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Videncia


Sajag
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Sajag se acomoda en el asiento mientras Madeleine se adentra por sí sola. Hasta ese preciso momento, el arcano no había notado la presencia de su acompañante, así que es curioso para él notar la dinámica que se va desarrollando con ella por cada paso que da. La alumna no solo está perdida respecto al rumbo que desea tomar si no también desorientada respecto a su propia capacidad. No es que sea un caso demasiado raro pero sí le parece curioso que se parezca al de la última bruja que le había tocado instruir antes de irse de viaje.

No es su intención hurgar en los pensamientos de la muchacha pero ese lugar y él se encuentran conectados. Dado que son los aposentos destinados para el entrenamiento de sus pupilos y de uso personal, Sajag los conoce bien y es capaz de observar en ellos más de lo que podría al exterior, gracias al anillo de videncia. No es capaz de captarlo todo; quizás si hiciera el esfuerzo podría alcanzar a atisbar mucho más allá pero no es su intención poner a prueba su poder con una discípula de Sauda. Solo obtiene retazos que se parecen más al futuro que a la textura de los recuerdos: en ellos, la muchacha susurra un nombre, que es justamente el de la mujer que instruyera antes del viaje, y a quien la había conectado por el proceder que ambas mostraran, sin estar enterado que tal conexión era más real e inmediata de lo que parecía.

Sajag sacude la pipa al borde del mueble para que los restos de la hierba ya consumida caigan al suelo y Madeleine sale del trance de forma repentina. La puerta se cierra tras ella impidiendo que sus compañeros puedan apreciar lo que hay dentro, aunque la muchacha sí parezca alcanzar a notar el interior sencillo al volverse antes del último toque.

Eso debería bastar ¿para qué? Para lo que tendrá que hacer a continuación. Cuando el resto se ha retirado, el arcano vuelve a dirigirse a ella:

—Trabajaremos ahora en base a lo que observaste —explica, como si todo eso no hubiese sido más que otro breve intercambio sobre una taza de té—. Quiero que vacíes tu mente, que pienses tan solo en una cosa ¿qué es lo que más has deseado ver en tu futuro?

Él sabe que la muchacha tiene que decir algo y en esa sala ya no se encuentran los demás pupilos, si no solo Sajag y ella. Algunos adentrados en sus propias puertas y otros retirados de la enseñanza solo de momento. Por lo que confía en que la muchacha pueda verbalizar eso que acaba de preguntarle de la manera más exacta posible y así proseguir con lo que tenía planeado para que ella pudiera ser más y más consciente de sus poderes y de la forma adecuada para ella de explotarlos.

Editado por Sajag
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Si bien se supone que Madeleine es una adulta hecha y derecha, a medida que su mente se aclara y toma consciencia de la situación en la que se encuentra, no puede evitar sentirse indefensa y pequeña. El arcano se dirige a ella con una amabilidad que no está segura de merecer, y aunque probablemente no sea su intención, no puede quitarse de encima la idea de que la está amenazando. «¿Qué es lo que más has deseado ver en tu futuro?». La pregunta duele, quema, y para Madeleine aquel se trata de un ataque personal; está convencida de que, de alguna forma, Sajag sabe de qué hilos tirar para quebrarla y está convencida de que aquel teatro tiene ese único objetivo. ¿Por qué iba a querer ayudarla? ¿Porque le dio galeones a los magos ingleses que están detrás de la mafia de las habilidades? ¿Porque fue a sus aposentos a tomar una taza de asqueroso té...? Su mente va a mil kilómetros por hora y siente que no puede detenerla. Y que tampoco debe hacerlo. Es un mecanismo de defensa; si cede, si no hace caso a aquel arrebato, está pedida.

 

«Espera».

 

El sentimiento de ser una chiquilla desubicada, sin la más mínima habilidad de autocontrol, incrementa cuando se obliga a cerrar los ojos y respirar profundamente. Luego de las lecciones de Sauda, es más fácil hacer que el tren de pensamientos reduzca la velocidad y apartar las ideas paranoicas que nacen en su mente sin razón aparente, para poder ver la situación con ojos más amables.

 

Ella está ahí porque quiere, nadie la está obligando; probablemente, el caso del arcano sea el mismo. Y sea cuales sean sus motivos para aceptar ayudar a una bruja tan desastrosa, tiene que aceptarlo. No es que últimamente abunden las personas que la tratan con amabilidad sólo porque sí y no puede darse el lujo de espantar a las pocas personas que acceden a ayudarla. Sabe que sus razones son egoístas, y no sabe si sería capaz de admitirlas en voz alta, pero quiere estar bien y está convencida de que este es el camino que debe recorrer. ¿Cómo es que dicen los aficionados al deporte? Sin dolor, no hay ganancia. Bien, quizás aquí aplique lo mismo. Quizás el hecho de que aquella pregunta le ocasione tanta ansiedad, se deba a que precisamente es la pregunta adecuada para ella.

 

—Está bien —masculla Madeleine por lo bajo, separando ligeramente los párpados para darle un último vistazo al arcano.

 

Aunque vaciar su mente debería ser algo sencillo para una oclumante, le resulta un poco más difícil de lo habitual. Hay algo extraño en ese lugar... Pero, por supuesto, no puede ponerse a divagar al respecto. Con los ojos fuertemente cerrados y los labios fruncidos, como si estuviera haciendo uso de una gran fuerza, se concentra en apartar los pensamientos sin importancia, sus temores y sus preocupaciones, hasta tener un lienzo en blanco donde pueda desarrollar su idea. Sólo entonces, repite la pregunta para sus adentros:

 

«¿Qué es lo que más deseo ver en mi futuro?».

 

Y no se va por las ramas. No piensa si de verdad tiene la esperanza de ver si futuro, no piensa si merece futuro algo, no piensa si el destino es una tontería o algo real... No, deja que su mente vaya hasta la respuesta. Porque, sí, ahí está: aunque no de forma consciente, muchas veces ha ido haciendo una idea de lo que sería su futuro. La ha trabajado en ensoñaciones, en el aburrimiento, en la soledad. Madeleine no tiene planes, pero aunque no lo parezca sí tiene sueños y deseos. Y, sabiéndose sola con Sajag, se atreve a separar los labios para dejar que la respuesta salga de ellos.

 

—Sólo quiero una vida tranquila y feliz —susurra, con un hilo de voz—. Quiero tener un hogar y una familia, y quiero que sea suficiente. Quiero poder amarlos sin temor, sin complicaciones. ¡Quisiera que todo fuera tan... sencillo!

 

Siente las uñas clavarse en las palmas de sus manos, y se da cuenta de que su mente vuelve a nublarse con los pensamientos que había estado tratando de evitar. Frunce el ceño e intenta apartarlos, como si se tratasen de molestas moscas, pero no tiene caso. Eso fue todo.

 

Abre los ojos, pero mantiene la mirada clavada en las puntas desgastadas de sus botas. ¿Qué tontería acaba de decir? Sajag probablemente pensará que es algún tipo de vagabunda, pero ella tiene un hogar y una familia. Allá en Luss, hay una habitación que nadie le negará y hay personas que comparten nombre y lazos de sangre con ella. «Pero si es así, ¿por qué me siento tan sola?». Quisiera poder dejar salir su frustración con las manos, pero aquel no es un momento para ello. Sólo le queda cerrar los ojos y respirar, como una est****a.

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sins don't end with tears, you have to carry the pain forever

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  • 1 mes más tarde...

—Redímete, abre los ojos.

 

Sajag la ha golpeado con el extremo de la pipa; no es un golpe fuerte ni tampoco suave, es lo necesario para sacarla de sus ensoñaciones. Madeleine había abierto los ojos (tal vez es más bien en un sentido metafórico) pero seguía lejos de la clase, de su presente. Deja la pipa ya apagada a un lado del mueble en el que se encuentra y entonces su voz vuelve a alzarse. La idea, es que llegue a la raíz misma de sus pensamientos, que se asiente allí, para que se convierta en un principio energético.

 

—Tu presente, es tan solo un instante —explicó entonces— y, apenas ese segundo ha pasado, tienes ante ti lo que un segundo antes fuera tu futuro ¿me sigues?

 

No espera a que la muchacha asienta, si no que se incorpora y dirige el camino hacia el exterior. Su última pregunta era tanto una indicación como una interrogante: de que la siguiera físicamente pero también con la conversación a la que intenta conducirla.

 

—Como bien sabes, las cosas que ejecutas en tu presente, se manifiestan en tu futuro —las manos de Sajag se deslizaron en el aire a medida que iba avanzando, formando pequeñas ondas o formas sin sentido aparente—. Lo que significa que, si quieres leer tu futuro y el de los demás, tu magia debe estar enfocada en aquellas cosas que fluyen a tu alrededor, que habrán de manifestarse posteriormente.

 

>>Vaciar tu mente es vital, porque harás uso de tus chacras para encontrar esos hilos energéticos y visionar las manifestaciones que estos te muestren. El estrés, la ira, el dolor... todos esos sentimientos obstruyen el fluir adecuado de energía en tu cuerpo<<.

 

Normalmente, un vidente tenía una mayor conexión con sus poderes y por tanto, no tenía sentido explicarle los principios básicos de la habilidad pero Madeleine era distinta. Por otra parte, eso significaba también que no asociaba sus visiones a algo determinado, lo que podría significar una ventaja en el futuro; estaría aprendiéndolo de cero, adecuadamente, sin que las cosas negativas que pudieran filtrarse en otros contextos la afectaran, ya que Sajag estaría supervisando el proceso.

 

—Existen siete chakras en tu cuerpo y, si no fueras un mago, tendrías que explorarlos con tiempo y meditación —allanó Sajag—. Por supuesto, ese no es tu caso —"y tienes suerte por ello" agregó para sí, debido a que no era precisamente un camino corto, al estilo de los magos londinenses.

 

Habían llegado al exterior y, en lugar de volver a sus aposentos, decidió sentarse sobre la hierba verde bajo un grupo de árboles pálidos, cerca del lago. Quería buscar un sitio relajante y eso significaba para él respirar un poco; si bien fumar podría abrir su ojo interior, no tenía que mantenerse así todo el tiempo, el estímulo una vez obtenido, se aprovechaba mejor en otros ámbitos.

 

—El té que bebiste, es estimulante pero eso no es lo único que nos ayudará aquí para buscar que conectes con tu propia energía, tu magia y el nexo que nos sintoniza con los demás —agregó Sajag en tono soñador. Estaba un poco bajo de energías debido a todo el movimiento del día pero quería que Madeleine entendiera eso antes de que intentaran otra vez con otro tipo de estimulantes—. Por eso, dejarás tu varita a un lado e intentarás concentrar tu mente en una imagen de tu propio cuerpo y sus respectivas consecuencias en torno al balance.

 

>>Una vez lo encuentres y las liberes, así sea solo por unos instantes, encontrarás la forma de conectar con la fuente de tu propia magia sin un catalizador, tu varita, y podremos comenzar de verdad<<.

 

@@Ellie Moody

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  • 5 semanas más tarde...

La última vez que Zoella pisó aquel camino decidió salir en silencio absoluto de la vivienda del arcano. No soportó la presencia de su hermano y huyó como si la estuvieran persiguiendo. Decidió que él no quitaría sus ganas por adquirir nuevas habilidades así que por ellos sus pies la llevaron de regreso por donde había caminado aquella mañana solo que ahora, días después y por la tarde la bruja trotaba hasta llegar a las alas de habitaciones.

 

Su varita iba en su mano, fuertemente agarrada en conjunto con los anillos de sus otras habilidades. La calva conocía la enemistad entre los arcanos y los uzzas y por ellos todo lo que fuera referente a los libros lo dejo en casa, dispuesta a concentrarse únicamente en las habilidades mágicas. La fina línea verde con las serpientes entrecruzadas daba la habilidad de Parsel a la bruja, mientras que la línea plateada con aquella espinela roja fundida en la zona superior donde la Nigromancia se concentraba.

 

Observó sus otros dedos vacíos, que aguardaban ser decorados con las habilidades faltantes. Triviani ansiaba el poder que las siete habilidades mágicas le podían dar y ansiaba incluso obtener la que el bando le daba. Observó su tatuaje, donde las runas y jeroglíficos bordeaban su muñeca y ahora llegaban casi a su codo, dando señal de que seguía expandiendo sus saberes de la sangre, y la sed de aprender más seguía y seguía, nublando cualquier juicio que ella pudiera tener.

 

Sus pasos se ralentizaron hasta detenerse frente a la puerta de donde Sajag vivía. Tocó tres veces, justo como ella tocaba en todos lados y esperó a que el arcano nuevamente le diera la oportunidad de aventurarse en la habilidad del ojo interno.

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Sajag sospechaba que la muchacha necesitaría tiempo y, en cuanto a dicha suposición, no se equivocó. Lo necesitaba y se lo estaba tomando. Sajag no se demoró a su costado; caminó a sus propios aposentos, dejándola sobre la hierba. Era evidente que iría a buscarlo en cuanto estuviera lista. Mientras tanto, tenía varias cosas que organizar y muchas en las que pensar. A pesar de que no había pasado mucho tiempo desde su último viaje estaba pensando en que tal vez podría realizar uno, mientras sus pupilos se tomaban su tiempo.

En sus aposentos, repasó escritos por días. No solo porque le interesaba saber más en líneas generales sobre ese lugar si no que dichos escritos, de pergamino antiguo y amarillento, provenían de ese lugar y sumaban a su curiosidad. Una vez lo hubo hecho hasta la saciedad, los devolvió a su sitio. Dejó la pipa larga con la punta reposando sobre un cenicero de cerámica y se volvió hacia el mueble principal. En los cajones de madera, había ropa, hierbas, pergaminos, rollos de seda, utensilios de cocina, juegos de té, pastas, otro tipo de plantas secas y algunos objetos brillantes. Sajag se encontraba pensando en su reciente disposición, apartando algunos libros con un pie –porque esos los acomodaría más tarde– cuando la puerta sonó. Con un movimiento indiferente de la varita, hizo que la puerta se abriese y siguió observando el mueble con insistencia.

Se trataba de la muchacha Triviani que había venido antes. Por supuesto, desde entonces Sajag se había entretenido con su pequeño proyecto pero la recordaba bien. Un rostro perfilado y exquisito, una muchacha clásica, vista desde el exterior, con una mente todavía en espera de ser proyectada hacia aquello que deseaba. Sajag cerró la puerta con otro movimiento de la varita y la miró de reojo para preguntar:

—Entonces, señorita Triviani, ya se lo había preguntado antes pero volveré a hacerlo ¿tiene usted el don natural o desea entrenarse de manera convencional?

@@Zoella Triviani

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No paso mucho tiempo cuando la puerta fue abierta, dandole la bienvenida a el hogar de Sajag, el olor a tabaco le inundó junto al fuerte aroma de la antigüedad, ese que solo un sin fin de libros viejos podían otorgarle a una biblioteca. Se adentra con tres pasos y la puerta fue cerrada a su espalda, la vista del arcano se posó en ella de reojo antes de seguir con lo suyo.

 

La pregunta llegó, y Triviani se acercó lentamente y en silencio hasta el arcano, meditando su respuesta. Jamás había presenciado una Profecia o descubrimiento del futuro, más allá de aquella extraña visita al ministerio donde estuvo en la sala de las profecías, por allá en Halloween quizás, donde la gala fue llevada a cabo dentro del mismo ministerio. Aunque la bruja era conocedora de algunas mancias para la adivinación, sabía que la videncia era algo totalmente diferente.

 

Observó los libros frente a ella, y por algunos segundos pensó en lo diferente que era cada arcano. Se fijó en Sajag algunos segundos antes de contestar - Deseo entrenarme de la manera convencional, quizás sea la mejor manera de entender cada aspecto del ojo interno - habló con sencilles, en lo que se agachaba a tomar un par de pergaminos que estaba pisando.

 

Paseó sus ojos por la caligrafía en ella, buscando algun indicio para descubrir el idioma plasmado. Leyó en silencio, como quien esta entendiendo lo escrito cuando realmente solo observaba la forma en que cada curva perfecta formaba un lenguaje desconocido para la calva. Esperó en silencio a que el arcano le indicara, entonces, como proseguiría su clase.

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—De acuerdo —masculló el arcano casi para sí mismo.

 

La varita en su mano cobró entonces mayor tamaño, hasta convertirse en la característica vara de cristal. La suya poseía tres lados, representativos de los chakras que más apreciaba, por lo que al realizar su magia, su destello fue notorio. La habitación quedó acomodada y, junto a él, tan solo una bolsa de tela de apariencia simple. Se la colgó de lado antes de volverse hacia la muchacha y decir:

 

—Partamos enseguida.

 

Sajag guió el camino hacia el exterior sin apuro y, de hecho, tomándose tiempo para alejarse. Una vez se encontraron a cielo abierto, extendió la vara de cristal hacia adelante, para hacer aparecer un portal ante él. Era parte de la magia arcana que conservaba, siempre echando mano de ella ante alguna necesidad. Por supuesto, sabía que los Uzza también habían robado algo parecido pero era un tema del que jamás hablaban. Sajag no era un arcano de rencores pero tampoco le causaban la más mínima simpatía.

 

—Pasa.

 

El mago cruzó el portal después de ella para encontrarse en otro espacio abierto. Estaban en Mongolia, en un ámbito despejado tanto de construcciones como de gente. La hierba era dura y pegada al piso. A pesar de lo inhóspito, era maravilloso. Sajag soltó un suspiro al verlo, al tener tantas cosas por hacer allí. A pesar de ello, antes de perderse en divagaciones al respecto, se volvió hacia su ahora pupila:

 

—Para poder empezar con tu formación, te daré el primer principio que también revelé en su momento a la señorita Madeleine —explicó—. Esto, hace referencia a los chakras que te permitirán conectar tus circuitos mágicos.

 

El mago alzó la vara de cristal una vez más e hizo que un viejo pergamino flotara hacia Zoella, deslizándose tranquilamente por el aire desde su bolso. Algo sencillo y clásico.

 

—Si no fueras una bruja, tendrías que aprenderlo por el camino difícil, con mucha meditación y conocimiento del funcionamiento de tus funciones corporales y composición corporal —prosiguió, volviendo la vista hacia el paisaje—. Sin embargo, con ayuda de tus circuitos mágicos, el proceso es relativamente más sencillo, puesto que la energía que fluye por tu cuerpo no es como la de otros seres humanos —los ojos de Sajag se enfocaron en ella de forma más inquisitiva por un instante—. Son más poderosos.

 

Seguidamente, le dio la espalda y extrajo un par de esterillas e hizo un encantamiento atmosférico alrededor, para que sus cuerpos se mantuvieran a temperatura cómoda y cálida, a pesar del fuerte viento circundante.

 

—La clave, está en respirar y percibir los puntos clave de dichos circuitos, para desbloquearlos y exaltar la energía que fluye a través de ellos. Sin embargo —previno Sajag, echándole otro vistazo antes de volverse por segunda vez—, no se alarme si no percibe nada la primera vez. Tan solo, inténtelo, pues hay, sin ánimo de alardear, infinitas formas de conseguir que tenga éxito.

 

Seguidamente, el mago dejó el bolso en el suelo, a un lado, y se colocó sobre la esterilla en posición de loto. Le mostró la postura adecuada, manteniendo el vientre apretado para que la espalda se mantuviera erguida sin dañarse ninguna vértebra... y esperó.

 

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La contestación del arcano la hizo alzar la mirada y enfocarse de lleno en el hombre regordete a su costado, dejó el pergamino flotar a sus itio luego de que el hombre arreglara con su vara la estancia, dejando todo en su respectivo lugar y luego le siguió el paso al exterior, con parsimonia y relajo. El cielo se extendió en sus cabezas, y caminaron hasta donde la nada misma les rodeaba. Un portal fue invocado, y pasó a través de él.

 

Un ambiente plano los rodeo tras cruzar el portal, nada los rodeaba más que las montañas del fondo que parecían estar a un sin fin de kilómetros de distancia. La hierba pegada al piso daba una vista dura de ella, con un color seco y un aire árido. El ambiente era un espectáculo ante los ojos de la calva, quien se preguntaba a donde le había llevado el anciano. El arcano comenzó a hablar y Zoella le presta total atención, desviando cada tanto los ojos a lo que la rodeaba.

 

Aunque nada estuviera a la vista, Triviani agudizó sus sentidos para percibir lo que sea que se acercara mientras ella atendía a la clase. Un pergamino flotó hasta sus manos, la hoja vieja y amarillenta le indicaba lo antiguo de la información dentro de ella, el viento chocaba con su rostro y le lanzaba el olor a pasto y tierra. Leyó los escritos en la leyenda de cada imagen y los relaciona con los chakras, quizás.

 

Asintió lentamente a la información proporcionada, y observó el accionar de cubrir con un encantamiento atmosférico el lugar donde estaban. Se relajó un poco, quizás aquello les protegería lo suficiente de cualquier peligro que se acercara a ellos. Triviani ya tenía cierto camino recorrido en la meditación, su terapeuta le había obligado casi a ello, puesto que su intranquilidad la agobiaba y las relaciones carnales ya no la calmaba como antes.

 

Se sentó sobre la esterilla vacía, frente a Sajag y se posicionó tal cual, con las piernas dobladas frente a ella. La posición de loto, la misma que imita el dibujo del pergamino que le había sido entregado. Le dio un asentimiento y respiró profundo mientras sus párpados descendían. Vació su mente, alejando los pensamientos y las guerras internas que a diario batallaba, se olvidó momentáneamente de los problemas y relajó sus músculos.

 

Su respiración era calmada, y escuchaba el ruido del viento a su alrededor, aun cuando este no la golpeara directamente. Percibió la misma respiración del arcano y levantó un párpado - ¿Que debo sentir? Podría ser más claro... Ahora solo siento una sed profunda de sangre - habló, sintiendo a su estomago rugir suavemente por ello, llevaba semanas sin cazar y ya estaba teniendo secuelas de aquello.

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Sajag, sin esperar que el silencio permanezca, coloca su mano derecha suavemente en la coronilla de la bruja. Un poco de su magia se desliza directamente desde allí, hacia su espina dorsal y empieza a recorrerla, hasta los extremos mismos de todas sus terminaciones nerviosas. Es algo sencillo y efectivo, apenas perceptible si se encontrara en un contexto distinto, distraída y rodeada de gente.

 

—Concéntrese en su propio cuerpo. Su respiración tiene que purgar su cuerpo, sus apetitos remitir. Su memoria corporal permanecer indemne, de forma que su postura no se convierta en una molestia ni malogre el recorrido que su magia realiza en su columna.

 

Sajag no efectúa ningún movimiento más invasivo que ese, pues sabe de la susceptibilidad de la que adolecen muchos magos y brujas europeos. Retira la mano en la que brilla por un instante la piedra desde su engarce en el anillo cobrizo. Luego, continúa con su tono bajo y perfectamente audible en ese vacío:

 

—Una vez alcance ese estadío y su magia no sufra de ninguna traba para fluir a través de su cuerpo, estará lo suficientemente despejada como para nutrir a su tercer ojo, de forma que su magia... hará el resto.

 

Por supuesto, eso estaba ligado a la visión que la propia Triviani pudiese tener de la videncia pero, de momento, no habló de dichas implicancias. Todavía tenían un largo camino por recorrer y Sajag no tenía prisa por acelerar las cosas y, al parecer, la señorita Triviani tampoco.

 

Los vampiros eran una especie que tenía los sentidos mucho más desarrollados que los humanos y eran también, por ello mismo, más susceptibles al dolor. Al menos, en su larga experiencia (en donde también había podido notar que existían distintos tipos de vampiros y sus características podían conjugar a favor o en contra del aprendizaje dependiendo del individuo) todo dependía de cómo sobrellevara Triviani ese ejercicio: podía ser que surtiera efecto para hacerla susceptible a percibir su propia magia y por tanto, trazar un mapa mental del recorrido de ésta por su cuerpo. De lo contrario, existían también otras dos opciones: que Sajag acelerara el proceso forzándolo sobre Triviani, es decir, utilizar algún estimulante para conseguirlo o someterla a una situación que hiciese aflorar dicho poder gracias a la adrenalina y otros efectos que a primera vista podían resultar contradictorios. Era como cuando los magos perdían el control y su varita echaba chispa, solo que un poco más complejo, pues se vería obligada a razonar un proceso que normalmente tenía automatizado. Eso, a veces, no era sencillo para los magos y brujas que nunca lo habían intentado con anterioridad. O que no estaban acostumbrados a mezclar teoría con intuición.

 

—Si una vez más, cuando intenta el ejercicio, no percibe nada nuevo, quisiera que me describiera claramente y en voz alta cuál es su visión o idea sobre la videncia, para de acuerdo a ello, adoptar un sistema que se adecúe a sus necesidades —aclaró.

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Sintió un suave tacto en su coronilla, supo que la mano del arcano infringió alguna magia sobre ella y decidió concentrarse de lleno en lo que sentiría. Una corriente eléctrica le recorrió la cabeza, provocando un leve escalofrío que bajó por su espina dorsal. Zoella frunció el entrecejo aún con los ojos cerrados e intentó percibir los caminos que aquella corriente recorría. Un extraño cosquilleo se alojó en sus brazos hasta llegarle a los dedos, mismo cosquilleo que se detuvo cuando llegó a su espalda baja, no logro sentir cosa alguna luego de el vacío interior que su vientre delató.

 

Respiró profundamente, entendiendo las palabras del hombre pero nuevamente la sensación moría en su espalda baja, llegando únicamente a la zona superior de su abdomen, muriendo a penas la zona de su estómago y útero era lo que debía de pasar. Triviani permanecía recta, relajada. Su apetito había mermado pero el vacío interior era lo que ahora reinaba, no sabía a que quería llegar su cuerpo con eso pero la frustración comenzaba a ser notoria en su mente.

 

La mano abandonó su cabeza, y la calva apretó la mandíbula al sentir que ese frío tacto se alejaba. No quiso abrir sus ojos y volvió a concentrarse en su cuerpo, en sus terminaciones y en el recorrido de la magia que llegaba de una forma tan vivida a sus manos y se mantenía latente en su cuello, pecho, rostro y nuca pero a medida que descendía iba muriendo la energía. Apretó los puños con fuerza, clavando las uñas en su palma y volvió a concentrar las sensaciones, como las raíces de una planta que dentro de ella parecía secarse desde lo más distal a lo más proximal de su cerebro.

 

Entreabrió los labios, tomó una respiración lenta y soltó el aire con suavidad mientras intentaba percibir una última vez el recorrido de su magia. Esta vez sintió como bajaba por su pecho, llenando sus pulmones y ese corazón que rara vez latía como en ese momento, con sístoles y diástoles profundas y alargadas. Percibió el recorrido por su espalda, costillas, enrollándose como enredaderas en su diafragma y empezando a recorrer su abdomen. Mantuvo la calma y volvió a repetir la misma respiración, lenta y profunda para exhalar suavemente.

 

Ahora el movimiento se ralentizaba por sus órganos que comprenden su abdomen, recorriendo un camino hasta su espalda baja donde se detenía y subía nuevamente, comenzando a enrollarse ahora en su útero pero alejándose tan rápido como fuera posible de aquella zona donde las sensaciones morían, y regresaban nuevamente para percibirlas solo en su parte superior. Sus hombros cayeron y abrió sus ojos, encorvando su cuerpo levemente. Tomó su rostro con ambas manos y refregó su piel, alzó el mentón y decidió contestar a lo dicho por su mentor.

 

- Yo... - comenzó a decir, pero se quedó muda ¿Que percibía ella de la videncia? no lo sabía, como con Parsel se acercó a tomar la habilidad solo por poder, por la sed de sabiduría que taladraba su mente, por la necesidad de entenderlo todo en esta tierra. Masajeó su nuca, sintiéndose tensa por algunos segundos. Nuevamente acomodó su postura, y llevó la mirada lunar a Sajag.

 

- ¿Debería de sentir como la corriente muere poco a poco mientras desciende por mi cuerpo? - interrogó antes, buscando una respuesta en la mirada del hombre - Ante mis ojos la videncia es, una magia muy particular, justo como la adivinanza pero un tanto más compleja. Como cualquier saber esotérico, pero independiente de talismanes, cartas o piedras para poder leer algo o percibir cualquier cosa. Es el ojo interior lo que te abre una vista de lo que quiere mostrarte, sin contexto alguno - comentó al final, mientras acariciaba su abdomen de forma inconsciente.

Editado por Zoella Triviani

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