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Videncia


Sajag
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Me di cuenta enseguida de que me miraban. Tanto Heliké, como Sagitas y Sajag, lo cual provocó que me sonrojara. No estaba acostumbrado a llamar tanto la atención, a que me miraran fijamente esperando...algo, tanto que ni siquiera me salió la voz del cuerpo. Era alguien de acción, lo reconocía. Pero en aquel campo estaba perdido...

 

Al menos hasta aquel momento. Seguía preocupándome el hecho de aquella visión, pero al mismo tiempo tenía curiosidad por saber más, como también tenía la certeza de que, de alguna forma, lograríamos sacar aquel tercer camino que tan claro había sentido junto a Fenrir y el desconocido.

 

Dirigí la mirada hacia el Arcano mientras me hablaba. Parecía saberlo que había visto. seguramente minutos antes lo hubiera negado, alegando que nos inducía aquel pensamiento con el incienso o vete a saber qué. Pero tras la visión no intenté negarlo. algo en mi estaba seguro de que conocía lo que yo percibí, aunque sus palabras no eran claras.

 

- Gracias...lo haré... - contesté tras su referencia a Fenrir. El gran lobo blanco me había acompañado desde qeu tenía uso de razón, y por lo qeu Jack decía, desde mi propio nacimiento. el lobo y yo estábamos unidos, demasiado. Tan solo Sagitas y los más allegados en la familia sabían su verdadera naturaleza y nuestra unión. Por eso lo cuidaba, y sin embargo, no me preocupaba lo qeu el Arcano pudiera haber percibido del animal.

 

Mi madre pidió que nos permitieran atravesar juntos el portal, pasar al otro lado hacia la última prueba qeu demostraría qeu de alguna forma podríamos hacer uso de nuestro ojo interior, cosa qeu Sajag permitiría, fuera usual o no, de alguna forma nuestros caminos estaban entrelazados hasta el punto de que no estábamos seguros de si, en solitario, podríamos haber despertado el donde la videncia. Una casualidad, apuestas...cosas que para nosotros eran comunes nos llevaban a una gran verdad.

 

Por eso me puse de pie, sujetando unos instantes junto a mi a Heliké antes de dejar qeu saliera de las estancias de nuestro maestro.

Con un gesto de la cabeza me despedí del Arcano y corrí para alcanzar a Sagitas.

- He visto a Fenrir...he visto tres caminos. - le susurré mientras caminábamos hacia el exterior. - en algún momento tendremos que decidir. Alguien me ha dicho que tendré que decidir. Que eso marcará el futuro.

 

Si, me preocupaba. pero al mismo tiempo tenía la determinación de pasar aquella prueba. Si la familia dependía de ello, no podía echarme atrás.

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En su camastro, Sajag se removía, muy inquieto, acosado por una pesadilla que era mitad malsueño, mitad Visión, tal vez algo de deseo... El Arcano sudaba, a pesar de tener los dos grandes ventanales abiertos. Soñaba con alguien.

Soñaba con ella...

Prueba 5 de Cissy Mcnair:

¿Qué había sucedido?

No lo entendía. Sabía que era una prueba con éxito. Lo había visualizado. Entonces... ¿Qué había fallado? Castalia había desaparecido de repente. Sajag estaba muy desconcertado; acababa de perder a una alumna. ¿Qué diría la Dirección del Centro? Era la primera vez que ocurría ésto; había fallado en una predicción. El Arcano de la Videncia no había visto llegar aquella deserción.

- No es posible... Si la vi cruzando el Portal...

Aquello merecía un análisis. Nunca había fallado en una Visión. Se sentó sobre su camastro y cerró los ojos, para analizar lo que había visto, que no era lo sucedido.

La pupila estaba allá, diciéndole que sí, que quería pasar la prueba de Videncia, la veía avanzar con paso decidido hacia el Portal con el anillo rosa provisional de la Videncia, la veía perderse en el limbo que provoca entrar en él... ¿Entonces...? ¿Cómo es que la señorita Macnair había desaparecido?

Fue cuando lo notó. Era algo casi imperceptible. En la imagen de la Visión, Cissy llevaba una capa oscura y el pelo ondeaba suelto, mientras que el día de la prueba, no llevaba capa y el pelo estaba recogido excepto un mechón díscolo que se movía al viento. Sajag emitió una sonrisa. No había fallado en su Visión, sólo se había adelantado en el tiempo.

Cissy Macnair podría volver a hacer la prueba en otro momento, aunque tendría que pagar de nuevo la matrícula cuando quisiera volver a cursar la Habilidad.

Tiempo al tiempo. Volvería...

 

 

Sajag abrió los ojos y contempló el techo de su habitación. Por todas partes había libros que se movían, algunas hojas manuscritas revoloteaban, sorprendidas por ser pilladas en movimientos, láminas dibujadas se paraban y caían al suelo... Permaneció así, observando todos aquellos volúmenes llenos de sabiduría que, en algún momento, le habían ayudado a profundizar en su Habilidad. La Videncia era poderosa, si era bien interpretada. Aunque hubo momentos en los que... Sonrió levemente al ver, allá arriba, asomando apenas por la esquina de uno de los estantes repletos de libros, el diario. No era su diario. Era El Diario... El libro donde las profecías fueron escritas a los pies de un árbol, en compañía de la mujer más bella del mundo.

 

Ella se convirtió en una Gran Vidente.

 

Ella fue una Gran Vidente.

 

Ella había desaparecido.

 

Y ella volvería. Tiempo al Tiempo.

 

Volvería.

 

Y parecía que ese Tiempo había llegado.

 

Ella estaba cerca...

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Me encontraba cada día más débil. Mi cuerpo se había ido consumiendo por la magia atrapada de Sybilla y, en realidad, nos estaba matando a ambas. Si tan sólo hubiera aprendido a canalizar la Magia Primigenia en su momento, podría utilizarla yo misma para sacar el alma de Sybilla de mi cuerpo y evitar que ambas muriéramos. Pero, en vez de eso, me encontraba dando pasos cansinos hacia la estancia del Arcano de Videncia.

 

En una ocasión había ido allí, meses atrás, impulsada por un extraño deseo de vincularme con la habilidad. Ese deseo permanecía latente aunque me hubiera marchado sin siquiera hacer la prueba. Las tareas del laberinto habían sido demasiado para mí y había abandonado como una cobarde. Lo sentía tan cerca de ella, al Arcano, tanto sufrimiento que no sabía bien de dónde provenía que no había tenido las agallas de adentrarme en el Portal y me había marchado. Bien había hecho, ya que de no ser así hubiera muerto. Ahora, sin embargo, había hecho el último esfuerzo por regresar a Londres y quería saber lo que me aguardaba dentro de la Pirámide.

 

Cuando llegué a las estancias de Sajag, sabía que él me estaba esperando. Bueno, no yo, sino ella. Sybilla estaba inquieta, dominada por una magia que la impulsaba día a día, la engrandecía dentro de mí y eso me debilitaba. Apenas podía hacer magia, pero no importaba, porque yo quería hacer aquello e iba a hacerlo.

 

-Maestro- dije, sin siquiera tocar a la puerta. Mi voz sonaba rasposa, distante, falta de vida. No era la misma que había entrado allí una vez y jamás lo sería. Pero cuando todo el proceso terminara, ella por fin podría reunirse en carne y hueso con su Maestro también, si todo salía como lo habíamos planeado.

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Sajag se sorprendió al verse en el espejo. Era de reconocer que su aspecto se había ido deteriorando con el paso del tiempo, con un pelo alargado y la barriga que se iba haciendo más prominente con el paso de los años. Sin embargo, hoy se había acicalado de una forma inusual. Había dejado que los mechones del pelo cayeran sobre sus hombros, peinados con una suave crema olorosa de almizcle; lucía una túnica color mostaza con ribetes rojizos. ¿Por qué había elegido un aspecto tan... hindú...?

 

Tocó la imagen del cristal y sonrió tristemente. Era imposible que el pasado volviera algún día. Nunca... Y, sin embargo, estaba allá, como un chicuelo imberbe, poniéndose presentable para la llegada de su pupila. No era digno de un Arcano. Decidió quitarse la ropa y ponerse una sencilla túnica marrón cuando sintió su voz.

 

Tembló.

 

Aquella voz...

 

- ¿Sibilla? ¿Eres tú?

 

¡Maldición! No era ella. Ella no estaba. Ella había muerto. Era la otra... ¿Castalia se llamaba? ¿Cómo se llamaba? El Arcano cerró los ojos y no se volvió cuando le dio permiso para entrar. Había dolor, deseo e ira en su pregunta.

 

- ¿Por qué he de creer que no volverás a abandonarme?

 

¿A quién le preguntaba? ¿A la Vidente que desapareció de su vida hacía tanto tiempo? ¿A la joven que le había prestado el cuerpo? ¿A quién le dejó tirado hacía mucho tiempo en el pasado? ¿A quién no había querido cruzar el Portal hacía unos meses, huyendo de la Pirámide?

 

Tal vez a ambas.

 

- ¿Por qué he de creer que esta vez vas en serio?

 

Permaneció de espaldas. No quería que viera sus ojos rojos. Irritados por el...

 

... El Aroma a incienso... Aquel aroma que siempre le traía recuerdos de una cita bajo un árbol...

Irritados por el aire fresco que entraba por la ventana.

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La voz del Arcano me golpeó duro. Yo había tenido experiencia con Arcanos que me trataban fríamente, como Báleyr, pero lo de Sajag era algo bueno. ¿Acaso se sentía... dolido? O sólo era ira porque me había acobardado en la Pirámide y había salido huyendo. Quizá debería contarle el motivo por el que había decidido no hacer la prueba aunque, ¿quién era él para que yo le diera una explicación?

 

-Lo siento Maestro- dije, aunque la disculpa salió a regañadientes-. Tuve que declinar el hacer la Prueba- pero no dije por qué, aunque mi lengua reclamaba que le diera una explicación, cualquiera, aunque fuera mentira-. Pero esta vez voy a hacer la prueba... Vamos a hacer la prueba- enfaticé en la palabra "vamos" ya que el Arcano seguía dándome la espalda. No sabía si era porque estaba enojado o porque no quería verme al rostro, pero yo sabía que una parte de él, no sabía qué tan poderosa era esa parte, quería volver a ver a su antigua pupila. Ahora, estando solos, yo podía decirle lo de Sybilla pero primero quería que él me diera un motivo para hacerlo.

 

-¿Por dónde debo empezar, Maestro? ¿Leo las manchas de pintura, el fondo de un pocillo de café, la bola de cristal, las cartas...?- sugerí.

 

Ambos sabíamos que yo poseía el donde la Videncia muy dentro de mí, aunque era difícil distinguir si era por Sybilla o porque yo misma había sido bendecida con dicho conocimiento. Anteriormente ya le había demostrado que podía hacerlo, pero quizá el Arcano me haría pasar de nuevo por esas pruebitas para demostrarme que él era quien mandaba. Bueno, nunca lo había visto en esa actitud de mandón pero tampoco había evitado mirarme a los ojos antes, aunque ambos sabíamos que eso le dolía.

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El Arcano levantó la mano, aún dándole la espalda aunque la veía allá, detrás suyo, reflejada en el espejo. Estaba...

 

(b e l l a)

 

... triste, pesarosa, aunque aún latía el orgullo de la vidente poderosa en su mirada.

 

- No me des explicaciones. Ya las sé. Las conozco, ¿sabes? Soy un buen adivino...

 

Estaba siendo cruel a propósito. Le salía mejor que reconocer que aquella situación le era incómoda; peor aún; dolorosa. Aspiró el aire con fuerza y notó que ella estaba cerca, en la misma habitación. Podía ver sus ojos en el espejo. Se volvió bruscamente hacia la derecha para no coincidir con su mirada. La excusa perfecta fue preparar un té de hierbas. Sabía la tisana que adoraba y estuvo a punto de tomar las hierbas adecuadas. Sin embargo, en un atisbo pueril de soberbia, tomó frenogreco que daba un matiz amargo al té y lo dejó caer en la tetera. Pronto estuvo listo el líquido, añadiendo cardamomo y pimienta negra al polvo. Lo dejó descansar antes de verterlo en las dos sencillas tazas de madera.

 

En todo momento, mantuvo la mirada alejada de la muchacha. Tomó su baraja hindú de cartas del tarot y las barajó, concentrando su atención en ellas mientras las movía con destreza entre sus manos.

 

- Los dos sabemos que dominas a la perfección la interpretación de las machas, el poso de cualquier hierba, la bola de cristal o las cartas... Iremos más allá... Intentarás explicarme tus acciones.

 

Puso las cartas boca arriba, una a una, encima del tapete rojo de terciopelo. Por un momento, tuvo la sensación de que era un charco de sangre que goteaba. Alejó el pensamiento como si espantara una mosca y siguió poniendo las cartas en posición de semi círculo. Era curioso que hubieran salido en el mismo orden que ella las había quemado al principio de su prueba fallida. Tomó una carta y la puso en el centro del semicírculo. El Loco.

 

Primer obstáculo:

 

La Sacerdotisa, la carta de la Intuición, había ardido. Era una advertencia pero la muchacha había acabado con ella. ¿Habría entendido lo que quería decirle?

 

El Carro le avisaba de las dificultades que iban a acaecer durante el camino, le ofrecía confianza en el éxito de su misión y, sin embargo, también había acabado quemada por la magia de su varita.

 

El Emperador había intentado mostrarle que tendría una gran carga que superar, obligándola a tomar decisiones e intentando que pensar sin precipitaciones. También estaba ahora en el fondo de aquellas aguas oscuras.

 

El Colgado, la Estrella, el Mundo... Todas habían sucumbido ante su varita. Sólo una había permanecido impasible y era la única que la había acompañado un trecho hasta que se hundió por sí misma: el Loco.

 

¿Por qué, de entre todas las cartas, había sido la elegida por ella? Castalia no lo sabía pero ella misma había decidido cuál sobreviviría. Allá estaba, el Loco, anunciando que le esperaba una decisión difícil de tomar y de gran riesgo.

 

¿Habría sido capaz de interpretarla?

 

- Dime, Sib... Cissy Mcnair-Castalia... ¿Por qué te persigue la carta del Loco?

 

Levantó la mira hacia ella y ... se perdió, embelesado, en la oscuridad de sus ojos, algo que, precisamente, había querido evitar en todo momento desde que supo que Ella volvía.

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El Arcano continuó dándome la espalda y, cuando finalmente se dio la vuelta y pensé que lo vería a los ojos, se desvió hacia mi izquierda. No me quedé conforme con eso y aunque esperaba que un bufido saliera de entre mis labios, decidí que mejor me calmaba. Suspiré. Notaba que él estaba enojado conmigo o que al menos no quería hablar amablemente... Su tono decía que tenía ira contenida, aunque jamás me hubiera imaginado que un bonachón barrigón como él pudiera albergar tales sentimientos.

 

Rodé los ojos. Era obvio que era un buen adivino pero quería concederle el gesto de intentar explicar mi falta. Por supuesto, él no quería que yo le explicara algo que él sabía o al menos intuía, según lo que había podido ver meses atrás cuando fui por primera vez a aquel lugar. Lo dejé hacer el té y esperé a que lo llevara a la pequeña mesa donde ya habíamos estado sentados una vez, con las cartas de por medio, con la tinta, con otro té parecido a ese mientras yo estaba envuelta en una manta luego de una horrible y vívida visión de mi futuro.

 

-¿Mis acciones repetí?- mientras mis manos rodeaban la taza calentita.

 

En aquella época, sobre todo en el Ateneo, podría haberme muerto de calor con el té, pero había un frío incesante en mi pecho y tenía las manos heladas, tanto que a veces me costaba mantener firme la varita, la cual había dejado de usar tan a menudo.

 

Lo miré mientras mezclaba el mazo de cartas del tarot y luego me hacía cortarlas, sacando la primera. El Loco. Fruncí el ceño y los labios, como un acto reflejo.

 

-Pensé que usted era adivino, uno de los mejores- respondí a su pregunta, sonriendo de lado por el travalenguas que se había hecho solo-. Castalia Croft o Sybilla Macnair, puede llamarme como quiera, Arcano. Somos las dos y somos una- le respondí, con una voz que no era del todo mía-. Sé que sabe que ella estuvo a punto de morir en dos ocasiones. Yo la salvé en una de ellas. No fui yo, en realidad, sino alguna magia extraña que nos une, por algún motivo que desconozco aún- me encogí de hombros y estiré la mano, tomando la carta de El Loco-. Alguna vez interpretamos esta carta como un desafío, una decisión difícil- hice una pausa para medir mis palabras-. Ambas estamos muriendo, Sajag- no fui yo la que levantó la vista y se topó con la mirada de su Maestro, o bueno, era yo en sentido físico pero no emocional, porque Sybilla tomaba el control tan a menudo de mi que apenas conocía la diferencia-. Mi magia está matando a Castalia poco a poco, porque mi alma es inmortal y ella no puede soportar la fortaleza de un alma tan antigua, tan maltratada- dijo su voz, con mi boca, que era mi voz.

 

Parpadee. Ella y yo estábamos unidas tan profundo...

 

-Debo sacarla de mi cuerpo para sobrevivir, pero ella podría morir en el proceso, Maestro. ¿Qué debo hacer? Tengo que arriesgarlo, tenemos que hacerlo, porque sino ambas saldremos perdiendo- y poseer aquella habilidad no me daría la posibilidad de saber si iba a vivir o morir, pero sí podría serme de utilidad para ver los posibles futuros, para encontrar alguna respuesta.

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¿Por qué lo había hecho? Siempre había tenido problemas para ver sus pensamientos. Era el Arcano de la Videncia, había hecho mil profecías, había salvado civilizaciones con sus acertadas interpretaciones y había adquirido los conocimientos de todos sus antecesores. Era el más sabio de los Videntes del planeta... Y seguía sin poder leer a Sybilla.

 

No dejó que le provocara con aquel comentario. Sybilla siempre había usado ese tono sarcástico con él después de ... de lo sucedido, cuando se separaron. El Arcano permaneció en silencio, escuchándola, intentando descubrirla... Hubiera sido un milagro; cuando un Vidente cruza el límite entre la Vida y la Muerte se pierde y es muy difícil seguir su hilo. Pero aún conservaba aquel poder que le hipnotizaba e impedía que apartara la mirada.

 

Sajag alzó la mano e hizo un intento de acariciar la mejilla de la muchacha. Se negó a hacerlo y tuvo que poner toda su fuerza de voluntad para impedirlo. Como consecuencia, dio un manotazo a una de las tazas, que salió despedida contra el suelo y estalló en añicos. El Arcano consiguió cerrar los ojos, al fin, con la desazón que había perdido algo. Y no se refería a aquella taza antigua que le acompañaba desde hacía muchos lustros. Era... desazón e incredulidad porque, a pesar del tiempo acaecido, aquella Vidente aún tenía poder sobre él y sus sentimientos.

 

Bajó la barbilla y miró el tapete sobre la mesa. Sólo la carta del Loco le miraba, con una sonrisa hueca. No levantó la cara, no tendría fuerzas para resistirse de nuevo.

 

- No debieras haberlo hecho. Usar la magia innombrable para salvarle la vida. Le había llegado su fin. - El dedo del Arcano señaló la carta: - Ya sabes lo que indica: un nuevo comienzo.

 

Levantó la vista cuando la oyó. Dejó de respirar mientras escuchaba sus palabras, aturdido. ¿Era Sybilla quien hablaba ahora?

 

- No puedo permitirte que la mates, Amiga. - ¿Le había llamado Amiga? ¿Aún la reconocía así después del tiempo pasado y de todo lo sucedido en aquel principio del fin? - No debí permitirte que te convirtieras en un ser inmortal. Es amoral y rompe todas las normas.

 

Volvió la vista hacia el Loco. La carta parecía burlarse de él. La giró hacia la pobre Castalia y le sonrió, aunque seguramente ella no lo viera.

 

- Anuncia que llega el momento de decisiones difíciles de tomar y que pueden implicar un riesgo demasiado grande.

 

Alargó la mano y, esta vez, la puso encima de la carta, tapándola.

 

- Te ayudaré a librarte de ella, sólo si me dejas hacerlo.

 

El Arcano no aclaró si se lo decía a Sybilla o a Castalia. Levantó la mano y puso encima de ella otra de las cartas de la Baraja: era La Fuerza. Suspiró. Una carta valiosa que le indicaba que saldría bien el cambio que se avecinaba, aunque no decía si ganaría la luz positiva o la negrura negativa. Le dio dos golpes encima antes de encararse nuevamente con sus ojos.

 

- Ten fé en ti misma y sé fuerte para soportar lo que te espera.

 

No hacía falta hablar mucho más. Las cartas siempre tenían la razón. Sólo había que esperar que ella (¿quién? ¿Sybilla o Castalia?) aceptara su ayuda para desprenderse de la otra.

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  • 2 semanas más tarde...

-No hubiera podido impedirlo, Maestro- dije, mirando la forma en la que él seguí sin querer mirarme, como si algo en lo profundo de mis ojos le doliera. Y yo no sabía qué clase de relación habían tenido más de lo que había podido ver una vez, al tocarlo accidentalmente. Siempre me había tratado con distancia, como si verme le produjera algún malestar del que quisiera deshacerse lo antes posible pero luego, luego su voz se transformaba en algo armonioso, algo que Sybilla dentro de mí no sólo entendía, sino que añoraba. Le llamaba "Maestro" con amor, con ternura infinita. ¿Acaso habían tenido un romance y luego ella le había partido el corazón? ¿Era por eso que él no la miraba o la trataba cortante a veces?

 

Una de sus manos se elevó y cerré los ojos, esperando la caricia, pero en lugar de eso el sonido de porcelana rota me hizo dar un respingo. La mano que él había alzado ahora se encontraba laxa sobre la mesa, entre los dos y la taza rota con el té desparramado formaba parte de la alfombra hindú que decoraba el lugar. Fruncí el ceño. No había sido un acto de violencia, sino uno de apaciguamiento. ¿Acaso él quería tocarme y algo se lo impedía? Sí, él mismo se lo estaba autoimpidiendo.

 

-No fue magia innombrable lo que nos unió, Maestro... Es cierto que estoy versada en la lengua nigromante, pero no fue eso lo que nos unió- negué, segura de no poder explicarlo. Él temía que Sybilla me matara y lo decía como si ella fuera una aberración.

 

<<Lo soy>> murmuró su voz en mi mente. <<Lo soy para él, Cissy>> escuché un sollozo en mis oídos. <<Sajag sabía que aunque fuera un vampiro mi alma pasaría a la otra vida cuando mi cuerpo mortal muriera, pero yo no podía permitírmelo. Había vivido tanto... no quería morir... Le temía a la muerte>>. Su voz era lastimera en mis oídos y apenas podía oír lo que el Arcano me decía mientras Sybilla hablaba. ¿De qué? ¿Qué me estaba diciendo?

 

La voz de Sajag era distante mientras me decía que me ayudaría a librarme... que si aceptaba su ayuda... Me tapé los oídos. <<Creo que por eso no quiere tocarte... Él sabe que mi alma es negra como la noche, embarrada por la magia que va contra la naturaleza de lo que él cree sagrado. Sé que aún... aún... podría ser que me quisiera... pero no me lo perdona... Él lo sabe>> sollozó en mi mente. Me tapé los oídos. Era doloroso.

 

-¿¡QUÉ ES LO QUE SABE!?- grité en voz alta. Pero no le estaba gritando a Sajag, que aún tenía una mano puesta sobre la carta de La Fuerza que había sacado del Tarot, siguiendo el procedimiento-. Qué...- me di cuenta que estaba llorando, tenía las mejillas húmedas-. ¿Qué es lo que sabe... Arcano? ¿Qué... hizo... Ella?- sentía una opresión en el pecho, como si el aire estuviera abandonando mis pulmones-. ¿Qué magia... innombrable... hizo ella...?- pregunté, tratando de decir cada palabra clara. Pero ya sabía la respuesta. Ella la sabía, el Arcano la sabía. ¿Era ese el motivo de su negativa a mostrarse afable? ¿Era ese el motivo de su enojo con su antigua pupila? Las cosas aberrantes que Sybilla Macnair había hecho para que su alma fuera inmortal-. Dígamelo.

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El grito provocó un pinchazo de dolor en la sien del orondo arcano. No supo decir si era la cabeza o el corazón quien se quejaba por aquel chillido que imploraba una respuesta.

 

- Yo... Sé...

 

Se frotó una de las sienes con movimientos circulares, intentando alejar imágenes del pasado que le atormentaban. El puso alterado no ayudaba, haciendo latir cada vez más deprisa la vena que parecía querer romperse en aquel punto.

 

- ... Demasiado...

 

Sí, el Arcano sabía demasiado pero también sabía que no podía decir nada antes de tiempo a la muchacha o moriría. No podía permitírselo, tenía que hacerse a su propio ritmo de entendimiento. No la miró para evitar ceder ante esas lágrimas. Nunca había podido. Con el tiempo, el hindú se había preguntado si ella había usado ese poder demasiado a menudo para arrancarle favores que, en otro caso, nunca le hubiera concedido. Espero a que se calmara; en otra situación y con otro alumno, le hubiera abrazado y le hubiera dado palabras de ánimo en el oído. Ahora, sencillamente, no se atrevía.

 

- ¿En serio quieres saber, Castalia? El Saber es una caja que abres y nunca más podrás cerrar, por mucho que lo intentes. Puedes ver el interior pero no puedes evitar que el contenido no sea lo que esperas. Puede ser demasiado desagradable. ¿En serio estás dispuesta a saberlo, muchacha?

 

Ahora sí le miró, aunque uso el truco que muchas veces hacía con la gente que le resultaba imposible de evitar pero con la que no quería cruzarse. La miró, sí, pero en segundo plano, con el punto visual puesto en un punto alejado a su espalda.

 

- Si estás dispuesta a saberlo, ve mañana al punto de encuentro delante del Portal. Yo no te diré nada. Has de verlo por ti misma, si es que se abre para ti.

 

Sajag sabía que no podía seguir mirando sin mirar mucho tiempo antes de que Sybilla, ahí dentro, lo notara. Así que volvió la vista hacia el tapiz mojado por el té esparcido y los cachos de cerámicas de lo que había sido una antigua taza colonial. Hizo un leve movimiento con la punta de los dedos y la vasija recobró su forma original, menos un pequeño trozo en el borde que la hacía aparecer mellada. Era inevitable. Todo deja huella. La contemplaba mientras hablaba.

 

- Te lo dirá ella, si se sincera. Necesitarás que coopere para superar las pruebas y tendrá que informarte de su pasado para que tú puedas ver tu futuro. Así que es tu decisión; huye para siempre o afronta con fuerza el camino hacia el Anillo de la Videncia que te espera al final, si te crees capaz de soportar todo lo que va a aparecer ante tus ojos.

 

¿Así, sin más, le ofrecía pasar por el Portal? El Arcano no podía engañarse, aunque quisiera, del poder que manaba de la muchacha y que ya le había demostrado. Estaba más que preparada para vincularse; ya lo había demostrado la vez anterior y ahora no había nada que le dijera que había perdido ese valor inicial. Estaba más débil, sí, su cuerpo parecía sostenerse por puro esfuerzo, pero su fuerza vital era la misma sino más fuerte.

 

Señaló los posos del té que se habían quedado encima de la mojada alfombra.

 

- Conoces la Taseomancia. Yo veo ahora mismo... - se sonrojó al pensar que aquello era un burro que indicaba que tuviera paciencia; su mente interpretó la figura después como una cabra, indicando imprudencia. Desechó ambas imágenes y se obligó a dejar libre su mente. Sabía que aquella visión era acertada pero forzada, debía ver lo que era, no lo que quería ver. - Eso es un... una mano.

 

Levantó la vista y, esta vez sí, le miró a los ojos. Se hizo el fuerte y consiguió mantener la mirada.

 

- Sabes lo que significa. La mano indica que un amigo necesita ayuda urgentemente.

 

Se levantó bruscamente. Necesitaba paz, que entrara el aire, que oliera a lavanda y que nada, NADA, le recordara el pasado de su juventud lejana. Necesita... descansar. En todos los sentidos. Y el más grave podría suceder mañana. Sabía que si Sybilla pasaba por segunda vez aquel portal por el que ya se había vinculado en su día, necesitaría la protección de la sangre del Arcano vigente.

 

Sabía que la muchacha estaba asustada pero no podía hacer nada. Sajag había obtenido unos meses más de vida cuando ella huyo ante el portal. Sabía lo que significaba que ella lo traspasara pero no podía evitarlo. No estaba en su poder de Arcano hacer lo mismo que Sybilla había hecho, utilizar magia innombrable para convertir su alma en inmortal para sobrevivir aquella prueba que él también sufriría.

 

Caminó hacia un anaquel alejado y tomó una daga hindú pequeña, casi de juguete, muy afilada. La mantuvo todo el rato a la vista para que Sybylla la viera. Lo puso encima de la mesa y después tiró las cartas al suelo, sin querer mirar cuales quedaban a la vista sobre las que quedaran boca abajo. Ya sabía lo que iban a decir, ¿para qué retozarse en el dolor del futuro que se acercaba? Envolvió la daga con cariño con el tapiz rojo de la mesa. Rojo sangre. Se lo dio a Castalia.

 

- Si decides vincularte a la prueba del Anillo, lo necesitarás. No te preocupes, ella sabe lo que hay que hacer. Si huyes... Lo recuperaré, de un modo u otro. Vete...

 

La miró de nuevo, esta vez con los ojos envelados por las lágrimas. Continuó con voz queda.

 

- Por favor... Nos vemos mañana, si es lo que deseas.

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