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Animagia


Suluk Akku
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Mientras el mago observaba a la arcana, se preguntaba en cuáles animales ella podía convertirse, además de la gaviota ártica. Intentó adivinarlo por sus facciones, pero resultaba un poco complicado. Él podía verse a sí mismo como el leopardo en el que se convertía por la forma de su cara, su andar y actitud. Sin embargo, la arcana ya había perdido los rasgos de la juventud de su rostro y eso le complicaba sus conjeturas. Le hacía ilusión que la bruja pudiese convertirse en un oso polar o en algún animal marino, pues a él le hubiese encantado poder elegir a alguno de ellos, pero el leopardo le había escogido a él y no al revés. Tal como había sucedido con su varita un par de décadas atrás cuando se disponía a estudiar en Hogwarts.

 

- Hace un par de semanas, si no estoy equivocado -respondió, aceptando el té. Suluk se estaba comportando como la abuela que siempre había querido pero que nunca había tenido y de repente la cabaña le parecía mucho más cómoda y hogareña que las miles de habitaciones en la Casa Clarence-. Ahora que menciona nuestras emocionas, creo que tiene toda la razón. Ha sucedido unas cuatro veces y generalmente ha sucedido cuando me siento amenazado, asustado o enojado; y el efecto dura hasta que logro calmar esas emociones tan fuertes. Lo cierto es que me siento como la primera vez que descubrí mi magia, que exploté un banquete entero con tan sólo mi mente porque me sentía muy enojado.

 

» Y supongo que, por eso mismo, es que me siento tan vulnerable.

 

Una de las cosas por las que de pronto no podía controlar la animagia, era porque este tipo de magia le recordaba a los primeros años de su niñez, cuando fue echado de la Casa Clarence y enviado al Castillo Browsler. Edmund había vivido engañado toda su vida. ¿Sería por eso, tal vez, dado que sus emociones estaban a flor de piel? Aún no se acostumbraba a todos los nuevos cambios y dudaba poder llevarlos consigo por el resto de sus días. Y, no obstante, aún no sabía si podía resistir a su destino.

 

- Gracias por el té -comentó una vez que lo había terminado, así que le devolvió la taza a la arcana. Se sentía mucho mejor, como si el té se tratase de una poción herbovitalizante.

 

Y entonces la maestra Akku respondió a su pregunta con respecto a la animagia múltiple.

 

- Entiendo y estoy de acuerdo -respondió con franqueza-. Lo primero en este momento es poder dominar al leopardo. Aunque sí, gustaría poder transformarme en algún otro animal alguna vez. Especialmente si es uno que yo pueda elegir como tal y no que se me haya impuesto.-El joven mago estuvo a punto de preguntarle a la arcana sobre su historia con la animagia. Cuál había sido el primer animal en que se había podido convertir y cómo lo había hecho. También quería saber como ella lo había dominado. En lugar de eso, respondió-. Sí, me ayudó mucho el té, ya siento que he recuperado mis energías.

 

» Siempre he sentido que tengo este tipo de magia en mí, no se como explicarlo, pero es como que este animal ha habitado en mi interior desde que tengo uso de razón. Comenzó a manifestarse desde que viajé a este continente hace unos meses. Primero eran tan sólo los himplidos, luego la postura, y después la transformación completa una vez que estuve en Aokigahara, el Mar de Árboles.

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La anciana escuchaba con sumo interés a su aprendiz, fascinada por el relato de su descubrimiento de la animagia. Desde su llegada a Mahoutokoro se dedicó a estudiar la cultura japonesa y por lo tanto oyó hablar de Aokigahara. Las leyendas no lo tenían como un buen lugar; de hecho, se consideraba que el llamado mar de árboles estaba maldito, razón por la cual tantas personas se quitaban la vida ahí —¿o quizás fue maldecido debido a los suicidios?—. No podía evitar preguntarse qué hacía el joven Edmund allá; de hecho, quería oír toda la historia acerca del viaje a Japón. Era conciente de que no se contendría, por supuesto, pero elegiría un mejor momento para concentrarse en ello. Ahora, le interesaba enfocarse en otros temas.

 

Suluk dejó la taza vacía del mago sobre uno de los muebles y le hizo un gesto para que lo siguiera. En cuanto a la otra bruja, decidió que lo mejor sería darle su espacio y dejar que la buscara cuando se sintiera lista para continuar; no tenía problemas con que se quedara en su morada, siempre y cuando no estuviera husmeando demasiado.

 

Y no se equivoca, Edmund —respondió Suluk, cuando se encontraron afuera del iglú. Ya que el mago se sentía mejor, podrían hacer de aquel proceso de aprendizaje un poco más entretenido—. No somos nosotros los que elegimos nuestro animal; es parte de nosotros desde siempre, aunque no lo descubramos hasta mucho después.

 

»Como se ha dado cuenta, hay un motivo para estas transformaciones accidentales que ha sufrido. Aprenderemos a controlarlo, pues lo que queremos es que sea capaz de usar la animagia a su voluntad, ¿no es cierto? No tiene que compartir más detalles si no lo desea, pero quiero que se concentre en la primera vez que tuvo una transformación completa. Qué fue lo que lo provocó y por qué reaccionó así. Y quiero que intente controlarse, si sus recuerdos son muy vívidos, pero que intente convertirse en un leopardo de forma tranquila y natural. Que no sea un estallido o un impulso, sino su voluntad. ¿Entiende lo que quiero decir?

 

»Sígame —le dijo, antes de que Edmund tuviera la oportunidad de hacer alguna réplica.

 

Extendió los brazos y agitó las alas negras de estornino pinto, un ave de la sabana africana al igual que el leopardo. Comenzó a volar, aunque no tan rápidamente para no perderse de Edmund. Todavía no tenía un rumbo fijo, sólo intentaba poner a prueba al mago.

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Siguió a la arcana hacia las afueras de la vivienda y le escuchó atentamente. Todo lo que decía era cierto y suponía que había llegado la hora de poder trabajar en dominar la animagia, específicamente al leopardo. Browsler iba a preguntarle un par de cosas a Suluk, pero no pudo porque la anciana se había convertido en un pájaro en un abrir y cerrar de ojos. Y ahora estaba volando por los aires.

 

Entonces Edmund cerró los ojos e intentó concentrarse.

 

- ¡James! -gritó y avanzó en la penumbra.

 

Desde el principio, cuando fue notificado sobre el paradero de su primo mayor, se había imaginado cuál había sido el destino del mismo pues conocía de antemano la fama de aquel lugar. Al haber ido a ese sitio también ponía en peligro su misma vida, pero la habría dado en lugar de la del mago que colgaba inerte de lo alto del árbol, cuyo cuello tenía una soga de color marrón alrededor. Edmund lo observó un rato con los ojos vacíos... y el alma también. El silencio sepulcral del bosque le daba un aspecto espeluznante en aquella noche sin luz de luna, hasta que una voz rompió el silencio.

 

- Pobre alma, ¿acaso no quieres acompañarle?

 

La voz de mujer le sobresaltó.

 

El cuerpo del mago comenzaba a temblar violentamente, como si estuviese teniendo un ataque convulsivo. Aunque aún se encontraba de pie.

 

El mago se giró sobre sí mismo lentamente.

 

Frente a él se encontraba un espectro con aspecto de mujer. A pesar de que él había visto a muchos fantasmas en su vida, como los de Hogwarts, ninguno le había asustado como aquel, ni siquiera el Barón Sanguinario cuando les jugaba bromas a los estudiantes de Gryffindor. El fantasma era escalofriante, con grandes ojos que desprendían un aura aterrador, figura esquelética y voz escalofriante. Browsler se quedó quieto, recordando las palabras de Aldair en su interior, que solía decirle cuando era niño y tenía miedo a los fantasmas "Hay que tenerle miedo a los vivos, Edmund, no a los muertos".

 

Luego, el mago comenzó a sentir un cambio en su interior. Sintió como su cuerpo de encorvaba hasta quedar en cuatro patas. Después de esto, el espectro se fue.

 

Y cuando giró, el cuerpo de James tampoco estaba allí. Tan sólo la soga colgando.

 

Nunca antes había sentido tanto miedo.

 

Browsler abrió los ojos, encorvado en el suelo, casi de cuclillas. Observó sus manos.

 

Aún eran humanas.

 

"Aldair, ¿será que he fallado?" Pensó para sus adentros, pero no se rindió. el mago observó que el ave se iba alejando cada vez más, porque decidió seguirle. Comenzó con un trote suave que luego se convirtió en una carrera para poderle seguir la pista a la arcana. Y entonces lo sintió. Esa conexión que había sentido veces atrás, había regresado. No sabía exactamente qué era lo que estaba impulsando esa emoción, pero siguió corriendo. Corrió y corrió, pues para su suerte, era un atleta nato.

 

- No tengo miedo -se dijo y luego gritó-. ¡No tengo miedo!

 

Poco a poco fue dejando de correr sobre dos pies a comenzar a correr sobre cuatro patas. Ahora corría tan velozmente que había sobrepasado a la arcana en la carrera, y eso que esta última iba volando.

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Suluk observaba a su alumno desde los aires mientras el viento frío golpeba sus alas pero apenas lo sentía, volar con el clima así era lo más normal para ella asi que comenzó a volar en círculo sobre el cielo mirando a Browsler.

 

Desde las grandes alturas la gaviota ártica veía el rostro ansioso del hombre, supuso que estaba recordando la primera vez de su transformación, veía el cuerpo de Edmund cambiar de su forma humana a la de Leopardo y viceversa. Sus sentimientos humanos eran más fuertes que la transformación por eso el animal en el mago apenas podía quedarse por un tiempo definido.

 

La animaga se permitía tener un par de pensamientos humanos pero era para no perder su humanidad, cuando de entregaba a sus instintos animales había animagos que perdían el rumbo de su destranformacion, con sus trescientos años Suluk lo había visto, aunque habían sido pocos esperaba que el Browsler no fuera uno de ellos.

 

<<Animo>>

 

Lo alentó a seguir mientras ella aleteo aprovechando las corrientes de aire para planear sobre el cielo, el aire puro entraba por sus pequeños orificios nazales llenando su pecho de aire para ser más ligero. Había cerrado los ojos un momento saboreando el viento llevar su cuerpo por las corrientes y cuando los abrió la figura felina de un leopardo corría delante suyo.

 

Con su pico hizo el ruido de un graznido a modo de felicitaciones al Leopardo y dejó que el animal guiará el camino, la animaga deseaba ver si había controlado al fin la animagia para ponerlo a prueba cuando regresaran al iglú, mientras tanto dejaría que Edmund aprovechara su momento.

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Era libre.


Era veloz.


Era fuerte.


Era un leopardo en esta oportunidad que había logrado dominar. Suluk había tenido la razón todo el tiempo, la única manera de poder conotrolar la animagia que tenía en su interior era al poder poner sus emociones en orden y vencer sus miedos. Y eso había hecho. Una y otra vez mientras se había debatido internamente como proseguir. Justo cuando se encontraba más perdido que nunca, se encontró a sí mismo y el resultado había sido espléndido.


El leopardo avanzaba velozmente guiando la marcha, sentía la brisa fía golpear su rostro peo estaba tan emocionado por ello que no le importaba no estar en su hábitat como tal.


No supo cuando tiempo pasó, pero disfrutó cada segundo de su transformación como animal. Dio saltos muy altos, intentando alcanzar al ave, la arcana, pero le fue imposible poder alcanzarle. Ni siquiera había estado cerca. Trepó con gran habilidad un árbol y observó el paisaje que tenía frente a él mismo. Luego se lanzó del árbol al suelo y cayó de forma grácil, sin sufrir ningún tipo de daño. Puso a prueba su agilidad también, saltando roca sobre roca de la manera más rápida que le fuese posible. Se sentía muy activo.


Al rato notó que había perdido a la arcana y pensó que era lo mejor.


Edmund también era solitario como el leopardo, por lo que un tiempo a solas le venía muy bien dado que podría conectarse consigo mismo mucho mejor. ¿De verdad había perdido a la arcana o esta le había dejado aquel tiempo libre justo para eso. El leopardo bajó la colina, disminuyendo la marcha y luego se sentó, quedándose quieto como una estatua, para mirar el horizonte. Mientras observaba se preguntaba sobre el paradero de James, su primo, pues lo sucedido en Aogikahara le había parecido una ilusión. ¿Es que acaso si había muerto?


Decidió dejar de pensar en ello, pues no tenía las respuestas y era tiempo perdido, para ver si podía hacerlo de nuevo. Y si puedo. Por voluntad propia, el mago volvió a su figura humana y luego a la figura animal en cuestión de segundos. Se sentía mucho más confiando con la animagia.


Después de un tiempo, decidió volver a la vivienda de la arcana para darle las gracias por todos sus sabios consejos. Así que apretó la marcha en la forma de leopardo para llegar hasta la humilde morada lo más rápido que pudiese. Nuevamente disfrutó cada segundo de la figura animal.


Al llegar, volvió a su forma humana.


Suluk, quién le esperaba allí, pudo ver como se transformaba.


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La gaviota grazno al ver a su pupilo disfrutar de su transformación, se alegraba por él y que había conseguido dominar sus miedos poniendo sus emociomes en orden al fin.

 

Dejó que el Leopardo disfrutara, ella ya había logrado su cometido que era enseñar a su joven pupilo a controlar su animagia, la gaviota bajó para dar media vuelta en el aire asi volver a su hogar dónde esperaba que pronto apareciera su nueva alumna.

 

Planeó disfrutando sus últimos segundos con su animagia, amaba sentir el frío y le entraba la nostalgia de su hogar, sus alas se agitaron un poco cuando las retrajo y ya la gaviota ártica no estaba sino la ocupaba la figura femenina de una mujer adulta de cabellos blancos que llevaba puestas sus pieles y la capucha de piel de oso le enmarcaba su pequeño rostro cubierto de arrugas.

 

Suluk avanzó por el camino hasta su casa dónde sus cuatro malamutes salieron a su encuentro moviendo sus rabos, saltando y ladrando con devoción a su ama.

 

- Suu, Aga, ya estoy en casa- saludó a los canes.

 

La animaga se quedó afuera a esperar Edmund, que llegó varios minutos después de ella como Leopardo pero enseguida volvió a ser el hombre que había llegado a ella pero su rostro mostraba un brillo especial.

 

-Bien joven Browsler es hora de avanzar- le dijo sacando su vara de cristal pero antes sacó un anillo igual al suyo pero de aprendiz y se lo entrego a su pupilo - quiero que vayas al parque nacional Serengueti y protejas a los animales de unos cazadores- le pidió.

 

-No quiero que los mates sino que busques una forma que los encargados del lugar los atrapen y asi evitar su caza contra los pobres Leones y Leopardos del lugar- con su vara abrió un portal que lo llevaría a dicho lugar - cualquier cosa estaremos comunicados con el anillo-

 

-Buena suerte- susurro.

Editado por Suluk Akku
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Kaori M.

 

Aun era temprano en la mañana y Kaori ya se encontraba dando vueltas por el departamento. Se había puesto un cómodo vestido verde oliva muy claro, de escote en V y sin mangas, le llegaba hasta la rodilla y tenía un lazo justo debajo sobre sus pechos y encima de su pancita de embarazada. Llevaba zapatos de ballerina muy cómodos ya que por lo general las clases de habilidades o libros siempre podían ser un poco complicadas.

Terminó de hacer el desayuno y sin darse cuenta sirvió dos tasas con café recién hecho, fue un acto inconsciente ya que su esposo se encontraba de viaje desde hace un par de días. Sin duda lo extrañaba mucho y sabía que se molestaría con ella cuando se enterara que finalmente se inscribió para certificarse en animagia. Si bien él sabía que podía convertirse a voluntad en un animal desde hace años, siempre que le preguntaba cual era, la bruja cambiaba de tema.

El desayuno que se preparó no se veía para nada apetitoso, era una mezcla toda rara que incluía pepinillos, pero que al parecer al bebé le gustaba mucho pues no paraba de dar pataditas en su vientre. Luego de dejar ordenando la cocina, buscó las indicaciones para llegar a la vivienda en donde se supone que encontraría a la Arcana Suluk. Esperaba que en esta oportunidad las cosas se dieran mejor que con la última habilidad que había cursado.

Teniendo eso en mente la pelinegra guardó un par de cosas en un bolso beige. A pesar de que a los Arcanos no les gustaba la magia Uzza, guardó los amuletos que había ido reuniendo con el paso del tiempo. Su varita, unos dulces y una botella de agua. Cuando tuvo todo listo se puso una túnica de viaje y abrió un portal que sin dudar atravesó.

El aire frio fue lo primero que sintió en sus mejillas, pero en realidad no le molestó en lo absoluto, de hecho, se sentía reconfortante y sabía que era debido a esos extraños acontecimientos que le habían estado sucediendo desde hace un par de meses. Suspiró apartando la idea de quedarse un rato a jugar con la nieve.
Arrastrando los pies se acercó a la entrada de la sencilla cabaña y tocó la puerta, no sabía si la Arcana estaba en casa pues todo estaba en silencio, pero confiaba en que tuviera alguna forma de saber si tenía algún alumno nuevo. Sin saber cuánto tiempo tendría que esperar la pelinegra se dedicó a observar como los copos de nieve caía, era un poco hipnotizante a decir verdad.

 

—Hola...Arcana Suluk...¿Hay alguien en casa? —preguntó la Delacour luego de rato mientras volvía a tocar la puerta, esta vez un poco más fuerte.

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Una vez que entró a la viviendo, notó el cambio de actitud de los canes. Ya no le tenían miedo, a lo mejor se habrían acostumbrado a la presencia del mago y del leopardo también.

 

La misión que le había dado la animaga de verdad le había sorprendido. Se trataba de salvar a unos animales muggles de un grupo de cazadores. Cuando le comentó que no podía matarles, Browsler entornó los ojos. Personas que asesinaban a animales se merecían nada menos que la muerte. Lo que le había sorprendido de aquella misión era que no se trataba de algo que tuviese que ver con criaturas mágicas. Pero ahora que lo pensaba mejor, él se estaba conectando con un animal muggle y no mágico. Se preguntó si habría algún animago que alguna vez se hubiese transformado en un animal mágico, como un fénix, por ejemplo. Sin embargo, se guardó esa tonta pregunta, suponiendo cuál iba a ser la respuesta.

 

Edmund se colocó el anillo y se transformó en leopardo en un santiamén. Cruzó el portal velozmente, y en un abrir y cerrar de ojos, ya se encontraba en África.

 

"Este si es sitio para un leopardo" pensó para sí mismo.

 

Tal vez era que ya se encontraba en su hábitat de natural, pues el leopardo corría a una velocidad impresionante. Notó que en su forma animal era capaz de comunicarse con otros animales, especialmente con los felinos. Encontrar a los cazadores iba a ser una tarea difícil en aquel sitio tan inmenso, pero recordó que ellos lo hacían de noche. Así que esperó un par de horas a que cayera el sol y se reunió con la manada de leopardos. Podía usar dos estrategias, observar de lejos para ver si se acercaban los cazadores, o intentar ser una presa más arriesgando su vida. Luego se surgía un problema más grave, ¿cómo iba a acercar a los encargados de la zona hasta aquel área? Dudaba que confiarían en un leopardo.

 

Y entonces se le ocurrió.

 

Era mejor llevar los leopardos hasta ellos.

 

El animago, en forma de leopardo, se acercó a la manada y les pidió que movieran su posición, himplando. Era extraño, pero después de explicar los peligros, todos accedieron. Y así fue como la manada se movió, lo más cerca posible hacia la zona de los encargados. Edmund se alejó de ellos y se dirigió a una colina alta. Los vio. Lo cazadores parecían confundidos por el comportamiento de los leopardos y los comenzaban a seguir. Todo iba acorde al plan. Ahora debía buscar a los encargados. Bajo como flecha veloz hacia la pequeña casita y se saltó la pequeña verja. Embistió la puerta principal pero no fue capaz de abrirla así que empezó a arañarla con toda fuerza. Cuando uno de los encargados abrió la puerta, se asustó demasiado e intentó cerrarla pero el leopardo ingresó a la estancia. Era entendible su temor, Edmund era el leopardo más grande que jamás se habían visto aquellos ojos muggles. Tan sólo los nundu eran más grandes.

 

Empujó a todos los encargados fuera, quiénes tenían sus armas.

 

- ¡Pero que demonios!

 

- ¿Qué rayos le pasa a este leopardo?

 

A regañadientes, los encargados le siguieron y dieron con el grupo de cazadores. Los mismos intentaron escapar pero ellos pudieron llegar a tiempo. El leopardo mordió una las piernas de los cazadores para que no escaparan. Suluk le había dicho que no los matara, más no le había dicho que no les lastimara. Aquel cazador tenía una pierna de más. Y tampoco pasaba nada con que el otro cazador perdiese un brazo.

 

Al cumplir su misión, notificó a la arcana a través del anillo y un portal se abrió frente a él. El leopardo volvió a la vivienda justo a la arcana y a los malamutes.

 

Al cabo de unos segundos, se transformó en mago de nuevo.

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  • 2 semanas más tarde...

Suluk observó a su alumno cruzar el portal como un leopardo, ahora dependía de él encargarse de la misión dada, si todo salía bien podría hacerle la pregunta que tanto ansiaba el joven mago como todos los demás que iban a aprender de ella.

 

Ingresando a su vivienda puso agua a calentar, aún le quedaba una alumna por enseñar y que apareciera después de eso seguramente descansaria hasta que se le fuera informado de que tendría más alumnos. Cerrando los ojos por un momento Suluk estaba antenta a lo que el Leopardo hacia, le tomaría un tiempo llevar a cabo su misión al querer esperar de noche a que los cazadores salieran.

 

El ruido de la puerta de su cabaña la hizo abrir los párpados, se notaba la insistencia en los dos golpes dado. Magos siempre apurados, se molestó bastante con la persona detrás de su puerta, mientras se levantaba de su asiento para abrir a su visitante sacó la tetara del fuego para tomar el picaporte y abrir la puerta.

 

-Necesita algo?- le preguntó Suluk a la muchacha morena y embarazada que tenia frente suyo -¿Está pérdida jovencita?-.

 

Mientras esperaba a que la joven desconocida le dijera sus motivos de estar ahi sintió al joven Edmund listo para volver, Suluk observó todo lo que hizo y le permitió volver a la cabaña.

 

-Pasa muchacha que tengo cosas que hacer- le dijo a la joven para volver con Browsler.

 

-Muy bien Edmund pero estas listo para realizar la prueba?- le preguntó cruzando sus dedos entre sus manos.

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Edmund pensaba que el trabajo de la arcana era arduo. Siempre tenía que estar allí presente para los nuevos alumnos y estos parecía que iban y venían a cada rato. ¿Lo haría por dinero o únicamente por el placer de enseñar? Tal vez ambos. Además, a la edad que ella tenía, seguramente no había mucho por hacer y eso le daba compañía continua. Suluk parecía ser el tipo de persona que prefería pasar el resto de su vida impartiendo los conocimientos, en lugar de acostarse en una cama a esperar que la amiga muerte le visitase.

 

- Maestra Akku, espero que no se haya perdido ningún detalle de la misión -le comentó el mago mientras se sentaba, esperando que le pudiese brindar otra taza de té. La necesitaba-. Si fue duro, pero logré hacerlo.

 

>> Y sin matar a nadie, por supuesto.

 

Añadió, soltando una pequeña risita, pues si le había causado unas pequeñas graves heridas a los cazadores.

 

Justo cuando ingresó a través del portal, alguien tocó la puerta. La arcana se despertó, al parecer había estado tomando una siesta, y se dirigió hacia la puerta donde estaba esperaba una joven embarazada que él conocía. Era Kaori, su compañera de la Orden del Fénix. Y a pesar de que no habían tenido muchas experiencias juntos, Browsler la trataba como si de una vieja amiga se tratara. Después de todo, solía ser muy confianzudo.

 

- ¡Kaori! - saludó y se acercó para tomarle de la mano y darle un suave beso en el dorso de la mano e invitarle a pasar-. Al parecer eres de las que no les gusta estar en reposo mientras está embarazada, ¿eh?

 

Entonces la animaga se dirigió a él.

 

- Será un honor presentar la prueba, maestra Akku.

 

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