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Conocimiento de Maldiciones


Mistify Malfoy
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Estaba sentada en el aula de Transformaciones, esperando a una profesora y a unos compañeros que no habían aparecido cuando un memo entró por la puerta abierta del aula y se posó en mi pupitre. Resoplé a medida que lo abría, sabiendo que aquello sólo podía significar dos cosas: que mi clase había sido cambiada de día y horario, o que la misma se había suspendido. Leí lentamente la pulcra caligrafía de Elodia, una de las Directoras de la Universidad y luego solté un bufido de desaprobación. Evidentemente era la segunda opción e iba a tener que enviarle una lechuza a Leah para saber por qué no había podido dar su clase. Me preocupaba eso de ella.

 

La clase de Conocimiento de Maldiciones es una de las disponibles para que pueda tomar...Decía la nota hacia el final. Sí, había hablado con Elodia hacía poco tiempo y le había comentado que aquellos dos conocimientos eran mis predilectos para estudiar en primera instancia, así que tomaría su sugerencia e iría a la clase que ella me había recomendado. Me puse en pie en el aula vacía, corriendo la silla hacia atrás con un brusco movimiento, lo que ocasionó que chirriara y el sonido se extendiera por el lugar. Acto seguido, tomé mis cosas y me marché rumbo al aula de Maldiciones. Entre paso y paso ojee una lista que llevaba y que decía quiénes eran los profesores de cada clase.

 

<Mistify...> murmuré para mí misma, mientras evocaba la imagen de la madre adoptiva de mi prima Artemis. Un recuerdo de Sybilla acudió a mi mente y me dio a conocer que ella era la ex esposa de su padre, Crazy Malfoy y madre de Mackenzie Malfoy. <Somos parientes> pensé, pues tenía que disimular una vez que la viera. Seguro que Mistify conocía a Cissy desde hacía mucho tiempo y yo no podía permitirle pensar que no la recordaba en lo más mínimo, no quería ser descubierta. <Ella va a darse cuenta> dijo la voz en mi mente y sacudí la cabeza.

 

De pronto paré mi marcha. Sin haberme dado cuenta ya estaba en la clase de la Malfoy pero el aula también estaba vacía. ¿Y si Elodia se había equivocado y la clase era en otro lado o la Malfoy la había cambiado de horario también? Maldije por lo bajo, yo quería tomar un conocimiento y parecía que todo decía que aquel mes no iba a poder hacerlo. Suspiré e ingresé de todos modos al lugar, mirando a mi alrededor. Había una pila de libros desparramados sobre el escritorio de la profesora, pero sin señales de mis compañeros de clase. Volví a mirar la nota que Elodia me había enviado y me acerqué al escritorio.

 

"...Conocimiento de Maldiciones, con la profesora Mistify Malfoy. La clase tiene algunos alumnos reconocidos: Hades Ragnarok, Katara Ryddleturn, Bridget Wenlock, Elvys Gryffindor... Estoy segura de que va a gustarte"

 

¿Pero dónde estaban todos ellos? Miré los libros sobre el escritorio, muchos de ellos tenían títulos acordes a la clase, claro estaba, pero había algunos cuantos que rezaban cosas como "Maldiciones Antiguas" o "Maldiciones Vinculantes". También dos títulos llamaron poderosamente mi atención porque los había leído hacía unos años atrás, mientras estudiaba arqueomagia: "Maleficios del Medio Oriente" y "Maldiciones que fragmentan el alma". El último título, en especial, hizo que Sybilla comenzara a susurrar en mi mente a velocidad vertiginosa.

 

-Ya sé lo que significa ese título, pero no creo que se refiera al maleficio imperdonable, sino a otro tipo de maldiciones. ¿Quieres que lo lea? Quizá así consiga que salgas de mi cuerpo- susurré, enojada con ella, mientras abría el ejemplar.

 

El mismo rezaba sobre una teoría de ciertos maleficios y maldiciones antiguas que podían fragmentar el alma de una persona, tanto así si las empleaba en otras personas como si alguien las empleaba en una víctima. En sí, eran maleficios que resquebrajaban el alma de un enemigo, pero al mismo tiempo la propia. ¿Quién sería tan terrible como para ocasionar aquel mal? Bien se sabía que los vampiros, por ejemplo, al cometer asesinatos a los de su propia estirpe se los "maldecía" haciendo que su aura se volviera oscura, pero eso era algo entre los de su raza. Fragmentar almas no era algo divertido, mucho menos porque se sabía que los propios magos que cometían atroces asesinatos resultaban también destruídos en su interior y eso los hacía menos fuertes (y menos vulnerables a debilidades tales como el amor o la compasión).

 

-Iba a ser una clase interesante-musité.

 

Retrocedí un paso y escuché un sonido extraño bajos mis pies. Al mirar, noté que había pisado una hoja de pergamino que seguramente se había caído de algún libro. La recogí, más que nada porque no quería se echara a perder y fue entonces cuando descubrí una extraña inscripción en la página desprendida. Tenía un pequeño fragmento de texto más o menos entendible que hablaba sobre unir un alma a otra, sobre rescatar un alma... y sobre deshacerse de una. Algo sobre "...Y si la persona que ha hecho el trato no cumple con su parte..." pero el texto terminaba allí, pues la otra hoja seguramente seguiría dentro del libro.

 

Intrigada, dejé mis cosas a un lado sobre el suelo y comencé a ojear los libros, buscando al que le faltara la página, pero no estaba allí. ¿Mistify se lo habría llevado? No podía quedarme con la intriga, aunque no sabía por qué me interesaba tanto... Bueno, en parte sí. Ese pequeño pedazo del alma de Sybilla me estaba atormentando y si había una forma de sacarla de mi interior, entonces la encontraría.

 

Volví a tomar mis cosas y corrí hacia la biblioteca de la Universidad, allí quizá había algún libro sobre maldiciones al que le faltase una página o quizá una copia del mismo al que se le había caído aquella.

Editado por Cissy Macnair

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Al menos esa salida me había librado un rato de ese extraño ser. ¿Qué cosa sería? Imaginaba que sería alguna maldición que no nos dejaba ver la verdad, que nos hacia ver cosas que no estaban. En ese momento recorde otro hechizo que podría servir. Después de todo, en el Grimoire se encontraban versos para hacer el mal, bien podían usarse para el bien.

 

-Gracias a Voldy mi padre le quito el libro de las sombras a mi madre.- Pensé.

 

Mire a mi alrededor, no había peligro alguno, todo estaba iluminado con la suave luz de las antorchas. Realmente, parecía estar en una especie de película como las llamaban los muggles. Apunte mi varita hacia el piso superior.

 

Para aquellos que quieran

la verdad revelada,

ordeno a lo que nos cubre los ojos

que se vaya y nos deje verla.

 

Desde ahora aquel que quiera,

podrá ver y escuchar la verdad

del que crea es un temible enemigo

porque hay otro más temible

que nos hace creer que lo es.

 

Todo aquel que este en este templo,

escuchará y vera la verdad,

diferenciando al amigo del peligro,

para poder visitarlo con tranquilidad.

 

Era una modificación del hechizo de la verdad adaptada a esa circunstancia. Obviamente no era tan poderosa como para que todos mis compañeros sintieran su efecto. Podría afectar a algunos, a quien estuviera dispuesto a dejarse recibir, pero, después de todo, yo ni siquiera sabía quien ya estaba en el templo.

 

Al menos sabía que a mi me ayudaría a no atacar a un compañero por error, aunque este no pudiera reconocerme, daba igual, lo peor que podría pasar era que terminará en San Mungo. Recorde lo que decía el libro, no, nunca pediría ayuda para comprometer mi alma, no en ese sitio.

 

Empecé a moverme, usando una vez más el hechizo de orientación, esta vez dando media vuelta y siguiendo el pasillo por la derecha.

 

-Veamos que más hay por aquí.- Pensé.

 

Acomodé la mochila una vez más. El frío se me había quitado con tanto movimiento, más bien tenía sed. Tome una botella de mi bolso, no sin algo de esfuerzo por encontrarla y tome algo de agua, cerrandola bien y guardandola. Había aprendido bien que en esos cursos valía la pena llevar algo de agua siempre. Llevaba mi varita fuertemente agarrada, no pensaba soltarla por un segundo.

Editado por Lyra Katara Ryddleturn

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El vampiro se había dejado guiar por el instinto y por aquella fuerza extraña. Volvía estar en una habitación mucho más alta donde si se intentaba mirar al techo simplemente se podía ver aquella misma oscuridad que lo había encerrado antes. Miró a los lados, nuevamente aquellas marcas, escritos, fuera lo que fueran, maldiciones, advertencias, en aquel punto no importaba ya gran cosa.

 

Otra vez estaba solo, aquello que lo había llevado hasta aquella nueva habitación lo había abandonado, quizás era una trampa pero no había vuelta atrás, dio unos pasos y se detuvo abruptamente, había un orificio tallado en la piedra, una abertura aparecía frente a él, que si no se sabía buscar o que se encontraba allí, no podrían encontrarla, claro estaba, desde adentro era obvia, pero si se miraba desde el otro lado lo único que se vería era una pared de roca maciza.

 

Poco a poco la aventura se hacía mucho más interesante de lo que esperaba. Salió de aquel pasillo para encontrarse en un lugar extraño. Como si las películas no fueran un cliché pudo observar a unos 20 metros hacia su derecha un muy estrecho pedazo de saliente que parecía recorrer todo el lugar, solo que, si no tenia cuidado seria lo último que contaría. Miró hacia abajo y solo vio oscuridad.

 

***********

 

Ya había pasado por aquello, algunas rocas habían caído gracias al peso del Ragnarok, aunque le ayudo su habilidad y agilidad vampíricas. Ahora seguía su camino, a la próxima prueba… Negó con la cabeza, un puente de cuerdas que se veía que no aguantaría ni siquiera el peso de una mosca. El cainita suspiro, miro a los lados estudiando la situación pero como se imaginaba era o volver por el mismo camino anterior y buscar otra forma de rodear aquello o seguir adelante. Dibujo una meuca divertida por lo que iba a hacer en aquel momento.

 

***********

 

Un animago no registrado, sí, aquel movimiento lo había hecho muy bien y seguro que nadie se lo hubiera esperado. Había recuperado su forma y simplemente se limitó a seguir con el juego que le iba proponiendo aquel templo o quizás las fuerzas poderosas que dominaban el sitio. Se mantuvo alerta las primeras pruebas a pesar de todo habían resultado “fáciles” pero poco a poco irían subiendo de complejidad para adquirir la mayor cantidad de almas que se pudiera, mas si quien entraba allí era un intruso.

 

Recordó cuando había conseguido la llave que libero al espíritu de aquella niña, a la cual no pudo y supo apreciar, había cometido un grave error y por ello ahora le servía a alguien más, a menos que de una u otra forma, aquella que la tenía en su poder la hubiera liberado o esta hubiera ido a parar a otro sitio. Aquello había sido mucho peor, recordaba las pruebas que habían tenido que pasar, mas bien, una de aquellas pruebas le había dejado con un sentimiento extraño en la boca, y no era su ponzoña. Sacudió la cabeza para intentar olvidar aquello, debía concentrarse en lo que tenía frente a él, luego podría dejar que sus recuerdos lo sumieran en la oscuridad.

 

 

Siguió su camino expectante, ahora menos podía bajar la guardia. Todo aquello parecía extraño, fuera de lo normal si lo repasaba lentamente en su mente, el silencio, la falta de luz, y que aun no se hubiera encontrado con nada o nadie le hacían sospechar que algo mucho peor vendría a continuación, aquello era el ojo de la tormenta, la paz antes del caos.

 

***********

 

Maldijo por lo bajo cuando llego a aquel punto, ahora era cuando toda su tranquilidad se había ido al mismísimo demonio, frente a él había algo, lo único que veía era una forma casi humana envuelta en un sutil velo de luz recubierto por sombras. Inmediatamente se preparo, había luchado con varios tipos de criatura cuando estuvo en Grecia pero no sabía con que iba a salirle aquello, ahora sospechaba lo que tenía que hacer. Cerró los ojos.

 

-Vultus remittatur, vox lenior sit, gradus lentior, paulatim cum exterioribus interiora formantur –recitó mientras mantenía los ojos cerrados y aquella figura se encontraba frente a él.

 

Movió rápidamente la mano como un reflejo, justo en el instante que aquella espada volaba hacia él, en una milésima de segundo ya el vampiro la estaba deteniendo con su filosa Katana de plata. La había escuchado venir, al fin había logrado escuchar otra cosa que no fuera más que silencio ya que si aquella cosa le había dicho algo no la entendió, solo un sonido asqueroso y gutural. Se preparo para atacar pero sintió como aquella cosa hacia explotar el suelo haciéndolo caer hacia atrás, segundos después cuando abrió los ojos ya no estaba.

 

-Por mi se va a la ciudad del llanto, por mi se va al eterno dolor, la justicia animo a mi sublime arquitecto, soy hijo de la suprema sabiduría del primer amor, antes de mi no hubo nada, y yo duro eternamente, así que perded toda esperanza los que por mi varita y poderes moriréis –dijo con un brillo intenso de maldad en sus ojos, mientras escuchaba aquellas palabras que resonaron por todo el lugar como si fueran un eco- ahora prepárate a morir porque te encontrare –rápidamente comenzó a moverse persiguiendo a la criatura (Katara) que el había atacado.

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Pide ver aquella expresión extraña en los ojos de Mackenzie. Claramente que después había sacado la deducción que era de preocupación y ansiedad. ¿Quién iba a pensar que los hijos salvaban a los padres? En mi caso siempre era al revés, siempre cargaba el temor de que le pasara algo a mis hijos y no pudiera hacer nada, por eso que de alguna manera era algo diferente. Me sorprendió lo rápido que reaccionó aunque era lo único que teníamos como opción y era mejor adentro que afuera con la tormenta.

 

Tras unos pasos rápidos atravesamos por el camino que Bridget había indicado. Admiraba a las brujas como llevaban la delantera, con un porte difícil de corromper. ¿O yo sólo tenía aquellas extrañas sensaciones? De una manera sorprendente la oscuridad se volvió más física. Sentía como si miles de ojos nos estuvieran observando desde cualquier lado. Podía escuchar los pasos de mis compañeros que iban hacia adelante y me preguntaba qué era lo que las hacía aferrarse a la idea de atravesar todo eso. ¿Por qué se me había tan dificil? Constantemente se me aparecía la imagen de mi esposa, pero los intentos de Mackenzie para esfumar la oscuridad me distraían.

 

Vamos a perdernos. Ésta oscuridad nos va a llevar a un callejón sin salida” lo pensé. Pero una fuerza mayor evitaba que les comunicara mis preocupaciones. Iban tan solo a un metro de distancia cuando no encontramos algo sorprendente. Había una pirámide delante de nosotros. El frío continuaba produciéndome escalofríos desde mi cintura hasta mi nuca. Miré a las chicas y Mackenzie fue nuevamente, la primera en reaccionar. Tanteaba las paredes como si éstas le dijeran o supieran algo. Iba a proponer una idea pero una luz formó una especie de puerta y las dudas resaltaron.

 

Entremos. El lugar nos mostró el camino —aquellas palabras las había comentado. Casi hasta parecía que alguien me había lanzado un Imperius para que lo dijera. No sabía si las chicas se iban a animar, pero avancé como si unas manos gigantes me dieran el empujoncito que me faltaba, como si una voz seductora nos llamara desde el interior de ésa edificación. Me giré mirando a las chicas a ver si les parecía buena idea. Ninguna se había negado. Levanté mi varita. Cada sacudida emitía una pequeña luz que era apagada por la oscuridad. Pero llegué a distinguir unas escaleras y un pasillo. Entre más oscuridad. Pero las voces nos indicaban que siguiéramos. Le hice una seña a ambas y nos sumergimos allí

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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Llegué a la biblioteca al cabo de unos minutos. Estaba toda sudorosa y sentía ráfagas de calor recorrer mi cuerpo desde los pies hasta la cabeza, producto de la corrida que había dado por la Universidad. Dentro de mí, Sybilla se retorcía con brío intentando hacerme llegar todas sus dudas e ideas, pero el torbellino de información era demasiado para mi y tuve que cerrar los ojos con fuerza por un momento. <Me estás causando daño> le advertí, amenazándola con encerrarla en un pequeño rincón para que no pudiera escapar. Pero se resistió y tan pronto puse un pie dentro de la biblioteca, mi cuerpo respondió por sí solo, moviéndose hacia la sección de Maleficios.

 

-Despacio, me harás tropezar- me quejé, pasando a una bruja por los pelos y teniendo que levantar los brazos para no chocar con ella y hacerle tirar su material de estudio.

 

<...Lo he leído antes... Alguna parte...> los susurros de la vampireza en mi cabeza eran constantes y severos, como si supiera perfectamente lo que estaba buscando a pesar de que yo no tenía idea. Si por mí hubiera sido, habría acomodado la vieja hoja de pergamino junto al resto de los libros y me habría marchado, pero Sybilla quería que buscara el resto del libro al que pertenecía, no dejando de repetir que era importante. Para mí no tenía ningún sentido. La página se había caído de un tomo mientras Mistify los acomodaba ahí y punto, nada del otro mundo.

 

<...Las tumbas... el alma....> todos susurros inconexos que llegaban hasta mi mente como un eco y se pronunciaban hasta llenar mi cabeza con imágenes varias. Una de ellas era de una chica de cabello blanco como lo distintivo, porque el resto se parecía a Cissy. La chica tenía al menos unos dieciocho años recién cumplidos y estaba con un grupo de arqueomagos en Egipto. Los pude reconocer por su vestimenta, aunque chistosa a veces, se asemejaba a la de los arqueólogos muggles.

 

-¿Quién es ella? ¿Bree? Creía que había muerto- murmuré demasiado alto y alguien cercano a mi posición chistó para que hiciera silencio.

 

Sybilla me explicó que sí, que Bree había muerto pero que ella conocía cosas de su pasado, como que había estudiado antiguos lugares en Egipto donde se hablaba de las almas y los muertos y que creía que la página estaba relacionada. Volví a mirar la hoja que tenía entre mis manos mientras mi otra mano repasaba los lomos de unos volúmenes, como si sola supiera a dónde buscar. La página, además de cierta información, contenía algunos extraños dibujos que no me resultaban conocidos. No eran runas, no eran jeroglíficos.

 

-¿Reconoces esto, Sybiss? Creo que es de otro...- me quedé callada de repente...Había reconocido uno de los dibujos que antes no había notado, una especie de tribal en el dorso de la hoja que no tenía que ver con lo escrito, sino más bien con el estilo del mismo libro, como una decoración de la página-. Espera, esto sí lo reconozco- dije, dándome cuenta por primera vez del trozo de pergamino que tenía en la mano-. Hay un rumor, sobre un lugar...- detuve de improviso mi perorata cuando noté que una bruja que estaba a pocos metros me miraba frunciendo el ceño. ¿Qué tan ridícula debía verme hablando conmigo misma? Desvié la vista hacia otro lado y continué-. Un rumor sobre un lugar en el que se dice que unos seres extraños hacen favores a personas y que si ellas no les pagan cuando deben o fallan, entonces les roban el alma. Es como una especie de "seguro" que se cobran.

 

Fruncí el ceño. Sybilla decía algo sobre un espejo mágico y Bree Vallparadise, su doble. Según lo que alcanzaba a entender, Bree había sido capturada en un espejo, aunque no su alma sino su cuerpo completo. No entendía cómo eso podía relacionarse pero sabía para dónde iba.

 

-¿Y tuvo que meterte dentro para salir ella? Bueno, las maldiciones son siempre crueles y a veces se requiere un tributo del mismo valor de lo que se quita, así que no me parece extraño que el espejo exigiera que alguien ocupara el lugar de ella. ¿Pero quién salió del espejo cuando ella entró?- pregunté. Sybilla no respondió. O no lo sabía o no quería decírmelo.

 

Parpadee varias veces intentando concentrarme y entonces mi mano se detuvo sobre el lomo de un libro de lomo negro, suave y frío al tacto, como si de su interior saliera un aire glacial. Lo tomé y comencé a ojearlo hasta que encontré exactamente la misma página que yo tenía en la mano.

 

“Existen pruebas concretas de que el pueblo romaní o gitano ha sido responsable por la desaparición de los clavos de Cristo, motivo por el cuál han sido condenados a errar por el mundo, recolectando las almas de aquellos a quiénes les proveían algún servicio o favor. Si el servicio o favor no era devuelto el alma quedaba maldita para toda la eternidad, condenando al cuerpo del que había sido extraída en una continua búsqueda de lo que se le ha arrebatado. Se dice que la persona maldecida de esta manera es de naturaleza maligna, pero con continuos destellos de humanidad, provenientes de su alma en pena.”

 

-Y hay un mapa- señalé la página continua-. ¿Crees que la clase se esté dictando aquí? No le veo sentido. ¿Por qué Mistify se llevaría a todos los alumnos a perseguir gitanos que roban almas? No, no lo entiendo... Es interesante para una clase de Maldiciones, si, pero no tanto como para ir a buscarlos en verdad.

 

Yo no pretendía ir hasta allí pero Sybilla insistía. Ni siquiera sabíamos a dónde teníamos que ir. El mapa era extenso y no había ningún punto marcado que dijera "aquí viven los gitanos". Suspiré y cerré el libro.

 

-¿Dónde?- murmuré.

 

Si había indicios de que los gitanos estaban por ese lugar al menos debía averiguar el emplazamiento más probable dónde podrían haber vivido o pasado. La magia atraía la magia, así que buscaría algún conjuro de localización que me permitiera buscar una fuente de magia tal como la del pueblo romaní. Me di la vuelta y comencé a ojear las estanterías en busca de uno de esos conjuros antiquísimos, antes de darme cuenta de que el libro había empezado a vibrar entre mis manos.

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El interior de la estructura triangular era caprichoso, no obedecía para nada a las leyes de la física muggle. Así aunque salieras por una puerta, podrías seguir un pasillo y volver a entrar a la misma habitación desde la que habías partido, incluso desde la misma puerta. Estaba construido completamente en líneas rectas y aunque buscaras minuciosamente jamás encontrarías nada curvo. Todo eran figuras picudas Era oscuro, aunque no tanto como el exterior, y se podía visualizar aunque con dificultad los entornos de cada habitación, sostenida por cuatro columnas de color negro - cada una de ellas labrada en dorado con la misma simbología que describían los libros de Mistify - y que se perdían en la oscuridad, el techo parecía inalcanzable.

 

En cada una de estas habitaciones hay cuatro puertas triangulares de marco dorado que conducen a lo que aparentemente son cuatro pasillos diferentes, todos ellos decorados con estrellas en el suelo y con el mismo formato que las salas: figuras estrelladas, picos y severas aristas - al igual que el salón en donde se encontraba la Malfoy – Podrías salir por uno de los corredores y acabar perfectamente en el mismo lugar por el que habías entrado. Nada debía darse por supuesto aquí.

 

Ninguno de los visitantes podría ver a sus compañeros en la primera sala del templo, mas bien los reconocerían como algún tipo de entidad maligna a la que deberían destruir. Pero cuidado. Si los destruyes, tu alma sufrirá y quedará debilitada para sortear los obstáculos que podría haber en tu camino.

 

 

Los seres no habitaban la pirámide y jamás habían sido vistos, por lo que describir su forma es imposible, pero las leyendas en torno a ellos son muchas y variadas. Conceden favores y el precio a pagar a veces puede ser demasiado alto.

 

 

*****

 

- Han logrando entrar a la pirámide. – Mistify se removió inquieta. No era un buen momento para intrusos. – Y ya hemos elegido nuestro intercambio ¿aceptas el trato?

 

- ¿De qué trato estamos hablando? – solo deseaba tener su varita mágica otra vez, se sentía desnuda sin ella.

 

- Tu alma a cambio de la de uno de los intrusos – susurró la voz femenina. A Mistify se le erizó la piel, podía leer el placer en aquellas palabras. ¿Qué es lo que le causaba tanto placer si al fin y al cabo sería un intercambio de almas? ¿Porqué una de esas podría ser mejor que la suya para estas entidades?

 

- ¿Quién sería la víctima?

 

- ¿Aceptas o no?

 

- No puedo aceptar algo sin saber a qué voy a enfrentarme.

Carcajada otra vez. Las nieves volvieron a hacerse eco y un alud prácticamente cubrió la entrada a la montaña.

- ¿Aceptas o no? – insistió.

- Quiero saber quién es. ¿Qué tiene ese mago que no tenga yo?

 

- ¿Celosa? – las cuatro voces rieron al unísono. – Es la última vez que vamos a preguntarlo, piensa muy bien lo que vas a responder. – hicieron una pausa - ¿Aceptas o no?

 

 

*****

 

La próxima sala para los visitantes sería abrumadora. Verían una escena de su mayor anhelo, que intentaría tentarlos para que abandonen lo que están haciendo y se queden con ellos, en un mundo perfecto, para toda la eternidad.

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Al levantar la vista para buscar las miradas de sus compañeros volvió a encontrarse con una oscuridad asesina. Se frotó los ojos creyendo que tal vez a causa del impacto de luz repentino se le habían quedado ciegos por unos segundos. Al levantar los puños de sus párpados y volver a forzar la vista, sus ojos solo encontraron sombras densas, que parecían moverse alrededor de ella y a la vez estar estáticas. Bridget se enderezó de pronto y volvió a empuñar su varita con tanta fuerza que siento punzadas en la mano. Extendió su mano derecha, ahora libre y trató de palpar frente a ella. Abrió y cerró varias veces los ojos, observando apenas unas volutas de aire flotando en una diminuta ranura de luz que venía desde un microscópico orificio en el muro detrás de ella. ¿Dónde estaban?

 

¿Elvis? —preguntó con inseguridad. Por primera vez en años sentía que no podía luchar con lo que tenía en frente, sencillamente por el hecho de que no sabía si había algo en frente de ella o era sólo su propia imaginación —. ¿Mackenzie? —intentó de nuevo.

 

Levantó la varita frente a ella y susurró "Lumos". Un fracaso, pues fue como prender una cerilla en un lugar en el que hace falta el oxígeno. La luz al final de su varita se alumbró un milésimas de segundos y luego se dejó devorar sin pelea por la monstruosa oscuridad. En esa milésima de segundo Bridget pudo ver los muros lisos e inclinados de la habitación de la que minutos antes habían escapado. Frente a ella estaban aún las siluetas de sus compañeros, o al menos eso quiso creer. Sentía más miradas sobre ellas de las que podía contar y la sensación de que algo le acariciaba el cuello por detrás le hizo dar un paso adelante, aterrada y molesta. Ya no sabía hacia donde apuntar con la varita.

 

Oyó el susurro de unos pasos e intentando encender una vez más sin éxito su varita, observó una sombra avanzando hacia un pasillo que descendía por una escalera. Caminó hacia allí, porque si habían llegado juntos lo mejor era permanecer juntos. Antes de bajar por el primer escalón se giró para hacer parpadear una vez más su varita. ¿Quién se estaba quedando atrás?

 

La tenue luz de su arma mágica se apagó con más facilidad que en las anteriores ocasiones, pero el apenas perceptible tiempo que se iluminó la habitación aterró de tal forma a la Black que ocasionó que bajara dando tumbos primero 4 escalones y luego 3 más, hasta chocar con la espalda de la silueta que estaba descendiendo por las escaleras. Tres pares de ojos inyectados en sangre la miraron directamente y de forma amenazante. ¿Qué querían de ellos?

 

¿Elvis? ¿Mackenzie? —murmuró apenas, pues parecía que sus cuerdas vocales se negaban a funcionar correctamente—, Nos siguen —volvió a intentar, mientras palpaba con la mano libre el cuerpo con el que había chocado hasta encontrar un brazo del que sostenerse—. Debemos atacar —se oyó decir, como si no tuviera control de sus palabras. Sus ojos miraban fijamente hacia la oscuridad por detrás de ellos.

 

Zarandeó a su compañero o compañera, sin saber de quién se trataba. Podía sentir como el peligro y las tres sombras que había visto antes estaban cada vez más cerca.

 

Cruciatus —dijo sin pensar, apuntando con su varita hacia las sombras. El rayo salió disparado iluminando la habitación e impactando en el objetivo en cosa de segundos.

SemperFidelis

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Alcanzó a ver las escaleras y el pasillo, cuando Elvis levantó la varita, pero al siguiente destello, le pareció que ya no estaban ahí. Apenas sí habían dado unos pocos pasos en el templo, cuando la oscuridad los envolvió de una forma extraña. Era como si las oscuras sombras los envolvieran y unas manos gélidas e invisibles se cernieran sobre ellos. Observó los intentos de sus compañeros por lanzar con éxito un hechizo lumínico, pero parecía ser una tarea imposible en el interior de aquel templo.

 

Trató de avanzar más, guiándose por su instinto y, de pronto, sus compañeros se difuminaron convirtiéndose en meras siluetas de las que emanaba un aura de peligro. Ni siquiera estaba segura de que las finas sombras correspondieran a sus compañeros. ¿Y si habían sido atacados por algo? De pronto sintió la necesidad de ponerse en guardia, de abalanzarse contra las sombras, de atacar...

 

Escuchó su nombre... Alguien la estaba llamando. ¿Era Bridget? Parecía su voz. ¿Y si no lo era? ¿Y si era tan solo un eco, una copia del sonido de su voz atrapado en aquellas sombras amenazantes? La paranoia volvió a apoderarse de Mackenzie y agarró con fuerza su varita. Debía atacar antes de que fuera demasiado tarde.

 

- ¡Ataca! ¡Quítatelos de encima o ellos acabarán contigo antes!

 

¿Quién hablaba? ¿De donde salía aquella voz tan sinuosa, tan atrayente?

 

- Ven a nosotros. No dejes que te lo impidan. Ven a nosotros y te daremos todo aquello que más deseas. ¡Apúrate! ¡Ven!

 

Tenía que encontrar las voces. No podía dejar que nadie se le adelantara ni podía morir en el intento. Debía atacar. ¡Ya! Apuntó con su varita hacia las siluetas que se deslizaban amenazantes.

 

- ¡No! -Se gritó a sí misma, haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad.

 

La comprensión es la base del poder. Nunca ataques a ciegas. Tu enemigo podría sorprenderte. Era la voz de su padre, llegando a ella desde algún lugar perdido de la memoria.

 

- ¿Bridget? ¿Dónde estás, Bridget? ¿Elvis? ¿Estáis ahí?

 

Caminó a tientas tratando de esquivar las manos que se cernían sobre ella, formando un halo de densa oscuridad, y evitando escuchar las voces que la llamaban insistentes. Y de pronto sus propias manos tocaron algo. Parecía un cuerpo. El sonido de la voz a su lado le respondió al instante a la pregunta no formulada. Era Bridget quien la zarandeaba y estaba decidida a atacar. Mackenzie comprendió con horror que también Bridget estaba siendo presa de la misma clase de paranoia que había sentido ella. Intentó pararla, pero ella se adelantó con la maldición imperdonable.

 

- ¿Elvis? ¿Estás bien? ¡No hagas caso de las sombras y no escuches a las voces!

 

No estaba segura de si los demás también escuchaban las voces, pero no estaba de más advertirles. Tenían que salir de allí.

 

- Bridget, soy yo. Escúchame. No voy a hacerte daño. Parece que no podemos vernos, pero tenemos que seguir adelante.

 

Agarró a su compañera con fuerza de la mano y echó a correr, dándose cuenta con horror de que las sombras las seguían. Tenía que probar algo.

 

- ¡Avis! - Su varita giró en un poderoso movimiento e hizo aparecer una bandada de aves que comenzaron a girar en círculos a su alrededor. Y para su fortuna, las sombras disminuyeron su presión sobre las jóvenes y se abalanzaron sobre las frágiles aves. -Parece que se sienten atraídas por cualquier forma de vida -razonó Mackenzie.

 

Aferrando a su compañera de la mano, consiguieron avanzar hacia un pasillo de formas rectas y poco después alcanzaron una sala sostenida por cuatro columnas negras. Mackenzie observó que ahora podía ver a su compañera. No había mucha luz, tan solo un resplandor difuso, pero le permitía ver a Bridget y examinar el lugar en el que se encontraban. Al igual que el pasillo que conducía a la habitación, todo allí estaba formado por largas aristas y formas rectas. El suelo estaba decorado con estrellas de puntas y al fondo de aquella sala, que parecía no tener techo, se encontraban cuatro puertas triangulares de marcos dorados. Tanto las columnas como los marcos estaban decorados con símbolos, una mezcla de runas y antiguas escrituras, que no le eran totalmente desconocidas a Mackenzie.

 

- Almas. Muchos de estos símbolos apuntan al alma. -Se quedó pensativa unos minutos examinando las cuatro puertas que tenía frente a ella. - Es curioso, mi madre solía contarme un cuento cuando era pequeña sobre unos seres malignos que robaban las almas de aquellos que se atrevían a traspasar las puertas de una gran pirámide como ésta en busca de sus más anhelados deseos. Esos seres podían concederte cualquier favor que les pidieras, incluso podían cambiar el tiempo y adivinar el futuro. Pero a cambio, había que pagar un precio. Y generalmente, nadie salía bien parado de aquel trato. Salvo que tuvieras mucha suerte, como el héroe de aquel cuento. ¿Tu tienes suerte, Bridget? El héroe del cuento conseguía burlar a aquellos seres utilizando los dados y su inmensa suerte. Lástima que se me den mal los juegos de azar. Supongo que tendremos que elegir una de esas puertas, sin ningún dado que nos guíe. ¿Cuál crees que deberíamos seguir?

 

Mackenzie se acercó un poco a las puertas, examinándolas una a una, sin darse cuenta de que, conforme las rozaba con su mano, una sensación extraña de bienestar se iba apoderando de ella. Caminaba, pero ya no tenía mucha conciencia de dónde estaba y qué es lo que hacía.

 

Una luz blanca. Un fogonazo...

 

La Mansión Malfoy se veía imponente desde el viejo camino de grava que conducía a la gran verja de hierro forjado. Cuando las puertas se separaron y le dieron la bienvenida, la joven se sintió feliz por estar de vuelta en su hogar. Había pasado un largo semestre en Italia, en la Escuela de Arqueomagia y añoraba a su familia.

 

El coche guiado por thestrals avanzaba lentamente por los terrenos y Mackenzie se deleitó contemplando los campos cubiertos de nieve y el gran lago, helado en aquella estación del año. Las estatuas, comandadas por Hércules, se acercaron a saludarla y la joven bruja las regañó con cariño por apartarse de su tarea de vigilancia. Siempre debían estar alertas ante la presencia de cualquier intruso. Su padre y su madre estarían en casa por Navidad y eran personas muy poderosas, no podían quedar desprotegidos.

 

Se preguntó si Armand, el fantasma de la Mansión, estaría de buen humor aquellas Navidades, para variar. No era problable, seguramente les tendría alguna treta preparada, como todos los años, pero aquello también tenía su encanto. Además, Armand solía respetarla más que al resto de la familia, al menos ella no era una advenediza, su sangre era limpia como ninguna otra y su lealtad a la familia le había asegurado cierto respeto por parte del terrible Armand.

 

- ¡Mamá! ¡Papá! ¡He llegado! ¡Estoy en casa! ¿Es que nadie baja a saludarme?

 

Entró corriendo en la sala y se encontró a sus padres conversando junto al fuego. Se les veía tan felices y enamorados que Mackenzie sintió cierta envidia. Su última aventura amorosa había sido un chasco, pero ver a sus padres siempre era un recordatorio de que el amor era posible incluso en las más adversas circunstancias. Ya llegaría.

 

Corrió a abrazarlos y sin poderse contener sacó un libro de su mochila, con la sonrisa dibujada en el rostro.

 

- Mirad, es mi última investigación. Encontramos una de las fuentes de la magia en Irak. Se cree que es una de las primeras fuentes, tal vez la que dio lugar a todas las demás. Allí se sabe que surgió la magia por primera vez, incluso toda la civilización. Magos y muggles. -La bruja siguió dando explicaciones mientras sus padres la escuchaban interesados y la miraban con cariño- Encontramos un objeto alpha entre los restos de un antiguo templo. Ya sabéis lo que es un alpha, ¿no? Bueno, no sé si debería de decirlo, a los arqueomagos no nos gusta prodigar secretos - les guiñó un ojo y bajó la voz- es la clase de objeto mágico más poderoso que existe. Un objeto del que emana magia antigua sin ningún tipo de contaminación, pura, como si fuera una de las fuentes primigenias. Fue el alpha el que nos dio la pista....

 

Sus padres la dejaron que siguiera hablando durante un buen rato y, cuando por fin se sentó en el fuego junto a ellos, decidió que ya había hablado lo suficiente de ella.

 

- ¿Qué tal la política, papá?

 

Su padre enarcó una ceja, pero fue su madre quien respondió.

 

- Tu padre quisiera que te quedaras a ayudarlo. Está pensando que te quedes este semestre en Inglaterra. -Su madre no pudo evitar reirse.

 

- No la presiones -comentó su padre- además, soy yo el que debería alejarse de la política un tiempo. Me tiene ya aburrido.

 

- La política es un rollo, papá, deberíais venir conmigo este semestre. Vamos a viajar por todo el mundo. Le puedo decir a Percival que os incluya en la expedición. Seguro que os gustaría.

 

Sus padres se miraron y Mackenzie supo que iban a considerarlo. Podría ser un viaje genial, los tres juntos, investigando las fuentes primigenias y alejados de la tediosa política londinense.

 

- Mamá, te he traído un regalo. ¿Quieres verlo?

 

*****

Mackenzie caminaba con la mirada extraviada por la sala. Sumida en su ensoñación no era consciente de si había pasado un minuto, una hora o media vida. Pero lo cierto, es que había encontrado un mundo perfecto del que no tenía intención de regresar. Era feliz. Completamente feliz.

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Come, my friends,
Tis not too late to seek a newer world.
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Lo único que podía seguir mirando en aquel sitio era simple oscuridad. Aunque la puerta que nos había dejado pasar, podría servir para observar todo en detalle, parecía como si no existiera. La luz allí era algo desconocido. La presencia de algo extraño se hacía más fuerte y parecía como si te nublara la cabeza. No podía pensar con claridad, parecía como si todo lo que había aprendido se esfumara como el humo en medio de grandes ráfagas. Claro estaba que no eran deducciones que estaba intentando solucionar, porque ni Bridget ni Mackenzie parecían estar.

Escuché mi nombre lejos. Volví a dejar la puerta de entrada a mis espaldas, sin pensar que lo más sensato hubiera sido alejarme lo más posible de aquella pirámide y regresar a Londres. ¿Por qué había viajado? ¿Por qué me había preocupado por Mistify? Conocía muy poco a la bruja pero mis ideales eran más fuertes y cuando algún inocente se podía encontrar en peligro, iba intentar ayudar con todo lo que tenía a mi disposición. Y era gracioso que en ése instante, mientras una figuras oscuras deambulaban a mi alrededor como fantasmas, todo mi cuerpo recibió una descarga de dolor.

Cerré los ojos, mordí fuerte y mis rodillas tocaron el suelo. Me tomaron tan desprevenidos que jamás pensaría que mi compañera me había atacado. ¿Por qué ése sitio nos castigaba? ¿Tal vez Mistify había llegado allí por equivocación y había sufrido lo mismo? Era un dolor conocido de todas maneras pero al cabo de pocos segundos ésas sombras se fueron de la habitación y el dolor se fue. Mi varita no había funcionado para mostrarme lo que había. El silencio actuaba como algo opresivo en mis oídos. Me levanté. Las voces no dejaban de resonar aunque eran palabras que no entendía. Intenté tocar algo al frente y encontré el marco de una puerta. Atravesé aquella salida sin dudarlo. No podía andar a oscuras sin saber lo que me había atacado. Era una puerta totalmente diferente de las brujas que también habían escapado sin que lo supiera.

¿Bridget? ¿Mackenzie? ¿Dónde se encuentran? —exclamé. Mi corazón se alivió un poco al ver que la oscuridad allí no era tan oscura. Mi voz resonó hasta el hueco más lejano, aunque no podía distinguir si había un techo. Respiré profundo mientras me daba cuenta que las jóvenes no estaban allí. ¿Cuántas puertas más había? Tal vez las chicas habían encontrado otro lugar para escapar y sin dudarlo, lo habían hecho. Era una lástima, el grupo cada vez se dividía más. ¿Y si ése era el objetivo? El templo lo estaba logrando. Avancé dos pasos pero unas imágenes empezaron a recrearse delante de mí. Me dejaron atónito. Como si de repente ése lugar horrible fuera mi hogar.

La oscuridad palpable se convirtió en estelas blancas que invadieron la habitación. Solamente había logrado distinguir algunos marcos dorados, extrañas runas que jamás entendería y más picos. Todo eso perdió interés dentro de mi cabeza cuando pude reconocer a algunos familiares. Parecían especialmente felices, pero no por una buena noticia sino porque ya no pasaban preocupaciones por su mente. Me había acostumbrado tanto al ver todos los días, esa sensación en el rostro de las personas que cuando vi que estaban tan relajados no podía dejar de observar. Mi esposa era la que más se mostraba alegre. Su sonrisa era algo que me reconfortaba el corazón.

Si, cariño. Tus hermanos y yo iremos a jugar al jardín después del almuerzo. Tu padre vendrá más tarde —su voz era como una canción emitida por un fénix, de ésas que llegaba hasta el fondo de tus huesos y calmaba cualquier temor. Los niños, más pequeños y grandes aún, parecían celebrar ésa noticia. Algo había cambiado en el mundo mágico y de saberlo lo habría entendido de antemano. Las escenas cambiaron un poco al mostrar el Atrio del Ministerio más calmo. La gente iba y venía, comentando las nuevas noticias, relajándose después de un día extenso de trabajo pero había paz. El Profeta ya no mostraba asesinatos, pedidos de captura o noticias horribles. Las Artes Oscuras no existían.

¿Qué había pasado? ¿Cómo era eso posible? No sentía la presión de vivir con temor las 24 horas del día, todos los días, todos los meses, durante años. Por alguna extraña, pero excelente razón, los motífagos se habían disipado. No había peligro en las calles. No había corrupción dentro del Ministerio. Claro estaba que la magia siempre se encargaba de mostrar algunos problemas, como mantener el estatuto del secreto o las graves enfermedades que los sanadores curaban día a día, pero eran problemas que se podían solucionar. Y para todo eso portaba un gran cargo dentro de la Institución. Estaba claro que me encantaba ser director del Cuartel de Aurores, pero en ésas imágenes, era alguien superior a eso, capaz de decidir y mantener la paz como Primer Ministro, lo que estaba buscando hacía años para poder cambiar el mundo.

Algo capaz de pensar en que no tenía que hacer nada más. Solamente disfrutar de mi familia y terminar aquella vida sin complicaciones. Las voces extrañas seguían en mi cabeza como si alguien las recitara detrás de mis orejas. ¿Por qué veía aquello? ¿Qué era lo que me pedia? Me estaba ofreciendo aquello, algo que había visto imposible desde que habían matado a mis padres y mi vida había cambiado. Por un momento pensé que podía resultar.

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GOLDOR ♦ DEMONIUM MERIDIANUM

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Había escuchado las palabras amenazantes de aquella criatura, pero no reconocía su voz. Todo ese recorrido seguía sin llevarnos a ninguna parte, aunque no culpaba a mi varita, si ni siquiera sabía que buscabamos. ¿A Misty? ¿Había una forma de liberar a esas almas?

 

En ese momento, busque en mi mochila algo que no debí haber dejado ahi dentro. Un regalo que mi padre me había dado hace tiempo, situación que empezó a pasar de nuevo en mi mente.

 

******

-Bien, padre, ayúdame.- Dije en voz alta, pidiendo por primera vez ayuda a mi padre.

 

Podría sonar extraña esa oración, pero siendo hija de Lucifer sabía que acudiría ahi y nadie me reprocharía que llamara a mi padre. Cosas graves ocurrían en la Ryddleturn, llenandose de traidores gracias a la Salvatore. Ante mi no tardo en aparecer un señor alto, moreno, de pelo negro corto y ojos igual de negros, profundos como la noche, era fácil perderse en ellos, apareciendo en llamas que cuando desaparecieron dejaron ver un traje sastre gris oscuro. Así era como se presentaba ante mi, nada de esas tonterias de hombre rojo, con cola, cuernos y tridente.

 

-¿Te cansaste ya de correr?- Preguntó, cómo si estuviera divertido con eso.

 

-¿Tú que crees, padre querido?- Contesté.-No me gustan las persecusiones.

 

-Lo sé, Katara. Siempre ha habido problemas entre los demonios, muchos quieren quitarme el reino.- Contesto mi padre.-Pero es algo que siempre supiste. Sin embargo, tengo algo que puede ayudarte.

 

Del bolsillo izquierdo de su saco, tomo un talisman plateado, con una cadena hecha de igual material, el cual me puso. Era un talisman que tenía grabado un pentágono invertido y en el centro del mismo el número 666.

 

-Este talismán tiene una gran protección contra hechizos y ataques físicos, cualquier cosa que te manden rebotará y será regresado a tu oponente. Llevalo siempre contigo.- Dijo, poniendomelo. Después de tenerlo en el cuello, lo mire atentamente y mi padre desapareció.

 

*******

Una vez más, en aquel templo tenía en mi mano ese talisman, ya puesto en el cuello. Nadie podría quitarmelo puesto que Lucifer me lo había dado y nadie más lo tomaría. No sabía que tan poderoso era ese talisman y quizás no podría librarme de los hechizos o maldiciones del templo, pero si de las que alguien mas me mandara. Algún compañero, a lo mejor.

 

De todas formas, era conocido que también los talismanes, fueran del tipo que fueran, si eran verdadero servían también como ayuda para contrarrestar las maldiciones. No me iba a poner a hacer uno en ese momento, no tenía tiempo, pero nada impedía que usara uno ya hecho.

 

Me sentí un poco más segura en aquel templo, no tanto como en casa, sería exagerar, pero al menos acompañada. ¿Qué otra cosa había que hacer aparte de correr?

 

-Buscar a Misty, a lo mejor liberar todas las almas.- Aunque esto último era quizás una tarea imposible.

 

Movi la cabeza negativamente ante ese pensamiento. Tal vez ni siquiera estaba cerca de donde se encontraba Misty y para esas alturas, a lo mejor no era buena idea verla de nuevo.

Editado por Lyra Katara Ryddleturn

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