuente ante el tema, no le haría el feo a una oportunidad como aquella. Anhelaba volverse toda una experta en el ámbito del conocimiento de maldiciones y si para peso tenía que sangrar, no le importaría perder unos cuantos litros de líquido vital con tal de hacerse con tan afamada joya. Continuando con su andar tomo de la mano a su hija Valky, estaba segura que ambas se echarían una mano dentro de esa aventura y se harían con la valiosa joya en un abrir y cerrar de ojos.

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Röv escuchó con incredulidad las palabras que recitaba su profesora. ¿El poder abría puertas? Para él había mejores métodos. Aún así permaneció en silencio hasta que ella terminase de hablar. Sus pies golpeteaban el suelo del salón al ritmo de una canción que llevaba en la cabeza, la cual fue interrumpida únicamente al escuchar la pregunta que les había hecho la Malfoy. En aquéllo no podría estar más de acuerdo con ella y cualquiera que no lo estuviera, ¿qué hacía tomando clases?

 

Una ligera sonrisa se dibujó en su rostro ante la invitación, la sensación del peligro que se acercaba; su cuerpo comenzaba a prepararse, algo extraño recorrió sus vértebras, sus extremidades, llenándolo. Se irguió en su asiento y movió el cuello en varias direcciones, produciendo un sonido seco al tronar sus articulaciones, proporcionándole un sentimiento de liberación que no podía describir.

 

Cerró los ojos unos instantes y al abrirlos se encontró en un lugar completamente diferente. No se había percatado del cambio y no pudo articular palabra alguna antes de que Mistify comenzara a hablar nuevamente. Observaba el paisaje con poco asombro, había estado acostumbrado a lo salvaje durante "mucho" tiempo.

 

— ¿De qué Diosa se trata?— preguntó, alzando la voz cuando la profesora se puso en marcha. Cierto era que no sabía absolutamente nada de las creencias religiosas de la India, pero claramente le llamaba la atención.

 

Continuó con su camino, pero al escuchar lo último se detuvo unos segundos. ¿Tomar un diamante maldito? No, claro que no. No era su estilo. No le interesaba la joyería y no se arriesgaría por una simple piedra. Nuevamente se echó a caminar, justo al pasar a un lado de las otras dos mujeres escuchó que a una le gustaría inclusive morir por aquélla roca. La miró unos momentos, con una sonrisa en su rostro al pasar a su lado.

 

— Buena suerte con eso— comentó, con cierta gracia en el tono de su voz—. Al menos yo no voy a tocar ese pedazo de piedra —agregó al adelantarse, estirando los brazos varias veces, al igual que las piernas. Tenía el presentimiento de que sería un viaje algo extenso hasta llegar al famoso diamante.

Editado por Röv
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- La diosa Sita – murmuró Mistify ante la pregunta de uno de sus alumnos mientras seguía caminando. – El templo está cerca – usaba su varita mágica como si fuera una espada y de la misma manera el intrincado laberinto de ramas y enormes hojas verdes brillantes cedían a su paso.

 

Jazil aleteó frente a su ama. El graznido del pájaro resonó en el bosque y la bruja se detuvo haciéndole una señal a sus acompañantes para que hicieran lo mismo. Ella pareció entenderlo y el animal se esfumó hacia la derecha atravesándolo todo como si estuviese conformado por humo oscuro.

 

- Supongo que llegamos tarde a pesar de todo. Pero aún podemos recuperarlo – señaló en la dirección en la que se había alejado su mascota – Quiere que lo sigamos, alguien lo tiene en su poder.

 

Aceleraron el paso. Muy pronto un arroyo serpenteante y de aguas cristalinas se abrió paso frente al reducido grupo. Un grito se oyó unos metros río abajo y los cuatro se apresuraron hacia allí. Mistify tenía la túnica embarrada hasta casi la rodilla y aquello evidentemente la ofuscaba porque ahora intentaba caminar por sobre las salientes de las rocas que bordeaban el agua como si temiera que la mancha parda que subía por su túnica se acentuara aún más.

 

El monje estaba vestido casi con harapos y llevaba una bolsa de tela marrón sujeta al improvisado cinturón realizado con sogas. Un punto brillante, que no era sangre, se podía ver claramente a mitad de su frente.

 

- ¡Quítenmelo de encima! – gritó cuando se percató de la presencia de los magos. - ¡Es un demonio de la oscuridad! ¡Él quiere recuperar su regalo a cualquier precio! – Jazil arremetía a picotazos en contra del sacerdote hindú, los ojos nuevamente como dos braseros ardientes.

 

La bruja entornó la mirada hacia la bolsa y lanzó un hechizo para que el hombre los entendiera.

 

- ¿Tienes la piedra azul? – le preguntó. El ave se lanzó nuevamente hacia el muggle arrancando de un picotazo un trozo del brazo que intentó poner para defenderse por lo que aulló de dolor.

 

- Por favor… ayuda. - suplicó con lágrimas de sangre en sus ojos - Rama lo busca.... Ravana lo maldijo... - se detuvo para tomar aliento - Si cae en malas manos.... magia.... poder sin límites... -

 

- ¿La tienes? – la bruja esperaba que ninguno de sus alumnos lo ayudara. Conocía a Juve, si era una Malfoy no iba a detenerlo, muy por el contrario, seguramente estaría encantada con lo que sucedía frente a sus ojos. La otra era una jovencita que no conocía, pero al parecer era protegida de Juve y por tanto, tendría los mismos intereses que la bruja de ojos celestes.

 

Pero ¿qué pasaba con Rov? No había tenido tiempo de averiguar acerca del tercer mago, esperaba que no fuera uno de esos amantes de la luz. Al final, tenía un cincuenta por ciento de posibilidades de que él tampoco se entrometiera a salvar a nadie. Correría el riesgo.

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La piedad no era un sentimiento que radicara dentro de la Malfoy, no sentía el más mínimo pesar o compasión por el sujeto que estaba siendo atacado por la mascota de Misty. El aroma a sangre que se había impregnado en el ambiente disparo sus sentidos asesinos, estaba a poco de arrancarle la piel del cuello con una mordida limpia y certera. Trayendo a su mente la primera masacre que tuviera el placer de perpetrar fuera de Londres, no pudo contenerse ni un solo instante mas elevando con determinación su varita la apunto rauda y presta contra el monje.

 

-Creo que te han hecho una pregunta-sentenció dando un latigazo certero con su arma-¡¡¡ Crucio !!!- emanando de la punta de su varita un rayo escarlata que surco el viento produciendo un silbido que anunciaba el trayecto que tenia marcado para impactar en el pecho del monje-Espero que sea doloroso…-enarcando su ceja derecha saboreó el aullido de dolor que escapará de los labios del hombre-A una dama jamás se le deja con la palabra en la boca…-soltó encendiéndose el par de gemas lapislázulis como dos hogueras alimentadas por una buena dotación de Gubraith-Responde a la duda o créeme que no quedará ni tus cenizas sobre estos bosques…-le advirtió notando una mueca de satisfacción en el hermoso rostro de su profesora.

 

-No pensaba ayudarlo en ningún sentido, yo solo quiero que suelte la lengua y nos diga dónde está la dichosa piedra…-canturrió sintiendo el frio metal de su katana abrazar su espalda-Podría matarlo, torturarlo, desmembrarlo y todo lo que termine en arlo, pero no deseo cuartear la diversión de golpe…-rodeando sus ojos tiñendo aquellas palabras con un aire burlón, no esperaba despertar las sospechas de Röv sobre el proceder de sus actos-Conste que le ataque porque se puso testarudo a soltar la lengua-sonrió de lado alcanzando con ese gesto sus orbes que destellaban como dos luceros en medio de un oscuro cielo de invierno.

 

-Yo deseo saber dónde está la piedra…-encogiéndose de hombros se vio tentada atacarlo de nueva cuenta-Solo deseamos que nos cuentes que sabéis de ella o si la lleváis dentro de esa bolsita de piel tan rudimentaria y poco elegante…-poniendo sus ojos en blanco estaba perdiendo la nula paciencia que poseía. El bosque era un escenario perfecto para enterrar el cuerpo del monje, tal vez hasta podría tallar una inscripción en su lápida donde rezara que había muerto por impertinente y obcecado-Responde, maldita sea…-cruzando el arroyo no le importo empaparse las botas de piel de dragón- ¡¡¡ Habla ya !!!-elevándole del suelo con fuerza los pies del pobre quedaron volando como un par de popotes-¿Entonces?...-clavando sus gemas azul oscuro como afilados cuchillos en los de su víctima espero una pronta respuesta de este.

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Siguieron caminando, Röv realmente no iba prestando mucha atención en la clase ni en la profesora, estaba distraído observando el paisaje que tenía a su alrededor, estar de nuevo en un hábitat como aquél le resultaba bastante relajante. Tan solo el rápido movimiento del ave de la profesora logró acaparar su atención nuevamente, volteó los ojos y suspiró al escuchar sus palabras. ¿Por qué tanto problema por una simple roca?, se preguntaba.

 

— Creí que venía a una clase para conocer Maldiciones. Al parecer cometí un error y me inscribí en las chicas exploradoras— comentó el mago, dirigiéndose a nadie en particular, con un tono sarcástico y una sonrisa en su rostro. Pateó una rama que estaba tirada frente a él y siguió, no con mucho entusiasmo, a la clase—.

 

De pronto un grito llegó a sus oídos. De inmediato y por instinto, el hombre dirigió la mirada hacia el lugar de donde había llegado el sonido y en ese instante se apresuró hasta acercarse; no había sido muy lejano, por lo que ninguno tardó en llegar al hombre. La siguiente escena que presenció Zekkar fue bastante interesante y para nada de su agrado. Al ver que el ave de Mistify arrancaba pedazos de carne del cuerpo de aquél hombre, al cual ni siquiera había podido ver bien, no hizo más que darse la vuelta.

 

— Oh, ¿en serio?— exclamó alzando los brazos— ¿Ahora veré esta... cosa?

 

Buscó en su bolsillo algo con qué distraerse, encontró una hoja y comenzó a escribir para alejar sus pensamientos de lo que ocurría. "El hombre parece estar maldito... No quiere hablar... ¿Ha robado el diamante? Diamante = Maldito. NO TOCAR." Escribía, pero le resultaba imposible ignorar los gritos y la conversación que se llevaba con el monje. De pronto algo llamó su atención, el grito desesperado del hombre llegó a sus oídos como un zumbido y se quedó ahí por unos segundos. Siguió con sus cosas por unos momentos más, mientras las demás seguían con lo suyo.

 

— Bien, basta, señorita Desmembradora, Matadora, Torturadora y todo lo que termine en "-ora"— soltó sin decir más, mofándose de las palabras que había dicho su compañera. Guardó sus apuntes y tomó su varita, volteando su mirada, captando el momento justo cuando la mujer elevaba al hindú por los aires—. ¿Permite éste tipo de ambiente en sus clases, profesora?

 

— Mobilicorpus— dijo tranquilamente, apuntando al cuerpo del hombre que se encontraba entre las manos de Juv. Dibujó el trayecto con su varita y el cuerpo del hombre comenzó a moverse, librándose de aquélla mujer. Cayó al suelo e intentó incorporarse nuevamente, pidiendo gracias a los pies del mago, aunque Röv no le prestó mucha atención—.

 

Puso su pie para detener al hombre y éste volvió a caer al suelo. —Ahora, de una vez por todas, dinos dónde está— bramó con seriedad, mirándolo fijamente a los ojos. ¿Sería que el miedo lo había vencido? Seguramente. En sí era afortunado de seguir con vida. Pero el hombre sacó de entre sus ropas el preciado diamante, gema o cosa que quería la Malfoy. Tan sencillo habría sido... Röv retrocedió, no quería tener nada que ver con eso.

 

— Dije que yo no lo tomaría— contestó, sacando nuevamente el trozo de papel para seguir con sus apuntes—. Espero que ésta sea la parte donde comenzamos a aprender algo...

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