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Animagia


Suluk Akku
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Miró un tanto perpleja a Suluk anunciar con una confianza envidiable que existía una solución. Sacó la varita y abrió un portal antes de que la bruja se desprendiera de la manta y todas las dudas que la acosaban. Torció la boca. No es que desconfiase de las capacidades de la arcana, pero lo de convertirse en un animal cada vez le parecía más difícil de alcanzar. Tal vez simplemente no estaba hecha para eso. Era capaz de soportar que existieran ramas de la magia que escapaban a su comprensión. Y más cuando dependían de algo que le era tan difícil como dejarse llevar. Soltar sin más la racionalidad.

 

¡Venga ya! Estaba siendo est****a. Se puso de pie de un salto y se acercó a la arcana.

 

- No es que tenga alguna reticencia peeee...

 

Atravesó el portal antes de poder acabar la frase. Todo se fue a negro.

 

- ¡No voy a hacerlo! -quiso gritar, pero solo escuchó el aire salir escapar entre sus dientes.

 

Se revolvió contra las cuerdas que cada vez se contraían más y más contra su piel. El hombre seguía de pie frente a ella con el rostro enrojecido y la boca apretada, casi podía oír el chirrido que hacían sus dientes. ¿Lo oía? Sí. Un sonido molesto que comenzaba a sacarla de quicio. El hombre olía fuerte, olía a muerte y desesperación. Lo sabía. Olía a temor y a rabia. Y se movía de forma brusca bajo la luz que le hacía daño a la vista.

 

- Eres igual de molesta que tu madre. Al menos ella no era tan inútil. Pude soportar su arrogancia y altanería porque ella conocía su rol en esta vida. Pero tú...

 

Unas manos invisible retorcieron sus extremidades con una fuerza brutal. Todos sus músculos se contrajeron ante la orden del hombre, quien le apuntaba con lo que parecía un palo. El dolor se apoderó de cada parte de su cuerpo.

 

- Eres...inservible...-le vio los dientes amarillentos al hombre cuando su rostro se contrajo en un gesto horrible- Vas a hacer lo que te mande. Me vas a dar lo que te pida. Vas a ser quien yo diga.

 

El dolor cesó y volvió a respirar aunque de forma agitada. En su garganta ahogo un "no". Él no iba a parar, recordaba las marcas, nunca se detuvo hasta que la bebida se lo llevó. Estiró con rabia una zarpa hacia él, rugió de manera muda y volvió a revolverse contra las cuerdas. Tiró otro zarpazo con furia e hizo al hombre retroceder. Las cuerdas cedieron y cayó al suelo sobre sus cuatro patas. Abrió las fauces y se abalanzó sobre él.

 

Golpeó el aire en vano y solo vio un humo negro disiparse en la oscuridad allí donde había estado su captor. Sacudió las orejas con nerviosismo y rodeó la habitación oliendo las paredes que iban desapareciendo según se acercaba. Eran las murallas de un lugar familiar. Su olor era algo que le recordaba...¿Qué? ¿qué le recordaba? Quería acabar con ese sitio. Con el siéntate, quieta, corre, haz esto, piensa en la familia, en lo que van a decir, en lo que te van a hacer. Desconfía. Calla. Sobre todo, calla. Y déjate de sentimientos. No llores. No hables. Destrúyelos. No te equivoques. i******. est****a.

 

Dejó escapar el aire por su boca con un sonido como un "puff" y se sentó sobre sus cuartos traseros. Se sintió un poco infantil recordando todo aquello. Pero hasta el momento nunca había racionalizado hasta qué punto había seguido adelante en su escapada sin sentido. A su alrededor solo había oscuridad, sin embargo, sabía que Suluk estaba por ahí. Otras vez sentía hambre y ganas de correr detrás de un venado.

 

Abrió los ojos grises de par en par. ¿Qué estaba sintiendo? ¿Un venado? Se quiso reír pero de su boca no salió ningún sonido parecido a una carcajada. Miró hacia el suelo y vio unas patas gruesas y esponjosas, llenas de pelos grisáceos. Ladeó la cabeza. Eran sus patas. ¡No! tenía pies ¿No? No...una dos, tres, cuatro, patas. Contó poniéndose en pie sorprendida. Y una cola gruesa que parecía mullida. Claro, su cola era cálida.

 

- Suluk. Yo no tengo cola. O sí. Creo que siempre he tenido una. No sé -pensó. Porque las palabras se convirtieron en aire entre los colmillos.

 

Agudizó la vista y entre la oscuridad pudo distinguir arbustos, un camino, un bosque. Aire fresco. Huellas. Olfateó un olor. Siempre habían estado ahí todas esas cosas. Las rocas al fondo, la tierra llena de pisadas de ¿ratas? ¿Conejos? ¿Armiños? ¿Dónde estaba Suluk? Tenía que volver a la universidad a contarle la noticia. Ronroneó mientras daba saltos sobre los restos de nieve a medio derretir. De pronto, pudo olerla a su espalda.

 

Parecía muy apetitosa. Pero en vez de saltarle encima con las garras afuera, se acercó extendiendo la cola y golpeando su cabeza contra sus piernas regordetas.

 

 

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La Delacour había pasado prácticamente la noche en la biblioteca de la mansión tratando de atender la pila de asuntos ministeriales y de sus negocios que había dejado sin hacer desde hace un par de semanas que todo en su vida parecía un poco complicado, sin embargo también se había vuelto experta en que la falta de sueño no le afectara, tal vez era una forma de compensar el estrés que estaba teniendo, no dormir para entretenerse trabajando. Cuando terminó con aquellos documentos se levantó para ir a prepararse para ir al ministerio pero un mensaje con el sello de la universidad cambió por completo sus planes.

 

Había sido admitida para cursar una nueva habilidad, había tenido éxito con la anterior de metamorfomagia pero si algo sabía la rubia es que conforme las cosas iban avanzando en la magia y se iban adquiriendo más destrezas y habilidades todo se hacía más difícil y sabía que la animagia lo sería ya que tenía que coordinar bien tanto su lado humano como el espíritu animal si quería llegar a vincularse en algún momento con aquella habilidad. Pero si algo le gustaba a la Delacour era dar su mejor esfuerzo tratando de alcanzar sus objetivos.

 

Después de darse una ducha y vestirse con un pantalón gris oscuro, botas negras, una blusa blanca y sobre su vestimenta una túnica gris tomo su varita y demás amuletos y anillos, con la ayuda de la metamorfomagia cambió el tono de su cabello por un azul claro y se dispuso a usar la aparición para llegar a los terrenos de la universidad. El calor de la temporada se sentía en aquel lugar pero los amplios jardines con sus árboles ayudaban a que una agradable brisa corriera en el ateneo.

 

Encaminó sus pasos a un ritmo rápido ante la ansiedad que sentía por dar inicio a un nuevo proceso en su vida, siempre le había agradado estudiar todo lo que estuviera a su alcance, eso la hacía sentirse más segura y confiada en el mundo en el que vivían que la maldad estaba a la vuelta de la esquina. Llegó al área donde sabía estaba la morada de la Arcana, a lo lejos se veía una pequeña casa rodeada de jardines y encerrada por un muro de barro, se acercó al lugar pero cuando cruzó la puerta de aquel muro el clima cambió drásticamente por una helada ventisca que levantaba copos de nieve a su paso, se acomodo la túnica y se dirigió a la puerta de la morada donde dejo un par de golpes de intensidad adecuada para que la persona en el interior escuchara el sonido aún con el clima del lugar.

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Los recuerdos de Beltis le causaron un fuerte malestar. No se sintió capaz de seguirle el paso sino hasta que, de manera simbólica e inconsciente, rompió con sus propias ataduras. Entonces, adoptando la forma de una pequeña ave del ártico, sobrevoló el cielo gris hasta divisar un castillo y las huellas felinas que la bruja dejaba. En ese preciso momento bien podían suceder dos cosas, Malfoy, presa del miedo y desespero por no saber sobrellevar el sentimiento de libertad, huía de su próximo don con la animagia, o lo abrazaba para hacer que por fin fuese uno con ella misma.

 

Para fortuna, la animago tomó la segunda bifurcación del camino. Suluk se sentía orgullosa. Acarició su cabeza suave, le rascó entre las orejas arrullando el ronroneo como un acto amistoso y le ofreció volver a casa, la enviaría a donde ella se sintiese más segura para volver a encontrarse pronto.

 

—Espera mi llamado. le dijo.— pronto acudiré a ti.

 

Y juntas desaparecían con rumbo incierto para cualquier par de ojos espectadores. El instinto de la arcano le indicaba que alguien más estaba próximo a unírsele, Beltis posiblemente necesitase descansar después de todas las emociones experimentadas, y cuando pudiesen entablar una conversación como dos humanas, quizás y solo quizás, compartiese con ella el por qué luego de tantos años y como adulta aun resguardaba con recelo la obediencia hacia quienes ya no existían en su vida.

 

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La puerta sonó. El eco le llegó a los oídos cuando apenas había pisado el suelo de su hogar. El fuego aun crepitaba en una modesta chimenea y tres inmensos malamutes se amontonaban en la puerta, nariz con nariz, intentando descifrar quién estaría detrás. Fuera, una ventisca revolvía los ropajes de Delacour, le hacía castañetear los dientes. Akku movió su mano débilmente para hacer entrar, en silencio, a su futura pupilo mientras tomaba asiento; no solía utilizar la magia pero ese día estaba verdaderamente agotada.

 

—Señorita...— sopesó la palabra rasgando el sello lacrado de Hogwarts y leyendo rápidamente la nota —Delacour ¿Cierto? venga, pase, sea bienvenida ¿En qué la puedo ayudar?

 

Saboreó la pregunta, no solía hacerla muy seguido pero ésta brotó de sus labios así como el agua caliente de una tetera que llegó flotando desde la pequeña cocina con que contaba la cabaña. Una taza de porcelana para cada una. Invitó a Dennis a sentarse frente a ella en un sofá de un cuerpo atiborrado en pieles abrigadas. Con cada paso que daba los malamutes se metían en su camino creyéndose cachorros, querían jugar con ella.

 

—Pts, hey, dejen a la pobre joven— los regañó con dulzura —Discúlpalos, creen aun que son bebés.

 

Señaló las tazas, el té en hebras era uno de sus gustos particulares cuando se sentía cansada.

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Gracias a Merlin la ojiazul no tuvo que esperar mucho tiempo después de tocar a la puerta de la casa de la Arcana para que esta se abriera dándole paso al interior cálido de la misma, agradecio la prontitud de aquella acción ya que el frío se empezaba a colar por sus huesos parada en la puerta.

 

- Buen día, si Dennis Delacour Rambaldi a su orden - dijo cuando la Arcana menciono el nombre luego de leerlo en el pergamino enviado por la dirección del Ateneo. Se dirigió al lugar que le indicaba la mujer pero a su paso los malamutes se cruzaban buscando hacer juego y reclamando su atención, algo que la hizo sonreír en extremo, sabía que debía estar enfocada a lo que iba pero no podía no dedicarles al menos unos segundos de tiempo para acariciarlos, la Delacour siempre había sido una persona con mucho amor por los animales así como por las criaturas mágicas y nunca podía dejar de consentirlos cuando tenía oportunidad.

 

Procedio luego tomar asiento frente a la Arcana observando como una taza de te se ubicaba frente a la joven de cabello azul. Escucho la pregunta de la mujer sobre en que la podía ayudar lo que hizo que se detuviera a pensar muy cuidadosamente sus palabras.

 

- necesito su ayuda para tener la habilidad de convertirme en animaga y ser capaz de conectar con mi espíritu animal y poder pasar de mi forma a la que quisiera poder alcanzar - hablaba de forma directa, a veces era mejor así y no irse por las ramas. - quiero aprender a tener el equilibrio entre mi lado humano y el animal y de esa forma poder cambiar de una forma a otra cuando lo considere necesario. - término de decir mientras le daba vueltas a su taza entre sus manos para calmar un poco el frío que había adquirido así como para calmar sus nervios.

 

Quedo a la espera de lo que le respondería la Arcana, a veces ers complicado para la Delacour poner en palabras todo lo que pensaba o sentía, de modo que a veces era mejor con los hechos que con las palabras. Solo esperaba tener la oportunidad de lograr sus propósitos.

 

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—Ya veo. Sopesó Suluk

 

Saboreaba su infusión y observaba sin perder detalle a su nueva pupilo. Era la primera vez en meses que alguien se presentaba de aquella manera tan decidida y sin vueltas. Hubo quienes le hablaron de sueños, otros que fueron enviados hacia su cabaña por alguno de sus hermanos Arcanos o porque lo habían leído en libros, más la determinación que Dennis Delacour demostraba con cada palabra dicha representaba ante sus ojos ancianos y experimentados un arma de doble filo.

 

Tosió un poco aclimatando su garganta al interior y acarició el contorno de los cristales que adornaban su cuello arrugado antes de hablar. Si bien la magia era representada para muchos como un don, eran pocos los que tenían verdadero conocimiento del equilibrio que ésta misma exigía; cuando se realizaba algún hechizo, quizás de amor o desamor, alguien perdía esencia, alguien perdía magia, alguien perdía eso, amor. Mismo si se trataba de la Nigromancia, allí un sacrificio era lo que estaba en juego ¿Pero para la animagia en sí? había comentado momentos atrás tanto con Jocker como con Beltis respecto al órgano que canalizaba dicha habilidad por lo que, ahora, probaría algo diferente.

 

—Como sabrá, o no— comenzó desviando la mirada un instante por sobre su hombro y luego regresando a ella —Toda magia exige un equilibrio, algo a cambio, y nosotras no somos quien para contradecir aquello. Por lo tanto, señorita Delacour, estaré encantada de ayudarla si usted me ayuda de vuelta.

 

Su varita de cristal translúcido se transformó rápidamente, y entre sus manos, en una larga vara que casi le doblaba en tamaño debido a su baja estatura. En la punta de ésta las fauces de un temible lobo, Amarok, del que recibía su fortaleza. Con ésta abriría un portal en medio de la cabaña e invitaría a la joven bruja a una aventura sin precedente.

 

Se puso de pie haciendo un lado la taza, acomodó sus ropajes —aunque sabía que no los necesitaría a donde iba— y enfiló pasos en dirección al haz de la noche atravesándolo sin más pues con los años había aprendido que los ingleses actuaban casi que por mera presión, si uno no los instaba a hacer, jamás movían sus piezas.

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Después de haberle indicado a la Arcana los motivos por los cuales quería desarrollar la habilidad, la mujer se quedó en silencio meditando al parecer cada una de las palabras dichas por ojiazul, la observaba como analizando cada uno de sus movimientos, sus gestos y las palabras que había dicho. La Delacour había estado un par de ocasiones bajo aquel escrutinio y nunca era algo que la hiciera sentir a gusto porque sabía que de dichos análisis siempre vendría un resultado para bien o para mal, y una mala impresión podría costarle el alcanzar lo que buscaba.

 

Mantenía la taza de te ofrecida por la mujer entre las manos, pero la ansiedad de lo que tuviera que decir la Arcana no la dejaba beber, aunque luego pensando en que de pronto se sintiera ofendida por aquello le dio un par de sorbos a aquella bebida para agradecer el hecho de que se la hubiera brindado.

 

Cuando por fin volvió a mencionar palabra le habló del equilibrio que habitaba en todo y la habilidad no era la excepción, la peliazul había aprendido cuando cursó el libro del equilibrio que todo en la vida debe estar en perfecto balance para que las cosas funcionen, de lo contrario siempre habrá algo que impida lograr lo que te propones si la balanza está más inclinada a un lado.

 

— La vida es un constante equilibrio que muchos tratan de inclinar a su favor y es cuando las cosas se salen de control, se lo importante que es que exista en balance en cada cosa que hacemos y sobre todo en la magia que desarrollamos — dijo a la mujer para luego escuchar que la podría ayudar a cambio de algo, eso sin duda le causó curiosidad, que debía ofrecer o dar para poder desarrollar lo que había venido a buscar. Eso solo lo diría el avance del camino con la Arcana.

 

La varita de Suluk Akku fue reemplazada por una gran vara en sus manos y luego usada para abrir un portal en medio del hogar de aquella mujer, imitó la acción de la Arcana y dejando sobre la mesa la taza que reposaba en sus manos se encaminó detrás de ella a cruzar a aquel portal. A donde la llevaría esa decisión? esperaba que al sendero correcto que le permitiera alcanzar el punto exacto entre ser humano y espíritu animal para luego poder vincularse con aquella habilidad que le causaba tanto interés, por que una parte de su corazón sentía que ansiaba libertad de alguna manera y que eso solo podía dárselo su forma animal.

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Un sol abrasador fue lo primero que las recibió. El cántico a coro de cientos y cientos de pájaros inundó sus oídos y le hizo sonreír, la belleza natural de un hábitat protegida y el esplendor de sus aves, con plumajes coloridos y pequeños ojos negros, le erizaba la piel. El portal les había echo caer, casi literal, en el corazón del amazonas, entre Brasil y Colombia, pero no estaban completamente solas, sino más bien apartadas de una peculiar reserva natural que entre tanto follaje pasaba desapercibida.

 

Suluk había hecho uso de la magia para transformar sus ropajes en telas finas y claras, aquel no era su clima favorito y una mueca de disgusto lo dejaba muy claro así como las gotas de sudor que perlaban sus arrugados labios. Resaltaba entre tanto verde con sus cabellos color plata y su estatura por debajo de la usual, más aun, cuando se dejó embeber por la magnificencia de lo que le rodeaba, sonrió. La selva era un pulmón, un corazón latente, era vida.

 

—Hace tiempo, un amigo me informó de éste maravilloso sitio escondido, es una reserva natural para especies exóticas en extinción.

 

Akku señalaba unos cuantos metros hacia delante cuando hablaba. En realidad sería casi imposible de distinguir si no se le prestaba la suficiente atención. Debajo de frondosas enredaderas había un vallado metálico y algunos carteles que negaban la entrada a todo aquel ajeno al personal. Un pichón de Quetzal piaba en lo que parecía ser la puerta principal, sobre una campana dorada con una fina cadena debajo. La inuit colocó una mano sobre el hombro de Dennis y la guió hasta allí haciendo sonar la campanilla, aguardando paciente, a que alguien les atendiera.

 

Unos segundos después, un hombre serio, con bata blanca y ojos amables acudió al llamado. El Quetzal voló hasta posarse en el hombro derecho de Delacour y emitió un pitido casi ensordecedor. La arcano volteó un tanto sorprendida alzando una ceja, más le restó importancia porque el hombre se presentaba ante ambas como un viejo amigo de ésta.

 

—Suluk, querida, tanto tiempo sin verte ¿Cómo estás, qué tal Londres?— Luego estudiaba a la muchacha detrás de ella y le sonreía alargando una mano hasta el bolsillo para extraer una varita de caoba y encantar unas cuantas ramas hasta formar una jaula minúscula para el ave.

 

—Deben disculpar a Eddie, aun es un pichón y se entusiasma cuando las personas vienen hasta aquí, lo hemos rescatado de un área con permiso para deforestar— comentó con pesar en el tono, invitándolas a pasar a continuación.

 

—Dennis, te presento al Doctor Richard Bird, un famoso mago amante de las aves y el chocolate— bromeó Akku —Richard, ella es una alumna, la señorita Delacour

 

Bird contó, mientras paseaban por la zona interna de la reserva, que Suluk había sido su Profesora de biodiversidad en la Universidad de Yale, y que había sido su devoción hacia la especie animal lo que le encaminó a su vocación, la medicina veterinaria, más bien especializada en aves exóticas en peligro de extinción. Se notaba que la arcano estaba muy orgullosa de Richard pero él no sabía la verdad sobre la anciana y ella jamás le ofreció ser animago; había quienes simplemente no nacían con el don, aunque lo forjasen externamente como él.

 

—¿Y bien, qué las trae por aquí. Ha pensado mi propuesta Profesora Akku?— Los ojos grises del hombre irradiaron emoción, ella asintió y luego miró a Dennis

 

—Richard necesita ayuda para localizar un tipo de ave muy antiguo, del que solo se ha visto un ejemplar, para poder preservar la especie y quizás en un futuro conseguir que no se extinga. Te he traído aquí porque creo que tu colaboración puede sernos muy útil

 

Esperaba que su pupila aceptase pues de otro modo deberían regresar a la universidad cuanto antes dejando las esperanzas de alguien que se desvivía por la causa destrozadas en el suelo. Y mientras aguardaban una respuesta por parte de la muchacha de cabellos azules, el Doctor les invitó a su cabaña, asentada en el centro de la reserva, para beber un poco de té helado.

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Al cruzar aquel portal lo primero que tuvo que hacer fue adaptar su visión a la cantidad de luz con la cual se encontró cegandola por algunos segundos, cuando por fin ajustó la vista al sitio donde se encontraban se encontró con un paisaje que dejaría sin aliento incluso a la persona más tranquila y calmada del mundo. Los colores presentes en aquel lugar era como si una paleta de pinturas hubiera cobrado vida y volara a su alrededor tiñendo el plumaje de diferentes aves que entre cantos surcaban el cielo alegrando el lugar. El verde de los árboles contrastaba de manera excelsa con el colorido de sus habitantes. Lo otro que empezó a sentir sobre su piel fue los rayos de sol que atravesaban las ramas de los árboles provocando que empezara a elevar su temperatura.

 

Su ropaje era algo que no cuadraba con aquel lugar así que por medio de una floritura de su varita lo cambio por un pantalón color beige y una camiseta blanca, algo típico de muggles en aquellas zonas selváticas cuando van a inspeccionar o disfrutar de aquellos lugares, algo que no permitiría levantar ninguna sospecha por los locales de aquella área llena de flora y fauna en abundancia.

 

— Es un maravilloso lugar — dijo a la Arcana caminando a su lado hasta llegar a un portón donde la mujer hizo sonar una campanilla para esperar fueran atendidas. Cuando frente a ellas un hombre en bata blanca se hizo presente, el ave que había estado situada justo sobre aquella entrada se posó en su hombro, un ave majestuosa sin lugar a dudas que dejó sonar su canto junto a su oído, pero por alguna razón a pesar de sonar fuerte no le molesto en nada, en cambio era como una melodía que hizo latir más rápido a su corazón.

 

Cuando escucho el saludo de aquel hombre y el cruce de palabras con la Arcana enfilo su atención a ellos, mientras caminaban por la reserva, — Mucho gusto y es un honor conocerlo, cualquier persona que se preocupe por las criaturas mágicas y no mágicas siempre es alguien honorable — dijo ante la presentación del mago. Luego cuando el hombre preguntó por los motivos de su visita la Arcana volvió hacía la ojiazul su mirada explicando la situación.

 

En cuanto terminó de hablar entendió lo que Suluk esperaba de ella, la había traído porque contaba con que encontrando la forma de ella hallar el equilibrio con su lado y espíritu animal pudiera también ayudar a aquel mago a encontrar lo que necesitaba con tanta devoción, aquella ave con la cual no había podido dar. Llegaron a la cabaña del mago que les ofrecía té cuando la peliazul se giró hacía la Arcana y asintiendo con su cabeza en señal de aceptación lo completó diciendo — Haré todo lo posible por ayudar — sabía que de lo que se le pedía dependía tanto alcanzar su objetivo como ayudar a la reserva así que no sería sencillo pero debía dar su mejor esfuerzo si quería conseguir lo que le pedían.

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Akku estaba complacida por todo lo que Richard hubo logrado desde la última vez que lo vio. Ingresar a la modesta cabaña en el corazón de la reserva suponía un respiro de dulce aire fresco. El pichón de Quetzal despertó y nuevamente comenzó a chillar en su improvisada jaula de ramas, Suluk tomó asiento en una silla de mimbre y aceptó la infusión fresca que Bird les ofreció permaneciendo en silencio mientras sus ojos observaban fijamente al ave. De pronto la vista se le puso borrosa.

 

—Verá, profesora Akku— dijo el doctor —hay mucho que usted no sabe de mi, y a diferencia, yo se absolutamente todo de usted.

 

Para entonces la arcano oía una voz lejana, incapaz de hablar, tratando de advertir a Dennis para que huyera, sin éxito alguno. Había sido demasiado confiada, como un simple mortal mundano. El afectó que con los años académicos desarrolló por aquel hombre, anteriormente siendo un pobre muchacho marginado, le nublaron el juicio. Pero lo cierto era que con el correr de esos mismo años Richard hubo adoptado fines oscuros, pensamientos perturbadores, él descubrió que su profesora podría abrirle las puertas a la adquisición de magia ancestral, antigua, el medio para conectarse con su animal espiritual.

 

Más la habilidad no lo quería, la animagia no era para personas con el alma tan negra como la de él. Por lo tanto fue rechazado un sin fin de veces, hasta que decidió actuar por sus propios medios. Secuestrar a Suluk y robarle tanto el anillo como el cetro y toda su magia.

 

—Usted tiene algo que yo quiero, y así esté maldito por el resto de mi vida, lo obtendré.

 

Dicho ésto miró a Dennis.

 

—Ni lo intentes muchacha— justo cuando ésta se disponía quizás a sacar la varita —toda la reserva está bajo un campo magnético que bloquea la magia, será inútil.

 

Ambas mujeres estaban atrapadas allí. Suluk había caído inconsciente y los ojos de Delacour pronto comenzarían a pesarle hasta sumirse en un profundo sueño del que solo despertaría, una vez más, con los chillidos de un pequeño y colorido Quetzal. Solo que entonces notaría una curiosa diferencia con horas atrás, el mobiliario había crecido, por lo menos cuatro veces más, Suluk parecía gigantesca aun desmayada y maniatada, despojada de su magia, y alrededor solo podía ver barrotes, aquello parecía una especie de celda en lo alto. Mirar al suelo le daría vértigo.

 

Al hablar solo podría... ¿Piar?

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La ojiazul después de aquella respuesta dio un sorbo a su bebida mientras observaba la conversación que se llevaba a cabo entre la Arcana y aquel mago encargado de la reserva en la cual se encontraban, pero de pronto el tono de voz de aquel hombre cambió de aquel sonido amable con que las había recibido a un tono sombrío que parecía esconder algo más, su voz no le inspiraba confianza y su mirada se volvió oscura como si así fueran sus pensamientos en ese justo instante. Cuando escuchó aquellas palabras < Usted tiene algo que yo quiero, y así este maldito por el resto de mi vida, lo obtendré.> intentó tomar la varita de su bolsillo pero la amenaza llegó de inmediato diciéndole que ni lo intentara.

 

Suluk cayó inconsciente ante sus ojos los cuales parecían pesar más de la cuenta así como sus extremidades, motivo tal vez por el cual no había podido obtener su varita tan rápido como en otras ocasiones, de pronto sintió como si toda la habitación diera vueltas a su alrededor y no pudiera mantenerse en pie, cayó de rodillas mientras trataba con todas sus fuerzas de mantenerse despierta para poder ayudar a la Arcana pero le fue imposible, terminó cediendo aquella oscuridad que vino cuando no pudo mantener abiertos por más tiempo sus ojos y la últimas visión que tuvo fue un rostro sombrío que sonreía ante el objetivo alcanzado.

 

El suave canto del quetzal que había escuchado a su llegada volvió a retumbar en lo profundo de su mente, lo escuchaba lejos y poco a poco como si la sacara del letargo en el que se encontraba fue haciéndose más fuerte, pudo abrir los ojos para encontrarse que aún sentía un poco nublada la visión tal vez por aquella bebida que les había dado aquel mago, su cabeza la sentía como queriendo explotar y trato de llevarse la mano a la misma pero por alguna razón solo sintió un roce de plumas, tal vez aquel quetzal había pasado cerca de ella.

 

Trató de incorporarse pero se sentía extraña, su cuerpo parecía no responder a su mente, vio a la Arcana en una esquina del lugar aún desmayada pero que le había pasado que se veía mucho más grande, así como ese sitio, parecía que había aumentado varias veces su tamaño, estaría alucinando por los efectos de aquel te? observó que en la habitación no estaba aquel hombre y trató de llamar a la mujer para que despertara — Suluk — dijo, pero en lugar de su voz un sonido extraño se hizo escuchar más parecido a un chillido.

 

Que estaba sucediendo, nuevamente escuchó al quetzal y pudo notar que estaba en una jaula a su lado, ella también estaba en una jaula y no se había fijado, pero cómo podía estar en una jaula en lo alto de la habitación,eso era imposible hasta que tratando de estirar su mano para tocar los barrotes vio que en lugar de sus extremidades tenía plumas, de un color azul intenso, trato de llamar a la arcana nuevamente y solo logro hacer sonidos de graznidos o chillidos o un ligero canto pero nada de palabras.

 

Empezó a mover las que se suponen eran sus manos y solo logró realizar un fuerte aleteo, era un ave pero como lo había hecho sin estar consciente? sería por lo que les dio a beber el mago, pero porque la Arcana estaba en su forma humana, no entendía qué pasaba pero debía salir de allí antes de que volviera Richard. Se le ocurrió una idea pero no sabia si funcionaria. Empezó a mover sus alas fuertemente dentro de la jaula hasta que consiguió que sus patitas se elevarán del fondo de la jaula, estaba volando aunque en medio de barrotes. Así que revoloteo con toda la fuerza que pudo de lado a lado de la jaula hasta hacerla soltar del gancho donde colgaba cayendo al piso del lugar, el golpe le había causado dolor pero había roto aquella jaula de ramas logrando que pudiera salir, dio un pequeño vuelo hasta posicionarse sobre la Arcana y picotearla un poco para tratar de despertarla. Debía hacerla reaccionar porque realmente no tenía idea de como volver a su forma humana, ni siquiera sabia como se había convertido en ave.

 

Frente a la mujer había un espejo y mientras la picoteaba pudo ver que ahora tenía la forma no de cualquier ave sino del guacamayo azul que tanto admiraba por sus características y la libertad que siempre representaba a sus ojos.

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