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Conocimiento de Maldiciones


Mistify Malfoy
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En cuanto Hades decidió irse para otro lado, el traslador centelló o más fuerte que podía y con Bridget desaparecimos de allí. Todo fue oscuridad y opresión. Los colores giraban y nuestros pies flotaban en el aire. Estaba seguro que la aparición era más agradable, pero si seguíamos las indicaciones de lo poco que habíamos leído, estaba seguro que llegaríamos demasiado lejos de casa. Aterrizamos suavemente gracias a la nieve. El gran libro cayó en el suelo, hundiéndose algunos milímetros. Algunos copos de nieve se levantaron y se volvieron a posar.

 

Creo que ésta no es una ropa adecuada para éste frío —me dio un escalofrío. Inmediatamente toda mi columna vertebral tembló t froté mis manos. Levanté el libro del suelo y lo abracé, como si pudiera brindarme el calor que estaba perdiendo. Miré a mi compañera. ¿Dónde estaban Katara y Hades? ¿Por qué se habían alejado de nosotros? Si el pájaro nos había dado algunas señales para que partamos todos ¿Porqué separarse?—. Me agradaría ser caballero y brindarte un abrigo extra. Pero supongo que ésta camisa no logrará demasiado. Solo hacerme entrar en hipotermia más rápido.

 

Intenté reírme de aquellas palabras pero si no encontrábamos un lugar dónde pudiéramos refugiarnos, de seguro estaría tirado en el suelo, inerte, por el frío. Cuando estuviera a salvo, podría organizar e invocar algunas ropas, porque en ése momento me di cuenta que estaríamos horas buscando tanto a la profesora como a nuestros compañeros. Intenté buscar algunas hojas sueltas dentro del libro. ¿Habría un mapa? No recordaba si se lo habían llevado

 

Dime que tomaste un mapa —miré a Bridget y sonreí de costado. El silencio entre aquellas montañas eran opresivos. Además de no saber a la altura que nos encontrábamos ni el peligro que estaba casi tocando nuestras narices. Claro estaba que aún no teníamos idea. Había varios sitios hacia donde podíamos meternos. Era una suerte que jamás me olvidaba de mi varita.

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Había aparecido en el interior de una de las montañas de la Cordillera del Himalaya. No sabia donde estaban mis compañera, ni si quizás necesitaría de ellos. Era un momento en que me sentía más independiente que nunca, lo cual en ese momento podría ser un error. Pude sentir la magia que estaba en el templo, al cual todavía no entraba.

 

-Mi....- Me callé.

 

No quería empezar mal la clase soltando una palabrota, pero el sitio era demasiado perjudicial para mi. Oscuridad, sin saber por donde moverme, porque no sabía donde caería mi pie, sin poder salir de ahi aunque no aprobará la clase. Recordaba esa sensación, esa falta de aire, por más que no hiciera falta en el lugar. ¿Qué decía esa nota? De nada servía sacarlas ahora.

 

-La fuerza de voluntad del mago es mejor que cualquier hechizo o encantamiento.- Repetí.-Esas palabras en este mismo momento no me sirven de nada.

 

Protesté en voz alta. A veces pelear conmigo misma funcionaba y no tenía ninguna coincidencia. Tenía mi varita en la mano pero algo me decia que no podía hacer nada contra esa oscuridad, no sería tan fácil. Empecé a sentir manos invisibles que me acariciaban y no era una sensación desagradable, sin embargo, con solo imaginarme a que pertenecerían me hizo reaccionar. Segui caminando, otra fuerza extraña me guiaba hacia el interior de la misma.

 

Nada de eso era bueno, pero era mejor que quedarme parada. ¿Qué me pasaba? Era demonio, debía utilizar eso a mi favor, en algún lado y entonces lo recordé. Empecer a realizar ese cantico, si bien sostenía la varita en mi mano derecha, un hechizo normal no funcionaba, sino la fuerza de voluntad.

 

-Yo soy la luz. Yo soy uno demasiado fuerte para luchar. Así que vete y libra a mis ojos de esta oscuridad interminable.- Continué con ese cantico, no sabía cuanto más me falta para llegar al interior del templo.

 

Era una bendición que mi padre le hubiera logrado robar ese libro de las sombras a mi madre y yo a su vez haberselo pedido prestado, un día que estaba aburrida y no tenía nada que hacer. ¿Versos para hacer hechizos? ¿Cánticos? ¡Tonterías! Aunque ahora me daba cuenta de que estaba equivocada y que espo podía ayudar en algo.

 

La orcuridad seguia ahi, no había cambiado, pero una luz tenue me rodeaba haciendo que las manos se alejaran, en ese momento ya no caminaba, más bien corría, faltaba poco para poder llegar al interior del templo. No sabía porque terminaba en problemas, todo por un pájaro que ni conocía.

 

-Si lo vuelvo a ver...- Murmuré. -Todo es culpa de ese pájaro.

 

Movi la cabeza negativamente. De todas formas, sabía que si me daban la oportunidad de irme, no lo haría, sobre todo por terca.

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El viento soplaba con fuerza, empujando los intensos copos de nieve hacia la pared de roca y hielo. Un reguero ascendente de pequeñas hendiduras, cada vez menos evidentes por la intensa ventisca que las iba cubriendo, señalaba la ascensión que duraba ya dos largas horas. El sonido de del piolet tratando de horadar el hielo y de amarrar un lugar seguro en el que sustentar los clavos que guiaban la cuerda por la que ascendían, palpitaba en el silencio de las altas cumbres y entonaba su eco a través del abismo que se abría directamente bajo sus pies. Más de mil metros de pared cortante y vertical.

 

Mackenzie encabezaba la ascensión, seguida a unos veinte metros por Sebastian. La bruja palpó su bolsillo y comprobó que su varita seguía ahí. Miró hacia abajo y Sebastian le devolvió la mirada con una sonrisa.

 

- Nada de trampas, ¿eh? -Le gritó desde abajo.

 

- Me empieza a faltar el oxígeno, pedazo mulo. ¿Has mirado el altímetro? ¡Cuatro mil setecientos metros! -Replicó ella a gritos.

 

- No queda nada. Sólo un poco más y te mostraré un lugar único en el mundo que nadie ha visitado jamás.

 

Respiró hondo y se resignó. Si él podía seguir sin magia, ella también. Aunque un encantamiento casco-burbuja no le habría venido nada mal. Clavó el piolet con fuerza y sujetó un clavo a la pared de la montaña para impulsarse hacia arriba. -Un poco más, sólo un poco más- se dijo, mientras volvía a repetir la maniobra durante un cuarto de hora que se le hizo eterno.

 

El cansancio se acumulaba en sus extremidades y en sus pulmones, cuando sus manos enguantadas tocaron el saliente, en el que se acumulaba una espesa cantidad de nieve virgen. ¡Por fin! Se impulsó con las manos y quedó tirada en el suelo mientras esperaba que Sebastian terminara de subir y recogiera la cuerda. Apenas podía moverse y le daba igual si el rostro apoyado en la fría nieve se le congelaba. El resto de su cuerpo estaba a salvo, enfundado en un mono térmico, unas botas de escalada, guantes de escalada y un pasamontañas aislante.

 

Giró la cabeza, aún apoyada en la nieve, para ver como Sebastian terminaba de alcanzar la cumbre y se apartaba la nieve de la ropa, similar a la que llevaba Mackenzie, aunque la de él era toda ella de un color tan blanco que apenas se distinguía en la nieve.

 

- ¡Vamos, no ha sido para tanto! Seguro que fue mucho más agotadora tu última clase en esa Universidad que es la comidilla de todo Londres -comentó el mago con sorna.

 

- ¡Ni me hables de esa clase! -Bufó Mackenzie con fastidio, mientras se incorporaba y se calzaba las raquetas para atravesar la nieve virgen. -¿Qué tal un casco-burbuja? Apenas hay oxígeno aquí arriba.

 

Sebastian la miró con reproche y ella comprendió que no había nada que hacer. Su orgullo le impedía hacer magia si él tampoco la hacía. Hacía ya años que su compañero arqueomago la había aficionado a la escalada muggle, pero él solía llevar las cosas a unos extremos que Mackenzie no terminaba de comprender. Después de todo, eran magos, no pasaba nada por usar un poquito de magia.

 

El mago encabezó la marcha, guiando a la bruja por un estrecho sendero que partía del saliente que acababan de alcanzar y se internaba entre ventisqueros hacia el interior de las montañas.

 

- ¿Falta mucho? Mira que el sol empieza a ponerse y se nos va a hacer de noche.

 

- No. ¿Ves aquella gruta? -Sebastian señaló pocos metros más allá-. Hay que atravesarla, pero no es muy grande. Detrás hay una salida que da a un lugar maravilloso. Desde allí podremos contemplar toda la cordillera del Himalaya. Es incomparable. Te encantará. Además... bueno, no te digo nada, lo notarás nada más llegar.

 

Mackenzie caminó hacia la gruta, algo intrigada. Las promesas de Sebastian no solían ser vanas. Y apenas puso un pie en ella, todo su cuerpo se erizó.

 

- ¡Magia! ¡Sebastian, aquí hay magia! ¿Lo notas? ¡Fluye por todas partes! ¿Me has traído a una de las fuentes? ¿Por eso insististe tanto?

 

Para dos arqueomagos como eran Sebastian y Mackenzie encontrarse en un lugar en el que la magia fluía libre y desbocada, resultaba estremecedor. Cada mota de piel la sentía y les hacía fluir con ella. Sin embargo, el entusiasmo de Mackenzie menguó algo cuando Sebastian negó con la cabeza.

 

- No, Mack, no es una de las fuentes, es algo mucho más complicado. Y un tanto terrible. Pero tienes razón, la magia fluye aquí libre e indómita.

 

No tardaron en atravesar la gruta. Tal y como había anunciado el arqueomago, era bastante pequeña. Al llegar al otro lado, la vista era tan abrumadora que a la Malfoy se le olvidó el cansancio de golpe. Se encontraban en una amplia hondonada rodeada de pequeñas rocas erosionadas por el viento. Había dejado de nevar, pues las nubes estaban ahora bajo sus pies y cubrían el cielo abierto con un manto de algodón, una suave e informe superficie que invitaba a zambullirse en ella, de no ser porque más abajo, sólo había metros y metros de cielo y caída. Mackenzie deseó que su pegaso Enigma estuviera allí, para poder surcar las suaves nubes y cabalgar sobre ellas.

 

Allí arriba el cielo estaba despejado y el sol comenzaba a ponerse cayendo en picado entre la arco formado por dos apuntadas cumbres. El firmamento se había teñido de los colores del atardecer, púrpuras, naranjas y violetas despuntando en el intenso azul que sólo puede contemplarse desde las altas montañas. A su alrededor la cordillera del Himalaya los rodeaba con sus altos picos circundando valles y desfiladeros.

 

Aún estaban contemplando el hermoso paisaje cuando unas voces los sobresaltaron.

 

- ¿Qué es eso? ¿Gente? ¿No decías que nadie conocía este lugar? -Le reprochó la bruja.

 

Sebastian se encogió de hombros.

 

- Voy a mirar. Tu puedes ir montando la tienda y si me preparas algo de cenar, será genial.

 

La bruja le guiñó un ojo mientras se quitaba las raquetas y salió disparada a la carrera hacia el lugar del que provenían las voces. Un poco más allá, un pájaro graznó.

 

Caminó bastante rato. En la montaña, los sonidos suelen parecer más cercanos de lo que realmente están. Cuando se quiso dar cuenta, el sol ya se había ocultado y la noche comenzaba a caer rápidamente sobre las altas cumbres. Invocó una antorcha, ahora que Sebastian no la veía y no podría quejarse de que utilizara un poco de magia para alumbrar el camino y siguió caminando hacia el lugar del que parecían provenir las voces.

 

Y de pronto, se tropezó con una pareja que caminaba entre la nieve. A la luz de la antorcha distinguió una cara conocida y no pudo evitar dar un respingo. ¿El director del cuartel auror en las montañas del Himalaya?

 

- ¿Elvis? ¿Eres tu? ¿Qué haces aquí?

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La pelirroja había caminado a grandes zancadas por los pasillos hasta por fin llegar a los jardines, en los que, por suerte para ellos, en ese momento no se encontraba ni un solo alumno. Venía seguida de cerca de los dos chicos de la clase que tenían el mismo gesto pensativo y de duda que ella. Todo esto del cuervo y la profesora extraviada era lo único que no habían considerado para una simple clase de maldiciones, aunque había que reconocer, allí nada sucedía como creías.

Bridget se cruzó de brazos y con disimulo comprobó el imperceptible bulto dentro de su gruesa capa, su varita. Había que actuar rápido y Elvis no dudó en hacerlo, con solo un movimiento acompañado de un par de palabras atropelladas, convirtió el libro de maldiciones en un traslador que los llevaría directo al lugar donde se encontraba aquél curioso templo. La Black frunció el ceño, sintiendo un mal presentimiento en su interior, pero como minutos antes, sintió también que no había otra opción y se vio obligada a poner la mano sobre el objeto justo en el instante en que alcanzaba su máxima tonalidad azulada. El estómago se le revolvió y se vio parte de una espiral de colores que en cuestión de segundos la expulsó a la realidad.

Abrió los ojos de golpe y solo encontró a Elvis frente a ella. Al final Hades, el otro muchacho, había decidido tomar su propio camino al igual que Katara.

De pronto sus pensamientos de repentina compasión por otros fueron interrupidos, casi congelados, por la helada que empezó a recorrer cada fibra de su cuerpo. Estaban en medio de una montaña nevada quien sabe a cuantos grados bajo cero y ninguno de los dos llevaba una vestimenta adecuada al clima. Las mejillas de Bridget se pusieron tan rojas como su cabello, el resto del rostro pálidos y los labios de un color morado que le daban la apariencia de ser un cadáver andante. Rápidamente la Black se cubrió aún mejor con su capa que ahora le parecía ser tan delgada como la seda. El comentario de Elvis le devolvió un poco de vida a su rostro, ocasionando que soltara una sonrisa de lado. Hasta ese momento había tenido el ceño fruncido todo el tiempo, y relajarlo solo unos segundos le provocó una punzada de dolor, de manera que en cosa de segundos el gesto antipático regresó a su rostro.

Aquí tienes —dijo al chico, mientras urgueteaba en el interior de su capa intentando no titiritar. Palpó las copias de los pergaminos del libro con los dedos, que parecían perder sensibilidad por el frío. Los tomó con fuerza y se los entregó a Elvis.

Dio un par de pasos adelante, todavía aferrándose con mucha fuerza al interior de su capa. Un cosquilleo le recorrió toda la espina dorsal, al igual que una ola de calor. Bridget retrocedió de golpe, como si hubiera sido electrocutada. Miró hacia atrás sobre su hombro y se dio cuenta que Elvis ya estaba detrás de ella, iniciando la caminata de búsqueda.

Hay magia —dijo con voz ronca, y luego se aclaró la voz un par de veces antes de volver a hablar—. Está por todas partes. Existe algo más poderoso de lo que pensábamos en este lugar.

La pelirroja seguía preguntándose si era necesario continuar, pero sin darse cuenta estaba caminando junto a Elvis que se movía con agilidad y dando uno que otro vistazo al mapa cuando tenían más de una opción en el camino. Caminaron entre árboles y dejando sus huellas sobre la gruesa capa de nieve. Conforme pasaban los segundos, el ambiente se hacía más frío, la luz del día reducía y el silencio más incómodo.

 

¿Falta mucho? ¿Sabes donde estamos? —murmuró desde detrás de Elvis que se había adelantado unos pasos. Decidió sacar su varita con un mano temblorosa y cuando la tuvo bien firme entre sus pálidos dedos pronunció un "Lumos" entre dientes para iluminar un poco la penumbra que empezaba a rodearlos—, Tenemos que apresurarnos —insistió, deteniendo al muchacho para volver a echarle un vistazo al mapa.

 

Justo en ese momento otra luz se unió a ellos en aquella casi puesta de sol. Era un mujer que no reconocía de ningún lado y que por cierto parecía conocer al chico que tenía parado a su lado. Bridget dio un paso a un lado para alejarse, al tiempo que le quitaba el mapa a Elvis para poder verlo mejor con la luz de su varita. Ella no daría explicaciones por nadie, y si la única pregunta que había hecho aquella desconocida era dirigida a él, entonces que fuera él quien se encargara de responder. Aprovechó de medir visualmente cada detalle que los rodeaba, para ubicar con más exactitud el lugar en el que se encontraban. Después de varios intentos por fin reconoció su ubicación en esos dibujos retorcidos.

 

Es por aquí —soltó en tono alto, para llamar la atención de sus oyentes. Su mano izquierda señalaba un sendero que de seguir los hundiría en las mas oscuras tinieblas. Bridget empezó a caminar, mirando de reojo a su compañero y a la espera de que la imatara.

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Si no hubiera estado preocupado todo el tiempo por Místify, luego por Katara y ahora por Hades, seguramente estaría disfrutando de aquel sitio que era hermoso. Claro estaba que la época invernal, el silencio que presionaba mis oídos y la inseguridad de que algo nos estaba acechando, le daba un toque de misterios. Me agradaba saber que Bridget no se había ido como los otros dos. ¿Cómo demonios haría sino para meterme en un sitio que no conocía y además ni siquiera sabía porqué habíamos llegado allí? Decidimos avanzar.

 

El frío ya se había ocupado de endurecerme un poco, pero no aguantaba hasta llegar a un lugar con reparo, por lo que con un movimiento de mi varita, una gruesa capa me cubrió mis delgadas vestimentas. Y un gorro inmediatamente me sirvió para que mis orejas entraran en calor. Aún abrazado al libro, mantenía que ninguna parte se volviera a enfriarse, ni mis manos. Caminamos entre árboles y demás, hasta que nos detuvimos cerca de una de las paredes de aquellas montañas. Habíamos ascendido y caminado bastante. La magia del lugar era cada vez más fuerte. Iba a preguntarle si realmente estaba segura que era por allí, pero ahora estaba seguro que si.

 

¡Señorita Vice-ministra! —retrocedí un paso por la sorpresa de encontrarme con una persona por allí. Y mucho más siendo Mackenzie. ¿Qué hacía por allí? No había querido parecer alguien irrespetuoso pero de verdad me había sorprendido. Ahora ¿Qué debía decirle? ¿Qué en nuestra clase un pájaro con una varita desapareció y decidimos venir hasta aquí porque se nos ocurrió? ¿Qué pensaría sobre eso? Intenté disimular, claro estaba, con una reverencia con la cabeza y una sonrisa, como me dirigía hacia todo el mundo—. Es un poco complicado de explicar… —mi voz se tornó seria aunque intentaba ordenar mi cabeza—. Una especie de pájaro extraño nos trajo hasta aquí. Creemos que Mistify Malfoy se encuentra en peligro al darnos pistas, mediante su mascota y ésos pergaminos, del porqué de su ausencia en nuestra clase.

 

Bridget había aprovechado nuestro encuentro para alejarse un poco y leer más detenidamente el mapa. En ése momento me di cuenta que ambas brujas, eran Malfoy. ¿Sería demasiada casualidad? La magia del sitio, el pájaro que nos había buscado, la presencia de la vice-ministra. O tal vez las fuerzas del universo nos habían juntado por una razón. Le expliqué también que dos compañeros, Katara y Hades habían llegado por sus medio, y según el mapa, debíamos encontrar una especie de templo allí mismo, dentro del Himalaya. “Parecerá una locura. Pero de verdad es lo que sucede. ¿Usted que hace aquí, sola?” me atreví a preguntar mientras escuchaba a mi compañera decirnos que debíamos encaminarnos hacia donde señalaba.

Editado por Elvis F. Gryffindor

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La invitación a acercase hacía efecto en los dos magos que habían logrado entrar. Uno de ellos había incluso roto la primer maldición, mientras que el segundo intentaba abrirse paso al interior, sin darse cuenta de que lo único que estaba logrando era bordear la estructura triangular en la justa dirección en que se encontraba Katara, aunque lo único que vería sería una forma casi humana envuelta en un sutil velo de luz recubierto por sombras que intentaban traspasarlo de forma incansable, sin lograrlo. Y ella, por supuesto, lo confundiría con una amenaza tangible cuando entrara en su rango de visión, algo que estaría a su acecho y que debería eliminar.

*****

 

- Intrusos – resonó la voz masculina a espaldas de Mistify que se volvió en dirección a aquellas voces, aunque ya sabía que era en vano. No podía verlos.

 

- Dos dentro, cinco afuera. Aunque uno está fuera de nuestro alcance por el momento – parecían haberse olvidado de ella, pero no fue asi – Quizás tengas suerte y podamos hacer el intercambio antes de lo que crees. – ahora era la mujer la que hablaba y se dirigía a la bruja.

 

Mistify no respondió. No tenía su varita y aunque podría hacer hechizos sin utilizarla, quizás no fueran tan poderosos como para hacer frente a aquellas entidades. ¿Acaso alguien les hizo frente alguna vez? ¿O solo dejaron que hicieran y deshicieran a su antojo? Tendrían que tener alguna debilidad o quizás algo que los hiciera fuertes. Era evidente que la medida de magia que podía sentirse en el lugar era infinita, ni siquiera podía llegar a imaginar lo que pasaría si alguien absorbiera semejante cantidad. No creía posible que un solo mago o bruja pudiera hacerlo sin literalmente explotar en el intento. ¿Dónde diablos se había metido Jazil con su varita?

 

- Quizás podamos hacer algo al respecto - ¿Podría engañarlos? Si lograba encontrar alguna debilidad en su armadura. A veces, los aspectos más peligrosos de una maldición, resultan ser su debilidad. El arte está en disfrazarla como punto fuerte. ¿Cuál era?. Su cuerpo tembló y notó que estaba vestida con lo que había quedado de su túnica blanca. Bufó. Odiaba estar sucia.

 

 

*****-

 

En el exterior el viento se intensificó y comenzó a aullar como si tuviera vida propia y el hielo pareció responder y tembló sobre la montaña como si se hiciera eco de alguna carcajada.

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Bum... bum...bum. ¿Era su corazón que latía con tanta fuerza que parecía que se le iba a salir del pecho? ¿O era el aullido del viento, que soplaba ahora a rachas, arremolinándose alrededor de nosotros? Mistify Malfoy. El sonido de aquel nombre era como la más bella canción en los oídos de Mackenzie. Y, sin embargo, le costaba perdonar su ausencia durante todo aquel tiempo. En un torbellino de emociones que difícilmente podía parar y que el viento parecía querer avivar girando, inmisericorde, a su alrededor, la pena y el dolor se mezclaban con la rabia y la ira y, tras escuchar a Elvis, también con la preocupación. Su madre estaba en peligro. Había desaparecido de... ¿una clase? ¿Su madre estaba dando clases en la Universidad? ¿Cómo era posible que no se hubiera enterado? Un templo en el Himalaya parecía ser la clave.

 

Le costó un tiempo asimilar la información que le había dado Elvis y unos instantes más hasta que fue capaz de responder a su pregunta.

 

- Pues también parecerá increíble pero necesitaba relajarme después de mi última clase en la Universidad, así que me vine a hacer deporte. Me gusta practicar escalada. -Omitió el adjetivo "muggle" con el que Sebastian solía calificar, muy propiamente, aquel deporte.

 

Elvis también le había comentado que había más magos buscando a Mistify. De hecho, conocía a los dos que había nombrado el mago, Hades y Katara. Le sorprendió un tanto saber que la Selwyn también había ido a parar al Himalaya después de la clase de encantamientos, pero se alegró. Era una bruja muy competente y agradable. También había una joven con Elvis. A Mackenzie le sonaba su rostro, pero no lograba ubicarla. No estaba muy segura de conocerla, quizás sólo fuera que alguna vez se había cruzado con ella. Tal vez trabajara en el Ministerio de Magia. La chica se había apartado un poco para dejarlos hablar, pero de pronto señaló un sendero que se internaba en un oscuro paraje y gritó que era por allí. Debía referirse al templo, pues sujetaba en su mano el mapa del que había hablado Elvis.

 

- Vamos, Elvis. No hay tiempo que perder. Tenemos que averiguar qué le ha pasado a mi madre. -Sin pararse a pensar si le preocupaba dar detalles sobre su vida privada o si el mago ya sabía la relación que la unía con Mistify, echó a correr hacia el lugar en el que se encontraba la joven que acompañaba a Elvis. -¿Te conozco? Yo soy Mackenzie Malfoy, aunque me parece que no tenemos mucho tiempo para presentaciones, ¿verdad?

 

Sin muchos preámbulos, Mackenzie se internó en el sendero que tenían delante y, al momento, la oscuridad cayó sobre ella como un espeso manto. Su antorcha se apagó y murmuró un lumus para no quedar completamente a ciegas. Sin embargo, aquella oscuridad era pesada, como si más que ausencia de luz, fuese un manto negro de una sustancia invisible, cargada de odio y maldad. Un viento negro - pensó - recordando uno de los cuentos que su madre le contaba de pequeña.

 

A cada paso que daba, la oscuridad se hacía más y más densa. Parecían estar caminando por el interior de una montaña y, a pesar de ello, el frío era cada vez más gélido. Mackenzie dio gracias por ir protegida con un traje térmico, pero aún así, tenía helado el rostro e incluso las puntas de los dedos, bajo los guantes, habían comenzado a estar heladas. Pensó en Sebastian. Debería estar esperándola para la cena, dentro de una cómoda tienda de campaña y al calor de un fuego acogedor. ¿Qué haría si tardaba en regresar?

 

De pronto, el camino de nieve, hielo y roca, se convirtió en algo que a Mackenzie le parecieron baldosas de mármol y, aunque la oscuridad seguía presente a su alrededor, el aire pareció cambiar de consistencia, como si estuvieran en un espacio más amplio que el estrecho sendero recorrido para llegar allí. Una gran luz inundó el lugar en el que se encontraban, cuando la bruja pronunció un Lumus Máxima, pero sólo duró unos breves instantes, antes de que el halo de luz fuera tragado por la implacable oscuridad. Sin embargo, bastó aquel instante para dejar a Mackenzie atónita.

 

En el interior de una montaña, rodeada de estalactitas y estalagmitas, se alzaba una gran pirámide que parecía estar construida de una sola pieza. Pero no fue la impresionante construcción lo que dejó a Mackenzie con la boca abierta, ni tampoco el hecho de que aquella mole se encontrara dentro de una inmensa cavidad excavada en la propia montaña, ni tampoco el frío helador o la densa oscuridad o la magia que seguía emando de algún lugar indeterminado, pero aún así, potente y tentadora; ni siquiera la intensa atracción que estaba sintiendo para instarla a penetrar en lo que, sin lugar a dudas, era el templo que buscaban. No, ninguna de esas cosas le provocaba tanta extrañeza y sorpresa, como el hecho de encontrarse ante la imagen exacta de lo que en su mente infantil sólo había sido un cuento de hadas.

 

-¡Oh, madre! ¿Qué has hecho? ¿Te has metido en uno de tus cuentos? -Se preguntó en voz alta y no pudo por menos que citar algo que recordaba bien de aquel cuento - Renunciar a la mitad de la luz del mundo para salvar el mundo.

 

Si la semejanza de la construcción que tenía delante, aunque envuelta ahora en la más absoluta oscuridad, con la del cuento, no la hubiera advertido, habría bastado su capacidad de arqueomaga, para darse cuenta que aquel lugar estaba infestado de maldiciones. El templo les atraía de una manera ominosa, pero no debían penetrarlo sin más. Era necesario entrar movidos por su propia fuerza de voluntad, no al socaire de aquella misteriosa magia que los llamaba de forma insistente.

 

- Cave Inimicum - Aquello los protegería contra maldiciones, incluso imperdonables, pero era necesario encontrar una puerta segura. Aquella que les permitiera entrar por su propia voluntad. -Deletrius. - Mackenzie apuntó a la lisa superficie del templo tratando de borrar cualquier rastro de una maldición u otro tipo de hechizo.

 

Haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad, se concentró en sí misma, en su propia alma, con los ojos cerrados, apartando cualquier pensamiento o emoción que la distrajera.

 

- Alohomora.

 

Cuando abrió los ojos, una puerta brillaba en la oscuridad. Supo que había hecho lo correcto, porque la atracción del lugar se apartaba de aquella puerta y la oscuridad parecía relegarla. Era la puerta segura que había buscado. Tomó aire, aliviada, y dio un paso adelante. Estaba dentro del templo.

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La primera en seguir a la pelirroja había sido la muchacha que se apareció en medio del bosque, de pronto pareció más ansiosa por encontrar a Mistify que ella misma sumada a toda su clase. ¿Sería alguien importante para aquella bruja? Bridget la observó con curiosidad mientras reducía la velocidad. Un poco fatigada, la chica se presentó, se trataba de Mackenzie Malfoy, un nombre que rebotó en todas sus memorias pasadas. Nunca supo bien quien era, y podía jurar que jamás consiguió tenerla tan cerca, pero sabía de que clase de influencia era en el mundo mágico.

Soy Bridget Wenlock —murmuró, consciente de que responder a la presentación teniendo en cuenta los segundos contados que tenían, no era lo más lógico—. O más bien, Bridget Black —aclaró, y volvió a caminar a zancadas.

 

Conforme fueron avanzando seguidas de Elvis, la oscuridad los cubrió lentamente, como una advertencia de que el mayor peligro estaba cada vez más cerca, o quizás, ya encima de ellos. Bridget ya no sentía el rostro a causa del frío. Los labios se le habían resquebrajado y sentía los dedos agarrotados al borde de su capa que mantenía enredada por delante para cubrirse hasta de la brisa más leve. Desde el momento en que se encontraron con Mackenzie y partieron por el último sector de sendero, el viento había empezado a soplar con fuerza, haciendo un sonido similar al aullido de un lobo. ¿Eso era normal? El cosquilleo que recorría la nuca de Bridget le indicaba que no. La cantidad de poder y de magia que existía allí era incalculable, poderosa y principalmente peligrosa. ¿Qué clase de seres se escondían en la oscuridad que los rodeaba y cada vez era más densa?

 

Un malestar en el estómago idéntico al que la retorció al momento de hacer uso del traslador volvió a hacer presencia en su interior. Sentía sobre sus hombros un par de manos que la empujaban al interior de lo que debiera ser el templo. Quiso girar a ver si se trataba de Elvis, pero sintió rozar su brazo por la derecha y aquello la espantó más que el hecho de que estaban andando a ciegas. Evidentemente habían ingresado a un ambiente más grande, porque el sonido de sus pasos ahora venía acompañado de un eco lejano. Al momento en que sus pies tocaron el suelo liso, Mackenzie hizo un hechizo de luz que iluminó por unas milésimas de segundos la inmensa habitación en la que se encontraban, al parecer en forma de pirámide.

 

A pesar de la inseguridad de seguir adelante, Bridget luchaba contra la curiosidad y con una fuerza externa más que la empujaban hacia quien sabe donde. Escuchó unos metros por detrás de ella la voz de Mackenzie, y como reaccionando de un letargo en el que había estado hundiéndose, regresó junto a ella, sin tener la seguridad de que Elvis continuaba allí también. Sus pensamientos giraban en su mente como un torbellino confuso, pero después de relajar el cuerpo y respirar varias veces de aquél aire pesado, pudo concentrarse en las palabras de la bruja. Tenía los ojos cerrados, como si estuviera buscando unos segundos de meditación, y cuando los abrió, tenían una puerta abierta frente a ellos, de la que entraba una especie de luz natural.

 

Bridget casi se abalanzó sobre aquella nueva oportunidad de salida. El silencio y la oscuridad la estaban aplastando como a una llama dentro de una botella de vidrio. Una vez que traspasó el umbral se apoyó en el muro junto a la puerta y agachó la cabeza para ordenar sus ideas. Todavía sostenía su varita con tanta fuerza que los dedos estaban completamente pálidos y sin vida. Cambió el arma mágica de mano y estiró los dedos varias veces para relajarlos.

 

¿Y ahora? —preguntó a sus compañeros, sin levantar los cabeza y sin saber que su destino ya no estaba en manos de ellos.

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Todo aquello le recordaba el tiempo que estuvo en Grecia, cada paso que el vampiro daba en aquella oscuridad que envolvía todo, mientras con sus níveos dedos rozaba aquellas paredes le hacían sentir extraño, como si aquello fuera una broma de mal gusto traída para atormentarlo. Si, era el mismo sentimiento antes de que todo comenzara a irse al demonio. La magia que fluía en aquel sitio se notaba que era poderosa y eso significaba una cosa solamente, debía hacerlo bien, sin cometer errores o terminaría pagándolo eternamente.

 

-Divertido, otra maldición más –susurró para sí mismo.

 

Se detuvo un segundo intentando escuchar alguna cosa… nada.

 

Intentó guiarse por aquel largo pasillo, lo extraño era que no había encontrado alguna bifurcación, ¿estaría dentro de algún tipo de ilusión? o simplemente aquel templo estaba jugando con él. Pensó un poco intentando recordar alguna otra cosa sobre el sitio, su memoria no le daba para mucho pero seguramente la respuesta estaba en aquel libro que le había dejado a Bridget y Elvis.

 

-¿ahora por donde? – Se pregunto- jamás he visto un pasillo tan largo, ni que fuera el mismísimo laberinto de Dédalo, donde había estado encarcelado el minotauro –dijo para sí mismo escuchando un poco de su propia voz

 

La verdad y aunque pareciera extraño aquello no le inquietaba en lo mas mínimo, había pasado pro cosas peores, aunque en aquellas ocasiones había tenido ayuda, ahora se encontraba solo en el sitio, el momento perfecto para demostrar que él valía la pena. Suspiro para dar unos pasos más, de repente sintió algo y maldijo cuando casi cae por alguna extraña trampa en el suelo, quizás era una caída de muchos metros donde hubiera salido mínimo gravemente herido. Dibujo una mueca de sonrisa.

 

-<<pensé que tendrían cosas mejores a esta>> -pensó como desafío silencioso, lo mejor era no tentar a la suerte.

 

Dio lentamente un giro de 360 grados, la mejor opción sería dar vuelva y volver por donde vino, pero eso lo llevaría a la entrada otra vez, perdería tiempo y no lograría su objetivo. Analizó la situación, era obvio que había hecho algo mal. Podría intentar saltar aquella trampa pero gracias a la oscuridad no sabía de cuantos metros estaba hablando. Cerró los ojos, aquello debía ser una prueba, ¿Qué era lo que decía aquel libro?... "la fuerza de voluntad del mago es mejor que cualquier hechizo o encantamiento", aquello comenzó a sonar en la cabeza del Ragnarok. Sonrió, sabía la respuesta.

 

*********

 

-Un poco mas y no la cuento –pensó el vampiro mientras entraba en aquella habitación iluminada tenuemente por algunas antorchas.

 

Podía ver los símbolos grabados en la pared, obviamente no los reconocía, tal vez si hubiera algunas runas podría identificarlas, sabía leer las runas y su significado, pero aquello era quizás antiguo, ancestral, quien sabía que maldiciones estaban escritas en aquellas paredes, sin embargo debía salir de aquella habitación para seguir su búsqueda. Se pregunto en qué andarían sus compañeros, si habían sobrevivido o estaban en peligro de muerte. Reviso el suelo, paso la mano por este quitando así un poco de suciedad, recorrió el sitio con sus orbes lentamente, paso la mano por la pared tal como había hecho en aquel pasillo, por un momento no sintió nada mientras exploraba, luego allí estaba otra vez aquella marca o sensación.

 

El vampiro simplemente se dejo llevar por su instinto, pudo sentir como si una mano fantasmal comenzaba a guiarlo, quizás aquello sería bueno o podría ser una de las muchas trampas que podría encontrar, el cainita debía recordar que allí era donde iban las almas malditas, quizás alguna buscaba la redención intentando ayudarlo, otras simplemente buscarían su destrucción para intercambiarla por algo mejor, un trueque. Una vida por otra y lo sabía bien, aun estando exiliado algunos querían su cabeza.

 

Tomo la varita entre sus níveos dedos y se preparo, obviamente en aquel lugar no podía usar la Katana, tenía que ser mucho más inteligente que aquello que intentaba vencerle. Suspiro, su tía era la estratega y la temible, sus tíos eran los poderosos, él, ¿quién era después de todo lo sucedido?, allí lo descubriría.

 

-Muy bien, sea lo que seas, muéstrame lo mejor que tengas –dijo y dio un paso hacia adelante.

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De alguna forma, quizás atraída por la magia de aquel sitio y querer alejarme del frío y esas extrañas manos, que nunca pude ver a que pertenecían si es que pertenecían a algo, estaba ya en el interior del templo. No me importaban en realidad los demás, aunque eso sonara un poco cruel, al fin y al cabo dudaba que los demás se preocuparan por el resto. Acomodé mi mochila en la espalda, más bien tenía el tamaño de unas de esas bolsas que simulan ser una mochila, para poder colgarse en ambos hombros y no sujetarse con las manos, una cosa bastante práctica.

 

Pero no estabamos ahi para hablar de bolsos ni nada relacionado con la moda. Suspire. De poco me aydaba mi varita, no servía nada realizar un Specialis Revelio con toda la magia que había en el lugar, seguramente saldrían más peligros de los que quisiera comprobar en ese momento.

 

-Oriéntame.- Le pedi a mi varita, quizás ella tuviera más suerte que yo.

 

Al menos el interior del templo estaba ya iluminado, por lo que no necesitaba esa capa de luz. Realice otro movimiento con mi varita y me quite esa ayuda extra, justo en el momento en que la varita empezaba a señalar una dirección. La segui, aunque con cuidado. Cada paso podía activar una trampa, demasiadas historias había leído ya sobre ese tipo de sitios, aventureros que prácticamente perdían la cabeza por

 

-¡Eso estuvo cerca!- Suspire.

 

Me había librado por poco. Una espada había salido de la pared derecha, en realidad un par de espadas de cada lado de la misma, algo precido a alguno de esos libros que leía o parecido a aventuras de un profesor de arqueología. Ignoraba si todos los arqueologos tenían semejantes aventuras, imaginaba que no. Con mi varita, hice que casi todas las espadas se fueran rompiendo a la mitad una por una. Excepto una, que solte de la pared como otra contramaldición. La espada vino a mi, si bien era un poco grande, podía manejarla.

 

Estaba segura de no estar haciendo ninguna trampa, al fin y al cabo en ese sitio habría peligros, no todos mágicos y si lograbamos obtener uno de esos objetos, podríamos usarlos. No intente fijarme en los dibujos de las paredes o en los diversos símbolos. De poco serviría, no tenía conocimientos suficientes para interpretarlos.

 

-Bueno esta, nunca iré a la búsqueda de un tesoro.- Pensé.

 

Me había dado cuenta que en aquel sitio no me convenía pelearme conmigo misma en voz alta al menos. Busqué por todas partes en busca de alguna cuerda que pudiera usar para brincar un enorme agujero que estaba en el piso, pero no existía tal. No caería así, seguramente el agujero tenía dos cosas: muchos animales desagrables, o era una de esas famosas trampas de agua, con varios filosos picos saliendo del suelo del mismo.

 

Realice el hechizo puente que atravesó el agujero, muy útiles para alcanzar las zonas VIP de los mundiales. Al atravesarlo, librandome de una peligrosa caída, pude correr unos metros sin preocuparme por nada, aunque alguien me bloqueo el paso. Mi varita seguía señalando que esa era la dirección que tenía que seguir.

 

-¡No te acerques, seas quien sea.- Contesté a mi vez, sin darme cuenta que era Hades.

 

Lo señalaba con mi varita y con la espada que había tomado prestada en el camino. ¿Y si era esa una de las almas atrapadas y estaba buscando ayuda? Moví la cabeza negativamente. En mi mente solo escuchaba esas voces que repetían una y otra vez -Eliminalo.

 

Movi la cabeza negativamente, debía haber alguna forma de salir de esa situación y asegurarme de que no fuera un enemigo, pero mi oponente seguramente no esperaría. Le arroje la espada sin dudarlo, al no ser mágica, no le costaría trabajo escapar de ella, mientras buscaba la forma de esquivarlo o encontrar un hechizo que me mostrará si en realidad no era un enemigo.

 

De repente, una idea. Señale el piso apenas me libré de la espada y murmuré Confringo. Delante de mi se abrió un enorme agujero en el piso en el que estabamos y no dude en saltar hacia el piso inferior. Realice un Aresto momentum el cual hizo que mi caída fuera más suave, hasta llegar al suelo. Por último, señale hacia el agujero y realice un hechizo más, esta vez con un hechizo sellador que impedía que alguien más saltara por el mismo, aunque fuera por breve tiempo.

 

El sitio estaba iluminado, pero me encontraba perdida. ¿Qué cosa era eso? Todo me parecía peligroso en ese momento.

Editado por Lyra Katara Ryddleturn

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