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Animagia


Suluk Akku
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—Absolutamente

 

Lo dijo con semejante firmeza que nadie podría sospechar que por dentro los nervios y la incertidumbre le retorcían las entrañas. Había oído de personas calificadas que creían estar preparadas y fracasaban a la hora de ser puestos a prueba por la pirámide y su Arcano en cuestión así que ¿por qué ella habría de ser la excepción?. Parpadeó un par de veces con rapidez, como temiendo que en un segundo Suluk se esfumase y la dejase completamente sola, era la primera vez que se presentaba ante la adquisición de una habilidad por lo tanto no tenía idea de cuándo llegaría dicha prueba ¿Pronto?. No respiró

 

Ya jugaba con sus manos a la espera de instrucciones mientas observaba la llegada de nuevos estudiantes, algo en el ambiente le hacía creer que su tía había pisado aquella morada; la conexión que poseía con Cissy era tan fuerte que no había sitio donde alguna de las dos pudiese esconderse sin ser percibido por la otra.

 

—¿Será aquí?

 

Fue una pregunta tonta, tenía entendido y estudiado que las pruebas se llevaban a cabo dentro de una mágica pirámide que completaba el magnífico y dorado escenario de El Cairo. Algo verdaderamente curioso, el contraste de climas haría que cualquiera de las personas allí presentes acabase por enfermar, el calor insoportable de Egipto no se comparaba en absoluto con el frío seco que rodeaba la morada de Suluk Akku.

 

Eso le recordó sus magulladuras y pensando Curación acabó como nueva y presta a la siguiente orden de la arcano.

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Comencé a caminar, apenas guiada por una voz que provenía desde mi interior. "Hey, tengo una voz hablando dentro de mí" no era un pensamiento que pudiera exteriorizar pero era tal cual lo que sucedía en aquel momento. Era extraño, sobre todo porque "la voz" no se comunicaba con palabras, apenas susurraba cosas que sin embargo mi cuerpo parecía comprender perfectamente, guiando mis pasos.

¿Estaba en un trance entonces?

Cada tanto los ojos se posaban en aquellos raquíticos arbustos blanquecinos de flores amarillas que eran los únicos que rompían con la monotonía rojiza del suelo de aquel enorme lugar. La vida mostraba entonces su maravilloso influencia para emerger en los espacios menos pensados, incluso en medio de esa "desolación magnífica" que era la meseta de Sanetti. En alguna parte de mi cabeza las palabras de Suluk sobre hacerlo bien resonaban pero seguían estando en un segundo plano. Era como si el aprendizaje "racional" de todo ese asunto fuese importándome cada vez menos en pro de la experiencia sensorial.

Comprendí entonces que estar sola allí tenía todo el sentido del mundo. Tan preocupada en los días cotidianos por los demás, estar ahora sola me obligaba a volcarme a mí misma, y la nula presencia humana me hacía valorar mucho más los olores, colores y el ambiente africano de modo que comenzaba a interiorizarlo tal cual alguna vez lo había hecho en mi corta estadía en Japón y tiempo después en el mundo mágico de Ottery.

No me gustaba viajar y sin embargo, por primera vez caía en cuenta que mi vida podía delimitarse claramente de acuerdo a ciertos lugares. De los olores de pan tostado en el horno en el restaurante de mis padres muggles en Camden Town, a los deseos adolescentes truncos que los pétalos de sakura me hacían evocar y finalmente el cálido fuego de la chimenea del Castillo Evans McGonagall, de Grimmauld Place y de Baker Street. En todos esos sitios era yo, pero de forma distinta. Y en todos sitios antes que el pensamiento racional que me conectara a ellos, estaba lo emocional, estaba esa capacidad de conocer sus recovecos al dedillo a punta de haber vivido y sobrevivido entre sus muros, de haberme sentido protegida y de haber protegido a alguien más.

Fue en ese momento que tras sentir correr entre mis pies una rata- topo, que rápidamente perdí de vista en cuanto se metió en uno de los hoyos cavado por ella o por una liebre, distinguí unas impresionantes lobelias gigantes, esas plantas típicas de las altas montañas del este de África. Eran gigantes y su verdor llenaba de luz aquel espacio puntual de la meseta, de la misma manera que cuando un recuerdo bueno te hace asomar una sonrisa.

- Bellas y fuertes...

En tiempos muy remotos, durante mi clase de Bando y Perfil recordaba que la profesora mortífaga nos había dicho que todos eran producto de su historia y a ella se debían. Le había rebatido en ese entonces que nuestra historia era el contexto, pero nuestras elecciones podían configurar un nuevo mundo, si así lo deseábamos, que esa capacidad de elegir era nuestro verdadero potencial y fuerza. Y de pie allí junto a aquellas orgullosas plantas que crecían tomando todo el agua de esa zona pantanosa de la meseta, sentí que todo en ese lugar me daba la razón en ese razonamiento. Ese lugar donde cada especie de planta y de animal, había llegado de algún otro lugar, pero había decidido quedarse allí y convertir ese lugar en suyo, siendo transformado por él al punto de convertirse en una raza endémica.

Y ninguna más triunfante para sobrevivir incluso al cambio más brusco, la depredación y la desgracia como el caberú. Parpadeé unos segundos, con la respiración detenida cuando el mismo ejemplar hembra de la última vez pasó a mi lado, como si no me notara, para dirigirse con sagaces movimientos hacia el hoyo donde había visto desaparecer a la rata-topo, para luego sacarla y destrozarle el cuerpo a mordiscos. Estaba tan cerca que podía notar lo pequeña y frágil que podía aparentar ser en principio, y el brillante color rojizo de su pelaje que contrastaba con su pecho blanquecino. Me pregunté por un instante si no sería más que un fantasma o un espejismo hasta que ella volteó la cabeza, y con el hocico ensangrentado me clavó la mirada.

Pero lejos de sentir miedo en esa acción, en los colmillos feroces que se alcanzaban a distinguir, fue como si me encontrara con alguien con quien podía charlar y entendería perfectamente lo que había sido mi vida hasta entonces.

- ¿Será que puedo acompañarte?- fue todo lo que alcancé a decir sin romper el contacto visual.

Ella me lanzó una larga mirada y entonces se giró. Y mi cuerpo, una vez más solo comenzó a seguirla de forma automática, de la misma manera en que posiblemente me había guiado para encontrarla.

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- No, será en la Gran Pirámide. Es hora de tomar un descanso dado que lo que vas a enfrentar no será fácil - La mujer tendría que descansar un poco mientras Suluk terminaba de solucionar algunos asuntos con sus otras alumnas para luego realizar la prueba de la habilidad. La anciana se encargaría de informarle de algún modo que la prueba comenzaría dentro de la Isla en la cual tendrían que pasar algunos obstáculos antes de llegar hasta la Pirámide.

 

- Interesante elección - Bel había decidido acompañar al ejemplar que estaba a su lado. Suluk no entendía por qué había decidido preguntarle de esa forma pero sabía que algo estaba planeando la mujer y que todo tenía su razón de ser. La mujer estaba avanzando bastante rápido en su aprendizaje y sabía que en poco tiempo podría dar la prueba de la Animagia para demostrar su capacidad de transformarse en un animal ante el portal.

 

- Quiero ver más - La arcana esperaba mucho más de la mujer. Deseaba ver más sobre su conexión con el animal para considerar si está lista o no para la prueba de la Animagia. Bel tendría que esforzarse más y a una mayor velocidad para completar la tarea asignada por la arcana y de esa forma lograr recibir aquella pregunta esperada por todos os magos.

 

- Me preocupa mucho - Suluk dejó de enfocarse en Bel y lo que estaba sucediendo con ella para pensar un poco en su alumna desaparecida - Me temo que tendré que avisarle a los directores - No sabía cuál sería la mejor decisión pero el tiempo comenzaba a agotarse para su última estudiante y tendría que empezar de nuevo su aprendizaje.

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Habíamos recorrido buen trecho y el hecho de estar en lo que algunos conocían como "el techo de áfrica" comenzaba a causarme estragos. Mareo y un dolor punzante en las sienes eran los síntomas más característicos, además de la sed. La pequeña hembra, en cambio, parecía ajena a mis pesares y seguía con aquel paso seguro y sigiloso a la vez, olfateando cada tanto y guiándose de esas marcas invisibles para mí.


No deja de intrigarme el hecho de que ningún otro ejemplar se ha cruzado en nuestro camino, aunque ella ha lanzado algún aullido en busca de ayuda o soporte. Es joven ¿pero como es que está sola? Eso no tiene sentido, sé que son seres solitarios pero no tener manada alguna es sinónimo de muerte.


Entonces ¿es que estamos buscando a los suyos o ella no tiene a nadie y apenas a comenzado su marcha para conseguir un nuevo hogar?



Si tan solo pudiese ser más despreocupada, podría comprender mejor eso que dicen de guiarse por los instintos. Lo cierto es que no tengo que indagar mucho dentro de mí misma para saber que es el miedo a perder mi amor por mi naturaleza humana lo que me impide generar un acercamiento más profundo a ese animal con el cual consigo identificarme mucho a otros niveles. Y es que siempre me ha costado ceder, incluso cuando eso signifique una mejora para mí misma.


Sentidos más desarrollados, agilidad, libertad, todo eso es lo que la animagia ofrece. Es además todo lo que necesito para poder de una buena vez enfrentar ese lado de Garry al que solo he rehuido todo ese tiempo. Entonces ¿por qué en lugar de esforzarme tanto por seguir el paso a aquella caberú solo no intento acoplarme a ella?



Alcanzada una cresta abrupta, es el momento de descender y entonces una sola mirada al trayecto me basta para saber que no podré hacerlo. La caberú comienza con saltitos ligeros su camino y voltea cada tanto a verme, como esperando que la siga en lugar de solo permanecer de pie con un gesto de espanto. Pero yo estoy en el límite de mis fuerzas. Quizá sea la temperatura que ha descendido, saber que estoy a una altura de 3000 metros sobre el nivel del mar, o no haber probado bocado alguno durante las últimas 24 horas. Pero no hay forma de resistir, no así.


Los hierbajos que apenas cubren aquella tierra desnuda son lo último que alcanzo a distinguir antes de perder completamente la consciencia.


Cuando vuelvo a abrir los ojos el cielo se ha oscurecido por completo. De alguna manera he conseguido descender pues todavía recostada soy capaz de ver aquella cresta negruzca que rompe con el manto del cielo estrellado. La sed y el dolor de cabeza se han ido y lo agradezco, pero es solo cuando alzo la mano queriendo rascarme detrás de las orejas que noto en lugar de mi brazo, una pata cubierta de brillante pelaje rojizo por entero, salvo la parte de las garras que es blanca y hace un fascinante contraste con las garras oscuras y no retráctiles.


"¿Pero cómo?" repito mentalmente intentando en vano asimilar aquello y además corroborar que no se trata solo de una clase de ensoñación. Parpadeo entonces, pero la vista es la misma.


El cambio ha comenzado.

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- Por fin una transformación - Suluk llevaba mucho esperando por ese momento y le emocionaba ver que su aprendiz acababa de adoptar su forma animal - Pero no todo es tan bueno como parece - Lo único que le molestaba era que parecía que la transformación no había sido realizada por la mujer y más bien parecía un acto de buena suerte. Así que todavía no estaba lista tal como Suluk lo pensaba y Bel tendría que esforzarse más para hacerla cambiar de opinión.

 

- Quiero un poco más. No veo control en esa transformación - No sabía si Bel estaba entendiendo adecuadamente su conexión con su forma animal pero algo no estaba bien y tendría que seguir trabajando en mejorar. Tenía que dejarse llevar por sus instintos animales para poder comprender lo que Suluk deseaba que entendiera. La transformación debía ser completamente controlada y con la capacidad de adoptar dicha forma animal en cualquier momento.

 

- Creo que definitivamente las he perdido - Suluk estaba demasiado preocupada por sus otras alumnas pero al parecer las había perdido por completo - Es hora de hablar con los directores para informarles de la situación - Odiaba tener que hacer eso pero era parte de su trabajo y como tal debía cumplirlo aunque no estuviera de acuerdo con los métodos de algunos.

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Incorporarme se siente extraño, mucho más hacerlo y notar como el panorama se ha extendido y adquiere una nueva imagen ante mis ojos. La hembra está cerca de mí y se echa a andar y yo la sigo intrigada ante el penetrante olor que desprende que antes me era imposible distinguir. Y no solo es ella, en el ambiente puedo seguir el rastro dejado por lo menos una docena de animales más.

 

"Increíble" repito en mi mente, admirada de la capacidad olfativa del caberú. Mi compañera ha permanecido silenciosa y es entonces que me cuestiono si tendré la capacidad de comunicarme con ella. Cuando volvemos a detenernos en un arroyo, es que finalmente me animo a preguntarle, pero es como si no necesitara (o no pudiera) ordenar las ideas en mi mente.

 

Solo es tener que decirlas tal cual y sin filtros.

 

¿Por qué estas sola?

 

La hembra alza las orejas y da una larga mirada hacia mí. Después deja de caminar adelante y en cambio volvemos a trepar otra escabrosa colina. He creído escuchar de ella la palabra "sígueme" así que eso comienzo a hacer, contenta porque ahora trepar se siente casi tan sencillo como respirar: las patas se mueven gráciles, y las almohadillas hacen que la dureza del terreno apenas se sienta como tal.

 

Tras media hora, entre plantas amarillentas, ella ha tratado de dar con algo. En principio era capaz de seguirla, pero con el transcurrir del tiempo mi apremio por dejar eso de lado y solo lanzarme a una de las muchas madrigueras de rata-topo iba en aumento. Una necesidad de alimento pero a un grado de voracidad que no recordaba haber tenido nunca como humana y que termina por nublar a todo lo demás.

 

"Solo...necesito...comida"

 

Sigilosamente comienzo casi a arrastrarme entre los hierbajos con la vista fija en una madriguera desde donde una rata topo asoma la cabeza. Es una presa tan fácil que casi siento que podría hacer eso con los ojos cerrados y me abalanzo sobre ella, pero entonces la criturilla se escurre como agua entre mis fauces y de nada sirve rascar en la tierra.

 

La hembra a mi lado solo niega con la cabeza. Olfatea en el ambiente y emite un suave aullido, para luego saltar en dirección a una madriguera donde en apariencia no se ve nada, pero tras unos segundos de meter en ella la pata como intentado sacar algo emerge el cuerpo ensangrentado de una rata- topo.

 

"Leer el ambiente y esperar, ser paciente". El recuerdo de mi padre hablándome sobre esperar a que las plantas germinasen acude, pero es casi como un sueño lejano, donde ni siquiera las imágenes son capaces de distinguirse con claridad. Sé que lo que acaba de enseñarme ella es exactamente lo mismo, pero a diferencia de ese entonces no se trata solo de hacerlo para contemplar una linda flor, sino porque de no hacerlo, peligra la vida misma.

 

"No solo su vida" pienso deteniendo mi paso al ver que la presa que tan diligentemente ha ido llevando en el hocico ensangrentado es depositada a los pies de tres cachorros que emocionados revolotean alrededor de su madre y luego comienzan a mordisquear alegremente su parte del botín. Desde un comienzo sé que ella podría haberme dicho que aun sin manada, no estaba sola, pero ha preferido mostrármelo.

 

A diferencia del mundo humano tan repleto de palabras y discursos sobre lo que se es y no se es, sobre lo que se hace o no, aquí todo se resume a la simpleza de hacerlo y mostrarlo. Con su ayuda he podido ahora comprender del error en mi primer intento de cacería y también de racionalizar mis fuerzas para que los grandes recorridos no me agoten, algo que quizá algún humano tenga documentado en un extenso libro, pero que ni de lejos se plasma a fuego vivo en el cerebro de la misma forma que vivirlo en carne propia.

 

Y la paciencia...oh bendita paciencia. Ahora entendía mejor porqué mis fallos en la clase anterior. Tan cegada por la idea de lograr la habilidad únicamente para "ayudar" a mi amigo de su apuro ¿y en verdad eso es lo que él necesitaba de mí? ¿ no era acaso únicamente MI deseo egoísta de intentar solucionar la vida de los otros? O mi preocupación de que nuestro vínculo de confianza se quebrara por el temor de su naturaleza "salvaje" cada luna llena.

 

Esos cachorros ¿cuánto tiempo llevarían esperando allí por ella? Y sin embargo confiaban en su retorno, confiaban en su vínculo aun con todo ese mundo "salvaje" rodeándoles, pero sin la idea tonta de que lo salvaje deba ser sinónimo de violencia y descontrol, sino como mi olfato me mostraba ahora, todo se trataba de un nuevo orden, uno maravilloso en que todo lo que hacía falta era un deseo genuino de aprender de él a su propio ritmo, sin apresuramientos ni deseos egoístas.

 

Por fin lo había entendido. Por fin ese deseo de conocer se imponía a mis propios intereses. En donde quiera que Suluk Akku se encontrara ahora ¿me tendría esa pizca de paciencia adicional? Ya casi estaba segura que debía ser a esas alturas la menos aventajada de las personas que habían decidido aprender la habilidad de la animagia.

Editado por Bel Evans McGonagall

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¿Qué sabía ella de Animagia? Absolutamente nada. Lo único cerca a algún tipo de transformación había sido aquella clase que tuvo con Matt, pero no estaba segura de si podía poner la Habilidad a la misma altura que un curso de conocimientos. Además, recordaba claramente que había estado allí de paso más que para aprender algo; así que, en teoría, Candela sabía que le sería bastante difícil poder lograr algo con esa nueva habilidad que quería adquirir.

 

La Triviani se detuvo en medio del jardín antes de decidirse continuar, tenía muy en claro que la duda no era una de las mejores cualidades a tomar en cuenta, pero no pudo evitar rebuscar en su memoria el momento en el que hubo llegado a ver al Arcano de Nigromancia. ¿Acaso con esta nueva, le pasaría lo mismo? Sospechaba que todos los arcanos tenían un poco del don de los otros, mas, ¿hasta qué punto?

 

>, pensó. Mientras recorría con el dedo, el anillo de la habilidad que acababa de adquirir. ¡Y realmente lo era! ¿Por qué dudaba? No debería, ya había pasado por demasiadas cosas para llegar a donde estaba parada y sólo le quedaban unos cuantos.

 

Así pues, alisó esas arrugas imaginarias en su vestido hecho harapo; soltó su cabello, la tensión de la atadura le provocaba dolor de cabeza, y siguió andando hasta estar frente a la puerta de la casa de la Arcana. Allí se permitió otro minuto más, mientras se aseguraba de tener consigo todos los amuletos y anillos adquiridos. Tal vez no los necesitase, tal vez sí.

 

Dejó escapar un ligero suspiro y golpeó la puerta con sus nudillos.

 

― ¿Hay alguien? ―preguntó, esperando ser atendida.

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~ Mosquito ~          Ianello 

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- Creo que está lista - La arcana activó uno de sus artefactos para hacer regresar a Bel a su vivienda inmediatamente - Has completado tu proceso de aprendizaje y has logrado entender la conexión que tiene con tu forma animal. Mis enseñanzas han llegado a su final y espero que hayan sido suficientes para ti y puedas enfrentar la siguiente etapa - La arcana hizo una leve pausa para pensar adecuadamente sus palabras - ¿Deseas presentar la prueba de la Animagia?

 

- Claro que sí hay alguien - La arcana respondió ante la voz que venía desde el exterior de sus casa - Pasa por favor - No sabía quién era pero ella tenía claro que las condiciones climáticas del exterior de su vivienda no era las mejores ni las más adecuadas para estar tanto tiempo expuesto así que lo mejor era permitir el ingreso.

 

- ¿A qué has venido hasta acá? - La arcana no había sido informada de nuevos alumnos así que la situación le parecía demasiado extraña y necesitaba entender un poco - Ay ya sé, seguro eres una de esas personas que quiere comprarme mis objetos mágicos y a las cuales siempre les digo que no - No era la primera vez que venían a ofrecerle dinero a cambio de sus artefactos pero el problema es que nunca los tenía a la venta.

 

- Espero que no sea el caso porque me temo que ha venido a perder el tiempo si lo es - Suluk nunca guardaba sus palabras. La caracterizaba ser muy directa y siempre lo hacía demasiado evidente así que era mejor que sus alumnos se acostumbraran desde el principio.

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Candela detuvo su mano hecha puño a mitad de camino, estaba por golpear una vez más. La voz de la Arcana hizo que frunciera, ligeramente, el ceño e hiciera caso, más por inercia que otra cosa. Empujó la puerta, autómata, y se encontró con otro ambiente. No se lo esperaba.

 

— ¿Qué tal? —saludó cuando la ubicó— Yo soy... —pero se vio interrumpida por la verborrea de la mujer.

 

La Triviani se esperó a que terminase de hablar y sacar sus conclusiones, no estaba de más querer parecer una bruja respetable, ¿cierto? Además, quizás las primeras impresiones valían más. Y no tenía ganas de echársela en contra porque le contestase de mala manera. Ya, que lo haría tranquilamente y le valdría la reacción de la Arcana, pero iba cargando un poco de buen humor desde que se hubo ganado unos cuantos galeones en las festividades pasadas y no quería arruinarlo con su acidez para interactuar con alguien más.

 

Mas se dedicó a observar lo que había dentro y, no podía negarlo, estaba interesada en un par de objetos que llamaron su atención; pero puso los ojos en blanco cuando Suluk le aclaró que nada de lo que estaba viendo se encontraba en venta.

 

Ya, podría interesarme, sí. ¿Ésto tiene magia? —se acercó y señaló el collar de cuentas de hielo.— Debe tenerlo, para no derretirse. O quizás se trate sólo de una ilusión. ¿Verdad?

 

Ladeó la cabeza para observar a la mujer, en sus ojos mercurio se reflejó la curiosidad. El aprendizaje sería interesante, eso seguro.

 

— Disculpe, soy Candela Triviani. He venido como discípula para que me instruya en la artes de la Animagia.

 

Cruzó ambas manos a su espalda y se enderezó. La gitana tenía cierta tendencia a mostrarse orgullosa cada que hacía mención a su apellido. Juntó ambos pies descalzos, para equilibrarse, y esperó a que su maestra le dijese algo.

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~ Mosquito ~          Ianello 

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  • 2 semanas más tarde...

- Claro que tiene magia. Todos mis artefactos contienen poderes demasiado grande que en conjunto con mi Vara de Cristal hacen una excelente combinación. Han sido producto de mi conocimiento mágico acumulado a lo largo de tiempo como arcana y antes de serlo - Suluk se sintió indignada con la pregunta que le acababan de realizar pero no tenía ganas de dar muchas más explicaciones y menos sin saber quién era ella y para qué se encontraba en su vivienda.

 

- Es interesante lo que me dices - Suluk definitivamente no había sido informada de la presencia de una nueva alumna y lamentablemente tendría que ponerla a hacer un par de trabajos no agradables para ella o quizás no tan emocionantes. Los planes de la arcana eran otros y necesitaba ejecutarlos así tuviera una alumna para enseñarle sus conocimientos sobre la animagia y cómo dominar su forma animal adecuadamente.

 

- ¿Qué acercamiento has tenido con la habilidad? - Suluk siempre hacía la misma pregunta, pero a diferencia de las otras ocasiones no esperaría una respuesta - Quiero que lo pienses mientras me ayudas a recoger parte de la nieve sucia que hay afuera de la casa - No sabía si era legal o no poner a los alumnos a realizar tareas domésticas pero su vivienda debía estar limpia y al no ser informada no tenía otra opción que ponerla a ayudar.

 

- Cuando hayas terminamo espero que tengas una respuesta adecuada a mi pregunta - NI la misma Suluk tenía claro cuál era una respuesta adecuada pero Candela tendría que determinarlo y regresar con algo convincente - Yo estaré haciendo un poco de bebidas calientes para el frío y arreglando la cocina - Sabía que la mujer volvería con frío y un poco de café o té le ayudarían mucho a recuperar su temperatura.

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