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Animagia


Suluk Akku
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Seguir el recorrido de los manantiales que se deslizaban en medio de los macizos etíopes había resultado una de las más gratificantes experiencias. Su caprichoso recorrido provocaba que germinase y se mantuviese la vida en aquella meseta donde sobrevivir parecía el doble de difícil que en cualquier otro lado del mundo. Aunque lo más particular en este caso fuera el hecho mismo de que estuviéramos recorriendo aquel espacio pantanoso de hierba resbaladiza, que mojaba las patas en los claros y resultaba bastante molesto.

 

Sin embargo, me mantengo junto a mi compañera, sabedora de que esos son sus "terrenos", si es que puede ser considerado como tal, pues solo constituyen las sobras que las otras manadas han dejado, ya que no son de especial agrado de los caberús. Ambas, de modo torpe, intentamos cazar polluelos de gansos que nadan tranquilamente en las partes más hondas del pantano, pero los esfuerzos resultan inútiles, porque ni ella ni yo confiamos en sumergir nuestros cuerpos en aquellas heladas aguas.

 

Entonces seguimos el recorrido. En mi corazón la inquietud por la falta de comida se acumula, pero cuando el mugido de una vaca resuena cerca a nosotras casi lo siento saltar fuera de mí. ¡Un vaca allí! Y no solo una. Aterrada detengo mi andar, observo a mi compañera como esperando que ella solo de media vuelta, pero ella no aminora el paso, e increíblemente trota cómoda en medio del ganado bovino.

 

Comprendo entonces que ninguno de los animales está receloso. Ella no va atacarlos, pues tiene la vista fija en pequeños montículos en medio del pasto. Todavía temerosa la sigo y entonces la veo cazar con total maestría una rata de hierba. Son animales pequeños, necesitaremos varios de ello para llenar el estómago, pero son una comida segura.

 

Tras tres intentos, aprendiendo con sutileza la postura para acechar y la paciencia para calcular por donde es que la criatura intentará su huida, consigo por fin mi primera rata de hierba. Su sangre todavía caliente se desliza por mi hocico con cada masticada hasta que al cabo de segundos no hay más rastro de ella.

 

Realmente se sienten solo como un tentempié.

 

Estoy lista para ir por una próxima, cuando de repente un copo de nieve cae sobre mi nariz. Que nieve en ese lugar es imposible, así que ese copo es resultado de magia, una magia que además reconozco en ese mismo momento. Así que solo cierro los ojos, aceptando que me lleve, o mejor dicho, me regrese con Suluk.

 

De vuelta, el viento frío en que parece sumergida esa casa, es lo primero que me golpea. Mi forma humana ha vuelto, pero todavía en mi interior cuesta reconocerme en esos dedos ya sin garras, en las orejas ridículamente pequeñas o incluso en la necesidad de cargar ropas encima.

 

Al alzar la cabeza, distingo a la arcana que para variar, trae compañía, por lo que con una leve reverencia ante ambas, decido responder a su pregunta.

 

- Gracias por hacerme entender que de cada ser y de cada ambiente, siempre es posible aprender- exhalé suavemente antes de proseguir- Llegué aquí con una meta fija, pero me llevo mucho más a cambio, vivencias que me van a acompañar en lo que me quede de vida.

 

¿Estaba lista? Ahora entendía que solo podría comprobarlo poniéndome a prueba.

 

- Deseo tomar la prueba de animagia y demostrar que estoy a la altura del conocimiento que me ha sido compartido.

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- Así que… la Universidad.

 

Estaba parado frente del edificio. Leyó un poco la información que le habían pasado, giró sobre sus talones y emprendió viaje.

 

Se sentía raro. Tener que tomar clases de algo que siempre estuvo dentro suyo nunca estuvo en sus planes. A él no le necesitaban explicarle algo que formaba parte de su identidad. Pero sí tenía que admitir que estaba perdido. Se sentía desconectado con eso. Se acordaba de Gatiux y ese episodio con la metamorfomagia que tanto lo había asustado. Él había pasado por algo similar. Bah, creía. Capaz se mentía así mismo para sentirse más seguro de ir a buscar ayuda. De cualquier razón, estaba ahí, paso a paso.

 

Se abrazó al sobretodo que se había comprado. Hacía más frío que los últimos días. Inglaterra tenía esa cosa que la humedad arrasaba con todo y cada tanto, cuando realmente caía nieve, el mundo se volvía un caos. Al menos a Orión le estaba pareciendo eso. Se acomodó el gorro y la bufanda y siguió caminando. Sentía un poco repentino pasar de una llovizna leve a que copitos de nieve le adornaran la cabeza, pero bueno, era enero. Después de todo estaba en invierno.

 

Iba preocupado mirando el camino. Levantó sus ojos azules al escuchar un rio y los abrió como platos al ver placas de hielo. Miró hacia atrás y nada, todo blanco, como si el mismísimo pasado se hubiese esfumado. Estaba parado en seco, entrecerró los ojos y giró el torso hacia delante. Todo con las manos metidas en los bolsillos. Tenía frío. Dio un largo suspiro, dejando el vaho perderse en el viento. Quería estar calentito y tranquilo en la Yaxley.

 

Llegó a lo que parecía una cabaña. Golpeó la puerta.

 

Estaba como que… más chiquito de lo que era. El Mago Oscuro ostentaba una gran estatura, casi pasando el metro noventa. La contextura física le daba esa sensación de luchador intimidante, aunque fuese algo diferente en el trato con los nuevos. Sí, tenía un problema con el fuego, y con el alcohol. Pero también mantenía una familia y estaba agradecido por tener al apoyo de su vida cerca. Se encontraba hecho un señor.

 

- ¿Buenas tardes? Mi nombre es Orión.

 

Supuso que su voz grave pasaría sin problemas por la puertita frente suyo.

 

- Me gustaría hablar con el Arcano Sajag.

 

No hubo una respuesta inmediata.

 

- Tengo la leve sensación que estoy completamente equivocado. De ser así, ¿podría pasar a tomar una taza de té? No sé cómo volver a la Universidad.

 

¿Animagia? ¿Orión? Nunca en su vida se había visto como animago.

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Le hizo una pregunta y no dejó que fuese respondida, tan sólo la envió a limpiar. ¿Limpiar? Candela se sintió ligeramente ofendida, pero dejó que la expresión en su rostro se notase un poco más cuando tuvo fuera de su vista a la anciana. Que iría a preparar té, más le valía. Pensaba tenerla recogiendo nieve sin ninguna bebida caliente. Malditos arcanos, pensó por un momento, jamás eran claros con lo que pedían.

 

La Triviani se quedó de pie en medio del jardín. Observaba los montículos de nieve que se habían formado en las orillas de las vallas y sus pies siendo atacados por el frío ya que, al no llevar nunca calzado, se le hundían un poco más de lo normal. Levantó un poco la falda de su vestido, aunque demasiado tarde, pues las orillas se encontraban ya empapadas de nieve derretida.

 

Tomó una pala, pues, y comenzó a despejar el camino principal de la casa de la br.. de la Arcana. Pero, sin darse cuenta, se la estaba echando a una persona que, de algún modo, tenía tras ella. Se dio la vuelta para ver quién era, no lo había visto llegar, ni tampoco lo había escuchado. Estaba más concentrada en maldecir las decisiones que tomaba -a pesar de que fuesen acertadas- que en prestar atención a quién entraba o salía de esa bendita cabaña. El momento sorpresa se le fue en un instante, al comprobar que se trataba de Orión.

 

Ay, ¿ahora me sigues? No volveré al Caldero hasta terminar aquí. ―se abrazó a la pala, su voz sonaba a queja.― Me han encargado juntar la nieve, parece que es la nueva tarea inicial para que Suluk quiera enseñarnos. ―lo dijo en un murmullo, ayudando a amortiguar sus palabras con el constante paleo.

 

¿Qué acercamiento tenía ella con la habilidad? Ninguna, si lo pensaba en seco. Animagia era algo demasiado nuevo y que, estaba segura, desafiaría en alcance de su poder mágico. De su propia determinación, incluso. Porque Candela podía ser una bruja bastante ducha, mágicamente hablando; mas a pesar de querer alcanzar mucho más poder del que ya poseía, probando siempre cosas nuevas o tomando caminos distintos, en repetidas ocasiones se dejaba llevar por ese ligero temor al cambio.

 

¿Animagia? La única habilidad cercana, para ella, era el de Nigromancia. Y solamente porque ya tenía el anillo que probaba que estaba apta para hacer y deshacer con la muerte. Bueno, tal vez no tan así, pero como es terca como una mula, no iba a aceptar las sugerencias de "a la muerte se le teme". Pero, si lo pensaba desde otra perspectiva, esa habilidad era una forma mucho más avanzada de la Transformación. Y más complicada, además.

 

¿Acaso no había probado antes las pociones multijugos? O, incluso, transformar en una clase, un aspecto de sí misma. Claro que no estaba permitido, era ilegal, por eso de la Metamorfomagia y esas cosas. Pero ya lo había intentado antes. Además de todo, necesitaba experimentar con su propio cuerpo, para vivir en carne propia el alcance de su propia magia. De alguna forma, se quitaría un peso muerto de encima.

 

Así pues, y sin darse cuenta, había terminado de juntar toda la nieve del jardín. Regresó hasta donde estaba Orión, aún esperando por esa taza de té y golpeó la puerta. No esperó demasiado. Empujó un poco y ésta se abrió.

 

― Ehm... Jardín limpio. ―anunció. Estaba por agregar la pregunta "¿Quiere le lave los trastos?", pero se arriesgaba a que le dijera que sí. Así que guardó silencio.

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~ Mosquito ~          Ianello 

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Caminaba despacio rumbo al hogar de la arcana Suluk deliberando consigo misma los motivos que tenía para adentrarse en el mundo de la animagia. Le llamaba la atención, sí. Sobre todo porque ella era metamorfomaga y conocía la sensación de transformarse a sí misma. Pero... ¿transformarse en otra cosa? Eso era muy distinto. Tampoco tenía nada que ver con los poderes de la mente, los que había aprendido a dominar en Legilimancia y Oclumancia, aunque no estaba segura de eso tampoco. ¿Qué sabía de la animagia? Prácticamente nada.

 

Había adquirido el anillo de la habilidad de Aailyah Sauda hacía muy poco y, nada más conseguirlo, se había dicho a sí misma que no podía detenerse en su aprendizaje. No porque fuera a faltarle tiempo, sino porque su ansia de conocimiento no tenía límites.

 

Nada más atravesar la cancela del hogar de la arcana, la Gaunt se estremeció y se arrebujó bajo su capa de viaje negra. ¿Cómo podía hacer tanto frío de repente? No iba preparada para aquel clima. El suelo estaba cubierto de nieve y un viento le sacudía el pelo, que casi sin pensarlo comenzó a acortarse hasta quedarse casi a ras de la cabeza, aunque algo más largo a un lado de la frente, a modo de flequillo. Además, adoptó una tonalidad azul brillante que destacaba mucho sobre el tono blanquecino que predominaba en el lugar.

 

Se acercó rápidamente a la puerta de la vivienda de la arcana y tocó con los nudillos varias veces. En el interior podía escuchar varias voces y algunas le resultaron conocidas. Mientras esperaba que le abrieran, se giró para poder observar un poco el lugar en el que vivía la mujer. Era muy distinto al de otros arcanos. Nada que ver con la casita cerca del lago y rodeada de naturaleza de Sauda, ni tampoco con el invernadero de Rosália. Parecía que a Suluk le gustaba... el frío.

 

Se estremeció y se cruzó de brazos bajo la capa, esperando algún tipo de recibimiento o respuesta.

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Volvió a la universidad, específicamente al ateneo de habilidades para tratar una vez más de conseguir en medio de las voces y alucinaciones proporcionadas por su dañado cerebro la animagia. Aquella magia que era capaz de transformar magos en animales, dependiendo de su destreza o personalidad se escogería uno de los miles de criaturas que existen en el reino animal. Tenía entendido que en los últimos años muchos magos lograron obtener el conocimiento gracias a aquella entidad que enseñaba poderes increíbles para los magos dispuestos a sacrificar muchas cosas y dispuestos a aventurarse en misiones de riesgo.

En ese momento, mientras caminaba hacía la casa de la arcana, sus alucinaciones no eran tan fuertes como otros días, todavía lograba identificar lo que era real con aquello que no lo era, pero las voces en su cabeza seguían allí como siempre, repitiendo cosas innecesarias sobre el clima, lo inútil que era el resto de personas, lo miserable que era él, su mal vestimenta; por cierto, estaba vestido con una franela de color negro y pantalones jean del mismo color, con unos zapatos deportivos de un naranja algo escandaloso para él.

Era un buen día, las conversaciones dentro de él no lo estaba afectando tanto, por eso era un buen día. Siguió caminando y en cuestión de minutos pudo encontrar la casa de la arcana que estaba resguardada por unos malamutes con una apariencia amenazadora, la última vez que se acercó lo suficiente uno de ellos se le abalanzó encima, asustándolo, aunque no recordaba exactamente si fue algo verdadero o una de las jugadas creadas por la enfermedad, pero no quiso arriesgarse para vivir algo similar así que se quedó alejado de la puerta.

Sacó su varita, pero luego se percató de que más personas se encontraban allí esperando por la arcana, recién una de ellas terminaba de tocar la puerta. Eso le ahorraba a él el trabajo de hacer algún hechizo para llamar, así que volvió a poner su arma mágica en el bolsillo y esperó mientras escuchaba las burlas en su cabeza sobre las personas que estaban allí y trataba de no reírse no por algunos comentarios jocosos de su cerebro. Nada era real.

 

Lo que era real y lo estaba sintiendo era la temperatura, la cual inesperadamente bajó a un punto donde su respiración formaba un vaho cada segundo que exhalaba, como si estuviera en uno de los polos del planeta.

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- Esa era la respuesta que esperaba - Suluk sonrió satisfecha pero sin decir palabra alguna. Bel había confirmado que estaba lista para realizar la prueba y la arcana estaba feliz de haberla podido acompañar en su aprendizaje hasta estar lista para acudir a la Gran Pirámide - Te advierto que no será fácil así que tendrás que descansar mucho. Todo lo sucedido en el tiempo que estuviste conmigo no será nada al lado de la prueba - La arcana era muy clara y sabía que lo que venía a continuación no era más fácil.

 

- Sajag pero usted está en el lugar equivocado. Esta no es la vivienda de él así que... ¿por qué debería dejarlo pasar a la vivienda de la arcana de la Animagia? - El hombre no le daba confianza y no le permitía ingresar a su vivienda hasta no conocer bien lo que deseaba era muy importante para ella entender los motivos que habían llevado a los alumnos hasta su vivienda y sin duda este parecía ser un gran misterio - O bien podría acompañara a la señorita y quizás le permita ingresar - Tampoco quería ser grosera y dejarlo todo el tiempo parado en la puerta.

 

- Vaya pero se conocen. Entonces supongo que no les molesta trabajar juntos y a mi no me molesta un poco de ayuda extra - La mujer había terminado la primera parte de su tarea pero no había dado una respuesta adecuada - Creo que trabajando juntos podrán responder mis preguntas. El camino debe quedar limpio también así que les agradezco si me ayudan - La arcana seguía realizando sus bebidas calientes y limpiando el interior de la casa.

 

- No me van a dejar terminar - La arcana abrió de nuevo la puerta para encontrarse con una mujer que no conocía - ¿Es usted otra de esas personas que viene a venderme comida? Si no viene a eso, ¿qué la ha traído hasta mi vivienda? - Anne conocía bastante bien a los arcanos y sabía que Suluk sería demasiado directa en su forma de decir las cosas.

 

- Y usted... ¿quién es? - Había demasiadas personas en la puerta de su casa y comenzaba a sentirse un poco acosada así que lo mejor sería enviarlos de paseo por algún lado lo más pronto posible para continuar realizando sus bebidas y sus labores domésticas.

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  • 2 semanas más tarde...

Las voces en el interior de la vivienda seguían llegándole, aunque no alcanzaba a entender lo que decían. No le importaba tampoco, aunque el frío comenzaba a hacer mella en su paciencia, que empezaba a agotarse. Alguien más llegó hasta donde estaba ella y Anne se giró para comprobar que se trataba de Undefined, uno de sus compañeros en el Consejo de Warlocks. El hombre llegó y ni siquiera llamó a la puerta, supuso que le bastaba con que hubiera llamado ella anteriormente. Pero tampoco la saludó. Así que la Gaunt le dio la espalda y tampoco le dijo nada. ¿Quién se creía que era?

 

De repente, la puerta se abrió y dejó a la vista una porción del interior de la vivienda y a la arcana Suluk plantada ante ella, que le preguntaba si era una de esas personas que va vendiendo comida. Apretó los labios para evitar soltar una risita.

 

¡No, no! No vengo a vender nada, más bien vengo a adquirir sabiduría —le explicó rápidamente, por miedo a que le cerrara la puerta en la cara—. Vengo a aprender animagia, si usted dispone de tiempo para enseñarme —añadió, con más calma y tono tranquilo.

 

Suponía que no se opondría, pues tanto ella como el resto de arcanos estaban en la Universidad Mágica para transmitir sus conocimientos a aquellos magos que quisieran aprender. Pero también notaba que había varios alumnos ya en el lugar, sumados a ella y Fined. Miró de reojo a este último, pero luego volvió a prestar atención a la anciana arcana, esperando que la invitase a pasar. Por nada del mundo se atrevería a hacer algo sin su consentimiento previo, pues ya le había ocurrido con Sauda... y lo había pasado bastante mal hasta que había conseguido enmendar su error.

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Orión parpadeó un poco perplejo ante la anciana. Se preguntó cómo diablos había terminado en las puertas de la arcana de Animagia. No la conocía y no tenía ninguna otra razón más que la del instinto de supervivencia, la de buscar refugio del frío. Entrecerró los ojos, estaba a punto de contestarle cuando ordenó la limpieza de su entrada. Le dedicó una mirada de soslayo a Candela y no evitó rendirse ante la ironía del asunto. Ahora él estaba estancado ahí. Y ella tendría que volver a trabajar.

 

Luego volvió a Suluk y se encogió de hombros. Ubicó una de las palas que tenía cerca de la puerta y comenzó a trabajar. Al menos así entraría en calor en poco tiempo.

 

Raspó el suelo dos veces y se apoyó en la pala con los dos brazos. Medio como que se había cansado. O era que no encontraba sentido a la tarea.

 

- ¿Enserio es la arcana de Animagia? –le preguntó a Candela.

 

Sabía que la estaba odiando. Tener que limpiar devuelta el camino era tedioso.

 

- Asumo que lo tuyo es intencional. No sabía que querías ser animaga. ¿A qué te quieres transformar? ¿Una vaca para que te alaben gente religiosa?

 

Le guiñó el ojo y soltó una risita. Volvió a palear una vez más.

 

- No, bueno, ¿cómo es que funciona esto? Es que, nunca pensé en ser animago. Los pelos, pulgas, cambios de dieta. No soy muy fan de todo eso. Además, se suponía que iba a lo de Sajag. Abrir mi ojo interior. Recuperar mi videncia. Cosas rutinarias. Pero, heme a aquí, paleando con fuerza por una señora.

 

Mentira, no estaba haciendo nada.

 

Pateó un poco de nieve mientras sentía como los copos caían en sus hombros. Dejó descansar el palo sobre uno de sus codos. Suspiró, dejando un poco de vaho escapar de sus labios. Estaba pensativo. No es que creyera específicamente en que el destino lo ubicó ahí, en ese momento, para poder transformarse en un animal cuando quisiera. No, creía también en la espontaneidad del universo. Lo azaroso.

 

Estiró sus brazos.

 

- Creo que lo único que puedo pensar es en un té. O meditar. Oh, por cierto, ¿te falta mucho?

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— ¿Limpiar otra vez? —se quedó con la pala en una de sus manos, y la otra apoyada en su cadera.

 

Ignoró a las siguientes dos personas que se acercaron, aunque podría haberlo supuesto como una ayuda para terminar de deshacerse, de forma rápida, de la nieve. Mas lo descartó al instante en el que Suluk parecía desorbitada dentro de su propia vivienda. Se volvió, entonces, hacia Orión y rodó los ojos.

 

— Llevo haciéndome esa pregunta todo el rato que he estado apaleando la nieve. —suspiró y se ajustó la falda del vestido para que los bordes no se llenaran de nieve, y no tuviese que andar con la ropa mojada más adelante.

 

Apoyó el trasero en la cerca de madera y empezó a dar ligeros masajes a sus pies. Estaba acostumbrada a la intemperie, pero tanta nieve ya le estaba haciendo hormiguear la planta y los talones. Se sacudió las manos cuando terminó y agarró nuevamente la pala para iniciar, una vez más, con la faena. Sólo asintió, casi imperceptiblemente, cuando el Yaxley le mencionó la habilidad.

 

Para entonces, había vuelto a hacer montículos de nieve, incluso con la que poca que había juntado su compañero. Se estaba preguntando en qué momento la Arcana consideraría que el frente de su casa estaba limpia. No era muy sano tener que estar limpiando una y otra vez. Una y otra vez.

 

— En realidad, yo tampoco sabía que quería ser animaga. —se encogió de hombros y se detuvo, para imitarlo y apoyarse un poco en la pala.— Supongo que tuve uno de esos momentos de revelación, en el que soñé con aquello en lo que intento convertirme. Así que, en lugar de buscarle significado, fui más literal. —se permitió una sonrisa— ¿Hay gente religiosa acá? —se extrañó de su propia pregunta.

 

Era claro que Orión estaba bromeando, pero a la Triviani se le había esfumado el buen humor con el que había llegado y tardó en captar lo que le decía. Miró hacia la puerta de la choza y se preguntó si a Anne también la enviarían a limpiar.

 

— Si supiera cómo funciona, no estaría aquí, Orión. Pero la única persona que puede decirnos algo, está repartiendo quehaceres domésticos a quienes llegan. Y asumo que no nos enseñará nada a menos que dejemos su casa impecable. —contempló los montículos y la pala casi limpia del Yaxley. Señaló la nieve.— Yo hice eso, te toca recogerla. O desaparecerla, o lo que sea que se te ocurra.

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~ Mosquito ~          Ianello 

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- ¿Tiempo? Claro que tengo pero también necesito un poco de agua para la casa y poder terminar de hacer las bebidas calientes para todos - La arcana estaba demasiado ocupada en ese momento pero lista para empezar a enseñarle a sus alumnos - Como puedes ver tenemos muchos invitados el día de hoy y seguro van a terminar muy cansados de tanto trabajo y con frío así que por favor ve a buscar un poco de agua y quizás al regresar me puedes contar qué sabes de la animagia y sobre ti misma - Era una pregunta demasiado general pero por algún lado tendrían que empezar.

 

El tiempo pasó y el otro de los alumnos al parecer estaba mudo porque no era capaz de pronunciar palabra alguna. Suluk por fin había logrado terminar sus labores domésticas y podría continuar con su clase claro pero solo con aquellos capaces de seguir sus instrucciones y de confiar en sus métodos de enseñanza - Hora de revisar si ya terminaron de limpiar la zona externa de la casa - Esperaba que los dos hubiesen terminado su tarea o tendrían problemas.

 

- Orión, Candela, pueden decirme cuál ha sido su reflexión sobre la animagia - Habían realizado una tarea muy interesante que esperaba que les hubiese enseñado algo acerca de las transformaciones y de lo que podrían esperar sobre su proceso de aprendizaje - Quiero escuchar sus respuestas, pero piense bien antes de decirme lo que creen - Hablaría con ellos mientras esperaba el regreso de Anne que ya tenía una pregunta que responder.

 

- La animagia es una habilidad cambiante y en donde deben aprender a dominar una forma animal pero para dominarla deben saber cuál es. ¿Conocen las suyas? - La arcana seguía realizando preguntas esperando que alguna de ellas pudieran responder o incluso indicarle que no tenían la respuesta a ninguna de ellas y que estaban allí para descubrir todo con respecto a la habilidad.

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