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Primeros Auxilios II


Keaton Ravenclaw
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Había decidido, tras pensármelo bastante, que las clases de Primeros Auxilios, a partir del mes de marzo de aquel año, iban a ser por las noches. Había varios motivos, pero el principal era sin duda alguna que a aquella hora del día se podía gozar de un clima muchísimo más fresco que el que imperaba en el día. Era uno de los graves errores que veía referente a la Universidad, conservar hasta su clima original orillaba a los que íbamos ya fuese a dictar clase o a los que iban como estudiantes, tener que adaptarse, pues en Inglaterra, por mucho, no llegábamos a los 50 °C que podía a tener llegar el desierto.

En fin, que aquella noche de marzo, daría por iniciada la clase número dos con aquel nuevo sistema de Primeros Auxilios. Hacía pocas horas los directores me habían mandado la notificación de que tendría a dos estudiantes, cosa que me alegró, podría acomodar mejor mis tiempos y acabar, ahora si, los temas y las tareas programadas. Me alisté y salí del Castillo Ravenclaw en pos de aquellos terrenos desérticos. Al arribar, eran ya las nueve menos cuarto, momento idóneo, pues daría por comenzada la clase a las nueve y media.

Al llegar a mi salón, lo observé aún maravillado. Las paredes eran de un rojizo bastante peculiar de las construcciones árabes, sin embargo, el toque más maravilloso era el techo que era completamente de cristal, que a aquellas horas, dejaba entrar a raudales los rayos de luna y contemplar las estrellas que se alzaban majestuosas en la bóveda celeste. En la parte delantera estaba un escritorio de madera con una silla acojinada bastante bonita, así como varios estantes que contenían libros de pociones, hechizos y curaciones de toda índole, así como frascos con pociones e ingredientes para las mismas. Los lugares asignados para los estudiantes eran planchas de hospital que servían de mesa también. Allí se llevarían a cabo las prácticas, si todo salía bien. En las paredes, además, colgaban retratos de famosos sanadores así como medimagos ejerciendo su profesión.

—Pues bueno, a darle —Dije al aire mientras me acercaba al escritorio y tomaba dos pergaminos y mi pluma a vuelapluma. Rápidamente dicté en ellos las mismas palabras, que eran el anuncio de que, en cuarenta y cinco minutos, iniciaría con quien llegara o me iría si nadie lo hacía.

Al mirar el nombre de mis dos estudiantes, sonreí, a una de ellas la conocía. Valkyria era sin duda alguna una amiga maravillosa pese al tiempo que tenía de no verla, era una chica bastante esmerada y que seguramente pasaría con la mejor nota, aunque claro, nada de tratos especiales, ante mis ojos, dentro del aula de clases, todos eran iguales: estudiantes con mentes vacías que debían ser llenadas con el lujo del conocimiento y la sabiduría. La otra chica no sabía quién era, pero igual esperaba fuese una alumna dedicada y tranquila. Mandé llamar a dos lechuzas de la Universidad y envié los pergaminos.

Me dirigí a mi asiento detrás del escritorio y esperé tranquilo el arribo de las chicas. El aire soplaba y refrescaba el aula, pues éste entraba por un par de ventanas abiertas al fondo del aula. Al cabo, comenzaron a encenderse un par de velas que alumbraron bastante bien el aula, dejando ver largas sombras de aquellos objetos que se acomodaban en los variados anaqueles distribuidos por el lugar. Así, al dar la hora esperada, ambas mujeres llegaron y sonreí al verlas entrar. Indiqué con la mano tomaran asiento detrás de las planchas metálicas.

—Buenas noches, mi nombre es Keaton Ravenclaw y seré su profesor de Primeros Auxilios esta noche —Me presenté y saludé —La clase constará de tres temas eje y cada uno tendrá sus subdivisiones para una mejor comprensión; habrán dos tareas teóricas y, si toda sale bien, dos prácticas hacia el final de la clase —Musité —La evaluación básicamente girará en torno a su creatividad, seguimiento de la clase y responsabilidad, cosas que evaluaré con sumo esmero —Añadí.

Miré con una expresión neutral a mis dos pupilas, con una mirada fría y con una altivez muy distintiva de mi. Las analicé para saber un poco de ellas, y al ver a la señorita Claffin, pude ver que me causaría algunos problemas, su aura indicaba revolución e insurgencia. Valkyria, por el contrario, denotaba serenidad y tacto, una persona más como yo pero que tenía también su talante a la hora de los desacuerdos. Carraspeé un poco para llamar la atención e indicar que seguiría hablando.

—Ahora bien, antes de empezar con lo dicho anteriormente, me encantaría se presentasen y dijesen cuales fueron sus motivaciones para tomar este conocimiento, además de que sería maravilloso si me pudieran dar conceptos en lo referido al término Urgencia y al término Emergencia —Señale —¿Quién será la valiente en empezar?

Dije y me recargué en la orilla delantera de mi escritorio esperando las chicas iniciaran con sus palabras. El cielo comenzaba a poner más y más negro, a la par que los rayos de luna comenzaban a entrar más elegantemente por el techo de cristal. Aquella sería una clase productiva.

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Los primeros minutos de una noche tranquila, la cual pintaba perfecta para un baño relajante con pétalos de rosa, en uno de los elegantes y grandes jacuzzis de la Mansión Malfoy se encontraba una mujer morena leyendo lo que era el pedazo de un pergamino notificándole que tenía escasos cuarenta y cinco minutos para presentarse en lo que era la clase de Primeros Auxilios. Dicho conocimiento era uno de los requisitos que pedían para trabajar en el Departamento de Transportes y Deportes Mágicos, lugar donde ella se encontraba trabajando, pero a pesar de que ya se encontraba dentro, su ambición era tanta que deseaba tener más.

 

Soltó un largo suspiro lleno de frustración y cansancio, combinado con otros sentimientos que no lograba comprender en ese momento, pero de lo que si estaba segura era el que no deseaba salir aquella noche, pero el deseo de obtener aquel conocimiento podía más que con la flojera de salir y quedarse en casa. Elizabeth tomó un vestido blanco de su closet, el cual puesto le quedaba un poco arriba de la rodilla a lo largo, una vez puesto se trenzo el largo cabello negro y ondulado, dando un aspecto un poco más infantil. Estaba casi lista, pero como toda mujer aun no decidía que zapatos utilizar, hasta que se dio cuenta de la hora así que tomo una decisión y se puso sus botas negras favoritas, la punta estaba un poco gastada de una de ellas pero aún después de tanto uso se veían presentables.

 

La Malfoy tomo de su cómoda la varita que siempre le acompañaba y camino hasta los jardines del lugar donde se encontraba, hizo un ligero movimiento de varita y frente a ella apareció una de sus hermosas y bellas escobas suspendida en el aire, se subió a ella y salió volando hasta lo que antes era la Academia y ahora le llamaban “Universidad”, paso sobrevolando cada uno de los edificios, hasta que diviso el Ateneo, aquel era el lugar donde iba a tomar clase y descendió en picada frenando justo a 50 centímetros del suelo bajando de la escoba con toda la gracia de una bailarina de ballet.

 

Le encantaba llamar la atención a los lugares a donde llegaba, pero el hombre que se encontraba dentro del salón de clases parecía más interesado en otra cosa que en lo que acababa de hacer la morena, situación que le hizo tener una mueca de enojo que en un principio le resultaba difícil ocultar, pero trato de no darle ninguna importancia a la falta de asombro de su profesor de Primeros Auxilios y tomo asiento en una de las dos bancas que tenía el cuarto.

 

El tiempo después de su llegada transcurría demasiado lento y después de tantos minutos esperando a que iniciara la clase, empezó a quedarse dormida. Pero la voz del profesor presentándose y presentando la clase, había llamado un poco su atención por lo que trato de llevar el hilo de cada una de las palabras que el Ravenclaw decía. Anoto en un pergamino la forma en la que se iba a llevar acabo la clase y las preguntas que el profesor enunciaba hasta antes de por fin quedarse callado.

La ojiazul espero varios segundos, esperando a que la chica a un lado de ella se presentara, pero al ver que no hacía ningún intento por ser la primera, se puso de pie y paso las manos alisando las arrugas de la falda de su vestido.

 

Buenas Noches, mi nombre es Elizabeth Malfoy y estoy aquí porque el adquirir este conocimiento me hace crecer en lo personal y me ayuda a ser más útil en el Departamento de Transportes y Deportes Mágicos, sitio donde actualmente me desempeño como empleada. –mientras hablaba iba haciendo pausas y énfasis en palabras que deseaba se quedaran grabadas en la cabeza del Ravenclaw.

 

Sobre su última pregunta, emergencia es aquella que si no es atendida de inmediato puede llevar a la muerte, sin embargo, urgencia es aquella que puede ser atendida en un lapso de tiempo no mayor a seis horas. –con aquellas palabras finalizo su presentación y tomo asiento.

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La primera en hablar, como era de esperarse, había sido aquella mujer en la cual había vislumbrado un dejo de insurgencia. Su nombre me causó algo de confusión, porque en la hoja de reporte anunciaba que el nombre de su segunda alumna era Sam Claffin. Sin embargo, poco importaba el nombre mientras la mujer en cuestión supiera dar las respuestas correctas. El motivo por el cual estaba ella allí, era muy obvio, de hecho, dudaba tener pronto algún estudiante que no fuera allí por el simple hecho de aprender la materia. Sonreí sin embargo, porque gracias a aquellas dos chicas cobraría mi sueldo como docente. Alcé mi mirada en pos de la mujer.

 

—Sus definiciones están correctas, eso es exactamente de lo que va esta clase. En el transcurso de la misma, aprenderán cuales son los puntos importantes a tratar en una situación de emergencia y de urgencia. Olvídense de los conceptos, lo que es realmente importante, es saber cómo actuar —Puntualicé, pues aquel mes trataría de darle un giro a la cátedra. Aprenderían de una manera muchísimo más activa, práctica.

 

Esperaba, sin embargo, la palabras de Val, porque sin ellas, no podría dar un enmarque general a sus conocimientos y no sabría qué puntos eran los que debíamos abordar. Elizabeth tenía en claro que sus ganas de aprender debían ir enfocadas a un buen manejos de los hechizos y pociones de curación para atender, en determinado momento, a los afectados durante alguna práctica de vuelo o aparición, o bien, en algún evento deportivo, siendo ella parte del Departamento que coordinaba todo aquello. Era una tarea muchísimo más distinta la del actuar de un mago o bruja en San Mungo, desde luego.

 

—¿Y usted, señorita? ¿Podría exponerme lo que solicité con anterioridad? —Dije pero ahora mirando a la Haughton. No quería apremiarla, pero si que supiera que necesitaba contestara. La luz de la luna comenzó a avanzar por el techo de cristal hasta alumbrarme directamente a mi, haciendo notar mi pálido color de piel. Necesitaba un poco de sangre...

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Castillo Haughton

 

 

El ruido del correrse de las cortinas, seguido de las ventanas al abrirse, hicieron despertar a la mortifaga. Sus ojos no tuvieron que adaptarse a la luz del día como Valkyria esperaba, por el contrario, la oscuridad de la noche tan solo interrumpida por los destellos plateados de la luz de la luna, le dieron la bienvenida. > Se preguntó volviendo a hundir la cabeza en la cómoda almohada > murmuró llevando su mano hacia su cabeza, que aún le dolía.

 

 

—Han sido horas mi ama — Dijo de pronto la voz chillona de Osiris, quien tras salir del closet con ropa limpia para su ama, encendió las luces —Tiene clases en el Ateneo… — añadió mientras colocaba la ropa cuidadosamente al pie de la cama y volvía a desaparecer en el closet.

 

 

—No recuerdo haberme inscrito en más clases… auch —dijo pues al incorporarse sintió que su cerebro se separaba de su cabeza, quedándose sobre la almohada.

 

 

—He sido yo mi ama… lo que usted necesita es distraer su mente… y dejar de andar de bar en bar… además no puede echar todo a la basura — dijo la criatura en tan solo un susurró, juntando todo el valor que le era posible. Al mismo tiempo señalaba un pergamino que le había llegado hace un par de meses a su ama.

 

 

—¡Crucio!—dijo la bruja apuntando hacia la criatura que al instante se empezó a retorcer del dolor — Para que se te quite lo insolente...— dijo poniéndose en pie, más su mirada sin querer fue a dar en aquel pergamino —Maldición... —bajó la varita aun molesta con la elfina —Vete... —le ordenó, no quería sacar su frustración con tan fiel sirviente. Además aunque quisiera no podía matarla.

 

 

Observó su ropa en la cama y el pergamino del Ateneo indicándole que sus clases serían pasado las nueve de la noche. Si se apuraba podría llegar a tiempo, se aseó y cambió de ropas tan rápido como le fue posible y en solo unos minutos ya se encontraba con un vestido negro de escote cuadrado, el mismo que le llegaba hasta arriba de la rodilla y se amoldaba a la perfección a figura de la vampiresa. Unos zapatos de tacón alto, una fina capa y un monedero eran los complementos de su atuendo. Tomó el pergamino con las indicaciones de cómo llegar a su clase y tras girar sobre sus talones desapareció.

 

 

Ateneo

 

 

—Primeros auxilios ... Tantos años como sanadora y recién ahora me quiero certificar, que ironía — pensó la castaña mientras caminaba hacia la que sería su clase.

 

 

Al llegar se sorprendió gratamente al reconocer al que sería su profesor, si bien no hablaban muy seguido, la bruja le tenía un gran apreció. Le sonrió de forma amable mientras se dirigía a uno de los asientos, se despojó de su túnica y esperó a que la otra joven que sería su compañera de clase hiciera lo mismo. Luego de eso vinieron las presentaciones y las primeras indicaciones por parte del profesor y guía de la clase.

 

 

 

—...término Urgencia y al término Emergencia...— Al escuchar aquellas palabras la mente de la ojimiel se perdió en los recuerdos. Por un momento su mente se trasladó a los pasillos de las Mazmorras de San Mungo, lugar en donde había pasado metida quizás por demasiado tiempo. Tantos mortifagos que habían llegado hasta aquella planta para ser atendidos, algunos muertos, otros con heridas de batalla que debían ser atendidas de forma inmediata y otras que podían esperar al menos un par de horas. —...¿Y usted, señorita? ¿Podría exponerme lo que solicité con anterioridad? ... — Dijo de pronto Keaton, sacándola de sus pensamientos.

 

 

 

—Disculpa Keaton... me distraje —dijo la bruja volviendo su concentración a la clase — Mi nombre es Valkyria Haughton... —se quedó pensando por un momento su siguiente respuesta, no quería decir que había sido su elfina quien la había inscrito a la clase sin siquiera consultarle — La motivación ha sido que recientemente me han dado un reconocimiento y nuevo empleo en el consejo de Warloks, esto gracias a mis conocimientos en medimagia y a la labor realizada en San Mungo. Es por eso que he decido tomar la clase — hizo una leve pausa y añadió.

 

 

—La diferencia entre urgencia y emergencia ya la ha dicho la señorita Malfoy, así que sería redundar. Lo que podría hacer es dar un ejemplo de cada una — volvió a hacer una pausa y continuó — Una emergencia sería si un paciente llegase con heridas causadas por un sectusempra, ya que de no ser atendido inmediatamente podría morir desangrado. Mientras que un paciente que llegase envenenado ya sea por un animal, por alguna clase de poción o veneno, sería una urgencia, ya que contamos con un lapso de tiempo para encontrar el antídoto correcto o mitigar los daños con un bezoar hasta encontrar la cura definitiva, antes de que dicho veneno lo pueda llevar a la muerte — Luego de aquellas palabras la mortifaga volvió a tomar asiento, ignorando las punsadas de dolor en su cabeza.

 

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Sonreí tras las palabras de Valkyria. Sus ejemplos eran correctos, se notaba esa gran experiencia que tenía dentro de la medimagia, sin embargo, como la clase pasada, me sorprendía que alguien, que había llegado incluso a la subdirección de San Mungo, tomase ese conocimiento hasta ese momento. En fin, supuse que, al igual que Anna, ella había, por las Reformas hechas a la Academia, ahora Universidad, perdido las certificaciones por aquello de los niveles de poder y experiencia. Centré de nueva cuenta mi atención a la chica. Su nuevo empleo me generaba bastante desconcierto, aquella nueva asamblea de Warlocks me era totalmente desconocida, esperaba, de menos, que la Haughton me explicara de qué iban sus funciones.

 

—Sus respuestas excelentes, señorita Haughton. Ya después me podría explicar mejor cuáles son exactamente las funciones de ustedes como Warlocks, esos puestos me generan desconcierto por su reciente creación —Dije en voz parsimoniosa.

 

Pues bueno, tenía ya el panorama general de cada una, ahora si, podríamos empezar con las prácticas. Aquella clase sería distinta por completo a la del mes pasado, evitaría por completo las redacciones, pero si incentivaría muchísimo las prácticas para ver qué tanto sabían del tema. Empezaríamos pues, con los hechizos de sanación, y para ello, nos desplazaríamos a una situación de batalla, pero no una situación mágica, sino algo más trivial, algo muchísimo más sencillo pero con el uso de la medimagia. Nos trasladaríamos a una escena del pasado, lugar donde, de vez en vez, iba a disfrutar de cuando magos y muggles vivían en armonía.

 

—Pues bien, vamos a empezar con lo dicho, vamos a trasladarnos al pasado a una guerra muggle. En ella ustedes dos van a poner en práctica sus conocimientos sobre hechizos de sanación, que es la primer parte de nuestro temario. Su tarea será ver el panorama y sanar, exclusivamente con hechizos, a cuantos muggles puedan. Cabe mencionar que vamos a ir a una época en la cual los muggles y los magos vivían en paz, por lo que olvídense de el Estatuto del Secreto, pueden realizar magia delante de ellos sin ton ni son —Expliqué.

 

Dicho ésto, saqué mi varita mágica de cerezo y aparecí delante del aula una hermosa puerta de plata, que al abrirla, se veía un torbellino de colores que significaba el pasar del tiempo. Aquello era magia muy avanzada de la República Popular China, era un pequeño regalo que me había hecho un mago de aquella zona, y gracias al cual, podríamos volver en tiempo. Invité a mis dos estudiantes a traspasar aquella puerta y después de ella, lo hice yo. Quedamos flotando en aquel torbellino de colores, pero, para fortuna de ella, logré asirlas de las manos y dirigir el trayecto. A los pocos segundos, atravesamos una arco y salimos despedidos hacia un campo de batalla en la Edad Antigua, durante la guerra que libraban los cartagineses contra los romanos.

 

Aquello era en verdad un marco fabuloso, Aníbal era el dirigente principal de los cartagineses, y nos encontrábamos ya en la guerra que él mismo perdería ante las puertas de la sede del Imperio Romano. Sin embargo, nuestra misión no era precisamente la de ayudarle a ganar, sino que solo estábamos para auxiliar a sus heridos. Mientras muchos yacían ya muertos a los lados del campo de batalla, muchos otros tenían graves heridas producto de flechas, proyectiles catapultados o enfrentamientos cuerpo a cuerpo. Tenían graves contusiones, fracturas, incrustaciones sangrantes... En fin, una verdadero majar para un medimago.

 

—¡Anibal! —Llamé al líder de los provenientes de Cártago —Ya hemos llegado ¿en qué podemos servirte? —Dije una vez que llamé la atención de éste. Él sencillamente indicó que ayudara a los heridos con una señal de su mano izquierda mientras que con la derecha enterraba su espada en el pecho de uno de sus enemigos. Asentí y dirigí a Elizabeth y a Valkyria un poco más allá.

 

—Como verán, nos encontramos en una guerra que se libró entre cartagineses y romanos en el periodo comprendido entre 264 y 146 antes de la era común. Estamos ya en la última batalla de Anibal donde él será derrotado, pero no se lo digan o cambiaremos el curso de la historia —Dije en voz queda, aunque con el fragor de la batalla, nadie mas que ella me escucharon —Pues bueno, su primer tarea es curar a mínimo tres muggles, dejarlos lo más sanos posibles para que puedan reincorporarse a la batalla. Recuerden que solo pueden emplear hechizos, nada de pociones ni ninguna clase de atajo muggle (tipo torniquetes). Yo las estaré observando mientras vigilo a los moribundos para ayudarlos a bien morir —Recité las indicaciones y dejé que ella se pusieran a trabajar.

 

Aquella sería una clase muy entretenida, sobretodo porque mezclaba dos de mis pasiones: la Historia y la Medimagia. Veríamos qué tan ágiles eran aquellas dos brujas a la hora de la presión, porque San Mungo era una cosa, pero asistir a heridos durante una batalla, era muchísimo más complicado.

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  • 2 semanas más tarde...

La castaña sonrió a Keaton, la verdad era que incluso ella misma no sabía muy bien sus nuevas funciones, de lo que estaba segura era que trabajaría directamente con el Ministro y la Viceministra de Magia, así como también con un grupo de magos y brujas que al igual que ella habían destacado por alguna destreza dentro de la magia y que poco a poco habían ido consiguiendo más y más poder.

 

— Por supuesto, cuando gustes Keaton… —respondió finalmente la mortífaga y luego guardó silencio para que el profesor pudiera continuar con la clase.

 

Si bien al principio pensó que sería una clase más, aburrida y llena de conceptos que ya sabía y que había puesto en práctica durante años, pronto eso cambió. Al escuchar las palabras del mago todos sus sentidos se pusieron alerta, ir a una guerra en donde podrían usar magia sin nada que lo impidiera era sin duda muy interesante. Lo único que no le terminaba de convencer, era que, tendría que atender a muggles, aquellos seres inferiores y que no merecían existir.

 

— Muggles... — murmuró con cierto despreció y resignación en su voz. Si quería aprobar la clase debía hacer lo que su profesor le indicaba y hacerlo lo mejor que podía. Así que con paso decidido y con su varita ya en la mano entró en aquel torbellino de colores, segura de que pronto Elizabeth y por supuesto Keaton se unirían a ella, siendo este último quien las guiara y llevara al lugar de mencionada Guerra.

 

Al poco rato sus zapatos de tacón se hundieron en el lodo y por poco cae de bruces al suelo. Observó a su alrededor y no podía estar más fuera de lugar con aquel vestido negro que llevaba puesta. Con algo de dificultad siguió a Keaton, aunque su mirada iba de un lado para otro, observándolo todo. Había muchos cuerpos esparcidos por todo el lugar así como soldados quitándolos del medio ya sea para rematarlos a los que aún les quedaba un poco de vida en sus cuerpos o para llevarlos a las carpas para que intentaran salvarlos.

 

Aunque unos enormes elefantes fue lo que más le llamó la atención. Quizá cuando terminaran ahí pudiera acariciar a uno. Mientras caminaba no pudo evitar notar que varios de los soldados se les quedaban mirando > pensó. AL llegar a la improvisada carpa la escena fue algo grotesco, cuerpos mutilados por doquier, quejidos lastimeros y un aroma a muerte. Atendió las indicaciones de su profesor y ya con eso claro se encaminó hacia los heridos.

 

— Supongo que nos vemos luego… — musitó mientras se alejaba de Elizabeth.

 

Pasó de largo por algunos cuerpos, al no poder usar pociones y algunos hechizos de magia oscura que sabía. Le era imposible el salvarles la vida, tan solo perdería su tiempo y energía. Además aquello no era como estar en San Mungo, no tenía muchos de los instrumentos que solía usar. Suspiró y muy a su pesar empezó a sanar a un joven muggle, cuyo cuerpo tenía varios cortes que sangraban abundantemente, una daga en el abdomen y un golpe superficial en la cabeza que lo tenía prácticamente inconsciente. Lo único que le indicaba que seguía con vida era el suave sube y baja de su pecho.

 

Diffindo— dijo haciendo una fortuita con su varita, tan precisó fue su rayo que pronto la armadura y ropas del joven guerrero se abrieron en dos, dejándole ver mejor la gravedad de las heridas. —Aguamenti — susurró y con cuidado limpio lo mejor que se podía los cortes, examinó cada uno de ellos para asegurarse de que no quedaran basuras o restos de metal que pudieran causar alguna infección y pensó en varios episkeys para cerrar los cortes.

 

—Más te vale que no te mueras — murmuró la castaña mientras miraba como los cortes se iban cerrando lentamente. Había atendido primero los cortes pues podía desangrarse, la daga en el abdomen impedía que la sangre brotara, al menos por el momento, sabía que cuando la retirara saldría sangre a montones — Evanesco — dijo finalmente y la daga desapareció dejando en su lugar un reguero de sangre — Tergeo — añadió para hacer la sangre sea absorbida y tener mejor visibilidad.

 

Evanesco — repitió para quitar la pinta de la saga que se había quedado en la herida. Repitió el proceso de limpieza con un Aguamenti y pensó en varios episkeys para que se cerrara. — Ennervate — un rayo golpeo en el pecho del hombre que al poco rato abrió los ojos y confundido se llevó su mano a la cabeza.

 

— Casi lo olvido… Episkey — dijo la bruja y sabía que sería suficiente para ese golpe. — Fregotego… listo como nuevo — dijo limpiando la sangre que estaba sobre el hombre que la miraba asustado. Sin esperar las gracias se dirigió a otro paciente que gritaba como loco. Junto a él varios hombres intentaban hacer que se quedara quieto.

 

Desmaius — el rayo impactó en el pecho del sujeto que cayó inconsciente para sorpresa de todos. Ya cuando estuvo a su lado descubrió el origen de tan desgarradores y molestos alaridos. Tenía una pierna completamente destrozada, la sangre brotaba incontenible, a pesar del torniquete que le habían hecho. Seguramente pensaban en amputarle la pierna, pues los huesos estaban hecho trizas. — Episkey — Dijo la ojimiel en repetidas ocasiones y la magia empezó a obrar, la sangre paro de brotar, los huesos poco a poco se iban reconstruyendo así como los músculos y la piel. — Ferula— Añadió tocando la pierna para que así quedara entablillada, una reconstrucción de ese tipo ameritaba unos días con la pierna en un soporte. —Ennervate — añadió para que el hombre volviera a tomar conciencia.

 

 

—Denles de comer y mucho liquidó para que recuperen las fuerzas y la sangre perdida — dijo apuntando hacia los dos hombres que acaba de curar — ¿Que esperan? — preguntó mirando a los hombres que se habían quedado como de piedra mientras ella lo sanaba.

 

Las manos y ropa de la castaña estaban ahora manchadas con sangre pues no podía evitar que salpicara de las heridas Aguamenti >> pensó lavándose las manos. Luego de eso se dirigió hacia otro soldado que a simple vista estaba bien, claro eso si no veías la escasa sangre que manaba de sus oídos, nariz y boca. Al igual que con el primer paciente, rasgó las ropas con un deffindo y ahí estaba lo que provocaba el sangrado. Un abdomen abultado y con moretones. El hombre estaba reventado y tenía una hemorragia, no tardaría en morir.

 

Sectusempra — dijo y el rayó impacto en el abdomen del hombre haciéndole varios cortes que empezaron a sangrar, episkey pensó la bruja para cerrar los que no le interesaban, dejando únicamente uno abierto en el cual metió sus manos y sacó varios coágulos de sangre — Tergeo — Añadió para quitar toda la sangre que quedaba, enseguida pensó en varios Episkeys y los órganos empezaron a sanar y la herida se cerró. Había intentado salvarlo pero la pérdida de sangre había sido mucha. El pecho del hombre se había quedado inmóvil.

 

— mier**… — murmuro molesta con las manos llenas de sangre —Anapneo —dijo de pronto en un último intento, quizá las vías respiratorias estaban obstruidas — Ennervate — añadió y nada pasó, así que decidió salarse las reglas de solo hechizos y dio un fuerte puñetazo en el pecho del hombre, para estimular los latidos del corazón —Vamos… — dijo — Ennervate — repitió y esta vez su paciente empezó a tomar conciencia.

 

 

Sonrió satisfecha y con el dorso de la mano se retiró un mechón de cabello del rostro. Había cumplido con lo pedido, salvado a tres hombres que quizá en un par de días estuvieran muertos. Observó a su alrededor, aún quedaban pacientes que atender pero ella no seguirían atendiéndolos, eran simples muggles, una pérdida de tiempo. Buscó con la mirada a su profesor y a su compañera de clase para ver si podía ayudarles o sino iría a ver a los elefantes.

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La Malfoy miraba a su compañera de clase con una sonrisa, al igual que a su profesor le causaba curiosidad e intriga aquel nuevo puesto dentro del Ministerio de Magia, pero el semblante en su rostro indicaba todo menos interés, así era ella, una chica que rara vez mostraba algún sentimiento o expresión a las personas.

Mientras más pasaba el tiempo, Elizabeth se comenzaba a impacientar al ver que su profesor solo alardeaba de una guerra, la cual ya había pasado y sobre curar heridos de esta. Estaba a nada de preguntar si aquella clase era la de Primeros Auxilios, pero prefirió quedarse callada cuando Valkyria desaparecía por lo que era un torbellino, así que no le quedo de otra más que seguirla y suspiro de mal humor mientras cruzaba.

Al llegar a la zona de guerra, la pelinegra se quitó las botas y camino por el lugar sin ellas, ignoro las palabras de Keaton y las de Valkyria y se dirigió a curar tres muggles. No eran cualquier tipo de muggles, eran parte de los guerreros enemigos de Anibal, así era ella, le gustaba ayudar a las personas equivocadas.

El primer herido con el que se encontró, prácticamente estaba inconsciente, estaba perdiendo mucha sangre, por lo que los pies de la demonio se llenaban de sangre mientras se acercaba al cuerpo del guerrero herido, tomo la varita de un lado de su pierna y apunto al muggle después de localizar el lugar de la herida, justo arriba de la cadera a un costado se apreciaba un gran corte, por lo que siseo:

Evanesco —la parte superior de las ropas de la persona habían desaparecido, por la ropa se dio cuenta que era alguien crucial para ganar la batalla, por lo que no tenía que dejarla morir, así que se apresuró a pronunciar su siguiente encantamiento mientras hacia una floritura con su varita. —Vulnera Sanentum —poco a poco, la herida empezó a cerrarse y la piel del chico comenzó a tomar color ya que la sangre comenzaba a regenerarse, espero a que el joven se pusiera de pie, para darle su arma que minutos antes se encontraba en el suelo, no se detuvo a preguntar el nombre de quien ayudaba pues aún le faltaba sanar a dos heridos.

A pocos metros de ella, se encontraba otro cuerpo, a simple vista, al parecer estaba muerto pero solo estaba más mal herido que el anterior, tenía ambas piernas rotas y un golpe fuerte en la cabeza, se arrodillo frente al cuerpo y apunto primero a la herida que tenía en la cabeza, —Episkey —siseo y la herida de la cabeza se fue cerrando, ahora el sanar las piernas rotas era lo de menos, apunto a la pierna derecha y realizo el hechizo con mucho cuidado, —Braquiam Emendo —el hueso de la pierna derecha había sanado, ahora solo faltaba la izquierda, por lo que probo con otro hechizo. Moveo Ossis, pensó y la pierna izquierda había quedado como nueva, así que dejo que el joven se fuera levantando poco a poco, hasta que lo vio salir con rumbo a la batalla.

La ojiazul volvió a alejarse de aquella zona de guerra, mientras miraba como los dos soldados que acababa de curar atacaban con todo al batallón de Anibal, situación que le sacaba una sonrisa, había dejado perder varios minutos entretenida hasta que a varios metros de donde estaba se encontraba un soldado, cubierto de tierra y lo que era un pequeña herida en el estómago. Era a la última persona no mágica a la que debía prestar su ayuda, así que hizo lo primero que haría cualquier sanador en San Mungo, lavarle la herida al enfermo. —Aguamentí —murmuro mientras un chorro de agua a presión tocaba la herida del estómago quitándole toda la tierra que tenía encima, lo que permitió darse cuenta que era la mano que tenía pegada en aquella parte del cuerpo la que tenía herida, por lo que pensó Episkey y la herida que tenía en aquella parte del cuerpo sanaba.

Con aquella persona, había terminado su cuota por curar estipulada por su profesor, así que camino hasta donde se encontraba y posando sus manos en sus caderas se quedó mirando como Anibal iba perdiendo la batalla gracias a la poca ayuda que había brindado, puesto a que el ultimo guerrero que sano era un estratega de guerra.

Ya es hora de volver a clase, o también va a querer que participemos en esta monstruosidad —pregunto mientras no apartaba los ojos de los tres muggle que había ayudado. Estaba segura que pronto terminarían muertos, ya que así eran de tontos aquellos seres sin magia.

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La actuación de Valkyria ante la situación, fue maravillosa. El verla dirigirse a aquellos muggles para sanarlos, pese a sus ya conocidas tendencias contra ellos, hizo que me percatara que al menos en ella, eran más fuertes las ganas de aprender que la de sus ideales, cosa que me agradó sobre manera. La manera en la que empleaba los hechizos, me hizo darme cuenta que bien ella podría dirigir mi clase sin problemas, pues sería una excelente guía al tener toda aquella inventiva a la hora de la sanación. Tal vez la forma de emplear los hechizos que más me gustó, fue cuando aplicó un sectusempra para, mediante las heridas provocadas por éste, sacar los coágulos de sangre.

 

Por otra parte, al analizar lo que Elizabeth hacía, no esperaba menos proveniente de los Malfoy. Como todo ellos, Elizabeth optaba por ir en contra de las indicaciones y hacer lo que venía en su real gana, sin embargo, poco importaba el quien, sino el cómo, pues finalmente supo hacer una correcta curación a lois muggles, aunque claro, no sin cierto recelo, tal vez muchísimo mayor al que demostrase la Haughton. Pese a ello, su trabajo fue impecable, los hechizos empleados eran los correctos y alguno que otro eran muy antiguos, tanto que no se usaban ya, pero que en verdad servían a la hora de curar. Sonreí por lo bajo, la Malfoy había sanado a dos de los que eran cruciales para ganar la batalla contra Anibal.

 

Pronto tuve a las dos mujeres de nuevo frente a mi, yo mientras ellas actuaban, había dado ayuda para bien morir a algunos pobres desgraciados que ya no tenían remedio con un certero Avada Kedavra, que si bien era exclusivo para los mortífagos, había que recordar que no estaban en el presente, estaban incluso muchísimo antes de que las familias a las que los tres pertenecíamos existieran. Las miré con gusto y me levanté de la diestra del cuerpo de un recién fallecido, me limpié la tierra que mi capa de viaje había adquirido así como de la sangre al impactar los hechizos en la carne de los moribundos. Aclaré mi garganta para volver a hablar.

 

—Han hecho un magnífico trabajo, en ambas se nota la experiencia en la utilización de hechizos de sanación —Comencé —Señorita Haughton, en usted se nota la amplia experiencia en San Mungo, la inventiva a la hora de aplicar hechizos a las heridas, me hace ver un gran ingenio dentro suyo. Su nota en esta parte de la clase es desde luego un Extraordinario —Musité en pos de Valkyria, la cual sonrió al recibir su nota —Por otra parte, señorita Malfoy —Viré hacia ella y me acerqué hasta su oído —Ha ayudado a usted a uno de los guerreros indispensables para la derrota de Anibal, no sé si lo hizo a propósito, pero desde luego ayudó mucho a definir la situación que tenemos en nuestro presente en el continente europeo —Dije y volví a mi zona anterior a hablar con voz normal —Por lo que respecta a sus hechizos, de maravilla, en usted, más que la experiencia, se nota la sabiduría, el talante y sobretodo el estudio. Los hechizos empleados son muy antiguos, y el Braquiam Emendo, muy pocas personas lo hacen funcionar a la perfección. Su nota, igualmente, es un Extraordinario —Añadí y supe que ella sería lo suficientemente soberbia como para no demostrar alegría a su nota.

 

En fin, que debíamos cambiar de escenario para la parte final de clase, habíamos tardado demasiado en aquello y debíamos aún ver la manera correcta de aplicar pociones en lesiones de urgencia y de emergencia. Nos iríamos a una de nuestras guerras, a una de las guerras que más habían afectado a la Comunidad Mágica, una guerra, por decirlo de alguna manera, Mundial en el Mundo de la Magia. Agite mi varita mágica de cerezo y el portal por el cual habíamos llegado hasta allí, volvió a parecer, indiqué a mis estudiantes que lo traspasaran y volvimos a quedar sumidos en el limbo del tiempo. Las tomé de nueva cuenta de la mano y viajamos a una guerra en el futuro, algo que pasaría cerca del año tres mil de la era común y que era una guerra completamente mágica.

 

Aquella guerra se había generado por la falta de muggles, si, la falta de muggles. Los mortífagos habían logrado expandir sus ideales por todo el mundo y muchos magos de distintas naciones había optado por romper el Estatuto Internacional del Secreto comenzando a matar muggles a diestra y siniestra. El problema radicó, después de ésto, a que los magos y brujas comenzaban a perder la magia por la no mescolanza de sangre. Dentro del Departamento de Misterios inglés, se logró ver que lo que daba la magia a los magos y brujas era esa mezcla, cosa que hizo desaparecer a los mortífagos pero dejando al mundo en una grave situación. Gracias a la matanza desmesurada de éstos, quedaban muy pocos muggles, y las naciones, ahora completamente mágicas, de disputaban por ellos para poder regenerar la raza mágica. Cuando llegamos al escenario principal —en el centro del desierto del Sahara— se pudo contemplar la devastación: cuerpos desmembrados, heridas que provocaban la deformación del cuerpo, huesos salidos, gente muerta con los ojos abiertos de par en par, entre los heridos y muertos, había niñs, jóvenes, adultos y ancianos, el panorama era horrible, una guerra mágica como nunca antes vista.

 

—Como verán, estamos en el futuro en guerra producto de las ideas mortífagas, no les voy a decir que ellos no tengan cierta razón en nuestro presente, sin embargo, al pasar de los años, sus ideas se vieron mutadas a una abominables, unas que ni el mismísimo Voldemort se atrevería a hacer. El producto es que llegamos a esto, a la Primer Guerra Mundial Mágica, donde, aunque ustedes no lo crean, las naciones, ahora enteramente mágicas, se pelean por muggles —Expliqué —Nuestra misión es salvar a cuanta gente podamos, resucitarlo con lo que sabemos nosotros de nuestra época, porque aquí ellos ya no cuienta con Mandrágoras pues lograron su extinción. Estamos aquí como mediadores de la guerra para darle, a este futuro, un poco más de paz y esperanza. Pueden emplear hechizos y pociones para las sanaciones, y en esta ocasión, la cantidad de gente a sanar y/o resucitar, es a su elección, solo quiero ver sus conocimientos —Indiqué —Y no se preocupen, este futuro, aún puede cambiar —Añadí.

 

Entonces, indiqué con la mano que podían iniciar y me dediqué yo a atender a cuanto humano viese podía ayudar. No sin antes, aparecer tres morrales negros que contenían todas las pociones de nuestra época y cada una se fue hacia cada uno de nosotros. Uno a Elizabeth, uno a Valkyria y uno más para mi. De verdad esperaba poder darles un poco de tranquilidad a la gente que lográsemos curar aquella tarde.

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Cruzada de brazos y muy cómoda apoyada sobre una de las camillas, la castaña esperaba paciente a que la prueba terminara. Su mirada aún estaba puesta en aquellos magníficos paquidermos > pensó sonriendo con ironía. Al poco rato la voz de Keaton la saco de sus pensamientos, volviéndola a la realidad, elogió el trabajo de las dos brujas y dio las respectivas calificaciones.

 

Extraordinario, una sonrisa se pozo en los labios de la bruja, ya se esperaba una calificación así, pero de igual forma le alegraba. > pensó volviendo a caer presa de sus cavilaciones, hasta que el ruido del portal la hizo reaccionar, atravesándolo sin dudar. Esta vez el escenario era diferente, una intensa calor y las arenas del desierto los recibieron.

 

—Demonios... Diffindo... Diffindo... —dijo la castaña apuntando hacia sus zapatos, para así quitarles el tacón y poder caminar mejor.

 

Sin apartarse mucho del Ravenclaw, la mortifiga observaba todo a su alrededor. Al igual que en el anterior escenario habían cuerpos ensangrentados por todo lado, pero esta vez las heridas eran diferentes. Se podía notar que habían sido causadas por hechizos y no por armas medievales, cuerpos intactos cuyos ojos vidriosos aun estaban abiertos la hacían suponer que habían muerto por avadas, otros estaban quemados casi en su totalidad y algunos con heridas sangrantes por doquier.

 

—¿Por muggles? ¿es en serio? — dijo sin poder dar crédito a lo que el profesor decía, desde siempre los ideales de la marca habían sido controlarlos, matarlos, hacerlos desaparecer para que el mundo fuera unicamente de las personas que tengan magia en su interior y aquellos que los defendieran eran considerados traidores. No podía creer que en el futuro los mortifagos se pelearan por simples muggles, eso era de locos. —Espero haber muerto antes de llegar a esto — murmuró más para sí misma.

 

Aun confundida y enojada la ojimiel tomó el morral con las pociones que Keatón les estaba facilitando, acto seguido se alejó para buscar entre las improvisadas tiendas su primer paciente. Pasó de largo por dos cadáveres a quienes les levantó inspecciono el brazo izquierdo y al no tener tatuada la marca, simplemente los ignoro, ya había tenido bastante con salvar muggles en la guerra contra Anibal. Pronto encontró a uno de los suyos tendido en el suelo sin vida, a simple vista pudo ver quemaduras y varios cortes de los cuales aún salía algo de sangre, aunque el color verdoso de la piel le indicaba que también había sido envenenado.

 

—Pelearse por muglgles… se han vuelto todos locos — murmuró mientras con un movimiento de su varita hacía desaparecer las ropas ensangrentadas del mortífago que ahora era su paciente. Una vez hecho eso buscó en su morral una pócima de color violeta con la cual limpio cada una de las heridas hasta dejarlas listas para ser cerradas. Episkey, pensó en repetidas ocasiones hasta que os cortes cerraron por completo. Luego de eso aplico una pócima muy espesa de color crema para las quemaduras, esta fue absorvida y a su paso iba regenerando lo musculos y la piel quemada, hasta dejarla de un tono rosa —Hora de volver… — murmuró buscando otra pócima, una de un color verdoso brillante > pensó al no encontrarla.

 

Chasqueo la lengua > pensó y observó a su alrededor para asegurarse que no la estuvieran observando, tras comprobar que pasaba inadvertida empezó a mover la varita haciendo unas fortuitas realmente complicadas al mismo tiempo que murmuraba un hechizo en una lengua ya muerta hace mucho tiempo, aquel hechizo y forma de traer a alguien de regreso a la vida lo había aprendido de Lacrimosa hace ya demasiado tiempo.

 

Pronto una capa de humo negro empezó a rodear a la castaña y al mortifago, no faltaba mucho. La piel de la vampiresa se hizo cada vez más pálida, como si de pronto los años que se habían detenido comenzaran a pasar muy rápidamente, y de pronto aquella niebla fue absorbida por el paciente, que tomó una gran bocanada de aire, regresándolo a la vida. La ex sanadora apoyó la mano en la camilla pues se sentía débil y observó cómo su piel que había empezado a arrugarse, volvía a la normalidad.

 

— ¿Cómo es que?... ¿Quién eres tú? —dijo el hombre visiblemente confundido y muy débil.

 

—No soy nadie… — respondió la bruja —Morphos — dijo apuntando a un frasco y el mismo se transformó de inmediato en un bezoar. —Cómelo o volverás a morir… y no tendrás la suerte de que te regrese a la vida dos veces — añadió mientras le entregaba la pequeña piedra —estas debes beberlas para que recuperes la fuerza— le paso una poción reponedora de sangre y otra revitalizante — Ahora si me dirás ¿Quién es su líder? ¿Porque son tan importantes los muggles? —Empezó a preguntar, pero al hacerlo el mortifago la miró extrañado y simplemente desapareció.

 

—Este... Keaton, creo que debemos irnos — dijo la castaña levantando la voz mientras se encaminaba hacia su profesor — Mi paciente a escapado y algo me dice que vendrá con mas mortifagos y para ser sincera no me apetece mucho quedarme en este futuro de locos— esperaba que el Ravenclaw viera lo preocupante de la situación y se las llevara al presente nuevamente.

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