Leyes Mágica II

[Leah Snegovik]

~Leah Atkins

—Muggles y sus tonterías religiosas —bufó, negando con la cabeza al tiempo que pasaba junto a una mujer que la miró extraño, quizás pensando que había dicho alguna palabra en ruso.

Ella era una Demonio, por lo que no era que estuviera muy inclinada a los temas religiosos y mucho menos ante aquello en lo que los muggles creyeran. Aún seguía mirando con descontento al grupo de radicales cristianos, quizás, que seguían recibiendo el agua bendita por el cura como si fuera lo mejor del mundo. Suspiró, siguiendo de cerca a Cissy para ver a dónde las llevaría y pronto sus ojos encontraron el camino hacia la mujer en la hoguera. Actuaba bien, sí, pero era más que evidente que no tenía ni un cuarto de parte de la desesperación que pudiera sentir un humano común al saber que su cuerpo iba a ser reducido a cenizas. Doloroso, horrible, insoportable... Sonrió.

—La quemaron cuarenta y siete veces. Me pregunto cuál estaremos presenciando el día de hoy.

Su comentario salió seguido al de Esmeralda y ladeó la cabeza con curiosidad, estudiando el teatro que la mujer tenía montado y cómo las personas del público, si es que se le podía llamar así, le gritaban cosas completamente arrogantes. Ella había nacido cuando los muggles habían caído en cuenta de que la quema de brujas no estaba haciendo más que dejarlos sin la mitad de la población y tuvieron la delicadeza de asegurar que la magia se había borrado del mundo. Rodó los ojos cuando vio una lechuga volar en dirección a Wendelin y ésta simplemente pasó a su lado como un pequeño desliz de puntería por parte del atacante.

En su mente empezó a formarse la extraña posibilidad de ser quemada alguna vez, ¿alguien sería tan extrañamente retorcido? Bueno, eso sin contar con las veces que lso líderes fenixianos habían tenido el detalle de atacarla con llamaradas de dragón. Torció una mueca en su rostro y movió la cabeza hacia su compañera de clases, escuchando lo que tenía que decir acerca de las fechas. Aún recordaba todo sobre el tema de cuando había ido a la escuela, era interesante sentirse de nuevo en un ambiente de estudios y mucho más cuando estaban teniendo una clase más o menos mortífaga.

—El odio entre ambos mundos surgió cuando se nos prohibió realizar magia públicamente, en presencia de muggles, y empezaron las limitaciones en menores de edad —se encogió de hombros al llevar la mirada a Cissy—. Colocar un hechizo de detección sobre un niño para saber dónde hace magia hasta que cumpla la mayoría de edad ha traído problemas al Ministerio de Magia desde entonces. Se detecta la magia pero no se sabe con exactitud si ha realizado el hechizo o no, solo que se ha hecho magia fuera de los lugares permitidos. Es un tanto complicado. Sin embargo, me parece que en el momento fue una decisión tomada con bases.

Miró a Wendelin significativamente y prosiguió. Esperaba que el barullo ocultara sus palabras, aunque no parecía dispuesta a bajar la voz.

—Quiero decir, por personas como ella empezábamos a vernos afectados como comunidad. Y si bien no nos estaban haciendo daño directamente, era una molestia tener que lidiar con los acosos constantes de los muggles y sus intentos inútiles de asesinarnos por los medios menos adecuados.

[Esmeralda Slytherin R.]

La castaña miró de reojo a Leah, levantó una ceja con cierto asombro al verla con un nuevo atuendo, al menos era más acorde a la época en que estaban y así no estarían por llevársela junto a Wendelin para su ejecución. Se preguntó en donde habría cambiado sus ropas, la magia no tardaría en llamar la atención de los muggles y aunque entre todas podrían acabarlos en menos de dos minutos, encontrarse en una época distinta a la suya, complicaría las cosas.

 

Observó con gracia los rostros de horror que se dibujaban en todos aquellos que presenciaban la hoguera sin que dañara a la mujer, imaginaba las muestras de júbilo de Wendelin al saberse presa una vez más y tener que ser “quemada” frente a todo el pueblo. Atendió a las palabras de Leah con gran interés, tenía algún conocimiento sobre ello y uno de los casos que no había podido comprobarse, fue el caso de Tom Riddle cuando ejerció la magia con su tío en la habitación. Terminó encarcelado en Azkaban.

 

— El que los muggles nos persiguieran por actos paganos, se dio gracias a que la iglesia cristiana obtuvo su mayor auge en la Edad Media, de aquí nace la Santa Inquisición, dedicada a la supresión de la herejía mediante la pena de muerte de todos aquellos que fueran culpados por delitos contra la fe — continuó tras el comentario de la Atkins, aunque aún no captaba la esencia del Estatuto, ya que en vez de esconder a la comunidad mágica de los ojos curiosos, habría podido someter a los muggles bajo su entera voluntad — Estamos conscientes que la brujería era uno de esos delitos.