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Animagia


Suluk Akku
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Así que nadie tenía interés en el estudio. Todos deambulaban por la casa haciendo tareas domésticas como si fueran niños o gente sin destino que cumplir. Allá en la Tierra de Uzza, la casa quedaba al cuidado de quienes no elegían un Glorioso Destino que cumplir durante los Votos del Agua. Hacer su trabajo era quitarles honor a los menos favorecidos. No estaba bien. Pero entre aquellos ingleses, todo era extraño y raro y ahora tenía que oírse regaños por no ayudar y por querer encontrar un libro que le aportara Conocimiento.

 

Se apartó, no obstante, de la estantería ante la vehemencia de la chica de ojos café y se acercó hacia el escritorio, a ver si allí tenía más suerte. Entonces vio allí a aquella chica a la que había visto en las inscripciones, Mackenzie, junto con otra chica que si no había escuchado mal, era su hermana. Iba a apartarse cuando la joven de ojos cafés que la había regañado se acercó al grupo y se disculpó, para sorpresa de Asuhr.

 

- Encantada de conocerte. Yo me llamo Asuhr y no voy a robar el honor de quien sea que esté a cargo de las tareas de esta casa. He venido a aprender, no a limpiar –aclaró Asuhr, esperando que la chica que se había presentado como Lyra la entendiera. –Oye, te he visto antes convertirte en una gata persa. ¿Cómo se hace? No has utilizado varita y parece que mantenías tu propia mente, aunque tu cuerpo fuese el de un gato. No sé si soy la única, pero la verdad que no me han entrenado aún en esta habilidad.

 

Mackenzie debía haber encontrado algún papel importante y Asuhr pudo escuchar parte de la conversación entre ella y un joven que dedujo debía ser un familiar de ella, a juzgar por la conversación.

 

- No te preocupes Bastian, no te deshereda todavía. Aunque si te digo la verdad, este testamento debe ser una broma de mal gusto -dijó Mackenzie.

 

La chica no dijo nada más, pero parecía contrariada, cuando se dispuso a salir a cenar.

 

Parecía que todo el mundo había olvidado que afuera hacía muchos grados bajo cero, incluida Asuhr, que también se dirigía hacia la puerta, para salir al exterior, cuando oyó la voz de la chica que había preparado la cena, haciéndoles caer en la cuenta de que afuera hacía mucho más frío del que era recomendable soportar.

 

- Creo que tiene razón –comentó tímidamente, cuando la otra joven salió al exterior de forma inexplicable-. Sería mejor que cenáramos dentro, a no ser que alguien conozca encantamientos para cambiar el clima exterior.

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Come, my friends,
Tis not too late to seek a newer world.
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Se había quedado perpleja cuando Gatiux protestó por comer fuera, pero luego la bruja pareció resignarse y no le prestó atención a aquello que parecía ser más un berrinche. Igual si la mayoría estaba de acuerdo con ella podrían entrar de nuevo con todo y platos, no veía problema en ello. Su hermanita le hizo olvidar el mal rato con un abrazo y continuó poniendo la mesa.

 

- Pues parecen estar limpios pero... - sacando su varita murmuró un "Fregotego" rumbo a los platos que relucieron de limpios al instante - más vale prevenir que lamentar - comentó sonriendo y tomándole la palabra cuando dijo que ella los lavaría después de comer, igual pensaba ayudarla.

 

Mientras iba sacando todo escuchó a algunos Malfoy hablar sobre ciertos documentos, unos cotillas sin duda aunque no los culpaba pues parecía ser que la Arcana sabía demasiado de ellos, cosas que probablemente los avergonzara. A ella le daba igual, nunca había intentado mantener nada en secreto sólo quizás durante algún tiempo el que pertenecía a cierto grupo de magos pero no se arrepentía de nada ya.

 

- ¿Hermanita me ayudas a sacar la comida? - le pregunto pues Gatiux molesta se había marchado fuera de la casita dejándola con la palabra en la boca, así que con Lyra fueron sacando las ollas con las verduras, el arroz y el platón con los huevos mientras iba respondiendo sus preguntas - Pues Percy pronto cumplirá 5 años, ha crecido bastante. Y no, no he tenido más hijos. Espero llevarlo pronto a... - estuvo a punto de decirle la Ryddleturn pero se había enterado que el castillo ya no estaba más - ¿Hermanita dónde estás viviendo ahora? La última vez que fui a la Ryddleturn no encontré el castillo...

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Mientras escuchaba a Ashur, había sacado de mi mochila una chamarra, la cual me puse sin dudarlo. El hacer quehacer seguramente logró que mi cuerpo cambiara de temperatura, haciendo que sintiera calor y se me olvidará el frío.

 

-Prueben a hacer quehacer, seguro entran en calor.- Bromeé.-Si no cabemos, igual podríamos turnarnos para comer o snetarnos en el suelo. Al menos ahora se ve limpio.

 

Volví a tomar mi varita, en realidad nunca me separaba de ella menos en sitios extraños y cerre el ciere de la chamarra. Trataba de explicarles las cosas a Ashur.

 

-Creeme que te entiendo y me gustaría ser rebelde como tú, peo no quiero que me reprueben en animagia.- Contesté sonriendo.-En cuanto a la animagia, supongo que me ayuda tener siempre mi varita en la mano, pero nunca he tenido necesidad de hacer hechizos para transformarme.

 

Intenté recordar cuando había sido la primera vez que me convertí en la minina persa blanca que Ashur había visto, pero no lo lograba. Era algo natural en mi.

 

-Veamos, no es que no quiera explicarte, pero ni siquiera recuerdo como aprendí. Simplemente desde pequeña me transformaba, imitando a los gatos que estaban en el castillo y era divertido mezclarse con ellos, excepto cuando los perros te perseguían.- Sonreí.-Aunque hacerle bromas a los elfos era divertido, sigue siéndolo. Cuando eres animago, no dejas de tener tu varita ni tu ropa, como algunos piensan, sería muy incómodo tener que hacer recorridos grandes y cuando tengas que volver a la normalidad, descubrir que no tienes varita y estar desnudo, ¿no crees?

 

Sonreí al escuchar eso. Obviamente eso de la ropa y varita podía variar de acuerdo al mago, pero a mi nunca me faltaba nada de eso, quizás por los años de práctica.

 

-Tampoco es que tu mente se borre cada vez que utilices la animagia, la conservas. Lo único que no mantienes es la capacidad de hablar, pero es lógico, ¿cuándo has visto un animal que hable de no ser un perico?- Comenté, pensativa.-Supongo que con la práctica lograrás aprender la animagia sin problemas.

 

Sin saber porqué, recordé de nuevo a esos mininos persas gracias a los cuales había aprendido a transformarme en uno de ellos. Igoraba suu suerte, un día simplemente desaparecieron y dejaron de ir a jugar, preguntándome a veces si en verdad existieron.

 

-Ashur, te presentó a Sally, mi hermana.- Dije al notar que se nos había acercado.-Si ,en seguida te ayudo. Si quieres ver los libros, no tengo problema, solo intenta no desordenarlos, a menos que quieras venir.

 

Esto último había sido para Ashur. Las palabras de mi hermana me habían hecho recordar la Ryddleturn y se mal año, aunque se compensaba gracias a la Selwyn.

 

-Yo tampoco se dónde esta el castillo, hermanita linda.- Comenté.-Un día me di cuenta que lo tenía que abandonar y me fui, aunque no quede desamparada. Los tios con los que vivía mientras iba a Hogwarts, me heredaron su apellido y el castillo, así que los tome, era mejor empezar una familia con Lionel y yo solos que otra que... bueno.

 

Era mejor no contar la historia familiar en ese momento, ya la podría al tanto. Recordar lo sucedido en la Ryddleturn me hacia sentir bastante tonta y tenía que estar bien para prestar atención si es que la Arcana decidía volver.

 

-Platicamos luego mejor, pero llevalo al castillo si quieres, a la Selwyn. Seguro le gustara a Percy la colección de mascotas que he logrado obtener. -Comenté.

 

Si algo me alegraba era pensar en mis mascotas, se podía decir que el castillo era para ella.

 

-¿Empezamos? Qué cada quien se sirva y coma donde quiera, ¿no crees? Así nos da tiempo de seguir con los chismes. Comenté, quería ponerme al tanto de mi sobrino y esperaba no tener un cuñado todavía. Los último no habían pasado la prueba.

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La anciana no se había apartado mucho de la casa. Había estado revoloteando por el tejado, observando lo que ocurría en el interior a través de las ventanas. Por supuesto, tenía también otros ayudantes a los que preguntar, si su propia observación de las cosas no bastaba. Sus propios malamutes, por ejemplo. Y, aunque ese chico, Bastian, hubiera acabado con todas las plagas que pudiera contener la casa, aún le quedaba la gema azul que había dejado junto a la repisa de la chimenea, registrando todo cuanto se dijera e hiciesen sus alumnos.

Hasta el momento, todo iba bien. Eran un grupo de jóvenes trabajadores, bien dispuestos y bastante apañados, por lo que había podido observar. Algunos eran ambiciosos y otros quisquillosos, pera nada que no se pudiera pulir con un buen entrenamiento.

Cuando el olor de la cena se filtró por la ventana y un aroma de verduras con arroz y ricas salsas inundó sus sentidos, decidió que había llegado el momento de recuperar su forma humana y disfrutar de una suculenta cena. Le hubiera gustado esperar a las dos alumnas que aún no habían aparecido, pero se estaba haciendo tarde y, si no volvía, los chicos empezarían a cenar sin ella. Estaban casi a punto de hacerlo, de hecho.

Caminaba hacia la puerta, cuando observó una figura de una chica en la nieve. Parecía triste y preocupada. Suluk movió la cabeza a un lado y a otro. La tristeza no era buena para nada, pero menos que nada para aprender cualquier cosa. Y además, allá fuera iba a coger un pasmo. La anciana apuntó con su varita a la antena metereológica que tenía en el tejado y apagó los encantamientos climáticos. La nieve seguiría ahí y el calor no sería tan insoportable, como en el resto de la Universidad, pero la temperatura sería más agradable.

Suluk se acercó a la chica, invocando una manta.

 

Anda, abrígate un poco –le habló con dulzura– hace frío aquí afuera. Voy a ver si logro hacer un poco más cálido este lugar para que podamos cenar todos fuera ese arroz con verduritas que huele tan rico. Si quieres puedes ayudarme.

La Arcana no insistió. Sabía por experiencia que cuando uno está triste, es mejor dejarle un poco de espacio y soledad. Pero no perdió de vista a la chica, la soledad en demasía era peligrosa.

Se acercó hacia la zona donde habían dispuesto la mesa y cubrió la nieve con una alfombra amplia y mullida, para que los pies de los chicos estuvieran calentitos. Los pies fríos no ayudaban a pensar y quería a sus jóvenes pupilos bien despiertos. Luego cubrió toda la zona con una amplia carpa, que les diera un poco de intimidad, pero dejó que la tela fuera transparente, para que pudieran ver las estrellas. Éstas solían ser inspiradoras y eso era lo que sus chicos necesitaban. Mucha inspiración. Por último, apuntó con su vara a las cuatro esquinas de la gran carpa y formó cuatro enormes pedestales en los que prendieron al momento sendos fuegos, cálidos y agradables. Eso bastaría para mantener el frío a raya durante toda la velada.

¡Ah! Se le olvidaba un detalle. Al momento, varios jarrones con flores aromáticas adornaron la mesa. Las flores aportaban alegría y eso era fundamental. La alegría era la sabia de la vida.

Entró en la casa y se sacudió la nieve de la capa, tendiéndola en el perchero.

Bueno chicos, ¿cómo se os ha dado la tarea? Ahora me contaréis durante la cena. Pero salgamos fuera, que la mesa está dispuesta allí y todo está preparado.

Viendo que sus alumnos la miraban temerosos, probablemente pensando que estaba loca por querer cerrar en mitad de la noche helada, decidió tranquilizarlos. Ya les había hecho el numerito de la desubicación, ahora necesitaba reubicarlos.

Vamos, no hará frío allá fuera, está todo dispuesto para que pasemos una cálida velada –subrayó las últimas palabras sonriendo.

Suluk dejó que los chicos saciaran el apetito tranquilos, sin forzar la conversación y dejando que los chicos le explicaran la extraña experiencia de realizar tareas domésticas durante una clase de animagia. Se rió ante muchas de las ocurrencias de sus alumnos y sólo cuando llegaron a los postres, decidió que había llegado el momento de ponerse más seria.

Y bien, ha sido una tarde intensa, pero supongo que estáis aquí porque queréis aprender Animagia. ¿No es así?

Miró uno a uno a sus alumnos y sus ojillos repletos de arrugas, sonrieron con vigorosa pasión, como si fuera una niña ante el aprendizaje de su primer conjuro.

Vamos pues. Tengo unas preguntas para vosotros. ¿Qué es un animago? ¿Cuáles son sus capacidades y cuáles sus limitaciones? ¿En qué se diferencia la animagia de una transformación en un animal cualquiera?

Eran muchas preguntas, pero también eran muchos alumnos y había que crear espacio para el debate y el intercambio de opiniones.

No hace falta que me hagáis un examen. Quiero conocer vuestros conocimientos sobre la habilidad, tanto como vuestras opiniones y necesidades. Y si alguno no sabe, no importa, ya aprenderá –afirmó la anciana con una confianza sincera que destilaba entusiasmo por todos los poros de su piel-. Supongo que no hace falta que os diga, que por mucho que haya leído sobre vosotros, estaría muy interesada en conocer de vuestra propia boca, cuál es vuestra capacidad actual con esta habilidad y vuestras necesidades de aprendizaje. No importa que nunca hayáis experimentado, estamos aquí para aprender a hacerlo. Y tampoco importa que ya os transforméis con maestría, si estáis aquí es por algo. Así que todo cuenta y tiene valor.

Suluk se arrellanó en su asiento con las piernas encogidas, en una postura familiar, que muchos habrían juzgado poco propia de una Arcana, pero ella estaba decidida a que sus alumnos se sintieran como en casa y perdieran cualquier miedo o reparo a hablar con libertad.

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—¿Segura que aún estoy en la lista de los que nos llevaremos un poco de dinero? —preguntó relajándose un poco y tratando de llenar sus palabras de un tono alegre, divertido y que sonara a broma. No estaba seguro si es que lo hizo bien. Después de todo, descubrió hace ya varios días que lo suyo no era contar chistes. Sonrió para acentuar aquello que buscaba transmitir.

 

En ese momento fue un chiste, aunque todo ello tenía cierto trasfondo de verdad. En ese momento no le caían nada mal un manojo de galeones de la bóveda familiar de su abuelo. Después de todo, la familia Malfoy aún conservaba su estatus de ser una de las familias más acaudaladas de Gran Bretaña.

 

No estaba dispuesto a cenar por dos motivos: el frío y la incomodidad. Pero ¿Quién podía negarse a cumplir las ordenes de aquella que estaba ungiendo como facilitadora de la animagia? Bueno, si que podía decir que no le apetecía cenar. Pero Bastian estaba casi seguro que la anciana no estaba dispuesta a aceptar un no como respuesta. Quizá la limpieza y la comida fueran parte del método de enseñanza que la Arcana había perfeccionado con el paso de los años.

 

No esperó a su madre ni a su tía. Simplemente se volteó y caminó en dirección al exterior luego de la acertada acotación por parte de Suluk de que fuera estaría abrigado pese a toda la nieve. Y así fue. Había una carpa, una alfombra que cubría la nieve, flores aromáticas y mucho fuego. Lo agradeció. Abrió su capa de viaje dejando a la vista solamente la camiseta blanca que llevaba por dentro. Se sentó y escuchó atento las palabras de la Arcana.

 

—He visto gente convertida en hurones como una broma. No tienen control absoluto sobre su mente, no capaces de recordar ni actuar con verdadera inteligencia. Los animagos, en cambio, tenemos esa capacidad. Nos ligamos de una u otra forma a un animal. Nos convertimos en él, el raciocinio es lo suficientemente fuerte como para controlar a los instintos.

 

Se puso de pie, se estaba preparando para hacer algo pero continuó hablando.

 

—Tengo varios tigres como mascotas, y en varias ocasiones había salido de cacería con ellos. Jamás tuve problemas. Pero desde hace un tiempo, con la llegada de ustedes los Arcanos, he ido perdiendo el control. Tengo miedo de convertirme porque se que si veo un lince posiblemente salga corriendo descontrolado con la intención de matarlo. Por ello en los últimos meses me he convertido solamente en dos ocasiones, ocasiones de vida o muerte en las que me he controlado por gracia de Merlín...

 

Y entonces lo hizo, seguro de que si algo salía mal la anciana podría controlarlo ¿No era acaso ella la dama de las mil formas? Tomó forma de un tigre, más grande de lo normal, con el pelaje blanco y rayas negras. Era un tigre de bengala, el pelaje al rededor de sus ojos tenía pequeñas manchas azuladas muy extrañas. No tenía más remedio que revelar su forma animal. Pocos la conocía, en su mayoría mortífagos, pero luego de aquella clase quedarían registro de los animales en que se convertían las personas. ¿Qué más daba seguirlo ocultando? Solo había un crimen que quizá se le pudiera atribuir... Aunque aquellas manchas azules las puso en el lugar con la ayuda de su metamorfomagia...

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La arcana había regresado, casi sin que lo notaramos. El lugar había quedado hermoso, sobretodo la lona transparente que dejaba ver las estrellas, ¿tanto tiempo paso desde que empezaramos a trabajar? Me senté al lado de Sally, agradeciendo la interrupción y el cambio de tema, mientras buscaba a Sofia.

 

Me gustaba la decoración y el ambiente en cierta ofrma era agradable, aunque como era lógico en un grupo grande, sentí que había muchos grupos. Escuché la respuesta de Bastian, mientras pensaba en las respuestas que daría.

 

-Confiezo que no me sé la teoría, si bien me se convertir sin problemas, pero nunca pensé siquiera en como logré hacerlo. Supongo que por eso a veces he tenido problemas.- Comenté, recordando algunos berrinches.-Cuando la gente con la estaba anteriormente me enfadaba, me convertía por lo general en mi forma animaga para evitar hablar o acercarme a ellos, o inclusive atacarlos, fingiendo que era broma. A veces solo eran horas o días. Podía convertirme cuando yo quisiera, pero lo hacia como una forma de demostrar mi enojo.

 

No estaba segura de poder explicarme. Se podía decir que había sido una forma de manipulación algo baja para preocuparlos y que volvieran a ponerme atención, como cuando un niño pequeño llora porque no le dan un juguete o un dulce. Habían llegado a ser fecuentes, pero al final me había cansado ese juego, era más fácil mandar a las personas a volar, por así decirlo.

 

-No soy una santa, lo reconozco y que usar la animagia como chantaje esta mal, pero también a veces no me daba cuenta de mi reacción y cuando lo hacia, me divertía con el juego y no quería dejarlo.- Comenté.-Después tuve que aprender a controlar la tentación de hacer eso y fue mucho mejor, ya no he tenido la tentacion de convertirme en minina tras un enojo, hasta hoy que querían volver a desacomodar los libros.

 

Mire a Ashur y le sonreí, esperando que comprendiera que solo era una broma y no se sintiera apenada, aunque algo me decía que no sería así.

 

-Ii]Se que las limitaciones que tenemos es que no podemos hablar estando en nuestra forma animal o que si nos encierran en algún sitio tampoco podemos volver a transformamos como humanos si es muy pequeño. Es la desventaja que tendríamos si nos atraparan en esa forma.[/i]- Comenté.-Aunque solo lo sé por la experiencia. En cuanto a la transformación en un animal cualquiera, principalmente que la persona no puede controlarlo, como dice Bastian. Además si es algo que los tomen por sopresa pueden asusarse haciendo peor la experiencia.

 

Recordé alguna vez haber visto a alguien transformar a un muggle en un animal y su reacción fue terrible, casi murió del susto literalmente. Afortunadamente lo rescataron a tiempo, regresandolo a su forma humana y borrando su recuerdo. Por un lado era una lástima porque se veia mejor en la forma animal - un lindo conejito peludo y en su forma humana, el muggle si bien no tenía una apariencia desagrable, su forma de ser lo era. Merecía el castigo, que obviamente yo no le había aplicado.

 

-Si soy sincera, si estoy aquí es solo poque no quisiera perder la animagia, es algo que realmente me dolería, ya que prácticamente es algo que he tenido siempre. Hecharía de menos el convertirme en una minina. Aunque a veces me arrepiento y pienso que debi haber aprendido a convertirme en un animal más grande para defenderme mejor.- Bromeé, mientras miraba al tigre, daban ganas de abrazarlo, aunque mejor no hacerlo.

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El momento de la tranquilidad había terminado. Inmediatamente una figura que pocas veces había cruzado, me saludo amablemente, intentando saber si allí era el sitio de encuentro para la clase de Animagia. Asentí con una sonrisa. no me había dado cuenta que al llegar temprano, pasaría eso en cada persona que se presentaba. Y así fue, Lyra, una gran amiga cayó en segundo lugar, como también lo hicieron sus preguntas.

A éstas se le sumaron las de Juliens, aquel mago que había cruzado en varias ocasiones dentro del Ateneo. No tenía muchas ganas de contestarles, no me parecía ponernos a platicar de una manera social cuando faltaba demasiado poco para conocer realmente a la profesional, asi que me limitaba a asentir y a sonreir. Luego de que se acercara la cuarta persona, hizo presencia Suluk, la Arcana de la Animagia. Un escalofrío recorrió mi espalda cuando nos ordenó que entráramos.

Hubiera sido incapaz de entrar a su casa sin invitación alguna. Claramente que la teníamos pero era parte de nuestros modales, tal vez alguien extranjero tenía otras costumbres. Abrí un poco la boca cuando los fue reconociendo uno a uno. Realmente estaba mostrando de todas las cosas de lo que era capaz. Asentí con la cabeza a modo de saludo y una sonrisa, aunque pude distinguir en el brillo de sus ojos que algo le molestaba. No necesitaba leerle la mente. Algo me decía que sería demasiado estricta y eso me incentivaba más.

Si, maestra —no sabía como referirme a ella. Porque no era una simple profesora. Y dirigirme con su apellido o nombre me parecía mucho más informal. Era alguien que nos guiaría más allá de la habilidad. Sabía muy bien que aprenderíamos muchos significados de la vida. Aunque me había sorprendido su primera orden. ¿Acaso lo hacía para que entráramos en confianza? ¿Para bajar nuestras energías? ¿Para ganar tiempo? No era una orden que me molestara y la prefería antes que otras—. Hola, perrito. Seria mejor si supiera como se llaman

 

Todos se habían puesto a hacer algo. Me acerqué con pasos firmes pero movimientos suaves, para acercar mi mano a uno de ésos animales. Dejé que el malamutes más cercano me oliera aunque se mantuvo en su postura. De a poquito me acerqué, para llegar con la punta de mis dedos por detrás de su oreja. No tenía señal de que no le gustara, o seguramente la Arcana no los dejaría a disposición de un desconocido y lo podría llegar a atacar. Cerca había un cepillo, asi que intenté peinarlo suavemente. Aproveché ya que algunos compañeros se encontraban limpiando el piso.

 

A los segundos, otros semejantes a aquel perro se acercaron. Uno se mantuvieron un poco más alejados pero otros inclusive intentaban golpearlo con su hocico. Al parecer Suluk hacía aquello seguido. Me agradaba poder brindarles aquella atención, siempre mi vida era tan acelerada que pocas veces me ponía a realizarlo con mis propios animales, siempre se encargaban mis niños junto a los elfos de la Gryffindor. Cuando terminé con todos, ya habían llegado algunas personas nuevas, Sally y Sofia, e inmediatamente se sumaron a los quehacer. La nueva sorpresa allí es que comeríamos todos juntos.

 

Sin esperar mucho tiempo más, ayudándome con mi varita, hice que una bolsita de tela, que contenía alimento, flotara a centímetros del sus platitos para que mientras éstos comían, pudieran ir a sus lugares donde dormían. No estaba tan mal, sin embargo bastaron algunos encantamiento que desaparecieron pelos, rastros de nieves y hasta huesos. Debería luego agregarle alguno de aquellos premios que seguramente su dueña les iba dando. Me pasé una mano por la frente mientras me daba la vuelta. Habían puesto una mesa afuera, porque el grupo se había duplicado.

 

Suluk nos invitó a que salgamos a comer algo. Hasta ése momento no me había dado cuenta de hambre que tenía, asi que intenté acomodarme entre algunos compañeros.

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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No sé si peligroso, pero no me podrás negar que es una información por la que Valkyria podría hacer cualquier cosa... —y su voz fue volviéndose casi un susurro. Como si se lo dijera a sí misma y entendiera lo que en realidad implicaba: La información es poder. Bastian la miró y Ainé casi pudo ver dibujada la preocupación en su rostro. Ella le guiñó un ojo y siguió revolviendo en la pila de hojas, ignorando las crecientes preguntas que se agolpaban en su hijo. Se parecía tanto a su padre...

Yo lo único que puedo cantar, es un conjuro para desquitarme de la arcana y seguro que más de uno de los presentes se uniría... Eh, Lyra, que te he oído —rezongó Ainé al escuchar el comentario del baño e hizo aparecer un moño más grande del que le había regalado en su encuentro en el Magic Mall. El lazo, multicolor, levitaba cercano a la Selwyn y una práctica que ya se había vuelto común entre ellas.

»Ya podías haber llegado antes y ofrecerte a ayudarme con el baño, lista —Mackenzie respondió con una gran sonrisa, ante el reproche de Ainé. Pero en seguida la conversación tomó un rumbo más atractivo para ambas. Mack había encontrado información que poco le podía servir a Suluk para una clase y que involucraba a un grupo del que poca información se conocía sobre sus tareas. Suluk ocultaba algo, pero aún no sabía qué. Sin duda era una vieja con mucha maña—. Estoy segura de que descubrió las ganas que tenía de almorzarme a uno de esos malamutes que tiene por mascota y por eso me tocó el baño. O, la avasalle con mi encanto Malfoy...

¡Pero si es el testamento de papá! ¿De dónde lo ha sacado? —Pero la sacerdotisa poco pudo mirar antes de que su hermana se guardara el pergamino en el bolsillo. Y le siguió a la mesa, ante la llamada para comer, pero sin perder de vista el lugar donde había guardado la última voluntad de Crazy. Seguro que más tarde le convencería para que se lo mostrara y a Ainé le brillaron los ojos de sólo pensarlo.

La cena se llevó con más tranquilidad de la que esperaba. suluk había tenido el detalle de aclimatar el espacio elegido para la comida y aunque hacía frío, era soportable. Hasta que no se vio frente a la comida, Ainé no cayó en cuenta del hambre que tenía y comió con gusto y sin reparo y prometió felicitar luego a Gatiux por el festín, pues no le conocía aquella faceta de su vida.

O si el lince es tu madre y luego terminas desheredado... o algo peor —Bastian le había sacado del ensimismatiento al hablar sobre su experiencia con la animagia. La transformación dio paso cambiando el cuerpo de Bastian. Ainé se levantó y acarició la zona tras la oreja del felino y este respondió inclinando la cabeza, en la misma dirección que la mano de su madre—. Yo creo que lo que más temo es perder el gusto a la forma humana y dejarme llevar por la libertad que me ofrece la animagia. Tus sentidos están más despiertos, eres más ágil y no te preocupan tanto las etiquetas y el protocolo. Los primeros cambios son difíciles, pero a medida que lo sigues haciendo, se despierta ese lado del que no eres consciente hasta que te sabes animago —no se había alejado del tigre blanco y éste tampoco se había alejado de su lado, mientras Lyra contaba su experiencia y Ainé asentía o sonreía en diferentes momentos del relato de la Selwyn.

¿Y cómo es la animagia para Suluk? ¿Hay limitaciones? ¿Puede transformarse en cualquier animal sin perder ni un pelo?


 

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Observó la manta que le tendían, buscando algún indicio de burla o malicia por parte de quien hacía aquel gesto amable. Sus ojos azufres escrutaban con dureza el rostro de la anciana, los cuales acabó apartando cuando no observó nada malos en ellos. Susurró gracias tan bajito que no creyese que la hubieran oído. Se puso la manta sobre los hombros, haciendo un par de cortes con ayuda de su varita para meter los brazos, fabricándose algo parecido a uno poncho, pero mucho más rudimentario.

 

Apareció para sentarse cuando lo estaban haciendo todos, seguía con cierto malestar pero el gesto serio era algo habitual en Gatiux, tomó asiento al final de la mesa y comió en silencio. Escuchando el resto de conversaciones que se intercambiaban durante la cena. No pasó por alto el hecho que la Arcana no intervino en ninguna de ellas, se dedicaba a escuchar a unos y otros, como si estuviese disfrutando de una cena familiar. Sin embargo cuando llegaron los postres decidió intervenir haciendo unas preguntas cuyas respuestas podrían parecer fáciles, pero que no lo eran. Asintió tras las respuestas de sus compañeros.

 

- Creo que todo humano tiene una parte de animal, y que algunos están más en sintonía con esa parte animal que otros. Unos humanos descubren como unirse a su parte animal y otros no saben de ella nunca. -dijo Gatiux- Aquellos que logran unirse a su parte animal, entrar en armonía con ella, pueden convertirse en animagos. Y creo que tu forma animaga la determina tu personalidad.

 

Carraspeó algo incómoda, pensando en que debía sonar est****a cuando se ponía en plan mística.

 

- Ser animago te proporciona libertad. Cuando te fundes con tu parte animal se borran las preocupaciones banales de los humanos, las etiquetas como dice Ainé. Sólo tienes que sobrevivir, algo tan simple como difícil.

 

Golpeó con una uña la copa de agua que tenía delante, se iban creando pequeñas ondas que desaparecían con la misma rapidez con la que habían surgido. Se tomó unos segundos para ordenar sus pensamientos, echaba en falta su parte animaga, todos los presentes, al parecer, podían transformarse a placer, algunos hasta habían hecho gala de ello.

 

- Yo estoy aquí porque perdí mi conexión con mi espíritu animal. En mi último viaje estuve tomando poción del olvido para ahogar pensamientos que no lograba hundir el alcohol. La poción hizo que me olvidara de cosas que no debían ser olvidadas, tengo muchos espacios en blanco en mi memoria, personas o cosas que antes sabía hacer. Sabía transformarme, pero ya no. El recuerdo y la sensación de como hacerlo se me escapa como agua entre los dedos.

 

Bebió un trago de agua y luego se encogió de hombros, componiendo un gesto menos serio después del relato autodestructivo, con una sonrisa de resignación. Luego miró a otra parte para dejar que los demás contasen su parte de la historia, dirigiendo sus ojos amarillos al cielo nocturno estrellado.

«I'm a villain, and villains don't get happy endings.»
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Escuchó a varios más aún conservando su forma animal. Por aquellos minutos no había peligro, mientras no hubiera sangre, mientras un animal indefenso no se cruzara por su mirada no había problema alguno en conservar la forma de animal. Aunque el control también dependía de toda aquella vibra humana que lo rodeaba. Cuando llegaron los Arcanos a tierra Británica su control menguó, pero era mucho más volátil cuando los únicos seres vivos que lo acompañaban y rodeaban eran animales. Sus instintos entraban en sincronía y la parte humana se perdía.

 

Fue cuando Ainé, su madre, le rascó la oreja supo que las cosas podían salir mal. Movió la cabeza en dirección de la mano de la bruja. Fue un acto reflejo, la forma en que generalmente los felinos actuaban por instinto cuando habían sido domesticados. Incluso emitió un leve ronroneo. Pero aunque no fue nada agresivo, ni nada que pudiera causar daño, era la aparición del instinto animal sin que él lo hubiera llamado. No podía arriesgarse.

 

Se concentró, apartó al animal de su mente. Lo confinó a la parte más inasequible que conocía de su complicada cabeza y en unos segundos se irguió sobre sus pies. La varita estaba aún en su mano, la ropa se mantuvo tal cual como antes de adoptar apariencia animal.

 

Señaló su propio cuerpo.

 

—Esta es otra diferencia entre convertirse en un animal y ser un animago. No se como funciona, lo admito, pero no pierdes tu ropa, no pierdes tu varita, no pierdas nada que tuvieras contigo al momento de transformarte...

 

Se sentó nuevamente en el sitio que había apartado al principio y llenó un vaso con agua. Lo tocó con su varita y el líquido adoptó un color sangre. Le gustaba el vino tinto con la comida. Bebió un par de sorbos.

Editado por Juliens Malfoy

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