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Videncia


Sajag
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Dirigió su mirada hacia abajo. Reflexionando sobre todo lo que había sucedido hasta ahora.

 

La charla con Sajag no fue solamente una cuestión de catarsis o de asegurarse sobre cosas que ya sabía. Para eso se podía haber quedado bien en su casa. El Arcano lo ayudó a ir un paso más allá y de interpelarse desde otro punto. Más allá de la limpieza, fue encontrar nuevamente el eje y de poder centrarse en los procesos más que en problemas o soluciones. Se sentía ambivalente con respecto a la Videncia. Dos caras de una misma moneda. La insoportable pesadez que significaba sentir todo y la abrumadora levedad que otorgaba no estar atado a ninguna culpa.

 

Si él pudo perdonarse por no ser el que debería ¿por qué yo no?

 

Asintió a cada pregunta de su maestro.

 

- Creo que siempre lo tuve abierto. Sólo que… un poco sucio.

 

Como una conjuntivitis. Una catarata progresiva ocular que derivó en simplemente un día no ver más.

 

Y no siguió porque las visiones a través de la bola de cristal le habían llegado. A su forma, claro, atravesándolo. Se le erizó la piel. Veía desde otra perspectiva. Y estuvo un poco en debate. Si tardó en contestar fue justamente por eso.

 

El canto del Augurey era triste. Presagiaba las lluvias, sí, pero no estábamos en el plano de la realidad.

 

En la Videncia todo es simbólico. Existía una transmutación de valores como diría Nietzsche, donde las palabras, los conceptos, las imágenes y las relaciones perdían todo el sentido explicado desde lo general. Un saludo podía ir más allá que la simple interacción entre las dos personas. Ahí encontraba la insoportable pesadez. Entender que todo el lenguaje llegaba a ser una mentira metafísica y la pérdida de horizonte, donde el arriba es abajo, el cielo es mar o el mar es desierto, podía llevar a cualquiera a la locura.

 

Y el rumor de pasos. Pasos cuidados, que van de a poco. Un zumbido extraño, como una radio estática o un motor de un coche fúnebre. La letanía monocorde de las campanas, donde una celebración religiosa se llevaba a cabo y no una feliz. Era una muerte. Y se le erizó la piel. Pero no, no era tan simple. Dos más dos podía ser cuatro, pero no esa bola de cristal. Era una muerte natural, porque no había sollozos. Fue alguien viejo que ya lo veía venir. La gente sólo se había aglutinado para presenciar con morbosidad culposa. Y sintió pena. Porque Orión es humano, al fin y al cabo. Pero alivio, porque se largó a llover. Y la lluvia limpia el aire, baja el polvo y trae nuevas noticias.

 

Levantó la vista. Ya sentía complicidad con el gordo viejo.

 

- Un funeral especial.

 

Sólo logró soltar eso a pesar de haber tenido un proceso mental. Sajag sabía después de todo a qué se refería. Era el ciclo de la vida después de todo. La muerte de algo que esperaba morir y no había nada más hermoso que eso. Bueno, sí, Gatiux, pero esa era otra historia.

 

- Estoy preparado para la prueba, maestro. ¿La cegera? Bah, ya me estoy acostumbrando. Debo decir que los magos contemporáneos a veces se complican mucho la vida. Las cosas son más simples de lo que pueden aparentar.

 

Se inclinó un poco hacia atrás, estirando la columna.

 

- Me apetece más té ¿me harían el honor de acompañarme con otra traza?

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  • 1 mes más tarde...

Cuando el patriarca de los Black Lestrange apareció en los terrenos de la Universidad para dirigirse hasta la vivienda de Sajag, el Arcano de la Videncia, no tenía del todo claro el por qué había escogido aquella habilidad por sobre las demás que tenía a su disposición, ni mucho menos por qué es que había tardado tanto en aparecer allí después de su inscripción.

Lo único que sabía es que no podría ocultar nada de aquel hombre que tenía fama de ser parco en sus palabras debido a que prefería hacer uso de la habilidad que enseñaba para conocer a sus interlocutores en vez de conversar. Esto, lograba intimidar como nada más lo hacía, al mortífago de ojos color miel.

Mientras caminaba hasta las dependencias de Sajag, Jocker se preguntaba si es tener el conocimiento de Adivinación y Astronomía serían de real ayuda para aquella clase, después de todo, la videncia no era otra cosa sino la capacidad de percepción extrasensorial que permite a quienes desarrollan el don poder recibir información de acontecimientos futuros o pasados pero desconocidos por ellos mismos, obtener información de personas o lugares que no conocen, y ver la dimensión espiritual en la que se encuentran; y que, básicamente potenciada con las habilidades que Jocker ya tenía se vuelve una herramienta muy poderosa a su disposición.

Al llegar hasta la puerta de la vivienda del Arcano, Jocker se detuvo en seco para respirar profundo. No sabía cómo se comportaría frente a aquel que seguramente sabría de antemano cómo haría, qué cosas diría y cómo reaccionaría.

Pasó el dorso de su mano derecha un par de veces sobre el kurta azul de Prusia oscuro que llevaba, aunque no había ninguna arruga que ni mancha que quitar. Aquel kurta tenía un bordado en el cuello y en la apertura frontal con un patrón rectangular, que hacían juego con un salwar negro al igual que sus sandalias que le permitían más libertad de movimiento y comodidad.

De uno de los bolsillos ocultos de su vestuario, Jocker sacó dos pequeños frascos de cristal que contenían un líquido de color oro fundido que parecía tener vida propia, pues se movía de manera independiente a los movimientos externos.

Espero que traer un regalo no sea considerado como un intento de soborno —dijo a modo Jocker cuando cruzó el umbral de la puerta, con una sonrisa en el rostro.

Traía como regalo uno de los pequeños frascos que había sacado antes de entrar. El otro frasco había vuelto a su bolsillo, pero para entonces, se encontraba vacío.

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La puerta de la casa del Arcano de Videncia estaba abierta cuando llegó aquel muchacho. ¿Eso le causó extrañeza?

 

Se trataba de una única habitación de dos niveles, con una pared de arriba a abajo repleta de volúmenes antiquísimos. Normalmente ordenados, hoy lucían huecos amplios en las estanterías y muchos, maltratados, se esparcían por el suelo, como si hubieran sido arrojados de forma violenta.

 

En el nivel superior, un catre deshecho, como si un segundo antes hubiera estado ocupado; una pequeña libreta abierta un lápiz antiguo de carbón aún se movía, como si acabara de ser usado para apuntar una nota:

 

«Tus ojos mirarán la gloria del Rey y verán la expansión de la tierra».

 

En el lado opuesto, el gran escritorio de madera, vacío de pergaminos pues éstos yacían en el suelo, algunos arrugados e irrecuperables, junto a cristales rotos de los que aún emanaban esencias azules que se elevaban en el aire hasta desaparecer, restos de profecías que habían desaparecido para siempre. El secadero de hojas había caído y varios matojos de raíces se entremezclaban al perder la sujeción. El sitar presentaba una rotura en la zona de las cuerdas que provocaría un gran disgusto a Sajag. Si aparecía...

 

Algo o alguien había entrado en aquella habitación, destrozando todo a su paso, como un elefante en una cacharrería, asolando las escasas pertenencias del Arcano.

 

En la parte inferior, los muebles también estaban por los suelos. La baraja antigua del Arcano había sido pisoteada. Curiosamente, todas estaban boca abajo, mostrando el sencillo borde dorado con motivos tradicionales hindúes, excepto una: La Muerte. Tres tazas esperaban encima de una bandeja levitatoria, como si Sajag tuviera visita en el momento del ataque y les estuviera agasajando con hierbas olorosas que aún hervían en el sencillo fogón de la pequeña cocina de carbón.

 

Una mesa ratonera estaba volcada y la bola de adivinación presentaba el humo de una visión: Un hombre hindú, cabellos largos marrón oscuro, figura oronda, descalzo, túnica amarilla azafrán, era arrastrado fuera del edificio por dos atacantes, ropas oscuras, caras tapadas por máscaras, varitas humeantes...

 

¿Se daría cuenta el Patriarca de la Familia Black Lestrange que aquella no era la visión normal de la habitación del Arcano?

 

¿Sería consciente, el nuevo pupilo de Videncia, que el Arcano había sido secuestrado?

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A pesar de estar bajo la influencia del Felix Felicis, Jocker perdió la sonrisa del rostro y la confianza con rapidez. Era como si al cruzar el umbral de la puerta que se abrió apenas y con un toque, el efecto de la suerte líquida se hubiese deshecho por completo, anulando todos los efectos que se habían generado en el mortífago de manera automática al beber la poción.

No, no había chance que se hubiese equivocado en la preparación del elixir mágico. No, no en pociones. Si hubiese sido en la interpretación de una visión o profecía que hubiese saltado a su mente gracias a la adivinación, o incluso en la lectura de alguna runa podría dudar de sus conocimientos, pero no en la asignatura que le apasionaba desde la adolescencia.

Reprimió el deseo de salir corriendo cuando pudo procesar correctamente lo que sus ojos estaban presenciando. En vez de eso, invocó un patronus mensajero que salió corriendo en búsqueda de la directora de la Universidad, un zorro de cola pomposa que dejó una estela aurea tras de sí cuando salió a toda velocidad y que se desvaneció después de unos segundos.

Jocker no esperó ni a la directora de la Universidad ni a las autoridades del mundo mágico. Era evidente que el Arcano había sido víctima de un ataque y probablemente hasta de un rapto. El patriarca de los Black Lestrange reconocía las señales. Él mismo había dejado lugares como aquel en esa misma condición cuando formaba parte de la extinta Marca Tenebrosa.

Vamos a ver… —soltó de pronto, como un pensamiento que se escurría de su cerebro y se escapaba a sus cuerdas vocales.

Varita en mano, recorría el lugar; de tanto en tanto soltaba algunos hechizos para intentar sacar a luz algo de evidencia que le diese alguna pista de qué había ocurrido allí y, principalmente, qué había pasado con Sajag. No tardó en encontrar la baraja del Arcano y aunque notó que la única carta descubierta era la muerte, ignoró el detalle y es que sabía que no necesariamente era literal el mensaje que entregaba, pues dependía de la pregunta que se había formulado para saber qué era lo que debía terminar.

—Parece que el efecto no se desvaneció, después de todo —sonrió Jocker de pronto.

Tomó con su mano la bola de adivinación que estaba bajo la mesa ratonera. No podía haber conseguido una visión más clara de lo que había sucedido en aquel lugar sin recurrir a la videncia que esperaba aprender con Sagaj, y, de momento, tendría que valérselas con lo que sabía nada más, aunque…

La sonrisa del patriarca se desvaneció por un instante para dar paso a una expresión de sorpresa e incredulidad que terminó en una nueva sonrisa, esta vez, un poco más confiada. ¿Sería acaso producto del Felix Felicis o el método de enseñanza del Arcano que sonreía gracioso en la visión de la bola de cristal?

Evidentemente sabía que sucedería esto… y dejó que sucediera —expuso Jocker en voz alta, aunque no tenía la necesidad de verbalizar nada porque nadie le estaba escuchando.

La actitud de Arcano en la visión le traía paz y curiosidad al animago, que había hasta pensado en transformarse a su forma animal para identificar olores o sensaciones que en su forma humana le era imposible percibir; finalmente no lo hizo, pues entendía que, si quería encontrar a Sagaj, debía aprender a desarrollar y usar por sí mismo la habilidad que aún no tenía.

Miró por todas partes esperando encontrar algún libro que le ayudase con las nociones básicas, aunque al mismo tiempo recorría en su mente la información de adivinación que pudiese servirle. Toda esta búsqueda se detuvo de golpe cuando al entrar a la habitación del Arcano, encontró una libreta abierta con un mensaje escrito en carbón.

«Tus ojos mirarán la gloria del Rey y verán la expansión de la tierra».

Ahora tenía muchísimas más ganas de encontrarse con el Arcano.

Editado por Jock

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Aquel mago era poderoso aunque él no se lo creyera, aunque él no lo supiera... El Sr. Black Lestrange recorrió la humilde casa del Arcano en busca de pistas que le diera indicios sobre lo sucedido. En algún momento se daría cuenta que él era la solución, la pista a seguir... A su paso, el espejo de cuerpo entero con marco de madera brilló levemente, dejando ver algunas imágenes difusas. Sólo cuando él se diera cuenta que estaba ante un caso de enoptromancia que sólo se activaba con la mente de un Vidente.

 

Reflejaba un mundo paralelo al real, invertido, en el que se veía la cara de Sajag sonriendo a alguien. El Arcano le hablaba y una mano elegante giraba la carta. Si se fijaba bien, el pupilo entendería que estaba viendo desde el punto de vista del Consultor de las cartas del Tarot que ahora yacían en el suelo. Si era capaz de concentrarse, su Ojo Interior le mostraría retazos de las palabras que el Arcano le iba diciendo al desconocido:

 

"No sea iluso, Sr... No leemos las cartas; las cartas nos leen y nos muestran lo que somos por dentro.

Cuando miras las cartas... Ellas te miran... Y saben quién eres... No puedes ocultarle nada..."

 

La carta boca arriba era La Justicia.

 

"Es usted muy astuto, jovencito... Las Cartas me dicen que...

te sientes culpable por algo que aún no ha pasado... pasará en algún momento de tu futuro..."

 

Ahora se veía otra carta, La Rueda de la Fortuna.

 

"Todo tiene un precio... Las Cartas son un aviso... Estás valorando si vale la pena pagarlo...

Eres un hombre poderoso... Con una decisión trascendental que tomar...

Algo se interpone entre usted y... ¿El secreto debe de ser desvelado?

 

Ahora se giró la tercera y última carta: La Muerte.

"Sufrirás por tu decisión. Cavarás muy hondo para encontrar tu verdadera vocación, aquí, en Ottery..."
sufrirás por tu arte cavarás hondo para extraer tu auténtica vocación, aquí , en ottery.
¿Sería capaz de ver la Visión en el Espejo? ¿Sería capaz de entender de quién hablaban, quién giraba las cartas, quién había secuestrado al Arcano? HAbía muchas más pistas esparcidas por la morada: los posos de las tazas de té, la cera de las velas, el fuego encendido, el espejo, las cuerdas... Todo le ayudarían a que su Ojo Interior le rebelara la Verdad de lo ocurrido.
Siempre que sea la Verdad lo que le interesara Ver.
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Las horas pasaban y las ansias del patriarca de los Black Lestrange por encontrarse con Sajag no decaían. La nota escrita en carbón que había encontrado en una libreta en la habitación del Arcano de Videncia, sumado a la influencia del Felix Felicis le habían dado a Jocker no solo la estimulación perfecta para ocupar todo su tiempo revisando libros y escritos sino también para absorber a gran velocidad el conocimiento que se revelaba ante sus ojos.

¿Qué me falta? —soltó de pronto, moviendo el cuello, acomodando la musculatura para liberar la tensión acumulada por las horas de estudio sin parar.

Jocker se apartó de la pila de libros que había acumulado en un rincón y se dirigió hasta el lugar en donde había encontrado horas antes una bolsa con blend de té. Tuvo que utilizar su varita para reparar la porcelana que estaba destrozada en mil pedazos por el suelo y poder beber un poco de infusión para relajarse.

«Podría aprovechar de leer los posos» pensó, pero desechó pronto la idea y es que después de tantas horas de lectura, entendía que el mayor poder debía provenir de su interior y no de elementos externos.

Suspiró mientras saboreaba y olfateaba las esencias que se desprendían de su taza. ¿Qué opciones le quedaban? Cerró los ojos esperando perderse en las sensaciones que le invadían y lograr tener visiones que le guiaran, pero solo pudo ver fosfenos que no tenían nada que envidiar a las pinturas abstractas de Vasili Kandinsky.

Esta es la taza que usó Arya y el té que trajo Orión —se escuchó decir a sí mismo.

Y aunque se sorprendió por haber sabido aquello de la manera en la que lo supo, sabía que su descubrimiento era totalmente inútil para efectos de encontrar al Arcano. Se le ocurrió repetir el proceso de cerrar los ojos y concentrarse en lo que su ojo interior le decía mientras tocaba la bola de cristal que seguía relatando en un bucle interminable el “rapto de Sajag”.

Caminó hasta la pila de libros nuevamente y cuando iba a tomar la bola de cristal, se percató del espejo de cuerpo entero que cada cierto tiempo brillaba levemente.

Por supuesto —dijo sonriendo.

Su mano desnuda tocó su reflejo, y no tuvo necesidad de cerrar los ojos para ver más allá de lo que sus ojos naturales podían mostrarle: las cartas de la justicia, la rueda de la fortuna y la muerte fueron las primeras imágenes que llegaron a su cabeza, seguidas por fragmentos de conversaciones y las siluetas de tres personas… las mismas tres personas que la bola de cristal mostraba.

Más imágenes comenzaron a aparecer en la cabeza de Jocker; aparecían sin control alguno, golpeando su cerebro y sus sentidos como una ametralladora; algunas eran de él mismo, otras, entendía que pertenecían al espejo, y unas tantas que parecían no tener dueño, sino que eran más bien fragmentos de eventos cósmicos.

La velocidad de las visiones aumentaron a tal punto que, de pronto, el patriarca de los Black Lestrange solo vio blanco absoluto y se desplomó inconsciente.

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  • 2 semanas más tarde...

Jock era un niño solitario. Su carácter ya anunciaba cómo sería el posterior patriarca de la Black Lestrange. Si se ahondara en las historias de las calles de París, podrían rastrearse muchas anécdotas, algunas casi ilícitas, que impregnaban su forma de ser. Su forma de entender la vida mágica estaba presente desde siempre, no en vano era el hijo de una pareja de ideales mortífagas bien arraigados. Un buen trabajo de investigación por alguien muy valiente, daría pie a descubrimientos sobre él que, tal vez, quisiera ocultar; o tal vez se vanagloriara de ellos. Seguramente, las dos cosas sucederían a la vez.

 

Un buen Vidente no necesitaría más que un vistazo para saber con quién trataba. Jocker Black Lestrange era un personaje del cual había que mantener la distancia, siempre que fuera posible, o estar preparado para cualquier sorpresa que prometía no ser agradable. Pero tenía un secreto. Un secreto que no reconocería a nadie, a veces ni a él mismo... ¿Mataría para que nadie más lo conociera?

 

- ¿Matarías?

 

La voz resonó en aquella habitación oscura. Nadie la había pronunciado, sólo estaba ahí, como un narrador omnisciente hablando directamente al hombre, a su mente, a su entendimiento.

 

- La Videncia es un Don pero también es una Maldición. Los Arcanos son grandes magos, Sabios entre los Sabios, a veces humanos, a veces no... Han pasado por todas las pruebas de la Puerta Esmeralda. Todos están vinculados a todos los anillos. Todo saben... Todos conocen... Todos sabrán...

 

Sajag hablaba ahora, su cabeza cubierta por un saco del que sobresalían mechones de su pelo marrón. ¿Era él? Le delataba su acento extranjero, una túnica azafrán, ahora sucia de sangre seca, de hollín, de la mugre pegada tras haber sido arrastrado por un suelo pegajoso. El Arcano estaba allá, con los pies descalzos sobre aquella costra de suciedad que nadie había limpiado en años, atado a una silla, con las manos en la espalda. Había sido torturado, sin lugar a dudas. Pero su voz era clara, como si todo aquello fuera una visión.

 

¿Era una visión? ¿Jocker Black Lestrange estaba teniendo una Visión en la habitación desordenada del Arcano? ¿Estaba teniendo una pesadilla mientras yacía desmayado en la casa de Sajag

 

- ¿Te da miedo estar a solas conmigo, muchacho? ¿No te atreves a matarme tú sólo, que necesitas de sicarios? Cuando te vincules con el Anillo de Videncia, todos los Videntes sabrán que tú estás dentro del círculo, todo aquel que lleve un anillo de Videncia sabrá de ti, tendrá conocimiento de ti... ¿Vas a matarlos? ¿A todos?

 

Una risa triste y divertida a la vez resonó en aquella habitación de nuevo, antes de que una varita se alzara y un hechizo impactara en el cuerpo de aquel hombre viejo. Los pies descalzos se elevaron un poco y temblaron. Después...

 

Silencio.

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En medio del blanco absoluto apareció la silueta de un niño de unos 5 años caminaba sin darse cuenta de la blancura extrema de su medioambiente. El patriarca de los Black Lestrange, que podía observar con claridad los pasos que el muchacho daba, era incapaz de verse a sí mismo. Estaba ahí, pero no estaba… como en los sueños; donde quien sueña se ve a sí mismo en tercera persona.

Sí. El niño que caminaba sin rumbo y al parecer sin consciencia de lo que lo rodeaba era el mismo hombre en ese mismo instante estaba en el suelo en la casa del Arcano Sajag.

El blanco total parecía vibrar en la medida en el que el pequeño Jocker daba pequeños brincos en su caminar. En cada brinco, además, su edad avanzaba al menos 2 años, por lo que después de tres saltos su aspecto completamente infantil e inocente se desvaneció como el blanco que ahora dejaba ver una mansión en ruinas, rodeada de niebla y de sombras que se movían de un lado a otro.

La escena era confusa. Por un lado, sombras, niebla y oscuridad y por el otro, el cegador blanco que no terminaba de opacarse.

No deberías traerlo. Es demasiado joven —dijo una de las sombras con voz agria que Jocker fue incapaz de reconocer.

¿Qué es lo peor que le podría pasar? ¿Que lo capturen los fenixianos? Eso no va a pasar… aunque lo intenten.

La voz que había salido en su defensa, era la de su madrastra. Aquella voz, aunque no pudiese distinguir su silueta de entre las demás sombras siempre le había traído tranquilidad, dijese lo que dijese y sea cual sea el tono que utilizara.

Jocker pudo ver el rostro del jovencito que caminaba por sobre unas ruinas. De poder verse a sí mismo, hubiese visto una sonrisa en el rostro. Era tan joven y tan inocente. La muerte aún no había cobrado vidas a través de su varita… aún no.

¿Matarías? —escuchó de pronto el jovencito que se dio media vuelta para responder a quien le preguntaba, aunque tuvo que saltar para acercarse a la silueta que le hablaba.

Al pisar el suelo, toda la visión vibró una vez más y el rostro del ahora aspirante a vidente volvió a mutar, sumando más años y más experiencia en sus ojos. Se encontraba ahora en bañador, sobre una roca en la zona mágica de la playa Etretat (en Normandía), literalmente al borde de un acantilado.

Con los ojos cerrados sentía cómo el viento golpeaba su rostro y llenaba de aire sus pulmones. A la distancia podía escuchar la voz de los ancianos Antoine y Camile Black Lestrange que le había recibido en su casa y tratado como un hijo más, hermano de su querido Jerome.

Lo que Jocker no sabía en ese entonces era que la pareja de ancianos había sido contactados por Crazy y Mistify en cuanto la idea de irse a Francia fue plantada en la cabeza del muchacho, como una semilla que creció y dio fruto.

Jocker saltó al acantilado y cuando su cuerpo golpeó el agua, la visión completa se oscureció. Solo el sonido del agua moverse llenó la visión por un instante.

¿Cuántos años tienes? ¿12? —la voz de Jocker con 17 años burlándose de la propuesta que había escuchado de parte de un muchacho cuya cara se volvió roja por la ira al instante —Eres un idi*** si crees que podrás siquiera acercarte a la Torre Eiffel y sacar la varita. Te detendrán cuando te lleves la mano al bolsillo y te encerrarán en un psiquiátrico.

—Por eso estoy pidiendo tu ayuda, Black Lestrange.

¿Ayudarte? ¿A qué? ¿A sembrar el caos? No vas a la clase de Historia de la Magia, ¿no? Nómbrame a un solo hechicero que haya alcanzado la cúspide del poder sembrando el caos. Todos han fallado, y todos ellos eran muchísimo más hábiles de lo que eres tú con la varita.

Un día mi nombre será contado entre el de los hechiceros más hábiles del mundo, Black Lestrange.

Cuando eso suceda, Erlick, búscame y verás cómo hago desaparecer tu nombre de la faz de la tierra.

Tras decir esas palabras, Jocker abrió los ojos de par en par en la casa del Arcano Sajag con la sensación de saber exactamente qué era lo que estaba ocurriendo.

Ni siquiera se había puesto de pie cuando en su rostro se dibujó una sonrisa de satisfacción.

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En cuanto el aspirante abrió los ojos en el suelo de la casa de Sajag, algo pasó. Al principio fue imperceptible. Después, se hizo notar un poco más hasta que, finalmente, el ruido del viento fue demasiado audible para pasarlo por alto. Las hojas secas que aún estaban atadas en un secadero improvisado, se agitaron y se elevaron unos instantes. Los cuadernos, algunos rotos con las hojas esparcidas, aletearon con fuerza. Los libros pasaban sus páginas con avidez, como si alguien estuviera buscando un secreto entre sus palabras. Al pie de la ventana, un Augurey cantaba con tristeza agudas notas de aviso para quien quisiera entenderlas. El catre del Arcano gimió por el movimiento brusco, empujado por un tornado imprevisto y, a la vez, poco duradero. Todo pareció cobrar vida en un instante, todo murió al momento y quedó quieto, como antes.

 

En cuanto el aspirante al Anillo de Videncia supo lo que estaba ocurriendo, todo cobró vida y todo se calmó, tras dejar una huella. Era un rastro imperceptible, un cambio casi inapreciable. Sólo él lo vería. Y, en su Visión, el patriarca de la familia Black Lestrange sabría lo que tenía que hacer y sabría donde encontrar al Arcano. Le era imprescindible. Le necesitaba para cruzar el Portal. Sólo Sajag podría abrir el espacio donde pasaría la prueba final para ser vinculado. Sólo su Visión le llevaría hasta donde el Arcano le haría la pregunta para iniciar la prueba, sólo el Arcano le daría las pistas para cruzar los obstáculos que llevaban a la pirámide, en el centro de la isla, rumbo al Portal. Sin él, no tendría oportunidad.

 

Pero el espejo mostraba a una figura envejecida por el cansancio, con los pies desnudos, sostenido apenas por un brazo desnudo con restos de un antiguo tatuaje, ayudándole a llegar a un bote para cruzar la primera prueba. Antes, debería contestar a su pregunta formulada en un susurro sobre si quería seguir adelante... Eso se veía, por lo tanto, sucedería... ¿O no...? ¿Hasta qué punto Jock podía creer que sus visiones eran exactas y no fruto de un deseo?

 

¿Sabría Jocker Black Lestrange que tenía que encontrar al Arcano para poder seguir?

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  • 2 semanas más tarde...

Cuando finalmente el patriarca de los Black Lestrange abrió los ojos, un pequeño tornado hizo su entrada por la ventana; al principio solo era una brisa que fue intensificando su fuerza hasta que finalmente terminó por mover el catre del Arcano.

Jocker se puso de pie justo cuando un augurey comenzaba su canto triste y que anunciaba la lluvia que se aproximaba.

El animago blandió su varita de álamo, al tiempo en que recorría con la mirada todo el lugar. Esperaba ver marcas o señales que antes no había visto o que, incluso, había ignorado. Tenía la certeza, eso sí, de haber despertado en su interior un conocimiento que no le era propio.

Cuando sus ojos se encontraron con el espejo, por una breve fracción de segundos se vio a sí mismo, mojado hasta el alma, con los pies desnudos y la manga de la túnica descubierta, mostrando la Marca Tenebrosa que gracias a la metamorfomagia lograba ocultar a la perfección; satisfacción se dejó ver en su mirada, porque sitios que inhabilitaban la magia eran contados con los dedos de la mano.

Al parpadear, la visión desapareció, pero en su mente seguían fresca tanto las imágenes que había visto como las que se habían proyectado cuando había caído inconsciente.

—¿Matarías? —susurró junto a la brisa que volvió a entrar por la ventana y que causó que el augurey soltara un nuevo grito antes de partir volando.

Si aquellas palabras habían nacido de su autonomía o si eran la repetición de lo que el viento decía o si era el recuerdo de una de las visiones, Jocker no lo sabía. Lo que sí sabía era que la respuesta: Si la recompensa lo valía, sin duda que sí.

Cuando Jocker cerró la puerta tras de sí, el agua comenzó a caer con violencia sobre la tierra y sobre él mismo. Prefirió no usar magia alguna para evitar ser rastreado porque se dirigía hasta la Fortaleza Tenebrosa… o más bien, hasta los escombros de esta. Después de todo, todas las señales indicaban a que allí se encontraba el Arcano Sajag, secuestrado por Elrick.

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