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Animagia


Suluk Akku
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Tauro no creyó que volvería a pisar aquellos terrenos en muchísimos años, que no tendría que lidiar con ninguno de los Arcanos ni su humor y cuando pensaba en Animagia realmente le daba dolor de cabeza. La última vez tuvo que abandonar su travesía cuando apenas la empezaba, aunque en ese momento la culpa no la llevaba Suluk, no tenía mucha claridad sobre en qué animal se convertiría, a diferencia de ahora con sus pensamientos más claros y la determinación de llegar hasta el final sin importar el tipo de prueba que tuviera que afrontar. Cada habilidad tenía su grado de dificultad, sin importar de cual se tratara y no era tan soberbia como para tomarse a la ligera la Animagia, aunque esa sí que le representaba mayor preocupación.

 

Siguió el mismo camino que creía recordar, esperando que su instinto no la traicionara. Disfrutó del sendero, del paisaje e incluso de los pequeños desafíos que encontraba a su paso. El estar alejada de las guerras le había sentado de maravilla, ahora su única preocupación consistía en vivir bien, bajo sus propios términos, sin tener que dar explicaciones a nadie. Inspiró profundo y se llenó de una bocanada de aire fresco que inundó sus pulmones, purificándolos. La idea de vivir siempre rodeada de naturaleza y apartada la seguía seduciendo.

 

Divisó la vivienda de la Arcana y se acercó a paso lento, pero decidido. Un malamute se le acercó por detrás, metiéndose entre sus piernas, lo cual la hizo perder el equilibrio que terminó con ella sentada en el suelo y otro malamute más intentando lamer su cara. No sabía si Suluk ya se encontraba esperándola o no, así que no vio mal el quedarse un rato a jugar con los animales hasta que se cansaran y buscaran refugio en la vivienda. Limpió sus manos y su ropa, se arregló un poco el alborotado cabello y llamó suavemente a la puerta.

 

La aventura comenzaba...

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La bruja continuaba caminando por aquella cueva, acercándose de vez en cuando a los muros donde algunos de aquellos animalitos descendían para ver mejor lo que por el eco y por el aroma, consideraban una pariente pero lejos de sentirle como amenaza para sus nidadas, percibían la curiosidad de una comunidad

La Snape les pasaba los dedos por la espalda con suavidad, soltaba unos cuandos chirridos extraños usando la lengua y los dientes en tonos demasiado bajos pero que hacía que aquellas criaturas moviesen sus enormes orejas al detectarlos y una que otra, revoloteó para terminar enredada en el cabello rojo de la vampiro, a la que no le molestaba aquello en lo absoluto

Se sentía bastante en paz con todos aquellos animalitos y aunque no iba a ser exactamente igual a ellos si intentaba transformarse (ella sería muchísimo más grande, más dando la apariencia de un avión desde la perspectiva de aquellos que la rodeaban), de todas maneras los sentía familiares ya que su aspecto mágico como vampiro por medio del poder de ese lado sobrenatural, si era así de pequeño

Rió un poco

La oscuridad cayó sobre ellos y las pequeñas criaturas comenzaron a volverse más inquietas hasta que unos minutos más tarde, una enorme nube de murciélagos volaba en circulos gigantescos por encima de la vampiro y su profesora, chirriando y agitando sus alas hasta que la caverna pasó de ser un enorme abismo apenas con sonidos a una enorme bocina que reverberaba con los miles de animalitos que daban sus últimas vueltas antes de salir en grupo, formando un camino negro, gigantesco y vivo, hacia la noche

Probablemente a cazar insectos más que a beber sangre

La bruja siguió con interés y un brillo en sus ojos rojos aquella gran marejada y percibió como algunas de las hembras del grupo le daban golpecitos en la cabeza de vez en vez, provocando que la Snape rodase los oos sonriendo

-Creo que nos están diciendo que cuidemos un rato de las crías, por favor

Dijo riendo un poco y mirando una de las "pelusas" de crías que estaba más cerca de las dos mujeres, los ojitos de aquellos pequeños ratoncitos clavados en las mujeres; seguramente no las podían ver bien pero entendían que eran las de mayor rango en ese momento dentro de la comunidad

O algo así...

Sin embargo, uno de aquellos animalitos adultos se colgó cerca del oído de la Snape por unos momentos, antes de salir volando nuevamente

-Maestra, creo que ha llegado otra alumna a su hogar -dijo parpadeando mientras se preguntaba como aquel animalito habría podido saber eso, estando las dos tan lejos ahora

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La Cueva

 

—Tiene total y completa razón señorita Snape

 

Suluk asintió al comentario respecto a la diferencia entre animagia y transmutación humana o mediante magia. Estaba claro que su pupila había estudiado antes de presentarse horas atrás a su puerta. Más Akku era de poca teoría, prefería mil veces la practica de campo a ésta por lo que nuevamente la tomó del brazo cuando el pequeño murciélago revoloteó despertando a sus pequeños compañeros que alzaron un eco de chirridos, y la llevó más al centro de la cueva.

 

—¿Siente algo?— Le preguntó, había que encontrar el famoso tesoro que le permitía a su poseedor convertirse en una criatura mágica.

 

La Inuit se achicó un poco sobre sus pies, los murciélagos, totalmente despiertos, volaban con intenciones de salir de la húmeda cueva para buscar que comer o para acicalar a sus pequeños. Pero, cosa curiosa, hubo muchos que permanecieron sobrevolando cerca de Hayame, sin tocarle pero tampoco sin dejarla moverse demasiado.

 

—¿Se encuentra bien?

 

Cuestionó sacando a relucir su varita. Ignoró la mención de una nueva alumna, pronto se reuniría con ella

 

La Jaula del león

 

Las leonas comenzaron a rondar a Ainé. El León rugió desde lo alto de una roca pero no movió siquiera una de sus inmensas patas. Estaba claro que las hembras harían todo el trabajo que al alfa se le cruzara por la mente. Una de éstas respondió el rugido del macho, demasiado cerca de Malfoy, lanzó un zarpazo al aire, rosando el hombro de la mujer, pero no acababa de tocarla. Aquello parecía una danza extraña de la naturaleza, las luces tenues daban calor, las personas histéricas pedían a gritos que alguien ayudase a la mujer que había caído a la fosa de los leones.

 

Y mágicamente, porque desde el punto de vista de Ainé no se podría entender, todo mundo se calló. Los niños reían, las personas señalaban a los gigantescos felinos y Suluk, desde la cueva de murciélagos, se encargaba de proyectar una escena que no horrorizara a los muggles mientras su pupila descifraba, bajo completa presión, como tratar con aquellas bestias peludas y se hacía con el pergamino que estaba pegado a la roca del león mayor.

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La muchacha se ruborizó con fuerza, no había esperado esas palabras de su profesora por lo que un ligero entusiasmo se apoderó de su persona

Había pasado un poco de la calma a la emoción, sintiéndose con más fuerzas para continuar con aquella aventura y dar lo mejor de sí para poder superar las clases para completarse como criatura mágica; parpadeó un poco ante las palabras de su profesora y realmente, comenzó a inquietarse

Ella no sentía nada anormal aparte de como las botas se le hundían en el guano de aquellos animalitos e intentaba olvidar exactamente lo que era aquella sustancia para no marearse; que fuera una vampiro no significaba que le gustase avanzar entre deposiciones y el aroma que este daba, recordando que para los humanos debía de ser peor por la cantidad de virus y bacterias y hongos que ello contenía y por lo tanto, todas las enfermedades que les podían transmitir

Por eso era que los humanos generalmente ingresaban en aquellas cuevas vestidos con esas ropas graciosas, similares a esas con las que salían de la tierra

-Creo que si...

Dijo con algo de inseguridad, acaso su maestra le estaba viendo algún gesto o algún color que indicase que se encontraba mal de salud o quizás, diferente?

Sacó la varita, imitando a la persona de la que se encontraba aprendiendo pero sin estar segura qué era lo que esperaba de ella.. al menos, hasta que las mismas criaturillas parecieron dejarla pensando; cerró los ojos y rechistó un poco entre dientes, como si meditase... pero en realidad, intentaba expandir su magia... sentir aquellos sonidos que le proporcionaban gratuitamente esos seres y que atravesaban en ecos todo su alrededor

Pero el sonido no rebotaba igual en todas partes... o igual de profundo

-Si... si siento algo pero está muy al fondo y... debajo de algo muy, muy espeso... creo...

Dijo muy despacio, ladeando la cabeza mientras intentaba escuchar mejor

-Pero... es una capa demasiado... se mueve mucho...

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La sangre goteaba profusamente en el costado derecho de su cabeza. Limpió aquella más cerca de su ojo con el antebrazo, en un intento fallido por no limpiar su campo de visión de rojo. Sacó un pañuelo, desdoblando de izquierda a derecha y de adentro hacia afuera e improvisó un rudimentario vendaje. Las leonas olfatearon la sangre y se alebrestaron, aunque aún sin decidirse a atacar. Un cazador nato como aquellos animales podían detectar una presa a kilómetros, pero aún se sentían desconfiados cuando se las sirvían en bandeja y estaban tan frescas.


Los gritos habían cesado y esto la indignó. Aquella atracción no podía ser tan frecuente que ya no despertara ninguna pasión entre los espectadores. Intentó llamar la atención, pero nadie miraba hacia su posición y hasta parecía que ya nadie notaba su presencia.


— ¿Qué le apetece hacer hoy, mi señora? —la pregunta, que se repetía cada día, junto con la primera ingesta era la única constante en la travesía que Ainé se había marcado en su exilio.


Despierta...


El león rugió nuevamente, dejando a la vista todos sus afilados dientes. Era una orden que la manada no podía obviar. Y también el salvoconducto para la sacerdotisa. En la misma roca, había un pergamino, que no parecía propiedad del león, sino más bien que tenía como destinatario, ella.


Ainé entrecerró los dedos y en el espacio negativo se formó Nariya y ya lo tuvo todo más claro. Sólo precisó un movimiento de muñeca en la dirección correcta y la roca en el extremo más alejado al rey de la manada y de su propia posición, tomó la forma de un osezno inocente y regordete que daba torpes pasos en dirección a las cazadoras. Sobre el casi cuello invisible, el peludo llevaba anudado su pañuelo ya teñido de rojo , como aliciente para un perfecto banquete.


Las leonas fijaron su nuevo objetivo, mucho más apetecible y mucho más grande que el anterior. Y se abalanzaron al unísono sobre él, y tras ella, el león.


No podría correr. Quedaba bastante claro que por velocidad, sus contrarios le llevaban ventaja, así que sacudió de nuevo la mano, y en un giro diferente al anterior, cogió al vuelo el pergamino con la mano que le quedaba libre.


La piedra se resquebrajó tras el choque y las fieras formaban una nudo confundido y aún más rabioso. Ella, retrocedió y se coló por una de las compuertas entreabierta por donde el personal del zoo entraba la comida y que antes no había avistado, salvando el pellejo... por ahora.



 

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No hubo respuesta. Después del tercer intento dudaba que hubiese alguien adentro. Suspiró sin ganas y se volvió hacia los malamutes —¿A donde ha ido al Arcana? —ellos la miraron sin darle una respuesta, no le quedaba más remedio que esperar. Dejó de insistir y pensó en lo que podría hacer en los siguientes minutos, era una bruja muy paciente cuando no se aburría, por lo que decidió hacer un recorrido por los alrededores, quizás encontraba más criaturas o alguna serpiente con la que pudiera seguir practicando su parsel.

 

Todavía tenía dudas respecto a la habilidad, ¿qué podría llevar a alguien a querer convertirse en algún animal y con qué propósito? La idea no le desagradaba para nada, pero para ella todo tenía que tener un razón de ser. Si decidía transformarse en cualquier criatura, ¿se haría más fuerte? ¿Podría sentir la libertad que las águilas sienten al surcar por los aires? ¿O empezaría a actuar más motivada por los instintos? Pensó una vez más en su encuentro con Lawan, en las diferentes pruebas por las que tuvo que pasar y la conexión lograda con las serpientes fue única. Quizás al final del día aprendería a ver el mundo de manera distinta. O eso era lo que esperaba.

 

Levantó la vista para darse cuenta de que había llegado al río con los malamutes pisándole los talones —Buenos chicos —dijo acariciando cariñosamente la cabeza de ambos. Se arrodilló para rascarle las orejas hasta que finalmente se sentó. El agua del río estaba fresca. Se sacó los zapatos y las medias, dejando que sus pies se sumergieran y se relajó, con los ojos cerrados reclinó su cabeza de tal manera que apuntara hacia el cielo, dejando que unos pocos rayos del luz la acariciaran. Una lengua muy húmeda la hizo volver a la realidad.

 

—¿Qué crees que haces? —dijo riendo —¿Crees que la Arcana ya haya regresado? Yo no. Mejor quedémonos un poco más, les prometo que regresaremos corriendo —.Sacó los pies del río y se tiró de espaldas. Al cabo de un rato volvió a ponerse los zapatos y caminó de regreso hacia la morada de la Arcana, con los pensamientos un poco más claros y con mayor claridad acerca del por qué quería convertirse en una Animaga.

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En la Cueva

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Los ojos de la bruja brillaron en un tono rojizo cuando volvió a abrir los ojos, esta vez observando el fondo de la cueva donde la oscuridad reinaba todavía más que nunca

Tenían que encontrar un tesoro y hundirse en aquella aventura para poder llegar hasta donde el destino les indicaba, pero era obvio que para ello tendría que usar otros sentidos aparte del de la vista, puesto que lo que detectaba... estaba más allá de lo que los ojos podían captar; mucho más profundo, mucho más oculto y solamente las vibraciones sonoras eran capaces de indicarle el grosor y la diferencia entre las superficies de roca, una hoja caida, los cuerpos de los pequeños murciélagos que chillaban y revoloteaban a los alrededores...

Y el guano y la arena en el suelo

Comenzó a andar y algunos de los murciélagos la siguieron, aún revoloteando y emitiendo chillidos para localizarse entre ellos aunque algunos chocaban de vez en cuando

Pero entonces, algunos de ellos comenzaron a volar más cerca de la cabeza de la Snape, como si estuviesen viéndola de forma más fija y la alentasen a levantar la voz y a imitarles; incluso uno hacia esfuerzos para quedar al lado de su cabeza y mostrarle como abría el pequeño hocico y movía las orejas

-Uh?

Dijo la pelirroja mirando al animalito que le ponía bastante entusiasmo

-Pero cariño, yo todavía no consigo hacer el cambio mágico... mira... -una columna de humo la envolvió por unos segundos antes de dejar ver a otro pequeño ratón volador justo con el resto y que revoloteaba bastante fastidiado

Unos momentos más tarde, se paraba la mujer de nuevo en el suelo y negaba con la cabeza

-Esto no es animania, eso es solo ser... un vampiro

Suspiró pero de todas maneras, sentía que algo estaba cambiando. Parecía que ese breve momento al lado de aquellas criaturitas había despertado un algo con su magia, algo que estaba revolviendo su poder y le estaba queriendo impulsar a... abrir unas alas más grandes; volvió a intentar escuchar el eco de su propio sonido y volvió a caminar, apuntando en una dirección hasta que después de un largo camino, señaló una zona especialmente blanda en la oscuridad, el guano y la manera en las que sus piernas se hundían

El sonido era cada vez más estridente y su magia parecía pedir algo a gritos

-Ahí abajo, puedo escucharlo aquí abajo -le dijo a su profesora, con los ojos cerrados y sintiendo cada vez más presión en su propia magia

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  • 2 semanas más tarde...

La Arcana dejó de escuchar a la muchacha. Estaba a gusto con ella, en el interior de aquella cueva, rodeada de aquellas aves oscuras. Los murciélagos parecían mostrar un respeto hacia ella, guardando cierta distancia, siguiéndola de cerca. Sus ojos rojos relucían en aquella semi penumbra, aunque la varita de ella seguía preparada. Notaba que aquellos seres no se sentían del todo a gusto con ella. Le extrañaba. Suluk Akku pensaba que había reconocido su esencia de animaga en ellos.

 

Pero aquí estaba segura. De momento. Ahora, la Inuit había detectado varios peligros en sus otros alumnos. Los había descuidado y presentía que pronto tendría problemas. Por ello, habló a su aprendiz con un tono alegre que disfrazaba su preocupación:

 

- ¿Recuerdas que, en mi casa, te mostré los tres lugares donde la leyenda habla de tres partes enterradas del tesoro? Aquí encontraremos uno. Encontrarás, mejor dicho. Tus otras compañeras - ahora le dio a entender que la había oído cuando le anunció una tercera pupila - parecen estar en peligro. ¿Podrías quedarte a solas con ellos? No puedes comértelos, deberías confraternizar con ellos porque pueden ayudarte. Piensa en algo bonito que te gustaría descubrir e intenta mirar a tu alrededor con otros ojos.

 

Le sonrió al ver que la muchacha se desanimaba a su primer intento (bueno, tal vez el segundo, o el tercero...).

 

- Yo fallé durante años y mi maestro daba golpes con los pies en el hielo. Era un gesto muy desagradable en Groenlandia, con el que señalaba mi ignorancia. Pero yo soy persistente y conseguí demostrar mi valía. Sólo tienes que tener paciencia. Y encontrar ese objeto porque con él podrás convertirte en un animago. - Le guiñó un ojo. En realidad, no lo necesitaría cuando dominara esta Habilidad pero, ahora, era un aliciente en su lucha por doblegar las cadenas que le impedían convertirse. - Vuelvo en un instante. Ni notarás que me he ido.

 

Ciertamente, la chica Snape no la vio transformarse en su animal preferido: la gaviota. Con ella, sobrevoló el trecho que la separaba de su última alumna, la mujer de pelo azul que conocía de antes, de mucho antes, cuando vino a ella para lo mismo que ahora, aprender a dominar su Animagia oculta. No podía detenerse así que, en el mismo aire, invocó un Haz de la Noche con el que llegó al instante a su paradero.

 

De todos los peligros existentes, la que tenía peor posibilidades de sobrevivir era la felina que dormitaba en aquella mujer también de pelo azulado. Por ello, bajó hasta rodar el límite del hielo que rodeaba su vivienda y llamó a los malamutes que acompañaban a la muchacha Lavigne, ordenándoles que obligaran a la muchacha a correr, a alejarse, a huir de ellos, acosándola. Tal vez, con un poco de presión la muchacha sintiera la necesidad de transformarse en algo que le alejara de aquel peligro.

 

Ella le estaría esperando, posada en el árbol que contenía la tercera parte de aquel increíble tesoro que debían encontrar sus alumnas. Estaba colgado delante de un avispero. La muchacha sólo podría conseguirlo con su forma de animaga o moriría en el intento. Las picaduras de estas criaturas eran mortales.

 

La gaviota cerró los ojos y se proyectó de nuevo hacia el lugar que ocupaba la alumna herida.

 

- Es interesante ese truquito del pergamino, Sacerdotisa.

 

A Suluk no se le escapaba las particularidades de los chicos que pasaban por su manos. La Arcana la miraba desde una de las rocas cercanas al hueco en el que se había agazapado, acuclillada en ella.

 

- Deberás encontrarme en un árbol, junto a los hielos de mi vivienda, en el bosque circundante. Deja de huir y enfréntate a ellos. Cuando lo hagas, el pergamino te llevará de nuevo a mi casa. Allá estaremos todos. No pierdas el pergamino o te quedarás aquí dentro para siempre, de una forma u otra.

 

La imagen de la Arcana desapareció, dejando sola a Aine Malfoy.

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En la Cueva

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La bruja intentaba concentrarse en lo que había debajo de sus pies, ya que se suponía que tenía que conseguirlo, era muy importante y su maestra había recalcado firmemente que tenía que encontrar aquello; habia hecho un gran esfuerzo por seguir la guía de los pequeños murciélagos, usando solo sus oidos mientras hacía pequeños sonidos para detectar la ubicación exacta de aquel tesoro cuando escuchó a su maestra decir que le dejaba

Ni siquiera escuchó el resto, en ese segundo abrió sus ojos y empezó a ver con alarma creciente a los alrededores, intentando ver algún rastro de la inuit

-Que se va, que me deja,que cómo!!?... AHHHH, no, no me deje aquí sola!!

Pero la maestra se había esfumado como si se hubiese convertido en humo llevado por la brisa provocada por las alas de los roedores que continuaban chillando y volando a su alrededor

La bruja pelirroja encogió la cabeza entre los hombros, con un tic en un ojo y el ceño fruncido mostrando que ahora estaba bastante molesta por el hecho de haber sido dejada ahí; pero solo por unos segundos, no podía faltarle el respeto a su profesora cuando esta había sido muy paciente y le hubiese despejado sus dudas, animándola a continuar con su aprendizaje y llevándola justo al sitio donde mejor se le daría una expansión de su magia, si es que en verdad quería completar aquella enseñanza

Suspiró profundo y de inmediato el aroma a excremento le llegó, provocándole un fuerte estremecimiento

-Pero... ah... tengo que... -tembló de nuevo, era consciente de lo que iba a tener que hacer para obtener aquel tesoro escondido al fondo de esa cueva -no quería meter las manos en el guano!!

Chilló cerrando los ojos y riéndose con miedo, casi segura de que los murciélagos se estaban riendo de su comportamiento

Eso era lo que menos le importaba, realmente esa no era su idea al entrar a estudiar una habilidad que le hacía tanta falta, pero tampoco tenía demasiadas opciones al respecto ahora; algunos sacrificios tenían que ser hechos en pos del aprendizaje y ahí estaba el suyo, uno de los que mayor ansiedad le daba: la multitud de enfermedades que esos desechos podían provocarle. Iba a tener que darse una ducha de alcohol en Santos Mangos una vez saliera de aquello

O... podría ir corriendo a ver a sus hermanas y abrazarlas así tal cuál

Se iba a ganar una maldición pero valdría la pena, suponía

Se sentó en el suelo blando, sintiendo como se hundía en aquella sustancia polvorienta y húmeda y haciendo un esfuerzo para no respirar, se guardó la varita y comenzó a cavar; el movimiento de las manos era continuo y se esforzaba en recordar, en sentir... el sonido que había hecho, lo que había visto en aquella cueva, el momento en que sin ser magia animaga había revoloteado por unos instantes con aquellas criaturas, como si fuese una mas de estas...

Y aún así, algo era diferente en su interior

Su poder como vampiro se sentía a gusto con aquellos seres, era como estar en familia pero entonces, sentía algo similar a un filamento de magia que corría en paralelo y luego, se separaba en otra extensión que le indicaba que no era del todo correcta su percepción; que como siempre, aquella fuente de magia que la conectaba con su especie, también tenía un espacio único y diferente del resto, algo que la resaltaba y que por ende, era parte de lo que significaba ser ella, lo que era que pudiesen reconocerla entre cien vampiros más.

Sus manos temblaban con el trabajo, mientras mantenía un poco los ojos cerrados y trataba de entender aquella fuente de magia, que en la oscuridad de sus párpados parecía brillar como un pequeño río rojizo y dorado

Y si seguía esa luz?

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Sus dedos chocaron contra una pequeña superficie de madera, caliente ahora al tacto y la sostuvo entre sus dedos por unos instantes...

...............................................................

PAF

La caja que había alzado unos momentos antes había caído por reacción a la sensación de su cuerpo desvaneciendose, convirtiendose en algo semi líquido y luego, golpeando la suavidad del guano debajo suyo al tiempo que el vientre le ardía al haberlo aterrizado justo encima de aquella caja; los murciélagos a su alrededor ahora chillaban más fuerte y empezaban a girar más rápido, aleteando y parecían bastante molestos y asustados aunque... ya no podía verlos bien

Si les distinguía pero como si hubieran cambiado colores

Y los sonidos bajos que soltaban, por más que movía las orejas no lograba distinguirlos... en realidad, lo que fuera que hciiera eco en las paredes ya no llegaba a sus sentidos como antes

Y la cueva parecía haberse vuelto gigante

-AHHHHHHHHHHHHHHHHH!!

El ladrido raro que soltó, había salido de su boca mientras que sentía como si un extraño pelaje caliente se erizara del susto por todo su cuerpo, para luego, volver a apoyarse adolorida sobre la cajita que ya no era pequeña sino de un tamaño más grande

-QUE DEMONIOS ES ESTO!!? -volvió a ladrar antes de desmayarse del susto, con los ojos girando como pequeños torbellinos

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La Arcana contemplaba a sus alumnos, allá arriba, en la rama de aquel árbol, esperando verles llegar. Tardaban. ¿Cómo es que tardaban? ¿Es que se habían muerto en el intento? La mujer de pelo azulado tenía todas las posibilidades de ello si no se daba prisa en transformarse. Aquel león rugía demasiado amenazadora cerca de ella, así que esperaba de ella algo más que un nulo intento. La otra chica puede que no se hubiera dado cuenta de que los ladridos de la malamutes se transformaban en aullidos para perseguirle de forma fiera.

 

La magia de una varita no ayudaría a ninguna. Entonces... ¿La tercera por qué no venía? Era la que más fácil tenía para llegar a su destino, para cruzar el Portal que le vincularía. ¿Habría pasado algo que no veía con la distancia en que quedaba la cueva? La recordaba gritando cuando abandonó el contacto físico con ella... ¿Le habría entrado el pánico y los murciélagos de la misma la habían atacado?

 

- Si se muere algún pupilo, tendré remordimientos - mumuró/pió en la rama.

 

Como aún no llegaba ninguna de sus pupilas, decidió ir a buscarla. No le llegaba su esencia animal, tenía que esforzarse mucho para notarla. Eso no podía ser bueno. Así que se hizo humo al atravesar un portal. Llegó a la cueva tan rápido que la rama que había soportado su escaso peso aún se movía cuando la anciana entraba despacio en su interior, apoyándose en la vara de cristal que había invocado.

 

- ¿Señorita Snape...? ¿Está usted bien?

 

La Anciana Arcana arqueó las cejas al ver la transformación, muy bien hecha, por cierto, de su pupìla.

 

- Debo confesar que ésto no me lo esperaba - dijo en voz alta.

 

Con un movimiento de la vara alejó a los murciélagos que se lanzaron al exterior de la cueva con un gran ruido de aleteos furiosos. Ella percibió sus desesperados gritos. Eran animales que le causaban pena; como había leído una vez en un antiquísimo papiro de Animagia, "eran animales ciegos a los que nadie escucha gritar constantemente, desesperadamente, para poder orientarse de alguna manera".

 

Ahora entendía el motivo por el que los murciélagos se habían asustado tanto con la presencia de Hayame Snape en la cueva. Era un zorro volador de la fruta, no un murciélago cualquiera. Podía llegar a medir metro y medio y sus alas eran tan grandes que se podían envolver con ellas. La muchacha era un lindo ejemplar desmayado de la impresión. Era lo suficientemente diferente a aquellos animalitos como para que ellos le temieran. Y pensar que la Arcana la había motivado a que utilizara sus oídos... Esta especie no usaba el ecolocalizador y sí la vista para orientarse y alimentarse. Suluk sonrió para sí misma, nunca se había confundido tanto con una pupila. ¡Estaba maravillada!

 

- Muy bien hecho, querida. Pero has de practicar a convertirte sin desmayarte en cada intento o cualquier depredador hará tiritas de ti. Despierta... ¡Señorita...! ¿Se encuentra bien? Levántese. Es una especie en peligro de extinción...

 

La azuzó con la punta de la vara, dudando si sacarla así al aire libre para que le diera el fresco o si lanzarle algo de agua en... ¿el morro?

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