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Videncia


Sajag
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Sajag abrió los ojos. Delante de él, el muchacho (hombre tal vez si no lo comparaban con la edad del Arcano) parecía sonreír, como si se supiera ganador de algo, como si creyera que llevaba las de ganar. Sajag apenas le veía, con los ojos hinchados no distinguía bien la fisonomía de su captor. No le hacía falta. Su Don de la Videncia le había enseñado su cara mil veces antes de verle en persona, antes de dejarle entrar en su aposento y mucho antes de que él hubiera tramado, siquiera, su secuestro.

 

Porque el Arcano había vislumbrado el odio del muchacho Erlick ante el desprecio que el joven Black Lestrange había mostrado ante su afán por ser el Mago más hábil del mundo, había sentido como el afán de demostrarle que lo había conseguido había ocupado parte de su posterior vida, como le había buscado en todos los rincones que Jock había visitado en algún momento para conseguir alcanzarle allá, en la Universidad de Londres. El Arcano sabía eso mucho antes incluso que ambos muchachos pasearan como amigos por las calles de París, cuando aún se respetaban y corrían aventuras a la par, cuando aún sus caminos no se habían separado.

 

Por ello, a pesar del daño que le habían infringido, a pesar de la sangre que corría por su cara, manchando su ropaje, a pesar de los pies descalzos y torcidos, de la piel agrietada de unos resecos labios, Sajag miró a aquella borrosa forma y habló con serenidad, con su extraño acento extranjero que le daba una sonoridad especial a sus palabras.

 

- No lo eres. No lo fuiste. No lo serás. Nunca conseguiste ni conseguirás el título de ser el Hechicero Más Hábil conocido. Ese título lo tiene otro. Te enfrentarás por nada.

 

Resistió un nuevo envite. Sabía que alguien le estaba mirando, más mirando la escena que a él mismo en realidad. Así que elevó sus ojos por encima de aquella mancha que volvía a usar la varita contra él y resistió. Era fácil hacerlo cuando sabía lo que iba a pasar. En cierta manera, el Ver te prepara para el Devenir.

 

- Tus ojos mirarán la gloria del Rey... Y no serás tú quien demuestre su gloria...

 

Sajag sonrió. No estaba seguro de si se había desvanecido en algún momento porque los lapsus oscuros eran cada vez más frecuentes. No importaba si se desmayaba. Conocía lo sucedido y lo que iba a suceder porque ya lo había visto. Por ello, su sonrisa se dirigió más allá de aquella figura, hacia quien venía a reclamarle.

 

- ¿Estás preparado para pasar la Prueba de Vinculación, muchacho? ¿Te crees apto para llevar el Anillo de Videncia en tu mano? ¿Crees que matarás por tenerlo?

 

Sabía la respuesta pero tenía que hacerla, era su deber sentir verbalizar la aceptación de lo que implicaba ser Vidente, el llegar hasta el Portal, el querer pasar por lo que aún quedaba por venir para conseguirlo. De su respuesta dependían tantas cosas... Sajag abrió la boca, divertido, mostrando unos dientes rojos de sangre. Todo aquello sufrido merecía la pena. No podía ser de otra manera... La Videncia era una Habilidad maldita, en cierta manera... ¿Lo habría entendido así su pupilo?

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  • 2 semanas más tarde...

Tal como lo había visto en el espejo, el patriarca de los Black Lestrange se encontraba empapado hasta el alma al llegar a los linderos de lo que por muchos años fue la Fortaleza Tenebrosa, aunque la copiosa lluvia se había detenido por completo. Había decidido no utilizar ningún tipo de magia para llegar hasta ahí para resguardar la promesa que en otro tiempo había hecho respecto de guardar el secreto de la ubicación de aquel lugar y que, la verdad de las cosas, era inútil mantener considerando la caída de la Marca Tenebrosa.

Hacía muchísimo tiempo no había tenido acción verdadera, por lo que el corazón le ardía de emoción. Sobre todo, porque la Prueba de Vinculación con el Anillo de la Videncia estaba en juego. Se sentía preparado, pero la verdad de las cosas era que Sajag y solo Sajag podía decirle si lo estaba o no.

La eterna oscuridad de la Fortaleza Tenebrosa le traía todo tipo de recuerdos. ¿Pero qué eran los recuerdos sino las llaves del pasado que abren las puertas del futuro? Jocker podía percibir en su espíritu que estaba viendo su futuro en el ahora, que todos los eventos de su pasado lo habían llevado hasta ese momento en particular, en donde sus ojos estaban siendo preparados para ver la Gloria del Rey en su esplendor…

¿Estás preparado para pasar la Prueba de Vinculación, muchacho? —escuchó decir al arcano, que tenía en frente a Elrick —¿Te crees apto para llevar el Anillo de Videncia en tu mano? ¿Crees que matarás por tenerlo?

Jocker esbozó una sonrisa a modo de saludo para el Arcano que se cayó inconsciente cuando el francés se dio media vuelta para recibir al que en otro tiempo había sido su compañero.

Asesinar nunca ha sido un problema para mí —dijo a modo de respuesta al tiempo en que hacía aparecer en su mano derecha su varita de álamo y lanzar un hechizo que fue fácilmente desviado.

Tras varios minutos de ir y venir de hechizos, el animago se vio en la obligación de hacer uso del poder que había adquirido gracias a los libros de los guerreros Uzza; Elrick no había perdido el tiempo todos esos años y sus habilidades en duelo habían aumentado considerablemente desde aquella última vez. Después de todo, la oscuridad era un potenciador de fuerza innegable… causaba muchos estragos en la persona, pero es capaz de potenciar las habilidades de alguien a niveles inimaginables.

Poco faltó para completar una hora cuando unas Fechas de Fuego invocadas por el Black Lestrange le dieron la ventaja que tanto esperaba. Tras eso, y un Cinaede con el nivel mágico que le daba el rango social de la Orden del Caduceo, la victoria fue inevitable.

Avada Kedavra —siseó para dar por finalizo el encuentro y arrebatar para siempre la vida de Elrick.

Justo cuando el verde brillo terminaba de desaparecer, los ojos del Arcano Sajag se volvían a abrir.

Es un placer para mi conocerte al fin en persona —exclamó el patriarca.

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El Arcano abrió los ojos, no mucho más de lo que era tenerlos cerrados porque los tenía hinchados. Pero lo hizo porque su alumno le hablaba y no quería ser descortés. Aunque era un hindú, su juventud en la Inglaterra elegante le habían enseñado las normas sociales que aún respetaba. Ahora veía un poco mejor pero recurrió a su memoria profética para observar el rostro de aquel hombre que le saludaba.

 

- Será más placentero cuando me desate de esta silla, muchacho.

 

Para Sajag, siempre sería un muchacho, comparado con él. Ya había perdido la cuenta de la edad que tenía, demasiada para le edad normal de un anciano en aquella ciudad donde impartía las clases.

 

- Veo que asesinar no le hace mella. Pero no se descuide, muchacho, lo hará, en el futuro, recordará y llorará todas las muertes que su varita ha ocasionado.

 

Sajag quería salir de allá, por fin. Por mucho que sabía lo que iba a ocurrir, vivirlo en la carne era muy duro.

 

- Necesito descanso. Has contestado sólo a una de mis preguntas. Necesito que respondas claramente que quieres vincularte pasando la prueba y si te crees apto para llevar el Anillo de la Videncia. Yo te veo capaz pero espero que hayas aprendido algo de todo ésto. No sólo debes de ser capaz de vincularte y dominar la Videncia. También tienes tú que sentirte apto. ¿Te sientes apto, Black Lestrange?

 

El Arcano quería volver a casa y descansar, con sus hierbas y su cama en el rincón de la ventana. Recogería todo para que volviera a la normalidad y después, se tumbaría, contemplando las estrellas.

 

- Piénsalo bien, muchacho. Si, después de reflexionarlo, decides que sí, te espero en el muelle destruido junto al río que hay en la Universidad, a las 11 de la mañana. Cruzarás el Portal o morirás en el intento. De ti depende el resultado.

 

Sajag era un gran Arcano y sólo esperaba su respuesta para desaparecerse de aquel horrible lugar. Siempre había podido hacerlo, en todo momento pudo huir pero había visto que esa era la prueba que necesitaría su pupilo para tomar la decisión y, por ello, permaneció esperándole, hasta el final.

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Jocker no había reparado en que Sajag continuaba atado de pies y manos cuando le saludó, por lo que cuando él lo hizo notar a través de sus palabras, no tardó en acercarse a él para ayudarle a desatar las amarras que Elrick le había realizado.

Había podido usar su varita, pero considerando que él era el Arcano que le ayudaría con la vinculación con el anillo de la Videncia pensó en milésimas de segundo que lo más apropiado era hacer el procedimiento de manera manual y no a través de la impersonal que resultaba ser a veces la magia.

Veo que asesinar no le hace mella —dijo el anciano cuando tuvo a escasos centímetros de distancia —Pero no se descuide, muchacho, lo hará, en el futuro, recordará y llorará todas las muertes que su varita ha ocasionado.

Fue inevitable que producto de aquellas palabras proféticas el ambiente se tornara más denso de común; Jocker, sin embargo, ignoró al menos en apariencia las palabras y continuó con su labor de ayudar a desatar las amarras del hombre.

Has contestado sólo a una de mis preguntas —dijo luego, y dando un breve rodeo le preguntó al patriarca si se sentía apto para la siguiente etapa.

Antes que el Arcano desapareciera y diera unas últimas recomendaciones, Jocker asintió con la cabeza y exclamó con firmeza:

Sí, estoy listo.

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  • 2 meses más tarde...

El Arcano parecía haber envejecido mil años en aquella última semana, una muy larga semana. La situación había cambiado y los Arcanos se iban del aquellos terrenos de la Universidad, volvían a casa. No era una huida. En realidad, se sentían libres por primera vez desde hacía años, desde que la Familia Malfoy les había obligado a mantener aquellas clases de enseñanza de las Habilidades en la ciudad de Londres.

 

Se iban. Gran Bretaña ya no era hogar para ellos. Aquel país no era el suyo, no se iban a implicar en las Guerras por Venir que no eran las suyas. O casi ninguna eran suyas. El Arcano ya no debía obediencia a ninguno de aquellos humanos magos que se creían aptos para aprender en meses las Habilidades que les había costado siglos, milenios, mantener viva. Una terrible guerra les había dado aquellos Anillos a los que querían vincularse. Los seres humanos, magos o no, no parecían entender lo difícil que era tener aquellas Habilidades y sustituían los años de estudio con prisas, la humildad del Conocimiento y Saber por el orgullo del Poder.

 

No; ninguno de ellos estaban preparados y los Arcanos se iban, tras la firma de la Srta. Mackenzie Malfoy en aquel pergamino en el que dejaba libre su puesto como Vice-Ministra. Con aquella renuncia se habían roto contratos y sellos más antiguos que se habían fundido en los remolinos del Tiempo. Eran libres de moverse y sus guerras no eran de su incumbencia.

 

Tenían sus propias guerras que batallar.

 

Llevaba poco equipaje: el sitar de su adolescencia, el cofre de su familia repleto de hierbas y plantas, sus libros... Llevaba sus sandalias usadas y un kurta de algodón en un tono pardusco, con un pantalón también oscuro, todo muy sencillo y cómodo para el largo camino que le esperaba. El único color que se permitió fue el botón rosado que una vez le dio una chiquilla, en su niñez, ya desaparecida en el tiempo pero nunca de su memoria. Así dispuesto para el viaje, observó el pergamino tan conocido en el que le anunciaban la llegada de alumnos. No le hizo falta abrirlo para saber quiénes eran.

 

Sintió dudas. No podía quedarse. Cuanto más tiempo permaneciera en aquellos terrenos, más peligro corrían los que le vieran. Eran perseguidos por el Gobierno de Egipto acusados por robo, un intento muy burdo para intentar que les deportaran a aquel país y apoderarse de sus Anillos y sus habilidades. No temía por él, sabía cuidarse, siempre lo habían hecho y ya había visto algo de los futuros posibles que podrían desenvolverse en cualquier momento. Temía por aquellos que querían aún desarrollar la Habilidad de la Videncia.

 

- Unos minutos más no importan - comentó para sí mismo, sabiendo que no era cierto. Sólo le estaba costando irse, después de tanta rutina.

 

Dejó todo preparado para irse y paseó lentamente en busca del lugar más relajante que conocía de aquel lugar, en los jardines del Guardián del Lago. Estaba segura que tanto @@Crazy Malfoy y @ sabrían encontrarle, si tenían un atisbo del Ojo Interior abierto. Ya les había visto con él al lado de la fuente así que no tendrían problemas.

Editado por Sajag
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La risa del anciano hizo que Anne resoplara con evidente fastidio. Odiaba que su padre se tomara a broma las cosas que le decía.

 

¿De qué demonios te ríes ahora, a ver? —masculló mientras se miraba al espejo. Su pelo se acortó un poco y el color grisáceo que solía presentar comenzó a cambiar lentamente, tornándose azulado. Vio en el reflejo de espejo que el nipón alzaba ambas manos, en señal de paz.

 

No te imagino entrenando tu ojo interior. O como lo llamen los videntes. Me suena algo de eso, porque recuerdo que en Cork había un monje vidente que se pasaba el día hablando del apocalipsis, algo sobre unas ranas voladoras que escupían fuego por...

 

— Te lo estás inventando, estoy segura.

 

— Que no, ¡que no! Te prometo que es verdad. Era un hombre muy anciano cuando yo estaba recién llegado a la ciudad, ni siquiera recuerdo su nombre. Pero sí recuerdo las risas que pasábamos en los invernaderos, mientras trabajábamos el huerto, escuchándole hablar de esas cosas mirando al cielo y con la sotana llena de tierra.

 

Anne se incorporó, ya estaba lista para marcharse. Giró sobre sus talones para encarar a Shiro, que estaba sentado en el borde de la cama, y caminó hacia él moviendo negativamente la cabeza. El anciano seguía sonriendo ampliamente, aunque no había maldad en sus ojos. Ni tampoco burla. Eran sentimientos desconocidos en alguien como él.

 

Me da igual lo que pienses de este tipo de magia. Yo... quiero aprender. O intentarlo, al menos. En relidad yo tampoco estoy muy segura de si conseguiré algo pero tengo que probar, ¿no? Me enseñaste a perseguir mis sueños, así que no tienes derecho a burlarte ahora por ello —besó la mejilla del hombre suavemente y volvió a girarse, esta vez en dirección a la ventana de la habitación.

 

No seas terca, no me estoy burlando. Es solo que no te veo yo... en fin, te dejo volar, querida. Como siempre. Y ahora también literalmente —añadió, mientras veía a la mujer subiéndose al alfeizar de la ventana a la vez que se colocaba una bandolera cruzándole el pecho. Siempre se le encogían las tripas cuando la veía hacer eso, pero sabía que no existía peligro alguno—. Buen vuelo, hija mía. Suerte con tu ojo interior.

 

Aquellas últimas palabras pillaron a Anne en mitad del salto, por lo que no le dio tiempo a responderle al anciano. Pero sí alcanzó a verle durante un instante esbozando una amplia sonrisa mientras ella extendía los brazos. Y luego se entregó por completo al viento.

 

Su cuerpo mutó casi al instante, dejando salir al exterior el animal que llevaba dentro. Su anatomía cambió en un instante, y su cuerpo se cubrió de un suave plumaje blanco y negro mientras sus extremidades inferiores se acortaban y las superiores se agrandaban. Soltó un fuerte grito cuando el cambio se completó y batió las alas, alzando el vuelo para tomar una buena corriente de aire que la llevara en la dirección que quería tomar.

 

 

Su viaje no duró demasiado, no mucho más que si hubiera ido en escoba. Las poderosas águilas del águila marina convertían a Anne en una criatura de lo más veloz en el aire. Y muy poderosa también. A medida que vio los terrenos del Ateneo aparecer ante sus ojos, aflojó la marcha y comenzó a descender, primero en picado y luego planeando para preparar el aterrizaje. Este fue suave y calculado. Sus garras arrastraron un poco por el césped de los terrenos y luego encogió las alas, pegándolas a su cuerpo mientras este comenzaba a mutar nuevamente para recuperar su forma humana. En pocos segundos, una joven de generosas curvas y no demasiada altura se incorporó del suelo y se vistió con un movimiento de varita utilizando ropa que llevaba en la bandolera que había portado en su pecho en todo momento. También extrajo varios anillos y amuletos, y se los colocó. No solía salir de casa sin aquellas cosas.

 

Miró a su alrededor, una vez terminó de todo. Estaba cerca del hogar del arcano Sajag, al que no recordaba haber visto nunca de cerca, pero él no estaba por allí. Se quedó quieta, pensativa. Recordaba que otros arcanos también habían aparecido en lugares insospechados, como aquel portal que había que cruzar para encontrarse con Lawan, y las instrucciones mentales de Sauda. Pero allí no había nada para localizar a Sajag. Chasqueó la lengua, no empezaba con buen pie. Caminó un poco hasta cerciorarse de que no estaba en el lugar correcto y, de pronto, recordó un lugar donde los arcanos solían reunirse. El lago, aquel de la enorme estatua. Lo había visitado siendo directora de aquella institución alguna vez, pero hacía años que no había vuelto por allí. ¿Seguirían usándolo asiduamente?

 

Decidió buscar allí. Cuando llegó, enseguida se dio cuenta de que había hecho lo correcto, pues el hombre parecía esperarla junto a la fuente. ¿La habría visto llegar de alguna forma? No estaba segura de cómo funcionaba la videncia, así que prefirió no dejarse llevar por conclusiones precipitadas. Se acercó lentamente y, cuando estuvo cerca, carraspeó con la garganta para captar su atención.

 

Ejem... ¿maestro Sajag? Soy Anne Gaunt... me anoté recientemente en... o sea, vine a aprender sobre... en fin, me presento como su alumna, señor.

 

De repente había dejado de sentirse tan decidida. ¿En qué momento le había parecido buena idea estudiar videncia?

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Crazy se encontraba en su mesa de costumbre en la taberna El Marinero Llorón, situada en la esquina más alejada de la puerta. De vez en cuando el tabernero le lanzaba una mirada de reproche, ya que Crazy tenía cinco libros extendidos sobre la mesa y una vuelapluma rasgaba con velocidad un pergamino que había tenido que dejar en la mesa de al lado por falta de espacio.

 

- Esto no es una biblioteca - había dicho -

 

En su opinión los libros espantaban a los clientes, de hecho unos días atrás y ante las constantes visitas de Crazy, había colgado un cartel que rezaba "Prohibidos los libros y las lechuzas". Al menos esta vez solo estaba incumpliendo la mitad de las normas...

 

Un súbito estallido de cristales rotos interrumpió sus pensamientos y levantó la cabeza del tomo de "El ojo interior, ¿Tenemos más de uno?" justo a tiempo para ver a una lechuza entrar en aquel tugurio atravesando una pequeña ventana cerrada y volar hacia él como una flecha. El animal le lanzó una carta y, sin detenerse, volvió a salir por donde había entrado ululando con indignación.

 

El tabernero se había puesto rojo como un tomate y agitaba los brazos como si intentara nadar. La interminable retahíla de imprecaciones lo convencieron de que quizás era hora de marcharse, lo cual quedó confirmado cuando descubrió que la carta era una invitación a reunirse con el arcano de la videncia. Invocó un portal trenzado por zarcillos de sombra a su lado, y lo atravesó tras despedirse del camarero con una sonrisa amigable.

 

Surgió en los terrenos de la universidad, en la casa de Sajag, e inspeccionó el lugar tranquilamente. El arcano no estaba por ningún lado, pero además el lugar parecía medio vacío, como si se hubiera ido de viaje. No sabía muy bien qué hacer, de forma que se sentó en el suelo y observó aquel bello paisaje exótico creado con magia. Él mismo había participado en su construcción, pero no dejaba de maravillarle lo que el trabajo y la colaboración entre los magos podía llegar a lograr. Si solo fueran capaces de dejar de matarse unos a otros y comenzar a ayudarse, el lugar podría llegar a ser un lugar maravilloso.

 

Dejó ir sus pensamientos sin dirección aparente, divagando y tratando de recurrir a lo que siempre le había ayudado cuando se encontraba perdido. Siempre lo había llamado intuición, como una pequeña sensación en el fondo de su estómago que le indicaba qué hacer, o lo avisaba de un peligro. Siempre lo había considerado una mera superstición, pero los magos que llevaban una vida como la suya rara vez se hacían tan viejos, y recientemente había comenzado a pensar que aquella extraña capacidad intuitiva quizás hubiera tenido algo que ver.

 

La intuición llegó, golpeando inesperada como de costumbre justo cuando más distraído se encontraba. Algo le indicó que conocía un lugar especial para los arcanos, al que se retiraban a haraganear de vez en cuando.

 

Un portal de tinieblas lo llevó al lugar, y no le sorprendió encontrarse allí a Sajag y Anne, a la que saludó con una inclinación de cabeza.

 

- Hola arcano, soy Crazy Malfoy y acudo a ti para aprender... Aunque supongo que ya lo sabías - dijo dejando escapar una pequeña risa -

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El Arcano guardó silencio a pesar de la llegada de la primera alumna. Fue sólo un breve instante en que el aroma de las flores y el azote ligero del viento acompañó al Arcano en esa soledad que sentía, a pesar del movimiento que se desarrollaba a su alrededor. Alumnos de Hogwarts, recién llegados a aquel centro de cultura, pasaban cerca sin tener en cuenta el drama que se sucedería en los terrenos de la Universidad. Sajag lo sabía. Pronto, todo aquello dejaría de existir, en cuanto unos partidarios del enfrentamiento bélico partidarios de la doctrina búlgara llevaran a cabo la idea que aún estaban madurando en sus inútiles cabezas.

 

Por fin salió de aquellos pensamientos lúgubres y saludó a la muchacha que se había acercado a ella, aún sin mirarla, con la mirada perdida en aquella sucesión de información que acudía a su cabeza.

 

- Sé quien es, señorita Anne Gaunt, una de las últimas en ser mi alumna, la futura cara y voz de un grupo aún oculto. Hacedora de varitas, ocultadora de dragones... Sé quien es, Anne Gaunt. ¿Sabe usted quién es?

 

En otras ocasiones, el Arcano no hubiera sido tan descortés. Aún conociendo todo sobre el alumno que se presentaba en su casa, él siempre había separado lo que veía de lo que debía saber, nunca se implicaba. Y, sin embargo, ahora no había tiempo. Sus dos alumnos eran dos personas sumamente importantes en aquel pueblo que le había acogido durante unos años y que tenía que abandonar lo antes posible. La presente iba a marcar un antes y un después en el panorama social de aquel pueblo llamado Ottery. El que estaba por venir había marcado un antes y un después en la vida política del mismo. Y, aún así, aún tenían mucho que decir ambos en los entresijos del Destino. Pero él no tenía tiempo para enseñárselo.

 

Tendrían que descubrirlo por sí mismos.

 

- Sí, Sr. Malfoy, ya le conocía aunque aún no nos habíamos visto físicamente.

 

Contempló al recién llegado y, tras su figura, unos pájaros volaban de forma alborotada, allá en el cielo, aunque con la perspectiva parecían hacerlo sobre su cabeza. Mal presagio. No había tiempo.

 

- Sé lo que queréis, muchachos. - Sí, para él, hasta el hombre que tenía delante y que había sido hasta hacía poco el Primer Ministro del Ministerio de Magia Británico, era joven. Aunque, tal vez, no mucho más. - Me es imposible enseñaros nada. Os podría enseñar a Ver lo que otros no ven en hojas de té, en las líneas de las hojas de un árbol sagrado, en el vuelo de los urogallos, en las gotas de las velas... Más ligado a la Adivinación que a la Videncia y, aún así, no sabríais nada. No os puedo enseñar.

 

Un olor especial le llevó momentáneamente a una carrera entre azafranes y una risa femenina infantil que le hizo sonreír. El recuerdo desapareció pero el olor persistía en el aire. Algo no iba bien.

 

- Podéis leer mil volúmenes sobre el Ojo Interior y, aún así, no saber nada. Esta Habilidad no se aprende; se tiene. Los dos la tenéis. Los dos veis, los dos habéis visto en algún momento pero lo habéis olvidado o lo habéis catalogado como algo inocente o casual. Los dos tendréis que reconocer esos momentos, recordar qué os llevó a ello y mentalizaros que Ver es lo habitualmente haréis para siempre en el momento que dominéis cómo hacerlo. Y, sobre todo, tendrán que entender que la Videncia no es un Don amable; es una maldición que pesará en vuestras espaldas hasta la Muerte. Se ha de ser Especial para tenerlo y Fuerte para soportarlo.

 

Nunca era tan arisco en la primera toma de contacto pero... Cada vez había menos tiempo.

 

- Así que recordar esos momentos en los que tuvisteis el Ojo Abierto y lo que os enseñó. La Videncia es un arte exacto dentro de la inexactitud del tiempo. Si lo domináis, el Presente-Pasado-Futuro estará a vuestro alcance sólo con desear conocerlo. Pero está llena de peligros, de decisiones, del peor enemigo que os puede hacer daño: vosotros mismos. Ser Vidente es ser una persona marcada de por vida. Y no es fácil serlo. Así que pensar si realmente queréis dar este paso o preferís el desconocimiento. La Videncia navega indómita por vuestra esencia física y gobernarla, dominarla, enjaularla para poder liberarla en Visiones os hará ser más sabios, más crueles, más comprensivos, mejores, peores de lo que ya sois ahora. Pero nunca volveréis atrás. En cuanto surja, dejaréis de ser libres. ¿Eso es lo que realmente queréis, muchachos?

 

Otra vez esa palabra. Era necesario que, en aquella materia, entendieran que eran unos niños a los que hay que enseñar las tareas más básicas para crecer en ella.

 

- ¿Sabéis en qué fallan todos los que son rechazados por el Portal? En la interpretación. La Videncia es exacta, cómo la interpreta el Vidente no lo es. Si queréis pasar y vincularos, deberéis aprender a rechazar vuestros deseos y a aceptar los hechos, sin tergiversarlos y sin pretender cambiarlos. He aquí la diferencia entre un Vidente o un Charlatán de Feria de tres al cuarto.

 

Volvió al silencio y rozó el anillo rosa que llevaba en la mano. No había tiempo. El olor se acentuaba. Los espías de Egipto lo habían localizado. Pronto llegarían... Tenía que defender aquel Aro que les permitiría abrir todos los portales. Debía destruir la pirámide antes de irse para evitarlo pero... ¿Lo haría antes o después de que sus alumnos entraran en el Portal de Videncia? Era complicado... Si conseguían todos los anillos, usarían la Sala del Ouroboros y tendrían en sus manos el Portal de las Siete Puertas y, con él, el destino de todos, hombres, muggles, magos, de todo el mundo... Los otros Arcanos se habían comprometido a defender sus anillos hasta llegar a destino, donde se reunirían. Sajag, además, había incluido la destrucción del Portal de Portales en su promesa.

 

No debiera haber cedido a darles enseñanzas a aquellos alumnos. No le obligaba nada y, sin embargo... Ahora sus vidas corrían un gran peligro.

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Crazy escuchó en silencio al arcano, dijo muchas cosas pero todas ellas de una forma igual de misteriosa que todos los videntes que había oído antes hablar de su don. Cuanto más escuchaba a Sajag hablar de aquella forma vehemente, más se preocupaba por los acontecimientos del futuro que la tenían preocupada y cuyo conocimiento consideraba incluso una maldición. ¿Qué diablos estaba por venir?

 

Comprendía porqué faltaban objetos de su casa, los arcanos se iban, habían pasado a ser fugitivos, perseguidos por un gobierno que ansiaba su poder y odiaba a Inglaterra por habérselo arrebatado. Su última decisión como ministro había sido un pacto secreto y difícil de alcanzar, que les proporcionaría un refugio adecuado en Japón. ¿Sería aquello suficiente? ¿Bastaría para proteger a los guardianes de tan vasto conocimiento? Valoró durante un instante preguntarle a Sajag, pero aquel parecía el camino fácil. Tenía que descubrirlo por sí mismo.

 

Intentó acudir a su ojo interior, a esa extraña intuición que siempre lo había acompañado. Aquel sentimiento indeterminado que no se le presentaba en forma de imágenes o palabras, sino de impulsos. Nada surgió en su mente, nada agitó sus entrañas, quizás porque aquellos tirones del destino siempre habían venido a él en situaciones de necesidad, en encrucijadas del destino. Cruzar el velo del tiempo a voluntad tendría que ser más complejo, más difícil, quizás como empujar una puerta firmemente cerrada. Trató de abrirse paso, de poner todo el peso de su alma en avanzar más allá.

 

Y creyó ver, un fogonazo de luz verde lo sacudió y el olor a cereza acudió a su nariz. Súbitamente escuchó muchas voces a la vez, superponiéndose unas a otras hasta formar una amalgama ininteligible. Comprendió entonces que ver el futuro no era tan diferente de ver el presente, se requerían los cinco sentidos, ver, oler, tocar... Quizás el término videncia fuera un concepto limitante, pues se trataba de algo más complejo. Se sintió abrumado, incapaz de procesar aquella nube de información que acudió a él con la velocidad del rayo y cesó de la misma manera, dejándolo con la respiración agitada y recuerdos confusos que no le pertenecían.

 

- Esto va a ser difícil - suspiró - Entiendo porqué es tan difícil de transmitir, ¿Cómo le explicas al ciego lo que es ver o al sordo lo que es oír?

 

Y, sin embargo, confiaba en que Sajag pudiera lograrlo, o al menos confiaba en que si alguien podría era él.

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El Vidente cerró los ojos y, por unos instantes, pareció que dormía. No era así. Era consciente de todos los pensamientos que pasaban por la cabeza de sus aprendices y de los intentos que el Sr. Malfoy hacía para Ver. Se mantuvo en esa postura un poco más, sólo para no interrumpir a ninguno de los dos. Cada uno, a su manera, intentaba entender toda la palabrería que les había soltado en su primer contacto.

 

Muy poco sutil, muy poco comunicativo. Sajag era un Arcano parco en palabras y, sin embargo, la comunicación era lo que más importaba en estos momentos. Sin ella, la Guerra sería una matanza con un alto número de contendientes; sin ella, podría ser un planeta entero el que pereciera.

 

- Están condenados a fenecer como especie si no conseguimos llegar pronto a nuestro destino.

 

Fue sólo un murmullo pero lo suficientemente alto como para que el Arcano abriera los ojos y se diera cuenta que, al menos el ex-Primer Ministro, le miraba en busca de una respuesta que no le estaba dando. Sonrió con cara triste y, de nuevo, el olor a catástrofe le hizo arrugar el entrecejo. Aquella guerra no era de su incumbencia.

 

- Sólo las mentes rígidas hacen esa pregunta, Sr. Malfoy - respondió, al fin, el Arcano. - Lástima que sean demasiados los que se encierran en muros rígidos y no permiten que sentidos transversales circulen por sus resquicios.

 

El Arcano negó con la cabeza de forma muy leve. Notaba que el tiempo se desvanecía, que todo iba a suceder y, sin embargo, no quería huir todavía. Quería enseñarles todo lo que pudiera a aquellos dos últimos alumnos antes de su refugio en aquel país oriental al que llegarían, en algún momento, y continuarían sus enseñanzas.

 

- Es un estado de ánimo, una sensación que crece y se multiplica, como una gota de agua que se convierte en mar. ¿A qué huele una nota musical? ¿A qué sabe el tacto de la madera? ¿A qué suena un color? No se niegue a descubrir sentido a las cosas sinsentido, saque ese muro de piedra sobre sus ideas cerradas y verá que su Ojo está ahí, enseñándole un mundo que sólo conocía en sueños. Porque los sueños, Sr. Malfoy, son misterios cotidianos que nuestro Ojo ve y nuestra mente encierra en cajas de incoherencias que deben ser eliminados.

 

Sí, no podía explicarlo mejor de lo que ya lo había hecho. El trabajo de entenderlo era de él, de ella, de los dos... Ellos debieran aprender a liberar el Ojo de las ataduras que los años le habían impuesto.

 

- Piensen en una intuición, en algo que no supieron interpretar como una Visión hasta que sucedió y se dieron cuenta que ya lo sabían. Esas intuiciones son los resquicios que se escapan de su muro de contención. Por eso es importante hacer todas las Habilidades. Si saben usar la Legilimancia o la Oclumancia sabrán cómo hacerlo. Si no lo tienen - la mirada volvió hacia el ex-Ministro, pues ella sí tenía al menos una de esas habilidades, lo veía, - les será útil para dominarlas.

 

No quería decir más pero notaba que necesitaban ese empujoncito para Ver. Así que cedió a sus prisas y les dio un consejo.

 

- Cuando yo empecé, mi Maestro Arcano me dijo que asociara siempre a un sabor agradable o a un objeto que me gustara y que no me costara recordar el esfuerzo de abrir el Ojo. Yo recordaba el olor a azafrán de los campos que tenían mis padres, que recorría cuando era un niño, donde encontré a la muchacha más linda que jamás haya conocido. El pensar en ese olor picante, en el color amarillo del polvillo machacado, en el mar púrpura de las hojas de las plantas, el sonido de la risa de aquella chiquilla, el azul del cielo sin nubes... Ese cúmulo de sentimientos exaltados me producía una paz interior que me dejaba listo para que mi Ojo renaciera. - Una sonrisa ensoñadora me hizo bailar con vestidos hindúes en una boda que no era la mía mientras yo tocaba el sitar a miles de kilómetros de distancia. Volví al presente con una sensación lánguida de abandono. - Ya no me hacen falta trucos para Ver. Las Visiones vienen, explotan, se van y te dejan con cierta tristeza de saber lo que no te conviene.

 

Miré mis pies, tapados con aquellas sandalias en las que apenas asomaban, libres, la punta de los dedos. ¿Llegaría a destino con ellas o no serían lo suficientemente cómodas?

 

- Siempre les digo a mis alumnos que busquen algo que sea de fuerte emoción que les produzca un estado agradable en las que las visiones tengan fácil el acceso. Algunos deciden algo de comer, otros un recuerdo, otros un momento triste de sus vidas que les abra el muro de frialdad que les rodea... A veces no es agradable sino doloroso. Eso lo han de encontrar ustedes. ¿Os he contado que uno de mis alumnos no pudo pasar la prueba del Portal porque cada vez que intentaba conectar con su ojo interior pensaba en una copiosa comida? Acabó engordando 25 kilos y montando una cadena de restaurantes en Italia. No sé qué habrá sido de él...

 

Sí, lo sabía, pero eso no era algo que pudiera decir a nadie.

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