Meteorología Mágica

[Sagitas E. Potter Blue]

Bailar... Ese sentimiento de compenetración de la música con el cuerpo, moviendo los músculos, manteniéndose en concordia y despertando sentimientos... El baile... Antiguamente, los primeros hombres tenían una música simple y sencilla con la que bailaban para favorecer a los dioses a su favor. Los antiguos sabían lo que hacían. No hay mejor forma para honrar a la Diosa Madre que bailar en su honor. Con el baile entras en armonía con los elementos y sientes desplegarse toda una fuerza espiritual interior con la que eres capaz de dominar el mundo.

 

El baile era la forma original de manipular la magia antes de que los magos usáramos las varitas como canalizadores de la misma. De ahí que sólo los brujos o chamanes de las tribus tuvieran derecho a usar esos palos de poder. Y ahora Xell y yo estábamos uniéndonos en el baile y canalizando el elemento aire a nuestro alrededor, como si fuéramos antiguos chamanes, orientando su poder con nuestra propia voluntad para deshacer el entuerto de Amya.

 

Soy una gran sacerdotisa, en eso no puedo ser humilde. Soy buena y moví las manos con una musicalidad que sólo oíamos Xell y yo, una música de la naturaleza que sólo el oído de una miembro de nuestra orden podría escuchar entre el ruido de la ventisca, la lluvia, los relámpagos y el huracán. Pero estábamos concentradas, unidas en el esfuerzo. Nuestras manos se movían al unísono y el aire empezó a levantarse entre ella, uniéndose. Bailábamos juntas, haciendo que el aire girara, volteara y nos envolviera. Manos, cuerpo, cintura y pies... Todo unido en un sólo fin: generar un tornado igual al de Amya, pero benigno, usado con nuestra conciencia para que lo frenara.

 

No supe bien cuando acabó todo. Supongo que fue cuando un rayo de sol hirió mis ojos entrecerrados. Me atreví a relajarme y mirar. El ruido fue horrible y encantador a la vez. Horrible porque nuestro viento chocó con la fuerza del tornado de Amya, maravilloso porque sólo unos ojos de sacerdotisa puede admirar y sentirse pequeña ante la fuerza de la naturaleza. Murmuré el contrahechizo, ayudando a Xell, quien lo repetía de forma incesante. La muñeca derecha se movió grácilmente y el contrahechizo, Meteolojinx Recanto, llegó en el momento justo en que ambas masas de aire se abatían una contra la otra.

 

Me quedé quieta, jadeante, muy cansada, viendo como las nubes grisáceas se movían y, tras ellas, aún persistía el arco iris de Ishaya. Sonreí y me senté en el suelo, agotada.

 

-- Sobrina... -- dije, por fin. -- Como me suspendas, te mato.

[Xell Vladimir Potter Black]

Me sumergí en el deseo de parar aquel ciclón que había formado la tía Amya. Aún estaba sorprendida por el poder de la bruja para crear ese elemento atmosférico. Eso era magia avanzada, muy avanzada, sobre todo porque ella parecía poca cosa. Pero la tía Amya siempre daba un aspecto más sencillo y en realidad era una gran bruja. Sólo una gran bruja podía crear tal tornado con tal fuerza.

 

Y sólo otra gran bruja podía detenerlo. Me sentí una novicia al lado de mi tía Sagitas. La sensualidad que enmarcaba aquel baile, en total compenetración con el elemento del Aire explicaba por qué ella era Suma Sacerdotisa. Algún día sería como ella. Entre las dos creamos un movimiento circular que chocó contra el otro. Hubo un ruido espantoso que me desconcentró. Murmuré un par de veces más el hechizo para contrarrestar el cambio mágico, con las manos en los oídos, porque me aturdía aquel encontronazo.

 

- ¿Se rompió la Torre? ¿Sigue en pie? – preguntaba una y otra vez. La masa gris era tan opaca que no se veía nada por detrás. - ¡Ay, Diosa Gea, que siga en pie la Universidad!

 

Me aterraba mirar hacia la Directora Elodia. Tragué saliva una y otra vez hasta que, de repente, salió el sol. Estaba confusa. ¿Sol?

 

- ¡¡SOL!! – salté de alegría sobre mis pies, olvidando que era la profesora. Más parecía una niña que ve salir el sol tras una tormenta, con lo que puede salir a jugar al jardín. - ¡Hay sol, hay sol!

 

La torre de la Universidad seguía en pie, sin un solo rasguño, al menos en lo que veía desde allá. Esperaba que fuera cierto, no tenía tanto dinero para pagar los daños que podía haber sufrido si el ciclón hubiera conseguido su objetivo.

 

- ¡Hace sol! – La tía Sagitas se sentó en el suelo, cansada. Yo también lo estaba, pero era mucho más joven que ella (XD) así que podía saltar de alegría al ver que lo habíamos conseguido. - ¡Oh, tía! Claro que estás aprobada. Todos estáis aprobados. Esto ha sido una auténtica hazaña. Es la mejor muestra que sabéis dominar la Meteorología Mágica. Lo hemos conseguido entre todos.

 

Le di la espalda a la torre, en pie, y contemplé los rostros de mis alumnos.

 

- Estoy muy orgullosa de todos vosotros. Mei, Elodia, Matt, Ishaya, Amya y Sagitas. Todos sois maravillosos y habéis demostrado ser unos grandes Metereólogos Mágicos. Estáis aprobados, aunque…

 

Levanté el dedo índice y señalé primero a mi tía Amya y después a mi tía Sagitas.

 

- A vosotras os apruebo, con la condición que no se os ocurra nunca venir de Oyentes a mi clase. He tenido suficiente con vosotras dos por una temporada.

 

Y sonreí ante el sol que iluminaba la explanada, feliz. Al final, la clase había sido todo un éxito, ¿no creéis?