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Leyes Mágica II


Cissy Macnair
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El mes había pasado sin pena.. pero sí con mucha gloria. Aquella misma mañana la lechuza con la certificación de mi aprobación a Conocimiento de Maldiciones había llegado y no podía estar más feliz, pues luego de haber luchado con esas horribles sombras en la pirámide del Himalaya, haber tenido que soportar horribles visiones de una vida que nunca iba a tener e intentar salir ilesa, con mi alma aún dentro de mi cuerpo, hacía que resultase terriblemente conciliador saber que Mistify había tomado todo eso en cuenta a la hora de evaluarnos. Romper maldiciones o conocer sobre ellas nos habían salvado... Eso... y el libro de Lyra.

 

Dejé la nota a un lado y comencé a mirar mis apuntes. Aquel mes iba a tener que realizar una clase para cinco alumnos especiales, una de ellos ya había cursado pero por un motivo u otro no había podido seguir, así que me alegraba de volver a tenerla conmigo. Pero iba a ser algo intensivo. No había podido planear nada hasta el momento y la sensación del reloj haciendo tic tac me estaba impacientando cada vez más.

 

Tomé uno de los libros que había sobre mi escritorio y comencé a ojearlo. Sí, podría enseñarles sobre las leyes que regulaban criaturas, eso siempre les resultaba útil a la media de las personas que iban a mis clases. ¿Leyes sobre el uso de artefactos muggles modificados mágicamente? Otra cosa que seguro les iba a gustar.

 

-Aburrido... algo más- me dije en voz alta, a medida que iba mirando las páginas amarillentas del enorme tomo.

 

Entonces lo vi, como si hubiera sido la señal que esperaba.

 

"Juicios y condenas por la Caza de Brujas"

Que mejor forma que estudiar las leyes que viendo en persona las cacerías de brujas que habían llevado a muchos muggles a asesinarse entre ellos en la búsqueda de seres mágicos. Los magos y brujas eran tan diestros en las artes mágicas que las llamas no los quemaban y, si los colgaban, simplemente desparecían o fingían estar muertos. Claro que los muggles no podían hacer eso y por eso habían asesinado a muchos de ellos mismos en un intento de extirpar la magia, que ellos veían como herejía.

 

Cerré el libro con mi clase en mente y comencé a redactar cinco notas que les haría llegar a los alumnos:

 

"Queridos estudiantes:

Los espero el dia de la fecha en el aula 13B del segundo piso de la Universidad, Sección Ateneo, para una clase intensiva de Leyes Mágicas. Espero que no se retrasen.

PD: traigan ropa cómoda."

Envié las cartas por medio de Idhil, Theodore y Dorothea, mis tres aves mensajeras y esperé con ansias que entregaran los mensajes. Mientras tanto, me puse en marcha hacia el aula que les había señalado a mis alumnos y comencé a poner todo en orden. Un viejo borrador sería el traslador que nos llevaría a una pequeña aventura para ver en carne propia lo que habían sido las cazas de brujas y los juicios por brujería.

 

-Portus- dije, apuntando con la varita al borrador, que luego coloqué de forma estratégica sobre mi escritorio vacío con una pequeña nota.

 

"TÓCAME"

Acto seguido, seguí mis propias instrucciones y desaparecí.

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Estaba de lo más tranquila, recién había salido de la tina, así que por su cabeza solo pasaba lo agradable que era poder disfrutar de la dulzura en boca del té de frutas que estaba bebiendo acompañado de una tostada en la pequeña mesita del balcón. Una miga cayo en su bata blanca distrayendóla, por eso no se fijo en el ave que volava directo hacia ella, la advirtió cuando la criatura ululó posandose en el barandal del balcón.

 

-Quién podrá ser a esta hora?- se pregunto pues apenas iban a dar las ocho de la mañana. Tomo el papel y le ofreció un fruto seco al ave en señal de agradecimiento, ésta lo acepto y se marcho dejándola inmersa en la nota que anunciaba el comienzo de la clase ese mismo día.

 

~~

 

Mucho más tarde se apersonó en la Universidad mágica, llevando consigo la nota además de un jeans y una remera blanca sobre la que portaba una túnica pelada abierta y calzado bajo, una botellita de agua y un par de barras de granola en el bolsillo interno de la tunica, por supuesto su varita, que sujetaba en lo alto de su cabeza los largos rizos dorados.

 

Un par de veces a lo largo de los pasillos en la sección del Ateneo pregunto por el aula 13B y siguiendo las indicaciones llego. Al abrir la puerta encontró un salón vacío, cosa que la alarmó un poco, según la Lockhart iba tarde, así que o sus compañeros estaban demorados o se habia suspendido la clase, pues ni la profesora esta allí.

 

Se acerco hasta el escritorio de forma reflexiva notando que habia una solitaria borradora, pero estaba tan encimismada en sus propias especulaciones que no vio la nota y más bien decidió esperar un poco a ver si algún compañero llegaba.

Editado por Cye Lockhart
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El sonido del crujir de las hojas era lo único que se podía escuchar a varios metros de distancia de su posición, estaba cansada tras terminar de impartir la última clase de la Academia del mes. Solamente podía pensar en tomarse una ducha y disfrutar de la compañía de un buen libro, sin embargo, sus planes al parecer se iban a ver frustrados cuando una lechuza entró volando por su ventana y se paró delante de ella, esperando a que le quitaran el pergamino. Tras algunos segundos, tomó la nota y la leyó, tenía que volver a salir.

Su clase de “Leyes Mágicas”, daría inicio en breve. La nota especificaba el día y el lugar de la clase. Si deseaba llegar, debía darse prisa y ponerse en macha y de ese modo fue, siguiendo el consejo de la profesora se vistió con una túnica negra a juego con unas botas del mismo color, para permitir que su rubia cabellera cayera en rizos sobre su espalda. Observó su reflejó en el espejo y esbozó una media sonrisa, estaba lista, solamente le faltaba guardar su varita mágica en la parte interna de la túnica, de ese modo, nadie más que ella sabría donde la guardaba.

Midiendo el tiempo que tenía antes del inicio de la clase, tras aparecer en los terrenos de la Universidad, se encaminó con lentitud hasta el aula 13B, del Ateneo. Esperando en ser una de las primeras en llegar, esbozó su típica media sonrisa, mientras observaba como el aula estaba casi vacía, excepto por la presencia de otra bruja que miraba de manera extraña el escritorio de la profesora, con un atisbo de curiosidad, se acercó hasta el sitio y negó lentamente. Era en serio, ¿trasladores? Odiaba esos aparatos de aparición, porque eran bastante incómodos, pero si le ordenaban usarlos, lo hacía.

—Hay que tomarlo… es lógico —soltó con un dejo de impaciencia en la voz y haciendo notar su presencia ante la bruja—. Al menos yo lo tomaré. —completó con seguridad.

Se acercó un poco más al escritorio e inhaló profundamente, antes de estirar su diestra para tocar el borrador. Al momento en que tocó el borrador, sintió un pequeño tirón en su estomago lo que significaba que el traslador estaba haciendo su trabajo, y la estaba llevando a través de diversos lugares hasta en encontrar el sitio elegido para que transportara a las personas que lo tocaban. De ese modo, arribó a un lugar completamente desconocido para ella, no reconocía siquiera donde estaba, intentado ubicarse espacial y temporalmente, soltó un pequeño suspiro.

—No puede ser, esto no forma parte del presente… o eso creo. —siseó en voz baja para sí misma, esperando a que la profesora o algún otro compañero apareciera, mientras encaminaba sus pasos por una de las calles un tanto llenas de personas que caminaban hacía una sola dirección, ¿sería bueno seguirlas? La interrogante, se movía constantemente en su mente, intentando que tomará una decisión sobre la situación en la que se encontraba en esos momentos.
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~Leah Atkins
Volvió a lanzarle una mirada a la nota que estaba en su mano, enviado por Cissy, para comprobar que se dirigía a la sala correcta después de haber recorrido medio Ateneo. Sin embargo, se notaba que estaba tranquila a pesar de su confusión inicial. La túnica de gala escarlata oscilaba tras de sí mientras se dirigía a su clase, ignorando a los jóvenes que no conocía, tenía el porte de suficiencia característico de los magos adinerados de Ottery y, por supuesto, ese aire de que sabía todo acerca de todo. De vez en cuando sus ojos se detenían en cualquier objeto que llamara su atención y se dedicaban a guardarlo en su memoria, así que, había optado por pensar que en realidad no estaba perdida sino que daba un paseo por las instalaciones de la universidad. Al fin y al cabo, no había recorrido nada en absoluto de aquél lugar desde la desaparición de la academia.
Llevar ropa cómoda nunca había sido algo que se planteara a pesar de la advertencia de la profesora de Leyes, simplemente se había vestido como siempre lo hacía y con la intención de dejar en claro que no pretendía dejar de lado su sentido de la moda. Una de sus tonterías más comunes, posiblemente se vería odiando el atuendo cuando descubriera qué era lo que tenía pensado la Macnair. Aula 13B, a su izquierda. Giró el pomo de la puerta sin detenerse a golpear primero, conocía suficiente a la mortífaga como para prever que no estaría allí en esos momentos y la Atkins iba con bastante tiempo para llegar a tiempo. Miró la estela que dejaba una rubia al desaparecer y sus ojos de posaron en otra figura frente a un escritorio, donde descansaba un borrador abandonado.
Tócame —recitó, con un dejo de picardía, reconociendo la letra de Cissy en la nota junto al borrador una vez que llegó al escritorio—, vale.
Dejó de mirar a Cye, a quien conocía de sus años de jefa de casa, y colocó su índice sobre la superficie del borrador sin decir nada o siquiera saludar. No se le conocía por ser una persona precisamente social y vaya que resultaba bastante desagradable la mayor parte del tiempo. El tirón en su ombligo se hizo presente con cierta brusquedad y tuvo que recordarse respirar mientras era arrojada hacia el torbellino multicolor realizado por el Traslador. Odiaba el medio de transporte, sinceramente, siempre había preferido la aparición porque podía controlar ella la forma en la que viajaba por el espacio tiempo y no limitaba a lo que la invocadora del Portus deseaba. Su cuerpo al fin se deshizo del agarre que creaba el movimiento y supo por pura inercia que era tiempo de soltar el borrador.
Bajó con elegancia, moviendo las piernas levemente para empezar a caminar tan pronto sus pies tocaran el suelo. Y así lo hizo, dándose cuenta de inmediato que no estaban en la misma época. Pero es que no había demasiados puntos puestos en duda. Para empezar, las edificaciones normalmente destruidas en la actualidad estaban intactas pese a su apariencia endeble y débil para el tosco entorno. El suelo de piedra mal colocadas, alguno que otro carruaje estacionado como cualquier cosa frente a distintas viviendas con caballos atados y, claro estaba, las inconfundibles antorchas para iluminar con fuego a falta de luz. No se lo esperaba, se podía notar en su rostro y en su expresión de sorpresa.
Captó entonces una cabellera rubia, creyendo tal vez que se trataba de la misma persona que había visto desaparecer antes del aula y la siguió, notando que efectivamente ella también llevaba ropa común. No fue sino hasta que estuvo a un par de metros que reconoció la silueta de nada más y nada menos que su hermana. Sonrió torcidamente, ahora entendía por qué se había ido antes, ellas siempre habían tenido una actitud más o menos similar, igual de apáticas. Al salir del castillo Atkins, no había pensado en encontrarse con ningún conocido en la clase y mucho menos con un familiar, pero no dejaba de ser agradable encontrar a esa mujer en específico. Llegó a su lado y enarcó una ceja hacia su posición, viendo el revuelo que formaban las personas delante de ellas sin prestarle demasiado atención a las dos féminas a sus espaldas.
Me topo contigo hasta en las clases que decido tomar, Black Lestrange —movió la cabeza negativamente y luego frunció el ceño—. ¿Sabes de qué va esto? No he visto a Cissy todavía, asumo que no debimos movernos de nuestro lugar... Pero bueno, la curiosidad mató al gato, hermana.

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Había transformado mis ropas cotidianas en un vestido de época, largo y ceñido al cuerpo, aunque ocultaba la mayor parte de mi piel. Tenía el cabello oculto en un velo blanco que, además, intentaba ocultar cualquier cosa que pudiera parecer sospechosa. Aún así, tenía la varita en la manga de mi vestido, lista para ser usada en cualquier caso.

 

Esperaba ansiosa que alguien apareciera de un momento a otro, después de todo las instrucciones habían sido bastante claras. Fue entonces que estaba mirando con ensoñación cómo el viento movía las llamas de una antorcha colocada afuera de una botica cuando, por el rabillo del ojo, vi aparecer a una rubia de cabello ondulado que vestía una simple túnica negra. Sonreí. Al menos me habían hecho caso. Y ya me disponía a acercarme cuando otra mujer rubia hizo acto de presencia tras la primera. Enarqué una ceja y negué.

 

-Ese atuendo no es el adecuado, Atkins- dije a Leah a medida que me iba acercando a las dos chicas-. Y usted debe ser Black Lestrange, ¿cierto? Cissy Macnair- dije, extendiendo una mano para saludarla-. Profesora de Leyes...-miré a todos lados-... mágicas-agregué en un tono de voz mucho más bajo.

 

Todavía faltaba gente, así que miré alrededor. Quizá se habían retrasado.

 

-¿No había nadie más con ustedes? Son al menos cinco alumnos.. así que faltan tres- dije, sacando una cuenta que necesariamente no necesitaba sacar-. Bueno, esperaremos un poco más y eso nos dará tiempo para que te cambies de ropa, Leah. No querrás llamar la atención- finalicé.

 

El rojo era uno de los colores que estaba "prohibido" en aquella época, pues representaba todo lo pecaminoso y hereje que se podía ser como humano, así que la Tempestad iba a empezar a llamar la atención muy pronto... y no la clase de atención que a uno le gustaría tener en aquella época.

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Una nota llegó a sus manos esa misma mañana, después de haber tomado el desayuno, sonrió al saber que se trataba de la clase de Leyes Mágicas que había solicitado en la Universidad y solicitaban su presencia aquel día para comenzar a tomar las clases. Se apresuró a terminar su jugo de naranja; entró en la ducha con el fin de lavar su cuerpo, se preguntó si harían algo interesante en clase como para llevar ropa cómoda. Algunos minutos después se hallaba envuelta en una fina toalla, buscando el atuendo correcto.

 

Se decidió por unos cómodos jeans que acentuaban su figura, una sudadera con un ligero estampado y de color gris, junto a un par de botas de igual tono, sin tacón y lo suficientemente adecuadas para la ocasión. Sobre el conjunto usó una capa de viaje negra, guardando la varita en el bolsillo de adentro. Colocó en su rostro una fina capa de maquillaje y una vez lista, salió del Castillo Rosier hacia la zona donde podría aparecerse lo más cerca de la Universidad que le fuera posible.

 

Entro a las instalaciones de la universidad con las palabras de la carta aun recitando en su mente, buscó la sección del Ateneo sin perderse y dirigiendo sus pasos directo al segundo piso del mismo, caminó un par de minutos para hallar el aula 13B — Debería estar por éste pasillo… 12A… 13A… — repitió cada una de las aulas que se presentaban al seguir avanzando, sonrió con suficiencia al encontrar dicha instalación y giró la perilla asomándose en el aula.

 

Entró al recinto donde una posible compañera de clase esperaba por alguien más, la miró con extrañeza y frente al escritorio donde reposaba un borrador. Se acercó con total confianza hacia ella, mirando en su trayecto hacia el objeto, ladeó la cabeza al leer su contenido — Tócame, parece demasiado sugestivo como para rechazar su petición — aseveró mirando a la bruja, le sonrió de lado y sin pensárselo dos veces tomó el borrador.

 

Al momento sintió el típico tirón en el estómago al saber que se trataba de un traslador, La escena multicolor que se le presentó la hizo reaccionar, soltando el artilugio de golpe y moviendo las piernas hacia lo que sería su destino; su descenso fue perfecto en comparación con su primer viaje. Miró a su alrededor con curiosidad, la antorcha frente al grupo de mujeres a unos pasos de ella delató el retroceso en la época.

 

Se acercó al pequeño grupo con cierta cautela, aunque podría jurar que sus prendas eran más que evidentes del lugar del que venían, levantó una ceja al fijarse en el llamativo color que usaba una de ellas. Si estaba en lo correcto, la lincharían de inmediato por tal falta a la moral.

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Sus labios se tornaron en una media sonrisa tras las palabras de la Atkins, porque en cierto punto tenía razón, ¿quién se iba a imaginar que se encontrarían en una clase? Ambas conocían la respuesta y comprendían que ese encuentro no podía haber sido más fortuito. Continuó escuchando sus palabras hasta que medito un segundo en ella, quizás debían parar su andar y encargarse primero de algunas cuestiones antes de seguir caminando tras la mayoría de la gente, eso sin negar que el atuendo de su hermana, no era el más apropiado para la época en la que se encontraban.

—Querida hermanita, el destino se empeña en hacer que la vida sea menos aburrida, por lo que estoy segura que si estamos aquí las dos es para ponerle un poco de diversión a esta clase. —sentenció con total tranquilidad, para después detenerse un segundo y soltar una carcajada por sus ocurrencias.

No pudo añadir nada más, porque en esos momentos notaron la presencia de una bruja más, que se presentó como Cissy Macnair; la profesora. Escuchó las palabras que salían de sus labios a asintió con una media sonrisa, ella era la única Black Lestrange del grupo y como tal, tomó la mano extendida de la bruja, culminando su rápido saludo. Para después, prestar atención a la pregunta sobre si habían visto a alguno de sus compañeros antes de partir del aula de clases. Y antes de que pudiese siquiera responder, notó como una mujer se les quedaba viendo fijamente, ¿sería una bruja? Estaba segura lo que averiguarían dentro de poco tiempo.

—Solamente vi a una mujer, que se quedó viendo fijamente el borrador, pero no sé si lo habrá tomado —respondió con sinceridad—, por cierto llámame Mia, y en cuanto a Leah espero que decida cambiarse o se irá a la horca… —completó con diversión, mientras seguía pendiente de la mujer que las veía.

La observó detenidamente, para negar lentamente y decidir hacer notar su presencia a sus acompañantes cuanto antes.

— ¿La conocen? —preguntó de pronto, mirando a Esmeralda, para que las demás supieran a quién se refería. Esperando sus respuestas, continuó con su media sonrisa en los labios, sin preocuparse por estar a lado de una bruja que vestía de un color prohibido entre los muggles de la época— Por cierto, ¿iremos a un juicio? O qué hacemos aquí. —añadió con curiosidad.
Editado por Mia Black Lestrange
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~Leah Atkins
Alzó una ceja cuando vio a Cissy y no pudo reprimir el comentario que se escapó de sus labios.
¿Se ha disfrazado de monja, profesora Macnair? —decidió que era mejor no reírse, sabía que tenía que asumir el papel de estudiante bastante rápido o lo mismo ella misma iba a quemarla.
Y ahora que pensaba en ello, se fijó cómo más de uno se le quedaba mirando con reprobación y no se sintió exactamente ofendida. Si hubiera sido por ella, se habría quedado con su vestimenta descarada de bruja solo para que alguno de ellos se decidiera a acercarse y así poder matarlo. Pero estaba en clase de Leyes Mágicas, Artes Oscuras no era lo que quería practicar. Frunció el ceño después de que su hermana hiciera un comentario respecto a la horca y buscó con la mirada un lugar en donde cambiarse. A su izquierda, un poco alejado, había un callejón oculto por las sombras y fue allí donde se dirigió sin pensarlo dos veces. Dio una mirada a los lados antes de sacar la varita y hacer una floritura.
Al salir, llevaba una vestimenta similar a la de Cissy quitando el velo. Dejaba su cabello caer de la misma manera y vestía de blanco, un poco manchado pues en esa época aún no conocían el blanqueador, cualquiera diría que no era más que una simple mujer del pueblo. Quitándole la apariencia sobre natural. Pero claro, con el grupo que se gastaba y con las dos vampiros que tenía como amihgas, no resaltaría sola. Regresó al grupo a paso tranquilo y casi se alarma por la presencia de Esmeralda, aunque su ropa le dio a entender a tiempo que era parte de la clase. Se colocó frente a su jefa dentro del Concilio de Mercaderes y movió los ojos hacia donde las personas empezaban a aglomerarse con más desespero.
No me considero una persona paranoica, pero he de admitir que me siento también un poco atraída al cotilleo general —enarcó ambas cejas al ver cómo un hombre predicaba algún trozo de la biblia a un montón de oyentes y arrojaba lo que parecía agua bendita de mal aspecto a otro grupo—. Y dudo que eso sea higiénico. ¿Han atrapado a alguna... hereje?
Comportarse era la cosa más difícil que se le podía pedir a un Atkins.
Supongo que será sencillo que lo evite, dependiendo de la condena —retornó la mirada a su profesora y esperó una respuesta a sus palabras—. Quiero decir, no es difícil engañar la vista de aquellos que no ven a fondo —se tragó la palabra "muggles"—, ¿hay otra razón por la que debamos presenciarlo?

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Saludé a Mía con un movimiento afirmativo de la cabeza y luego me giré al escuchar otro sonido. Otra alumna había aparecido, pues era más que evidente que no era de allí. Le hice una seña con la mano para que se acercara antes de proseguir con las otras dos mujeres, echando una mirada de disgusto a Leah cuando indicó que me veía como una monja. Mejor verse como una monja y no como una fácil, pensé para mí misma, mientras me acomodaba entre el grupo para poder ver hacia donde iba la corriente.

 

-Si alguien se quedó en el aula, ya vendrá. Sólo espero que si haya seguido mis indicaciones- espeté, antes de comenzar a caminar hacia donde iba todo el gentío-. Ya que lo preguntan... No, no iremos a un "juicio", sino a una condena. Verán, en esta época no había tolerancia hacia los herejes, así que en realidad era difícil llamar "juicio" o, al menos, "juicio justo" al circo que armaban para determinar si una mujer era bruja o no, si un hombre había tenido trato con el diablo o todas esas cosas locas que se le pasaba por la mente a los... creyentes- porque en aquella época se creía que todo lo opositor a la Iglesia se consideraba herejía; todas las prácticas paganas eran herejía en consecuencia.

 

Cuando llegamos hasta una zona en la que la muchedumbre ya no dejaba pasar al resto hacia adelante, me detuve a distancia prudente para que las chicas pudieran apreciar lo que estaba ocurriendo.

 

-Mañana habrá uno de esos juicios, pero hoy habrá una ejecución- dije, mirando a Leah que se encontraba, ahora, vestida de blanco-. ¿Alguien puede decirme quién es la mujer a la que están por quemar en la hoguera?- y vaya que no lo hubiera preguntado si no fuera tan evidente-. Les daré una pista... está en las Ranas de Chocolate.

 

Y era así. Wendelin había sido conocida por disfrazarse muchísimas veces para ser atrapada y quemada en la hoguera, sobre todo porque le gustaba el cosquilleo de las llamas en su piel. Era interesante ver como una bruja de verdad resultaba prácticamente inofensiva y seguía a la corriente, aún al costo de que otras mujeres, muggles en su mayoría, fueran realmente quemadas.

 

-A pesar de que parezca cómico, Wendelin no rompió ninguna ley. La iglesia regulaba los casos de herejía mediante denuncias, que era lo que supuestamente las hacía veraces. Pero cuando capturaban a un "delincuente" utlizaban métodos nada ortodoxos para obtener una confesión, por lo que muchas veces dichas confesiones eran falsas. Está más que claro por qué comenzó a ponerse énfasis en el Decreto para la Prudente Limitación de la Magia en Menores y el Estatuto para el Secreto: evitar que más muggles se cazaran entre sí. Y creo que también podrán entender por qué comenzó a surgir un odio profundo entre ambos mundos- miré a las alumnas-. ¿Alguna puede decirme en qué año se declaró el Estatuto?

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Escuchó con total claridad la pregunta que se hacían entre ellas acerca de conocerla, ignoraba si alguna ya la había visto anteriormente, el traje aún llamativo de la Atkins aún la mantenía un poco descolocada; en caso de emergencia, favor de entregar a la chica de rojo. Se sonrió de lado ante el pensamiento y cruzó los dedos lentamente, ignoraba quien de ellas podría ser la profesora de la clase. Se fijó en la pregunta de Mia y se mordió el labio para evitar responder. Pensó que estaban ahí para mirar el linchamiento de Leah.

 

Casi de inmediato y tras los comentarios de vestimenta inapropiada, cayó en cuenta que la profesora era la renombrada Macnair, quizá la hubiera visto alguna vez, lo recordaría después. Siguió las voces en medio del cotilleo que se dirigían hacia algún y levantó una ceja después de escuchar las palabras de Cissy. Así que irían a una condena de la era cavernaria, de conocerlas a ellas, sabrían de antemano que eran parte de todas es prácticas paganas.

 

No me extrañaría que las brujas de éstos tiempos fueran las culpables de que las mujeres corrientes fueran llevadas a la hoguera — comentó con una ligera sonrisa de ironía, ella lo habría hecho de haber vivido en esa época, poco le hubiera importado dejar a una familia sin madre. Siguió al grupo de estudiantes, encabezada por la profesora Macnair hasta la zona donde la podredumbre del lugar se reunió para presenciar la condena.

 

Wendelin la Rara — murmuró tan pronto tuvo una mejor visión del centro de la zona y después de tener la pista de las Ranas de Chocolate, era más que evidente. Supuso que Wendelin lo pasaba de lo mejor al dejar que la atraparan y convertir las llamas en algo más divertido para su entera satisfacción. Dejó de mirar a la condenada, para prestar atención a los datos que Cissy les hacía llegar, recodaba haber leído algo parecido en un par de libros. Levantó la mano para responder a la pregunta.

 

El Estatuto Internacional del Secreto Mágico se firmó por primera vez en 1689, y luego se estableció oficialmente en 1692 — se apresuró a dar un punto extra para completar su contestación — La ley fue establecida por la Confederación Internacional de Magos para salvaguardar a la comunidad mágica de los muggles y ocultar su presencia del mundo en general — sonrió satisfecha de responder acertadamente — La quema de brujas y la persecución de magos fue un factor que contribuyó a la introducción del Estatuto.

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